Por aquel tiempo, algunos le
dijeron a Jesús que Pilato, el gobernador romano, había mandado matar a varios
hombres de la región de Galilea. Esto les había sucedido mientras ellos estaban
en el templo ofreciendo sacrificios a Dios. Jesús les dijo: ¿Creen ustedes que
esos hombres murieron porque eran más malos que los demás habitantes de
Galilea? ¡De ninguna manera! Y si ustedes no cambian su manera de vivir ni
obedecen a Dios, de seguro morirán. Acuérdense de los dieciocho que murieron
cuando se les vino encima la torre que se derrumbó en Siloé. ¿Creen ustedes que
eso les pasó porque eran más malos que todos los habitantes de Jerusalén? ¡De
ninguna manera! Y si ustedes no cambian su manera de vivir ni obedecen a Dios,
también morirán.
Además, Jesús les puso este
ejemplo: Un hombre había sembrado una higuera en su viñedo. Un día, fue a ver
si el árbol tenía higos, pero no encontró ninguno. Entonces le dijo al
encargado del viñedo: Tres años seguidos he venido a ver si esta higuera ya
tiene higos, y nunca encuentro nada. Córtala, pues sólo está ocupando terreno.
El encargado le dijo: Señor, deje usted la higuera un año más. Aflojaré la
tierra a su alrededor, y le pondré abono. Si el próximo año da higos, la dejaré
vivir; si no, puede ordenar que la corten.
Un sábado, Jesús estaba enseñando
en una sinagoga. Allí había una mujer que tenía dieciocho años de estar
jorobada. Un espíritu malo la había dejado así, y no podía enderezarse para
nada. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: ¡Mujer, quedas libre de tu
enfermedad! Jesús puso sus manos sobre ella, y en ese momento la mujer se
enderezó y comenzó a alabar a Dios. El jefe de la sinagoga se enojó mucho como
Jesús, por lo que Jesús había hecho en un día de descanso obligatorio. Por eso,
le dijo a la gente que estaba reunida: La semana tiene seis días para trabajar,
y uno para descansar. Ustedes deben venir para ser sanados en uno de esos seis
días, pero no en sábado.
Jesús contestó: ¿A quién tratan
de engañar? Ustedes llevan a su buey o a su burro a beber agua el día sábado, y
esta mujer vale mucho más que un buey o un burro, porque es descendiente de
Abraham. Si Satanás la tuvo enferma durante dieciocho años, ¿por qué no podría
ser sanada en un día sábado. Al oír esto, sus enemigos sintieron mucha
vergüenza. El resto de la gente, en cambio, se puso muy feliz al ver las cosas
tan maravillosas que Jesús hacía.
Jesús también les dijo: ¿Cómo les
puedo explicar qué es el reino de Dios? ¿Con qué puedo compararlo? Se puede
comparar con la semilla de mostaza: Cuando un hombre va y la siembra en su
terreno, ella crece y se convierte en un árbol grande, tan grande que hasta los
pájaros vienen y hacen nidos en sus ramas.
Jesús también les dijo: ¿Con qué
más puedo comparar el reino de Dios? Se puede comparar con lo que sucede cuando
una mujer pone un poquito de levadura en un montón de harina. ¡Ese poquito hace
crecer toda la masa!
Durante el viaje hacia Jerusalén,
Jesús pasaba por los pueblos y aldeas y enseñaba a la gente. Un día, alguien le
preguntó: Señor, ¿serán pocos los que se van a salvar? Jesús contestó: Traten
de entrar por la entrada estrecha. Porque muchos querrán entrar el reino de
Dios y no podrán. Cuando Dios cierre la puerta, si ustedes están afuera ya no
podrán entrar. Tocarán a la puerta y dirán: ¡Señor, ábrenos! Pero yo les diré:
No sé quiénes sean ustedes, ni de dónde vengan. Y ustedes dirán: Nosotros
comimos y bebimos contigo; además tú enseñaste en las calles de nuestro pueblo.
Pero yo les contestaré: ¡Ya les dije que no los conozco! ¡Gente malvada,
apártense de mí!
Ustedes se quedarán afuera, y
llorarán y rechinarán de terror los dientes, porque verán en el reino de Dios a
sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob, y a los profetas. De todas partes del
mundo vendrán a la gran cena que Dios dará en su reino. Allí, los que ahora son
los menos importante, serán los más importantes. Y los que ahora son
importantes, serán los menos importantes.
En ese momento llegaron unos
fariseos, y le dijeron a Jesús: ¡Huye, porque el rey Herodes Antipas quiere
matarte! Jesús les dijo: Vayan y díganle a esa zorra que hoy y mañana estaré
expulsando demonios y curando a los enfermos, y que al tercer día ya habré
terminado. Aunque, en verdad, hoy, mañana y pasado mañana deberé seguir mi
viaje hasta llegar a Jerusalén. Después de todo allí es donde matan a los
profetas.
¡Habitantes de Jerusalén!
¡Ustedes matan a los profetas y a los mensajeros que Dios les envía! Muchas
veces quise protegerlos a ustedes, como la gallina que cuida a sus pollitos
debajo de sus alas, pero ustedes no me dejaron. Por eso su templo quedará
abandonado. Y les aseguro que no volverán a verme, hasta que digan: ¡Bendito el
Mesías que viene en el nombre de Dios!
Aquí puedes darte cuenta que es
prioritario que el hombre cambie su manera de vivir, que obedezca y se apegue a
sus mandamientos para que avance en el camino del bien y con discernimiento
escoja hacer lo correcto, desarrolle una buena conciencia, de frutos y, por
ende crezca espiritualmente.
No obstante, es necesario que el
hombre se arrepienta verdaderamente y busque a Dios pues sólo Dios puede
liberar al hombre del pecado, pero es necesario que el hombre ponga su vida en
las manos de Dios y El le dará sabiduría, renovará sus fuerzas para que siga el
camino recto, sin volver atrás, apartándose de la ira, el resentimiento, odio,
la envidia, pero es esencial que se vuelva a Dios, sólo El sana y restaura.
Por tanto, es importante que el
hombre se esfuerce por entrar en la puerta estrecha, que sea obediente y
siembre para que pueda recoger frutos y
entrar en el reino de Dios.
Con Alta Estima,