Ustedes son hijos de
Dios, y El los ama. Por eso deben tratar de ser como él es. Deben amar a los
demás, así como Cristo nos amó y murió por nosotros. Para Dios, la muerte de
Cristo es como el delicado aroma de una ofrenda.
Ustedes son parte del
pueblo de Dios; por eso, ni siquiera deben hablar de pecados sexuales, ni de
indecencias ni de ambiciones exageradas. No digan malas palabras, ni tonterías,
ni vulgaridades, pues eso no es correcto.
Más bien, usen la boca para dar gracias a Dios. Bien saben ustedes que
nadie que tenga relaciones sexuales prohibidas o indecentes, o que nunca esté
satisfecho con lo mucho que tiene, tendrá parte en el reino de Cristo y de
Dios. Eso es tan malo como adorar a un ídolo.
No se dejen engañar
con ideas tontas, pues por cosas así Dios castiga terriblemente a quienes no lo
obedecen. Así que, no tengan nada que ver con esta clase de gente. No conocer a
Dios es como vivir en la oscuridad, y antes ustedes vivían así, pues no lo
conocían. Pero ahora ya los conocen, y han pasado a la luz; vivan entonces como
corresponde a quienes conocen a Dios, pues su espíritu nos hace actuar con
bondad, justicia y verdad. Traten de hacer lo que le agrada a Dios.
No se hagan
cómplices de los que no conocen a Dios; al contrario, háganles ver su error,
pues sus hechos no aprovechan de nada. ¡La verdad es que da vergüenza hablar de
lo que ellos hacen a escondidas! Cuando la luz brilla, todo queda al
descubierto y puede verse cómo es en realidad. Por eso alguien ha escrito:
¡Despiértate, tú que duermes! Levántate de entre los muertos, y Cristo te
alumbrará.
Tengan cuidado de
cómo se comportan. Vivan como gente que piensa lo que hace, y no como tontos.
Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos
viviendo tiempos muy malos. No sean tontos, sino traten de averiguar qué es lo
que Dios quiere que hagan.
No se emborrachen,
pues perderán el control de sus actos. Más bien, permitan que sea el Espíritu
Santo quien los llene y los controle. Cuando se reúnan, canten salmos, himnos y
canciones espirituales. Alaben a Dios el Padre de todo corazón, y denle siempre
gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Ustedes, que honran a
Cristo, deben sujetarse los unos a los otros. Las esposas deben sujetarse a sus
esposos, así como lo hacen con Cristo. Porque el esposo es cabeza de su esposa,
así como Cristo es cabeza de su iglesia, y también su Salvador. Cristo es la
cabeza, y la iglesia es el cuerpo. Por eso, la esposa debe sujetarse a su esposo
en todo, así como la iglesia se sujeta a Cristo.
Los esposos deben
amar a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella. Lo
hizo para hacerla sólo suya, limpiándola por medio de su mensaje y del
bautismo. Cristo quiso regalarse a sí mismo una iglesia gloriosa, apartada del
mal y perfecta, como un vestido sin una sola arruga ni una sola mancha, ni nada
parecido. El esposo debe amar a su esposa, así como ama su propio cuerpo. El
hombre que ama a su esposa, se ama a sí mismo. Porque nadie desprecia su propio
cuerpo. Al contrario, lo alimenta y lo cuida, del mismo modo que Cristo cuida a
la iglesia. En realidad, cada uno de nosotros forma parte de la iglesia, que es
el cuerpo de Cristo. Dice la biblia: Por eso el hombre deja a su padre y a su
madre, y se une a su mujer, para formar un solo cuerpo. Esa es una verdad muy
grande, y yo la uso para hablar de Cristo y de la iglesia. En todo caso, el
esposo debe amar a su esposa, como sí se tratara de sí mismo, y la esposa debe
respetar a su esposo.
Aquí puedes darte
cuenta que nuestro Señor Jesucristo pagó un alto precio para que el hombre
vuelva a tener una relación personal con Dios, pero es necesario que el hombre
cambie su manera de vivir y que con su conducta muestre gratitud en todo momento
y que sea una ofrenda agradable a Dios.
Ahora bien, el hombre
como parte del pueblo de Dios y como una
persona regenerada debe actuar con bondad, justicia y verdad pues sólo el
hombre que ha aceptado a Cristo puede
brillar ante los demás.
Por tanto, es
tiempo de que el hombre despierte, que
demuestre que conoce a Dios haciendo el bien, por lo que es importante que el
hombre se sujete unos a otros, de manera que no predomine el orgullo ni el
egoísmo y no se sienta superior a los demás, sino más bien lo esencial
es que el hombre honre a Dios, viviendo bajo el orden establecido por El, Dios es la cabeza de Cristo, Cristo
es la cabeza del esposo, el esposo es la cabeza de su esposa, para lo cual el
amor y el respeto es imprescindible, como si se tratara a sí mismo, y sobre todo, que el hombre viva apegado a la Palabra de Dios para que esté preparado, pues somos
parte del Cuerpo de Cristo, que es su iglesia.
Con Alta Estima,