martes, 29 de abril de 2014

No haré descansar mi espada…


Dios me habló poco antes de que el rey de Egipto atacara la ciudad de Gaza, y me dio este mensaje para los filisteos: Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepan esto: Desde el norte vienen los babilonios; son un ejército que destruye ciudades enteras con sus habitantes. ¡Parecen un río desbordado! ¡Todos los habitantes de la tierra lloran y piden auxilio! Tan pronto como escuchan el galope de los caballos los padres pierden el ánimo; abandonan a sus hijos al escuchar el chirrido de los carros de guerra.

¡Ha llegado el día en que acabaré con los filisteos! ¡Ha llegado el día en que acabaré con los que ayudan a las ciudades de Tiro y Sidón! ¡Destruiré a todos los filisteos que vinieron de las costas de Creta! Los que viven en la ciudad de Gaza se raparán avergonzados la cabeza; los que viven en la ciudad de Ascalón se quedarán mudos de miedo. Y ustedes que aún viven en las llanuras, no dejaran de herirse el cuerpo ni cesarán de gritar: Ay, terrible espada de Dios, ¿hasta cuándo nos seguirás atacando? ¡Regresa ya a tu funda y deja de matarnos!

Pero yo soy el Dios de Israel. Ya he decidido matar a todos los filisteos en Ascalón y en toda la costa. ¡No haré descansar mi espada!

Como puedes darte cuenta, una espada sirve como arma para que el hombre se defienda, y venza al enemigo así la espada se puede comparar a la Palabra de Dios,  como una arma espiritual en la que Dios escribió la verdad a través de hombres humildes y sabios  que tenían el poder del Espíritu Santo pues Dios  les transmitió su espíritu para  que el hombre cambie, crezca espiritualmente y sobretodo nazca de nuevo, pues La Palabra de Dios es más cortante y tan poderosa que llega hasta los huesos. No obstante, el hombre apegado a la Palabra de Dios adquiere discernimiento, pero sabes el hombre puede tomar una buena decisión si de antemano ha preparado su corazón y entonces podrá tomar la decisión correcta para hacer el bien. Por lo tanto, lo  urgente e inmediato, que el hombre afile su espada para vencer la maldad, lo negativo y cada persona saldrá victorioso al leerla, estudiarla, meditarla y aplicarla a su vida, pues al reflexionar, que Jesucristo es la verdad, El hará que cada persona cuando menos lo espere  se percatará que ha modificado su ser interior y por ende su entorno.


Con Alta Estima

lunes, 28 de abril de 2014

Volverán a vivir tranquilos…


Cuando Joacín llevaba cuatro años de reinar en Judá, el Dios de Israel me habló acerca de las otras naciones, y del ejército de Necao, rey de Egipto. Por esos días el rey de Babilonia había derrotado a Necao en la ciudad de Carquemis, junto al río Eufrates. El mensaje que me dio fue el siguiente: ¡Egipcios, tomen sus armas y prepárense para el combate! ¡Ensillen y monten los caballos! ¡Afilen las lanzas y pónganse las corazas! ¡Cúbranse con los cascos!

¿Pero qué es lo que veo? ¡Los soldados egipcios retroceden! Derrotados y llenos de miedo, huyen sin mirar atrás. ¡Hay terror por todas partes! ¡Los más veloces no pueden huir! ¡Los más fuertes no logran escapar! ¡Allá en el norte, a la orilla del río Eufrates, tropiezan y ruedan por el suelo!

Una nación se acerca con violencia. ¡Hasta se parece al río Nilo cuando sus aguas se desbordan! ¿Qué nación puede ser? ¡Es Egipto, que se ha enfurecido, que ha crecido como el Nilo! Viene decidido a inundar la tierra, a destruir ciudades y a matar gente.

¡Que ataquen los caballos! ¡Que avancen los carros de guerra! ¡Que marchen los soldados! ¡Que tomen sus armas los soldados de los países africanos! El día de la victoria pertenece al poderoso Dios de Israel. El ganará la batalla; se vengará de sus enemigos. La espada se empapará de sangre y acabará por matar a todos. Allá en el país del norte, a la orilla del río Eufrates, el Dios de Israel matará a mucha gente.

Soldados de Egipto: de nada les servirá que vayan a Galaad y consigan alguna crema curativa; aunque consigan medicinas, no les servirán de nada. Todo el mundo está enterado de que han sido derrotados; por todas partes se escuchan sus gritos de dolor; chocan los guerreros unos contra otros, y ruedan por el suelo.
Cuando el rey de Babilonia vino para atacar a los egipcios, Dios me dio este mensaje: Esto debe saberse en Egipto; debe anunciarse  en sus ciudades: ¡Soldados, prepárense para la batalla! ¡Ya viene su destrucción!
Los soldados se tropiezan; caen uno encima del otro, y dicen: ¡Huyamos! ¡Volvamos a nuestro país antes que nos mate el enemigo! ¡Nuestro rey es un charlatán! ¡Había mucho y no hace nada! Pero los soldados han caído, y ya no podrán levantarse, porque yo los derribé. ¡Yo soy el Dios de Israel! Ustedes, los que viven en Egipto, vayan empacando lo que tienen, porque serán llevados prisioneros; la capital será destruida y quedará en ruinas y sin gente.

Les juro por mí mismo que el enemigo que viene se parece al monte Tabor, que sobresale entre los montes; se parece al monte Carmelo, que está por encima del mar. ¡Yo soy el Dios todopoderoso! ¡Yo soy el único Rey!

La hermosura de Egipto será destruida; Babilonia vendrá del norte y la atacará. Egipto contrató soldados extranjeros, todos muy fuertes y valientes, ¡pero hasta ellos saldrán huyendo; ¡saldrán corriendo a toda prisa! Ya llegó el día de su derrota; ¡Ya llegó el día de su castigo!

El ejército babilonio es muy numeroso; tanto que nadie lo puede contar. Por eso los soldados egipcios huirán como serpientes desprotegidas. Egipto parece un bosque tupido, pero sus enemigos lo rodearán y lo atacarán con sus hachas, dispuestos a derribar todos los árboles. ¡Egipto quedará humillado! ¡Caerá bajo el poder de Babilonia!

El Dios de Israel dice: Voy a castigar al rey de Egipto, a sus dioses y a todos los que confían en ellos.  Dejaré que caigan en poder del rey de Babilonia y de su ejército, para que los maten. Sin embargo, en el futuro Egipto volverá a ser habitado como antes. Les juro que así lo haré.

Y ustedes, pueblo de Israel, no tengan miedo ni se asusten; yo haré que vuelvan de Babilonia, adonde fueron llevados como esclavos. No tengan miedo, israelitas. Ustedes son mi pueblo; son descendientes de Jacob. Yo les prometo que volverán a vivir tranquilos porque yo estoy con ustedes. Destruiré a todas las naciones por las que los dispersé, pero a ustedes no  los destruiré; sólo los castigaré por su bien, pues merecen que los corrija. Les juro que así lo haré.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe poner su confianza en Dios, a medida que le conoce, con actitud humilde le amará más cada día y le entregará su corazón para que nazca un hombre nuevo, se logre un cambio, un hombre disciplinado a los mandatos de Dios que le ayudarán a desarrollar una conciencia íntegra y por ende,   una relación de comunión con Dios.

Ahora bien, lo que tiene que considerar el hombre son las enseñanzas del  Dios Altísimo, pues la Palabra es tan poderosa que hace que el hombre cambie e incremente su sabiduría y la  practique en su diario vivir pues Dios le da armas espirituales para vencer al enemigo, siendo esencial  que Jesucristo habite en el ser interior del hombre para que haya paz y viva en santidad.


Con Alta Estima, 

sábado, 26 de abril de 2014

Te protegeré por dondequiera que vayas…


Cuando Joacín hijo de Josías llevaba cuatro años de reinar en Judá, yo le dicté a mi secretario Baruc el mensaje que Dios me dio para él: El Dios todopoderoso te dice lo siguiente: Tú, Baruc, siempre estás quejándote. Dices que eres muy infeliz, y que yo sólo te hago sufrir más y más. También dices que ya estás cansado de sufrir, y que no logras descansar. Pues quiero que sepas que yo voy a destruir lo que he construido, y voy a arrancar lo que he plantado. ¡Voy a acabar con toda esta tierra! Estoy por enviar un gran castigo sobre toda la gente, así que ni creas que tú vas a lograr grandes cosas. Pero esto sí te prometo, en recompensa te salvaré la vida, y te protegeré por dondequiera que vayas. Te juro que así lo haré.

Por lo tanto, si el hombre tiene temor a Dios, ha hallado la sabiduría entonces el hombre se disciplinará a sus enseñanzas, tendrá discernimiento para conducirse por el camino del bien. No obstante, el hombre puede planear y tener una visión para su proyecto de vida, pero sólo Dios decidirá el futuro, solamente el hombre asido de la mano de Dios podrá avanzar, pues Dios es todopoderoso y El da una Palabra de vida a cada persona en un tiempo preciso. Entonces, lo esencial es que el hombre decida buscar a Dios, alejarse del materialismo excesivo y se llene de su conocimiento, que es su Palabra y le dará sabiduría, la cual le guardará y le ayudará a vencer todo mal que le aseche.


Con Alta Estima,  

viernes, 25 de abril de 2014

Sigue cumpliendo sus promesas…


El Dios todopoderoso me ordenó hablar con todos los judíos que vivían en las ciudades egipcias de Migdol, Tafnes y Menfis, y en la región del sur. Me dijo: Jeremías, adviérteles que ya han visto lo que hice con la ciudad de Jerusalén, y con todas las ciudades de Judá. Yo les envié terribles desastres, y esas ciudades quedaron en ruinas, y hasta ahora nadie vive en ellas. La culpa la tuvieron sus habitantes, pues cometieron muchos pecados. Adoraron a otros dioses y les ofrecieron incienso, y con eso me hicieron enojar muchísimo. A esos dioses, ni ellos ni sus antepasados los conocían. Muchas veces les mandé profetas, para que les dijeran que no adoraran a otros dioses, pues eso es algo horrible, que yo no soporto.

Pero ellos, como de costumbre, no me prestaron atención ni me obedecieron, ni se arrepintieron de sus pecados. Al contrario, siguieron quemando incienso en honor de otros dioses. Por eso me enojé y destruí a Jerusalén y al resto de las ciudades de Judá.

Y, ahora quieren meterse en un lío más grande! ¡Quieren que mueran hombres, mujeres y niños, y hasta los recién nacidos! Desde que llegaron a Egipto, lo único que han hecho es hacerme enojar; han estado adorando a dioses falsos, que ellos mismos se fabrican. ¡Lo único que van a conseguir es que yo los destruya! Cuando eso ocurra, todo el mundo se burlará  de ellos, y los insultará.

¿Acaso ya se olvidaron de todos los pecados que cometieron sus antepasados? En Judá, y en las calles de Jerusalén, pecaron ellos y sus esposas, y también los reyes de Judá y sus esposas. ¿Acaso ya no se acuerdan? Sin embargo, hasta ahora no se han arrepentido. No me respetan, ni obedecen los mandamientos que les di, a ellos y a sus antepasados.

Por eso he decidido hacerles la guerra y borrarlos del mapa. ¡Yo soy el Dios de Israel! Los pocos que aún quedaban en Judá, y que insistieron en irse a vivir a Egipto, morirán en ese país. Morirán en la guerra, o se morirán de hambre. Desde el más joven hasta el más viejo, nadie quedará con vida, y entre las naciones serán objeto de odio, burlas, desprecio y maldición. Castigaré a los que viven en Egipto tal como castigué a los habitantes de Jerusalén: los haré morir de hambre, enfermedad y guerra. Ninguno de los que se fueron a Egipto quedará con vida, ni volverá a Judá, aunque lo desee. Sólo unos cuantos lograrán huir y volverán.

Yo les entregué el mensaje a todos los judíos que vivían en Egipto. Algunos de ellos sabían que sus esposas quemaban incienso en honor de otros dioses. Todos vinieron y me dijeron: Escucha, Jeremías. Este mensaje que nos ha dado de parte de Dios, no lo vamos a obedecer. Al contrario, vamos a seguir haciendo lo que nos da la gana, tal como lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros funcionarios. 
Seguiremos adorando a nuestra diosa, la Reina del cielo, y le ofreceremos incienso y vino. En realidad, cuando lo hacíamos, teníamos mucha comida y no nos faltaba nada ni nos pasaba nada malo.

En cambio, desde que dejamos de hacerle ofrendas de incienso y vino, nos ha faltado de todo, y la guerra y el hambre nos están matando. Las mujeres dijeron: Nuestros esposos sabían muy bien lo que estábamos haciendo. Sabían que nosotras adorábamos a la Reina del cielo, y que le ofrecíamos incienso y vino, y panes que tenían su imagen.

Yo les contesté: ¿Y acaso creen que Dios no lo sabía? Al contrario, Dios sabía muy bien que ustedes y sus antepasados, sus reyes y funcionarios, y todo el pueblo, adoraban a otros dioses. Pero llegó el momento en que Dios ya no aguantó más. Y no aguantó, por la forma en que ustedes actuaban y por las cosas asquerosas que hacían. Por eso su país se convirtió en un desierto horrible, en un montón de ruinas donde nadie vive. La ciudad es un ejemplo de maldición para todos sus vecinos. ¡Y esto es así, hasta el momento de escribir esto! Ustedes pecaron contra Dios al adorar a otros dioses, y al no querer obedecer ninguno de sus mandamientos. Por eso ahora tienen que sufrir tan terrible desastre.

Luego me dirigí al pueblo, sobre todo a las mujeres, y añadí: Ustedes, gente de Judá que vive en Egipto, escuchen bien lo que Dios les dice: Yo soy el Dios de Israel. Me doy cuenta de que ustedes y sus mujeres cumplen sus promesas de adorar a la Reina del cielo, y de presentarle ofrendas. ¡Muy bien! ¡Sigan cumpliendo lo que les dé la gana! Ustedes son de Judá, y ahora viven en Egipto. Pues escúchenme bien: yo les juro que ninguno de ustedes volverá a jurar aquí usando mi nombre. Nadie volverá a decir: ¡Lo juro por el Dios de Israel! En vez de vigilarlos para protegerlos, voy a vigilarlos para hacerles daño. Les aseguro que toda la gente de Judá que vive en Egipto morirá de hambre, o en la guerra. ¡Y van a ver todos ustedes si cumplo o no mi palabra! Unos cuantos se salvarán de la guerra y del hambre, y podrán regresar a Judá; pero la mayoría de los que se fueron a Egipto, morirán.

Yo soy el Dios de Israel. Esta es la señal de que cumpliré mis amenazas contra ustedes: dejaré que Hofra, el rey de Egipto, muera a manos de sus enemigos. Haré con él lo mismo que hice con Sedequías, el rey de Judá, a quien puse en manos del rey de Babilonia, para que lo matara.

No obstante, lo esencial es que el hombre ame y respete a Dios como su único Dios verdadero, siendo esto la verdad que el hombre debe creer para acercarse a El pues es el tiempo que el hombre busque a Dios, que se vuelva a El, que se arrepienta de sus pecados y Dios le perdonará, pero es necesario que no haga lo que le dé la gana sino que corrija su actitud para avanzar en su camino.

Por lo tanto, es momento de que el hombre se examine con  una mirada retrospectiva de cómo ha avanzado en su camino y profundice más en la Palabra, que además de estudiarla y llenarse del conocimiento de Dios, obedezca estas enseñanzas y las cumpla con vivencias prácticas para una buena vida de fe y confianza en Dios.


Con Alta Estima,

jueves, 24 de abril de 2014

Y todos desobedecieron a Dios…


Yo le comuniqué al pueblo todo lo que Dios me había dicho, pero Azarías y Johanán , y otras personas muy creídas, me contestaron:
Jeremías, tú nos dices que no vayamos a vivir a Egipto, pero Dios no te mandó a decirnos eso. ¡Eres un mentiroso! Seguro que fue Baruc el que te puso en contra nuestra. Lo que él quiere es que caigamos en poder de los babilonios, para que nos lleven prisioneros o nos maten.

Y todos desobedecieron a Dios. Ni Johanán ni los jefes militares ni el resto de la gente se quedaron a vivir en Judá. Al contrario, se llevaron a todos los que habían vuelto de otras naciones. Se llevaron a hombre, mujeres y niños, y también a las hijas del rey. A toda esa gente Nebuzaradán la había puesto bajo el cuidado de Guedalias. A todos nos llevaron a Egipto, incluyendo a mi secretario Baruc y a mí, y nos quedamos en la ciudad de Tafnes. Allí, el Dios de Israel volvió a hablarme:
Jeremías, toma unas piedras grandes y llévalas a Tafnes. Entiérralas a la entrada del palacio del rey de Egipto, y asegúrate de que todos te vean hacerlo. Luego diles que yo haré que venga el rey de Babilonia, y pondré su trono sobre las piedras que has enterrado.

Y así será. El rey de Babilonia conquistará Egipto. A unos se los llevará prisioneros a otro país, y a otros los matará. Destruirá los templos de Egipto y los monumentos de Bet-Semes, y se llevará  los ídolos que haya en esos templos. ¡El rey de Babilonia va a sacudir a Egipto, como cuando los pastores de ovejas sacuden la ropa para quitarle los piojos! Luego se irá de allí, y nadie podrá detenerlo.

Así pues, el hombre a veces quiere escuchar sólo cosas que él quiere que otros le digan, más no escucha la voz audible de Dios, por tanto, es importante que el hombre esté atento a oírlo para que pueda conducirse por el camino del bien.

Asimismo, el hombre debe aprender a mirar hacia adelante, no voltear al pasado, pues el hombre se engaña a sí mismo, ya que siente una seguridad aparente porque es algo que ya vivió, cosas que ya conoce y piensa que fueron buenas quizá en su momento, pero es esencial que el hombre crezca espiritualmente y experimente algo nuevo, que sea positivo y emprenda nuevos proyectos, que limpie su mente y su corazón con disciplina y obediencia a Dios, que viva apegado a sus mandatos para que Dios le guarde y le de sabiduría para buscar una vida nueva y  alcance la estatura del varón perfecto que es Jesucristo.


Con Alta Estima,

miércoles, 23 de abril de 2014

Se comprometieron a cumplir…


Pero Johanán y Azarías hijo de Hosaías vinieron a hablar conmigo, junto con los jefes militares y el pueblo, desde el más viejo hasta el más joven. Me dijeron: Por favor, Jeremías, atiéndenos y pídele a Dios por todos nosotros. Tú bien sabes que antes éramos muchos, pero ahora sólo quedamos muy pocos. Pídele a Dios que nos diga a dónde tenemos que ir, y qué debemos hacer.

Yo les contesté: Está bien. Voy a rogarle a Dios por ustedes, tal como me lo han pedido. Todo lo que él me diga, yo se lo diré a ustedes. No les voy a esconder nada.

Ellos me prometieron: Haremos todo lo que Dios nos mande hacer, nos guste o no nos guste: Ponemos a Dios como testigo fiel y verdadero de que cumpliremos nuestra promesa. Sie le obedecemos, estamos seguros de que nos irá bien.

Días después, Dios me habló . Entonces yo llamé a Johanán y a todos los que habían venido con él, y les dije: El Dios todopoderoso me manda a decirles que se queden a vivir en Babilonia, y les promete que no volverá destruirlos, sino que los bendecirá. ¡Le duele mucho haber tenido que castigarlos! No tengan miedo del rey de Babilonia. Pueden estar seguros de que el Dios de Israel va a protegerlos y a salvarlos del poder de ese rey. Dios tendrá compasión de ustedes, y hará que también el rey de Babilonia los trate bien y les permita volver a su país.

Pero si ustedes lo desobedecen, y en vez de quedarse a vivir aquí deciden irse a vivir a Egipto, entonces deben prestar mucha atención. Ustedes creen que si se van a Egipto, no correrán ningún peligro. Pero yo les aseguro que también allá sufrirán a causa de la guerra y el hambre, y allí morirán. Una vez más les digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán. Una vez más les digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán en la guerra, o de hambre, o de alguna enfermedad. ¡Ninguno podrá librarse del terrible castigo que voy a mandarles!

El Dios de Israel les advierte que, así como se enfureció contra los que vivían en Jerusalén, así también se enojará contra los que se vayan a Egipto. La gente se burlará de ustedes y los atacará. ¡Nunca volverán a ver este lugar! Recuerden que Dios les ha dicho que no vayan a Egipto. Ustedes son los únicos que quedan de Judá, y deben entender bien lo que les estoy diciendo. Ustedes mismos me pidieron  que le rogara a Dios por ustedes, y se comprometieron a cumplir todo lo que él les ordenara hacer. Hoy les he dicho lo que Dios quiere que hagan. Sin embargo, ustedes no quieren obedecer. Por eso yo les aseguro que, si insisten en irse a vivir a Egipto, morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad.

Por lo tanto, lo importante es que el hombre desarrolle una conciencia positiva de lo que debe hacer, se discipline con buenos hábitos, pero sobretodo, obedezca los mandatos de Dios.
Ahora bien, si el hombre sigue las enseñanzas de Dios y se apega a su orden establecido, lo que decida hacer estará bajo ese orden divino, precisará el tiempo para hacerlas  y entonces cumplirá lo prometido, lo que ayudará al hombre a conducirse mediante patrones positivos.

Lo grandioso sería que el hombre en la búsqueda de Dios, aprenda a seguir sus instrucciones: hacer el bien, aunque lo que Dios pide que haga no sea de su agrado, pero lo importante es que el hombre cumpla con las promesas a Dios para que le vaya bien.


Con Alta Estima,

martes, 22 de abril de 2014

Fingía estar tan triste...


Ismael era hijo de Netanías y nieto de Elisamá. Había servido como oficial del rey de Judá, pues pertenecía a la familia del rey. En el mes de Etanim, Ismael fue a Mispá y se presentó ante el gobernador Guedalias. Iba acompañado de diez soldados. Guedalias invitó a comer a Ismael y a sus acompañantes. Allí en Mispá, mientras comían, Ismael y sus hombres se levantaron y mataron a Guedalias. Ismael mató también a todos los judíos y soldados babilonios que estaban allí.

Al día siguiente, nadie se había enterado todavía del asesinato de Guedalias. Entonces llegaron ochenta hombres de Siquem, Siló y Samaria. Iban al templo para presentar ofrendas y quemar incienso en honor de Dios. Iban sin barba, con la ropa rota y con el cuerpo lleno de heridas que ellos mismos se habían hecho. Como Ismael todavía estaba en Mispá, salió a su encuentro. Mientras avanzaba, fingía estar tan triste como ellos. Cuando estuvo cerca, les dijo: ¡Vengan a saludar al gobernador Guedalias!

Pero antes de que llegaran al centro de la ciudad, Ismael y sus hombres comenzaron a matarlos, y los iban arrojando en un pozo seco. Ese pozo había sido construido por el rey Asá de Judá, para defenderse de los ataques del rey Baasá de Israel. En ese mismo pozo habían arrojado el cadáver de Guedalias. El pozo ya se estaba llenando de cadáveres, cuando diez de los ochenta hombres le rogaron a Ismael: ¡No nos mates! ¡En el campo tenemos escondido mucho trigo, cebada, aceite y miel!

Ismael los dejó con vida, pero se llevó prisioneras a las hijas del rey, y también a la gente que se había quedado en Mispá, y que Nebuzaradán había puesto bajo el cuidado de Guedalias. Con toda esa gente prisionera, Ismael se dirigió a la región de los amonitas.

Cuando se supo lo que había hecho Ismael, salieron a perseguirlo Johanán hijo de de Caréah yh todos los jefes militares que estaban con él. Los alcanzaron cerca del gran pozo de agua que está en Gabaón. Todos los prisioneros que llevaba Ismael se pusieron muy alegres cuando vieron a Johanán. Pero Ismael y ocho de sus hombres lograron escapar y huyeron hacia la región de los amonitas.

Johanán y los jefes militares que lo acompañaban rescataron a los que Ismael se había llevado desde Mispá, luego de haber asesinado a Guedalias. Entre ellos habían mujeres, niños, soldados y oficiales del rey. Luego comenzaron el largo viaje de regreso, y descansaron en Guerut-quimam, un lugar de descanso que está junto a Belén. De allí pensaban seguir hasta Egipto, para ocuparse de los babilonios. Tenían mucho miedo de ellos porque Ismael había matado al gobernador Guedalias.

Aquí puedes darte cuenta que es necesario que el hombre forme una conciencia a base de disciplina, de convicciones firmes, examinándose a sí mismo, de manera que el hombre piense bien las cosas, sin juzgar  antes de actuar pues no conoce la realidad de los hechos. Lo esencial, es que el hombre sea positivo, que busque la verdad, sin estar atado al pasado, siendo esencial que  el hombre esté apegado a la Palabra y al estar asido de la mano del Señor lo coloca en una postura superior a los demás, pues Dios  le da seguridad, lo libera de la esclavitud, le da claridad para valuar mejor las situaciones que le atormentan y enfrentarlas sin temor para que prosiga su camino con una actitud sincera, humilde, sin apariencias sino más bien con un corazón dispuesto a sufrir y perdonar, por eso Dios le hace fuerte, sus enseñanzas le fortalecen, le dan instrucción, discernimiento para vencer los temores y vivir en paz pero sabes, sólo el hombre es capaz de tomar la decisión para lograrlo pues con Dios todo es posible.


Con Alta Estima,

lunes, 21 de abril de 2014

Estás en libertad de ir a donde quieras…


Dios volvió a hablarme cuando me llevaban a Babilonia junto con los prisioneros de Judá y Jerusalén. Cuando llegamos a Ramá, el comandante Nebuzaradán me quitó las cadenas y me dijo a solas: El Dios de Israel me pidió que te dijera que él mandó este desastre sobre tu país, para cumplir con sus amenazas. Ustedes se rebelaron contra él y fueron muy desobedientes. Por eso les pasó todo esto. Ahora mismo voy a quitarte de las manos esas cadenas. Si quieres, puedes venir conmigo a Babilonia; ahí yo te cuidaré muy bien. Si no quieres, puedes irte a donde quieras. ¡Toda la tierra está a tu disposición!

Como Nebuzaradán me vio indeciso, me dijo: El rey de Babilonia ha nombrado a Guedalías como gobernador de las ciudades de Judá. Creo que te conviene quedarte a vivir en este lugar, con él y con tu pueblo. Pero estás en libertad de ir a donde quieras.

Dicho esto, Nebuzaradán me dio bastante comida y un regalo, y me dejó ir. Fue así como me quedé en Israel, con la gente de Judá que no fue llevada prisionera a Babilonia. Me quedé a vivir en Mispá, cerca de la casa de Guedalías.

El rey de Babilonia nombró a Guedalías gobernador de Judá. Lo puso a cargo de los que se habían quedado allí, que eran los más pobres del país. Cuando se supo la noticia, algunos jefes y soldados de Judá todavía estaban en el campo. Entonces fueron a Mispá, junto con los soldados que estaban bajo su mando, y se presentaron ante Guedalías. Entre ellos estaban Ismael, los hermanos Johanán y Jonatán, Seraías, Jezanías y los hijos de Efai.

Guedalías les dio ánimo a todos ellos, y les hizo la siguiente promesa: No tengan miedo de los babilonios. Quédense a vivir en Babilonia, y ríndanse al rey. Yo les prometo que les irá bien. Voy a quedarme a vivir en Mispá, y cuando los babilonios vengan acá, yo hablaré a favor de ustedes. Sólo les pido que vuelvan a sus ciudades, y que se encarguen de cosechar los frutos de verano, y de almacenar el vino y el aceite.

Los judíos que estaban en Moab, Amón y Edom se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado en Judá a unos cuantos judíos, y que había puesto a Guedalías como gobernador de Judá. También lo supieron los judíos que vivían en otros países, así que todos ellos vinieron para volver a establecerse en Judá. En cuanto llegaron, fueron a presentarse ante el gobernador Guedalías, que estaba en Mispá. También ellos se dedicaron a cosechar los frutos de verano y a guardar mucho vino en las bodegas.

Un día, Johanán hijo de Caréah fue a Mispá para hablar con Guedalías. Lo acompañaron todos los jefes militares que estaban en el campo. Al llegar, le dijeron: Queremos advertirte que Baalís, el rey de Amón, quiere matarte. Para eso ha encontrado a Ismael hijo de Netanías.

Como Guedalías no les creyó, Johanán le propuso en secreto: Guedalías, no podemos permitir que ese Ismael te mate. Si llega a matarte, se dispersarán todos los judíos que se han puesto a tus órdenes, y con eso Judá acabará de hundirse. ¡Déjame ir a matarlo! ¡Te prometo que nadie sabrá quién lo hizo!
Pero Guedalías le advirtió a Johanán: ¡Ni se te ocurra hacerlo! ¡Eso que  me dices de Ismael es pura mentira!

Aquí puedes darte cuenta, que el hombre  a veces se encuentra en la disyuntiva de tener que elegir un camino, Dios le ha dado libre albedrío, es decir tiene libertad para irse para donde él quiera, pero el Señor con su amor infinito dotó al hombre de una conciencia, una voz interior que avisa al hombre que lo que está haciendo no está bien pues al estar apegado a la Palabra de Dios le da discernimiento y sabe elegir lo correcto.

No obstante, en este capítulo, puede el hombre valorar la actitud sincera del Profeta Jeremías, se le presenta la oportunidad de irse con los israelitas a Babilonia obteniendo privilegios, pero prefirió elegir con sencillez quedarse con los oprimidos, pobres para predicar la Palabra de Dios, aceptó vivir en la adversidad pero pensando que era la forma de proceder que agradaría a Dios, ayudar a otros en tiempo de desolación.

Sabes, es importante estar alertas y preparados en el conocimiento de Dios, morir al “yo” para dar lo mejor de sí mismos.


Con Alta Estima, 

sábado, 19 de abril de 2014

Le salvaré la vida…


Sedequías llevaba diez años y nueve meses de reinar en Judá cuando el rey de Babilonia y sus soldados marcharon contra la ciudad de Jerusalén y la atacaron.  Durante más de año y medio la tuvieron rodeada, y finalmente pudieron abrirse paso a través de un hueco en el muro de la ciudad. Por ese hueco pasaron todos los jefes del rey de Babilonia, y fueron a instalarse en la entrada principal. Los jefes eran Nergal-sarézer, Samgar, Nebo-sarserquim, que era un alto oficial, otro Nergal-sarézer, que también era un alto funcionario, y todos los otros jefes del rey de Babilonia. Esto ocurrió el día nueve del mes de Tamuz, del año once del reinado de Sedequías.

El rey Sedequías se dio cuenta de que Jerusalén había sido conquistada; por eso él y todos sus soldados huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el jardín del rey y, luego de pasar por el portón que está entre los dos muros, se dirigieron hacia el valle del Jordán.

Pero el ejército babilonio los persiguió y los alcanzó cerca de Jericó. Allí capturaron a Sedequías y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que en ese momento estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí mismo el rey decidió el castigo que se le daría a Sedequías. En primer lugar, mandó que mataran delante de él a sus hijos y a todos los hombres importantes de Judá, luego mandó que a Sedequías le sacaran los ojos, y para terminar mandó que lo sujetaran con cadenas de bronce y lo llevaran preso a Babilonia.

Los babilonios quemaron el palacio del rey y todas las casas de la ciudad, y derribaron los muros de Jerusalén. El comandante de la guardia personal del rey, que se llamaba Nebuzaradán, se llevó presos a Babilonia a todos los que quedaban en Jerusalén, y también a los que apoyaban a los babilonios.  En el territorio de Judá dejó solamente a los más pobres, y a ellos les dio campos y viñedos.

El rey de Babilonia le ordenó a Nebuzaradán que me vigilara muy bien, y le dijo: No le hagas ningún daño, y dale todo lo que necesite. Entonces, el comandante de la guardia y otros oficiales del rey de Babilonia ordenaron que me sacaran del patio de la guardia, y que me entregaran a un tal Guedalias, que era hijo de Ahicam y nieto de Safán. Como Guedalías me permitió regresar a mi casa, yo me quedé a vivir con la gente de la ciudad.

Recuerdo que cuando estuve preso en el patio de la guardia, Dios me dijo: Jeremías, quiero que hables con Ebed-méloec, el etíope: Dile de mi parte que a Jerusalén no le va a ir nada bien, pues le voy a enviar un terrible castigo. Diles que yo, el Dios de Israel, lo he anunciado, y él estará allí cuando eso ocurra. Dile además que yo me comprometo a no dejarlo caer en manos de los babilonios. Ebe-mélec les tiene miedo, pero yo le aseguro que no permitiré que lo maten. Le salvaré la vida, y así lo recompensaré por haber confiado en mí.

Ahora, es el tiempo de que el hombre despierte, que se arrepienta, que se aparte del pecado y su vida sea edificada al leer la Palabra de Dios para que se quite lo entenebrecido de su corazón, que su mente sea renovada, sus pensamientos purificados, pero es necesario que el hombre tome una pronta decisión: arrepentirse y aceptar a Jesús en su vida para que sea salvo y se produzca en su ser interior un nuevo nacimiento,  cambie su estilo de vida, y esto sólo lo puede lograr buscando a Dios.

Asimismo, el hombre asido de la mano de Dios  al aprender de su Palabra logra mayor conocimiento de él, su corazón se fortalece y puede derribar las asechanzas del mundo adverso  y entonces el hombre podrá ver los cambios que Dios puede hacer en su vida, cambios en su conducta, vencer la avaricia, la soberbia, la envidia, la desobediencia,…, pues sólo Dios puede moldear lo imperfecto del ser humano para que le pueda ser útil al Señor conforme a sus principios, pero sabes, es esencial que el hombre confíe en Dios y El le protegerá.


Con Alta Estima

viernes, 18 de abril de 2014

Serán tratados como prisioneros de guerra…


Tiempo después, cuando yo estaba hablando a la gente, Sefatías, Guedalías, Jucal y Pashur, que eran mis enemigos, me escucharon decir: Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida.

Por eso algunos jefes fueron a decirle al rey: ¡Hay que matar a Jeremías! Lo que él anuncia está desanimando a los soldados y a la gente que aún queda en la ciudad. Jeremías no busca nuestro bien; al contrario, no desea lo peor.

Sedequías les respondió: Yo soy el rey, pero no voy a oponerme a lo que ustedes decidan. ¡Hagan lo que quieran!

Entonces los jefes fueron a atraparme. Primero me ataron con sogas, y luego me bajaron hasta el fondo  de un pozo, el cual estaba en el patio de la guardia y pertenecía a Malaquías, el hijo del rey. Como el pozo no tenía agua sino barro, ya me hundí por completo. En el palacio del rey trabajaba un hombre de Etiopía, que se llamaba Ebed-mélec, el cual supo que me habían arrojado al pozo. Un día en que el rey estaba en una reunión, frente al Portón de Benjamín, Ebed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey: Su Majestad, esta gente está tratando a Jeremías con mucha crueldad. Lo han echado en el pozo, y allí se va a morir de hambre, pues ya no se consigue pan en la ciudad.

Entonces el rey le ordenó: Bien, Ebed-Mélec. Busca a tres hombres, y diles que te ayuden a sacar de allí a Jeremías, antes de que se muera. Ebed-mélec fue entonces con aquellos hombres, y del depósito de ropa del palacio real sacó ropas y trapos viejos. Luego ató toda esa ropa y la bajó hasta el fondo del pozo, donde estaba yo. Entonces me dijo: Jeremías, colócate estos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen. Yo seguí sus instrucciones, y aquellos hombres tiraron de las sogas y me sacaron del pozo. A partir de ese momento, me quedé en el patio de la guardia.

Poco tiempo después, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a la tercera entrada del templo, y allí me dijo: Jeremías, quiero preguntarte algo, y espero que me digas todo lo que sepas. Yo le contesté: No tiene caso; cualquiera que sea mi respuesta, usted me mandará a matar; y si le doy un consejo, no me va a hacer caso.

Pero, sin que nadie se diera cuenta, el rey me hizo este juramento: ¡No pienses matarte, ni tampoco pienso dejar que te maten! ¡Eso te lo juro por el Dios que nos ha dado la vida! Entonces le dije: El Dios todopoderoso asegura que, si todos ustedes se rinden ante los jefes del rey de Babilonia, tanto su Majestad como su familia se salvarán de morir, y evitará que le prendan fuego a la ciudad. Si no se rinden, entonces el ejército babilonio conquistará la ciudad y le prenderá fuego, y usted no podrá escapar.

El rey Sedequías me respondió: Francamente, tengo miedo de los judíos que se han unido a los babilonios. Si llego a caer en sus manos, no me irá nada bien. Yo le aseguré: Dios ha dicho que si su Majestad obedece, todo saldrá bien  y esos judíos no le harán ningún daño. Por el contrario, si su Majestad no se rinde ante los babilonios, todas las mujeres que aún quedan en su palacio caerán en manos de los jefes del rey de Babilonia. Entonces esas mismas mujeres le dirán a Su Majestad: Tus amigos te engañaron y te vencieron. ¡Eso te pasa por confiar en ellos! Tus amigos te abandonaron por completo, y ahora está s con el agua hasta el cuello.

Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad caerán bajo el poder de los babilonios, y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera usted logrará escapar!
Sedequías me amenazó: Escúchame, Jeremías: si en algo aprecias tu vida, más te vale quedarte  callado, y que nadie sepa nada de esto. Si los jefes llegan a saber que he hablado contigo, seguramente te van a preguntar de qué hablamos, y si no les dices todo, te amenazarán de muerte. Te aconsejo que les digas que viniste a verme, para que no te mande de nuevo a la casa de Jonatán, pues no quieres morir allí.

Y así sucedió. Todos los jefes vinieron a interrogarme. Pero yo les doy exactamente lo que el rey me ordenó. Después de eso, no volvieron a molestarme; así que nadie se enteró de lo que habíamos hablado. Y yo me quedé en el patio de la guardia, viviendo como un prisionero, hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.

Por lo tanto, es importante que el ser humano cambie su estilo de vida, que su conducta sea de acuerdo a los principios establecidos por Dios, que esta práctica se vuelva una disciplina y así cumpla con el orden determinado por Dios, porque el tiempo apremia,  es momento de que el hombre se levante, que renueve su mente y purifique su corazón , que se aparte del pecado para que no conflictúe su ser interior, su esencia y, entonces el espíritu de Dios lo libere de lo que le produce opresión, como la maldad que genera esclavitud y lo haga prisionero de guerra pero sabes, sólo la Palabra de Dios provee alimento espiritual al ser humano.

¡Animo! Es conveniente que el hombre renovado muera a su vieja naturaleza caída y  se prepare del conocimiento de Dios para que sea salvo, siendo preponderante que tome la decisión de entregar su vida en las manos de Dios y El le guardará bajo su protección.


Con Alta Estima,

jueves, 17 de abril de 2014

No debes cantar victoria antes de tiempo…


El rey de Babilonia ordenó que Sedequías hijo de Josías pasara a ser rey de Judá, en lugar de Joaquín hijo de Joacín. Pero ni Sedequías ni sus sirvientes ni la gente de Judá hicieron caso del mensaje que yo les anuncié de parte de Dios. Sin embargo, el rey Sedequías me envió un mensaje por medio de Jucal hijo de Selemías, y del sacerdote Sofonías hijo de Maaselas. En ese mensaje me pedía orar a Dios por ellos.

En aquel tiempo yo podía andar libremente entre la gente, pues todavía no me habían metido en la cárcel. Por aquellos días los babilonios habían dejado de atacar a Jerusalén y se habían regresado a su país, pues se habían enterado de que el ejército egipcio se había puesto en marcha para ayudar a los de Judá. Entonces Dios me dio este mensaje: Jeremías, ve y diles a los mensajeros que envió el rey Sedequías, que el ejército del rey de Egipto salió en su ayuda, pero se volverá a su país. Diles también que los babilonios volverán a atacar a Jerusalén, y que la conquistarán y le prenderán fuego. Así que no canten victoria antes de tiempo. Se equivocan si creen que los babilonios no van a volver. Yo les aseguro que volverán atacarlos. Y aun si ustedes llegaran a derrotarlo, y en el campamento quedaran sólo unos cuantos babilonios heridos, esos pocos heridos se levantarán y le prenderán fuego a esta ciudad.

Cuando el ejército egipcio estuvo cerca de Jerusalén, el ejército babilonio se retiró de la ciudad. Entonces yo intenté salir de Jerusalén para ir al territorio de Benjamín, pues iba a recibir una herencia. Pero al llegar al Portón de Benjamín, me detuvo Irías, que era hijo de Selemías y nieto de Hananías. Como era capitán de la guardia me dijo: ¡Así que quieres unirte a los babilonios!

Yo le contesté que no era  esa mi intención; pero Irías no me creyó. Al contrario, me arrestó y me llevó ante los asistentes del rey. Como ellos estaban muy enojados conmigo, mandaron que me golpearan en la espalda y que me encerraran en la casa del secretario Jonatán, la cual había convertido en prisión. Me encerraron en una celda que estaba en el sótano, y allí me dejaron mucho tiempo. Finalmente, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a su palacio, y allí, sin que nadie se enterara, me preguntó: Jeremías, ¿tienes algún mensaje de Dios para mí?

Yo le contesté: Así es, y el mensaje es que usted caerá en poder del rey de Babilonia. Además, quiero hacerle a usted algunas preguntas personales: ¿Qué crimen he cometido contra su Majestad? ¿Qué mal le he hecho a usted, o a sus ministros o a este pueblo? Yo no merezco estar en la cárcel. Dígame usted dónde están sus profetas, esos que decían que el rey de Babilonia nunca atacaría este país. Yo le ruego a su Majestad que me tenga compasión. Por favor, ¡no me mande de nuevo a la casa del secretario Jonatán! ¡No me deje usted morir encerrado en ese lugar!

Entonces el rey Sedequías ordenó que me encerraran en el patio de la guardia, y ordenó también  que todos los días llevaran pan fresco del que vendían en la calle de los Panaderos. Fue así como me dejaron encerrado en el patio de la guardia. Y todos los días me llevaban de comer, hasta que ya no hubo más pan en toda la ciudad.

No obstante, lo importante es que el hombre crea en Dios y ponga su confianza en El antes de emprender cualquier proyecto de vida, pues el hombre tiene una mente finita y a veces no puede ver más allá del horizonte y, por consiguiente  no debe cantar victoria antes de tiempo, ya que a pesar de que el hombre planea, diseña estrategias para emprender algo nuevo y analiza todos los inconvenientes que pueden suscitarse en su camino, lo esencial es que el hombre entienda que tiene límites y hay cosas que no pueden suceder bajo sus fuerzas debido a sus limitaciones como ser humano. Lo esencial, que el hombre se deje guiar por las enseñanzas de Dios y las obedezca, pues sólo el Señor es todopoderoso y El guardará al hombre en su camino,  El le iluminará el entendimiento y le dará sabiduría para avanzar teniendo la seguridad que Dios le dirigirá en el sendero que ha de seguir.


Con Alta Estima,

miércoles, 16 de abril de 2014

Cambien su mala conducta…


Cuando Joacín hijo de Josías tenía cuatro años de reinar en Judá, Dios me habló. Me dijo: Jeremías, ve y consigue unos pedazos de cuero. Quiero que escribas en ellos todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones. Escribe todo lo que ha sucedido desde la época del rey Josías hasta hoy. Tal vez los de Judá cambien su mala conducta cuando se enteren de los terribles castigos que pienso darles. Si lo hacen, yo les perdonaré sus horribles pecados.

Llamé entonces a Baruc hijo de Nerías, y le dicté todo lo que Dios me había dicho. Una vez que Baruc terminó de escribir, le dije: Yo no puedo ir al templo de Dios, porque estoy preso. Así que tendrás que ir tú. Irás el día que la gente hace ayuno, y leerás en voz alta todo lo que te he dictado. Son las palabras mismas de Dios. Asegúrate de que te escuchen todos los que viven en Jerusalén, y toda la gente que haya venido al templo desde las otras ciudades de Judá. Tal vez se arrepientan y cambien de conducta cuando sepan que Dios está muy enojado con ellos, y que los ha amenazado.

Tal como se lo ordené, Baruc fue al templo y entró en el patio superior, que estaba a la entrada del Portón Nuevo. Allí había una sala, que era del secretario llamado Guemarías hijo de Safán. Desde aquella sala, Baruc leyó ante el pueblo todo lo que yo había dictado.

Ese día se les pidió a todos los habitantes de Judá que ayunaran para honrar a Dios. En ese entonces Joacín hijo de Josías tenía cinco años y nueve meses de reinar en Judá.  Uno de los que escucharon a Baruc fue Miqueas, que era hijo  de Guemarías y nieto de Safán. Y en cuanto Baruc terminó de leer, Miqueas bajó a la sala del secretario, en el palacio del rey, y les contó a los que allí estaban todo lo que había oído. Allí estaban  reunidos el Secretario Elisamá, Delaías, Elnatán, Guemarías y Sedequías, que eran jefes de Judá. Al oír eso, todos ellos mandaron a decirle a Baruc que les llevara el libro que había leído. El encargado de llevarle el mensaje fue Jehudí hijo de Netanías, que era nieto de Selemías y bisnieto de Cusí. Baruc obedeció y fue a donde ellos estaban. Los jefes lo invitaron a sentarse y le dijeron: Por favor, léenos lo que dice el libro.

Baruc les leyó el libro. Cuando terminó de leer, los jefes se miraron unos a otros y, con mucho miedo, le dijeron: Esto tiene que saberlo el rey. Pero, dinos, ¿de dónde sacaste todo esto? ¿Acaso te lo dictó Jeremías? Y Baruc les respondió: Así es, Jeremías me dictó todo lo que dice el libro, y yo fui quien lo escribió.

Entonces los jefes le dijeron: Pues tú y Jeremías van a tener que esconderse ahora mismo. ¡Y que nadie sepa dónde están escondidos! Enseguida los jefes dejaron el libro en la sala del secretario Elisamá, y fueron a ver al rey para contarle todo lo que habían escuchado. Entonces el rey mandó a Jehudí a buscar el libro. 
Cuando Jehudí volvió, le leyó el libro al rey y a todos los jefes que estaban con él. Era el mes de Quislev, y hacía frío, así que el rey estaba  en su casa de invierno, sentado junto a un calentador. A medida que Jehudí leía tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con una navaja y las arrojaba al fuego. Así los hizo, hasta quemar todo el libro.

Mientras el rey y los jefes escucharon las palabras escritas en el libro, no tuvieron miedo ni se mostraron arrepentidos. Elnatán, Delaías y Guemarías le rogaban al rey que no quemara el libro, pero él, en vez de hacerles caso, mandó que a mí y a Baruc nos metieran en la cárcel. Enseguida salieron a buscarnos su hijo Jerahmeel, Seraías hijo de Azriel, y Selemías hijo de Abdeel, pero Dios no permitió que nos encontraran.
Después de que el rey quemó todo el libro que yo le había dictado a Baruc, Dios me habló de nuevo. Me dijo: Jeremías, ve y consigue más pedazos de cuero, y vuelve a escribir en ellos todo lo que estaba escrito antes y que Joacín quemó. Además, ve a hablar con Joacín, y dile de mi parte lo siguiente:

Tú quemaste aquel libro, y te atreviste a reclamarle a Jeremías por haberlo escrito. Pero no dudé ni por un momento que el rey de Babilonia va a destruir este país, y va a acabar con todas las personas y con todos los animales que aquí viven. Y quiero que sepas, Joacín, que ninguno de tus hijos llegará a ser rey de Judá. Tu cadáver no será enterrado, sino que quedará al aire libre, recibiendo el calor del día y el frío de la noche. Yo castigaré tu pecado, el de tus hijos y el de tus sirvientes. Voy a mandar una desgracia contra ellos, y contra los que viven en Jerusalén y en Judá. ¡Y todo esto les pasará porque no me hicieron caso!

Yo fui y conseguí otros pedazos de cuero, y se los di al secretario Baruc, para que escribiera en ellos todo lo que yo le dictara. Y le dicté lo mismo que decía en el libro que el rey Joacín, había quemado, aunque esta vez agregué muchas otras cosas.

El hombre debe estar atento a escuchar la voz de Dios pues  El tiene un mensaje y manda al Profeta Jeremías a anunciarlo, pero es esencial que el hombre muestre una actitud humilde, un corazón arrepentido por su mala conducta y así Dios perdonará todos sus pecados

Así puedes darte cuenta que Jeremías pronuncia palabras que le ha dicho Dios para su pueblo pues anuncia la renovación del corazón del ser humano, quiere tocar la esencia del hombre, su ser interior pues Dios desea que el hombre lo busque, le ame con toda su mente, con todo su corazón, como su único Dios verdadero.

El profeta Jeremías a través de su mensaje tiene la esperanza de que el hombre cambiará y se volverá a Dios para conocerle y amarle pues Dios es compasivo, El ama al hombre y perdonará a la persona  que se arrepienta verdaderamente y obedezca sus mandamientos, pero sabes, es esencial que el cambio del hombre no sea superficial, que no se resista a cambiar, sino que se esfuerce a tener otro comportamiento de manera que respete y ame a Dios para que le vaya bien.


Con Alta Estima,

martes, 15 de abril de 2014

Vivían como peregrinos…


Cuando Joacín hijo de Josías era el rey de Judá, Dios me habló de nuevo y me dijo: Jeremías, quiero que vayas a hablar con los descendientes de Recab. Invítalos a venir a una de las salas de mi templo. Una vez que estén allí, ofréceles una copa de vino.  Yo fui en busca de Jaazanías, hijo de mi tocayo Jeremías y nieto de Habasinías. También fui en busca de todas las familias descendientes de Recab, y las llevé al templo. Nos reunimos en la sala de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los jefes, y estaba encima de la de Maaselas hijo de Salum, que era el que vigilaba la entrada del templo.

Allí les ofrecí vino a todos ellos, pero me respondieron que ni ellos ni sus hijos acostumbraban beber vino, porque su antepasado Jonadab hijo de Recab se lo había prohibido. También me dijeron que tenían  prohibido sembrar semillas, plantar viñedos, tener propiedades y construir casas. Jonadab les había dicho que, si querían vivir mucho tiempo en la tierra donde vivían como peregrinos, tenían que habitar siempre en carpas.

Los recabitas habían seguido al pie de la letra, todas las instrucciones de su antepasado Jonadab, Pero cuando el rey de Babilonia invadió Israel, ellos decidieron refugiarse en Jerusalén, para escapar del ejército de Babilonia y de Siria.

Entonces el Dios de Israel me dijo: Jeremías, ve y dile a toda la gente de Judá y de Jerusalén que se fijen en el ejemplo de los recabitas. Eso es lo que yo quiero: que obedezcan sin falta mis mandamientos. Jonadab les ordenó que no bebieran vino, y hasta el día de hoy siguen obedeciendo esa orden. Ustedes, en cambio, no me hacen caso, aun cuando una y otra vez les he pedido que me obedezcan. Siempre les he mandado a mis profetas, para decirles que dejan de hacer lo malo y no adoren a otros dioses. Les he pedido que me obedezcan, para que puedan vivir en la tierra que les prometí a ustedes y a sus antepasados. Sin embargo, ustedes insisten en desobedecerme.

Los descendientes de Jonadab siempre han obedecido la orden de su antepasado; en cambio, ustedes nunca han sido obedientes. Por eso ahora les anuncio todos los castigos que enviaré sobre Judá y sobre todos los que viven en Jerusalén. Los voy a castigar porque no han prestado atención a mis palabras ni han obedecido mis mandamientos. Yo, el Dios todopoderoso, les juro que así será.

Yo fui y hablé con los recabitas. Les dije: El Dios todopoderoso me manda a decirles lo siguiente: Ustedes siempre han obedecido las órdenes de su antepasado Jonadab. Han seguido al pie de la letra todas sus instrucciones. Por eso, yo les prometo que uno de sus descendientes siempre estará a mi servicio.

Ahora bien, como puedes darte cuenta vivir como peregrino es ir transitando un camino diferente, apartado de lo trivial pues la persona vive apegada a las enseñanzas de Dios mostrando sencillez en todo lo que hace para servir y agradar a Dios. Asimismo, en este angosto camino, Dios es el guía, El iluminará la mente y el corazón del hombre que le obedece fielmente.

Por lo tanto,  es tiempo de que el hombre esté preparado, que tenga temor del Señor, que no se afane por los lujos del mundo sino más bien por ser mejor persona cada día, que sea ejemplo con su conducta y sirva de parámetro para que impacte a la sociedad en que se desenvuelve y, por ende al mundo actual, ya que el hombre está perdiendo valores y principios,  cayendo en el  caos al no seguir el orden establecido por Dios. Así pues, es hora de que el hombre se levante y siga adelante, que imite lo bueno y no se deje llevar por lo intrascendente. Sabes, es momento de que el hombre se vuelva a Dios, que se arrepienta de sus faltas y se enmiende, que obedezca a Dios, y entonces recibirá bendiciones y será prosperado.


Con Alta Estima,

lunes, 14 de abril de 2014

No me hicieron caso ni respetaron mi pacto…


El rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén y a sus ciudades vecinas, con el apoyo de todo su ejército y de los reinos y naciones bajo su dominio. Mientras esto sucedía, Dios me habló y me dijo: Jeremías, ve y dile de mi parte al rey Sedequías: Yo soy el Dios de Israel, y quiero decirte algo. Voy a permitir que el rey de Babilonia conquiste Jerusalén y le prenda fuego. Tú no podrás escapar de su poder, sino que serás capturado y entregado en sus manos. Te llevarán ante su presencia, y después de eso serás llevado prisionero a Babilonia. Pero te prometo que no morirás en la batalla, sino que morirás en paz. Cuando mueras, la gente se pondrá muy triste y quemará incienso en tu honor, como lo hicieron con tus antepasados.
Yo fui a Jerusalén y le dije todo esto al rey Sedequías. Mientras tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando las ciudades de Jerusalén, Laquis y Azeca. Estas ciudades eran las únicas protegidas por grandes murallas, y por eso aún no habían sido conquistadas.

Dios volvió a hablarme después que de que el rey Sedequías y toda la gente de Jerusalén decidieron liberar a los esclavos. Según esa decisión, ningún israelita debía esclavizar a sus compatriotas, sino que debían ponerlos en libertad. Los jefes y toda la gente estuvieron de acuerdo en hacerlo así, pero después se arrepintieron y volvieron a hacerlos sus esclavos. Por eso Dios me dijo: Jeremías, yo soy el Dios de Israel. Los antepasados de ustedes vivieron como esclavos en Egipto. Cuando yo los saqué de ese país hice un pacto con ellos. Parte de ese pacto establecía que cada siete años dejarían libre a todo esclavo israelita que hubieran comprado. Esto significa que todo esclavo debía ser liberado después de siete años de servicio. Sin embargo, sus antepasados no me hicieron caso ni respetaron mi pacto.

En cuanto a ustedes, al principio se arrepintieron de sus pecados, volvieron a obedecerme y pusieron en libertad a sus esclavos. Además, hicieron un pacto conmigo en mi templo. Pero después cambiaron de parecer y me ofendieron; volvieron a esclavizar a los mismos que ustedes ya habían puesto en libertad.
Ustedes me desobedecieron. No cumplieron con su parte del pacto, pues no dejaron en libertad a los esclavos. Por eso yo declaro que voy a enviar contra ustedes guerra, enfermedad y hambre. ¡Haré que se conviertan en motivo de espanto para todas las naciones de la tierra! Recuerden que cuando hicieron el pacto conmigo, cumplieron con la ceremonia de cortar el toro en dos, y dijeron: Así nos haga Dios si no cumplimos el pacto. Pues ahora, como no lo cumplieron, los haré pedazos. Esto va para todos los jefes de Judá y de Jerusalén, los oficiales de la corte, los sacerdotes, y para todos los que hicieron el juramento. A todos los entregaré en manos de sus enemigos, para que los maten. ¡Sus cadáveres servirán de alimento a los buitres y a las fieras salvajes!

Los enemigos del rey Sedequías y de sus jefes quieren matarlos. Y aunque por ahora el rey de Babilonia ha dejado de atacar a Jerusalén, más tarde yo los pondré en sus manos, para que los maten. Yo haré que los babilonios vuelvan a atacar a Jerusalén; ¡dejaré que se apoderen de ella, y que la quemen! La destrucción de las ciudades de Judá será total, ¡Nadie podrá volver a vivir en ellas!

No obstante, el hombre debe ser firme en sus convicciones, en sus creencias, teniendo a Dios como su único Dios verdadero, fortaleciendo su conducta a través de la Palabra para que lo edifique, que no sea voluble ni muestre una conducta de acuerdo a las circunstancias o cambie de parecer según la conveniencia, cuando lo más importante para que el hombre agrade a Dios es que disponga su corazón con humildad y  viva de acuerdo a los principios de Dios, cumpla con su parte del pacto, que es de valor eterno pues este pacto no será quebrantado porque Dios lo escribe en el corazón del ser humano para que establezca una relación personal con el Creador, un Dios de amor y misericordia; entonces el hombre se apartará del pecado, obstáculo que le impide crecimiento espiritual.


Con Alta Estima 

sábado, 12 de abril de 2014

Te haré conocer cosas maravillosas…


Yo, Jeremías, todavía estaba preso en el patio de la guardia cuando Dios me habló una vez más y me dijo: Yo soy el Dios de Israel: Yo fui quien creó la tierra y la puso en su lugar. Llámame y te responderé. Te haré conocer cosas maravillosas y misteriosas que nunca has conocido.

¡Ya vienen los babilonios! ¡Atacarán a Jerusalén! Cuando la ataquen, destruirán todas las casas y llenarán de cadáveres la ciudad. Los israelitas se defenderán y buscarán protección en los palacios de los reyes de Judá; pero como yo estoy muy enojado con la gente de esta ciudad, los abandonaré y los destruiré, pues han cometido pecados terribles.

Sin embargo, más adelante les devolveré la paz y la tranquilidad, y los haré disfrutar de una vida segura. Haré que vuelvan del país adonde fueron llevados prisioneros, para que reconstruyan su ciudad y vuelvan a ser tan fuertes como antes. Los limpiaré de todas las maldades y pecados que cometieron contra mí, y les perdonaré su rebeldía. La ciudad de Jerusalén vivirá en paz y bienestar, y recibirá mis bendiciones. Además, me dará fama y alegría. Cuando todas las naciones vean esto, se asombrarán y temblarán de miedo.

Dios también me dijo: Según dicen ustedes, este lugar está destruido y no hay en él gente ni animales. Es verdad. Las ciudades de Judá están en ruinas, y por las calles de Jerusalén no se ve gente ni animales, pero yo les aseguro que de nuevo se poblará la ciudad, y volverán a oírse las serenatas de los enamorados, y los gritos de gozo y alegría. También se escucharán las alabanzas de los que van hacia mi templo llevando ofrendas de agradecimiento. Irán cantando: ¡Alabemos al Dios de Israel! ¡Alabemos al Dios todopoderoso! ¡Nuestro Dios es bueno y nunca deja de amarnos!

¡Yo les juro que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros, y todo volverá a ser como al principio!

Además, el Dios todopoderoso me dijo: Este lugar está ahora destruido, y no hay en él gente ni animales. Pero yo les aseguro que el pasto volverá a crecer en los pueblos, y abundarán las ovejas. Los pastores las alimentarán en la región montañosa, en todos los pueblos de Judá y de la llanura, en el desierto del sur, en el territorio de Benjamín y en los pueblos cercanos a Jerusalén.

Viene el día en que cumpliré la promesa maravillosa que le hice a la gente de Israel y de Judá. Cuando llegue ese día, en el momento preciso nombraré a un rey de la familia de David, que reinará con honradez y justicia. Entonces el reino de Judá estará a salvo, y en Jerusalén habrá seguridad. Por eso la llamarán “Dios es nuestra justicia”.

En Israel siempre habrá un rey de la familia de David. De igual manera, siempre tendré a mi servicio sacerdotes que desciendan de Leví. Ellos presentarán en mi altar las ofrendas de cereal que se queman, en mi honor, y también las que se me ofrecen todos los días.

Dios volvió a hablarme,  y me dijo: Jeremías, fíjate en el sol y la luna, que siempre salen a su debido tiempo. Eso no cambia nunca, como tampoco cambiará el pacto que hice con mi servidor David, con los sacerdotes, y con los descendientes de Abraham, de Isaac y de Jacob. Nunca faltará en Israel un rey de la familia de David, ni faltarán sacerdotes de la familia de Leví. Serán tan numerosos como las estrellas del cielo, y como los granos de arena del mar; nadie podrá contarlos.

Jeremías, hay gente que odia a mi pueblo, y lo desprecia como nación. Dicen que primero elegí a Israel y a Judá, y que hasta hice un pacto con ellos, pero que ahora los he rechazado. Pero yo siempre cumplo mis pactos, así que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros.

No obstante, sería conveniente que el hombre reconozca al Señor como un Dios fiel quien cumple sus promesas, lo maravilloso de su amor y bondad es que El ha establecido una alianza con el hombre, un pacto de salvación, pero siendo fundamental que el hombre obedezca las enseñanzas de Dios y sobretodo que las practique en su diario vivir, entonces Dios lo mirará complacido pues está cumpliendo lo pactado con El.  Así el hombre caminará con paso firme hacia la santidad, esperando en el Señor, y así vencerá los altibajos  pues su vida está alineada  a los mandatos de Dios y  saldrá adelante.

Ahora bien, es necesario que el hombre no transgreda la ley de Dios, pues El envió a su Hijo Amado Jesús por medio del sacrificio de su vida en la cruz para sellar este pacto,  y sabes, el extendió esta alianza, además de su pueblo escogido Israel, a todas las naciones de la tierra, a los gentiles.

Por lo tanto, es tiempo de que el hombre reflexione si en su vida diaria vive de acuerdo a los preceptos de Dios. que muestre gratitud al Creador, que haga lo correcto para ser el tesoro de Dios.


Con Alta Estima,

viernes, 11 de abril de 2014

No han dejado de ofenderme con su conducta…


Dios me habló otra vez cuando el rey Sedequías me tenía preso en el patio de la guardia de su palacio. Fue en el tiempo en que el ejército babilónico  tenía rodeada a la ciudad de Jerusalén. Para entonces Sedequías llevaba diez años de reinar en Judá, y Nabucodonosor llevaba dieciocho años  como rey de Babilonia. El rey Sedequías ordenó que me encarcelaran porque yo anuncié un mensaje de parte de Dios. Este fue el mensaje:

Yo, el Dios de Israel, voy a dejar que el rey de Babilonia conquiste la ciudad de Jerusalén. Ni siquiera Sedequías podrá escapar del poder de los babilonios. Ahora es rey, pero será derrotado por el rey de Babilonia. Será llevado preso, y en ese país se quedará hasta que yo decida otra cosa. Si ustedes quieren pelear contra los babilonios, háganlo; pero saldrán derrotados. Juro que así será.

Yo dejé en claro que Dios habló conmigo, y que me dijo que mi primo Hananel vendrá a ofrecerme un terreno, para que yo se lo comprara. Hananel era hijo de mí tío Salum, y su terreno estaba en Anatot, en el territorio de Benjamín. Y así fue. Hananel vino al patio de la guardia, donde yo estaba preso, y me dijo que yo tenía el derecho y la responsabilidad de comprárselo para que el terreno quedara en familia. Con eso quedaba demostrado que Dios había hablado conmigo. Entonces le compré a mi primo el terreno, y le pagué por él diecisiete monedas de plata.

Llamé a unos testigos, y delante de ellos le pagué y firmé la escritura del terreno. Se hicieron dos copias de este documento, y en las dos copias se explicaban las condiciones de compraventa; una de ellas quedó sellada, y la otra quedó abierta. Yo le entregué las dos copias a Baruc, que era hijo de Nerías y nieto de Maaselas. Esto lo hice delante de mi primo Hananel, de los testigos que habían firmado la escritura, y de toda la gente de Judá que estaba sentada en el patio de la guardia. También delante de ellos le dije a Baruc: El Dios todopoderoso te ordena recibir esta escritura, tanto la copia sellada como la copia abierta. 
Guárdalas en una vasija de barro, para que no se echen a perder. Dios nos promete que en este país volveremos a comprar casas, terrenos y viñedos.

Después de entregarle a Baruc la escritura, le pedí a Dios en oración: Dios de Israel, tú, con tu extraordinario poder, has creado el cielo y la tierra. ¡No hay nada que tú no puedas hacer! Demuestras tu gran amor a miles de personas, pero también castigas a los hijos por el pecado de sus padres. ¡Tú eres grande y poderoso! ¡Por eso te llaman Dios del universo! Tus planes son maravillosos, pero aún más maravilloso es todo lo que haces. Tú estás al tanto de todo lo que hacemos, y a cada uno nos das lo que merecen nuestras acciones.

Todos saben de los milagros que  hiciste en Egipto, y de los que sigues haciendo en todo el mundo. Tú nos sacaste de Egipto con gran poder, por medio de milagros que a todos llenaron de miedo. Tú nos diste este país muy fértil, donde siempre hay abundancia de alimentos, tal como se lo habías prometido a nuestros antepasados.

Pero cuando nuestros antepasados llegaron para habitar este país, no te obedecieron ni tuvieron en cuenta tus enseñanzas. ¡No cumplieron con lo que tú les mandaste hacer, y por eso los castigaste con esta desgracia! Los ejércitos de Babilonia están listos para atacar a Jerusalén, y nuestra ciudad será conquistada por medio de la guerra, el hambre y las enfermedades.

Dios de Israel, ¡tú mismo puedes ver cómo se cumple ahora todo lo que habías anunciado! Si la ciudad está a punto de caer en manos de los babilonios, ¡para qué me ordenaste comprar un terreno delante de testigos! Entonces Dios me explicó: Jeremías, yo soy el Dios de Israel y de todo el mundo. No hay absolutamente nada que yo no pueda hacer. Tienes razón, voy a permitir que el rey de Babilonia y sus soldados se apoderen de Jerusalén, y les prenderá fuego a todas esas casas donde se quemaba incienso para adorar al dios Baal, y donde se presentaban ofrendas de vino en honor de los dioses falsos. Todo eso lo hacían para ofenderme. Siempre, desde que comenzaron a existir como nación, el pueblo de Israel y el de Judá han hecho lo que les da la gana.

A mí me molesta mucho que adoren a esos ídolos. ¡Son dioses que ellos mismos han fabricado! Por eso voy a destruir a Jerusalén, pues desde que la construyeron, los habitantes de Judá y de Jerusalén no han dejado de ofenderme con su conducta. También los pueblos de Israel y de Judá, y sus reyes, jefes, sacerdotes y profetas, no han hecho más que ofenderme y hacerme enojar. Por más que yo traté de enseñarles y corregirlo, ellos no me escucharon ni me prestaron atención; en vez de seguirme, se alejaron de mí. Para colmo, ¡en mi propio templo colocaron  sus asquerosos ídolos! ¡Eso no lo puedo aceptar!

También construyeron altares en el valle de Ben-hinom, para adorar a Baal. Pero lo que más aborrezco es que en esos altares ofrecieron a sus hijos y a sus hijas en honor del dios Moloc. Yo jamás les ordené que hicieran eso, ¡Y ni siquiera me pasó por la mente! Así fue como hicieron pecar a los habitantes de Judá. Por eso yo, el Dios de Israel, te digo  que lo que has anunciado es verdad: la ciudad de Jerusalén caerá en manos del rey de Babilonia por causa de la guerra, el hambre y la enfermedad. Yo estoy muy enojado con mi pueblo, y por eso lo he dispersado por muchos países. Pero en el futuro volveré a reunirlos, haré que vuelvan a Jerusalén, y entonces vivirán tranquilos y seguros. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Haré que tengan buenos pensamientos, y que cambien de conducta. Así me respetarán siempre, y eso será provechoso para ellos y para sus hijos. Haré con ellos un pacto que durará para siempre. Estaré con mi pueblo en todo momento, y lo ayudaré; haré que me respete, y que no vuelva alejarse de mí. Con todo mi corazón volveré a establecerlo en esta tierra, y mi mayor alegría será que mi pueblo esté bien.

Yo, el Dios de Israel, declaro: Así como le di a mi pueblo este castigo, también le daré todo lo bueno que le he prometido. Ahora mi pueblo dice que esta tierra es un desierto, y que no tiene gente ni animales porque yo la puse en manos de los babilonios. Pero yo les aseguro a todos que volverán a comprar terrenos en este país. Si, volverán a comprar propiedades y firmarán y sellarán las escrituras delante de testigos. Esas compras las harán en el territorio de Benjamín y en los pueblos cercanos a Jerusalén, en las ciudades de Judá y en las ciudades de la región montañosa, y también en las ciudades de la llanura y en el desierto. Les juro que los haré volver de Babilonia.

Así pues, el hombre puede darse cuenta de las maravillas que Dios hace, él conoce a cada persona, conoce su corazón y sabe cómo se conduce, por lo tanto, el ser humano no le conviene hacer lo que le dé la gana, sino al contrario, debe aprender con disciplina y así  desarrollar buenos hábitos para que cambie su manera de pensar y por ende, mejore su conducta para que sea luminaria dondequiera que se encuentre, y, sobretodo, que esta renovación del hombre agrade a Dios pues el hombre con su actitud demuestra su respeto al Señor.

Ahora bien, es importante que el hombre sepa que si vive apegado a las enseñanzas de Dios y las practica en su cotidianidad, Dios le ayudará y le irá bien; pues Dios ha hecho un pacto perpetuo con la humanidad, con todo aquel que se arrepiente de su naturaleza anterior y acepta a Dios en su corazón con una mente renovada El será su Dios, pero es necesario que el hombre sea útil a Dios,  pero para que le sirva debe ser sanado de sus heridas (odio, ira, orgullo, etc.), que no  voltee a ver el pasado, ya que le produce ataduras, que le impiden crecer espiritualmente, pero sabes, sólo Dios puede liberarlo, entonces lo ideal sería que el hombre corrija sus actitudes equivocadas  y prosiga hacia adelante.

¡Animo! El hombre con la Palabra de Dios, limpiará su ser interior y logrará florecer con sus acciones, pues sabes Dios es tan maravilloso, que El diseñó  todo lo que ha creado para que el hombre lo disfrute y valore pues su mayor alegría es que el hombre esté bien.


Con Alta Estima,

jueves, 10 de abril de 2014

Volveré a reconstruirte…


El Dios de Israel declara: El día que vuelvan de Babilonia, yo seré el Dios de todos los israelitas, y ellos serán mi pueblo. Cuando andaban por el desierto, yo les demostré mi gran amor. A los que no murieron en la guerra, los hice descansar. Hace mucho, mucho tiempo me aparecí ante ellos y les dije: Pueblo de Israel, siempre te he amado, siempre te he sido fiel. Por eso nunca dejaré de tratarte con bondad. Volveré a reconstruirte, y volverás a danzar alegremente, a ritmo de panderetas. En las colinas de Samaria volverás a plantar viñedos, y disfrutarás de las uvas. Muy pronto los guardias gritarán por las colinas de Efraín: ¡Vengan, vayamos a Jerusalén, y adoremos a nuestro Dios.

El Dios de Israel dice: ¡Canten alegres, israelitas! ¡Ustedes son los más importantes entre todas las naciones! En sus alabanzas canten: ¡Tú, Dios nuestro, nos salvaste! ¡Salvaste a los pocos israelitas que un quedábamos con vida! Yo los haré volver de Babilonia, los haré volver de todos los rincones del mundo, y los llevaré a su tierra. Serán muchos los que vuelvan. Volverán los ciegos y los cojos, las que estén embarazadas, y las que llevan bebés en brazos.Vendrán arrepentidos, con lágrimas en los ojos, y yo los llevaré por un camino seguro. Israel, yo soy tu padre, y tú eres mi hijo mayor.

Dios les dice a las naciones: Escuchen mi mensaje. Digan a las islas lejanas que yo dispersé a Israel, pero que volveré a reunirlo. Ahora voy a cuidarlos, como cuida el pastor a sus ovejas. Rescataré a los israelitas; los libraré del poder de ustedes, pues son más fuertes que ellos. Cuando ellos lleguen a Jerusalén disfrutarán de mis bendiciones. Yo les daré trigo, vino y aceite, y también vacas y ovejas, para que hagan fiesta. Serán como un jardín bien regado, y nunca más perderán su fuerza. Yo les daré consuelo; cambiaré su dolor en danza y su tristeza en alegría. Bailarán alegres jóvenes y viejos. Los sacerdotes y mi pueblo disfrutarán de mis bendiciones, y tendrán más de lo que necesitan. Les juro que así lo haré.

El Dios de Israel dice: Grandes llantos y lamentos oyó la gente de Ramá. Es Raquel, que llora por la muerte de sus hijos, y no quiere ser consolada. Pero Dios le dice: Sécate las lágrimas, Raquel; ya no sigas llorando ni pierdas la esperanza. Tus hijos volverán a su patria; volverán de ese país enemigo, y tu sufrimiento se verá recompensado. Te juro que así será.

Ya he escuchado a mi pueblo llorar amargamente. Los he oído reclamarme: Dios de Israel, ¡tú eres nuestro Dios! Éramos como un toro salvaje, pero tú pudiste demorarnos y ahora sabemos obedecer ¡Acéptanos de nuevo! Cuando jóvenes, te abandonamos; pero ahora estamos arrepentidos.  ¡Estamos tan avergonzados que nosotros mismos nos herimos!

Pero yo les he dicho: ¡Ustedes son mi pueblo preferido; ¡Y los quiero más, que a nadie! Es verdad que los reprendo, pero siempre pienso en ustedes. ¡Los amo de todo corazón! ¡Les tengo un gran cariño! Amado pueblo de Israel, ¡regresa ya a tus ciudades! ¡Pon señales en el camino para que puedas encontrarlo! ¡Deja ya de andar perdido! ¡Deja ya de serme infiel! Yo soy el Dios de Israel, y he creado algo nuevo y sorprendente, tanto que nadie podría imaginárselo.

En un sueño, el Dios todopoderoso me dijo: Cuando yo haga volver a los israelitas del país donde ahora son esclavos, los que viven en las ciudades de Judá volverán a decir: ¡Dios te bendiga, Jerusalén! ¡Ciudad elegida por Dios! ¡Dios te bendiga, templo de Dios, pues en ti habita la justicia!

Allí vivirán todos los que ahora viven en las ciudades de Judá, junto con los campesinos y los pastores de ovejas. A los que tengan hambre les daré de comer, y a los que tengan sed les daré de beber. Cuando me desperté y abrí los ojos, me di cuenta de que había tenido un sueño muy hermoso.

El Dios de Israel dice: Viene el día en que haré que Israel y Judá vuelvan a poblarse de gente y de animales. Así como antes me dediqué a derribarlos, arrancarlos y destruirlos, ahora me dedicaré a plantarlos, reconstruirlos y ayudarlos a crecer. Cuando llegue ese día, nadie volverá a decir: Los padres la hacen, y los hijos la pagan, porque cada quien será responsable de sus propios actos. En otras palabras, cada uno de ustedes morirá por su propio pecado.

El Dios de Israel dice: Viene el día en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá. En el pasado, tomé de la mano a sus antepasados y los saqué de Egipto, y luego hice un pacto con ellos. Pero no lo cumplieron, a pesar que yo era su Dios. Por eso, mi nuevo pacto con el pueblo de Israel será este: Haré que mis enseñanzas las aprendan de memoria, y que sean la guía de su vida. Yo seré su Dio, y ellos serán mi pueblo. Les juro que así será.

Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque todos me conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más me acomodaré de sus pecados. Les juro que así será.

El Dios todopoderoso dice: Yo hago que el sol alumbre de día, y  que la luna y las estrellas alumbren de noche. Yo hago que ruja el mar y que se agiten las olas. ¡Yo soy el Dios de Israel! ¡El día que estas leyes naturales lleguen a faltar, ese día el pueblo de Israel! Dejará de ser mi nación preferida. El día que alguien pueda medir la altura del cielo o explorar lo profundo de la tierra, ese día yo rechazaré a mi pueblo por todo el mal que ha hecho. ¡Pero eso nunca sucederá! ¡Les doy mi palabra!

El Dios de Israel dice: Viene el día en que Jerusalén, mi ciudad, será reconstruida donde la torre de Hananel hasta el portón de la Esquina, y de allí hasta la colina de Gareb y el barrio de Goá. Y serán dedicados a mí el valle donde se arrojan los cadáveres y las cenizas, y también los campos que llegan hasta el arroyo de Cedrón y hasta la entrada de los Caballos, en la esquina del este. ¡Nunca más la ciudad de Jerusalén volverá a ser arrancada ni destruida!

Así pues, lo más importante es que el hombre se vuelva a Dios, pues con El asido de la mano logrará vencer toda circunstancia pues el amor de Dios es infinito, pero es conveniente que el hombre ponga su confianza en Dios ya que El siempre es fiel, trata a cada persona con bondad.

No obstante, el ser humano debe arrepentirse y Dios le guiará  por un camino seguro. ¡Animo! Es tiempo de estar  atentos al mensaje de Dios, ya que su Palabra es de esperanza, de consuelo pues con la presencia de Dios en su vida el hombre disfrutará de sus bendiciones y tendrán en abundancia, pero sobretodo, Dios perdonará al hombre sus maldades y borrará sus pecados, pero es necesario que el hombre se discipline y forme hábitos de obediencia y deje de andar extraviado, sino al contrario, que el hombre esté  apegado a la Palabra de Dios, la memorice y Dios le dará sabiduría para que pueda crecer espiritualmente.

Sabes, cada persona es responsable de sus actitudes, por lo tanto, es conveniente que cada día el hombre reflexione si su vida ha sido fortalecida, si sus convicciones son firmes de forma que reconstruye su andar de acuerdo a lo que agrada  a Dios.   

Con Alta Estima,

miércoles, 9 de abril de 2014

No tengas miedo ni te asustes…


Dios me dijo: Jeremías, yo soy el Dios de Israel y te ordeno que pongas por escrito todo lo que te he dicho hasta ahora. Viene el día en que haré volver de la esclavitud a Israel y a Judá. Los dos, son mi pueblo, y los traeré a la tierra  que les di a sus antepasados. Te juro que así lo haré.

En cuanto a Israel y a Judá, Dios me dijo: Se oyen gritos de espanto, de terror y de preocupación. ¿Por qué están pálidos los hombres? ¡Los veo retorcerse de dolor, como si fueran a tener un hijo! ¡Pregunten, y todos les dirán que los hombres no dan a luz! Viene un día terrible, como nunca ha habido otro. Cuando llegue ese día, mi pueblo sufrirá muchísimo, pero al final lo salvaré; romperé las cadenas de su esclavitud, lo libraré del poder que lo domina, y nunca más volverá a ser esclavo de extranjeros. ¡Les juro que así lo haré!

Mi amado pueblo de Israel, no tengas miedo ni te asustes, porque a ti y a tus hijos los libraré de la esclavitud que sufren en Babilonia. Podrán vivir seguros y tranquilos; no volverán a tener miedo de nadie.
Yo soy tu Dios, y sólo a mí me adorarás. Servirás al rey, porque el rey que te daré reinará como David. Yo soy tu Dios; yo estoy contigo para salvarte. Destruiré a todas las naciones por las que te he dispersado. A ti no te voy a destruir, pero te daré el castigo que mereces. Te juro que así lo haré.

Dios también le dijo a Jerusalén: Tu herida es una llaga que ya no tiene remedio. No hay nadie que te defienda; no hay medicina que te sirva; jamás volverás a estar sano. Los países en que confiabas te han olvidado; ¡Ya no les importas! Yo te he causado dolor, como si fuera tu enemigo. Pero no tiene caso que te quejes; ¡para tu dolor ya no hay remedio! Te he castigado y corregido, porque has cometido muchos pecados.

Por esa misma razón, los que te roben serán robados, los que te ataquen serán atacados, y los que te destruyan serán destruidos. Castigaré a todos tus enemigos y los mandaré como esclavos a las naciones más lejanas. Pero a ti te curaré las heridas. No importa que todos te desprecien y te llamen “Ciudad Abandonada”.

Dios también les dijo a los israelitas: Haré volver a los prisioneros, y los trataré con amor y compasión, Jerusalén será reconstruida, y el palacio volverá a edificarse. En las calles volverán a oírse alabanzas y gritos de alegría. Yo les daré muchos hijos, y volverán a ser un pueblo numeroso; volverán a ser un pueblo respetado.

¡Ustedes, pueblo de Israel, volverán a ser importantes, pues yo les devolveré su fuerza. ¡Castigaré a todos sus enemigos! Del mismo pueblo saldrá su rey, a quien permitiré estar en mi presencia, aunque no a todos se lo permito. Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Les juro que así será. Mi enojo es como una tormenta que azotará a los malvados. Sólo me calmaré cuando mis planes se hayan cumplido. Esto ahora no lo entienden, pero un día lo entenderán.

Por lo que es importante, que el hombre reconozca a Jesucristo como la verdad, como  el redentor de la humanidad, quien dio su vida para salvar a cada persona; pero es necesario que el hombre tema al Señor y entienda la magnitud de su sacrificio de amor, que sólo Dios es todopoderoso, sólo El puede romper las cadenas de la esclavitud que ocasiona el pecado pero es prioridad que el hombre decida nunca más volver a pecar y se aparte del mal.

Ahora bien, para que el hombre sea liberado,  es conveniente, que Dios reine en el corazón de cada persona, que se corrija de sus antiguas actitudes, de su vieja naturaleza, siendo fundamental que el hombre se apegue a la Palabra y su vida será reconstruida, edificada de acuerdo a los mandatos de Dios  que lo transformarán en una nueva persona con otro  estilo de vida y un corazón de carne para que adore a Dios, pues sabes, el hombre comenzará una nueva vida en la que acepta a Dios como su rey para servirle con alegría y gozo en su corazón.


Con Alta Estima,

martes, 8 de abril de 2014

Voy a darles un futuro lleno de bienestar…


Yo Jeremías, les envié desde Jerusalén una carta a los jefes del país y a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey de Babilonia se había llevado prisioneros a su país. Esa carta la envié con Elasá hijo de Safán y con Guemerías hijo de Ilquías. A estos dos el rey Sedequías los había enviado antes a Babilonia, para hablar con el rey de ese país. Cuando yo envié la carta, ya habían sido llevados prisioneros a Babilonia el rey Joaquín, la reina madre, los funcionarios y jefes de Judá, y también los artesanos y los herreros. La carta decía: Yo, el Dios de Israel, a todos los que llevé a Babilonia:  Ya que están allí, construyan casas y vivan en ellas. Cultiven sus granjas y coman los frutos que allí se den. Casénse y tengan hijos; no dejen que su población disminuya. Asegúrense de que sus hijos e hijas también se casen y tengan hijos. Además, trabajen para que prospere la ciudad. Rueguen por Babilonia, pues si la ciudad prospera, también ustedes prosperarán.

No se dejen engañar por esos profetas y adivinos que andan entre ustedes, y que usan mi nombre para anunciar sus mentiras. No crean en los sueños que dicen tener. Les aseguro que yo no los he enviado. Ustedes van a vivir unos setenta años en Babilonia. Cuando se cumpla ese tiempo, les prometo que los haré volver a Jerusalén. Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar.

Cuando ustedes me pidan algo en oración, yo los escucharé. Cuando ustedes me busquen, me encontrarán, siempre y cuando me busquen de todo corazón. Estaré con ustedes y pondré fin a su condición de esclavos. Los reuniré de todas las naciones por donde los haya dispersado, y los haré volver a Jerusalén. Les juro que así lo haré.

Tal vez dirán ustedes que yo les he puesto profetas en Babilonia. Pero debo aclararles algo. Yo, el Dios todopoderoso, voy a mandar guerra, hombre y enfermedades contra el rey que ocupa el trono de David, y contra todos los parientes de ustedes que aún quedan en Jerusalén, es decir, contra todos los que no fueron llevados como esclavos a Babilonia. ¡Serán como higos podridos, que de tan podridos no se pueden comer!
Todos ustedes, los que fueron llevados prisioneros de Jerusalén a Babilonia, ¡obedezcan de una vez por todas mi palabra!  Hasta ahora no han querido obedecerme. No han hecho caso de los mensajes que, una y otra vez, les he enviado por medio de mis servidores los profetas. Por eso, yo los perseguiré con guerras, hambre y enfermedades. Al verlos, todas las naciones adonde yo los mande temblarán de miedo. ¡Ustedes serán objeto de burla y de insulto! Les juro que así será.

Yo, el Dios todopoderoso, sé todo lo que han hecho, y les advierto que voy a entregar a Ahab hijo de Cosías, y a Sedequías hijo de Maasías. Los entregaré al rey de Babilonia, porque usaron mi nombre para anunciar cosas que yo jamás les ordené decir. Todo lo que han dicho es mentira. Además, cometieron algo terrible en Israel, pues tuvieron relaciones sexuales con mujeres que no eran sus esposas. Por eso el rey de Babilonia los matará delante de ustedes. Y cuando los que fueron llevados prisioneros a Babilonia quieran maldecir a alguien, dirán: Que Dios te quite la vida como lo hizo con Ahab y Sedequías. A estos dos el rey de Babilonia los quemó en el fuego. Les juro que así será.

Después Dios me ordenó darle este mensaje a Semaías, el soñador: Yo , el Dios todopoderoso, sé que tú enviaste cartas al sacerdote Sofonías hijo de Maaselas, a todos los otros sacerdotes y a toda la gente que está en Jerusalén. En esas cartas le decía a Sofonías que yo lo había nombrado sacerdote en lugar de Joiadá, para que cuidara mi templo. También le decías que a todo loco que se creyera profeta, él debería meterlo en el calabozo y atarlo con cadenas. Además, le reclamabas a Sofonías el no haber apresado a Jeremías. Según tú, Jeremías se hacía pasar por profeta y hasta se había atrevido a enviar una carta, Jeremías les aconsejaba construir casa y vivir en ellas, plantar árboles frutales y comer de los frutos  que dieran, porque pasarían muchos como esclavos en Babilonia.

¡Esa carta se la leyó el sacerdote Sofonías al profeta Jeremías! Dios también me ordenó darles el siguiente mensaje a todos los que habían sido llevados como esclavos a Babilonia Semaías, el soñador, les ha dado un mensaje en mi nombre, y les ha hecho creer en una mentira. Pero yo no lo he enviado. Y como ha hecho, que mi pueblo se rebele contra mí, yo lo voy a castigar. El y su familia dejarán de ser parte de mi pueblo, y no disfrutarán del bienestar que yo le daré a mi pueblo. Les juro que así será.

Así puedes darte cuenta que Dios tiene planes para cada persona y sólo El los sabe y son para su bien, aunque es importante que el ser humano viva bajo el orden que Dios ha establecido, que obedezca sus enseñanzas para que tenga bienestar en un futuro. No obstante, es prioridad que el hombre busque a Dios con humildad, con un corazón sencillo, y sabes, lo más importante para agradar a Dios es que el hombre obedezca su Palabra.


Con Alta Estima,

lunes, 7 de abril de 2014

Tú has hecho pedazos un yugo de madera…


Había en el pueblo de Gabaón un profeta llamado Hananías hijo de Azur. Cuando Sedequías tenía cuatro años de reinar en Judá, Hananías habló conmigo en el templo de Dios, en presencia de los sacerdotes y de todos los que estaban allí y me dijo: El Dios todopoderoso afirma: Voy a quitarle todo su poder al rey de Babilonia, porque sacó de mi templo todos los objetos de valor, y se los llevó a su país. Pero dentro de dos años los traeré devuelta a Jerusalén. También traeré de vuelta a Joaquín hijo de Joacín, que era rey de Judá, y a todos los habitantes de Judá que fueron llevados como esclavos a Babilonia. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que voy a acabar con el poder del rey de Babilonia.

Yo le contesté, también en presencia de los sacerdotes y de todos los que allí estaban: ¡Qué bien, Hananías! ¡Quiera Dios hacer todo eso que ahora nos anuncias! Sería muy bueno que los babilonios devolvieran los utensilios del templo de Dios, y que volvieran acá todos los que fueron  llevados prisioneros a Babilonia. Pero antes escucha esto, y también ustedes, los que están aquí presentes: Los profetas que vinieron antes que nosotros anunciaron que habría guerra, hambre y enfermedades en muchas naciones y en grandes reinos. Pero cuando un profeta habla de paz, sabremos que habla de parte de Dios sólo sí se cumplen sus palabras.

Entonces el profeta Hananías tomó el yugo que llevaba yo en el cuello, el cual representaba el poder de Babilonia, y lo hizo pedazos. Y dijo delante de todos: Esto es lo que Dios ha declarado: Dentro de dos años haré pedazos el poder del rey de Babilonia, y no volverá a dominar a las naciones.

Yo me retiré de allí, pero algunos días después Dios me dijo: Jeremías, ve y dile de mi parte a Hananías lo siguiente: Tú has hecho pedazos un yugo de madera, pero ahora voy a cambiarlo por uno de hierro. Yo soy el Dios todopoderoso, y voy a darle al rey de Babilonia un poder extraordinario. Ahora va a dominar a todas estas naciones, y las hará sus esclavas. ¡Hasta las bestias del campo estarán bajo su dominio!

Entonces yo le dije a Hananías: Ahora escúchame tú, señor profeta. Tú estás haciendo que este pueblo crea en una mentira, pues Dios nunca te envió a hablarles. Lo que Dios ha declarado es que va a destruirte por completo. Con tus palabras has hecho que este pueblo se rebele contra Dios. Por eso, antes de que termine el año, morirás. Y así sucedió: en el mes de Etanim de ese mismo año, el profeta Hananías murió.

Así pues, la vida del hombre debe ser disciplinada, sometida bajo la autoridad de Dios, cumpliendo  sus enseñanzas en su diario vivir porque la ley de Dios sólo enseña al hombre a que se comprometa con El, a que aprenda a tomar responsabilidades y cumpla sus mandatos, para que le vaya bien, pero el hombre al cometer pecado  la convierte en un yugo que le produce ataduras pues el pecado hace que el hombre caiga en esclavitud.

Lo importante, es que el hombre recuerde que Dios es misericordioso pues es un Dios de amor, y cuando el hombre acepta a Dios en su corazón, obedece su ley, por tanto se somete por sí mismo a la autoridad y dirección de Jesucristo.

Ahora bien, al haber desarrollado el hombre una conciencia sobre el bien, se aparta de lo malo. Entonces el ser humano construye sus acciones en base a una mejor convivencia pues existe un desarrollo social, donde la paz sea el cimiento fundamental para que haya equilibrio en las relaciones interpersonales, que sean duraderas en cualquier contexto en que se encuentre cada persona  y exista armonía entre unos y otros.

Y, por ende el hombre establecerá la paz en la tierra, pero es conveniente, que cada persona haga su mejor esfuerzo por ser mejor cada día, que reflexione diariamente y corrija sus errores, lo que le ayudará a crecer interiormente, pero para lograrlo, es imprescindible que busque a Dios, que se vuelva a El, que le conozca a través de su Palabra y aprenda a imitar a Jesucristo, siguiendo el orden establecido por El, que no puede ser cambiado.

No obstante, puedes darte cuenta que la Palabra es el cimiento que ayuda al hombre para construir una vida de valores, pero sabes, el hombre sabio debe creer en Dios, meditar su Palabra, practicar sus enseñanzas cada día de su vida y esperar en sus promesas, entonces, El le dará la paz anhelada para construir un mundo más auténtico.


Con Alta Estima,