sábado, 31 de enero de 2015

Ustedes demostrarán que me aman, si cumplen mis mandamientos.


Poco después, Jesús les dijo a sus discípulos: No se preocupen. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá  a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así, estaremos juntos. Ustedes ya saben a dónde voy, y saben también el cambio que deben tomar.

Pero Tomás le dijo: Señor, si no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber qué camino tomar? Jesús les respondió: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Sin mí, nadie puede llegar a Dios el Padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre. Y desde ahora lo conocen, porque lo están viendo.

Entonces Felipe le dijo: Señor, déjanos ver al Padre. Eso es todo lo que necesitamos. Jesús le contestó: Felipe, ya hace mucho tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, también ha visto al Padre. ¿Por qué me dices “Déjanos ver al Padre? ¿No crees que yo y el Padre somos uno? Y a los discípulos les dijo: Lo que les he dicho, no lo dije por mi propia cuenta. Yo sólo hago lo que el Padre quiere que haga. El hace sus propias obras por medio de mí. Créanme cuando les digo que mi Padre y yo somos uno solo. Y si no, al menos crean en mí por lo que hago. Les aseguro que el que confía en mí hará lo mismo que yo hago. Y, como yo voy a donde  está mi Padre, ustedes harás cosas todavía mayores de las que yo he hecho. Yo haré todo lo que ustedes me pidan. De ese modo haré que la gente vea, a través de mí, el poder que tiene Dios el Padre. Yo haré todo lo que ustedes me pidan.

Ustedes demostrarán que me aman, si cumplen mis mandamientos. Y yo le pediré a Dios el Padre que les envié al Espíritu Santo, para que siempre los ayude y siempre esté con ustedes. El les enseñará lo que es la verdad. Los que no creen en Dios y sólo se preocupan por lo que pasa en este mundo, no pueden recibir al Espíritu, porque no lo ven ni lo conocen. Pero ustedes si lo conocen, porque está con ustedes, y siempre estará en medio de ustedes.

No voy a dejarlos solos; volveré a estar con ustedes. Dentro de poco, la gente de este mundo no podrá verme. Pero ustedes sí me verán porque, aunque voy a morir, resucitaré, y haré que ustedes también resuciten. Cuando yo regrese a donde ustedes estén, se darán cuenta de que el Padre y yo somos uno; y ustedes y yo también seremos uno.

El que me obedece y hace lo que yo mando, demuestra que me ama de verdad. Al que me ame así, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y le mostraré cómo soy en realidad. Entonces el otro Judas, no Judas Iscariote, le preguntó: Señor, ¿por qué solo te vas a mostrar a nosotros, y no a los demás?
Jesús le contestó: Si alguien me ama, también me obedece. Dios mi Padre lo amará, y vendremos a vivir con él. Los que no me aman, no me obedecen. Pero yo les he dicho solamente lo que mi Padre me envió a decirles, no lo que a mí se me ocurrió.

Les digo esto mientras todavía estoy con ustedes. El Espíritu Santo vendrá y los ayudará, porque el Padre lo enviará para tomar mi lugar. El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he enseñado. Les doy la paz, que se desea en este mundo. No se preocupen ni tengan miedo por lo que pronto va a pasar. Ustedes me oyeron decir que me voy, pero regresaré por ustedes. Y si en verdad me amaran, deberían estar alegres de esto, porque voy a regresar a dónde está mi Padre, y él es mayor que yo.

Les digo todo esto desde ahora para que, cuando suceda confíen en mí. Ya no puedo hablarles de otras cosas porque se está acercando el diablo, que manda en este mundo: El no tiene poder para vencernos, pero yo tengo que obedecer a mi Padre, para que todos sepan que lo amo. Y para terminar, Jesús les dijo: Levántense; salgamos de aquí.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe confiar en Dios siendo necesario que el hombre  crea en las enseñanzas de Jesús y las cumpla para que siga el camino recto, que sólo es a través de imitar a Jesús, quien fue ejemplo de santidad, y poder para llegar al Padre:

No obstante, El hombre debe ser fiel a Jesús y con fe podrá hacer cosas mayores que las que Jesús mismo realizó, pues Dios le mostrará su amor.

Por tanto, es importante que el hombre haga oración y pida a Dios  y El hará todo lo que le pide, pero dando prioridad a que el hombre obedezca los mandatos de Dios y el Espíritu de Dios habitará en cada persona que abra su corazón para aceptarlo y entonces reciba esa paz que sólo la da Dios.


Con Alta Estima. 

jueves, 29 de enero de 2015

Ustedes deben amarse de la misma manera que yo los amo.


Faltaba muy poco para que empezara la fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que se acercaba el momento en que dejaría este mundo para ir a reunirse con Dios, su Padre. El siempre había amado a sus seguidores que estaban en el mundo, y los amó de la misma manera hasta el fin.

Aun antes de empezar la cena, el diablo ya había hecho que Judas hijo de Simón, el Iscariote, se decidiera a traicionar a Jesús. Dios había enviado a Jesús, y Jesús lo sabía; y también sabía que regresaría para estar con Dios, pues Dios era su Padre y le había dado todo el poder. Por eso, mientras estaban cenando, Jesús se levantó de la mesa, se quitó su manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana, y comenzó a enjuagar los pies de sus discípulos y a secárselos con la toalla.

Cuando le tocó el turno a Pedro, este le dijo a Jesús: Señor, no creo que tú debas lavarme los pies. Jesús le respondió: Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás. Pedro le dijo: ¡Nunca dejaré que me laves los pies! Jesús le contestó: Si no te lavo los pies, ya no podrás ser mi seguidor. Simón Pedro dijo: ¡Señor, entonces no me laves solamente los pies, sino lávame también las manos y la cabeza! Jesús le dijo: El que está recién bañado está totalmente limpio, y no necesita lavarse más que los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.

Jesús ya sabía quién iba a traicionarlo; por eso dijo que no todos estaban limpios. Después de lavarles los pies, Jesús se puso otra vez el manto y volvió a sentarse a la mesa. Les preguntó: ¿Entienden ustedes lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque soy Maestro y Señor. Pues si yo, su Señor y Maestro, le he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado el ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo. Ustedes saben que ningún esclavo es más importante que su amo, y que ningún mensajero es más importante que quien lo envía. Si entienden estas cosas, háganlas, y así Dios los bendecirá.

No estoy hablando de todos ustedes. Yo sé a quiénes elegí. Pero tiene que cumplirse esto que la Biblia anunció: Aquel con quien compartía mi pan, se ha puesto en contra mía. Les digo esto desde ahora para que, cuando suceda, ustedes crean que YO SOY. Si alguien recibe al que yo envío, me recibe a mí,. Y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió.

Después de que dijo esto, Jesús se sintió muy preocupado, y añadió: Yo sé que uno de ustedes me va a traicionar. Los discípulos comenzaron a mirarse unos a otros, sin saber de quién estaba hablando. Mientras cenaban, el discípulo favorito de Jesús estaba sentado junto a él. Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a Jesús de quién estaba hablando. Ese discípulo se acercó más a Jesús, y le preguntó: Señor, ¿quién te va a traicionar?

Jesús le respondió: Es el que va a recibir el pedazo de pan que voy a mojar en la salsa. Jesús mojó el pan y se lo entregó a Judas hijo de Simón, el Iscariote. En ese mismo instante, Satanás se metió en el corazón de Judas. Jesús le dijo: Judas, apúrate a hacer lo que has planeado. Pero ninguno de los que estaban allí entendió lo que Jesús había dicho. Como Judas era el encargado de guardar el dinero del grupo, algunos pensaron que Jesús le había pedido que comprara lo necesario para la fiesta de la Pascua, o que repartiera dinero a los pobres. Después de recibir el pan, Judas salió inmediatamente. Para entonces, ya estaba oscuro.

Después de que Judas salió, Jesús les dijo a los otros discípulos: Ahora la gente podrá ver lo grande y poderoso que soy yo, el Hijo del hombre. Gracias a mí también podrán ver lo poderoso y grande que es Dios. Si yo hago que la gente vea lo grande y poderoso que es Dios, entonces Dios hará que la gente también vea lo poderoso y grande que soy yo. Y Dios hará esto pronto.

Mis amados amigos, dentro de poco ya no estaré más con ustedes. Me buscarán, pero no me encontrarán. Les digo a ustedes lo mismo que les dije a los jefes judíos. No pueden ir a donde yo voy.
Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros. Ustedes deben amarse de la misma manera que yo los amo. Si se aman de verdad, entonces todos sabrán que ustedes son mis seguidores.
Simón Pedro le preguntó a Jesús: Señor, ¿a dónde vas a ir? Jesús le respondió: Ahora no puedes venir conmigo. Pero después sí vendrás. Pero Pedro insistió: ¿Por qué no puedo acompañarte ahora, señor? ¡Estoy dispuesto a morir por ti! Jesús le contestó: ¿En verdad estás dispuesto a morir por mí? Te aseguro que, antes de que gallo cante, tres veces dirás que no me conoces.

Aquí puedes darte cuenta que lo fundamental es que el hombre obedezca y cumpla los mandatos de Dios.

No obstante, es imprescindible que el hombre muestre humildad ante los demás, si quiere ser más importante debe ayudar y servir a otros y entonces Dios le bendice.

Por tanto, el hombre que cree verdaderamente en Jesucristo, ama a su prójimo como a sí mismo y con esto demuestra que si es un verdadero seguidor del Señor Jesús.


Con Alta Estima

Creer en mí significa caminar mientras todavía hay luz,


Seis días antes de que se celebrara la fiesta de la Pascua, Jesús fue al pueblo de Betania. Allí vivía Lázaro, el hombre a quien Jesús había resucitado. En ese pueblo, unos amigos de Jesús hicieron una cena para él. Lázaro estaba sentado a la mesa con Jesús, y su hermana Marta servía la comida. María, su otra hermana, tomó una botella de un perfume muy caro y perfumó los pies de Jesús. Después los secó con sus cabellos, y toda la casa se llenó con el olor del perfume. Pero uno de los discípulos, que se llamaba Judas Iscariote, y que después traicionaría a Jesús, dijo: ¡Mejor se hubiera vendido este perfume! Nos habrían dado el dinero de trescientos días de trabajo, y con él podríamos haber ayudado a los pobres.

Entonces Jesús le dijo a Judas: ¡Déjala tranquila! Ella estaba guardando ese perfume para el día de mi entierro. En cuanto a los pobres, siempre los tendrán cerca de ustedes, pero a mí no siempre me tendrán. En realidad, a Judas no le importaban los pobres; dijo eso porque era un ladrón. Como él era encargado de cuidar el dinero de Jesús y de los discípulos, a veces se lo robaba.

Muchos de los judíos que vivían en Jerusalén se enteraron de que Jesús estaba en Betania; así que fueron allá, no sólo para verlo sino para ver también a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Cuando los sacerdotes principales se enteraron de esto, planearon matar también a Lázaro, pues por su culpa muchos judíos ya no querían nada con los sacerdotes, y se habían vuelto seguidores de Jesús.
Mucha gente había ido a la ciudad de Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Al día siguiente, cuando algunos escucharon que Jesús iba a llegar a la ciudad, cortaron ramas de palmera y salieron a encontrarlo, gritando: ¡Sálvanos, Dios nuestro! ¡Bendito el que viene de parte de Dios! ¡Bendito sea el Rey de Israel!

Jesús, por su parte, se montó en un burrito que encontró en el camino: Así cumplió con lo que anunciaba la Biblia: ¡No tengan miedo habitantes de Jerusalén! ¡Ya viene su Rey! ¡Viene montado en un burrito! Los que estuvieron presentes en Betania, cuando Jesús resucitó a Lázaro, habían contado en Jerusalén este milagro. Por eso la gente salió al encuentro de Jesús. Pero los fariseos se decían unos a otros: Míren, ¡todos lo siguen! No vamos a poder hacer nada.

Al principio los discípulos de Jesús no entendían lo que estaba pasando; pero después de que Jesús murió y resucitó, se acordaron de que todo lo que le habían hecho a Jesús ya estaba anunciado en la Biblia.

Entre las personas que habían ido a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, había unos griegos. Ellos fueron a un pueblo de Galilea para ver a Felipe, uno de los discípulos de Jesús, y le dijeron: Señor, queremos ver a Jesús. Felipe, que era de Betsaida, fue a contárselo a Andrés, y los dos fueron a decírselo a Jesús. El les dijo: Ha llegado el momento de que todos sepan de verdad quién es el Hijo del hombre. Ustedes saben que el grano de trigo no produce nada, a menos que caiga en la tierra y muera. Y si muere, da una cosecha abundante. Si ustedes consideran que su vida es más importante que obedecerme, no tendrán vida eterna. Pero si consideran que su vida en este mundo no es importante, y me obedecen, entonces tendrán vida eterna. Si alguno de ustedes quiere servirme, tiene que obedecerme. Donde yo esté ahí también estarán los que me sirven, y mi Padre los premiará.

En este momento estoy sufriendo mucho, y me encuentro confundido. Quisiera decirle a mi Padre que no me deje sufrir así. Pero no lo haré, porque yo vine al mundo precisamente para hacer lo que él me mandó. Más bien diré: Padre, muéstrale al mundo tu poder. Al momento, desde el cielo se oyó una voz que decía: Ya he mostrado mi poder, y volveré a mostrarlo. Los que estaban allí decían que habían oído un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado a Jesús. Pero Jesús les dijo: La voz que ustedes oyeron tiene como propósito ayudarlos a confiar en mí. Ahora es cuando la gente de este mundo va a ser juzgada; y el que manda en este mundo, que es el diablo, será echado fuera. Pero, cuando me cuelguen de la cruz, haré que todos crean en mí.

Cuando Jesús dijo que lo colgarían de la cruz, se refería al modo en que iba a morir. La gente le preguntó: ¿Por qué dices tú que al Hijo del hombre lo van a colgar de una cruz? ¿Quién es este Hijo del hombre? La Biblia dice que el Mesías vivirá para siempre.

Jesús les contestó: Yo estaré con ustedes poco tiempo. Crean en mí mientras aún estoy aquí. Creer en mí significa caminar mientras todavía hay luz, para no ser sorprendido por la noche, porque el que camina en la oscuridad no sabe por dónde va. Después de decir esto, Jesús se apartó de todos y se fue a un lugar donde no lo pudieran encontrar.

Jesús había hecho muchos milagros delante de esa gente, pero aun así la gente no creía en él. Esto sucedió porque tenía que cumplirse lo que había escrito el profeta Isaías: Dios mío, ¿quién ha creído en nuestro mensaje? ¿A quién le has mostrado tu poder? Por eso no podían creer, pues Isaías también escribió: Dios los ha hecho tercos, y no los deja entender, para que no se arrepientan ni crean en él, ni se salven.

Isaías escribió esto porque anticipadamente vio el poder y la fama que Jesús habría de tener. Sin embargo, muchos judíos y algunos de sus líderes creyeron en Jesús, pero no se lo decían a nadie, porque tenían miedo de que los fariseos los expulsaran de la sinagoga. Ellos preferían quedar bien con la gente y no con Dios.

Jesús dijo con voz fuerte: Si alguien cree en mí, también cree en Dios, que me envió. Y si alguien me ve a mí, también ha visto al que me envió. Yo soy la luz que ha venido para alumbrar este mundo. El que cree en mí no vivirá en la oscuridad.

Yo no vine para juzgar a los que oyen mis enseñanzas y no las obedecen. No vine para condenar a la gente de este mundo, sino para salvarla. El que me rechaza y no obedece mis enseñanzas, será condenado por esas mismas enseñanzas cuando llegue el fin. Porque yo no hablo por mi propia cuenta, sino que mi Padre me envió y me dijo todo lo que debo enseñar. Y sé que los que obedecen los mandamientos de mi Padre tendrán vida eterna. Por eso les he dicho todo lo que mi Padre me ordenó enseñarles.

Aquí puedes darte cuenta que es fundamental que el hombre ame a Jesús mostrando una buena actitud en todo momento, de manera de quedar bien con Dios.

No obstante, el hombre debe creer en Dios, pues envió a su único Hijo Jesús, a dar su vida y morir en la cruz y resucitar al tercer día para que el hombre tenga vida eterna, pero el hombre debe arrepentirse de sus pecados, morir a su “yo” y entonces su vida será restaurada y podrá dar frutos abundantes.

No obstante, es esencial que el hombre sea obediente a los mandamientos de Dios y entonces podrá servir a Dios pues El habita en cada corazón humilde, pero sabes, es de prioridad que el hombre crea  en Jesús para que  viva en la luz y por ende, siga el camino correcto.


Con Alta Estima,

martes, 27 de enero de 2015

Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que debía venir al mundo.


Lázaro y sus hermanas Marta y María vivían en el pueblo de Betania. María fue la que derramó perfume en los pies de Jesús y luego los secó con sus cabellos. Un día, Lázaro se enfermó y sus hermanas le mandaron este mensaje a Jesús: Señor, tu querido amigo Lázaro está enfermo. Cuando Jesús recibió el mensaje, dijo: Esta enfermedad no terminará en muerte. Servirá para mostrar el poder de Dios, y el poder que tengo yo, el Hijo de Dios.

Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Sin embargo, cuando recibió la noticia de que Lázaro estaba enfermo, decidió quedarse dos días más en donde estaba. Al tercer día les dijo a sus discípulos:  Regresemos a la región de Judea.

Los discípulos le dijeron: Maestro, algunos de los judíos de esa región trataron de matarte hace poco. ¿Aun así quieres regresar allá? Jesús les respondió: Cada día, el sol brilla durante doce horas. Si uno camina de día, no tropieza con nada, porque la luz del sol le alumbra el camino. Pero si camina de noche, tropieza porque le hace falta la luz. Nuestro amigo Lázaro está dormido, y yo voy a despertarlo.

Los discípulos le dijeron: Señor, si Lázaro está dormido, para qué te preocupas. Lo que Jesús quería darles a entender era que Lázaro había muerto, pero los discípulos entendieron que estaba descansando. Por eso Jesús les explicó: Lázaro ha muerto, y me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes tendrán oportunidad de confiar en mí. Vayamos a donde está él.

Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, les dijo a los otros discípulos: Vayamos también nosotros, para morir con Jesús. Como el pueblo de Betania estaba a unos tres kilómetros de la ciudad de Jerusalén, muchos de los judíos que vivían cerca de allí fueron a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que habían sepultado a Lázaro cuatro días antes.

Al enterarse Marta de que Jesús había llegado, salió a recibirlo, y María se quedó en la casa. Entonces Marta le dijo a Jesús Señor, si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero a pesar de todo lo que ha pasado. Dios hará lo que tú le pidas. De eso estoy segura. Jesús le contestó: Tu hermano volverá a vivir. A esto Jesús respondió: Yo soy el que da la vida y el que hace que los muertos vuelvan a  vivir. Quien pone su confianza en mí, aunque muera, vivirá. Los que todavía viven y confían en mí, nunca morirán para siempre. ¿puedes creer esto? Marta le respondió: Si, Señor. Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que debía venir al mundo.

Después de decir esto, Marta llamó a María y le dijo en secreto: El Maestro ha llegado y te llama. María se levantó enseguida y fue a verlo. Jesús no había llegado todavía a la casa, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Al ver que María se levantó y salió rápidamente, los judíos que estaban consolándola en casa la siguieron. Ellos pensaban que María iba a llorar ante la tumba de su hermano. Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Cuando Jesús vio que María y los judíos que habían ido con ella llamaban mucho, se sintió muy triste y les tuvo compasión. Les preguntó: ¿Dónde sepultaron a Lázaro? Ellos le dijeron: Ven Señor; aquí está. Jesús se puso a llorar, y los judíos que estaban allí dijeron: Se ve que Jesús amaba mucho a su amigo Lázaro. Pero otros decían: Jesús hizo que el ciego pudiera ver. También pudo haber hecho algo para que Lázaro no muriera.

Todavía con lágrimas en los ojos, Jesús se acercó a la cueva donde habían puesto el cuerpo de Lázaro, y ordenó que quitaran la piedra que cubría la entrada. Pero  Marta le dijo: Señor, hace cuatro días que murió Lázaro. Seguramente ya huele mal. Jesús le contestó: ¿No te dije que, si confías en mí, verás el poder de Dios?

La gente quitó la piedra de la entrada. Luego, Jesús miró al cielo y dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de todos los que están aquí, para que crean que tú me enviaste.

Después de que dijo esto, Jesús gritó: ¡Lázaro, sal de ahí! Lázaro salió de la cueva, totalmente envuelto en las vendas de lino con que lo habían sepultado. Su cara estaba envuelta con un pañuelo. Por eso Jesús le dijo a los que estaban allí: Quítenle todas las vendas, y déjenlo libre.

Muchos de los judíos que habían ido al pueblo de Betania para acompañar a María, vieron lo que Jesús hizo y creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos, y les contaron lo que Jesús hizo y creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos, y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sacerdotes principales y los fariseos reunieron a la Junta Suprema, y dijeron: ¿Qué vamos a hacer con este hombre que hace tantos milagros? Si lo dejamos, a todos van a creer que él es el Mesías. 

Entonces vendrán los romanos, y destruirán nuestro templo y a todo el país. Pero Caifás, que ese año era el jefe de los sacerdotes, les dijo: Ustedes sí que son tontos. ¿No se dan cuenta? Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo, y no que sea destruida toda la nación.

Caifás no dijo esto  por su propia cuenta, sino que Dios se lo hizo saber porque era el jefe de los sacerdotes. En realidad, Jesús no iba a morir para salvar sólo a los judíos, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que hay en el mundo.

A partir de ese momento, la Junta Suprema tomó la decisión de matar a Jesús. Sin embargo, Jesús no dejó que ninguno de los judíos de la región de Judea supiera dónde estaba él. Salió de esa región y se fue a un pueblo llamado Efraín, que estaba cerca del desierto. Allí se quedó con sus discípulos.
Como ya faltaba poco tiempo para la fiesta de la Pascua, mucha gente iba desde sus pueblos a la ciudad de Jerusalén, a prepararse para la fiesta. Buscaban a Jesús, y cuando llegaron al tempo se preguntaban unos a otros: ¿qué creen ustedes? ¿Vendrá Jesús a celebrar la fiesta)

Los sacerdotes principales y los fariseos habían ordenado que, si alguien veía a Jesús, fuera a avisarles, pues querían arrestarlo.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre que confía en Dios y cree en Jesús puede ver las cosas extraordinarias que El hace, para que el hombre vea su poder.

No obstante, lo fundamental es que el hombre camine por la senda correcta, que haga lo bueno y que se aparte de la oscuridad.

Y, sin embargo, lo esencial es que el hombre crea en que Jesús, es el Mesías, el Hijo de Dios, , y que todo aquel que en El cree Dios tendrá vida eterna.


Con Alta Estima,

sábado, 24 de enero de 2015

Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.


Jesús les dijo: Ustedes saben que sólo un ladrón y bandido entra al corral saltando la cerca. En cambio, el pastor de las ovejas entra por la puerta. El que cuida la entrada le abre, y el pastor llama a cada una de sus ovejas por nombre, y ellas reconocen su voz. Luego el pastor las lleva fuera del corral, y cuando ya han salido todas, él va delante de ellas.

Las ovejas siguen al pastor porque reconocen su voz. Pero no seguirían a un desconocido; más bien huirían de él, pues no reconocerían su voz. Jesús les puso el ejemplo anterior, pero ellos no entendieron lo que les quiso decir.

Entonces Jesús les explicó el ejemplo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes que yo, eran bandidos y ladrones; por eso las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta del reino de Dios: cualquiera que entre por esta puerta, se salvará; podrá salir y entrar, y siempre encontrará alimento.

Cuando el ladrón llega, se dedica a robar, matar y destruir. Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente. Yo soy el buen pastor. El buen pastor está dispuesto a morir por sus ovejas. El que recibe un salario por cuidar a las ovejas, huye cuando ve que se acerca el lobo. Deja a las ovejas solas, porque él no es el pastor y las ovejas no son suyas. Por eso, cuando el lobo llega y ataca a las ovejas, ellas huyen por todos lados. Y es que a ese no le interesan las ovejas, sólo busca el dinero; por eso huye.

Así como Dios mi Padre me conoce, yo lo conozco a él; y de igual manera, yo conozco a mis seguidores y ellos me conocen a mí. Yo soy su buen pastor, y ellos son mis ovejas. Así como el buen pastor está dispuesto a morir para salvar a sus ovejas, también yo estoy dispuesto a morir para salvar a mis seguidores.

También tengo otros seguidores que ustedes no conocen; son ovejas que traeré de otro corral, y me obedecerán. Así tendré un solo grupo de seguidores, y yo seré su único pastor. Mi Padre me ama porque estoy dispuesto a entregar mi vida para luego volver a recibirla. Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego porque así lo quiero. Tengo poder para entregar mi vida, y tengo poder para volver a recibirla, pues esto es lo que mi Padre me ha ordenado hacer.

Cuando aquellos judíos oyeron esto, se pusieron a discutir, pues unos pensaban una cosa, y otros otras. Muchos decían: Ese hombre tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le hacen caso? Pero otros decían: Nadie que tenga un demonio puede hablar así. Además, ningún demonio puede darle la vida a un ciego.

Era invierno, y Jesús había ido a Jerusalén para participar en la fiesta del Templo. Mientras andaba por los patios del templo, cerca del Portón de Salomón, la gente lo rodeó y le preguntó: ¿Hasta cuándo nos tendrás con esta duda? Dinos ahora mismo si eres el Mesías.

Jesús les respondió: Ya les dije quién soy, pero ustedes no me han creído. Yo hago todo con la autoridad y el poder de mi Padre, y eso demuestra quién soy yo. Pero ustedes no me creen, porque no me siguen ni me obedecen. Mis seguidores  me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él  las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará. Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos. Mi Padre y yo somos uno solo.

Otra vez, los jefes judíos quisieron apedrear a Jesús, pero él les dijo: Ustedes me han visto hacer muchas cosas buenas con el poder que mi Padre me ha dado. A ver, díganme, ¿por cuál de ellas merezco morir? Ellos le respondieron: No queremos matarte por lo bueno que hayas hecho, sino por haber ofendido a Dios. Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.

Jesús les dijo: ¿Pero en la Biblia Dios dice que somos dioses! Y ella siempre dice la verdad. Y si Dios me envió al mundo, ¿por qué dicen ustedes que ofendo a Dios al decir que soy su Hijo? Si no hago lo que mi Padre quiere, entonces no me crean. Pero si yo lo obedezco, crean en lo que hago, aunque no crean en lo que digo. Así de una vez por todas, sabrán que mi Padre y yo somos uno solo.

De nuevo ellos intentaron encarcelar a Jesús. Pero él se les escapó, y se fue de nuevo al otro lado del río Jordán, al lugar donde Juan el Bautista había estado bautizando. Mientras estaba allí, muchas personas fueron a verlo, y decían: Juan el Bautista no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo de Jesús era verdad. Y mucha gente de aquel lugar creyó en Jesús.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre que es obediente a los mandatos de Dios, reconoce la voz audible del Señor pues hace la voluntad de Dios. Así pues, es necesario  que el hombre crea en Jesús, pues El es la puerta de las ovejas, El cuida de su rebaño y ha venido al mundo a dar su vida  para salvar aquellos que le buscan.

No obstante, el hombre que crea y acepte a Jesús en su corazón,  debe cambiar su manera de vivir, marcar límites y no rebasarlos para que el hombre evite salir del redil, pero es necesario que cada persona viva de acuerdo a sus enseñanzas, y haga lo que es bueno para Dios.

Asimismo, el hombre regenerado conoce al Buen Pastor, que es Jesucristo, pues El es la puerta del reino de Dios, y para tener acceso a su reino el hombre debe adquirir sabiduría a través de su Palabra y la comunión con el Señor, y, por ende el hombre recibe el Espíritu de Dios que le da poder para entender el propósito de Dios para su vida.

Por tanto, es urgente que el hombre despierte y se empape del conocimiento de Dios, que esté alerta a la voz audible de Dios, que entienda que Jesús, vino al mundo en obediencia a la voluntad de Dios, su Padre y que El y su Padre son uno mismo y Jesús se hizo hombre para habitar entre nosotros pero El nunca cometió pecado pues  El es Santo. Así también, Dios mira el corazón de cada persona y El  elige a sus seguidores, por lo que es esencial que el hombre que quiere seguirle,  debe ser  obediente a su Palabra, con una actitud transparente en todo lo que haga, firme en su fe, disciplinado en su hacer, de manera que adquiera riqueza espiritual y se conduzca por el camino del bien.


Con Alta Estima,  

¿Crees en el Hijo del hombre?


Cuando Jesús salió del templo, vio por el camino a un joven que había nacido ciego. Los discípulos le preguntaron a Jesús: Maestro, ¿quién tiene la culpa de que este joven haya nacido ciego? ¿Fue por algo malo que hizo él mismo, o por algo malo que hicieron sus padres? Jesús les respondió: Ni él ni sus padres tienen la culpa. Nació así para que ustedes vean cómo el poder de Dios lo sana. Mientras yo esté con ustedes, hagamos el trabajo que Dios mi Padre me mandó hacer; vendrá el momento en que ya nadie podrá trabajar. Mientras yo estoy en el mundo, soy la luz del mundo.

Enseguida Jesús escupió en el suelo, hizo un poco de lodo con la saliva, y se lo puso al joven en los ojos. Entonces le dijo: Ve a la piscina de Siloé, y lávate los ojos. El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver. Sus vecinos y todos los que antes lo habían visto pedir limosna se preguntaban: ¿No es este el joven ciego que se sentaba a pedir dinero? Unos decían: Sí, es él. Otros decían: No, no es él, aunque se le parece mucho. Pero él mismo decía: ¡Claro que soy yo! Entonces le preguntaron: ¿Cómo es que ya puedes ver?

El respondió: Un hombre llamado Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos, y me dijo que fuera a la piscina de Siloé y que me lavara. Yo fui, y en cuanto me lavé los ojos pude ver. ¿Y dónde está Jesús?, le preguntaron. No lo sé, contestó él.

Cuando Jesús hizo lodo y sanó al ciego era día de descanso obligatorio. Por eso, algunos llevaron ante los fariseos al joven que había sido sanado. Los fariseos le preguntaron: ¿Cómo es que ya puedes ver? El joven les respondió: Jesús me puso lodo en los ojos, y ahora puedo ver. Algunos fariseos dijeron: A ese hombre no lo ha enviado Dios, pues desobedece la ley que prohíbe trabajar en sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un pecador hacer milagros como este? Y no se ponían de acuerdo. Entonces le preguntaron al que había sido ciego: Ya que ese hombre te dio la vista, ¿qué opinas de él? Yo creo que es un profeta, les contestó.

Pero los jefes judíos no creían que ese joven hubiera sido ciego y que ahora pudiera ver? Los padres respondieron: De que este es nuestro hijo, y de que nació ciego, no tenemos ninguna duda. Pero no sabemos cómo es que ya puede ver, ni quién lo sanó. Pregúntenselo a él, pues ya es mayor de edad y puede contestar por sí mismo.

Los padres dijeron esto porque tenían miedo de los jefes judíos, ya que ellos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que cayera y dijera que Jesús era el Mesías. Los jefes judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: Júranos por Dios que  nos vas a decir la verdad. Nosotros sabemos que el hombre que te sanó es un pecador. El les contestó: Yo no sé si es pecador. ¡Lo que sí sé es que antes yo era ciego, y ahora veo! Volvieron a preguntarle: ¿Qué hizo? ¿Cómo fue que te sanó? El les contestó: Ya les dije lo que hizo, pero ustedes no me hacen caso. ¿Para qué quieren que les repita lo mismo? ¿Acaso también ustedes quieren ser sus seguidores?

Los jefes judíos lo insultaron y le dijeron: Seguidor de ese hombre lo serás tú. Nosotros somos seguidores de Moisés. Y sabemos que Dios le habló a Moisés;  pero de ese Jesús no sabemos nada. El joven les respondió: ¡Qué extraño! Ustedes no saben de dónde viene y, sin embargo, a mí me ha sanado. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí escucha a los que lo adoran y lo obedecen. Nunca he sabido que alguien le haya dado la vista a uno que nació ciego. Si este hombre no fuera enviado por Dios, no podría hacer nada.

Entonces le contestaron: Ahora resulta que tú, siendo pecador desde que naciste, nos vas a enseñar. ¡Ya no te queremos en nuestra sinagoga! Jesús se enteró de esto, y cuando se encontró con el joven le preguntó: ¿Crees en el Hijo del hombre? El joven le respondió: Señor, dígame usted quién es, para que yo crea en él. Jesús le dijo: Lo estás viendo. Soy yo, el que habla contigo.

Entonces el joven se arrodilló ante Jesús y le dijo: Señor Jesús, creó en ti. Luego Jesús dijo: Yo he venido al mundo para juzgarlos a todos. Les daré vista a los ciegos, y se la quitaré a los que ahora creen ver bien. Algunos fariseos que estaban por allí lo oyeron decir esto, y le preguntaron: ¿Quiere decir que nosotros también somos ciegos? Jesús les contestó: Si ustedes reconocieran que no ven tanto como creen, Dios no los culparía por sus pecados. Pero como creen ver muy bien, Dios sí los culpará por sus pecados.

Aquí puedes darte cuenta que en la vida, hay vicisitudes, imperfecciones físicas en el ser humano y no ocurren porque las personas sean malas, sino para que el hombre deposite su confianza en Dios y entonces El mostrará su poder, pero es necesario que el hombre tenga una fe firme en sus convicciones, que crea en Jesús, el Hijo del hombre, pues Jesús es la luz del mundo y sólo el hombre asido a Dios, podrá vencer las circunstancias adversas.

No obstante, es esencial que el hombre se vuelva a Dios, que busque establecer una relación personal con El, y sabes, lo puede hacer viviendo apegado a su Palabra y, entonces su vida será transformada para edificación del reino de Dios en cada persona.

Así pues, lo fundamental es que el hombre se mantenga alerta y fiel, confiando en que Dios hará pues El cumple sus promesas y muestra el poder de su Espíritu a todo aquel que le recibe en su corazón.

Por tanto, es tiempo de que el hombre deje de estar ciego, que despierte y se apegue a su Palabra y encuentre la verdad  para que tenga discernimiento de lo que bueno, agradable y perfecto  para Dios.


Con Alta Estima,

jueves, 22 de enero de 2015

Yo sí lo conozco. Lo conozco, y lo obedezco.


Por su parte, Jesús se fue al Monte de los Olivos. Al día siguiente, al amanecer, Jesús regresó al templo. La gente se acercó, y él se sentó para enseñarles. Entonces los maestros de la Ley y los far|iseos llevaron al templo a una mujer. La habían sorprendido teniendo relaciones sexuales con un hombre que no era su esposo. Pusieron a la mujer en medio de toda la gente, y le dijeron a Jesús: Maestro, encontramos a esta mujer cometiendo pecado de adulterio. En nuestra ley, Moisés manda que a esta clase de mujeres las matemos a pedradas. ¿Tú qué opinas?

Ellos le hicieron esa pregunta para ponerle una trampa. Si él respondía mal, podrían acusarlo. Pero Jesús se inclinó y empezó a escribir en el suelo con su dedo. Sin embargo, como no dejaban de hacerle preguntas, Jesús se levantó y les dijo: Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra.

Luego, volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el suelo. Al escuchar a Jesús, todos empezaron a irse, comenzando por los más viejos, hasta que Jesús se quedó solo con la mujer. Entonces Jesús se puso de pie y le dijo: Mujer, los que te trajeron se han ido, ¡Nadie te ha condenado! Ella le respondió: Así es, Señor. Nadie me ha condenado. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar.

Jesús volvió a hablarle a la gente: Yo soy la luz que alumbra a todos los que viven en este mundo. Síganme y no caminarán en la oscuridad, pues tendrán la luz que les da vida. Los fariseos le dijeron: Tú te estás alabando a ti mismo, ¿Cómo sabremos qué dices la verdad? Jesús les respondió: Aunque hable bien de mí, lo que digo es cierto. Porque yo sé de dónde vine, y a dónde voy; sin embargo, ustedes no lo saben. Ustedes juzgan como todos los demás, pero yo no juzgo a nadie. Si lo hiciera, juzgaría de acuerdo a la verdad, porque no juzgo yo solo. Mi Padre, quien me envió, juzga conmigo. 

La ley de ustedes dice que, para probar que algo es verdad, son necesarios dos testigos. Pues bien, yo hablo bien de mí mismo, y mi Padre, quien me envió, también habla bien de mí.

Entonces le preguntaron: ¿Dónde está tu padre? Jesús les respondió: Si me conocieran, conocerían a mi Padre. Pero como no me conocen, tampoco a él lo conocen. Jesús dijo todo eso mientras enseñaba en el templo, en el lugar donde se ponen las ofrendas. Pero nadie se lo llevó preso, porque aún no había llegado el momento de que todos supieran quién era él realmente.

Jesús habló de nuevo: Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero morirán sin que Dios les haya perdonado sus pecados. A donde yo voy, ustedes no pueden ir. Los jefes judíos dijeron: ¿Estará pensando en matarse, y por eso dice que no podemos ir a donde él va? Jesús les aclaró: Ustedes son pecadores, como todos los que viven en este mundo. Pero yo no soy de este mundo, porque vengo del cielo. Por eso les dije que, si no creen en mí ni en quién soy, morirán sin que Dios les haya perdonado sus pecados. Le preguntaron: ¿y quién eres tú? Jesús les contestó: ¿Por qué tengo que responderles? 
Más bien, yo tengo mucho que decir de todo lo malo que ustedes hacen. El que me envió dice la verdad, y yo sólo digo lo que le escuché decir.

Pero ellos no entendieron que Jesús les estaba hablando de Dios, su Padre. Por eso les dijo: Ustedes sabrán quién es en realidad el Hijo del hombre cuando me cuelguen de una cruz. También sabrán que no hago nada por mi propia cuenta, sino que sólo digo lo que mi Padre me ha enseñado. Mi Padre nunca me ha abandonado, pues yo siempre hago lo que a él le agrada. Cuando Jesús dijo esto, mucha gente creyó en él.

Jesús les dijo a los judíos que habían creído en él: Si ustedes obedecen mis enseñanzas, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. Ellos le contestaron: Nosotros somos descendientes de Abraham, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices que seremos libres? Jesús les respondió: Ningún esclavo se queda para siempre con la familia para la cual trabaja. El que se queda para siempre es el hijo de la familia; si él así lo quiere, puede dejar en libertad al esclavo. Les aseguro que cualquiera que peca es esclavo del pecado. Por eso, si yo, el Hijo de Dios, les perdono sus pecados, serán libres de verdad.

Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero quieren matarme porque no aceptan mis enseñanzas. Yo sólo les digo lo que mi Padre me ha enseñado. Ustedes, en cambio, hacen lo que les ha enseñado su padre. Ellos le dijeron: ¡Nuestro padre es Abraham! Entonces Jesús les contestó: Si en verdad, ustedes fueran descendientes de Abraham, harían lo que él hizo. Pero yo les he dicho la verdad que he escuchado de Dios, y ustedes quieren matarme. ¡Abraham nunca hizo algo así! Pero ustedes hacen exactamente lo mismo que hace su padre.

Ellos le contestaron: ¡No nos acuses de tener otro padre! Nuestro único Padre es Dios. Jesús les respondió: Si en verdad Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo vengo del cielo, donde está Dios. Yo no vine por mi propia cuenta, sino que Dios me envió. Ustedes no pueden entender lo que  les digo, porque no les gusta escuchar mi mensaje. El padre de ustedes es el diablo, y ustedes tratan de hacer lo que él quiere. El diablo siempre ha sido un asesino y un gran mentiroso. Todo lo que dice son sólo mentiras, y hace que las personas mientan.

Por eso ustedes no pueden creer que digo la verdad. ¿Quién de ustedes puede acusarme de haber hecho algo malo? Y si digo la verdad, ¿por qué no me creen? Los hijos de Dios escuchan con atención todo lo que Dios dice. Pero ustedes no le ponen atención porque no son sus hijos.

Entonces algunos judíos le dijeron: Cuando decimos que eres un extranjero indeseable, y que tienes un demonio, no estamos equivocados. Jesús les contestó: Yo no tengo ningún demonio. Lo que hago es hablar bien de mi Padre; pero ustedes hablan mal de mí. Yo no le pido a la gente que hable bien de mí; es Dios quien lo quiere así, y es él quien juzga. Les aseguro que quien obedezca mi enseñanza, vivirá para siempre con Dios.

Ellos le dijeron: Ahora si estamos seguros de que tienes un demonio. Nuestro antepasado Abraham murió, y también murieron los profetas. Sin embargo, tú dices que el que te obedezca vivirá para siempre. ¿Acaso te crees más importante que Abraham? El y los profetas murieron. ¿Qué te estás creyendo? Jesús les respondió: ¿De qué me serviría hablar bien de mi mismo? Mi Padre es el que habla bien de mí, y ustedes dicen que él es su Dios. En realidad, ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco. Lo conozco, y lo obedezco. Si dijera lo contrario, sería un mentiroso como ustedes. Abraham, el antepasado de ustedes, se alegró mucho de que vería el tiempo que yo vendría al mundo; lo vio, y le causó mucha alegría.

Entonces le preguntaron: Ni siquiera has cumplido cincuenta años de edad. ¿Cómo puedes decir que has visto a Abraham? Jesús les dijo: Les aseguro que mucho antes de que naciera Abraham ya existí yo. Entonces aquellos judíos quisieron matar a Jesús a pedradas; pero él se mezcló entre la multitud y salió del templo.

Aquí puedes darte cuenta, que el hombre no debe juzgar a los demás, pues ni Jesucristo que no cometió pecado alguno no lo hace, sino más bien, el Señor da oportunidad a cada persona que se arrepienta verdaderamente  le perdona sus pecados  y entonces Dios restaura ese corazón y le da sanidad interior.

No obstante, el hombre debe apegarse a la Palabra de Dios, obedecer sus enseñanzas para que el hombre se aleje de la oscuridad y busque caminar por las sendas de luz que el hombre conoce a través de su Palabra, que es la única que da vida.

Por tanto, es el tiempo de que el hombre acepte a Jesús y haga cambios en su manera de vivir, que deje de hacer lo malo, sino al contrario haga lo bueno, lo que agrada a Dios.

Así pues, es fundamental que  el hombre conozca la Palabra de Dios, que es la verdad absoluta para que abra su entendimiento y crea en el mensaje de Dios y entonces será liberado de la esclavitud del pecado.

Ahora bien, el hombre no puede lograr cambios bajo la fuerza humana, sino pidiendo sabiduría al Creador y entienda el mensaje de Dios y lo obedezca,


Con Alta Estima,

miércoles, 21 de enero de 2015

He sido enviado por alguien en quien se puede confiar…


Tiempo después, Jesús recorrió la región de Galilea. No quería ir a Judea porque los jefes judíos lo buscaban para matarlo. Como se acercaban los días de la fiesta judía de las enramadas, sus hermanos le dijeron: Debes ir a Judea, para que los seguidores puedan ver las grandes obras que haces. Cuando uno quiere que todos lo conozcan, no hace nada en secreto. ¡Deja que todo el mundo sepa lo que haces! Dijeron eso porque ni siquiera ellos le creían. Pero Jesús les respondió: Aún no ha llegado el momento  de que todos  sepan que soy el Hijo de Dios. Para ustedes, cualquier hora es buena.  La gente de este mundo no los odia a ustedes. Pero a mí me odia porque todavía no ha llegado el momento de que todos sepan quién soy yo. Después de decir esto, Jesús se quedó en Galilea.

Después de que se fueron sus hermanos, Jesús fue en secreto a la fiesta, sin decírselo a nadie. Durante la fiesta, los jefes judíos buscaban a Jesús, y decían: ¿Dónde estará ese hombre? La gente hablaba mucho de él, y algunos decían: Jesús es un buen hombre. Pero otros decían: De bueno no tiene nada; es un embustero. Todos hablaban de él en secreto, porque tenían miedo de los jefes judíos.

Durante la fiesta, Jesús entró en el templo y empezó a enseñar. Los jefes judíos estaban asombrados, y decían entre ellos: ¿cómo es que este sabe tantas cosas, si nunca ha estudiado? Jesús les contestó: Yo no invento lo que enseño. Dios me envió y me ha dicho  lo que debo enseñar. Si alguien quiere obedecer a Dios, podrá saber si yo enseño lo que Dios ordena, o si hablo por propia cuenta. Quien habla por su propia cuenta sólo quiere que la gente lo admire. Pero yo sólo deseo que mi Padre, que me envió, reciba el honor que le corresponde; por eso siempre digo la verdad.

Moisés les dio a ustedes la ley y, sin embargo, ninguno la obedece. ¿Por qué quieren matarme? La gente le contestó: ¡Estás loco! ¿Quién quiere matarte? Jesús les dijo: Todos ustedes se admiran por un solo milagro que hice. Moisés les mandó practicar la ceremonia de la circuncisión, y ustedes la practican aunque caiga en sábado. Esa orden no viene del tiempo de Moisés, sino de antes, cuando aún vivían Abraham, Isaac y Jacob. Entonces, si para obedecer la ley de Moisés ustedes circuncidan a este niño, aunque sea en sábado, ¿por qué se enojan conmigo por haber sanado a un hombre en sábado? No digan que algo está mal sólo porque así les parece. Antes de afirmar algo, deben estar seguros de que así es.

Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron a preguntar: ¿No es este al que andan buscando para matarlo? Pues ahí está, hablando con la gente; ¡y nadie le dice nada! ¿No será que nuestros gobernantes creen de verdad que él es el Mesías? Pero ¡no puede ser! Porque, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene; en cambio, nosotros sabemos de dónde viene este hombre.
Jesús estaba enseñando en el templo, y dijo con voz fuerte: En realidad, ustedes no saben quién soy yo, ni de dónde vengo. Yo no he venido por mi propia cuenta. He sido enviado por alguien en quien se puede confiar, y a quien ustedes no conocen. Yo sí lo conozco, pues vengo de él, y él es quién me envió.

Algunos hombres de Jerusalén quisieron arrestar a Jesús, pero no pudieron, pues todavía no había llegado el momento de que todos supieran quién era. Sin embargo, muchos creyeron en él, y decían: Ni el Mesías podría hacer los milagros que hace este hombre.

Los fariseos oyeron lo que la gente decía. Entonces ellos y los sacerdotes principales enviaron a unos guardias del templo para que arrestaran a Jesús. Pero Jesús dijo: Estaré con ustedes sólo un poco más de tiempo. Luego volveré a donde está el que me envió. Ustedes me buscarán, pero no me encontrarán, porque no pueden ir a donde yo voy. Los jefes judíos comenzaron a  presentarse entre ellos.

¿Y a dónde podrá ir, que no podamos encontrarlo? ¿Acaso piensa ir a vivir entre los judíos de otros países, y enseñar también a los que no son judíos. ¿Qué quiere decir con eso de que: Me buscarán, pero no me encontrarán, porque no pueden ir a  donde yo voy.

El  último día de la fiesta de las enramadas era el más importante. Ese día, Jesús se puso en pie y dijo con voz fuerte: El que tenga sed, venga a mí. Ríos de agua viva brotarán del corazón de los que creen en mí. Así lo dice la Biblia. Al decir esto, Jesús estaba hablando del Espíritu de Dios, que recibirán los que creyeran en él. Porque mientras Jesús no muriera y resucitara, el Espíritu no se haría presente.

Cuando algunos de los que estaban allí oyeron esto, dijeron: De veras que este hombre es el profeta que Dios nos iba a enviar. Otros decían: Este hombre es el Mesías. Y aun otros  decían: El Mesías no puede venir de la región de Galilea. La Biblia dice que el Mesías debe ser de la misma familia del rey David, y que nacerá en Belén, el pueblo de donde era David. Así que nadie se ponía de acuerdo acerca de quién era Jesús. Y aunque no faltaba quién quería llevárselo a la cárcel, nadie se atrevía a tocarlo.

Los guardias del templo regresaron a donde estaban los sacerdotes principales y los fariseos, quienes les preguntaron: ¿por qué no trajeron a Jesús? Los guardias contestaron: ¡Nunca ha hablado nadie como lo hace ese hombre¡ Los fariseos  les dijeron; ¿También ustedes se han dejado engañar?¿Acaso ha creído en él alguno de nuestros jefes, o algunos de los fariseos. Los que creen en él no conocen la ley de Moisés, y por eso Dios los castigará.

Allí estaba Nicodemo, el fariseo que una noche fue a ver a Jesús, y les dijo: Según nuestras leyes, no podemos condenar a nadie sin antes escucharlo. Ellos le respondieron: ¿También tú crees que de Galilea puede salir algo bueno? Estudia la Biblia y verás que de allá no ha venido ningún profeta. Después de esto, cada quien se fue a su casa.

Aquí puedes darte cuenta que es importante que el hombre busque a Dios, que lo conozca, que se empape del conocimiento de Dios y lo haga a través de su Palabra.

Por tanto, el hombre debe esforzarse y aprender las enseñanzas de Dios, obedecerlas y cumplir sus estatutos, de manera que el hombre con su ejemplo sea luz a otros y  muestre el camino correcto.

No obstante, el hombre debe ser cuidadoso al hablar, no debe decir que algo está mal sólo porque así lo piensa, por lo que antes de afirmar algo debe estar seguro de que así es.

Asimismo, lo esencial es que el hombre crea en Jesús, que fue enviado por Dios para dar su vida y resucitar y redimir al hombre de sus pecados, por lo que el hombre debe reconocerlo como el Hijo de Dios y poner su confianza en El y, entonces el Espíritu de Dios habitará en cada persona que abra su corazón y brotarán ríos de agua viva.


Con Alta Estima,

martes, 20 de enero de 2015

Yo moriré para dar esa vida a los que creen en mí.


Después de esto, Jesús fue al otro lado del Lago de Galilea, también conocido como lago de Tiberias. Mucha gente lo seguía, pues había visto los milagros que él hacía al sanar a los enfermos. Se acercaba la fiesta de los judíos llamada Pascua, y Jesús fue a un cerro con sus discípulos, y allí se sentó. Cuando Jesús vio que mucha gente venía hacía él, le preguntó a Felipe: ¿Dónde podemos comprar comida para tanta gente?

Jesús ya sabía lo que iba a hacer, pero preguntó esto para ver qué decía su discípulo. Y Felipe respondió: Ni trabajando doscientos días ganaría uno suficiente dinero para dar un poco de pan a tanta gente. Andrés, que  era hermano de Simón Pedro, y que también era discípulo, le dijo a Jesús: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero eso no alcanzará para repartirlo entre todos.

Jesús les dijo a sus discípulos que sentaran a la gente. Había allí unos cinco mil hombres, y todos se sentaron sobre la hierba. Jesús, entonces, tomó los panes en sus manos y oró para dar gracias a Dios. Después, los repartió entre toda la gente, e hizo lo mismo con los pescados. Todos comieron cuanto quisieron.

Una vez que todos comieron y quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: Recojan lo que sobró, para que no se desperdicie nada. Ellos obedecieron, y con lo que sobró llenaron doce canastos. Cuando todos vieron este milagro, dijeron: De veras este es el profeta que tenía que venir al mundo. Jesús se dio cuenta de que la gente quería llevárselo a la fuerza para hacerlo su rey. Por eso se fue a lo alto del cerro, para estar solo.

Al anochecer los discípulos de Jesús subieron a una barca, y comenzaron a cruzar el lago para ir al pueblo de Cafarnaúm. Ya había oscurecido totalmente, y Jesús todavía no había regresado. De pronto empezó a soplar un fuerte viento, y las olas se hicieron cada vez más grandes. Los discípulos ya habían navegado cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús caminar sobre el agua. Como Jesús se acercaba cada vez más a la barca, tuvieron miedo. Pero él les dijo: ¡Soy yo! ¡No tengan miedo! Los discípulos querían que Jesús subiera a la barca, pero muy pronto la barca llegó al lugar adonde iban.

Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del lago se enteró de que los discípulos se habían ido en la única barca que había, y de que Jesús no se había ido con ellos. Otras barcas llegaron de la ciudad de Tiberias, y se detuvieron cerca del lugar donde el Señor Jesús había dado gracias por el pan con que alimentó a la gente. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos venían esas barcas, decidió ir a buscarlo. Entonces subió a las barcas y cruzó el lago en dirección de Cafarnaúm.

La gente encontró a Jesús al otro lado del lago, y le preguntó: Maestro, ¿cuándo llegaste? Jesús respondió: Francamente, ustedes me buscan porque comieron hasta quedar satisfechos, y no por haber entendido los milagros que hice. No se preocupen tanto por la comida que se acaba, sino por la comida que dura y que da vida eterna. Esa es la comida que yo, el Hijo del hombre, les daré, y ya Dios mi Padre les ha mostrado que yo tengo autoridad.

La gente le preguntó: ¿Qué es lo que Dios quiere que hagamos? Jesús respondió: Lo único que Dios quiere es que crean en mí, que soy a quién él envió. Entonces le preguntaron: ´¿Qué milagros harás para que te creamos? ¡Danos una prueba! Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto. Según la Biblia, el maná es el pan del cielo.

Jesús les contestó: Les aseguro que no fue Moisés quien les dio el verdadero pan del cielo, sino Dios mi Padre. El pan que da vida es el que Dios ha enviado desde el cielo. Entonces la gente le dijo: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan que da vida. El que confía en mí nunca más volverá a tener hambre; el que creen en mí, nunca más volverá a tener sed. Como les dije, ustedes todavía no creen en mí, a pesar de que han podido verme. Todos los que mi Padre ha elegido para que sean mis seguidores vendrán a buscarme; y cuando vengan, yo no los rechazaré.

No bajé del cielo para hacer lo que yo quiera, sino para obedecer a Dios mi Padre, pues él fue quien me envió. Y mi Padre quiere estar seguro de que no se perderá ninguno de los que él eligió para ser mis seguidores. Cuando llegue el fin del mundo, haré que mis seguidores que hayan muerto vuelvan a vivir, que me ven y creen en mí, que soy su Hijo, tengan vida eterna.

Algunos judíos empezaron a hablar mal de Jesús, porque había  dicho que él era el pan que bajó del cielo. Decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José? ¡Nosotros conocemos a sus padres! ¿Cómo se atreve a decir que bajó del cielo? Jesús les respondió: Dejen ya de murmurar. Dios mi Padre me envió. Y si mi Padre no lo quiere, nadie puede ser mi seguidor. Y cuando llegue el fin, yo haré que mis seguidores vuelvan a vivir, para que estén con Dios para siempre. En uno de los libros de los profetas se dice: Dios enseñará a todos. Por eso, todos los que escuchan a mi Padre, y aprenden de él, se convierten en mis seguidores.

Como les he dicho, Dios mi Padre me envió, y yo y nadie más ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree en mí tendrá vida eterna. Yo puedo dar vida, pues soy el pan que da vida. Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, pero todos murieron.  El que cree en mí es como si comiera pan del cielo, y nunca estará separado de Dios. Yo he bajado del cielo, y puedo hacer que todos tengan vida eterna. Yo moriré para dar esa vida a los que creen en mí. Por eso les digo que mi cuerpo es ese pan que da vida; el que lo coma tendrá vida eterna.

Los judíos empezaron a discutir entre ellos, y se preguntaban: ¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo? Jesús les dijo: Yo soy el Hijo del hombre, y les aseguro que, si ustedes no comen mi cuerpo ni beben mi sangre, no tendrán vida eterna. Yo soy el pan que comieron mis antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. Jesús dijo todas estas cosas en la sinagoga de Cafarnaúm.

Cuando muchos de los seguidores de Jesús le oyeron enseñar esto, dijeron: Esto que dices es muy difícil de aceptar, ¿Quién puede estar de acuerdo contigo? Pero Jesús les respondió:¿Esto los ofende? Entonces, ¿qué sucedería si me vieran a mí, el Hijo del hombre, subir al cielo, donde antes estaba? El que da vida eterna es el Espíritu de Dios; ninguna persona puede dar esa vida. Las palabras que les he dicho vienen del espíritu que da esa vida. Pero todavía hay algunos de ustedes que no creen.

Jesús dijo esto porque, desde el principio,  sabía quiénes eran lo que no creían, y quién era el que lo iba a traicionar. También les dijo que nadie podía ser su seguidor si Dios su Padre no se lo permitía. Desde ese momento, muchos de los que seguían a Jesús lo abandonaron. Entonces Jesús les preguntó a sus doce apóstoles: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le contestó: ¿Y a quién seguiríamos, Señor? Sólo tus palabras dan vida eterna. Nosotros hemos creído en ti, y sabemos que tú eres el Hijo de Dios.

Jesús les dijo: A ustedes doce yo los elegí; sin embargo, uno de ustedes es un demonio. Jesús se refería a Judas hijo de Simón, el Iscariote. Porque Judas, que era uno de los doce, lo iba a traicionar.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe reconocer a Jesús como su rey, poner su confianza en Dios pues El envió a su único Hijo Jesús para dar su vida y salvar a la humanidad, por lo que para Dios lo más importante es que el hombre crea en su Hijo Jesús, quien bajo del cielo para dar su vida y salvar a la humanidad.

Así pues, es esencial que el hombre se sujete a la voluntad a Dios y obedezca su Palabra, que da vida, que da seguridad, que quita el hambre y la sed.

No obstante, lo importante es que el hombre obedezca sus preceptos y los cumpla en su cotidiano vivir, que muera a su “yo”, para que el hombre muera a su egoísmo y busque a Dios para que El le de un corazón nuevo y, por ende su vida sea transformada.

Así pues, el hombre debe despertar y levantarse y clamar a Dios, creer en El, porque su vida sea regenerada y nunca vuelva a estar separado de Dios.


Con Alta Estima,

…A ustedes los conozco muy bien, y sé que no aman a Dios.


Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una fiesta de los judíos. En Jerusalén, cerca de la entrada llamada ¨Portón de las Ovejas!, había una piscina con cinco entradas, que en hebreo se llamaba Betzatá. Allí, acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó: ¿Quieres que Dios te sane? El enfermo contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.

Jesús le dijo: Levántate, alza tu camilla y camina. En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar. Esto sucedió un sábado, que es el día de descanso obligatorio para los judíos. Por eso, unos jefes de los judíos le dijeron al hombre que había sido sanado: Hoy es sábado, y está prohibido que andes cargando tu camilla. Pero él les contestó: El que me sanó me dijo: Levántate, alza tu camilla y camina. Ellos preguntaron: ¿y quién te dijo que te levantaras y caminaras?

Pero el hombre no sabía quién lo había sanado, porque Jesús había desaparecido entre toda la gente que estaba allí. Más tarde, Jesús encontró a ese hombre en el templo, y le dijo: Ahora que estás sano, no vuelvas a pecar, porque te puede pasar algo peor. El hombre fue a ver a los jefes judíos, y les dijo que Jesús lo había sanado. Entonces ellos empezaron a perseguir a Jesús por hacer milagros los sábados.

¨Pero Jesús les dijo: Mi Padre nunca deja de trabajar, ni yo tampoco. Los jefes judíos se molestaron tanto que tuvieron aún más ganas de matar a Jesús. No lo querían porque, además de sanar a los enfermos en día sábado, decía que Dios era su Padre, y que por eso era igual a Dios.

Jesús les dijo: Les aseguro que yo, el Hijo de Dios, no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Sólo hago lo que veo que hace Dios, mi Padre. El me ama y me muestra todo lo que hace. Y me mostrará cosas aún más grandes, que a ustedes los dejarán asombrados. Porque así como mi Padre hace que los muertos vuelvan a vivir, así también yo le doy vida a quien quiero. Y mi Padre no juzga a nadie. Es a mí, que soy su Hijo, a quien le ha dado ese poder, para que todos me honren como lo honran a él. Cuando alguien no me honra, tampoco honra a mi Padre, que me envió.

Les aseguro que todo el que preste atención a lo que digo, y crea en Dios, que fue quien me envió, tendrá vida eterna. Aunque antes haya vivido alejado de Dios, ya no será considerado, pues habrá recibido la vida eterna. Una cosa es cierta: ahora es cuando los que viven alejados de Dios me oirán a mí, que soy su Hijo. Si me obedecen, tendrán la vida eterna. Porque Dios, mi Padre, tiene el poder para dar la vida, y a mí me ha dado ese poder. También me ha dado autoridad para juzgar, pues yo soy el Hijo del hombre.

No se sorprendan de lo que les digo, porque va a llegar el momento en que los muertos oirán mi voz, y saldrán de las tumbas. Entonces, los que hicieron lo bueno volverán a vivir, y estarán con Dios para siempre; pero los que hicieron lo malo volverán a vivir para ser castigados.

Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Mi Padre me envió, y él me dice cómo debo juzgar a las personas. Por eso yo juzgo correctamente, porque no hago lo que yo quiero, sino lo que mi Padre me ordena hacer. Si yo hablara bien de mí mismo, ustedes dirían que miento. Pero conozco a alguien que dirá quién soy yo, y que confirmará que yo digo la verdad. Cuando ustedes enviaron mensajeros a Juan, él les dijo la verdad. Las enseñanzas de Juan fueron como una lámpara encendida en la oscuridad, y por un tiempo ustedes se alegraron de escucharlas.

Pero yo no necesito que nadie hable bien de mí. Si he mencionado a Juan, ha sido sólo para que ustedes crean y Dios los salve. Yo puedo probarles que de verdad mi Padre me ha enviado. Así lo prueba  todo lo que hago, y ni siquiera Juan puede ser mejor testigo. Porque yo hago las cosas que mi Padre me envió a hacer.

Mi Padre me ha enviado, y él también habla bien de mí. Lo que pasa es que ustedes nunca lo han oído hablar, ni lo han visto cara a cara. Ustedes no aceptan su mensaje, pero no han creído en mí, que he sido enviado por él. Ustedes estudian la Biblia con mucho cuidado porque creen que así alcanzarán la vida eterna. Sin embargo, a pesar de que la Biblia habla bien de mí, ustedes no quieren creer en mí para alcanzar la vida eterna. A mí no me interesa que la gente hable bien de mí. Además, a ustedes los conozco muy bien, y sé que no aman a Dios. El es mi Padre, y me ha enviado, pero ustedes no me han aceptado.  Sin embargo, a quien viene por su propia cuenta, ustedes sí lo reciben. ¡Cómo van a creerme, si les gusta que sea la gente la que hable bien de ustedes, y no el Dios único!

No crean que yo voy a acusarlos con mi Padre. Ustedes han confiado en lo que Moisés escribió, y será Moisés quien los acuse. Si le creyeran a Moisés, también creerían en mí, pues él escribió acerca de mí. Pero sí no creen en lo que él escribió, ¿cómo van a creer en lo que yo les digo?

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe aceptar al Señor Jesús para que habite en su ser interior pero es necesario que tenga un corazón limpio y para ello el hombre debe arrepentirse de todo lo incorrecto que ha hecho a lo largo de su vida y entonces Dios le perdonara y lo sanará y, por ende su vida será transformada, pero sabes, esta es una decisión voluntaria que el hombre debe tomar.

Por tanto, lo fundamental es que el hombre crea en Dios, con un corazón humilde y una actitud verdadera que honre a Dios en todo lugar.

No obstante, el hombre debe vivir apegado a la Palabra de Dios, obedecer sus enseñanzas y hacer todo lo bueno, lo que es agradable a Dios; de lo contrario, es muy difícil que el hombre pueda lograrlo pues bajo la fuerza humana es imposible, sólo asido de la mano de Dios el hombre puede enderezar su camino.

Asimismo, el hombre debe guiar su senda por esa luz divina que es la Palabra de Dios y así su vida será edificada y puede seguir el camino correcto.

Así pues, el hombre debe hacer cambios en su manera de conducirse pues Dios conoce el corazón de cada ser humano, El sabe que el hombre vive en la oscuridad pues se deja llevar por las cosas mundanas, pero el tiempo apremia, el hombre debe despertar y volverse a Dios, que ame a Dios en espíritu y verdad.


Con Alta Estima,

sábado, 17 de enero de 2015

Y sabemos que en verdad él es el Salvador del mundo.


Los fariseos se enteraron de que el número de seguidores de Jesús aumentaba cada día más, y de que Jesús bautizaba más que Juan el Bautista. Cuando Jesús se dio cuenta de que los fariseos se habían enterado de eso, salió de la región de Judea y regresó a Galilea. En el viaje, tenía que pasar por Samaria. En esa región llegó a un pueblo llamado Sicar. Cerca de allí había un pozo de agua que hacía mucho tiempo había pertenecido a Jacob. Cuando Jacob murió, el nuevo dueño del terreno donde estaba ese pozo fue su hijo José.

Eran como las doce del día, y Jesús estaba cansado del viaje. Por eso se sentó a la orilla del pozo, mientras los discípulos iban al pueblo a comprar comida. En eso, una mujer de Samaria llegó a sacar agua del pozo. Jesús le dijo a la mujer: Dame un poco de agua. Como los judíos no se llevaban bien con los de Samaria, la mujer le preguntó: ¡Pero si usted es judío! ¿Cómo es que me pide agua a mí, que soy samaritana?

Jesús le respondió: Tú no sabes lo que Dios quiere darte, y tampoco sabes quién soy yo. Si lo supieras, tú me pedirías agua, y yo te daría el agua que da vida. La mujer le dijo: Señor, ni siquiera tiene usted con qué sacar agua de este pozo profundo. ¿Cómo va a darme esa agua? Hace mucho tiempo nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo. El, sus hijos y sus rebaños bebían agua de aquí, ¿Acaso es usted más importante que Jacob?

Jesús le contestó: Cualquiera que bebe del agua de este pozo vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna. Entonces la mujer le dijo: Señor,  déme usted de esa agua, para que yo no vuelva a tener sed, ni tenga que venir aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve a llamar a tu esposo y regresa aquí con él. No tengo esposo respondió la mujer. Jesús le dijo: Es cierto, porque has tenido cinco, y el hombre con el ahora vives no es tu esposo.

Al oír esto, la mujer le dijo: Señor, me parece que usted es un profeta. Desde hace mucho tiempo mis antepasados han adorado a Dios en este cerro, pero ustedes los judíos dicen que se debe adorar a Dios en Jerusalén. Jesús le contestó: Créeme, mujer, pronto llegará el tiempo cuando, para adorar a Dios, nadie tendrá que venir a este cerro ni ir a Jerusalén. Ustedes los samaritanos no saben a quién adoran. Pero nosotros los judíos sí sabemos a quién adoramos. Porque el salvador saldrá de los judíos. Dios es espíritu, y los que lo adoran para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!
La mujer le dijo: Yo sé que va a venir el Mesías, a quien también llamamos el Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy el Mesías. Yo soy, el que habla contigo. En ese momento llegaron los discípulos de Jesús, y se extrañaron de ver que hablaba con una mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué conversaba con ella.

La mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y la dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que sabe todo lo que he hecho en la vida. ¡Podría ser el Mesías! Entonces la gente salió del pueblo y fue a buscar a Jesús.

Mientras esto sucedía, los discípulos le rogaban a Jesús: Maestro, por favor, come algo. Pero él les dijo: Yo tengo una comida que ustedes no conocen. Los discípulos se preguntaban: ¿Será que alguien le trajo comida? Pero Jesús les dijo: Mi comida es obedecer a Dios, y completar el trabajo que él me envió a hacer.

Después de sembrar el trigo, ustedes dicen: Dentro de cuatro meses recogeremos la cosecha. Fíjense bien, toda esa gente que viene es como un campo de trigo que ya está listo para la cosecha. Dios premiará a los que trabajan recogiendo toda esa cosecha de gente, pues todos tendrán vida eterna. Así, el que sembró el campo y los que recojan la cosecha se alegrarán juntos. Es cierto lo que dice el refrán: Uno es el que siembra, y otro el que cosecha. Yo los envio a cosechar lo que a ustedes no les costó ningún trabajo sembrar. Otros invitaron a toda esta gente a venir, y ustedes se han beneficiado del trabajo de ellos.

Mucha gente que vivía en ese pueblo de Samaria creyó en Jesús, porque la mujer le había dicho: El sabe todo lo que he hecho en la vida. Por eso, cuando la gente del pueblo llegó a donde estaba Jesús, le rogó que se quedara con ellos. El se quedó allí dos días, y muchas otras personas creyeron al oír lo que él decía. La gente le dijo a la mujer: ahora creemos, no por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído. Y sabemos que en verdad él es el Salvador del mundo.

Algunos no trataban bien a Jesús cuando él les hablaba. Por eso Jesús dijo una vez: A ningún profeta lo reciben bien en su propio pueblo. Después de estar dos días en aquel pueblo de Samaria, Jesús y sus discípulos salieron hacia la región de Galilea. La gente de Galilea lo recibió muy bien, porque habían estado en la ciudad de Jerusalén para la fiesta de Pascua, y habían visto todo lo que Jesús hizo en aquella ocasión.

Más tarde, Jesús regresó al pueblo de Caná, en Galilea, donde había convertido el agua en vino. En ese pueblo había un oficial importante del rey Herodes Antipas. Ese oficial tenía un hijo enfermo en el pueblo de Cafarnaúm. Cuando el oficial supo que Jesús había viajado desde la región de Judea a Galilea, fue y le pidió que lo acompañara a su casa y sanara a su hijo, pues el muchacho estaba a punto de morir. Jesús le contestó: Ustedes sólo creen en Dios si ven señales y milagros.

Pero el oficial insistió: Señor, venga usted pronto a mi casa, antes de que muera mi hijo. Jesús le dijo: Regresa a tu casa. Tu hijo vive. El hombre creyó lo que Jesús dijo,  y se fue. Mientras regresaba a su casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: ¡Su hijo vive! El oficial les preguntó a qué hora el muchacho había empezado a sentirse mejor, y ellos respondieron: La fiebre se le quitó ayer a la una de la tarde.

El padre del muchacho recordó que a esa misma hora, Jesús le había dicho: Regresa a tu casa. Tu hijo vive. Por eso, el oficial del rey y toda su familia creyeron en Jesús. Esta fue la segunda señal que Jesús hizo en Galilea al volver de Judea.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe tener como prioridad, aceptar a Jesús en su vida que deposite su carga en El y Dios le muestre su infinito amor, aliviane su carga y renueve su fuerza  y Dios hará que el hombre vea resultados sorprendentes, pero lo esencial es que el hombre muestre su fidelidad a Dios, con obediencia a su Palabra,  y entonces entenderá que Jesús ofrece agua que da vida, que quita la sed y  ese vacío que el hombre siente  sólo con Jesús en su corazón  puede saciar esos anhelos.

No obstante, es necesario que el hombre purifique su pensamiento y su corazón, que se arrepienta verdaderamente de sus transgresiones, y Dios le perdonará, pero sabes, al nacer de nuevo, el hombre cree en Jesús como su salvador y El habita en su corazón y le  ayuda al hombre a desarrollar una buena conciencia, a que alcance integridad en todo su ser y, por ende el Espíritu de Dios le dará poder y lo guiará a alcanzar el discernimiento de lo que es correcto.

Ahora bien, es importante que cada persona obedezca los mandatos de Dios, que siembre su Palabra en cada persona que se vuelva a Dios para que  sea llena de su conocimiento, su fe sea fortalecida y el poder de Dios se perfeccione en cada hombre sincero y humilde que cree en El y extienda el reino de Dios a todo aquel que no lo conoce.

Ahora bien, el tiempo está cerca y el hombre debe estar atento, con una voluntad firme se prepare cada día para que siga  el camino correcto, y como resultado pueda tomar decisiones sabias, pues la sabiduría viene de lo Alto, sólo la da Dios.


Con Alta Estima,

viernes, 16 de enero de 2015

... Cuando el Hijo habla, el que habla es Dios mismo…

 Una noche, un fariseo llamado Nicodemo, que era líder de los judíos, fue a visitar a Jesús y le dijo: Maestro, sabemos que Dios te ha enviado a enseñarnos, pues nadie podría hacer los milagros que tú haces si Dios no estuviera con él. Jesús le dijo: Te aseguro que si una persona no nace de nuevo no podrá ver el reino de Dios. Nicodemo le preguntó: ¿Cómo puede volver a nacer alguien que ya es viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el vientre de su madre? Jesús le respondió: Te aseguro que si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Todos nacen de padres humanos; pero los hijos de Dios sólo nacen del Espíritu. No te sorprendas si te digo que hay que nacer de nuevo.  El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así también sucede con todos los que nacen del Espíritu.

Nicodemo volvió a preguntarle: ¿Cómo puede suceder esto? Jesús le contestó: Tú eres un maestro famoso en Israel, y ¿no lo sabes? Te aseguro que nosotros sabemos lo que decimos, porque lo hemos visto; pero ustedes no creen lo que les decimos. Si no me creen cuando les hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo me creerán si les hablo de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino solamente el que bajó de allí, es decir, yo, el Hijo del hombre.

Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, y del mismo modo yo, el Hijo del hombre, tengo que ser levantado en alto, para que todo el que crea en mí tenga vida eterna. Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna.

Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla. El que cree en mí, que soy el Hijo de Dios, no será condenado por Dios. Pero el que no cree ya ha sido condenado, precisamente por no haber creído en el Hijo único de Dios. Y así es como Dios juzga; yo he venido al mundo, y soy la luz que brilla en la oscuridad, pero como la gente hacía lo malo prefirió más la oscuridad que la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella, para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que prefieren la verdad si se acercan a la luz, pues quieren que los demás sepan que obedecen todos los mandamientos de Dios.

Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea, y estuvo allí algún tiempo con ellos bautizando a la gente. En ese tiempo Juan el Bautista todavía no había sido encarcelado, y también estaba bautizando en el pueblo de Enón, cerca de un lugar llamado Salim. En Enón había mucha agua, y la gente buscaba a Juan para que él los bautizara. Entonces  algunos discípulos de Juan comenzaron a discutir con un judío acerca de una ceremonia de purificación. Entonces  fueron a ver a Juan y le dijeron: Maestro, ¿recuerdas a aquel quien nos hablaste, el que estaba contigo al otro lado del río Jordán? Pues bien, ahora él está bautizando y todos lo siguen.

Juan les contestó: Nadie puede hacer algo si Dios no se lo permite. Ustedes mismos me escucharon decir claramente que yo no soy el Mesías, sino que fui enviado antes que él para prepararlo todo. En una boda, el que se casa es el novio, y el mejor amigo del novio se llena de alegría con sólo escuchar su voz. Así de alegre estoy ahora, porque el Mesías está aquí.  El debe tener cada vez más importancia, y yo tenerla menos.

El Hijo de Dios viene del cielo, y es más importante que todos los que vivimos aquí en la tierra y hablamos de las cosas que aquí suceden. El que viene del cielo es más importante, y habla de lo que ha visto y oído en el cielo. Sin embargo, muchos no quieren  creer en lo que él dice. Pero si alguien le cree, reconoce que Dios dice la verdad, ya que cuando el Hijo habla, el que habla es Dios mismo, porque Dios le ha dado todo el poder de su Espíritu.

Dios, el Padre, ama al Hijo, y le ha dado poder sobre todo el universo. El que cree en el Hijo tiene la vida eterna, pero el que no obedece al Hijo no tiene la vida eterna, sino que ha sido condenado por Dios.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre que busca a Dios,  cree en las enseñanzas del Señor Jesús y acepta que es Dios mismo quien habla; pero el hombre que se acerca,  antes debe arrepentirse verdaderamente y nacer de nuevo, con un corazón nuevo y purificado, aceptar que Dios envió a su único Hijo Jesús para dar su vida y redimir a la humanidad.

No obstante, el hombre obediente a la Palabra de Dios logrará una transformación, y, por ende una mente renovada, con un corazón de carne que ame a Dios y El pondrá su Espíritu en cada persona que lo acepta como su salvador y, por ende el Espíritu obrará en todo aquel que en El cree.

Entonces,  el hombre mostrará su fe al Creador, su fidelidad a Dios obedeciendo su Palabra, que es fuente de vida, para que cada ser humano sea restaurado y cambie su manera de vivir.

Pero sabes, el tiempo apremia, es hora de que el hombre se apresure y se vuelva a Dios, que con un corazón contrito y humillado, busque la luz que es Jesucristo  pues Dios le ha dado todo poder y, entonces el hombre podrá ser luz a otros y tenga vida eterna.


Con Alta Estima.

jueves, 15 de enero de 2015

¡La casa de Dios, mi Padre, no es un mercado!


Tres días después María, la madre de Jesús, fue a una boda en un pueblo llamado Caná, en la región de Galilea. Jesús y sus discípulos también habían sido invitados. Durante la fiesta de bodas se acabó el vino. Entonces María le dijo a Jesús: Ya no tienen vino. Jesús le respondió: Madre, ese no es asunto nuestro. Aún no ha llegado el momento de que yo les diga quién soy.

Entonces María les dijo a los sirvientes: Hagan todo lo que Jesús les diga. Allí había seis grandes tinajas para agua, de las que usan los judíos en sus ceremonias religiosas. En cada tinaja cabían unos cien litros. Jesús les dijo a los sirvientes: Llenen de agua esas tinajas. Los sirvientes llenaron las tinajas hasta el borde. Luego Jesús les dijo: Ahora, saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta, para que lo pruebe. Así lo hicieron. El encargado de la fiesta probó el agua que había sido convertida en vino, y se sorprendió, porque no sabía de dónde había salido ese vino. Pero los sirvientes sí lo sabían.

Enseguida el encargado de la fiesta llamó al novio y le dijo: Siempre se sirve primero el mejor vino, y luego, cuando ya los invitados han bebido bastante, se sirve el vino corriente. Tú, en cambio, has dejado el mejor vino para el final. Jesús hizo esta primera señal en Caná de Galilea. Así empezó a mostrar el gran poder que tenía, y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, Jesús fue con su madre, sus hermanos y sus discípulos al pueblo de Cafarnaúm, y allí se quedaron unos días.

Como ya se acercaba la fiesta de los judíos llamada la Pascua, Jesús fue a la ciudad de Jerusalén. Allí, en el templo, encontró a algunos hombres vendiendo bueyes, ovejas y palomas; otros estaban sentados a sus mesas, cambiando monedas extranjeras por monedas judías. Al ver esto, Jesús tomó unas cuerdas, hizo un látigo con ellas, y echó a todos fuera del templo, junto con sus ovejas y bueyes. También arrojó al piso las monedas de los que cambiaban dinero, y volcó sus mesas. Y a los que vendían palomas  les ordenó: Saquen esto de aquí. ¡La casa de Dios, mi Padre, no es un mercado!
Al ver esto, los discípulos recordaron el pasaje de la Biblia que dice; El amor que siento por tu templo me quema como un fuego. Luego, los jefes de los judíos le preguntaron a Jesús: ¿Con qué autoridad haces esto? Jesús les contestó: Destruyan este templo, y en sólo tres días volveré a construirlo.

Los jefes respondieron: Para construir este templo fueron necesarios cuarenta y seis años, ¿y tú crees poder construirlo en tres días? Pero Jesús estaba hablando de su propio cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, los discípulos recordaron que él había dicho esto. Entonces creyeron lo que dice la Biblia y lo que Jesús había dicho.

Mientras Jesús estaba en la ciudad de Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él porque vieron los milagros que hacía. Pero Jesús no confiaba en ellos, ni necesitaba que le dijeran nada de nadie, porque los conocía a todos y sabía lo que pensaban.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe ser respetuoso de la Casa de Dios, reconocer su poder, mostrar a Dios una actitud humilde, un corazón sincero y verdadero, arrepentido  para que Dios perdone los pecados cometidos.

No obstante, el hombre debe creer en Dios de manera que su fe crezca cada día, desarrolle una conciencia buena para que logre una comunión íntima con Dios y tengar una relación personal con El.

Por tanto, el hombre debe asirse de la mano de Dios, mostrando dependencia de El para que pueda vencer lo adverso.

Ahora bien, es tiempo de que el hombre se apure y se vuelva a Dios, que lo reconozca como su salvador,  que establezca su reino en su corazón, en su ser interior; por lo cual, es importante que el hombre cuide su cuerpo, pues es el templo de Dios, que no lo profane con actividades que no edifiquen su vida, pues sabes, el maligno está al asecho y el hombre debe apegarse a la Palabra de Dios para que mantenga esa Paz interior que sólo Jesucristo otorga.  


Con Alta Estima,

miércoles, 14 de enero de 2015

Gracias a lo que el Hijo de Dios es, hemos recibido muchas bendiciones.

Antes de que todo comenzara ya existía aquel que es la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Cuando Dios creó todas las cosas, allí estaba la Palabra. Todo fue creado por la Palabra, y sin la Palabra nada se hizo. De la Palabra nace la vida, y la Palabra, que es la vida, es también nuestra luz. La luz alumbra en la oscuridad, ¡Y nada puede destruirla!

Dios envió a un hombre llamado Juan, para que hablara con la gente y la convenciera de creer en la luz. Juan no era la luz, él sólo vino para mostrar quién era la luz. Y la luz verdadera pronto llegaría a este mundo. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo. Dios creó el mundo por medio de aquel que es la Palabra, pero la gente no lo reconoció. La Palabra vino a vivir a este mundo, pero su pueblo no la aceptó. Pero aquellos que la aceptaron y creyeron en ella, llegaron a ser hijos de Dios. Son hijos de Dios por voluntad divina, no por voluntad humana. Aquel que es la Palabra habitó  entre nosotros y fue como uno de nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único de Dios, pues nos ha mostrado todo el amor y toda la verdad.

Juan habló de aquel que era la Palabra, y anunció: Ya les había dicho que él estaba por llegar. El es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo existiera. Dios nos dio a conocer sus leyes por medio de Moisés, pero por medio de Jesucristo nos hizo conocer el amor y la verdad. Nadie ha visto a Dios jamás; pero el Hijo único, que está más cerca del Padre, y que es Dios mismo, nos ha enseñado como es él. Gracias a lo que el Hijo de Dios es, hemos recibido muchas bendiciones.
Los jefes de los judíos que vivían en Jerusalén enviaron a algunos sacerdotes, y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió No; no soy Elías. Pero los sacerdotes y sus acompañantes insistieron: ¿Eres tú el profeta que Dios iba a enviar? No, dijo Juan. Finalmente, le dijeron: Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. Dinos, ¿quién eres tú? Juan les hizo recordar: Yo soy el que grita en el desierto: Prepárenle el camino al Señor.
Entonces los mensajeros de los  fariseos le dijeron a Juan: Si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? Juan contestó: Yo bautizo con agua. Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen. Aunque yo he llegado antes, él es más importante que yo, y ni siquiera merezco ser su esclavo. Todo esto pasó en el pueblo de Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba.

Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente: Aquí viene el Cordero de Dios que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados. Yo me refería a él cuando dije: Después de mí, viene uno que es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo naciera. Yo no sabía quién era, pero Dios me mandó a bautizar con agua para que todos puedan conocerlo.

Yo vi, cuando el Espíritu de Dios bajaba del cielo en forma de paloma y se colocaba sobre él. No sabía yo quién era él, pero Dios me dijo: Conocerán al que bautiza con el Espíritu Santo cuando veas que mi Espíritu baja y se coloca sobre él. Ahora lo he visto, y les aseguro que él es el Hijo de Dios.
Al día siguiente, Juan estaba  en el mismo lugar con dos de sus discípulos. Cuando vio que Jesús pasaba por allí, les dijo:¡Miren aquí viene el Cordero de Dios. Al oír eso, los dos discípulos lo siguieron. Jesús se dio vuelta y, al ver que lo seguían, les preguntó qué querían. Ellos le preguntaron: ¿Dónde vives, Maestro? Síganme y lo verán, contestó Jesús.

Ellos fueron y vieron dónde vivía Jesús: y como eran casi las cuatro de la tarde, se quedaron con él por el resto del día. Uno de ellos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Cuando los encontró, le dijo:  ¡Hemos encontrado al Mesías, es decir, al Cristo! Entonces Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús. Cuando Jesús vio a Simón, le dijo: Tú eres, Simón, hijo de Juan, pero ahora te vas a llamar Cefas, es decir, Pedro.

Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Allí encontró a Felipe, que era de Betsaida, el pueblo donde vivían Andrés y Pedro. Jesús le dijo a Felipe: Sígueme. Luego, Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo: Hemos encontrado a aquel  de quien Moisés escribió en la Biblia, y del que también hablan los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José.

Natanael  preguntó: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Ven y lo verá, contestó Felipe. Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: Aquí viene un verdadero israelita, un hombre realmente sincero. Natanael le preguntó: ¿cómo es qué me conoces? Jesús le respondió: Me fijé en ti cuando estabas bajo la higuera, antes que Felipe te llamara. Entonces Natanael respondió: Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios y el rey de Israel! Jesús le dijo: ¿Crees esto sólo porque dije que te vi debajo de la higuera? Pues todavía verás cosas más sorprendentes que estas.

Y luego les dijo a todos: Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y verán también a los ángeles de Dios subir y bajar sobre mí, que soy el Hijo del hombre.

Aquí puedes darte cuenta que Dios es un solo Dios verdadero con tres personas distintas, Dios envía a Jesús, su unigénito Hijo al mundo hecho carne para redimir al hombre que cree en Dios y perdonar sus pecados.

No obstante, Dios muestra a Jesús como el Hijo del hombre, pues el hombre debe entender que Jesucristo fue cien por ciento hombre y cien por ciento Dios, en El no hubo pecado, siempre obedeció e hizo la voluntad del Padre.

Por tanto, lo fundamental es que el hombre perciba que Dios es luz, que su Palabra da vida,  es la única que muestra el camino correcto, es la que guía a esa la luz divina que es Jesucristo, quien es el mediador entre Dios y el hombre.

Ahora es el tiempo que el hombre debe cambiar su manera de vivir y que cada persona que le ame abra su corazón y reciba el Espíritu de Dios para que siga recibiendo abundantes bendiciones.

Con Alta Estima,