Dios me dio este mensaje para los israelitas: Yo soy el
Dios todopoderoso. Yo fui quien extendió los cielos y afirmó las bases de la
tierra. Yo soy quien dio vida a todos los seres humanos. Cuando las naciones
vecinas quieran atacar a Jerusalén y a las ciudades de Judá, yo las haré
fracasar. Su ataque será tan torpe que mi pueblo pensará que están borrachos.
Cuando llegue ese día, todas las naciones se unirán para
acabar con Jerusalén. Pero yo haré que Jerusalén sea como una piedra enorme;
¡todo el que trate de moverla será aplastado por ella! Yo estaré vigilando al
pueblo de Judá, así que ese día dejaré ciegos a todos los caballos de las
naciones, y espantaré a sus jinetes. Cuando los jefes de Judá vean esto, dirán
convencidos: ¡El único Dios todopoderoso es el Dios de los que vivimos en
Jerusalén! ¡Nuestro Dios es nuestra fortaleza!
Ese día convertiré a los jefes de Judá en fuego, y con
ese fuego consumiré por completo a todas las naciones vecinas, pero a la ciudad
de Jerusalén no le pasará nada. Salvaré a las familias de Judá, pues para mí
son tan importantes como la familia de David y como los que viven en Jerusalén.
Que nadie piense lo contrario.
Yo estoy dispuesto a destruir a cualquier nación que
ataque a Jerusalén. De tal manera protegeré a sus habitantes que, ese día, los
más débiles entre ellos serán tan poderosos como David; además, los
descendientes de David volverán a gobernar como si mi propio ángel los
dirigiera.
Yo haré que los descendientes de David oren y se pongan
muy tristes al mirar al que atravesaron con una lanza. También haré que lloren
los habitantes de Jerusalén. Y será tan grande su tristeza que llorarán como si
hubieran perdido a su único hijo. Ese día llorarán en Jerusalén, como cuando
lloran la muerte del dios Hadad-rimón en la llanura de Meguido. Todos en el
país estarán de luto, y cada familia llorará por separado. Llorarán hombres y
mujeres entre los descendientes de David, Natán, Leví y Simí, y entre todas las
demás familias.
Aquí puedes darte cuenta, que Dios es todopoderoso, El da
vida a todos los seres humanos, por lo tanto, Dios es nuestra fortaleza.
No obstante, es tiempo de que el hombre se vuelva a Dios,
que acepte a Jesucristo como su salvador, quien dio su vida para redimir los
pecados del hombre, pero sabes, es ahora el momento de que el hombre tome esa
decisión, de que acepte a Jesús como su rey para que gobierne su vida.
Con Alta Estima,