Yo, Míqueas, soy un miserable, y quisiera calmar mi
apetito. Ando en busca de uvas o higos, pero no encuentro nada que comer; ya
todo lo han cosechado.
Ya no hay en este mundo gente y que ame a Dios, unos a
otros se hacen daño. Sólo esperan el momento de matarse unos a otros.
Los gobernantes y los jueces exigen dinero para favorecer
a los ricos. Los poderosos dicen lo que quieren y siempre actúan con falsedad.
¡Son unos maestros para hacer lo malo! ¡El más bueno y honrado de ellos es peor
que una mata de espinos! Pero ya está cerca el día en que Dios los castigará,
tal como lo anunciaron los profetas. ¡Ese día no sabrán qué hacer!
Por eso, no confíen en nadie ni crean en lo que otros les
digan. Tengan cuidado de lo que hablan, porque los hijos y las hijas no
respetan a sus padres, las nueras desprecian a sus suegras, y nuestros peores
enemigos los tenemos en la familia. ¡Por eso no confíen en nadie, ni en su
propia esposa!
Yo, por mi parte, pondré mi confianza en Dios. El es mi
salvador, y sé que habrá de escucharme.
Los israelitas dijeron: Babilonia, nación enemiga, no te
alegres de vernos en desgracia. Fuimos derrotados, pero volveremos a
levantarnos; ahora estamos en graves problemas, pero el Dios de Israel nos
salvará.
Es verdad que pecamos contra Dios; por eso soportamos su
castigo. Pero un día habrá de juzgarnos, y entonces nos hará justicia y nos
hará gozar de su salvación.
Babilonia, enemiga nuestra, tú preguntabas por nuestro
Dios; ¡pues vas a quedar en vergüenza cuando veas lo que hará por nosotros! ¡Ya
nos alegraremos al verte pisoteada como el barro de las calles!
Jerusalén, ya está cerca el día en que tus muros serán
reconstruidos y tu territorio será extendido. Ya está cerca el día en que tus
muros serán reconstruidos y tu territorio será extendido. Ya está cerca el día
en que vendrán a visitarte pueblos de todas partes: vendrán de Asiria y de Egipto,
el río Nilo y del río Eufrates , de un mar a otro mar, de una montaña a otra
montaña; porque el territorio de esos países quedará hecho un desierto por los
pecados de sus habitantes.
Dios nuestro, cuida de tu pueblo; cuida de este rebaño
tuyo. Aunque vivimos en tierras fértiles parecemos ovejas perdidas en el
bosque. Tú eres nuestro pastor, ven y ayúdanos como lo hiciste en otros
tiempos. Aliméntanos con lo mejor que nos ofrecen las regiones de Basán y de
Galaad.
Muéstranos tus grandes acciones, como cuando nos sacaste
de Egipto. ¡Haz que las naciones poderosas las vean y se queden asombradas!
¡Haz que de la sorpresa no sepan qué hacer ni qué decir!
Dios nuestro, ¡obliga a esas naciones a arrastrarse por
el suelo, como lo hacen las serpientes! ¡Obliga a esos pueblos a salir de sus
refugios, para que llenos de miedo se humillen ante ti!
No hay otro Dios como tú. Somos pocos los que quedamos
con vida. Tú perdonas nuestra maldad y olvidas nuestro pecado. Tan grande es tu
amor por nosotros que tu enojo no dura para siempre. ¡Vuelve a compadecerte de
nosotros, y arroja todos nuestros pecados a lo más profundo del mar! Déjanos
disfrutar de tu amor y fidelidad, porque así lo prometiste a Abraham, a Jacob, y a todos nuestros
antepasados.
Aquí puedes darte cuenta que es tiempo que el hombre
despierte y busque a Dios, que lo acepte en su corazón para que el habite en su
ser interior pero es necesario que reflexione y se arrepienta verdaderamente, pues
es una decisión voluntaria que cada persona debe tomar para que Dios le libere
de sus pecados pues sabes, Dios es un Dios compasivo, El no sólo perdona los
pecados sino que los borra y los
deposita a lo más profundo del mar.
Por lo tanto, es prioridad que el hombre crea en Dios,
que humildemente reconozca al Señor como su Salvador, que cambie su manera de
vivir, que se apegue a su Palabra y su vida será restaurada, pues Dios es un
Dios justo y tan grande es su amor que olvida los pecados que el hombre comete.
¡Urge! Que el hombre se vuelva a Dios y le muestre
fidelidad
Con Alta Estima,
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