viernes, 31 de octubre de 2014

Ustedes están confundidos y no confían en Dios…


Seis días después, Jesús llevó a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan hasta un cerro alto, para estar solos. Frente a ellos, Jesús se transformó: Su cara brillaba como el sol, y su ropa se puso tan blanca como la luz del mediodía.

Luego los tres discípulos vieron aparecer a Moisés y al profeta Elías, y ellos conversaban con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: Señor, ¡qué bueno que estemos aquí! Si quieres, voy a construir tres enramadas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.

Mientras Pedro hablaba, una nube brillante vino y se detuvo sobre ellos. Desde la nube se oyó una voz que decía: Este es mi Hijo, yo lo amo mucho y estoy muy contento con él. Ustedes deben obedecerlo. Al oír esto, los discípulos se tiraron al suelo, y no se atrevían a mirar, pues tenían mucho miedo. Jesús se acercó, los tocó y les dijo: Levántense y no tengan miedo.

Cuando los discípulos se levantaron, vieron que Jesús estaba solo. Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó: No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que yo, el hijo del hombre, haya muerto y resucitado. Los discípulos le preguntaron: ¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el profeta Elías va a venir antes que el Mesías? Jesús les respondió: Eso es verdad. Elías viene primero, para prepararlo todo. Sin embargo, les aseguro que Elías ya vino; pero la gente no lo reconoció, y lo trataron como quisieron. A mí, el Hijo del hombre, también me tratarán así, y sufriré mucho. Los tres discípulos entendieron que Jesús estaba hablando de Juan el Bautista. 

Cuando llegaron a donde estaba la gente, un hombre se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: ¡Señor, ten compasión de mi hijo y ayúdalo! Está muy enfermo y sufre de terribles ataques. Muchas veces, cuando le da un ataque, cae al fuego o al agua. Lo traje para que tus discípulos lo sanaran, pero no han podido hacerlo.

Jesús contestó: Ustedes están confundidos y no confían en Dios. ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho! Jesús reprendió al demonio que estaba en el muchacho, y lo obligó a salir. El muchacho quedó sano. Poco después, los discípulos llamaron a Jesús aparte y le preguntaron: ¿Por qué nosotros no pudimos sacar ese demonio?

Jesús les respondió: Porque ustedes no confían en Dios. Les aseguro que si tuvieran una confianza tan pequeña como un grano de mostaza, podrían ordenarle a esta montaña que se moviera de su lugar, y los obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes¡

Mientras viajaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo a sus discípulos: Mis enemigos me van a traicionar, y me matarán. Pero yo, el Hijo del hombre, resucitaré al tercer día. Al oír eso, los discípulos se pusieron muy tristes.

Cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a preguntarle a Pedro: ¿Paga tu maestro el impuesto para el templo? Pedro contestó: Sí, lo paga. Cuando Pedro entró en la casa donde estaban todos, Jesús le habló primero y le dijo: Dime, Pedro, ¿a quiénes cobran los reyes impuestos y contribuciones? ¿A los ciudadanos de su reino, o a los extranjeros?

Pedro contestó: A los extranjeros. Jesús dijo: Entonces, los ciudadanos del reino no tienen que pagar impuestos. Sin embargo, para que estos cobradores no se enojen, ve al mar y echa tu anzuelo. Ábrele la boca al primer pez que saques, y allí encontrarás una moneda. Toma ese dinero, y paga mi impuesto y el tuyo.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre al aceptar a Jesús en su corazón, pone su confianza en El y entonces el hombre puede tener autoridad en hacer las cosas pues el Espíritu de Dios estará con él.
Lo esencial, es que el hombre muestre obediencia a Dios, que sacie su hambre a través de su Palabra, pues ésta es la verdad, es la luz que guía para que el hombre siga el camino recto.

Así es que el tiempo apremia, es el momento que el hombre se arrepienta de todo lo malo, que muera al “yo” y pida perdón al Señor. Es hora de que el hombre busque a Dios, que cambie su manera de pensar, que se apegue a su Palabra para que avive su fe en Jesucristo y pueda avanzar en su vida espiritual.

Mientras tanto, el hombre no debe estar confundido, debe tener su mirada puesta en Jesús y dependiendo de la confianza en Dios, como el espíritu de Dios está en él, el hombre por fe puede tener poder para hacer todo posible.


Con Alta Estima,

martes, 28 de octubre de 2014

¡Que poco confían en Dios!


Algunos de los fariseos y de los saduceos se acercaron a Jesús para ponerle una trampa, y le dijeron: Queremos que hagas un milagro que pruebe que Dios te ha enviado. Pero Jesús les dijo: Cuando ustedes miran el cielo por la tarde, y está rojo, dicen: ¡Va a hacer buen tiempo! Pero si en la mañana el cielo está rojo y nublado, dicen: ¡Hoy va a hacer mal tiempo! Ustedes entienden muy bien las señales en el cielo acerca del tiempo. ¿Por qué, entonces, no entienden que lo que ahora hago es una señal de Dios? Ustedes piden una señal porque son malos y no quieren creer. Pero la única señal que les daré será lo que le pasó al profeta Jonás. Dicho esto, Jesús los dejó y se fue.

Jesús y sus discípulos cruzaron al otro lado del Lago de Galilea. Pero los discípulos se olvidaron de llevar pan. Y Jesús les dijo: Miren, tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos. Los discípulos comenzaron a hablar entre ellos, y decían: Seguramente Jesús dijo eso porque no trajimos pan. Jesús se dio cuenta de lo que hablaban, y les dijo: ¡Qué poco confían en Dios! ¿Por qué se preocupan por no tener pan? Entiendan bien lo que les quiero decir; ¿o ya se olvidaron de aquella vez, cuando alimenté a cinco mil hombres con cinco panes nada más? ¿ya se olvidaron de las canastas que llenaron con los pedazos que sobraron? ¿Ya no recuerdan que también alimenté a otros cuatro mil con sólo siete panes, y que ustedes llenaron muchas canastas? ¿No entienden que yo no estaba hablando de pan? ¡Cuídense de la levadura de los fariseos y de los saduceos!

Entonces los discípulos entendieron que Jesús no estaba hablando de la levadura que se pone en la masa del pan, sino de las malas enseñanzas de los fariseos y de los saduceos. Cuando llegaron cerca del pueblo de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Qué dice la gente acerca de mí, el Hijo del hombre?

Los discípulos contestaron: Algunos dicen que eres Juan el Bautista, y otros dicen que eres el profeta Elías, o el profeta Jeremías, o alguno de los profetas. Entonces Jesús les preguntó: Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo? Pedro contestó Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios que vive y da vida.

Jesús le dijo: ¡Bendito seas, Pedro hijo de Jonás! Porque no sabes esto por tu propia cuenta, sino que te lo enseñó mi Padre que está en el cielo. Por eso te llamaré Pedro, que quiere decir “piedra”. Sobre esta piedra construiré mi iglesia, y la muerte no podrá destruirla. A ti, Pedro, te daré autoridad en el reino de Dios. Todas las cosas que tú prohíbas aquí en la tierra, desde el cielo Dios las prohibirá. Y las cosas que tú permitas, también Dios las permitirá.

Entonces Jesús ordenó a sus discípulos que no le contaran a nadie que él era el Mesías. Desde ese momento, Jesús comenzó a decirles a sus discípulos lo que le iba a pasar: Tendré que ir a Jerusalén, y los líderes del país, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley me harán sufrir mucho. Allí van a matarme, pero tres días después resucitaré.

Entonces Pedro se llevó a Jesús aparte y lo reprendió por hablar así. Le dijo: ¡Eso no puede sucederte, Señor! ¡Que Dios nunca lo permita! Jesús se volvió y le dijo: ¡Pedro, estás hablando como Satanás! ¡Vete! Tú no entiendes los planes de Dios, y me estás pidiendo que los desobedezca.

Luego Jesús les dijo a sus discípulos: Si ustedes quieren ser mis discípulos, tienen que olvidarse de hacer su propia voluntad. Tienen que estar dispuestos a cargar su cruz y hacer lo que yo les diga. Si sólo les preocupa salvar su vida, la van a perder. Pero si deciden dar su vida por mi causa, entonces se salvarán. De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla. Porque yo, el Hijo del hombre, vendré pronto con el poder de Dios y con mis ángeles, para darles su premio a los que hicieron el mal. Les aseguro que algunos de ustedes, que están aquí conmigo, no morirán hasta que me vean reinar.

Aquí puedes darte cuenta que es necesario que el hombre busque a Dios,  que el hombre tenga fe y su confianza puesta en Dios, aunque son tiempos difíciles en que el hombre es incrédulo, manifiesta frialdad en todo lo concerniente a creer en Dios y por eso vive apartado de su camino.

Por tanto, el hombre debe fijar su mirada en Jesús y no afanarse por tanta vanalidad del mundo, no sólo enfocarse a su desarrollo personal sino buscar a Dios, a través de su Hijo Jesucristo, El es el Hijo de Dios que da vida,  El es el camino que lleva al Padre y entonces el hombre será salvo. Asimismo,  es esencial que el hombre se apegue a su Palabra para que crezca en el conocimiento de Dios.


Con Alta Estima,

lunes, 27 de octubre de 2014

Lo que los hace impuros son los insultos y las malas palabras que dicen.


Algunos de los fariseos y de los maestros de la Ley, que habían venido a Jerusalén, le preguntaron a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que nuestros antepasados han practicado desde hace mucho tiempo?¿Por qué no se lavan las manos antes de comer? Jesús les dijo: ¿ Y por qué ustedes desobedecen el mandamiento de Dios para obedecer sus propias costumbres? Porque Dios dijo: Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre; la persona que maltrate a su padre o a su madre tendrá que morir.

Pero ustedes dicen que uno no desobedece a Dios si le dice a sus padres: No puedo ayudarlos, porque prometí darle a Dios todo lo que tengo, incluyendo mi dinero.

Ustedes no hacen caso de los mandamientos de Dios, con tal de seguir sus propias costumbres. ¡Son unos hipócritas! Dios tenía razón cuando dijo por medio del profeta Isaías: Este pueblo dice que me obedece, pero en verdad nunca piensa en mí. De nada sirve que ustedes me alaben, pues inventan reglas y luego las enseñan diciendo que yo las ordené.

Jesús llamó a la gente y le dijo: Escuchen y entiendan bien: Lo que los hace impuros delante de Dios no es la comida que entra por su boca. Lo que los hace impuros son los insultos y las malas palabras que dicen.

Entonces los discípulos de Jesús se acercaron y le dijeron: A los fariseos no les gustó lo que dijiste. Jesús respondió: Mi Padre tratará a los fariseos como trata el jardinero a las plantas que no ha sembrado: las arranca de raíz y las echa fuera. No hagan caso de los fariseos: son como el ciego que guía a otro ciego, y si un ciego guía a otro, los dos terminan cayéndose en una zanja.

Pedro preguntó: Explícanos qué quisiste decir cuando hablaste de lo que nos hace impuros delante de Dios. Jesús respondió: ¿Tampoco ustedes entienden? Todo lo que comemos o bebemos va al estómago, y después el cuerpo lo expulsa. Pero sí la gente dice cosas malas, es porque es mala y siempre está pensando en los malo; en cómo matar, en cómo ser infieles en el matrimonio, en cómo hacer cosas indecentes, o en cómo robar o insultar a otras personas, y mentir. A Dios no le agrada que gente así lo alabe. Pero cualquiera puede alabar a Dios, aunque coma sin lavarse las manos.

Jesús se fue de allí a la región de Tiro y de Sidón. Una mujer de esa región, que era del grupo al que los judíos llamaban cananeos, se acercó a Jesús y le dijo a gritos: ¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho! Jesús no le hizo caso. Pero los discípulos se acercaron a él y le rogaron: Atiende a esa mujer, pues viene gritando detrás de nosotros. Jesús respondió: Dios me envió para ayudar sólo a los israelitas, pues ellos son para mí como ovejas perdidas. Pero la mujer se acercó a Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo: ¡Señor, ayúdame!

Jesús le dijo: No está bien quitarles la comida a los hijos para echársela a los perros. La mujer le respondió: ¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen de las sobras que caen de la mesa de sus dueños. Entonces Jesús le dijo: ¡Mujer, tú sí que tienes confianza en Dios! Lo que me has pedido se hará. Y en ese mismo instante su hija quedó sana.

Jesús salió de allí y llegó a la orilla del Lago de Galilea. Luego subió a un cerro y se sentó. Mucha gente llevó a Jesús personas que estaban enfermas. Entre ellas había cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Y Jesús los sanó. La gente, asombrada de ver a todos completamente sanos, comenzó a alabar al Dios de los israelitas.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:  Siento compasión de toda esta gente. Ya han estado conmigo tres días y no tienen comida. No quiero que se vayan sin comer, pues podrían desmayarse en el camino. Los discípulos le dijeron: Pero en un lugar tan solitario como este, ¿dónde vamos a conseguir comida para tanta gente?

Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tienen? Siete panes y unos pescaditos contestaron los discípulos. Jesús le ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes y los pescados, y dio gracias a Dios. Partió en pedazos los panes y los pescados, los entregó a sus discípulos, y ellos los repartieron a la gente. Todo comieron hasta quedar satisfechos. Con los pedazos que sobraron, llenaron siete canastas. Los que comieron fueron como cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños.

Después Jesús despidió a la gente, subió a una barca y se fue al pueblo de Magadán.
Aquí puedes darte cuenta que lo importante para Dios es que el hombre no se contamine y tenga cuidado con lo que sale de su boca, El quiere que el hombre le busque y le sirva de todo corazón, siendo esencial la obediencia a sus mandamientos para que su corazón sea purificado.

No obstante, el hombre debe vivir apegado a la Palabra para que la sabiduría de Dios le sea revelada y conozca el propósito que Dios tiene para cada persona, que la luz del entendimiento se abra para que esa luz de la verdad llene su vida.

Por tanto, lo prioritario es que el hombre se arrepienta de sus pecados y entonces reciba al Señor en su corazón para que El habite en su ser interior, pero es necesario que el hombre se aleje del pecado y busque con humildad al Señor reconociendo en Jesús, el poder que Dios le da.

Y,  entonces el hombre verá la misericordia de Dios, se dará cuenta que El está al tanto del hombre y le ayuda en todas sus necesidades, y de sobremanera, a través de la Palabra, el hombre puede saciar su hambre de Dios.


Con Alta Estima,

sábado, 25 de octubre de 2014

¡Es verdad, tú eres el Hijo de Dios!


En aquel tiempo, Herodes Antipas era gobernador de Galilea. Y cuando supo lo que la gente decía acerca de Jesús, un día les dijo a sus asistentes: En realidad, ese Jesús es Juan el Bautista que ha vuelto a vivir. Por eso tiene poder para hacer milagros. Tiempo atrás, Juan el Bautista le había dicho a Herodes: ¡Lo que has hecho no está bien! Herodías es la esposa de tu hermano Filipo, y tú se la quitaste para casarte con ella.

Entonces Herodes se enojó contra Juan, y ordenó que lo arrestaran, lo encadenaron y lo pusieron en la cárcel. Herodes quería matar a Juan. Pero no se atrevía a matarlo porque le tenía miedo a la gente, pues muchos creían que Juan era un profeta. Cuando Herodes celebró su cumpleaños, la hija de Herodías bailó delante de los invitados. A Herodes le gustó mucho el baile de la muchacha. Por eso prometió darle lo que ella le pidiera. Herodías escuchó eso, y convenció a su hija de que le pidiera a Herodes la cabeza de Juan el Bautista.

Al oír esto, Herodes se puso muy triste, pues había prometido darle todo lo que ella le pidiera, y no podía romper una promesa hecha delante de sus invitados. Así que no tuvo más remedio, y ordenó a sus sirvientes que le dieran a la muchacha lo que pedía. Entonces los sirvientes fueron a la cárcel y le cortaron la cabeza a Juan, la pusieron en un plato, y se la llevaron a la muchacha. Ella la entregó a su madre. Los discípulos de Juan pasaron a recoger el cuerpo de su maestro y lo enterraron. Después, fueron y le contaron a Jesús lo que había sucedido.

Cuando Jesús oyó lo que le habían hecho a Juan el Bautista, subió a una barca, y se fue a donde pudiera estar solo. Cuando la gente de los pueblos cercanos supo que Jesús se iba, lo siguió por tierra. Jesús bajó de la barca y vio que allí había una gran cantidad de gente. Entonces tuvo compasión de ellos y sanó a todos los que estaban enfermos.

Cuando ya empezaba a atardecer, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: Este es un lugar solitario, y se está haciendo tarde. Dile a la gente que se vaya a los pueblos y compre su comida. Jesús les contestó: No tienen que irse. Denles  ustedes de comer. Los discípulos respondieron: Pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados.

Jesús les dijo: Tráiganlos aquí. Luego de ordenar que la gente se sentara sobre la hierba, Jesús tomo los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes y se los dio a los discípulos, para que ellos los repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos. Y cuando los discípulos recogieron los pedazos que sobraron, llenaron doce canastas. Los que comieron fueron como cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños.

Después de esto, Jesús ordenó a los discípulos: Suban a la barca y vayan a la otra orilla del lago. Yo me quedaré aquí para despedir a la gente, y los alcanzaré más tarde. Cuando toda la gente se había ido, Jesús subió solo a un cerro para orar. Allí estuvo orando hasta que anocheció. Mientras tanto, la barca ya se había alejado bastante de la orilla; navegaba contra el viento y las olas la golpeaban con mucha fuerza.

Todavía estaba oscuro cuando Jesús se acercó a la barca. Iba caminando sobre el agua. Los discípulos lo vieron, pero no lo reconocieron. Llenos de miedo, gritaron: ¡Un fantasma!¡Un fantasma!
Enseguida Jesús les dijo: ¡Cálmense! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo! Entonces Pedro le respondió: Señor, si realmente eres tú, ordena que yo camine también sobre el agua y vaya hasta donde tú estás. Y Jesús le dijo: ¡Ven! De inmediato Pedro bajó de la barca. Caminó sobre el agua y fue hacia Jesús. Pero cuando sintió la fuerza del viento, tuvo miedo. Allí mismo empezó a hundirse, y gritó: ¡Señor, sálvame!

Entonces Jesús extendió su brazo, agarró a Pedro y le dijo: Pedro, tú confías muy poco en mí. ¿Por qué dudaste? En cuanto los dos subieron a la barca, el viento dejó de soplar. Todos los que estaban en la barca se arrodillaron ante Jesús y le dijeron: ¡Es verdad, tú eres el Hijo de Dios!

Jesús y sus discípulos cruzaron el lago hasta llegar al pueblo de Genesaret. Cuando los del pueblo reconocieron a Jesús, dieron aviso por toda la región. Entonces la gente llevó a los enfermos a donde estaba Jesús, y le rogaban que al menos los dejara tocar el borde de su manto. ¡Y todos los enfermos que tocaron el manto de Jesús quedaron sanos!

Aquí puedes darte cuenta del poder de Jesús, sanó enfermos, les dio sanidad física y espiritual así como da de comer a más de cinco mil personas, caminó sobre las aguas, hizo que la tempestad se calmara, por lo tanto, lo fundamental es que el hombre crea en Dios y ponga su confianza en él.  Que cada persona, establezca el reino de Dios,  en su ser interior y pueda tener una relación personal con El.

No obstante, el hombre debe prevalecer ante las pruebas con su fe firme en el Señor, pues las dificultades son temporales y ayudan al hombre a madurar espiritualmente, por tanto, que cada persona ponga su mirada  en Jesús, pero sabes, sólo mediante la fe en Jesucristo el hombre encontrará ese poder de su espíritu y quedar sanos, pues es verdad, Jesús es el Hijo de Dios, el salvador de la humanidad.


Con Alta Estima,

jueves, 23 de octubre de 2014

Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten atención!


Ese mismo día, Jesús salió de la casa donde estaba, fue a la orilla del Lago de Galilea, y allí se sentó para enseñar. Cuando mucha gente llegó a escucharlo, tuvo que subir a una barca y sentarse para enseñar desde allí. La gente permaneció de pie en la playa. Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos y comparaciones.

Les puso esta comparación: Un campesino salió a sembrar trigo. Mientras sembraba, algunas semillas cayeron en el camino. Poco después vinieron unos pájaros y se las comieron. Otras semillas cayeron en un terreno con muchas piedras y poca tierra. Allí pronto brotaron plantas de trigo, pues la tierra era poca profunda. Pero las plantas no vivieron mucho tiempo porque no tenían buenas raíces, y se quemaron cuando salió el sol.

Otras semillas cayeron entre espinos. Cuando los espinos crecieron, apretaron las espigas de trigo y no las dejaron crecer. Pero otras semillas cayeron en tierra buena y produjeron una cosecha muy buena y produjeron una cosecha muy buena. En algunos casos, las semillas sembradas produjeron espigas con sesenta semillas, y otras produjeron espigas con treinta semillas. ¡Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten mucha atención!

Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Por qué enseñas a la gente por medio de ejemplos? Jesús les dijo: A ustedes yo les permito conocer los secretos del reino de Dios, pero no a los demás. Porque a los que saben algo acerca de los secretos del reino, se les permite saber mucho más. Pero a los que no saben mucho de los secretos del reino, Dios les hará que olviden aún lo poquito que saben. Yo enseño a la gente por medio de ejemplos, así, por más que miren, no verán nada, y por más que oigan, tampoco entenderán nada.

Así se cumple con ellos lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías: Esta gente, por más que escuche, nunca entenderá; y por más que mire, nunca verá. Pues no aprende ni piensa, sino que cierra los ojos para no ver, y se tapa los oídos para no oír. Si hiciera lo contrario, entendería mi mensaje, cambiaría su manera de vivir; ¡y yo la salvaría!

Pero a ustedes, mis discípulos, Dios los ha bendecido, porque ven y escuchan mi mensaje. Muchos profetas y mucha gente buena hubieran querido ver lo que ustedes ven y oyen, pero no pudieron.
Ahora, pongan atención y les diré lo que significa el ejemplo del campesino. Hay algunos que escuchan el mensaje del reino de Dios, pero como no lo entienden, el diablo viene y hace que lo olviden. Estos son como las semillas que cayeron junto al camino. Las semillas que cayeron entre piedras representan a los que oyen el mensaje del reino de Dios, y lo aceptan rápidamente y con gran alegría, pero como no entienden muy bien el mensaje, su alegría dura muy poco. Cuando tienen problemas, o los maltratan por ser obedientes a Dios, enseguida se olvidan del mensaje.

Luego están las semillas que cayeron entre los espinos. Estas semillas representan a los que oyen el mensaje, pero no dejan que el mensaje cambie sus vidas. Sólo piensan en lo que necesitan y en cómo hacerse ricos.

Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje y lo entienden. Estos si cambian sus vidas y hacen lo bueno. Son como esas semillas que produjeron espigas con cien, con sesenta , y hasta con treinta semillas.

Jesús les puso este otro ejemplo: En el reino de Dios sucede lo mismo que le pasó a uno que sembró, en su terreno, muy buenas semillas de trigo. Mientras todos dormían, llegó su enemigo y, entre las semillas de trigo, sembró semillas de una mala hierba llamada cizaña, y después se fue.

Cuando las semillas de trigo produjeron espigas, los trabajadores se dieron cuenta de que también había crecido cizaña. Entonces fueron a donde estaba el dueño del terreno, y le dijeron: Señor, si usted sembró buenas semillas de trigo, ¿por qué también creció la cizaña? El dueño les dijo: Esto lo hizo mi enemigo.

Los trabajadores le preguntaron: ¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba? El dueño les dijo: ¡No! El trigo y la cizaña se parecen mucho, y a lo mejor ustedes van y arrancan el trigo junto con la cizaña. Mejor dejen que las dos plantas crezcan juntas. Cuando llegue el tiempo de la cosecha, podremos distinguir cuál es el trigo y cuál es la cizaña. Entonces enviaré a los trabajadores para que arranquen primero la cizaña, la amontonen y la quemen. Luego recogerán el trigo y lo llevarán a mi granero.

Jesús también les hizo esta comparación: Con el reino de Dios pasa algo parecido a lo que sucede con la semilla de mostaza. A pesar de ser muy pequeña, cuando un hombre la siembra en su terreno, crece hasta convertirse en la más grande de las plantas del huerto. Llegó a ser tan grande como un árbol, y hasta los pájaros hacen ruidos en sus ramas.

Jesús les puso una comparación más: Con el reino de Dios pasa lo mismo que con la harina. Cuando una mujer pone en ella un poquito de levadura, ese poquito hace crecer toda la masa. Jesús le enseñó todo esto a la gente por medio de ejemplos y comparaciones, y sólo así enseñaba. De esa manera, Jesús cumplía lo que Dios había dicho por medio del profeta: Hablaré a la gente por medio de ejemplos, y contaré cosas que Dios ha tenido en secreto desde que hizo el mundo.

Jesús dejó a la gente allí y se fue a la casa. Entonces sus discípulos fueron a decirle: Explícanos qué significa el ejemplo de la mala hierba en el terreno. Jesús les dijo: El que siembra la buena semilla de trigo soy yo, el Hijo del hombre. El terreno en el mundo, y las buenas semillas de trigo son todos los que obedecen las leyes del reino de Dios. Las semillas de cizaña son los que obedecen al diablo, que fue quien las sembró en el mundo. El tiempo de la cosecha es el juicio final, y los trabajadores que recogen la cosecha son los ángeles. Cuando Dios juzgue a todos, será como cuando se arranca la mala hierba y se quema. Yo, el Hijo del hombre, enviaré a mis ángeles para que saquen de mi reino a todos los que hacen lo malo y obligan a otros a hacerlo. A esas personas, los ángeles las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto miedo que llorarán y rechinarán los dientes. Pero los que obedecen a Dios brillarán en el reino del Padre como brilla el sol. ¡Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten atención!

Con el reino de Dios pasa lo mismo que con un tesoro escondido en un terreno. Cuando alguien lo encuentra, lo vuelve a esconder; y después va muy alegre a vender todo lo que tiene para comprar el terreno y quedarse con el tesoro.

El reino de Dios también se parece a un comerciante que compra joyas finas. Cuando encuentra una joya muy valiosa, vende todo lo que tiene, y va y la compra.

El reino de Dios se parece a una red de pescar. Los pescadores echan la red al mar, y en ella recogen toda clase de peces. Cuando la red ya está llena, la sacan a la orilla y se sientan a separar el pescado bueno en una canasta, y tiran el pescado malo. Así también sucederá cuando llegue el fin del mundo: Los ángeles saldrán a separar a las personas buenas de las malas. A las malas las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto horror que llorarán y rechinarán los dientes.-

Jesús les preguntó a sus discípulos: ¿Entienden ustedes todas estas enseñanzas? Ellos contestaron: Sí, las entendemos. Jesús les dijo: Todo maestro de la Ley que se convierte en discípulo del reino de Dios, se parece al que va a su bodega, y de allí saca cosas nuevas y cosas viejas.

Cuando Jesús terminó de enseñar con estos ejemplos, se fue de allí. Llegó a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. La gente estaba tan sorprendida que algunos decían: ¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿Cómo puede hacer esos milagros? Otros decían: Pero, ¡si es Jesús, el hijo de José, el carpintero! Su madre es María, y sus hermanos son Santiago, José, Simón y Judas. Sus hermanas aún  viven aquí. ¿Cómo es que Jesús sabe tanto y puede hacer estos milagros? Pero ninguno de los que estaban allí quiso aceptar las enseñanzas de Jesús. Entonces él dijo: A un profeta se le respeta en todas partes, menos en su propio pueblo y en su propia familia. Y como la gente no creía en él, Jesús no hizo muchos milagros en aquel lugar.

Aquí puedes darte cuenta que es prioridad que el hombre tome la decisión voluntaria de buscar a Dios y preste atención a su Palabra, la obedezca  para que su mente sea renovada, y cambie su manera de vivir.

No obstante, es necesario que el hombre confíe en el Señor, que no tenga tanto afán que lo aparta de Dios, sino al contrario el hombre debe prepararse en el conocimiento de Dios, aunque muchas veces hay oposición pues piensa el hombre que el mal prevalece, pero qué crees no es así, Dios es todopoderoso y El todo lo controla.

Por tanto, lo esencial, es que el hombre esté ¡Alerta!, que oiga la Palabra para que su vida sea edificada pues  así como la cizaña, que es la maldad y está al asecho de cada creyente, busca desequilibrar al hombre, de manera que tenga dudas y tropiece, pero el hombre asido de la mano de Dios vencerá y podrá avanzar, pues Dios le da la fuerza que necesita para mantenerse firme en sus convicciones.

Ahora es el tiempo de que el hombre haga cambios en su vida, que acepte a Jesús en su corazón, que establezca su reino en su ser interior y Dios le dará poder, pues el Espíritu de Dios morará y, entonces su amor será revelado a cada persona.

Con Alta Estima,

miércoles, 22 de octubre de 2014

Para saber si un árbol es bueno o malo sólo hay que fijarse en sus frutos…


Un sábado, Jesús y sus discípulos andaban por un campo sembrado de trigo. Los discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comerse el grano. Cuando los fariseos vieron que los discípulos arrancaban trigo, le dijeron a Jesús: ¡Mira lo que hacen tus discípulos! ¡Está prohibido hacer eso en el día de descanso!

Jesús les respondió: ¿No han leído en la Biblia lo que hizo el rey David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? Entraron en la casa de Dios y comieron el pan sagrado. Ni a David ni a sus compañeros les estaba permitido comer ese pan. Sólo los sacerdotes podían comerlo. ¿Tampoco han leído los libros de la ley de Moisés? ¿No saben que los sacerdotes pueden trabajar en el templo en el día de descanso, sin que nadie los acuse de nada? Pues les aseguro que aquí hay algo más importante que el templo. Ustedes no entienden esto que Dios dijo: No quiero que me sacrifiquen animales, sino que amen y ayuden a los demás. Si lo entendieran, no estarían acusando a gente inocente. Porque yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede hacerse en el día de descanso, y lo que no puede hacerse.

Jesús se fue y entró en la sinagoga del lugar. Allí había un hombre que tenía una mano tullida. Como los fariseos buscaban la manera de acusar de algo malo a Jesús, le preguntaron: ¿Permite nuestra ley sanar a una persona en el día de descanso? Jesús les respondió: Si a uno de ustedes se le cayera una oveja en un pozo en el día de descanso, ¿la sacaría de allí? ¡Por supuesto que sí! ¡Pues una persona vale mucho más que una oveja! Por eso está permitido hacer el bien en el día de descanso.
Luego Jesús le dijo al hombre que no podía mover la mano: Extiende tu mano. El hombre la extendió, y la mano le quedó tan sana como la otra. Entonces los fariseos salieron de la sinagoga y comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.

Al enterarse Jesús de lo que planeaban los fariseos, se fue de allí, y mucha gente lo siguió. Jesús sanó a todos los que estaban enfermos y les ordenó que no contaran a nadie nada acerca de él. Así se cumplió lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías: ¡Miren a mi elegido, al que he llamado a mi servicio! Yo lo amo mucho, y él me llena de alegría. Yo pondré en él mi Espíritu, y él anunciará mi justicia entre las naciones. No discutirá con nadie ni gritará. ¡Nadie escuchará su voz en las calles! No les causará más daño a los que estén heridos, ni acabará de matar a los que estén agonizando. Al contrario, fortalecerá a los débiles y hará triunfar la justicia. ¡Todas las personas del mundo confiarán en él!

Unas personas llevaron un hombre a Jesús para que lo sanara. Ese hombre estaba ciego y mudo porque tenía un demonio. Pero Jesús lo sanó, y el hombre pudo ver y hablar. La gente estaba asombrada de lo que Jesús hacía, y se preguntaba: ¿Será Jesús el Mesías que Dios prometió para salvarnos? Pero algunos de los fariseos oyeron a la gente y pensaron: Jesús libera de los demonios a la gente, porque Beelzebú, el jefe de los demonios, le da poder para hacerlo.

Jesús se dio cuenta de lo que ellos pensaban, y les dijo: Si los habitantes de un país se pelean entre ellos, el país quedará destruido. Si los habitantes de una ciudad se pelean unos contra otros, la ciudad quedará en ruinas. Y si los miembros de una familia se pelean entre ellos mismos, se destruirá la familia. Si Satanás lucha contra él mismo, destruirá su propio reino. Según ustedes, yo expulso los demonios porque Satanás me da ese poder. Si eso es cierto, entonces ¿quién les da poder a los discípulos de ustedes para echar fuera los demonios? Si ustedes me responden que Dios les da ese poder, quedará demostrado que ustedes están equivocados. Y si yo echo fuera los demonios con el poder del Espíritu de Dios, con eso les demuestro que el reino de Dios ya está aquí.

Si alguien quiere robar lo que un hombre fuerte tiene en su casa, primero tiene que atar a ese hombre, y después podrá robarle todo. El que no está de mi parte, está en contra de mí. El que no me ayuda a traer a otros para que me sigan, es como si los estuviera ahuyentando. Les aseguro que Dios les perdonará cualquier pecado y todo lo malo que digan. Aun si dicen algo contra mí, que soy el Hijo del hombre, Dios los perdonará. Pero lo que no les perdonará es que hablen mal contra el Espíritu Santo. ¡Eso no lo perdonará, ni ahora ni nunca!

Un buen árbol produce buenos frutos, y un mal árbol produce malos frutos. Para saber si un árbol es bueno o malo sólo hay que fijarse en sus frutos. Lo mismo sucede con las personas: para saber si son buenas o malas, solo hay que fijarse en las cosas que hacen. Lo que ustedes enseñan es tan malo como el veneno de una serpiente. ¡Claro! ¿Cómo van a decir cosas buenas, si ustedes son malos? Porque si alguien es bueno, siempre dice cosas buenas, y si es malo, siempre dice cosas malas. Les aseguro que en el día del juicio final todos tendrán que explicar por qué hablaron para hacerles daño a los demás. Dios juzgará a cada uno de acuerdo con sus palabras: si dijeron cosas buenas se salvarán, pero si dijeron cosas malas serán castigados.

Entonces algunos fariseos y maestros de la Ley le dijeron a Jesús:  Maestro, queremos que hagas algo que nos demuestre que tú fuiste enviado por Dios. Pero Jesús les contestó: Ustedes, que son malos y no confían en Dios, me piden darles una prueba. Pero la única prueba que les daré será la del profeta Jonás: Así como Jonás estuvo dentro del gran pez tres días y tres noches. En el juicio final, la gente de la ciudad de Nínive se levantará y hablará contra ustedes para que Dios los castigue. Porque esa gente sí cambió de vida cuando oyó el mensaje que le anunció Jonás. Pero ustedes oyen mi mensaje y no cambian, aunque yo soy más importante que Jonás.

La reina del Sur también se levantará en el día del juicio, y hablará contra ustedes. Porque ella vino desde muy lejos a escuchar las sabias enseñanzas del rey Salomón. Pero ustedes no quieren escuchar más enseñanzas, aunque yo soy más importante que Salomón.

Cuando un espíritu malo sale de alguien, anda por el desierto buscando donde descansar. Al no encontrar ningún lugar, dice: Mejor regresaré a mi antigua casa y volveré a vivir en ella. Cuando regresa, la encuentra desocupada, limpia y ordenada. Entonces va y busca a otros siete espíritus peores que él, y todos ellos entran en aquella persona y se quedan a vivir allí. ¡Y esa pobre persona termina peor que cuando sólo tenía un espíritu malo! Esto mismo va a pasarles a ustedes, porque son muy malos.

Mientras Jesús seguí hablando con la gente, su madre y sus hermanos llegaron a donde él estaba y lo esperaron afuera, pues querían hablar con él. Entonces alguien le dijo a Jesús: Tu madre y tus hermanos están afuera, y quieren hablar contigo. Pero él les preguntó: ¿Quiénes son en verdad mi madre y mis hermanos? Jesús señaló entonces a todos sus discípulos y les dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que obedece los mandamientos de mi Padre que está en el cielo, es en verdad mi madre, mi hermano y mi hermana.

Aquí puedes darte cuenta que para Dios lo más importante es que el hombre ame y ayude a sus semejantes, sobretodo, hacer el bien pues todo aquel que obedece las enseñanzas de Dios es su hermano.

Asimismo, Dios envió a su único Hijo Jesús para que anuncie su justicia y con su sangre derramada en la cruz redimió al hombre de sus pecados, por lo que Dios puso su espíritu en El, vino a establecer el reino de Dios aquí, siendo prioridad que el hombre deposite su confianza en Jesucristo, y El  da fortaleza a los débiles.

No obstante, Dios perdonará todo pecado excepto que hablen mal del Espíritu Santo.

Ahora bien, es importante que el hombre tome buenas decisiones y actúe de manera correcta, que tenga un buen comportamiento, pues toda persona con sus hechos demuestra si es buena o mala, por lo que es necesario  que el hombre cambie pues en el juicio Dios juzgará su conducta.

Por tanto, es el momento de que el hombre cambie su manera de vivir, que lea y se apegue a su Palabra para que adquiera discernimiento de lo que es bueno y agradable para Dios, entonces el hombre debe esforzarse cada día en ser mejor persona.

Así pues, lo esencial es la obediencia, que el hombre cumpla con los mandamientos que Dios ha establecido para dar buenos frutos.


Con Alta Estima, 

martes, 21 de octubre de 2014

…Recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.


Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, se fue para enseñar y anunciar las buenas noticias en otros pueblos. Juan el Bautista, que estaba en la cárcel, oyó hablar de todo lo que Jesús hacía y envió a algunos de sus propios discípulos para que le preguntaran a Jesús: ¿Eres tú el Mesías que Dios prometió enviarnos, o debemos esperar a otro? Jesús respondió: Regresen y cuéntenle a Juan todo lo que ustedes están oyendo y viendo:Ahora los ciegos pueden ver y los cojos caminan bien. Los leprosos quedan sanos, y los sordos ya pueden oír. Los que estaban muertos han vuelto a la vida, y a los pobres se les anuncia la buena noticia de salvación.

Cuando los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a  hablar con la gente acerca de Juan, y les dijo: Cuando ustedes fueron al desierto, ¿a quién vieron allí? ¿Acaso vieron a alguien vestido con ropa muy lujosa? Recuerden que los que se visten así, viven en palacios, como los reyes. ¿A quién vieron entonces? ¿Acaso vieron a un profeta? ¡Por supuesto que sí! En realidad, Juan era más que un profeta; era el mensajero de quien Dios había hablado cuando dijo: Yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar todo para tu llegada.

Les aseguro que todavía no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Pero en el reino de Dios, la persona menos importante es superior a Juan. Desde que Juan el Bautista comenzó a predicar hasta ahora, el reino de Dios avanza a pesar de sus enemigos. Sólo la gente valiente y decidida logra tomar parte de él. Dios ya había anunciado en la biblia todo lo que iba a pasar, hasta el momento en que viniera Juan el Baustista. Y créanlo o no, cuando Dios dijo que enviaría al profeta Elías, se estaba refiriendo a Juan el Bautista. Si en verdad tienen oídos, ¡presten atención!

Ustedes, los que viven en esta época, son como los niños que se sientan a jugar en las plazas y les gritan a otros niños: Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron. Cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron. Porque Juan el Bautista ayunaba, y ustedes decían que dentro de él había un demonio. Luego vine yo, el Hijo del hombre, que como yo bebo, y ustedes dicen que soy un glotón y un borracho, que soy amigo de gente de mala fama y de los que no obedecen a Dios: Pero recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.

Jesús estaba muy disgustado con los pueblos donde había hecho la trayectoria de sus milagros, porque la gente de esos lugares no había cambiado su forma de vivir ni quería obedecer sólo a Dios. Por eso les dijo: Habitantes de Corazín,  ¡Que mal les va a ir a ustedes! ¡Y también les va a ir mal a ustedes, los que viven en Betsaida! Si los milagros que se han hecho entre ustedes se hubieran hecho en las ciudades de Tiro y Sidón, hace tiempo que los que allí viven habrían cambiado su manera de vivir. Se habrían vestido con ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza, para mostrar su arrepentimiento. Les aseguro que en el día del juicio final ustedes van a recibir un castigo mayor que el de ellos.

Y ustedes, habitantes del pueblo de Cafarnaúm, que creen que ya están en el cielo, déjenme decirles que van a ser enviados a lo más profundo del infierno. Si los milagros que se han hecho entre ustedes se hubieran hecho entre los habitantes de la ciudad de Sodoma, ellos habrían cambiado y la ciudad aún existiría. Les aseguro que en el día del juicio final el castigo que ustedes recibirán será peor que el de ellos.

En ese momento, Jesús se dirigió a Dios y le dijo: ¡Padre, tú gobiernas en el cielo y en la tierra! Te doy gracias porque no mostraste estas cosas a los que saben mucho y son sabios, sino que las mostraste a los niños. Y todo, Padre, porque tú así lo has querido.

A los que estaban allí les dijo: Mi Padre me ha dado todo, y es el único que me conoce, porque soy su Hijo. Nadie conoce a mi Padre tan bien como yo. Por eso quiero hablarles a otros acerca de mi Padre, para que ellos también puedan conocerlo.

Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar. Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar.
Aquí puedes darte cuenta que lo importante es que el hombre confíe en Jesús que mantenga una fe viva pues solo El perdona pecados a todo aquel que se arrepienta y  da libertad pues es el Salvador de este mundo.

No obstante, el hombre pasa pruebas pero apegado a la Palabra, vence lo adverso, vence la maldad, aunque sabes, implica un esfuerzo de parte de cada persona y sobretodo, obediencia para que sea transformado en un hombre nuevo.

Por lo tanto, lo fundamental es que el hombre se vuelva a Dios, ya que se atraviesan momentos difíciles en la sociedad,  violencia, maldad, falta de respeto,  frialdad, por vivir alejado de Dios, por lo que es tiempo de que el hombre adquiera conocimiento de Dios, a través de su Palabra, que crea verdaderamente en Jesucristo, pues sólo El aligera la carga de cada persona, sólo en Dios el hombre puede descansar pues la sabiduría viene de lo Alto.


Con Alta Estima,

domingo, 19 de octubre de 2014

Cuando una persona los recibe a ustedes, también me recibe a mí.


Jesús reunió a sus doce discípulos. A cada uno le dio poder para expulsar malos espíritus y para sanar toda clase de enfermedades. A los doce discípulos que Jesús eligió, los llamó apóstoles. Estos son sus nombres: Simón, mejor conocido como Pedro, y su hermano Andrés, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el cobrador de impuestos, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el patriota y Judas Iscariote, que fue el que después traicionó a Jesús.

Jesús envió a estos doce discípulos con las siguientes instrucciones: No vayan por lugares donde vive gente que no es judía. Tampoco vayan a los pueblos de la región de Samaria. Mejor vayan a los israelitas, pues son un pueblo que anda como rebaño perdido.

Cuando vayan, anuncien este mensaje: Ya está por llegar el reino de Dios. Sanen también a los enfermos. Devuélvanles la vida a los muertos. Sanen a los leprosos, y libren de los demonios a la gente, ¡No cobren nada por hacerlo, pues el poder que Dios les ha dado a ustedes tampoco les costó nada!

Y no lleven dinero ni provisiones para el camino. Tampoco lleven bastón ni otro par de zapatos, ni otra muda de ropa. Porque todo el que trabaja tiene derecho a ser alimentado. Cuando lleguen a un pueblo o a una ciudad, busquen a alguien que merezca su confianza, y quédense a vivir en su casa hasta que se vayan del lugar. Cuando entren en esa casa, saluden ofreciendo la paz a todos los que vivan en ella. Si merecen la paz, la tendrán. Si no la merecen, no la tendrán.

Si en alguna casa o pueblo se niegan a recibirlos o escucharlos, salgan de ese lugar y sacúdanse el polvo de los pies en señal de rechazo. Les aseguro que, en el día del juicio final, ese pueblo será más castigado que las ciudades de Sodoma y de Gomorra.

El trabajo que yo les envío a hacer es peligroso. Es como enviar ovejas a un lugar lleno de lobos. Por eso, sean listos y estén atentos como las serpientes, pero sean también humildes como las palomas. Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades y los golpearán en las sinagogas. Por ser ustedes mis discípulos, los llevarán ante reyes y gobernadores, y ustedes hablarán de mi parte ante ellos y ante su gente.

Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir, ni cómo van a decirlo, porque en ese momento Dios les indicara lo que deben decir. Ustedes no son los que van a hablar, sino que el Espíritu de Dios hablará por ustedes.

Entre hermanos se traicionarán unos a otros. Cada uno entregará al otro para que lo maten. Los padres traicionarán a sus hijos, y los hijos atacarán a sus padres y los matarán. ¡Todo el mundo los odiará a ustedes por ser mis discípulos. Pero si ustedes confían en mí hasta el final, yo los salvaré.
Cuando la gente de un pueblo lo persigue para maltratarlos, huyan a otro pueblo. Les aseguro que yo, el Hijo del hombre, regresaré con todo el poder de Dios, antes de que ustedes terminen de recorrer todos los pueblos de Israel.

El discípulo no es más importante que su maestro, ni el esclavo es más importante que su amo. Lo más que puede hacer el discípulo es ser igual a su maestro, y el esclavo, igual a su amo. Si la gente dice que yo soy el diablo, entonces, ¿qué no dirán de ustedes, que son mis discípulos?

No le tengan miedo a nadie. Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse. Si les digo algo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz del día. Si les cuento un secreto, cuéntenselo a todo el mundo. No tengan miedo de la gente que puede destruir el cuerpo, pero no la vida que está en ustedes. Más bien, teman a Dios, que tiene el poder de destruirlos totalmente en el infierno.

Dos pajaritos no valen más que una moneda. Sin embargo, ningún pajarito muere sin que Dios, el Padre de ustedes, lo permita. ¡Dios sabe hasta cuántos cabellos tienen ustedes en la cabeza! Por eso, no tengan miedo. Ustedes valen mucho más que todos los pajaritos.

Si ustedes les dicen a otros que son mis seguidores, yo también le diré a mi Padre, que en verdad lo son. Pero si ustedes le dicen a la gente que no son mis seguidores, yo también le diré a mi Padre que no lo son.

No crean ustedes que he venido para establecer la paz en este mundo. No he venido a traer paz, sino pleitos y dificultades. He venido para poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre, y a la nuera en contra de su suegra. El peor enemigo de ustedes lo tendrán en su propia familia.

Si ustedes prefieren a su padre o a su madre más que a mí, o si prefieren a sus hijos o a sus hijas más que a mí, no merecen ser míos. Y si no cargan su cruz y me siguen,, no merecen ser míos. Si sólo se preocupan por su propia vida, la van a perder. Pero si están dispuestos a dar su vida por causa mía, les aseguro que la van a ganar.

Cuando una persona los recibe a ustedes, también me recibe a mí. Y cuando una persona me recibe a mí, y también recibe a Dios, que es quien me envió. Dios les dará un premio a los que reciban en su casa a un profeta, sólo por saber que el profeta anuncia el mensaje de Dios. El premio será el mismo que Dios les da a quiénes lo obedecen y hacen lo bueno. Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar al que dé un  vaso de agua fresca a uno de mis seguidores, aunque se trate del menos importante.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe creer en Dios y reconocerlo como su único Dios verdadero y confiar en El,  que siga sus enseñanzas más no negarlo antes los demás, a veces puede sufrir dificultades por causa de ser su seguidor, y es cuando Dios envía su espíritu a cada persona que le recibe y acepta en su corazón.

No obstante, Dios pide que el hombre vaya a dar la buena noticia a lugares donde la gente esté confundida, donde no le conocen todavía para que les avise que el reino de Dios está cerca. 

Asimismo, Dios  da poder al hombre, a unos,  que sanen, otros que liberen a los cautivos de la maldad, pero ¡claro! todo esto sin costo alguno, pues sabes, seguir a Jesucristo tiene un precio alto, es peligroso, conlleva riesgos, dependiendo del lugar .

Por lo mismo, es necesario que el hombre tenga una actitud positiva, que sea humilde en todo momento mostrando una conducta agradable a Dios pues el espíritu de Dios mora en cada creyente, y en caso de dificultad, el espíritu de Dios hablará a través de esa persona. Así pues, a veces, no importa que la gente se burla del hombre que busca a Dios, pero definitivamente esto no debe preocupar al seguidor de Jesús, por el contrario no debe temer a nadie pues Jesucristo regresará con todo el poder de Dios.

Ahora bien, todo lo que el hombre quiera esconder se descubrirá, los secretos saldrán a la luz pues Dios conoce el corazón del ser humano, sólo Dios sabe cuántos cabellos tiene en la cabeza, pues para Dios, Creador de todo lo que existe, sabe todos los secretos.

Por eso lo fundamental es que el hombre viva apegado a la Palabra de Dios, para que adquiera sabiduría y pueda vencer toda adversidad o confrontación aún con su familia. Por tanto, es esencial que cada persona centre su vida en Jesús, que El sea su prioridad, sobretodo, que muestre obediencia a todos sus mandatos,  y haga lo bueno.


Con Alta Estima,

viernes, 17 de octubre de 2014

Por haber confiado en mí serán sanados…


Después de esto, Jesús subió a una barca y cruzó al otro lado del lago para llegar al pueblo de Cafarnaúm, donde vivía. Allí, algunas personas le llevaron a un hombre acostado en una camilla, pues no podía caminar. Al ver Jesús que estas personas confiaban en él, le dijo al hombre; ¡Animo, amigo! Te perdono tus pecados.

Algunos de los maestros de la Ley, que estaban en aquel lugar, pensaron ¿Qué se cree este? ¿Se imagina que es Dios? ¡Qué equivocado está! Pero Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, así que les preguntó: ¿Por qué piensan algo tan malo? Díganme: ¿qué es más fácil?¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo poder en la tierra para perdonar pecados.

Entonces Jesús le dijo al que no podía caminar: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El hombre se levantó y se fue a su casa. Cuando la gente vio esto, quedó muy impresionada y alabó a Dios por haber dado ese poder a los seres humanos.

Cuando Jesús salió de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado cobrando impuestos para el gobierno de Roma. Entonces Jesús le dijo: Sígueme. Mateo se levantó y lo siguió. Ese mismo día, Jesús y sus discípulos fueron a comer a casa de Mateo. Allí también estaban comiendo otros cobradores de impuestos y gente de mala fama. Cuando algunos fariseos vieron a toda esa gente, les preguntaron a los discípulos: ¿Por qué su maestro come con cobradores de impuestos y come con pecadores?

Jesús oyó lo que decían los fariseos y les dijo: Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos. Mejor vayan y traten de averiguar lo que Dios quiso decir con estas palabras: Prefiero que sean compasivos con la gente, y no que me traigan ofrendas. Yo vine a invitar a los pecadores para que sean mis discípulos, no a los que se creen buenos.

Los discípulos de Juan el Bautista fueron a ver a Jesús y le preguntaron: Nosotros y los fariseos ayunamos mucho. ¿Por qué tus discípulos no hacen lo mismo? Jesús les respondió: En una boda, los invitados no están tristes mientras el novio está con ellos. Pero llegará el momento en que se lleven al novio. Entonces los invitados ayunarán.

Si un vestido viejo se rompe, no se le pone un parche de tela nueva. Porque al lavarse el vestido viejo, la tela nueva se encoge y rompe todo el vestido; y entonces el daño es mayor. Tampoco se echa vino nuevo en recipientes viejos, porque cuando el vino nuevo fermenta, hace que se reviente el cuero viejo; así se pierde el vino nuevo, y se destruyen los recipientes. Por eso, hay que echar vino nuevo en recipientes en cuero nuevo. De ese modo, ni el vino ni los recipientes se pierden.

Mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se arrodilló delante de él y le dijo: ¡Mi hija acaba de morir! Pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a vivir. Jesús se levantó y se fue con él. Sus discípulos también lo acompañaron.

En el camino, pasaron por donde estaba una mujer que había estado enferma durante doce años. Su enfermedad le hacía perder mucha sangre. Al verlos pasar, la mujer pensó: Si tan sólo pudiera tocar el manto de Jesús, con eso quedaría sana. Entonces se acercó a Jesús se dio vuelta, vio a la mujer y le dijo: Ya no te preocupes, tu confianza en Dios te ha sanado. Y desde ese momento la mujer quedó sana.

Jesús siguió su camino hasta la casa del jefe judío. Cuando llegó, vio a los músicos preparados para el entierro, y mucha gente llorando a gritos. Jesús les dijo: Salgan de aquí. La niña no está muerta, sino dormida.

La gente se rió de Jesús. Pero una vez que sacaron a todos, Jesús entró, tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. Todos en esa región supieron lo que había pasado.

Cuando Jesús salió de allí, dos ciegos lo siguieron y comenzaron a gritarle: ¡Jesús, tú que eres el Mesías, ten compasión de nosotros! Los ciegos siguieron a Jesús hasta la casa. Y cuando ya estaban adentro, Jesús les preguntó: ¿Creen ustedes que puedo sanarlos? Ellos respondieron: Sí, Señor; lo creemos. Entonces Jesús les tocó los ojos y dijo: Por haber confiado en mí serán sanados
De inmediato, los ciegos pudieron volver a ver. Pero Jesús les ordenó: No le cuenten a nadie lo que pasó. Sin embargo, ellos salieron y le contaron a toda la gente de aquella región lo que Jesús había hecho.

Después de que aquellos hombres salieron de la casa, unas personas le trajeron a Jesús un hombre que no podía hablar porque tenía un demonio. Cuando Jesús expulsó al demonio, el hombre pudo hablar. La gente que estaba allí se quedó asombrada, y decía: ¡Nunca se había visto algo así en Israel! Pero los fariseos decían: Si Jesús expulsa a los demonios, es porque el jefe mismo de todos los demonios le da ese poder.

Jesús recuerda todos los pueblos y las ciudades. Enseñaba en las sinagogas, anunciaba las buenas noticias del reino de Dios, y sanaba a la gente que sufría de dolores y de enfermedades. Y al ver la gran cantidad de gente que lo seguía, Jesús sintió mucha compasión, porque vio que era gente confundida, que no tenía quien la defendiera. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin pastor!

Jesús les dijo a sus discípulos: Son muchos  los que necesitan entrar al reino de Dios, pero son muy pocos los discípulos para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más discípulos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente.

Aquí puedes darte cuenta que para Dios lo más importante es que el hombre crea en El y  ponga su confianza en Dios, pues el hombre ni se imagina cuán grande es el Señor Jesús, El tiene el poder en la tierra para perdonar pecados, pues Jesús vino por los enfermos más no a los que están sanos.

Así  también pide al hombe través de sus enseñanzas, obediencia, que con su conducta sea ejemplo a los otros para que sigan las enseñanzas de Jesucristo, es tanta la gente que tiene hambre de su Palabra que es necesario que el hombre sea  compasivo y  les comparta de su conocimiento de Dios para, que cambie su manera de vivir, renueve su mente y, por ende su corazón sea purificado.

Asimismo, Dios quiere que en el corazón de cada persona nazca el compromiso de anunciar las buenas noticias del reino de Dios, porque son muchos los que están enfermos y confundidos, que necesitan de su Palabra para que  sean sanados.


Con Alta Estima,

miércoles, 15 de octubre de 2014

¡Qué poco confían ustedes en Dios!


Después de que Jesús bajó de la montaña, mucha gente lo siguió. De pronto, un hombre que tenía lepra se acercó a Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo:  Señor, yo sé que tú puedes sanarme ¿Quieres hacerlo? Jesús puso la mano sobre él y le contestó: ¡Quiero hacerlo! ¡Ya estás sano!
Y el hombre quedó sano de inmediato. Después, Jesús le dijo: ¡Escucha bien esto! No le digas a nadie lo que sucedió. Vete a donde está el sacerdote, y lleva la ofrenda que Moisés ordenó. Así los sacerdotes serán testigos de que ya no tienes esa enfermedad.

En cierta ocasión, Jesús fue al pueblo de Cafarnaúm. Allí, se le acercó un capitán del ejército romano y le dijo: Señor Jesús, mi sirviente está enfermo en casa. Tiene fuertes dolores y no puede moverse.
Entonces Jesús le dijo: Iré a sanarlo. Pero el capitán respondió: Señor Jesús, yo no merezco que entre usted en mi casa. Basta con que ordene desde aquí que mi sirviente se sane y él quedará sano. Porque yo sé lo que es dar órdenes y lo que es obedecer. Si yo le ordeno a uno de mis soldados que vaya a algún sitio, ese soldado va. Si a otro le ordeno que venga, él viene; y si mando a mi sirviente que haga algo, lo hace.

Jesús se quedó admirado al escuchar la respuesta del capitán. Entonces le dijo a la gente que lo seguía: ¡Les aseguro que, en todo Israel, nunca había conocido a alguien que confiara tanto en mí como este extranjero! Oigan bien esto: De todas partes del mundo vendrá gente que confía en Dios como confía este hombre. Esa gente participará en la gran cena que Dios dará en su reino. Se sentará a la mesa con sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Pero los que habían sido invitados primero a participar en el reino de Dios, serán echados fuera, a la oscuridad. Allí llorarán de dolor y rechinarán de terror los dientes.

Luego Jesús le dijo al capitán: Regresa a tu casa, y que todo suceda tal como has creído. En ese mismo instante, su sirviente quedó sano. Jesús fue a casa de Pedro y encontró a la suegra de este en cama, con mucha fiebre. Jesús la tocó en la mano y la fiebre se le quitó. Entonces ella se levantó y le dio de comer a Jesús.

Al anochecer, la gente llevó a muchas personas que tenían demonios. Jesús echó a los demonios con una sola palabra, y también sanó a todos los enfermos que estaban allí. Así, Dios cumplió su promesa, tal como lo había anunciado el profeta Isaías en su libro: El nos sanó de nuestras enfermedades.

Jesús vio que mucha gente lo rodeaba. Por eso, ordenó a sus discípulos que lo acompañaran al otro lado del Lago de Galilea. Cuando llegaron allá, un maestro de la Ley se le acercó y le dijo: Maestro, yo te acompañaré a donde quiera que vayas.

Jesús le contestó: Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero yo, el Hijo del hombre, no tengo un lugar donde descansar. Otro de sus discípulos le dijo después: Señor, dame permiso para ir primero a enterrar a mi padre; luego te seguiré. Jesús le contestó: ¡Deja que los muertos entierren a sus muertos!¡Tú, sígueme!

Jesús subió a la barca y se fue con sus discípulos. Todavía estaban navegando cuando se desató una tormenta tan fuerte que las olas se metían en la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Entonces sus discípulos fueron a despertarlo: ¡Señor Jesús, sálvanos, porque nos hundimos!

Jesús les dijo: ¿Por qué están tan asustados? ¡Qué poco confían ustedes en Dios! Jesús se levantó y les ordenó al vienta y  a las olas que se calmaran,  y todo quedó muy tranquilo. Los discípulos preguntaban asombrados: ¿Quién será este hombre, que hasta el viento y las olas lo obedecen?
Cuando Jesús llegó a la región de Gadara, que está a la otra orilla del lago, dos hombres que tenían demonios salieron de entre las tumbas. Eran tan peligrosos que nadie podía pasar por ese camino. Cuando los dos hombres se acercaron a Jesús, los demonios gritaron: ¡Jesús, Hijo de Dios!, ¿qué vas a hacernos? ¿Vas a castigarnos antes del juicio final?

No muy lejos de allí había muchos cerdos, y los demonios le suplicaron a Jesús: Si nos sacas de estos hombres, déjanos entrar en esos cerdos. Jesús les dijo: Entren en ellos. Los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos. Entonces todos los cerdos corrieron sin parar, hasta que cayeron en el lago, donde se ahogaron.

Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron al pueblo. Allí contaron lo que había pasado con los cerdos y con los dos hombres que habían tenido demonios. La gente del pueblo fue a ver a Jesús, y le rogaron que se marchara de aquella región.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe creer en Dios, aunque esta es una decisión que el hombre debe tomar, pues tiene voluntad para hacer lo que Dios le pide, pero ¡claro! Esto implica que el hombre haga cambios y se comprometa con Dios, pero es conveniente que se apegue a la Palabra de Dios, a cumplir las enseñanzas del Señor Jesús para que pueda alcanzar una plenitud de vida.

No obstante, el hombre que acepta seguir a Jesús se dará cuenta que este sendero no es fácil de seguir; hay muchos altibajos que el hombre debe vencer con una actitud positiva, aunque a veces las pruebas sean difíciles, el Señor da la fortaleza en las situaciones que parece terminarán mal como si se escapan de control, por lo que es esencial que el hombre crea en el Señor Jesús y confíe en El.

Por tanto, es imprescindible que el hombre cambie su manera de vivir, que con actitud humilde sea agradecido y que la presencia de Dios reine en el corazón de cada persona.

Con Alta Estima,

martes, 14 de octubre de 2014

Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados…


No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. El los tratará como ustedes traten a los demás. ¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo del otro hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en tu ojo hay una rama. ¿Cómo te atreves a decirle a otro: Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo, si en tu ojo tienes una rama? ¡Hipócrita! Primero saca la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro.

No den a los perros las cosas que pertenecen a Dios, ni echen delante de los cerdos lo que para ustedes es más valioso. Los cerdos no sabrán apreciar su valor, y los perros pueden morderlos a ustedes.

Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.

Nadie le da a su hijo una piedra, si él le pide pan. Ni le da una serpiente, si le pide un pescado. Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará buenas cosas a quienes se las pidan.

Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia.

Es muy fácil andar por el camino que lleva a la perdición, porque es un camino ancho. ¡Y mucha gente va por ese camino! Pero es muy difícil andar por el camino que lleva a la vida, porque es un camino muy angosto. Por eso, son muy pocos los que lo encuentran.

¡Cuídense de los profetas mentirosos, que dicen que hablan de parte de Dios! Se presentan ante ustedes tan inofensivos como una oveja, pero en realidad son tan peligrosos como un lobo feroz. Ustedes los podrán reconocer, pues no hacen nada bueno. Son como las espinas, que sólo te hieren. El árbol bueno sólo produce frutos buenos y el árbol malo sólo produce frutos malos.

El árbol que no da buenos frutos se corta y se quema. Así que ustedes reconocerán a esos mentirosos por el mal que hacen. No todos los que dicen que yo soy su Señor y dueño entrarán en el reino de Dios. Eso no es suficiente; antes que nada deben obedecer los mandamientos de mi Padre, que está en el cielo. Cuando llegue el día en que Dios juzgará a todo el mundo, muchos me dirán: Señor y dueño nuestro, nosotros anunciamos de parte tuya el mensaje a otros. Y también usamos tu nombre para echar fuera demonios y para hacer milagros. Pero yo les diré: ¡Apártense de mí gente malvada! ¡Yo no tengo nada que ver con ustedes!

El que escucha lo que yo enseño y hace lo que yo digo, es como una persona precavida que construyó su casa sobre piedra firme. Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Pero la casa no se cayó, porque estaba construida sobre piedra firme.

Pero el que escucha lo que yo enseño y no hace lo que yo digo es como una persona tonta que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Y la casa se cayó y quedó totalmente destruida.

Cuando Jesús terminó de hablar, todos los que escuchaban quedaron admirados de sus enseñanzas, porque Jesús hablaba con toda autoridad, y no como los maestros de la Ley.

Aquí puedes darte cuenta que es importante como el hombre trate a otros, con amabilidad, humildad y amor, por lo que es necesario, que el hombre quite la dureza de su corazón para que pueda cumplir con lo que Dios pide que haga.

No obstante, es importante hacer lo bueno aún con personas malas, es decir, todo lo que a ti te perjudican no hacerlo a otros, tratar a los demás como quieras ser tratado,siendo esencial que el hombre muestre su amor y que  con una actitud positiva pueda vencer lo malo, así como Dios con su gran misericordia para con los hombres.

Por tanto, el hombre debe buscar a Dios, obedecer su voluntad aunque el camino sea estrecho, transitar con cautela, pues lo conveniente es que el hombre crezca espiritualmente, pues sabes, lo fundamental es que el hombre obedezca los mandatos de Dios para que construya su casa sobre roca firme.


Con Alta Estima,

lunes, 13 de octubre de 2014

La verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo corazón…


Cuando ustedes hagan una buena acción, no lo anuncien por todos lados; de lo contrario, Dios su Padre no les dará ningún premio. Si alguno de ustedes ayuda a los pobres, no se ponga a publicarlo en las sinagogas ni en los lugares por donde pasa la gente; eso lo hacen los hipócritas, que quieren que la gente los alabe. Les aseguro que ese es el único premio que ustedes recibirán.

Cuando alguno de ustedes ayude a los pobres, no se lo cuente a nadie. Así esa ayuda se mantendrá en secreto, Dios el Padre, que conoce ese secreto, les dará a ustedes su premio.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas. A ellos les encanta que la gente los vea orar. Por eso oran de pie en las sinagogas y en los lugares por donde pasa mucha gente. Pueden estar seguros de que no tendrán otra recompensa.

Cuando alguno de ustedes, ore, hágalo a solas. Vaya a su cuarto, cierre la puerta y hable allí en secreto con Dios, su Padre, pues él da lo que se le pide en secreto. Cuando ustedes oren, no usen muchas palabras, como hacen los que no conocen verdaderamente a Dios. Ellos creen que, porque hablan mucho, Dios les va a hacer más caso. No los imiten, porque Dios, nuestro Padre, sabe lo que ustedes necesitan, aun antes de que se lo pidan.

Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios. Ven y sé nuestro único rey. Que todos los que viven en la tierra te obedezcan, como te obedecen los que están en el cielo. Danos la comida que necesitamos hoy. Perdona el mal que hacemos, así como nosotros perdonamos a los que nos hacen mal. Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti, y líbranos del poder del diablo.

Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas. A ellos les gusta que la gente sepa que están ayunando. Les aseguro que ese será el único premio que ellos recibirán. Cuando ustedes ayunen, péinense bien y lávense la cara, para que la gente no se dé cuenta de que están ayunando. Sólo Dios, su Padre, quien conoce todos los secretos, sabrá que están ayunando y les dará su premio.

No traten de amontonar riquezas aquí en la tierra. Esas cosas se echan a perder o son destruidas por la polilla. Además, los ladrones pueden entrar y robarlas. Es mejor que amontonen riquezas en el cielo. Allí nada se echa a perder ni la polilla lo destruye. Tampoco los ladrones pueden entrar y robar. Recuerden que la verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo corazón.

Los ojos son el reflejo de tu carácter. Así que, tu bondad o tu maldad se refleja en tu mirada.

Ningún esclavo puede trabajar al mismo tiempo para dos amos, porque siempre obedecerá o amará a uno más que al otro. Del mismo modo, tampoco ustedes pueden servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas.

No vivan pensando en qué van a comer, que van a beber o qué ropa se van a poner. La vida no consiste solamente en comer, ni Dios creó el cuerpo solo para que lo vistan. Miren los pajaritos que vuelan por el aire. Ellos no siembran ni cosechan, ni guardan semillas en graneros. Sin embargo, Dios, el Padre que está en el cielo, les da todo lo que necesitan. ¡Y ustedes son más importantes que ellos!

¿Creen que por preocuparse vivirán un día más? Aprendan de las flores que están en el campo. Ellas no trabajan para hacerse sus vestidos. Sin embargo, les aseguro que ni el rey Salomón, se vistió tan bien como ellas, aunque tuvo muchas riquezas.

Si Dios hace tan hermosas a las flores, que viven tan poco tiempo, ¿acaso no harán más por ustedes? ¡Veo que todavía no han aprendido a confiar en Dios! Ya no se preocupen por lo que van a comer, o lo que van a beber, o por la ropa que se van a poner. Sólo los que no conocen a Dios se preocupan por eso. Ustedes tienen como padre a Dios que está en el cielo, y él sabe lo que ustedes necesitan.

Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey, y que hagan lo que él les pide. Dios les dará a su tiempo todo lo que necesiten. Así que no se preocupen por lo que pasará mañana. Ya tendrán tiempo para eso. Recuerden que tenemos bastante con los problemas de cada día.

Aquí puedes darte cuenta, que lo más importante para Dios es que el hombre obedezca sus enseñanzas de todo corazón, así si cada persona hace buenas obras, ayuda a otros no debe publicarlo pues Dios conoce todo; así como orar, que lo haga a solas y en secreto pues Dios sabe lo que cada quien necesita, y aun cuando vengan pruebas, el Señor le dará fuerza para que venza la adversidad.

Por lo tanto, es fundamental que el hombre viva apegado a la Palabra de Dios, y así todo lo que decida hacer, habrá adquirido el discernimiento para hacer lo correcto pues a Dios no lo puede engañar pues Dios conoce todos los secretos y la verdadera riqueza es obedecer a Dios, así como  perdonar a los que le hacen el mal, y entonces, a través de la mirada que refleja el carácter de  cada hombre reflejará bondad.

Lo cierto, es que Dios sea la prioridad en la vida de cada ser humano, y por ende, Dios dará prosperidad por añadidura, pero  primero, es necesario que el hombre haga la parte que le corresponde y que lo haga de todo corazón, que no se preocupe de tanto afán, de tanta incertidumbre de saber que pasara mañana pues demuestra que no tiene confianza en Dios.

Sabes, el hombre que cree verdaderamente en Dios, deposita su confianza en El, pues Dios conoce las necesidades de cada persona y El dará a su tiempo todas ellas. ¡Lo urgente! es que el hombre reconozca a Dios como su único rey.


Con Alta Estima, 

sábado, 11 de octubre de 2014

¡Alégrense! ¡Pónganse contentos! Porque van a recibir un gran premio…


Cuando Jesús vio a tanta gente, subió a una montaña y se sentó. Los discípulos se le acercaron, y él comenzó a enseñarles: Dios bendice a los que confían totalmente en él, pues ellos forman parte de su reino. Dios bendice a los que sufren, pues él los consolará. Dios bendice a los humildes, pues ellos recibirán la tierra prometida. Dios bendice a los que desean la justicia, pero él les cumplirá su deseo. 

Dios bendice a los que desean la justicia, pues él les cumplirá su deseo. Dios bendice a los que son compasivos, pues él será compasivo con ellos. Dios bendice a los que tienen un corazón puro, pues ellos verán a Dios. Dios bendice a los que trabajan para que haya paz en el mundo, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Dios bendice a los que son maltratados por practicar la justicia, pues ellos forman parte de su reino.

Dios los bendecirá a ustedes cuando, por causa mía, la gente los maltrate y diga mentiras contra ustedes. ¡Alégrense! ¡Pónganse contentos! Porque van a recibir un gran premio en el cielo. Así maltrataron también a los profetas que vivieron antes que ustedes.

Ustedes son como la sal que se pone en el horno de barro para aumentar su calor. Si la sal pierde esa capacidad, ya no sirve para nada, sino para que la tiren a la calle y la gente la pisotee. Ustedes son como una luz que ilumina a todos. Son como una ciudad construida en la parte más alta de un cerro y que todos pueden ver. Nadie enciende una lámpara para materia debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa. De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.

No crean que vine a quitar la ley ni a decir que la enseñanza de los profetas ya no vale. Al contrario: vine a darles su verdadero valor. Yo les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni siquiera un punto o una coma se quitará de la ley, hasta que todo se cumpla. Por eso, si alguien no obedece uno solo de los mandamientos de Dios, aun el menos importante, será la persona menos importante en el reino de Dios. Lo mismo le sucederá al que enseñe a otros desobedecer. Pero el que obedezca los mandamientos y enseñe a otros a obedecerlos, será muy importante en el reino de Dios. Yo les aseguro que si ustedes no son más obedientes que los fariseos y los maestros de la Ley, nunca entrarán en el reino de Dios.

Recuerden que hace mucho tiempo Moisés dijo: No maten, pues si alguien mata a otro, será castigado. Pero ahora yo les aseguro que cualquiera que se enoje con otro tendrá que ir a juicio. Cualquiera que insulte a otro será llevado a los tribunales. Y el que maldiga a otro será echado en
el fuego del infierno. Por eso, si llevas al altar del templo una ofrenda para Dios, y allí te acuerdas  de que alguien está enojado contigo, deja la ofrenda delante del altar, ve de inmediato a reconciliarte con esa persona y después de eso regresa a presentar tu ofrenda a Dios.

Si alguien te acusa de haberle hecho algo malo, arregla el problema con esa persona antes de que te entregue al juez. Si no, el juez le ordenará a un policía que te lleve a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí sin que antes pagues hasta la última moneda que debas.

Moisés también dijo: No sean infieles en su matrimonio. Pero ahora yo les aseguro que si un hombre mira a otra mujer con el deseo de tener relaciones sexuales con ella, ya fue infiel en su corazón. Si lo que ves con tu ojo derecho te hace desobedecer a Dios, es mejor que te lo saques y lo tires lejos. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Si lo que haces con tu mano derecha te hace desobedecer, es mejor que te la cortes y la tires lejos. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo se vaya al infierno.

También hace mucho tiempo Moisés dijo: Si alguno ya no quiere vivir casado con una mujer, déle un certificado de divorcio. Pero ahora yo les digo que el hombre sólo puede divorciarse si su esposa tiene relaciones sexuales con otro hombre. Si se divorcia de su esposa por otra razón, la pone en peligro de cometer ese mismo pecado. Si esa mujer vuelve a casarse, tanto ella como su nuevo esposo serán culpables de adulterio.

En ese mismo tiempo, Moisés también enseñó: No usen el nombre de Dios para prometer lo que no van a cumplir. Pero ahora yo les digo a ustedes que, cuando prometan algo, no hagan ningún juramento. No juren por el cielo, porque es el trono de Dios, ni juren por la tierra, porque Dios gobierna sobre ella. Tampoco juren por Jerusalén, pues esta ciudad pertenece a Dios, el gran Rey. Nunca juren por su vida, porque ustedes no son dueños de ella. Si van a hacer algo digan que sí, y si no lo van a hacer digan que no. Todo lo que digan de más viene del diablo.

Otra de las enseñanzas de Moisés fue esta: Si alguien le saca un ojo a otro, también a él se le sacará un ojo; si le rompe un diente, también a él se le romperá otro. Pero ahora yo les digo:  No traten de vengarse de quien les hace daño. Si alguien les da una bofetada en la mejilla derecha, pídanle que les pegue también en la izquierda. Si alguien los acusa ante un juez y quiere quitarles la camisa, denle también el abrigo. Si un soldado los obliga a llevar una carga por un kilómetro, llévenla dos kilómetros. A quien les pida algo, dénselo, y a quien les pida prestado, préstenle.

Esta es otra orden que dio Moisés hace muchísimo tiempo: Amen a su prójimo y odien a su enemigo. Pero ahora yo les digo. Amen a sus enemigos y oren por quienes los maltratan. Así demostrarán que actúan como su Padre Dios, que está en el cielo. El es quien hace que salga el sol sobre los buenos y sobre los malos. El es quien manda la lluvia para el bien de los que lo obedecen y de los que no lo obedecen.

Si ustedes aman sólo a quienes los aman, Dios no los va a bendecir por eso. Recuerden que hasta los que cobran impuestos para Roma también aman a sus amigos. Si saludan sólo  a sus amigos, no hacen nada extraordinario. ¡Hasta los que no creen en Dios hacen eso! Ustedes deben ser perfectos como Dios, su Padre que está en el cielo, es perfecto.

Aquí puedes darte cuenta que es tiempo de alegría, que el hombre debe estar contento y estar alerta, pues Dios pronto volverá y entonces, el hombre debe cuidar su conducta y así  Dios bendice a toda persona que pone su confianza en El, al que es humilde, al que es compasivo, al que tiene un corazón puro.

Asimismo, Dios da capacidades al hombre para que sea útil, pues unos son sal que generan calor, otros son luz que iluminan a otros, demostrando estas capacidades en su conducta y mostrando como debe obedecer a Dios.

Por tanto, es importante que cada persona cumpla sus mandamientos, que haga buenas obras, si es necesario que se reconcilie con sus hermanos lo haga pues no debe vengarse de quien les hace daño, y entonces que pueda ofrecer una ofrenda grata  a Dios, para que el hombre sea perfecto como Dios es perfecto.


Con Alta Estima,

viernes, 10 de octubre de 2014

Síganme…


Luego el Espíritu de Dios llevó a Jesús al desierto, para que el diablo tratara de hacerlo caer en sus trampas. Después de ayunar en el desierto cuarenta días con sus noches, Jesús tuvo hambre. Entonces llegó el diablo para ponerle una trampa, y le dijo: Si en verdad eres el Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan.

Jesús le contestó: La Biblia dice: No sólo de pan vive la gente; también necesita obedecer todo lo que Dios manda. Después el diablo llevó a Jesús a la ciudad de Jerusalén. Allí lo subió a la parte más alta del templo, y le dijo: Si en verdad eres el Hijo de Dios, tírate abajo, pues la Biblia dice: Dios mandará a sus ángeles para que te cuiden. Ellos te sostendrán; para que no te lastimes los pies contra ninguna piedra.

Jesús le contestó: La Biblia también dice: Nunca trates de hacer caer a tu Dios en una trampa. Por último, el diablo llevó a Jesús a una montaña muy alta. Desde allí podían verse los países más ricos y poderosos del mundo. El diablo le dijo: Todos estos países serán tuyos, si te arrodillas delante de mí y me adoras.

Jesús le respondió: Vete de aquí, Satanás, porque la Biblia dice: Adoren a Dios y obedézcanlo sólo a él. Entonces el diablo se fue, y unos ángeles vinieron a servir a Jesús. Cuando Jesús oyó que Juan el Bautista estaba en la cárcel, se marchó a la región de Galilea. Pero no volvió a su casa en Nazaret, sino que se fue a vivir a Cafarnaúm. Este pueblo se encuentra a orillas del Lago de Galilea. Allí vivieron las tribus israelitas de Zabulón y de Neftalí.

Así se cumplió lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías, cuando escribió: Escucha, tierra de Zabulón, que estás cerca del gran mar; escucha, tierra de Neftalí, que estás al oeste del río Jordán; escucha, tú, Galilea, tierra de extranjeros. Aunque tu gente viva en la oscuridad, verá una gran luz. Una luz alumbrará a los que vivan en sombra de muerte.

Desde entonces, Jesús comenzó a decirles a todos: Vuélvanse a Dios, porque su reino se va a establecer aquí.

Jesús pasaba por la orilla del Lago de Galilea cuando vio a Simón Pedro y Andrés, dos hermanos que eran pescadores. Mientras ellos pescaban con sus redes, Jesús les dijo: Síganme. En lugar de pescar peces, les voy a enseñar a ganar seguidores para mí.

En ese mismo instante, Pedro y Andrés dejaron sus redes y siguieron a Jesús. Jesús siguió caminando por la orilla del lago y vio a Santiago y a Juan, otros dos hermanos que también eran pescadores. Los dos estaban en una barca arreglando las redes, junto con su padre Zebedeo. Jesús llamó a los dos. Ellos salieron de inmediato de la barca, dejaron a su padre y siguieron a Jesús.

Jesús recorría toda la región de Galilea. Enseñaba en las sinagogas, anunciaba las buenas noticias del reino de Dios y sanaba a todos los que estaban enfermos. Jesús se hizo muy famoso en toda la región de Siria. La gente le traía personas que sufrían dolores y enfermedades, o que tenían demonios. También le traían a los que sufrían de ataques o que no podían caminar ni moverse, y a todos ellos los sanó.

Muchísima gente de las regiones de Galilea, Judea y Decápolis seguía a Jesús. También venía gente de la ciudad de Jerusalén y de los pueblos que están al otro lado de río Jordán.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe vivir apegado a la Palabra de Dios para que pueda vencer las trampas del mundo, esas tentaciones materiales que sólo ocasionan que el hombre se afane y olvide a Dios, pues es necesario que el hombre conozca a Dios y obedezca sus mandatos con la seguridad de que sólo con Dios el hombre se podrá sostener firmemente.

No obstante, hay tantos distractores en el mundo que el hombre debe aprender a resistir para no caer en la falacia, en tanta frivolidad que enajena al ser humano y lo conduce a valles de sombras. Lo importante, es que el hombre honre a Dios, con una buena conducta pues sólo a Dios debe adorar.

Y, lo fundamental es que el hombre crea en Jesucristo, sólo a través de El, el hombre llegará a Dios, pues  Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, sólo asido a El, el hombre vivirá en la luz.

Por tanto, es tiempo de que el hombre se vuelva a Dios, que acepte a Jesucristo en su vida como su salvador, aunque sabes esta es una decisión voluntaria que el hombre debe tomar.Por lo que ahora es el momento que el reino de Dios se establezca en su ser interior de cada persona, pero ¡No tardes! Es importante que el hombre haga cambios y  siga a Jesús, que anuncie las buenas noticias de su reino.


Con Alta Estima,