jueves, 23 de octubre de 2014

Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten atención!


Ese mismo día, Jesús salió de la casa donde estaba, fue a la orilla del Lago de Galilea, y allí se sentó para enseñar. Cuando mucha gente llegó a escucharlo, tuvo que subir a una barca y sentarse para enseñar desde allí. La gente permaneció de pie en la playa. Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos y comparaciones.

Les puso esta comparación: Un campesino salió a sembrar trigo. Mientras sembraba, algunas semillas cayeron en el camino. Poco después vinieron unos pájaros y se las comieron. Otras semillas cayeron en un terreno con muchas piedras y poca tierra. Allí pronto brotaron plantas de trigo, pues la tierra era poca profunda. Pero las plantas no vivieron mucho tiempo porque no tenían buenas raíces, y se quemaron cuando salió el sol.

Otras semillas cayeron entre espinos. Cuando los espinos crecieron, apretaron las espigas de trigo y no las dejaron crecer. Pero otras semillas cayeron en tierra buena y produjeron una cosecha muy buena y produjeron una cosecha muy buena. En algunos casos, las semillas sembradas produjeron espigas con sesenta semillas, y otras produjeron espigas con treinta semillas. ¡Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten mucha atención!

Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Por qué enseñas a la gente por medio de ejemplos? Jesús les dijo: A ustedes yo les permito conocer los secretos del reino de Dios, pero no a los demás. Porque a los que saben algo acerca de los secretos del reino, se les permite saber mucho más. Pero a los que no saben mucho de los secretos del reino, Dios les hará que olviden aún lo poquito que saben. Yo enseño a la gente por medio de ejemplos, así, por más que miren, no verán nada, y por más que oigan, tampoco entenderán nada.

Así se cumple con ellos lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías: Esta gente, por más que escuche, nunca entenderá; y por más que mire, nunca verá. Pues no aprende ni piensa, sino que cierra los ojos para no ver, y se tapa los oídos para no oír. Si hiciera lo contrario, entendería mi mensaje, cambiaría su manera de vivir; ¡y yo la salvaría!

Pero a ustedes, mis discípulos, Dios los ha bendecido, porque ven y escuchan mi mensaje. Muchos profetas y mucha gente buena hubieran querido ver lo que ustedes ven y oyen, pero no pudieron.
Ahora, pongan atención y les diré lo que significa el ejemplo del campesino. Hay algunos que escuchan el mensaje del reino de Dios, pero como no lo entienden, el diablo viene y hace que lo olviden. Estos son como las semillas que cayeron junto al camino. Las semillas que cayeron entre piedras representan a los que oyen el mensaje del reino de Dios, y lo aceptan rápidamente y con gran alegría, pero como no entienden muy bien el mensaje, su alegría dura muy poco. Cuando tienen problemas, o los maltratan por ser obedientes a Dios, enseguida se olvidan del mensaje.

Luego están las semillas que cayeron entre los espinos. Estas semillas representan a los que oyen el mensaje, pero no dejan que el mensaje cambie sus vidas. Sólo piensan en lo que necesitan y en cómo hacerse ricos.

Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje y lo entienden. Estos si cambian sus vidas y hacen lo bueno. Son como esas semillas que produjeron espigas con cien, con sesenta , y hasta con treinta semillas.

Jesús les puso este otro ejemplo: En el reino de Dios sucede lo mismo que le pasó a uno que sembró, en su terreno, muy buenas semillas de trigo. Mientras todos dormían, llegó su enemigo y, entre las semillas de trigo, sembró semillas de una mala hierba llamada cizaña, y después se fue.

Cuando las semillas de trigo produjeron espigas, los trabajadores se dieron cuenta de que también había crecido cizaña. Entonces fueron a donde estaba el dueño del terreno, y le dijeron: Señor, si usted sembró buenas semillas de trigo, ¿por qué también creció la cizaña? El dueño les dijo: Esto lo hizo mi enemigo.

Los trabajadores le preguntaron: ¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba? El dueño les dijo: ¡No! El trigo y la cizaña se parecen mucho, y a lo mejor ustedes van y arrancan el trigo junto con la cizaña. Mejor dejen que las dos plantas crezcan juntas. Cuando llegue el tiempo de la cosecha, podremos distinguir cuál es el trigo y cuál es la cizaña. Entonces enviaré a los trabajadores para que arranquen primero la cizaña, la amontonen y la quemen. Luego recogerán el trigo y lo llevarán a mi granero.

Jesús también les hizo esta comparación: Con el reino de Dios pasa algo parecido a lo que sucede con la semilla de mostaza. A pesar de ser muy pequeña, cuando un hombre la siembra en su terreno, crece hasta convertirse en la más grande de las plantas del huerto. Llegó a ser tan grande como un árbol, y hasta los pájaros hacen ruidos en sus ramas.

Jesús les puso una comparación más: Con el reino de Dios pasa lo mismo que con la harina. Cuando una mujer pone en ella un poquito de levadura, ese poquito hace crecer toda la masa. Jesús le enseñó todo esto a la gente por medio de ejemplos y comparaciones, y sólo así enseñaba. De esa manera, Jesús cumplía lo que Dios había dicho por medio del profeta: Hablaré a la gente por medio de ejemplos, y contaré cosas que Dios ha tenido en secreto desde que hizo el mundo.

Jesús dejó a la gente allí y se fue a la casa. Entonces sus discípulos fueron a decirle: Explícanos qué significa el ejemplo de la mala hierba en el terreno. Jesús les dijo: El que siembra la buena semilla de trigo soy yo, el Hijo del hombre. El terreno en el mundo, y las buenas semillas de trigo son todos los que obedecen las leyes del reino de Dios. Las semillas de cizaña son los que obedecen al diablo, que fue quien las sembró en el mundo. El tiempo de la cosecha es el juicio final, y los trabajadores que recogen la cosecha son los ángeles. Cuando Dios juzgue a todos, será como cuando se arranca la mala hierba y se quema. Yo, el Hijo del hombre, enviaré a mis ángeles para que saquen de mi reino a todos los que hacen lo malo y obligan a otros a hacerlo. A esas personas, los ángeles las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto miedo que llorarán y rechinarán los dientes. Pero los que obedecen a Dios brillarán en el reino del Padre como brilla el sol. ¡Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten atención!

Con el reino de Dios pasa lo mismo que con un tesoro escondido en un terreno. Cuando alguien lo encuentra, lo vuelve a esconder; y después va muy alegre a vender todo lo que tiene para comprar el terreno y quedarse con el tesoro.

El reino de Dios también se parece a un comerciante que compra joyas finas. Cuando encuentra una joya muy valiosa, vende todo lo que tiene, y va y la compra.

El reino de Dios se parece a una red de pescar. Los pescadores echan la red al mar, y en ella recogen toda clase de peces. Cuando la red ya está llena, la sacan a la orilla y se sientan a separar el pescado bueno en una canasta, y tiran el pescado malo. Así también sucederá cuando llegue el fin del mundo: Los ángeles saldrán a separar a las personas buenas de las malas. A las malas las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto horror que llorarán y rechinarán los dientes.-

Jesús les preguntó a sus discípulos: ¿Entienden ustedes todas estas enseñanzas? Ellos contestaron: Sí, las entendemos. Jesús les dijo: Todo maestro de la Ley que se convierte en discípulo del reino de Dios, se parece al que va a su bodega, y de allí saca cosas nuevas y cosas viejas.

Cuando Jesús terminó de enseñar con estos ejemplos, se fue de allí. Llegó a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. La gente estaba tan sorprendida que algunos decían: ¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿Cómo puede hacer esos milagros? Otros decían: Pero, ¡si es Jesús, el hijo de José, el carpintero! Su madre es María, y sus hermanos son Santiago, José, Simón y Judas. Sus hermanas aún  viven aquí. ¿Cómo es que Jesús sabe tanto y puede hacer estos milagros? Pero ninguno de los que estaban allí quiso aceptar las enseñanzas de Jesús. Entonces él dijo: A un profeta se le respeta en todas partes, menos en su propio pueblo y en su propia familia. Y como la gente no creía en él, Jesús no hizo muchos milagros en aquel lugar.

Aquí puedes darte cuenta que es prioridad que el hombre tome la decisión voluntaria de buscar a Dios y preste atención a su Palabra, la obedezca  para que su mente sea renovada, y cambie su manera de vivir.

No obstante, es necesario que el hombre confíe en el Señor, que no tenga tanto afán que lo aparta de Dios, sino al contrario el hombre debe prepararse en el conocimiento de Dios, aunque muchas veces hay oposición pues piensa el hombre que el mal prevalece, pero qué crees no es así, Dios es todopoderoso y El todo lo controla.

Por tanto, lo esencial, es que el hombre esté ¡Alerta!, que oiga la Palabra para que su vida sea edificada pues  así como la cizaña, que es la maldad y está al asecho de cada creyente, busca desequilibrar al hombre, de manera que tenga dudas y tropiece, pero el hombre asido de la mano de Dios vencerá y podrá avanzar, pues Dios le da la fuerza que necesita para mantenerse firme en sus convicciones.

Ahora es el tiempo de que el hombre haga cambios en su vida, que acepte a Jesús en su corazón, que establezca su reino en su ser interior y Dios le dará poder, pues el Espíritu de Dios morará y, entonces su amor será revelado a cada persona.

Con Alta Estima,

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