viernes, 31 de octubre de 2014

Ustedes están confundidos y no confían en Dios…


Seis días después, Jesús llevó a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan hasta un cerro alto, para estar solos. Frente a ellos, Jesús se transformó: Su cara brillaba como el sol, y su ropa se puso tan blanca como la luz del mediodía.

Luego los tres discípulos vieron aparecer a Moisés y al profeta Elías, y ellos conversaban con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: Señor, ¡qué bueno que estemos aquí! Si quieres, voy a construir tres enramadas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.

Mientras Pedro hablaba, una nube brillante vino y se detuvo sobre ellos. Desde la nube se oyó una voz que decía: Este es mi Hijo, yo lo amo mucho y estoy muy contento con él. Ustedes deben obedecerlo. Al oír esto, los discípulos se tiraron al suelo, y no se atrevían a mirar, pues tenían mucho miedo. Jesús se acercó, los tocó y les dijo: Levántense y no tengan miedo.

Cuando los discípulos se levantaron, vieron que Jesús estaba solo. Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó: No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que yo, el hijo del hombre, haya muerto y resucitado. Los discípulos le preguntaron: ¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el profeta Elías va a venir antes que el Mesías? Jesús les respondió: Eso es verdad. Elías viene primero, para prepararlo todo. Sin embargo, les aseguro que Elías ya vino; pero la gente no lo reconoció, y lo trataron como quisieron. A mí, el Hijo del hombre, también me tratarán así, y sufriré mucho. Los tres discípulos entendieron que Jesús estaba hablando de Juan el Bautista. 

Cuando llegaron a donde estaba la gente, un hombre se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: ¡Señor, ten compasión de mi hijo y ayúdalo! Está muy enfermo y sufre de terribles ataques. Muchas veces, cuando le da un ataque, cae al fuego o al agua. Lo traje para que tus discípulos lo sanaran, pero no han podido hacerlo.

Jesús contestó: Ustedes están confundidos y no confían en Dios. ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho! Jesús reprendió al demonio que estaba en el muchacho, y lo obligó a salir. El muchacho quedó sano. Poco después, los discípulos llamaron a Jesús aparte y le preguntaron: ¿Por qué nosotros no pudimos sacar ese demonio?

Jesús les respondió: Porque ustedes no confían en Dios. Les aseguro que si tuvieran una confianza tan pequeña como un grano de mostaza, podrían ordenarle a esta montaña que se moviera de su lugar, y los obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes¡

Mientras viajaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo a sus discípulos: Mis enemigos me van a traicionar, y me matarán. Pero yo, el Hijo del hombre, resucitaré al tercer día. Al oír eso, los discípulos se pusieron muy tristes.

Cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a preguntarle a Pedro: ¿Paga tu maestro el impuesto para el templo? Pedro contestó: Sí, lo paga. Cuando Pedro entró en la casa donde estaban todos, Jesús le habló primero y le dijo: Dime, Pedro, ¿a quiénes cobran los reyes impuestos y contribuciones? ¿A los ciudadanos de su reino, o a los extranjeros?

Pedro contestó: A los extranjeros. Jesús dijo: Entonces, los ciudadanos del reino no tienen que pagar impuestos. Sin embargo, para que estos cobradores no se enojen, ve al mar y echa tu anzuelo. Ábrele la boca al primer pez que saques, y allí encontrarás una moneda. Toma ese dinero, y paga mi impuesto y el tuyo.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre al aceptar a Jesús en su corazón, pone su confianza en El y entonces el hombre puede tener autoridad en hacer las cosas pues el Espíritu de Dios estará con él.
Lo esencial, es que el hombre muestre obediencia a Dios, que sacie su hambre a través de su Palabra, pues ésta es la verdad, es la luz que guía para que el hombre siga el camino recto.

Así es que el tiempo apremia, es el momento que el hombre se arrepienta de todo lo malo, que muera al “yo” y pida perdón al Señor. Es hora de que el hombre busque a Dios, que cambie su manera de pensar, que se apegue a su Palabra para que avive su fe en Jesucristo y pueda avanzar en su vida espiritual.

Mientras tanto, el hombre no debe estar confundido, debe tener su mirada puesta en Jesús y dependiendo de la confianza en Dios, como el espíritu de Dios está en él, el hombre por fe puede tener poder para hacer todo posible.


Con Alta Estima,

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