sábado, 31 de agosto de 2013

El juez de todos...

Es importante  que el ser humano reconozca a Dios como juez supremo, El será el Juez final y su juicio satisfará todas las demandas de la justicia, siendo la base del justo juicio de Dios, que será en cada caso, la evidencia de la vida de cada persona juzgada. Por lo que es necesario que cada persona se comporte con prudencia para gozar del favor de Dios y de los hombres.

Así pues, Bildad respondió, ¡hablemos menos y pensemos más; entonces podremos conversar! Job cree que somos tontos, nos trata como si fuéramos animales. Tan enojado está que él mismo se despedaza; ¡pero eso no cambia nada! La vida delos malvados es como lámpara que se apaga; es como la luz de una casa, que de pronto deja de alumbrar. Sus pasos van perdiendo fuerza; caen en su propias trampas, y allí se quedan atrapados. El miedo y el desastre los siguen por todas partes; ¡no los dejan ni un momento! La enfermedad y la muerte les devoran todo el cuerpo. La muerte los arranca de la tranquilidad del hogar; en su casa hay olor a azufre porque el fuego la consume. Los malvados son como un árbol, al que se le secan las raíces y se le marchitan las ramas. Nadie se acuerda  de ellos; son lanzados a la oscuridad y su fama queda en el olvido. En el pueblo donde vivía, no les queda ningún pariente. De un extremo al otro de la tierra, la gente se asombra y se asusta al saber cómo acabaron. Así terminan los malvados, los que no reconocen a Dios.

Job respondió: Tanta palabrería de ustedes me atormenta y me lástima; ¿cuándo van a dejarme en paz? Una y otra vez me insultan sin compasión. ¡Debería darles vergüenza! Aun cuando yo haya pecado, eso no les afecta. Lo que ustedes realmente quieren es sentirse mejores que yo; se aprovechan de verme humillado para lanzarme sus ataques. Pero voy a decirles algo: es Dios quien me hizo daño, ¡es Dios quien me tendió una trampa! A gritos pido ayuda, pero nadie me responde, ni conoce la justicia. Dios no me deja pasar, me tiene cerrado el camino. Me quitó mis riquezas; me dejó como a un árbol destrozado y sin raíces.

Dios ha hecho que me abandonen mis amigos y mis hermanos; también ha hecho que me olviden mis parientes y conocidos. Los que antes comían en su mesa, hoy me ven como a un extraño; ¡aun las jóvenes que me servían ahora dicen que no me conocen! Pido que mis esclavos me sirvan, y ni con ruegos me atienden…Amigos míos, ¡tengan lástima de mí! Dios se ha vuelto mi enemigo, no hagan ustedes lo mismo. ¡Cómo quisiera que mis palabras quedarán grabadas para siempre en una placa de hierro! Yo sé que mi Dios vive, sé que triunfará sobre la muerte, y me declarará inocente. Cuando mi cuerpo haya sido destruido, veré a Dios con mis propios ojos. Estoy seguro de que lo veré, ¡con ansias espero el momento! Ustedes solo piensan en perseguirme, pues creen que soy culpable; pero tengan mucho cuidado. Dios es el juez de todos nosotros; cuando él los juzgue, los castigará con la muerte.

Entonces Zofar le respondió a Job: Lo que acabo de escuchar me deja muy confundido. Es un insulto a mi inteligencia, y me veo obligado a responderte. Desde que Dios creó al hombre y lo puso en este mundo, la alegría de los malvados no dura mucho tiempo. Eso lo sabes muy bien. Son tan orgullosos que piensan que pueden tocar el alto cielo, pero no son más que basura, y como basura desaparecerán; serán como un sueño que se olvida: un día se irán para siempre, y nadie volverá a encontrarlos; ¡sus amigos no volverán a verlos, ni sabrán qué pasó con ellos! La fuerza de su juventud se irá con ellos al sepulcro, y sus hijos tendrán que repartir entre la gente pobre todas las riqueza que acumularon.

Ellos creen que la maldad es dulce como un caramelo, y la siguen saboreando, pues no quieren renunciar a ella. Pero la maldad que hoy los alimenta, mañana será su veneno. ¡Dios los obligará a devolver todas las riquezas que se robaron! Su maldad es como venenos de víboras, que acabará por matarlos. Se adueñan de casas que nunca construyeron, y dejan sin nada a los pobres. Pero no llegarán a disfrutar de tanta riqueza y prosperidad, ni podrán saborear plenamente lo que sus negocios produzcan.Fueron tan ambiciosos que nunca estuvieron contentos; a pesar de tener tanto siempre quisieron tener más; por eso su bienestar no durará mucho tiempo. Aunque tengan abundancia, siempre vivirán angustiados; ¡sobre ellos caerá todo el peso de la desgracia!...

Job le respondió a Zofar: Para mí sería un gran consuelo que me prestaran atención. Tengan paciencia mientras hablo, y una vez que haya terminado, podrán reírse si quieren. Si he perdido la paciencia es porque mi reclamo es contra Dios. Pónganme atención, y quedarán asombrados. ¡No entiendo por qué los malvados viven tanto y ganan tanto dinero! Mientras más pienso en eso, más me asusto y me da escalofríos. Como Dios nunca los castiga, no tienen miedo de nada; viven tranquilos en sus casas, viendo progresar a sus hijos y crecer a sus nietos… Durante toda su vida, los malvados gozan de gran bienestar, y al final tienen una muerte tranquila, se mantienen alejados de Dios, porque no quieren obedecerlo. No creen estar obligados a respetar al Dios todopoderoso ni a dirigirle sus oraciones. Se creen dueños de su felicidad, pero yo no pienso como ellos…

A Dios nadie le enseña nada; él es el juez de todos, ¡aun de la gente más importante! Algunos mueren en plena juventud, gordos y llenos de vida. Otros mueren amargados y sin haber disfrutado de nada, ¡pero unos y otros mueren, y en la tumba se llenan de gusanos! Me imagino lo que piensan: ustedes quieren hacerme daño. De seguro se preguntan: ¿dónde quedaron los palacios que tenía ese rico malvado? ¡Pregunten a los viajeros! ¡Presten atención a sus relatos! Los malvados siempre se libran del castigo de Dios. Nunca nadie los reprende, nunca nadie les da su merecido; y cuando se mueren, mucha gente va al entierro. Luego hacen guardia en su tumba, ¡y la tierra los recibe con cariño! ¿Y todavía esperan consolarme con sus palabras sin sentido? ¡Es falso todo lo que han dicho!

Sabes, es necesario que cada persona desarrolle algunas cualidades a lo largo de su camino, la sencillez es primordial en su comportamiento en contraste con sus rectas intenciones, firmeza en sus convicciones ya que manifiesta valores como ser humano, nobleza, humildad, sinceridad, lealtad consigo mismo y sobre todo prudencia, por lo que es urgente hacer cambios y sólo con Dios en tu vida puede iniciarse  esa transformación para lograr ser una persona de gran corazón, pues el carácter del hombre tiene su exacta medida en la forma como se comporta con su prójimo.


Con Alta Estima, 

viernes, 30 de agosto de 2013

Las quejas...(Parte IV)

En esta participación, Elifaz ataca de nuevo a Job y Job se siente abandonado no sólo de sus amigos sino también de Dios, para Job callarse significaría que sus amigo tenían la razón de su supuesta culpabilidad como causa de su sufrimiento, pero Job tiene plena conciencia de no haberse apartado de Dios ni un solo día de su vida. En su repuesta a Elifaz, se plantea una gran interrogante, pues ve que hay maldad en todas partes, miseria, explotación; además piensa que para su amigo es fácil decir tantos discursos tan falsos pues no está en su triste situación, Elifaz tiene salud puede soportar las palabrerías, en cambio él está abrumado por el dolor.

Entonces Elifaz le respondió a Job: Si en verdad eres inteligente, no debieras ser tan violento. Sólo dice tonterías, y de tu boca no sale nada bueno. Tu falta de respeto a Dios hace que otros no lo obedezcan. No necesito ser tu juez, pues tus palabras te condenan. Tienes tan sucia la mente que sólo dices mentiras. Tú no eres el primer hombre que hubo sobre la tierra. El mundo ya existía antes de que nacieras. Tampoco eres el único sabio, ni Dios te pide consejos. Cualquier cosa que tú sepas, también nosotros la sabemos. Nuestros años y experiencia nos hacen aun mejores que tu padre. Dios mismo te consuela y te habla con cariño, pero eso no te importa. ¿Por qué te enojas contra Dios y hablas más de la cuenta? ¡En tus ojos se ve el odio que sientes! Ante Dios nadie es puro ni inocente; ni aun los ángeles lo son, ¿qué oportunidad tenemos los humanos, si Dios ni en sus ángeles confía?

Job, préstame atención, voy a decirte lo que sé. En la sabiduría que los sabios aprendieron hace mucho. ¡No la aprendieron de gente extraña! Por eso, como premio, Dios le dio la tierra, pero el miedo y el sufrimiento son el premio de los malvados. Siempre escuchan ruidos extraños y cuando se encuentran en paz no faltan ladrones que los ataquen. Los malvados no tienen esperanzas, saben que no escaparán de la muerte, y que acabarán devorados por los buitres. Por eso sufren y tienen miedo como si un rey los atacara; saben que les viene la desgracia, pues se atrevieron a desafiar al Dios todopoderoso… Los malvados no debieran engañarse ni confiar en ilusiones porque de ellas nada sacarán. Morirán antes de tiempo, se quedarán como los viñedos cuando se les caen las uvas, y como los árboles de olivo cuando no llegan a florecer. Los malvados dejaran de existir; los que se hacen ricos con engaños verán sus casas destruidas por el fuego.
Job le contestó a Elifaz: Todo lo que ustedes han dicho lo he escuchado muchas veces, ¡y no fue ningún consuelo!¿Qué es lo que tanto les molesta?¡Porque no me dejan en paz! Si estuvieran en mi lugar, verían que no necesito tanta palabrería. ¡Lo que necesito es que me animen, que calmen mi sufrimiento! ¿qué se gana con hablar? ¡Mi dolor no me deja ni tampoco se calma! Dios ha acabado conmigo y con toda mi familia. Me tiene arrinconado, se levanta y me condena; lo que ha dejado de mí es sólo un montón de huesos.

Tan enojado está Dios conmigo que me persigue y me despedaza; me considera su enemigo. Me mira con rabia y me muestra los dientes. Mis enemigos se han puesto en mi contra; se burlan de mí y me dan bofetadas. Dios me dejó caer en manos de gente malvada. Antes, yo vivía tranquilo; pero Dios me agarró por el cuello y me hizo objeto de sus ataques. Se lanzó contra mí como un guerrero y me abrió una herida tras otra, destrozándome sin ninguna compasión… Me vestí con ropas ásperas, para mostrar mi angustia; ¡mi orgullo ha quedado por el suelo! De tanto llorar tengo roja la cara; mis ojos muestran profundas ojeras. ¿por qué no aceptas que no soy un malvado, y que es sincera mi oración? Si acaso muero, espero que la tierra no oculte mi inocencia. Yo sé que en el cielo tengo un testigo a mi favor. Allí sin duda, está mi abogado. Ante Dios lloro amargamente, porque mis amigos se burlan de mí. Dios me defenderá, como quien defienda a un amigo. En unos cuantos años estaré en la tumba, y ya no volveré. Todos los que me rodean se burlan de mí; tengo que soportar sus ataques. La vida se me escapa; ya la muerte me está esperando.

¡Dios mío, ven a defenderme, pues no hay quien lo haga por mí! Confunde a mis enemigos y no los dejes que triunfen. Si por ganarse unas monedas pueden acusar a un amigo, ¡mereces ver morir a sus hijos! Dios mío, tú me pones en vergüenza, y todo el mundo se burla de mí: algunos hasta me escupen la cara. Los ojos se me cierran de dolor; de mí sólo quedan huesos. Cuando me ve la gente buena, apenas puedo creerlo y se enoja contra los malvados. ¡Cuando uno es honrado y no ha hecho nada malo, al final se mantendrá firme y cada vez se hará más fuerte!

Pueden seguir atacándome, que yo sé que entre ustedes no se encuentra un solo sabio. La muerte anda cerca de mí, y mis deseos no se cumplen, ¡pero esta gente insiste en darme falsas esperanzas!¡Dicen que ya está amaneciendo cuando todavía es de noche! Si lo único que espero es tener por casa una tumba, ¡puedo acostarme ya a dormir entre las sombras! No tendré más familia que la tumba y los gusanos. No tengo nada que esperar; no tengo ya ningún futuro. La esperanza morirá conmigo; ¡juntos seremos enterrados!.

Sabes, Dios protege a los viven cerca de él pues la persona que tiene cerca a Dios sabe vivir con sabiduría ya que Dios renueva tu mente y cambia tu manera de vivir, para El nada es imposible, Dios cambia todo y lo hace perfecto. Lo esencial, es tener  temor de Dios, así como Job, él pone su confianza en el Creador, lo busca y lo obedece, y Job declara que Dios es el único que sabe que él es inocente, pues Dios es justo y hará justicia. Con lo que puedes convencerte que sólo con Dios el ser humano alcanza plenitud en su vida.


Con Alta Estima,

jueves, 29 de agosto de 2013

Las quejas...(Parte III)

Ahora habla a Job su amigo Zofar, y tampoco entiende su sufrimiento y le describe las penas que sufre el ser humano, en vez de ayudarlo complica la situación. Así pasa en la vida cotidiana, ser amigo y demostrar tu amistad en ocasiones es difícil pues afrontas compromisos o  responsabilidad o el dar un consejo no es tan sencillo, sería esencial pedir a  Dios que te de sabiduría y las palabras apropiadas para hacerlo.

Así pues, al oir las palabras de Job, su amigo Zofar le dijo: ¡Tantas palabras sin sentido no pueden quedar sin respuesta!¡Un charlatán como este no puede ser inocente!¿Vamos a quedarnos callados ante tantas tonterías? ¿Y acaso vas a burlarte de nosotros sin que te respondamos? Tú aseguras estar en lo correcto, y no haber hecho nada malo. ¡Cómo me gustaría ver que Dios mismo te acusara, y que te hiciera saber los secretos de la sabiduría! Así podrías darte cuenta de que Dios no te ha castigado como te mereces. ¿Crees que puedes llegar a conocer los secretos del Dios todopoderoso? ¡Nunca podrás llegar a conocerlos! ¡Son más altos que los cielos, más profundo que el sepulcro, más extensos que la tierra y más anchos que la mar!
Dios sabe quién es tonto y quién es malvado; lo sabe, y no lo perdona. Si Dios decide llamarte a cuentas y meterte en la cárcel, ¿quién se lo impedirá? No es nada fácil que el tonto llegue a ser sabio, como tampoco es fácil que de un burro nazca un hombre. Pero si tú amas a Dios y le pides perdón, y si tú y tu familia dejan de hacer el mal, entonces no tendrás que avergonzarte, y podrás vivir sin ningún temor. Olvidarás tus sufrimientos por completo, y si acaso los recuerdas, será como recordar cosas sin importancia. Tendrás una vida muy feliz…Vivirás en paz y protegido por Dios; dormirás confiado y lleno de esperanza, sin miedo a nada ni a nadie, y muchos querrán ser tus amigos, pero los malvados no podrán escapar: sus ojos se irán apagando, hasta que les llegue la muerte.

Job le respondió a Zofar: ¡Ustedes se creen los maestros del pueblo! ¡Y piensan que al morir se acabarán los sabios! Pero no creo que ustedes sean más inteligentes que yo. ¡Ustedes no han dicho nada nuevo! Antes, cuando yo llamaba a Dios, él siempre me respondía; en cambio, ahora, hasta mis amigos se burlan de mí, no soy culpable de nada, pero todos se burlan de mí. ¡Qué fácil es criticar al que sufre, cuando no se tienen problemas! Los ladrones creen que ya dominaron a Dios, y por eso viven tranquilos. Pero pregúntales a las aves, y también a los animales, y ellos te lo contarán todo; ¡te darán una gran lección! Habla con la tierra, y con los peces del mar y hasta ellos te lo dirán. Ellos saben muy bien que Dios lo ha creado todo. ¡Dios tiene en sus manos la vida de todos los seres vivos! Así como el oído capta los sonidos y la lengua capta los sabores, los que han vivido muchos años captan la sabiduría y el entendimiento.

Dios tiene sabiduría y poder; hace planes y estos se cumplen. Si Dios derriba algo, nadie puede volver a levantarlo. Si Dios apresa a alguien, nadie puede ponerlo en libertad. Si él quiere que no llueva, todo en el campo se seca; pero si quiere que llueva, la tierra entera se inunda. En sus manos están el poder y la sabiduría, el engañador y el engañado. Dios hace que pierdan su puesto los jueces y los consejeros, los sacerdotes y los poderosos; a los reyes los quita del trono y los hace trabajar como esclavos; a los consejeros les calla la boca, y hace que los ancianos pierdan su sabiduría.

Dios pone en vergüenza a los fuertes y poderosos; Dios pone al descubierto las profundidades del sepulcro; a las naciones las hace prosperar o fracasar, las engrandece o las destruye. A los gobernantes les hace olvidar su sabiduría para que no sepan qué hacer. Así andarán a tientas en la oscuridad, tropezando como ciegos y borrachos. Todo lo que han dicho, yo mismo lo he visto y oído. Creo saber tanto como ustedes; no creo que sean mejores que yo. Pero yo preferiría discutir mi caso con el Dios todopoderoso, porque ustedes son unos mentirosos; ¡sus consejos no ayudan en nada! ¡Si se callaran la boca, mostrarían algo de sabiduría! Por favor, escúchenme; pongan atención a mis palabras: ¿Van a mentir en nombre de Dios, y a tratar de defenderlo con engaños?...Si Dios los examinara a ustedes, no podrían engañarlo como engañan a la gente. Más bien Dios los reprendería si quisieran defenderlo con mentiras; ¡es tan grande su poder que los hará temblar de miedo! Las explicaciones de ustedes han perdido su sentido, y no sirven para nada. Mejor cállense, y déjenme hablar, no importa lo que me pase. .. Dios mío, sólo te pido dos cosas: si me las concedes, no tendré que esconderme de ti. ¡Ya no me castigues, ni me hagas sentir tanto miedo! Pídeme que presente mi defensa, y yo te responderé; si lo prefieres yo hablaré primero, y tú me responderás. ¡Dime en qué te he faltado! ¡Muéstrame en qué te he ofendido!¿por qué te escondes?¿Por qué me tienes como enemigo?¿por qué me persigues tanto si soy como una hoja que se lleva el viento? Me estás condenando a un amargo sufrimiento; ¡me estás castigando por los pecados de mi juventud! A toda hora me vigilas, me tienes encadenado. ¡Doy un paso y sigues mis huellas!... Es muy corta nuestra vida, y muy grande nuestro sufrimiento. Somos como las flores: nacemos, y pronto nos marchitamos; somos como una sombra que pronto desaparece. Lo impuro no puede volverse puro; no hay nadie que pueda hacerlo, y aún así te fijas en nosotros, y discutes con alguien como yo; Nuestra vida tiene un límite; has decidido cuánto tiempo viviremos…

Al árbol caído le queda la esperanza de volver a retoñar. Tal vez el tronco y las raíces se pudran en la tierra, pero en cuanto sientan el agua, volverán a florecer, y echarán ramas, como un árbol recién plantado. En cambio, nosotros, con el último suspiro perdemos la fuerza y dejamos de existir… Si fuera posible volver a la vida después de la muerte, preferiría estar muerto. Tú me esconderías en la tumba, hasta que se calmara tu enojo. Luego te acordarías de mí y volverías a despertarme. Como eres mi creador, cuando al fin quisieras verme, yo respondería a tu llamado. Seguirías viendo todo lo que hago, sin tomar en cuenta mi pecado. Tú me perdonarías; echarías mi pecado en una bolsa y lo arrojarías lejos, muy lejos.

Sin embargo, nos derrumbamos como los montes, rodamos como las piedras, ¡nos desgastamos como las rocas ante el constante paso del agua! Tú acabas con nuestras esperanzas; nos haces desaparecer, nos quitas la vida y luego nos mandas a la tumba. Si más tarde a nuestros hijos se les honra o se les humilla, nosotros ya no lo sabremos. Sólo sentiremos en carne propia nuestro dolor y sufrimiento.

Sabes, es esencial que cada persona cuide lo que sale de su boca, si tiene que dar un consejo cuide su pensamiento y  lo equipare al pensamiento de Dios para que lo que exprese sea de parte de El. ¿Crees que sería grandioso, imitar la naturaleza firme de Job? Si es así, entonces sería bueno llevar una vida disciplinada para lograr convicciones firmes y que tu amor por Jesucristo sea verdadero.


Con Alta Estima,

miércoles, 28 de agosto de 2013

Las quejas (Parte II)...

Bildad era otro amigo de Job y creía que Job no sufriría tanto si no fuera malvado a menos que Dios lo ayudara, él proclamaba la justicia de Dios y quería convencer a Job que lo que decía sólo era  pasión, pensaba que lo que le pasaba a él y lo que le pasó a sus hijos,  se lo merecía, que debía arrepentirse para que Dios lo ayudara, de lo contrario  pensaría que Job era hipócrita, además que  Job seguía afligido.

Entonces Bildad le dijo a Job: ¡Hablas con la violencia de un fuerte huracán! ¿Cuándo te vas a callar? El Dios todopoderoso nunca hace nada injusto. Si tus hijos pecaron contra Dios, él les ha dado su merecido. Pero si tú eres inocente, habla con él y pídele perdón; él te protegerá y te recompensará devolviéndote todo lo que tenías. Tus primeras riquezas no serán nada, comparadas con las que tendrás después… Los juncos crecen en el agua, pero si el agua les llega a faltar se secan más pronto que cualquier otra planta. Lo mismo les pasa a los malvados, a los que se olvidan de Dios: al morir nada bueno les espera. Su confianza es tan frágil como una telaraña: no les brinda ningún apoyo. Los malvados son como esas hierbas que cuando les pega el sol se extienden por todo el jardín, y hunden sus raíces en las piedras. Pero si alguien las arranca, nadie podrá saber dónde estaban. ¡Así termina su alegría de vivir, y en su lugar nacen otras hierbas!
Dios acepta al honrado, y rechaza al malvado. Dios hará que vuelvas a reír y a lanzar gritos de alegría. Tus enemigos quedarán avergonzados, y sus casas serán destruidas.

Al oir esto, Job respondió: ¡Ese cuento ya lo conozco! Yo sé bien que ante Dios nadie puede alegar inocencia, ni puede tampoco discutir con él. Dios puede hacer mil preguntas y nadie puede responderle. ¿quién puede desafiar a Dios y esperar salir victorioso? Su sabiduría es muy profunda, y su poder es muy grande. Cuando Dios se enoja cambia de lugar las montañas sin que nadie se dé cuenta, también cambia de lugar la tierra, y la hace temblar hasta sus bases. Reprende al sol, y el sol no sale; también apaga la luz de las estrellas. Con su poder extiende el cielo y calma las olas del mar. Dios creó todas las estrellas, y las agrupó en constelaciones: la Osa Mayor, la Cruz del Sur, Orión y las Siete Cabritas.

Dios hace cosas tan maravillosas que es muy difícil comprenderlas, y más aún, hablar de ellas. Si Dios pasara junto a mí, me sería imposible verlo; si se alejara de mí, no me daría cuenta. Si quisiera tomar algo, ¿quién podría ordenarle no hacerlo? Cuando Dios se enoja, hasta el mar y sus olas se rinden ante él.  Si esto es así, ¿cómo voy a poder responderle? A pesar de que soy inocente, ante Dios no me puedo defender, sólo puedo suplicarle que me tenga compasión. Si lo llamara, y él me respondiera, no creo que me prestaría atención…Aunque no he hecho nada malo, mi boca me condena y resulto culpable!...

La vida se me escapa con la rapidez del rayo. Mis días pasan como el águila cuando se lanza sobre su presa. El tiempo es como un barco que se pierde en la distancia, y yo aquí estoy, sin saber lo que es la felicidad. A veces pienso en olvidarlo todo, en cambiar de actitud y sonreír pero me asusto de tanto sufrimiento, pues sé bien que ante Dios, no resulto inocente. Y si él me considera culpable, ¿qué caso tiene seguir luchando? Aunque me lave con jabón las manos y todo el cuerpo, Dios me arrojará al basurero, ¡y no habrá ropa que me cubra!...Por eso le he dicho a Dios: Dios mío, no seas injusto conmigo; ¡dime que mal he cometido! Tú eres mi Creador, y no está bien que me maltrates ni que permitas que los malvados hagan planes contra mí. Tú no ves las cosas como nosotros las vemos, ni vives los pocos años que nos toca vivir; ¿por qué, entonces, quieres saber qué pecados he cometido? ¡Tú sabes que no soy culpable, y yo bien sé que no es posible que me libre de tu poder!

Tú, con tus propias manos, me fuiste dando forma, como quien hace una olla de barro, como quien derrama crema para hacer queso; ¿por qué quieres quitarme la vida y hacerme volver al polvo? Tú recubriste mis huesos con carne y con piel; tú me diste vida y me trataste con bondad; ¡siempre cuidaste de mí! Pero ahora me doy cuenta de algo que no me dijiste: ¡que me estarías vigilando para ver si yo pecaba, pues no perdonarías mi pecado! Pero, inocente o culpable, estoy en un gran problema y no puedo mirarte a los ojos. ¡Estoy muy avergonzado y me muero de tristeza! Siempre me estás vigilando, como si fueras un león al acecho; apenas hago el menor movimiento, me haces sentir tu poder. ..

¿Por qué me dejaste nacer? ¡Ojalá me hubiera muerto, sin que nadie llegara a conocerme! ¡Más me valdría no haber nacido, y pasar directamente a la tumba! Mis días están contados; ya están llegando a su fin. ¡Por favor, déjame en paz! ¡Quiero tener un momento de alegría, antes de emprender el viaje sin regreso al país de las tinieblas y el desorden!

Así pues, sería bueno reconocer que hay una gran diferencia entre el trabajo de una abeja y el de una telaraña, así como la persona que es diligente, obediente y se alimenta de la Palabra de Dios, pero en cambio el voluble e hipócrita es como la araña teje sus esperanzas en su propia fantasía, en su autosuficiencia, como si Dios fuera igual que él, se basa en su prosperidad y seguridad “humana” que en cualquier momento puede desaparecer, lo importante es poner tu vida en las manos de Dios para que El habite en tu corazón y te guarde bajo su protección.


Con Alta Estima

martes, 27 de agosto de 2013

Las quejas...

Como podrás ver el problema de Job es precisamente comprender como una situación de angustia puede ser vivida por la fe. El grito de Job y su oración de lamentación mueve el interior             , su alma pues su sufrimiento  que le asechaba lo hacen quejarse y desea comunicarselo a Dios, ya que hacerlo es lo único que desahoga a toda persona para poder experimentar la paz.

Así pues, Job tenía tres amigos: Elifaz, que era de la región de Temán; Bildad, de un lugar llamado Súah; y Zofar, de un lugar llamado Naamat. Cuando supieron todo lo malo que le había sucedido a Job, se pusieron de acuerdo para ir a consolarlo y decirle cuán tristes estaban por la muerte de sus hijos.

Al llegar a donde vivía Job, lo vieron de lejos, y no lo reconocieron; pero cuando ya estuvieron frente a él, comenzaron a llorar y a gritar. Enseguida rompieron su ropa y se echaron ceniza sobre la cabeza para mostrar su tristeza. Durante siete días y siete noches estuvieron sentados en el suelo, haciéndole compañía. Era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada.

Llegó el momento en que Job ya no pudo más y comenzó a maldecir el día en que nació. Entonces dijo: ¡Maldito sea el día en que nací! Maldita la noche en que anunciaron: ¡Fue niño!¡Que borren del calendario ese día! ¡Que nadie se acuerde de él, ni siquiera el Dios del cielo! ¡Que sea arrojado en las tinieblas y todos se olviden de él!

¡Que en esa noche nadie vuelva a nacer!¡Que nadie grite de alegría! ¡Que maldigan ese día los que tienen poder sobre el monstruo del mar!¡Que ese día no salga el sol ni se vea la estrella dela mañana, porque me dejó nacer en un mundo de miserias!

Mejor hubiera nacido muerto, ¡Así nadie me habría abrazado ni me habría amamantado, y ahora estaría descansando en paz!¡Estaría en la compañía de esos reyes, gobernantes y consejeros que construyeron grandes monumentos y llenaron de oro y plata sus palacios!

Mejor me hubieran enterrado como se entierra a los niños que nacen ante de tiempo y nunca llegan a ver el sol. Para los cansados y prisioneros, la muerte es un descanso, pues ya no oyen gritar al capataz. Con la muerte, los malvados dejan de hacer destrozos. En la muerte se encuentran los débiles y los poderosos, y los esclavos se libran de sus amos.

¿Por qué nos deja nacer Dios si en la vida sólo vamos a sufrir?¿Por qué deja seguir viviendo a los que viven amargados? Buscan con ansias la muerte, como si buscaran un tesoro escondido. Quisieran morirse, pero la muerte no llega. ¡Muy grande sería su alegría si pudieran bajar a la tumba!

Dios nos cierra el paso y nos hace caminar a ciegas. Lágrimas y quejas son todo mi alimento. Ya he perdido la paz. Mis peores temores se han hecho realidad.

Elifaz le dijo a Job: puede ser que no te guste lo que tengo que decirte, pero no puedo quedarme callado. Si bien recuerdo, tú fuiste maestro de muchos y animabas a los desanimados; palabras no te faltaban para alentar a los tristes y apoyar a los débiles. Pero ahora que sufres no lo soportas y te das por vencido. Según tú, no haces nada malo, ¿por qué entonces desconfías de Dios? ¡No me vayas a decir que quien hace lo bueno sufre y acaba mal! He podido comprobar que quien mal anda mal acaba…

En esta vida estamos de paso, un día nacemos y otro día morimos. ¡Desparecemos para siempre, sin que a nadie le importe! ¡Morimos sin llegar a ser sabios!¡Grita Job!¡Grita todo lo que quieras, a ver si algún ángel te responde!... ¡Siempre hay una razón para el mal y la desgracia! Así como el fuego es la causa de que salten chispas, nosotros somos responsables de nuestra propia desgracia.

Si yo estuviera en tu lugar, pondría mi caso en manos de Dios. Sus milagros y maravillas no los podemos entender. Dios hace que la lluvia caiga sobre los campos; Dios da poder a los humildes y ayuda a los afligidos; Dios hace que los astutos caigan en sus propias trampas; les desbarata sus planes malvados y les arruina sus malas acciones. Dios hace que se tropiecen de día como si anduvieran de noche, pero salva a la gente pobre del poder de sus enemigos; a los pobres les devuelve la esperanza, pero a los malvados los deja callados.

Cuando el Dios todopoderoso te corrija, puedes considerarte bendecido, no desprecies su corrección. Dios hiere, pero cura la herida; Dios golpea, pero alivia el dolor. Una y otra vez vendrá a ayudarte, y aunque estés en grave peligros no dejará que nada te dañe…

Job le respondió a Elifaz de la siguiente manera: ¡Me gustaría que todas mis desgracias pudieran pesarse en una balanza!¡Son tantas, que pesarían más que toda la arena del mar! ¡No debiera sorprenderles oírme hablar así! El Dios todopoderoso me ha herido, y eso me llena de miedo; ¡ya siento correr por mi cuerpo el veneno de sus flechas!...¡Jamás he desobedecido a Dios! Este es el consuelo que me queda en medio de mi dolor…Si en verdad fueran mis amigos, no me abandonarían, aunque yo no obedeciera a Dios. Pero ustedes, mis amigos, cambian tanto como los ríos: unas veces están secos, y otras veces se desbordan. Cuando la nieve se derrite, corren turbios y revueltos, pero en tiempo de calor y sequías se quedan secos y dejan de correr.

Yo no les pedía que vinieran, ni tampoco les pedí dinero para que me salvaran de mis malvados enemigos. Demuéstrenme en qué he fallado, y me callaré la boca. Si tuvieran razón, no me ofendería; pero ustedes me acusan y no tienen pruebas. No me juzguen por mis palabras, hablo así pues estoy desesperado, y las palabras se las lleva el viento. ¡Ustedes son capaces de todo, hasta de vender a un huérfano y abandonar a un amigo!... He pasado noches miserables, he pasado meses enteros esperando en vano que terminen mis sufrimientos. Mi vida ha sido como la de un soldado que ansioso espera el fin de la guerra… Ya no quiero seguir viviendo. ¡Preferiría morir ahorcado que seguir viviendo en este mundo! Mi vida ha perdido valor; ¡ya déjame en paz!

Tú nos das mucha importancia; todos los días nos examinas. Yo me pregunto por qué a todas horas nos pones a prueba. Tú, que a todos nos vigilas, ¿por qué sólo a mí me castigas?¡Ya no me vigiles tanto!¡Déjame al menos tragar saliva!¿en qué te afecta que yo peque? ¿Acaso te soy una molestia?¿Por qué no me perdonas y te olvidas de mi maldad? Me queda muy poco de vida; cuando me busques, ya estaré muerto.

Por lo que puedes ver, que Job vivió una experiencia que le parece sin sentido, por lo que es necesario que el ser humano aprenda a ser humilde y sea capaz de aceptarse a sí mismo, reconocer si existen raíces de amargura, de frustración, y tratar de decírselo a Dios.


Con Alta Estima,

lunes, 26 de agosto de 2013

Las pruebas...

A través de las vicisitudes de la vida de Job, nos enseña a confiar en Dios bajo todas las circunstancias aún cuando no entiendes por qué suceden algunas cosas dolorosas, pues Job era prosperado, parecía tenerlo todo en la vida, riqueza, prestigio, salud, una familia feliz, pero a veces el ser humano debe aceptar que en la vida siempre habrá problemas o situaciones adversas que sobrellevar, que superar pues el sufrimiento existe de una u otra forma, o el  enfrentar problemas familiares, dificultades económicas o padecer de mala salud, y muchas veces son consecuencia de los  propios errores humanos, pero lo grandioso es hacer frente a estas situaciones viéndolas como oportunidades para demostrar que amas a Dios y entender que debes serle fiel.

Así pues, había una vez, en cierto país llamado Uz, un hombre muy bueno y honrado, siempre obedecía a Dios en todo y evitaba hacer lo malo, se llamaba Job, y era el hombre más rico en la región del este. Tenía siete hijos y tres hijas, y muchos esclavos a su servicio. Además, era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, mil bueyes y quinientas burras. Los hijos de Job hacían grandes fiestas, y siempre invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Eran tantas las fiestas que hacían, que se iban turnando entre ellos. Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba ceremonias para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos, Job hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él, para Job esto era una costumbre de todos los días.

El día en que los ángeles tenían por costumbre presentarse ante Dios, llegó también el ángel acusador, y Dios le dijo: ¡Hola! ¿de dónde vienes? Y este le contestó: Vengo de recorrer toda la tierra, entonces Dios le preguntó: ¿qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él, siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo. El ángel acusador respondió: ¡Por supuesto! ¡Pero si Job te obedece, es por puro interés!¡Tú siempre lo proteges a él y a su familia, cuidas todo lo que tiene, y bendices lo que hace. Pero yo te aseguro que si lo maltratas y le quitas todo lo que tiene, ¡te maldecirá en tu propia cara! Entonces Dios le dijo al acusador: Muy bien, haz lo que quieras con todo lo que tiene, pero a él ni lo toques. Dicho esto, el ángel se marchó.

Un día, mientras los hijos y las hijas de Job celebraban una fiesta en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a decirle a Job: unos bandidos de la región de Sabá nos atacaron y se robaron los animales. Nosotros estábamos arando con los bueyes, mientras los burros se alimentaban por allí cerca. De repente, esos bandido comenzaron a matar gente, y sólo yo pude escapar para darle la noticia. Todavía estaba hablando ese hombre cuando otro mensajero llegó y le dijo a Job, ¡un rayo acaba de matar a las ovejas y a los pastores!¡Sólo yo pude escapar para darle la noticia! Todavía estaba hablando ese hombre cuando un cuarto mensajero llegó y le dijo a Job: Todos sus hijos estaban celebrando una fiesta en casa de su hijo mayor, de repente, vino un fuerte viento del desierto y derribó la casa. Todos sus hijos murieron aplastados. Sólo yo pude escapar para darle la noticia.

En cuanto Job oyó esto, se puso de pie y rompió su ropa en señal de dolor, luego se rasuró la cabeza y se inclinó hasta el suelo para adorar a Dios, y dijo: Nada he traído a este mundo, y nada me voy a llevar, ¡Bendigo a Dios cuando da!¡Bendigo a Dios cuando quita! Y a pesar de todo lo que le había sucedido, Job no ofendió a Dios ni le echó la culpa.

El día en que los ángeles se reunían con Dios, también el ángel acusador se presentó, y Dios le dijo: ¡Hola!¿de dónde vienes? Y el acusador contestó: Vengo de recorrer todas la tierra. Entonces Dios le preguntó:¿Qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo, y me sigue obedeciendo, a pesar de que me convenciste de hacerle mal sin ningún motivo. El ángel acusador le contestó: ¡Mientras a uno no lo hieren donde más le duele, todo va bien! Pero si de salvar la vida se trata, el hombre es capaz de todo. Te aseguro que si lo maltratas, ¡te maldecirá en tu propia cara! Dios le dijo: Muy bien, te dejaré que lo maltrates, pero no le quites la vida.

En cuanto el acusador se marchó, llenó a Job con llagas en todo el cuerpo, por eso Job fue a sentarse sobre un montón de ceniza, y todo el día se lo pasaba rascándose con un piedra. Su esposa fue a decirle: ¿por qué insistes en demostrar que eres bueno? Mejor  maldice a Dios, y muérete! Pero Job le respondió: No digas tonterías, si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo. Y a pesar de todo lo que había sucedido, Job no pecó contra Dios diciendo algo malo.

Sabes, Dios te conoce y mira lo que guardas en tu corazón, se da cuenta realmente cómo eres en tu manera de vivir y tu obediencia a sus enseñanzas para cumplir su voluntad agradable y perfecta.


Con Alta Estima, 

domingo, 25 de agosto de 2013

El reconocimiento...

El significado del término “reconocimiento” según el diccionario es la gratitud que se siente por algún beneficio o favor concedido.

Sabes, en el camino que te toca recorrer encuentras a tu paso personas que te impulsarán a seguir adelante, pues Dios te protege desde que estás en el vientre de tu madre, así Mardoqueo cuidó de Ester como un padre adoptivo y la enseñó a ser temerosa de Dios, estaba al pendiente de ella constantemente y la aconsejaba, le inculcó que Dios debía ocupar el primer lugar porque El había entendido que dándole la honra a Dios en tu vida, El te bendice abundantemente.

Así, Tres días después, Ester se puso su vestido de reina, se fue a la entrada de la sala del palacio donde está el trono, y se detuvo frente al rey. Cuando el rey vio a Ester, se puso contento y la señaló con el cetro de oro que tenía en su mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro. El rey le preguntó: ¿qué deseas Ester? Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino te daría si me lo pidieras. Ella respondió: Su Majestad, he preparado un banquete en su honor, si le parece bien, quisiera que usted y Aman asistieran. El rey dijo a sus sirvientes: Vayan a buscar a Amán enseguida, para que vayamos al banquete de Ester. Así que el rey y Amán fueron al banquete. Mientras bebía vino, el rey le preguntó a Ester: ¿Qué es lo que deseas? Ester le preguntó, si he agradado a su Majestad, y le parece bien cumplir mis deseos, me gustaría que usted y Amán vengan a otro banquete que les prepararé mañana. Allí le diré qué es lo que deseo.

Aquel día, Amán se fue alegre y contento, pero cuando llegó a la entrada del palacio y vio que Mardoqueo no se ponía de pie, y ni siquiera se movía, se enfureció mucho. Sin embargo, no lo demostró, sino que se fue a su casa y mandó buscar a sus amigos y a su esposa Zeres. Amán les habló de las grandes riquezas que poseía, de cuantos hijos tenía, de todos los hombres que había recibido del rey, y de cómo le había dado autoridad sobre los asistentes y colaboradores del reino. Después les dijo, La reina Ester invitó sólo al rey y a mí al banquete que ella había preparado. Y nos ha invitado a otro banquete que ofrecerá mañana. Pero este gozo se me acaba cuando veo a ese judío Mardoqueo sentado a la entrada del palacio. Entonces su esposa Zeres y todos sus amigos le aconsejaron: Manda a construir una horca de unos veintidós metros de altura, luego, mañana por la mañana, le dirás al rey que haga colgar a Mardoqueo en esa horca. Así podrás disfrutar del banquete, en compañía del rey. Este  consejo le agradó a Amán, y mandó a construir la horca.

Esa noche el rey no podía dormir, así que mandó traer el libro de la historia del país, para que le leyeran algo de los acontecimientos más importantes de su reinado. Cuando leyeron el relato de cuando Mardoqueo había avisado que los guardias Bigtán y Teres habían planeado matar al rey Asuero, este preguntó: ¿Qué recompensa recibió Mardoqueo por esto? ¿qué honor se le dio?, los asistentes le respondieron: No se ha hecho nada.

En ese momento, Amán entró al patio exterior del palacio, buscando al rey para convencerlo de colgar a Mardoqueo en la horca que tenía preparada. Entonces el rey preguntó: ¿Quién anda allí? Los asistentes le dijeron al rey que se trataba de Amán, y el rey ordenó: Háganlo pasar. Cuando Amán entró, el rey le preguntó: ¿Qué podría yo darle a un hombre para honrarlo? Amán pensó de inmediato que el rey pensaba en él, así que le respondió: Su Majestad podría hacer lo siguiente: Ordene que alguien traiga su capa, y también uno de sus caballos, con un arreglo elegante en la cabeza. Después envíe a su asistente más importante para que le ponga a ese hombre la capa de Su Majestad y lo pasee en su caballo por el centro de la ciudad. El asistente irá anunciado: ¡Así trata el rey a quien el desea honrar!. Entonces el rey le ordenó a Amán: ¡Pues ve enseguida y haz todo esto con Mardoqueo el judío! ¡Toma la capa y el caballo, y ve a buscarlo! No olvides ningún detalle de todo lo que has dicho.

Amán tomó la capa y se la puso a Mardoqueo, luego lo hizo montar al caballo y lo llevó por toda la ciudad. Amán iba anunciando: ¡Así trata el rey a quien él desea honrar! Después Mardoqueo regresó a la entrada del palacio, y Amán, muy triste, se apresuró a regresar a su casa. Sentía tanta vergüenza que hasta se cubría la cara. Al llegar a su casa les contó a su esposa y sus amigos lo que le había ocurrido. Su esposa y sus amigos más sabios le aconsejaron: Si Mardoqueo es judío, no pienses que lo podrás vencer. Al contrario, esto es apenas el comienzo de tu derrota total. Mientras estaban hablando, llegaron los guardias del rey y se llevaron a Amán al banquete que Ester había preparado.

El rey Asuero y Amán fueron al banquete que les ofrecía la reina Ester. Mientras bebían vino, el rey le volvió a preguntar a Ester, Dime, ¿Qué deseas, reina Ester? Hasta la mitad de mi reino te daría si me lo pidieras. Ester le respondió: Si Su Majestad en verdad me ama, y si le parece bien, le pido que salve mi vida y la de mi pueblo. Se ha puesto precio y nuestra vida, y se nos quiere destruir. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo me callaría, y no molestaría a Su Majestad por algo sin importancia. El rey Asuero le preguntó: ¿Y quién se atrevió a hacer esto? ´Dónde está? Ester, señalando a Amán, le respondió: ¡Nuestro enemigo es este malvado! Al oír esto Amán se quedó paralizado de miedo. El rey Asuero se levantó de la mesa muy enojado, y salió al jardín para calmarse. Cuando Amán se dio cuenta de que el rey estaba decidido a matarlo, se quedó en la sala para rogarle a la reina que lo salvara.

Cuando el rey regresó del jardín y entró a la sala, vio que Amán estaba demasiado cerca de Ester. Entonces el rey exclamó: ¡Sólo eso me faltaba!¡Que le faltes al respeto a mi esposa ante mis ojos, y en mi propia casa! Cuando los guardias oyeron los gritos del rey, entraron y le cubrieron la cara a Amán. Uno de los guardias, llamado Harboná dijo, en la casa de Amán hay una horca de veintidós metros de alto, él la preparó para Mardoqueo, el judío que le salvó la vida a Su Majestad. Entonces el rey ordenó: ¡Cuélguenlo allí! Los guardias colgaron a Amán en la horca que él había preparado para Mardoqueo, y así el rey se tranquilizó.

Ese mismo día el rey Asuero le regaló a la reina Ester la casa de Amán, el enemigo de los judíos y Mardoqueo se presentó ante el rey, pues Ester ya le había contado a Asuero que ellos eran parientes. Entonces el rey tomó el anillo que antes le había dado a Amán, y se lo entregó a Mardoqueo. Ester, por su parte, le dijo a Mardoqueo que se hiciera cargo de todo lo que antes era de Amán. Ester se arrodilló ante el rey y le rogó, una vez más, que hiciera algo para impedir que se llevara a cabo el plan de Amán en contra de los judíos. El rey la señaló con el cetro de oro, y entonces ella se puso de pie y le dijo: Si a su Majestad le parece bien y justo, y si en verdad me ama, escriba una orden que anule el documento que Amán dictó para destruir a los judíos. Entonces el rey Asuero les dijo a Ester y Mardoqueo:  Escriban ustedes cartas ordenando lo que quieren que se haga a favor de los judíos, y póngales mi sello, Ester y Mardoqueo llamaron enseguida a los secretarios, y estos escribieron todo lo que Mardoquo les ordenó acerca de los judíos. Era el día veintitrés del mes de Siván, la orden fue enviada a todos los gobernadores y principales autoridades de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía. Las cartas daban permiso a los judíos de reunirse en todas las ciudades para defenderse, matar y destruir totalmente a quienes los atacaran, sin importar de dónde vinieran y sin respetar a las mujeres y a los niños y les daba el derecho de apoderarse de sus pertenencias. Esta orden debía cumplirse en todas las provincias del reino, el mismo día trece del mes de Adar. Una copia de la orden debía ser publicada en todas las provincias y también fue publicada en la ciudad de Susa. A medida que se iba conociendo la orden del rey y su documento, los judíos festejaban con gran alegría. Además, por medio de Mardoqueo, todas las autoridades ayudaron a los judíos, pues ahora él tenía un puesto muy importante en el reino, se hizo muy famoso en todas las provincias y cada día tenía más poder. Ese mismo día informaron al rey cuantos habían muerto en Susa, entonces el rey le comentó a la reina Ester, ¿qué más deseas?, pídeme lo que sea que yo te lo concederé, Ester le respondió, Si a Su Majestad le parece bien, quisiera que también mañana se permita a los judíos de Susa terminar con sus enemigos. El rey ordenó que se hiciera así; y el documento con la orden fue entregado en Susa, los judíos que estaban allí se reunieron el día catorce del mes de Adar y los otros judíos que estaban en las provincias se habían reunido el día trece del mes de Adar.

Mardoqueo ordenó que se pusiera por escrito lo sucedido, y envió cartas a todos los judíos del reino de Asuero, en las que se les ordenaba, que, cada año, los días catorce y quince del mes de Adar serían de fiesta y también debían celebrar la fiesta todos sus familiares que nacieran en el futuro y se harían regalos unos a otros, y ayudarían a los pobres y estos días son conocidos como fiesta de Purim, que es el plural de la palabra “pu” y significa “suerte”. Por eso la reina Ester y Mardoqueo escribieron una segunda carta, amistosa y sincera, para confirmar la fecha de la fiesta de Purim. También daban instrucciones en la carta en cuanto a la manera de ayunar y de expresar sus lamentos.

El rey Asuero cobraba impuestos en todo su territorio, y hasta en las islas. Mardoqueo el judío era la autoridad más importante, después del rey Asuero. Todos los judíos lo reconocían como un gran hombre y lo apreciaban mucho, porque él procuraba el bienestar de todos ellos y se encargaba de que todos los de  su pueblo vivieran tranquilos.

Como puedes darte cuenta, a veces el ser humano puede decir, esto no me corresponde, lo necesita otro, quizá el confort que se tiene hace olvidar que otros sufren, pero es necesario estar consciente de que bajo tus fuerzas nada es seguro, pues sería una seguridad humana que sería efímera, lo importante es que pongas tu confianza en Dios, pues sólo El te dará provisión en abundancia para que tú prosperes.


Con Alta Estima,

sábado, 24 de agosto de 2013

La decisión...

Sabes, el término “decisión” significa resolución o determinación acerca de algo dudoso. Firmeza de carácter. A veces, el ser humano no entiende el propósito de Dios, pero lo esencial es confiar y obedecer para agradar a Dios y poder servirle y, lo puedes ver en el caso de Ester, Dios la puso en la Corte de un rey que era pagano, para que ella llegara a ser el instrumento para salvar a los judíos.

Así pues, un día, mientras las jóvenes se reunían en la otra sección de la casa de las mujeres, Mardoqueo se sentó a la entrada del palacio real y escuchó hablar a dos oficiales del rey que vigilaban la entrada del palacio, eran Bigtán y Teres, que estaban muy enojados con el rey y hacían planes para matarlo. Al oir esto, Mardoqueo fue a decírselo a la reina Ester, y ella se lo dijo al rey. El rey mandó investigar el asunto, y cuando se comprobó que era cierto, ordenó que esos dos hombres fueran ahorcados.

Tiempo después, el rey Asuero nombró jefe de gobierno a Amán hijo de Hamedata, que era descendiente de Agag; además, el rey ordenó que dos sus sirvientes se arrodillaran e inclinarán su cabeza ante Amán, en señal de respeto, pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni inclinaba su cabeza, así que los sirvientes del palacio le preguntaron por qué no obedecía la orden del rey, varias veces le hicieron la misma pregunta, pero él no les hacía caso.

Después de unos días, los sirvientes se lo contaron a Amán, querían ver si Mardoqueo se atrevería a decirle lo que ya les había dicho a ellos, es decir, que no obedecía esa orden porque era judío. Cuando Amán se enteró de que Mardoqueo no se arrodillaba ni inclinaba su cabeza ante él, se enfureció. Y al saber que Mardoqueo era judío, decidió castigarlo a él y destruir a todos los judíos que vivían en el reino de Asuero.

Asuero ya tenía doce años de reinar. En el mes de Abib de ese año, Amán echó suertes para saber en qué fecha debía llevar a cabo su plan, y le salió el mes de Adar, entonces Amán le dijo al rey Asuero; Majestad, en su reino vive gente de otra raza, se le encuentra uno por todos lados, tienen leyes diferentes y no obedecen las órdenes de Su Majestad, no es conveniente dejarlos vivir en el reino. Si a su Majestad le parece bien, y ordena que sean destruidos, yo daré trescientos treinta mil kilos de plata a los administradores del tesoro del reino.

El rey se quitó de su mano el anillo con el sello real, se lo dio a Amán, el enemigo de los judíos, y le dijo: puedes quedarte con tu dinero, haz con esa gente lo que te parezca. El día trece del mes de Abib el rey llamó a sus secretarios para que escribieran las órdenes de Amán y las enviaran a sus asistentes, a los gobernadores de todas las provincias, y a todos los jefes del país. Estos documentos fueron enviados a cada provincia y pueblo del reino en el idioma que entendían, y debidamente firmados y sellados por el rey Asuero, en ellos se ordenaba que el día trece del mes de Adar se destruyera por completo al pueblo judío. En cada provincia se publicó una copia del documento para que toda la gente se pudiera preparar para ese día. Ese documento también fue publicado en Susa. Los mensajeros salieron rápidamente con el documento, y la noticia dejó confundidos a todos en la ciudad.

Cuando Mardoqueo se enteró de lo que había pasado, rompió su ropa en señal de tristeza, y se puso ropa áspera y anduvo por la ciudad llorando amargamente y en voz alta. Llegó hasta la entrada del palacio del rey, pero no entró porque estaba prohibido entrar en el palacio vestido de esa manera. Cuando se conocieron las órdenes del rey en las distintas provincias, los judíos se pusieron muy tristes. Cuando las sirvientas y los guardias personales de la reina Ester le contaron lo que pasaba, también ella se puso triste y le envió ropa a Mardoqueo para que se quitara la ropa áspera pero él no quiso.

Luego Ester llamó a Hatac, uno de los guardias que el rey había puesto a su servicio, y le ordenó que fuera a preguntarle a Mardoqueo que le pasaba y Hatac fue hasta la plaza de la ciudad, que estaba frente a la entrada del palacio y allí le preguntó a Mardoqueo que le pasaba, y Mardoqueo le dijo que Amán había prometido entregar mucho dinero a la tesorería del rey, a cambio de la destrucción de los judíos, le dio una copia del documento publicado en Susa y le pidió que le dijer a Ester que fuera a ver al rey y le suplicara no destruir a su pueblo y ella a su vez le dio este mensaje para Mardoqueo, hace ya treinta días que el rey no me llama, todos los sirvientes del rey y los habitantes de este país saben que nadie puede presentarse ante el rey sin ser llamado, pues eso se castiga con la muerte y esa persona es perdonada sólo si el rey le señala con su cetro de oro. Cuando Mardoqueo recibió el mensaje de Ester, le mandó esta respuesta, no te vas a salvar sólo porque estás en el palacio, si no te atreves a hablar en momentos como éste, la liberación de los judíos vendrá de otra parte, pero tú y toda tu  familia morirán. Yo creo que has llegado a ser reina para ayudar a tu pueblo en este momento.

Entonces Ester le mandó esta respuesta a Mardoqueo, reúne a todos los judíos que se encuentren en Susa, y ayunen por mí, no coman ni beban durante tres díaj, también mis sirvientas y yo ayunaremos. Después de eso, me presentaré ante el rey, aunque la ley no lo permita, y si tengo que morir, moriré.

De esto puedes darte cuenta que es necesario estar apegado a las enseñanzas de Dios para que tu lucha diaria personal te conduzca a un crecimiento espiritual, a desarrollar una carácter firme y así tomar las decisiones correctas que edifiquen tu vida y de los que están a tu alrededor.


Con Alta Estima,

jueves, 22 de agosto de 2013

La reina elegida...

Sabes, estar apegado a la Palabra de Dios es esencial para que la vida del ser humano sea con frutos y es imprescindible seguir el orden que Dios ha establecido y obedecer, quizá a veces parece que  tu camino se  presenta tan adverso, que sientes que tu dignidad está siendo pisoteada pero ¿qué crees? Dios está en cada persona, su Espíritu vive en ti  y El te protegerá en todo momento.  El miedo,  la desobediencia, el abuso del poder, las adicciones, no son buenos aliados. Sería bueno aprender a controlar las emociones, para que cada persona logre el dominio propio y evite el camino a la destrucción.

Así pues, Asuero, el rey de Persia, gobernaba sobre ciento veintisiete provincias, que se extendían desde la India hasta Etiopía, y la capital de su reino se llamaba Susa. En el tercer año de su reinado, Asuero organizó una gran fiesta para todos los funcionarios y líderes del país, también invitó a los jefes de los ejércitos de Persia y Media, y a las autoridades y gobernadores de las provincias. Durante seis meses el rey les estuvo mostrando las riquezas que poseía y les hizo ver cuán grande y poderoso era su reino. Después ordenó que se prepara otra fiesta para todos los que vivían en Susa, desde el más importante hasta el menos importante. La fiesta se realizó en los jardines del palacio y duró siete días. Entre las columnas de mármol se colgaron cortina de hilo blanco y azul, sujetadas con cuerdas de color púrpura y argollas de plata, y un piso de mármol blanco y negro, con incrustaciones de piedras preciosas. Se sirvió una gran cantidad de vino, pues el rey era muy generoso. Las copas en las que se sirvió el vino eran de oro y cada una con un diseño original, sin embargo, el rey ordenó a los sirvientes que no obligaran a nadie a beber, sino que cada persona bebiera lo que quisiera. Por su parte, la reina Vasti ofreció en el palacio del rey Asuero una fiesta para las mujeres de los invitados.

Al séptimo día de la fiesta, el rey estaba muy alegre, pues había bebido vino, entonces llamó a siete hombres de su confianza, Mehumán, Biztá, Harboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás, y les ordenó que fueran a buscar a la reina Vasti, les dijo que ella debía venir luciendo la corona de reina, para que la gente y los príncipes pudieran ver su belleza, pues era muy hermosa, pero ella no quiso obedecer la orden del rey.

Al saber esto, el rey se puso furioso y les preguntó a los especialistas de la ley que debía hacer, era su costumbre pedir consejo a los que conocían bien la ley, y los que más lo ayudaban en esto eran Carsená, Setar, Admatán, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, así que el rey les preguntó, la reina Vasti ha desobedecido mis órdenes. De acuerdo con la ley, ¿qué debemos hacer con ella? Entonces Memucán les repondió al rey y a los demás consejeros: La reina Vasti no sólo ha ofendido al rey, sino también a todos los jefes y a toda la población. Cuando las mujeres de Persia y Media se enteren de lo que ha hecho la reina, tampoco respetarán a sus esposos. Si le parece bien a su Majestad, ordene que Vasti ya no siga siendo la reina, y que esa orden sea una ley para los de Persia y Media, para que nadie pueda cambiar su decisión, además, elija usted otra reina que sea mejor que ella. Cuando se conozca la orden de Su Majestad en todo este gran reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, sean ricos o pobres. Al rey y a todos los consejeros les agradó este consejo. Entonces el rey envió cartas a todas las provincias del país y dejaban en claro que el esposo era el jefe de la familia, y que en la casa se debía hablar su idioma. Entonces, los consejeros le dijeron al rey: Su Majestad debe nombrar asistentes en todas las provincias del país para que busquen jóvenes hermosas y solteras. Esas jóvenes deberán ser llevadas a la casa de las mujeres, en su palacio. Allí estarán bajo el cuidado de Hegal, su hombre de confianza a cargo de las mujeres, para que les dé un tratamiento de belleza. Entonces Su Majestad elegirá a la joven que más le guste, y la nombrará reina en lugar de Vasti. Esto agradó al rey, y así se hizo.

En Susa vivía un judío de la tribu de Benjamín, llamado Mardoqueo hijo de Jair, nieto de Simí y bisnieto de Quis. Era uno de los prisioneros que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se había llevado a Jerusalén junto con el rey Joaquín de Judá. Mardoqueo había creado a una prima suya llamada Ester, porque era huérfana. Cuando murieron sus padres, Mardoqueo la adoptó como hija propia. Ester era muy hermosa y elegante.

Cuando se conoció la orden dada por el rey, muchas jóvenes fueron llevadas al palacio, y quedaron al cuidado de Hegal, entre ellas estaba Ester. Hegal se fijó en ella, y le agradó tanto que, enseguida, ordenó que se le dieran cremas de belleza y comida especial, también le ordenó a siete de las mejores muchachas del palacio que atendieran a Ester, y que le dieran una de las mejores habitaciones en la casa de las mujeres.

Ester no decía de qué pueblo ni de qué raza era ella, porque Mardoqueo le había pedido que no se lo dijera a nadie. Todos los días Mardoqueo iba y venía por el patio de la casa de las mujeres, para ver si Ester estaba bien y cómo la trataban. Las jóvenes debían presentarse por turno ante el rey, pero antes de hacerlo se debían someter a un tratamiento de belleza durante doce meses, pues esa era la costumbre. Los primeros seis meses debían untarse aceite de mirra en sus cuerpos, y el resto del tiempo ponerse perfumes y cremas.

A cada joven que se presentaba ante el rey en el palacio, se le permitía vestir la ropa, y las joyas que ella escogiera en la casa de las mujeres. Cada joven se iba al palacio al atardecer, y a la mañana siguiente se retiraba a otra sección de la casa de las mujeres, la cual estaba a cargo de Saasgaz, otro hombre de confianza del rey. Sólo volvía a presentarse ante el rey si él lo deseaba y le mandaba llamar por nombre.

El padre de Ester se llamaba Abihail, y fue tío de Mardoqueo. Ester se había ganado el aprecio de todos en el palacio, y cuando le llegó el turno de presentarse ante el rey, fue vestida con la ropa que Hegal le aconsejó ponerse. Al rey Asuero le gustó Ester más que todas las otras jóvenes, y la trató mejor que a todas sus mujeres, así que le colocó la corona sobre su cabeza y la nombró reina en lugar de Vasti. Después el rey hizo una gran fiesta para Ester. A esa fiesta invitó a todos los funcionarios y colaboradores de su reino. También, rebajó los impuestos, y repartió excelentes regalos, dignos de un rey.

Así puedes ver, que sería bueno que cada persona reflexione y piense bien antes de actuar, hasta que sus emociones  estén bajo el control de Dios para que tome sabias decisiones.


Con Alta Estima,

miércoles, 21 de agosto de 2013

El Libro de la Ley...

Sabes, el Libro de la Ley es la Palabra de Dios y es el libro de vida para este tiempo, se ajusta a la realidad pues los mandamientos de Dios que son los mandamientos de Jesucristo son para vida  ya que tiene un valor significativo y trascendental, nos enseña que Dios, el Señor ha creado todas las cosas y que la tierra está llena de su gloria. Sus leyes son sobre toda clase de terrenos, por lo que este libro de la Ley es vital para el ser humano.

Así pues, cuando se terminó de reparar el muro, se colocaron los portones en su lugar y se eligieron los guardias de las entradas, los cantores y los ayudantes de los sacerdotes. A mi hermano Hananí lo nombré gobernador de Jerusalén, a Hananías lo nombre jefe del palacio del rey, porque podía confiar en él, y además respetaba a Dios más que otras personas. Les dije que no debían abrirse los portones de la ciudad antes de la salida del sol, y que debían cerrarse al atardecer, antes de que los guardias se retiraran. Además, les ordené que nombraran guardias de entre los que vivían en Jerusalén, algunos para los puestos de vigilancia y otros para vigilar sus casas.

La ciudad de Jerusalén era grande y extensa, pero había poca gente en ella porque no se habían reconstruido las casas. Entonces Dios me dio la idea de reunir a todos, incluyendo los jefes y asistentes, para hacer una lista de las familias. Yo encontré el libro donde estaban anotados los que habían llegado antes, y en ese libro está escrito lo siguiente: esta es la lista de las personas de la provincia de Judá que volvieron de Babilonia, fueron llevados prisioneros por el rey Nabucodonosor de Babilonia, pero volvieron a Jerusalén y a otros lugares de Judá. Cada uno volvió a su pueblo o ciudad. Los líderes que los ayudaron fueron Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvai, Nehúm, Baaná. En total regresaron de Babilonia cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, con esa gente vinieron siete mil trescientos treinta y siete sirvientes y sirvientas, además de doscientos cuarenta y cinco cantantes y todos se quedaron a vivir en sus pueblos. Algunos jefes de familia hicieron donaciones para el trabajo de reconstrucción.

Entonces, el primer día del mes de Etanim todo el pueblo se reunió en la plaza, frente a la entrada llamada del Agua. Allí estaban los hombres, las mujeres y todos los niños mayores de doce años. y le pidieron a Esdras, el maestro y sacerdote, que trajera el libro de la Ley, la cual Dios había dado a los israelitas por medio de Moisés, así que Esdras fue y trajo el libro, y lo leyó desde muy temprano hasta el mediodía y todos los que estaban allí escucharon con mucha atención. Esdras estaba de pie sobre una plataforma de madera que se había construido para esa ocasión, de manera que todos podían verlo, entonces Esdras alabó al Dios todopoderoso, y todos, con los brazos en alto, dijeron: ¡Sí, sí, alabado sea Dios!.

Después de esto, los siguientes ayudantes de los sacerdotes ayudaron al pueblo a entender la ley de Dios: Josué, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Subtai, Odías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Hanán, Pelaías. Ellos leían y traducían con claridad el libro para que el pueblo pudiera entender. Y al oir lo que el libro decía, todos comenzaron a llorar, entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote Esdras y los ayudantes le dijeron a la gente: ¡No se pongan tristes! No lloren, porque este día está dedicado a nuestro Dios. Esdras también les dijo: ¡Hagan fiesta! Coman de lo mejor, beban vino dulce, inviten a los que no tengan nada preparado. Hoy es un día dedicado a nuestro Dios, así que ¡Alégrense, que Dios les dará fuerzas!. Así que todos se fueron y organizaron una gran fiesta para celebrar que habían entendido la lectura del libro de la Ley, y todos comieron y bebieron con alegría.

Al segundo día, los jefes de todos los grupos familiares, los sacerdotes y sus ayudantes se reunieron con Esdras para estudiar el libro de la Ley, se dieron cuenta entonces de que Dios había ordenado por medio de Moisés que todos ellos debían vivir en enramadas durante la fiesta religiosa del mes de Etanim y que debían dar a conocer en Jerusalén, y en todos los pueblos vecinos, la siguiente orden: vayan a los cerros a buscar ramas de olivo, de arrayán, de palmeras o de cualquier otro árbol lleno de hojas para que hagan las enramadas que ordena la Ley. Así que la gente salió a buscar ramas, y cada uno construyó con ellas su propia enramada. Todos los que habían vuelto de Babilonia hicieron enramadas y se colocaron debajo de ellas, estaban muy alegres, pues desde la época de Josué hijo de Nun hasta aquel día, los israelitas no habían celebrado esta fiesta, la fiesta duró siete días, y en cada uno de ellos, Esdras leyó el libro de la Ley de Dios. Al octavo día celebraron un culto para adorar a Dios siguiendo las instrucciones del libro de la Ley.

Cierto día, mientras el libro de la Ley de Moisés se leía ante todo el pueblo, nos dimos cuenta de que había una ley que decía así: Jamás se permitirá que los amonitas y los moabitas formen parte del pueblo de Dios. Así que, cuando la gente oyó lo que decía el libro de la Ley, expulsaron de Israel a todos los que se habían mezclado con extranjeros.

Tiempo atrás, el sacerdote Eliasib era el jefe de las bodegas del templo de nuestro Dios, como Tobías el amonita era pariente suyo, Eliasib le había dado permiso para vivir en una habitación grande y allí se guardaban las ofrendas de cereales, el incienso, los utensilio y los diezmos de trigo, vino y aceite y todo esto era para los sacerdotes, sus ayudantes, los cantores y los vigilantes de las entradas. Cuando Eliasib hizo esto yo no estaba en Jerusalén, porque había ido a Babilonia, también me enteré de que a los ayudantes de los sacerdotes no se les habían dado sus alimentos, por lo que ellos y los cantores habían tenido que irse a sus propios campos, entonces reprendí a las autoridades por haber descuidado el templo de Dios, después puse al sacerdote Selemías, al secretario Sadoc y al ayudante Pedaías como jefes de las bodegas, eran hombres de confianza, y se encargarían de hacer una buena distribución de las provisiones a sus compañeros. Luego de hacer eso, le dije a Dios; Dios mí, toma en cuenta esto que acabo de hacer, y no te olvides de todo lo bueno que he hecho por tu templo y por tu culto.

En ese tiempo vi que en Judá, los sábados, algunos hacían vino y llevaban manojos de trigo sobre los burros, cargaban vino, racimos de uvas, higos y toda clase de cargas, y todo eso lo traían a Jerusalén para venderlo, entonces los reprendí por eso. Además, algunos de Tiro que vivían en la ciudad, llevaban pescado y toda clase de productos a Jerusalén, para vendérselos a la gente de Judá, entonces reprendí a los jefes de Judá: ¡Está muy mal lo que hacen! ¡No están respetando el día sábado!, si ustedes no descansan y adoran a Dios el día sábado, él nos castigará aún más. Entonces ordené que los portones de Jerusalén se cerraran en cuanto empezara a anochecer el viernes, y que no se abrieran hasta el anochecer del sábado, puse a algunos de mis ayudantes para que vigilaran las entradas y no dejaran entrar ninguna carga en día sábado. Entonces le dije a Dios: ¡Dios mío, tampoco olvides esto que he hecho!, ya que eres tan bueno, ¡ten compasión de mí!

De esta manera los separé de los extranjeros y de todo lo que tuviera que ver con ellos, luego organicé los turnos de los sacerdotes y de sus ayudantes, cada uno en su tarea, organicé también a los que traían la leña, para que lo hicieran en las fechas indicadas, y organicé la entrega de los primeros frutos. Luego le dije a Dios: ¡Acuérdate de mí, Dios mío, y trátame bien!.

Como puedes ver, la Palabra de Dios enseña la obediencia a los mandamientos, por lo que es importante tener en alto la Palabra de Dios, estar apegado a ella y obedecerla, para que la sabiduría de Dios te de discernimiento  y escojas hacer lo bueno de manera que te conduzcas por el camino del bien en este mundo tan cambiante, donde pasa todo aprisa pero que debes darte cuenta que hay cosas que no deben cambiar, creer en Jesucristo sino que El sea el centro de tu vida.


Con Alta Estima,

martes, 20 de agosto de 2013

La reconstrucción...

Sabes, para entrar a la presencia de Dios es imprescindible acceder por la puerta, algo que parece obvio pero que el hombre que no tiene a Jesucristo en su vida se empeña en ignorar, porque la única puerta de entrada es el Hijo de Dios, Jesucristo. Así pues, el propósito de Dios es que cada persona se edifique a sí mismo, se apegue a sus enseñanzas  para que haga buenas acciones pues este es el lugar Santo en el que Dios quiere vivir por su espíritu. Lo importante, es que Jesucristo habite en tu corazón y la honra y gloria de Dios darán llenura al templo espiritual y entonces habrás conquistado la tierra prometida.

Yo soy Nehemías hijo de Hacalías y esta es mi historia, cuando Artajerjes llevaba veinte años de reinar, yo estaba en el palacio del rey en Susa, en ese tiempo yo era copero del rey Artajerjes. En ese momento llegó allí mi hermano Hananí con unos hombres que venían de Judá. Cuando les pregunté cómo estaba la ciudad de Jerusalén, y cómo estaban los judíos que no fueron llevados prisioneros a Babilonia, ellos me respondieron: Los que quedaron en Jerusalén tienen graves problemas y sienten una terrible vergüenza ante los demás pueblos. Los muros de protección de la ciudad están en ruinas, y sus portones fueron destruidos por el fuego.

Cuando oí esto me senté a llorar, y durante varios días estuve muy triste y no comí nada, entonces le dije a Dios en oración: Dios grande y poderoso; ante ti todo el mundo tiembla de miedo, tú cumples tus promesas a los que te aman y te obedecen. Escúchame y atiende mi oración, pues soy tu servidor, día y noche te he rogado por los israelitas, que también son tus servidores. Reconozco que todos hemos pecado contra ti, he pecado yo, y también mis antepasados, hemos actuado muy mal y no hemos obedecido los mandamientos que nos diste por medio de Moisés. Acuérdate de lo que dijiste a Moisés, le advertiste que si no te obedecíamos en todo, tú nos enviarías a países muy lejanos, pero también dijiste que tú nos traerías de vuelta al sitio que has elegido para que te adoremos y si nos arrepentíamos y obedecíamos tus mandamientos nos volverías a reunir. Dios escucha mi oración y las oraciones de tus servidores que desean adorarte, haz que el rey me reciba bien y que yo tenga éxito.

Cierto día, le llevé vino al rey Artajerjes, como nunca me había visto triste, el rey me preguntó, ¿qué te pasa? Esa cara triste me dice que debes estar preocupado, ¿hay algo que pueda hacer por ti?, yo le pedía ayuda a Dios, y le contesté al rey; si le parece bien a su Majestad, y quiere hacerme un favor, permítame ir a Judá, para reconstruir la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados, el rey que estaba acompañado por la reina, me preguntó cuánto tiempo duraría mi viaje y cuándo regresarías, yo le dije cuánto tardaría, y él me dió permiso para ir. Entonces le pedí que me diera cartas para los gobernadores de la provincia que está al oeste del río Eufrates, ellos debían permitirme pasar por sus territorios para llegar a Judá. El rey me dio todo lo que le pedí, porque mi buen Dios me estaba ayudando.

Al llegar a Jerusalén, dejé pasar tres días sin decirle a nadie lo que Dios me había indicado hacer por Jerusalén, después me levanté de noche y salí acompañado por algunos hombres, pasé por la entrada del valle y revisé los muros de protección de la ciudad que estaban caídos, y los portones que habían sido destruidos por el fuego. Los gobernadores no sabían a dónde había ido yo, ni que había hecho. Tampoco los judíos, pues todavía no les había contado nada a los sacerdotes ni a los jefes, ni asistentes ni a los que iban a ayudar en la obra., entonces les dije, ustedes conocen bien el problema que tenemos, porque los muros de Jerusalén están en ruinas y sus portones se quemaron, pero vamos a reconstruirlos, para que no se burlen de nosotros y les conté también cómo mi buen Dios me había ayudado, y lo que el rey me había dicho, entonces ellos respondieron, ¡Manos a la obra! Y, muy animados, se prepararon para iniciar la reconstrucción. Pero Sambalat el de Horón, Tobías el funcionario amonita y Guésem el árabe se burlaron de nosotros y dijeron, ¿qué se traen entre manos? ¿se van a poner en contra del rey’, yo les contesté: Dios gobierna desde el cielo, y con su ayuda tendremos éxito, ustedes no tienen autoridad en Jerusalén, tampoco tienen ningún derecho, pues no son parte de la historia. Nosotros haremos los trabajos de reconstrucción, entonces comenzó la reconstrucción. Reconstruyeron los muros de protección hasta la torre de los Cien y la torre de Hananel, y colocaron los portones. Luego dedicaron a Dios esa entrada. Los hombres de Jericó reconstruyeron la sección de los muros que seguía.

Cuando Sambalat se enteró de que estábamos reconstruyendo el muro, se enojó mucho, se puso furioso y empezó a burlarse de los judíos, Tobías el amonita, que estaba con él, añadió, el muro que están edificando es muy débil, ¡Basta que se suba una zorra para se caiga!, entonces yo oré, ¡Dios nuestro escucha cómo nos ofenden! Haz que todo lo malo que nos desean les pase a ellos, haz que se los lleven a la fuerza a otro país, y que les roben todo lo que tiene, no les perdones sus maldades ni te olvides de sus pecados pues nos han insultados por reconstruir el muro. Así que seguimos reconstruyendo el muro, y como la gente trabaja con entusiasmo, el muro pronto estaba hasta la mitad de su altura, nuestros enemigos hicieron un plan para pelear contra nosotros y desanimarnos, como vi que estaban preocupados, me levanté y les dije a los jefes, a los gobernadores y a todos los demás, no tengan miedo, recuerden que Dios es poderoso, y que ante él todos tiemblan. Desde que salía el sol hasta que aparecían las estrellas, la mitad de la gente reparaba el muro, y los demás mantenían las lanzas en sus manos, por eso, ni mis parientes ni mis ayudantes, ni los hombres de la guardia que me acompañaban, nos quitábamos la ropa para dormir.

Tiempo después, varios hombres y mujeres protestaron contra sus compatriotas judíos, algunos que tenían muchos hijos decían que les faltaba trigo para darles de comer, otros decían que para obtener un préstamo y así poder comprar trigo, habían tenido que hipotecar sus campos, casas y viñedos, además decían, somos de la misma raza que nuestros compatriotas, sin embargo, tendremos que vender a nuestros hijos como esclavos, cuando escuché sus quejas, me enojé mucho y después de pensarlo bien, reprendí a los jefes y gobernantes por tratar mal a sus propios compatriotas, y les mandé que se reunieran para hablar del asunto, entonces les dije, lo que ustedes están haciendo no está bien, ustedes tienen que demostrar que respetan a Dios, pero ahora vamos a decirles que no nos deben nada, ustedes deben devolverles hoy mismo sus campos, sus viñedos, sus olivares y sus casas, ellos respondieron, haremos lo que nos dices, entonces llamé a los sacerdotes para que delante de ellos prometieran cumplir lo que habían dicho. Todos los que estaban reunidos allí alabaron a Dios y todos cumplieron lo que habían prometido.

Durante doce años mis familiares y yo no aceptamos la comida del rey, que me correspondía como gobernador de Judá, porque la gente ya sufría bastante,  pero los que habían gobernado antes que yo fueron malos con el pueblo, porque cobraban cuarenta monedas de plata al día por comida y vino, también sus ayudantes habían sido malos, pero yo no hice eso porque amo y respeto a Dios, me dediqué a construir el muro de la ciudad y no compré ninguna propiedad. Todos mis ayudantes colaboraron la reconstrucción, además, yo les daba de comer a ciento cincuenta judíos, incluidos sus jefes, sin contar a todos los de otras naciones vecinas que también venían a mi mesa.

Sambalat, Tobías, Guésem el árabe y nuestros otros enemigos se enteraron de que habíamos terminado de reparar el muro, y que ya no quedaban secciones caídas, aunque todavía no habíamos colocado los portones en su lugar, entonces ellos me mandaron un mensaje pidiéndome que me reuniera con ellos en uno de los pueblitos del valle de Onó, eso era una trampa para hacerme daño, entonces les mandé a decir que estaba ocupado con una tarea importante y el trabajo se detendría, querían asustarme para hacerme pecar, y así acusarme de ser una mala persona, entonces oré a Dios.

La reconstrucción del muro quedó terminada, el trabajo duró cincuenta y dos días, cuando nuestros enemigos se enteraron de esto, los países vecinos tuvieron miedo y se sintieron avergonzados, porque comprendieron que esta obra se había realizado con la ayuda de nuestro Dios.

Como puedes ver, Jesucristo nos revela que El es la puerta del verdadero templo del cielo y cada persona puede entrar por Jesucristo que es el camino,  nadie va al Padre sino es por El, que es Dios mismo.


Con Alta Estima,

El pecado...

Sabes, el pecado es infringir la ley espiritual de Dios, quebrantar sus mandamientos, por lo que el pecado la paga es muerte, pero lo triste es que te separa de Dios y El ya no oye tus oraciones, a través de su palabra ya no te habla, pues rompes tu relación personal con él. Lo necesario sería que cada persona reconozca su pecado,  se arrepienta y cambie su manera de vivir, renueve su mente, sus pensamientos, su corazón y se aparte del camino del pecado, por esta razón Jesucristo murió para quitar el pecado de los seres humanos. Por lo que es importante, que evites hacer lo malo, ya que el pecado enoja a Dios, y para agradarle y volver a establecer comunión con él cada persona debe conocer toda la ley enseñada por Dios y cumplir sus mandamientos.

Entonces, vinieron los jefes y me dijeron, Esdras, queremos informarte  que nuestro pueblo, no se ha mantenido apartado de la gente que vive aquí, todos ellos imitan las horribles costumbres de los pueblos que habitan en Canaán y Egipto. Los judíos se han casado con mujeres de esos pueblos, así que el pueblo de Dios se ha mezclado con esa gente. Los primeros en pecar de esta manera han sido los jefes, los gobernantes, los sacerdotes y sus ayudantes. Al saber esto, rompí mis ropas, me arranqué los cabellos y la barba para demostrar mi dolor, y lleno de tristeza me senté en el suelo, así permanecí hasta el atardecer, a mi lado permanecieron los que habían regresado conmigo, pues tuvieron miedo del castigo que Dios enviaría por causa del pecado de estos israelitas. Sin quitarme mis ropas rotas me puse de rodillas delante de mi Dios, y extendiendo mis brazos le dije: Dios mío qué vergüenza, ¡Estoy tan confundido que no sé cómo hablarte! Nuestros pecados son tantos que si los pusiéramos uno sobre otro llegarían hasta el cielo. Hemos estado pecando gravemente desde hace mucho tiempo, por causa de nuestra maldad todos nosotros, incluyendo a nuestros reyes y sacerdotes, hemos sido entregados al poder de los reyes de otros países. Hasta hoy nuestros enemigos nos han herido, robado, humillado y sacado de nuestro país.

Pero ahora, Dios nuestro, tú has sido bueno con nosotros y has permitido que algunos quedemos en libertad y vengamos a vivir seguros en este territorio que tú apartaste para nosotros. Nos has dado nueva esperanza y has hecho renacer la alegría en nosotros, aunque somos esclavos no nos has abandonado. Tu amor por nosotros es tan grande que hiciste que los reyes de Persia, nos permitieran volver para reconstruir tu templo, el cual estaba en ruinas. ¡Aquí en Judá y en Jerusalén tú nos proteges! Nos advertiste que el territorio  que íbamos a ocupar estaba lleno de maldad, pues los que vivían allí habían llenado todo el territorio con sus horribles costumbres. Tampoco debíamos ayudar a esa gente a tener paz y bienestar. De esa manera seríamos fuertes, disfrutaríamos de todo lo bueno de este territorio y después se lo dejaríamo a nuestros hijos y nietos como herencia para siempre. ¡Dios de Israel, tú eres justo! Tú permitiste que un grupo de nosotros pueda salvarse, como ahora vemos. Reconocemos que somos culpables y que no tenemos derecho de acercarnos a ti.

Mientras Esdras estaba de rodillas frente al templo, reconociendo el pecado del pueblo, una gran cantidad de hombres, mujeres y niños se juntó alrededor de él, llorando amargamente. Entonces Secanías hijo de Jehiel, que eran descendiente de Elam, le dijo a Esdras; Vamos a prometerle a nuestro Dios que nos separaremos de todas esas mujeres y sus respectivos hijos, haremos todo lo que tú y los que respetan el mandamiento de Dios nos indiquen. Obedeceremos la ley de Dios: Levántate, porque es tu deber hacer esto; nosotros te apoyaremos ¡Vamos, anímate!.

Entonces Esdras se puso de pie, llamó a todos los israelitas, incluyendo a los principales sacerdotes y a sus ayudantes, y les hizo prometer que cumplirían lo que Secanías había propuesto. Y ellos prometieron hacerlo. Después, Esdras salió del templo de Dios y se fue a la habitación de Johanán hijo de Eliasib, y se quedó allí esa noche. Estaba tan triste por la desobediencia de los que habían vuelto de Babilonia que no quiso ni comer ni beber. Más tarde se le ordenó a los habitantes de todo Judá y Jerusalén que los que habían regresado de Babilonia debían reunirse en Jerusalén. Los jefes y los consejeros ordenaron que el que no se presentara dentro de tres días sería echado del grupo de los que regresaron, y se le quitarían todas sus propiedades. Todos temblaban preocupados por lo que Secanías había propuesto y por la fuerte lluvia que caía sobre ellos.

El sacerdote Esdras se puso de pie y les dijo, Reconozcan ahora su maldad delante de nuestro Dios y obedézcanlo a él, apártense de todos aquellos extranjeros que adoran a otros dioses, y de las mujeres extranjeras con las que ustedes se han casado. Toda la gente allí reunida respondió en voz alta, está bien, haremos lo que tú nos ordenas, somos muchos los que hemos pecado, será mejor que nuestros jefes se queden en Jerusalén y traten este asunto en lugar de nosotros. Entonces el sacerdote Esdras escogió a algunos jefes de los grupos familiares y los nombró para investigar cada caso. Ellos prometieron firmemente separarse de sus mujeres, y presentaron un carnero como ofrenda por el perdón de su pecado.

¡Animo, que tu Fe sea firme! Sólo Dios puede limpiar la maldad en el ser humano, por lo que es importante que cada persona cuide su mente pues lo que piensa lo guarda en su corazón y luego sale de su boca, genera malas acciones y lo contamina, pero apegado a su Palabra, hará todo lo bueno, agradable y perfecto para Dios.


Con Alta Estima,

sábado, 17 de agosto de 2013

El sacerdote...

Sabes, el término sacerdote  significa aquel que es santo o apartado de Dios. Jesús es el más grande que cualquier otro sacerdote. Así también, Jesús es llamado Sumo Sacerdote, El se hizo hombre a fin de sufrir la muerte, ofreció un sacrificio, se ofrece a sí mismo por nuestros pecados y así cumplir en obediencia a su Padre y a la ley de Dios, y servir como nuestro Sumo Sacerdote y eso te da la confianza para acercarte y puedas entender un poco mejor el corazón de Dios y  entender que el propósito de Dios era que cada persona tenga una relación íntima con él y el sacerdocio respondía a esa necesidad interna del ser humano.

Tiempo después, durante el reinado de Artajerjes, llegó a Jerusalén un hombre llamado Esdras, que era descendiente de Aaron, el primer sacerdote de Israel. Sus antepasados fueron, Seraías, Azarías, Hilquías, Salum, Sadoc, Ahitub, Amarías, Azarías, Meralot, Zeraías, Uzí, Buquí, Abisúa, Finees, Eleazar. Esdras era un sacerdote y un maestro que conocía muy bien la ley que Dios había dado por medio de Moisés, la estudiaba constantemente, la obedecía y la enseñaba a los judíos. Dios había hecho que el rey Artajerjes le diera a Esdras todo lo que él pidiera, así Esdras logró salir de Babilonia , llegó a Jerusalén el día primero del mes de Ab del séptimo año del reinado Artajerjes. Lo acompañaba un grupo de judíos, entre los que había sacerdotes, sus ayudantes, cantores, guardianes y servidores del templo de Dios.

Esdras llevaba una carta del rey Artajerjes que decía así,  El gran rey Artajerjes, saluda al sacerdote Esdras, maestro de la ley del Dios Todopoderoso, cualquier judío que esté en mi país y quiera acompañarte a Jerusalén, puede hacerlo, incluyendo a los sacerdotes y sus ayudantes. Yo junto con mis siete consejeros, te envío a Jerusalén para averiguar si se está obedeciendo la ley de Dios que tú conoces, lleva también todo el oro y la plata que puedas conseguir en toda la provincia de Babilonia, más las ofrendas que la gente y los sacerdotes den voluntariamente para el templo.

Esdras, tu Dios te ha dado muchos conocimientos, úsalos para nombrar gobernantes y jueces que conozcan la ley de tu Dios y gobiernen  con justicia a los habitantes de la provincia al oeste del río Eufrates, el castigo inmediato para cualquiera que no obedezca la ley de tu Dios y las órdenes del rey podrá ser una multa, la cárcel, la expulsión de su país e incluso la muerte.

Al leer la carta, Esdras dijo, doy gracias a Dios de nuestros antepasados, que puso en el rey el deseo de devolverle al templo de Dios su belleza, Dios hizo que el rey y sus consejeros me trataran bien, y me dio ánimo para convencer a muchos jefes judíos de que regresaran conmigo a Jerusalén, al pasar lista encontré que no había entre ellos ningún ayudante de la tribu de Leví, les ordené que fueran a ver a Idó, jefe del lugar llamado Casifiá, y les pidieran a él y a sus compañeros que nos enviaran servidores para el templo de nuestro Dios, ya que ellos tenían experiencia en ese trabajo. Gracias a Dios, nos mandaron a Sebebías, y a sus hijos y hermanos, en total nos mandaron a dieciocho personas. Sebebías era un hombre muy capaz, un hombre de la tribu de Leví, también nos enviaron a Isaías y a Hasabías , y a sus hijos y hermanos, que descendían de Merarí.

Despuésde esto nos reunimos junto al río de Ahavá, y allí mismo ordené que hiciéramos un ayuno para humillarnos ante nuestro Dios, y así pedirle que protegiera a nuestras familias y pertenencias durante el regreso a Jerusalén. Me daba vergüenza pedirle al rey que mandara soldados de caballería para protegernos contra el enemigo en el camino, pues le habíamos dicho al rey que Dios cuida a todos los que le adoran, pero los que se apartan de él tendrían que soportar todo su enojo. Así que ayunamos y oramos a Dios pidiéndole que nos cuidara y él nos escuchó. Nuestro Dios nos cuidó en el camino, pues nos libró de enemigos y de bandidos. Al cuarto día fuimos al templo de nuestro Dios, pesamos la plata, el oro y los utensilios, y entregamos todo al sacerdote Meremot hijo de Urías, luego entregaron la orden del rey a los gobernadores y asistentes de la provincia al oeste del río Eufrates, quienes entonces apoyaron al pueblo y al templo de Dios.

Sería importante que en cada familia, el padre realice el sacerdocio y responsable espiritual de los suyos, que los proteja y sepa marca límites que eviten sufrimientos innecesarios en el futuro, solo el hombre no lo puede hacer, debe estar apegado a la Palabra y en obediencia a las enseñanzas de Jesucristo y depender de El para que cada integrante esté bajo la cobertura de Dios.


Con Alta Estima,