Sabes, estar apegado a la Palabra de Dios es esencial para que la vida
del ser humano sea con frutos y es imprescindible seguir el orden que Dios ha
establecido y obedecer, quizá a veces parece que tu camino se presenta tan adverso, que sientes que tu
dignidad está siendo pisoteada pero ¿qué crees? Dios está en cada persona, su
Espíritu vive en ti y El te protegerá en
todo momento. El miedo, la desobediencia, el abuso del poder, las
adicciones, no son buenos aliados. Sería bueno aprender a controlar las
emociones, para que cada persona logre el dominio propio y evite el camino a la
destrucción.
Así pues, Asuero, el rey de Persia, gobernaba sobre ciento veintisiete
provincias, que se extendían desde la India hasta Etiopía, y la capital de su
reino se llamaba Susa. En el tercer año de su reinado, Asuero organizó una gran
fiesta para todos los funcionarios y líderes del país, también invitó a los
jefes de los ejércitos de Persia y Media, y a las autoridades y gobernadores de
las provincias. Durante seis meses el rey les estuvo mostrando las riquezas que
poseía y les hizo ver cuán grande y poderoso era su reino. Después ordenó que
se prepara otra fiesta para todos los que vivían en Susa, desde el más
importante hasta el menos importante. La fiesta se realizó en los jardines del
palacio y duró siete días. Entre las columnas de mármol se colgaron cortina de
hilo blanco y azul, sujetadas con cuerdas de color púrpura y argollas de plata,
y un piso de mármol blanco y negro, con incrustaciones de piedras preciosas. Se
sirvió una gran cantidad de vino, pues el rey era muy generoso. Las copas en
las que se sirvió el vino eran de oro y cada una con un diseño original, sin
embargo, el rey ordenó a los sirvientes que no obligaran a nadie a beber, sino
que cada persona bebiera lo que quisiera. Por su parte, la reina Vasti ofreció
en el palacio del rey Asuero una fiesta para las mujeres de los invitados.
Al séptimo día de la fiesta, el rey estaba muy alegre, pues había
bebido vino, entonces llamó a siete hombres de su confianza, Mehumán, Biztá,
Harboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás, y les ordenó que fueran a buscar a la
reina Vasti, les dijo que ella debía venir luciendo la corona de reina, para
que la gente y los príncipes pudieran ver su belleza, pues era muy hermosa,
pero ella no quiso obedecer la orden del rey.
Al saber esto, el rey se puso furioso y les preguntó a los
especialistas de la ley que debía hacer, era su costumbre pedir consejo a los
que conocían bien la ley, y los que más lo ayudaban en esto eran Carsená,
Setar, Admatán, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, así que el rey les preguntó,
la reina Vasti ha desobedecido mis órdenes. De acuerdo con la ley, ¿qué debemos
hacer con ella? Entonces Memucán les repondió al rey y a los demás consejeros:
La reina Vasti no sólo ha ofendido al rey, sino también a todos los jefes y a
toda la población. Cuando las mujeres de Persia y Media se enteren de lo que ha
hecho la reina, tampoco respetarán a sus esposos. Si le parece bien a su
Majestad, ordene que Vasti ya no siga siendo la reina, y que esa orden sea una
ley para los de Persia y Media, para que nadie pueda cambiar su decisión,
además, elija usted otra reina que sea mejor que ella. Cuando se conozca la
orden de Su Majestad en todo este gran reino, todas las mujeres respetarán a
sus esposos, sean ricos o pobres. Al rey y a todos los consejeros les agradó
este consejo. Entonces el rey envió cartas a todas las provincias del país y
dejaban en claro que el esposo era el jefe de la familia, y que en la casa se debía
hablar su idioma. Entonces, los consejeros le dijeron al rey: Su Majestad debe
nombrar asistentes en todas las provincias del país para que busquen jóvenes
hermosas y solteras. Esas jóvenes deberán ser llevadas a la casa de las
mujeres, en su palacio. Allí estarán bajo el cuidado de Hegal, su hombre de
confianza a cargo de las mujeres, para que les dé un tratamiento de belleza.
Entonces Su Majestad elegirá a la joven que más le guste, y la nombrará reina
en lugar de Vasti. Esto agradó al rey, y así se hizo.
En Susa vivía un judío de la tribu de Benjamín, llamado Mardoqueo hijo
de Jair, nieto de Simí y bisnieto de Quis. Era uno de los prisioneros que
Nabucodonosor, rey de Babilonia, se había llevado a Jerusalén junto con el rey
Joaquín de Judá. Mardoqueo había creado a una prima suya llamada Ester, porque
era huérfana. Cuando murieron sus padres, Mardoqueo la adoptó como hija propia.
Ester era muy hermosa y elegante.
Cuando se conoció la orden dada por el rey, muchas jóvenes fueron
llevadas al palacio, y quedaron al cuidado de Hegal, entre ellas estaba Ester.
Hegal se fijó en ella, y le agradó tanto que, enseguida, ordenó que se le
dieran cremas de belleza y comida especial, también le ordenó a siete de las
mejores muchachas del palacio que atendieran a Ester, y que le dieran una de
las mejores habitaciones en la casa de las mujeres.
Ester no decía de qué pueblo ni de qué raza era ella, porque Mardoqueo
le había pedido que no se lo dijera a nadie. Todos los días Mardoqueo iba y
venía por el patio de la casa de las mujeres, para ver si Ester estaba bien y
cómo la trataban. Las jóvenes debían presentarse por turno ante el rey, pero
antes de hacerlo se debían someter a un tratamiento de belleza durante doce
meses, pues esa era la costumbre. Los primeros seis meses debían untarse aceite
de mirra en sus cuerpos, y el resto del tiempo ponerse perfumes y cremas.
A cada joven que se presentaba ante el rey en el palacio, se le
permitía vestir la ropa, y las joyas que ella escogiera en la casa de las
mujeres. Cada joven se iba al palacio al atardecer, y a la mañana siguiente se
retiraba a otra sección de la casa de las mujeres, la cual estaba a cargo de
Saasgaz, otro hombre de confianza del rey. Sólo volvía a presentarse ante el
rey si él lo deseaba y le mandaba llamar por nombre.
El padre de Ester se llamaba Abihail, y fue tío de Mardoqueo. Ester se
había ganado el aprecio de todos en el palacio, y cuando le llegó el turno de
presentarse ante el rey, fue vestida con la ropa que Hegal le aconsejó ponerse.
Al rey Asuero le gustó Ester más que todas las otras jóvenes, y la trató mejor
que a todas sus mujeres, así que le colocó la corona sobre su cabeza y la
nombró reina en lugar de Vasti. Después el rey hizo una gran fiesta para Ester.
A esa fiesta invitó a todos los funcionarios y colaboradores de su reino.
También, rebajó los impuestos, y repartió excelentes regalos, dignos de un rey.
Así puedes ver, que sería bueno que cada persona reflexione y piense
bien antes de actuar, hasta que sus emociones estén bajo el control de Dios para que tome
sabias decisiones.
Con Alta Estima,
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