jueves, 22 de agosto de 2013

La reina elegida...

Sabes, estar apegado a la Palabra de Dios es esencial para que la vida del ser humano sea con frutos y es imprescindible seguir el orden que Dios ha establecido y obedecer, quizá a veces parece que  tu camino se  presenta tan adverso, que sientes que tu dignidad está siendo pisoteada pero ¿qué crees? Dios está en cada persona, su Espíritu vive en ti  y El te protegerá en todo momento.  El miedo,  la desobediencia, el abuso del poder, las adicciones, no son buenos aliados. Sería bueno aprender a controlar las emociones, para que cada persona logre el dominio propio y evite el camino a la destrucción.

Así pues, Asuero, el rey de Persia, gobernaba sobre ciento veintisiete provincias, que se extendían desde la India hasta Etiopía, y la capital de su reino se llamaba Susa. En el tercer año de su reinado, Asuero organizó una gran fiesta para todos los funcionarios y líderes del país, también invitó a los jefes de los ejércitos de Persia y Media, y a las autoridades y gobernadores de las provincias. Durante seis meses el rey les estuvo mostrando las riquezas que poseía y les hizo ver cuán grande y poderoso era su reino. Después ordenó que se prepara otra fiesta para todos los que vivían en Susa, desde el más importante hasta el menos importante. La fiesta se realizó en los jardines del palacio y duró siete días. Entre las columnas de mármol se colgaron cortina de hilo blanco y azul, sujetadas con cuerdas de color púrpura y argollas de plata, y un piso de mármol blanco y negro, con incrustaciones de piedras preciosas. Se sirvió una gran cantidad de vino, pues el rey era muy generoso. Las copas en las que se sirvió el vino eran de oro y cada una con un diseño original, sin embargo, el rey ordenó a los sirvientes que no obligaran a nadie a beber, sino que cada persona bebiera lo que quisiera. Por su parte, la reina Vasti ofreció en el palacio del rey Asuero una fiesta para las mujeres de los invitados.

Al séptimo día de la fiesta, el rey estaba muy alegre, pues había bebido vino, entonces llamó a siete hombres de su confianza, Mehumán, Biztá, Harboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás, y les ordenó que fueran a buscar a la reina Vasti, les dijo que ella debía venir luciendo la corona de reina, para que la gente y los príncipes pudieran ver su belleza, pues era muy hermosa, pero ella no quiso obedecer la orden del rey.

Al saber esto, el rey se puso furioso y les preguntó a los especialistas de la ley que debía hacer, era su costumbre pedir consejo a los que conocían bien la ley, y los que más lo ayudaban en esto eran Carsená, Setar, Admatán, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, así que el rey les preguntó, la reina Vasti ha desobedecido mis órdenes. De acuerdo con la ley, ¿qué debemos hacer con ella? Entonces Memucán les repondió al rey y a los demás consejeros: La reina Vasti no sólo ha ofendido al rey, sino también a todos los jefes y a toda la población. Cuando las mujeres de Persia y Media se enteren de lo que ha hecho la reina, tampoco respetarán a sus esposos. Si le parece bien a su Majestad, ordene que Vasti ya no siga siendo la reina, y que esa orden sea una ley para los de Persia y Media, para que nadie pueda cambiar su decisión, además, elija usted otra reina que sea mejor que ella. Cuando se conozca la orden de Su Majestad en todo este gran reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, sean ricos o pobres. Al rey y a todos los consejeros les agradó este consejo. Entonces el rey envió cartas a todas las provincias del país y dejaban en claro que el esposo era el jefe de la familia, y que en la casa se debía hablar su idioma. Entonces, los consejeros le dijeron al rey: Su Majestad debe nombrar asistentes en todas las provincias del país para que busquen jóvenes hermosas y solteras. Esas jóvenes deberán ser llevadas a la casa de las mujeres, en su palacio. Allí estarán bajo el cuidado de Hegal, su hombre de confianza a cargo de las mujeres, para que les dé un tratamiento de belleza. Entonces Su Majestad elegirá a la joven que más le guste, y la nombrará reina en lugar de Vasti. Esto agradó al rey, y así se hizo.

En Susa vivía un judío de la tribu de Benjamín, llamado Mardoqueo hijo de Jair, nieto de Simí y bisnieto de Quis. Era uno de los prisioneros que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se había llevado a Jerusalén junto con el rey Joaquín de Judá. Mardoqueo había creado a una prima suya llamada Ester, porque era huérfana. Cuando murieron sus padres, Mardoqueo la adoptó como hija propia. Ester era muy hermosa y elegante.

Cuando se conoció la orden dada por el rey, muchas jóvenes fueron llevadas al palacio, y quedaron al cuidado de Hegal, entre ellas estaba Ester. Hegal se fijó en ella, y le agradó tanto que, enseguida, ordenó que se le dieran cremas de belleza y comida especial, también le ordenó a siete de las mejores muchachas del palacio que atendieran a Ester, y que le dieran una de las mejores habitaciones en la casa de las mujeres.

Ester no decía de qué pueblo ni de qué raza era ella, porque Mardoqueo le había pedido que no se lo dijera a nadie. Todos los días Mardoqueo iba y venía por el patio de la casa de las mujeres, para ver si Ester estaba bien y cómo la trataban. Las jóvenes debían presentarse por turno ante el rey, pero antes de hacerlo se debían someter a un tratamiento de belleza durante doce meses, pues esa era la costumbre. Los primeros seis meses debían untarse aceite de mirra en sus cuerpos, y el resto del tiempo ponerse perfumes y cremas.

A cada joven que se presentaba ante el rey en el palacio, se le permitía vestir la ropa, y las joyas que ella escogiera en la casa de las mujeres. Cada joven se iba al palacio al atardecer, y a la mañana siguiente se retiraba a otra sección de la casa de las mujeres, la cual estaba a cargo de Saasgaz, otro hombre de confianza del rey. Sólo volvía a presentarse ante el rey si él lo deseaba y le mandaba llamar por nombre.

El padre de Ester se llamaba Abihail, y fue tío de Mardoqueo. Ester se había ganado el aprecio de todos en el palacio, y cuando le llegó el turno de presentarse ante el rey, fue vestida con la ropa que Hegal le aconsejó ponerse. Al rey Asuero le gustó Ester más que todas las otras jóvenes, y la trató mejor que a todas sus mujeres, así que le colocó la corona sobre su cabeza y la nombró reina en lugar de Vasti. Después el rey hizo una gran fiesta para Ester. A esa fiesta invitó a todos los funcionarios y colaboradores de su reino. También, rebajó los impuestos, y repartió excelentes regalos, dignos de un rey.

Así puedes ver, que sería bueno que cada persona reflexione y piense bien antes de actuar, hasta que sus emociones  estén bajo el control de Dios para que tome sabias decisiones.


Con Alta Estima,

No hay comentarios:

Publicar un comentario