sábado, 10 de agosto de 2013

El sucesor… (Parte II)

Sabes, el profeta Eliseo realizó diversos milagros y otros profetas lo buscaban para que los guiara, que les diera instrucción, por lo que necesitaban construir un lugar más grande para poder vivir con él y tuvieron la humildad de hacerlo con su propio esfuerzo;  así como sanó de la lepra al general del ejército enemigo y, lo de más impacto, fue con su ayudante, Eliseo demostró severidad pues Guehazí no le obedeció que no aceptara regalos, y con este castigo le hizo ver que para estar en el camino a Dios, tienes que tener temor reverente a Dios y buscarlo con todo tu corazón y tu mente pues El te conoce y El te bendecirá abundantemente.

Así pues, Naamán era general del ejército de un país llamado Siria, era un hombre muy importante y el rey lo quería mucho porque por medio de él, Dios le había dado grandes victorias a Siria, pero este valiente soldado tenía una enfermedad de la piel llamada lepra. A veces los sirios iban y atacaban a los israelitas. En una de esas oportunidades tomaron prisionera a una niña que fue llevada a la casa de Naamán para ayudar a su esposa. Esa niña le dijo a la esposa de Naamán, ¡Si mi patrón fuera a ver al profeta Eliseo, que vive en Samaria, se sanaría de la lepra! Cuando Naamán se enteró de esto, fue a ver al rey y le contó lo que había dicho la niña. El rey de Siria le contestó, ¡Ve enseguida a Samaria!¡Voy a darte una carta para el rey de Israel!

Así que Naamán tomó treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez vestidos. Partió de allí, llevando la carta para el rey de Israel, la cual decía, te envío esta carta para que sepas que Naamán, general de mi ejército, va de mi parte, y quiero que lo sanes de su lepra. Cuando el rey de Israel leyó la carta, se angustió tanto que rompió su ropa, y dijo, yo no soy Dios, no puedo dar vida ni quitarla. ¿por qué el rey de Siria me manda este hombre para que lo sane de su lepra? Seguro está buscando un pretexto para pelear conmigo. Cuando el profeta Eliseo se enteró de que el rey estaba tan angustiado, le envió este mensaje, ¿por qué rompiste tu ropa? Deja que ese hombre venga a verme, para que se dé cuenta de que hay un profeta de Dios en Israel. Así que Naamán fue con su carro y sus caballos, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. El profeta le envió un mensajero, diciendo, ve y métete siete veces en el río Jordán, y te sanarás de la lepra.
Naamán se enojó y se fue diciendo, yo pensé que el profeta saldría a recibirme, y que oraría a su Dios. Creí que pondría su mano sobre mi cuerpo y que así me sanaría de la lepra. Los ríos Abaná y Farfar, que están en Damasco son mejores que los de Israel, no podría bañarme en ellos y sanarme? Así que se fue de allí muy enojado, pero sus sirvientes se acercaron a él y le dijeron, Señor, si el profeta le hubiera pedido que hiciera alguna cosa difícil, usted la habría hecho. ¡Con más razón debiera hacerle caso y meterse en el río Jordán para sanarse! Naamán fue y se metió siete veces en el río Jordán como le había dicho el profeta. Enseguida su piel quedó sana y suave como la de un niño. Luego Naamán y todos sus acompañantes regresaron a ver a Eliseo. Cuando Naamán llegó ante el profeta, le dijo, ahora estoy seguro de que sólo en Israel se adora al verdadero Dios, por favor, acepta un regalo de este tu servidor. Eliseo le contestó, no voy a aceptar ningún regalo, lo juro por el Dios que sirvo. Naamán le insistió para que lo aceptara, pero Eliseo no quiso. Entonces Naamán le dijo, permíteme llevar toda la tierra que pueda cargar en dos mulas, porque de ahora en adelante voy a ofrecer sacrificios y ofrendas sólo a Dios. Naamán se fue, y cuando ya se había alejado bastante, Guehazí, el sirviente de Eliseo pensó, el profeta Eliseo ha dejado ir a Naamán, sin aceptar ningún regalo. Voy a correr detrás de él para conseguir algo. Lo juro por Dios.

Entonces, Guehazí siguió a Naamán, y cuando este vio que Guehazí corría tras él, se bajó del carro y le preguntó, ¿está todo bien?, Guehazí contestó, sí, todo está bien. Eliseo me envió a decirle que dos profetas jóvenes acaban de llegar de las montañas de Efraín, él le ruega que les dé tres mil monedas de plata y dos vestidos completos. Naamán dijo, por favor, acepta seis mil monedas de plata, insistió en que las aceptara, y las puso en dos bolsos junto con los dos vestidos. Todo esto se lo dio a dos sirvientes suyos, para que acompañaran a Guehazí  de regreso. Cuando llegaron al monte Carmelo donde vivía Eliseo, Guehazí tomó los bolsos que llevaban los sirvientes de Naamán y los guardó en la casa. Después se despidió de los hombres.

Guehazí entró en la casa y se presentó delante deEliseo, quien le preguntó, ¿de dónde vienes?, no he ido a ningún lado, contestó Guehazí, pero Eliseo le dijo, yo sé que Naamán se bajó de su carro para recibirte, pues yo estaba allí con mi pensamiento. Este no es el momento de aceptar dinero, ropa, viñedos o huertos de olivos, ovejas, toros ni esclavos, y como tú aceptaste el regalo de Naamán, su lepra se te pasará a ti y a tu familia para siempre. Cuando Guehazí se separó de Eliseo, ya estaba enfermo de lepra.

Así también un día, los profetas le dijeron a Eliseo, mira, el lugar donde vivimos contigo es demasiado pequeño para nosotros. Déjanos ir al Río Jordán, allí tomaremos troncos y nos haremos una casa, Eliseo les contestó, está bien, vayan. Entonces uno de los profetas le dijo, Ven con nosotros, por favor. El contestó, está bien, iré. Así que Eliseo los acompañó, y cuando llegaron al río Jordán cortaron algunos árboles. Mientras uno de los profetas estaba cortando un tronco, se le cayó el hacha al río. Entonces le gritó a Eliseo, ¡Maestro! Esa hacha no es mía, me la prestaron! Eliseo preguntó, ¿dónde cayó? Cuando le mostró el lugar donde había caído el hacha, Eliseo cortó un palo y lo arrojó allí, haciendo que el hacha flotara, y dijo: ¡Sácala! El profeta extendió la mano y tomó el hacha.

Cierta vez, el rey de Siria, que estaba en guerra con Israel, reunió a sus oficiales y les indicó en qué lugares planeaba acampar, pero Eliseo le mandó a decir al rey de Israel dónde iba a acampar el rey de Siria, para que no pasara por allí. Así que el rey de Israel envió a su ejército al lugar que le había indicado Eliseo, y así se salvó en varias oportunidades. El rey de Siria estaba muy confundido por lo que pasaba. Llamó a sus oficiales y les dijo, ¿quién de los nuestros está a favor del rey de Israel? ¿quién le informa lo que pensamos hacer? Uno de sus oficiales contestó, ninguno, Majestad. ¡El profeta de Israel, Eliseo, le informa al rey aun lo que usted habla en lo más privado de su habitación! Entonces el rey de Siria ordenó, Vayan y averigüen dónde está Eliseo, para mandar a capturarlo. Cuando le avisaron al rey que Eliseo estaba en Dotán, envió allí carros, caballos y un gran ejército. Llegaron de noche y rodearon el pueblo.

A la mañana siguiente, el sirviente del profeta se despertó temprano, cuando salió afuera y vio un ejército con carros y caballos que rodeaba la ciudad, le dijo a Eliseo, ¡Maestro! ¿qué vamos a hacer?, Eliseo le respondió, no tengas miedo. ¡Son más los que están con nosotros que los que están con ellos! Luego Eliseo oró y dijo, Dios, te ruego que lo ayudes a darse cuenta de lo que sucede. Entonces Dios ayudó al sirviente, y éste vió que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo.

Cuando los sirios ya se acercaban para atacar a Eliseo, este oró a Dios diciendo, te ruego que esta gente se quede ciega, y todos los soldados de Siria se quedaron ciegos, tal como Eliseo le había pedido a Dios. Entonces les dijo, este no es el camino, ni esta es la ciudad que ustedes buscan. Síganme y los llevaré a donde está el hombre que buscan. Eliseo los llevó a Samaria, y tan pronto como entraron allí, Eliseo oró, Dios, devuélveles la vista. Entonces Dios les devolvió la vista, y ellos se dieron cuenta de que estaban en plena ciudad de Samaria.

Cuando el rey de Israel vio al ejército de Siria, le preguntó a Eliseo, Señor ¿los mato a todos?, Eliseo contestó, no los mates, no se debe matar a los prisioneros de guerra, dales pan para comer y agua para beber, y déjalos regresar a donde está su jefe. Entonces el rey preparó una gran fiesta para ellos. Después que comieron y bebieron, los despidió. A partir de ese día, los sirios no molestaron más a los israelitas.

Con lo que puedes ver que las circunstancias adversas no deben ser obstáculos ni impedimentos para avanzar en tu crecimiento espiritual, sería bueno que cada persona, sin importar estatus social además de ser obedientes a las enseñanzas de Jesucristo, logre desarrollar el peldaño más difícil  en la vida, la humildad.


Con Alta Estima,

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