lunes, 30 de junio de 2014

Ustedes me presentarán como ofrenda un ternero sin defecto…


 Cuando se haga el reparto de tierras, y a cada tribu se le dé la parte que le corresponda, se apartará para Dios un terreno de doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho. Este terreno será exclusivamente para el servicio de Dios. De este terreno se apartará un área cuadrada de dos cientos cincuenta metros por lado, alrededor de la cual quedará un espacio libre de veinticinco metros de ancho. Esta área será el terreno del templo.

Para los sacerdotes que sirven a Dios en el templo, se apartará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho. Este terreno será para las casas de los sacerdotes y para el templo. Por lo tanto, será considerado terreno sagrado.

A los ayudantes de los sacerdotes se les dará un terreno, también de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho, para que tengan ciudades donde vivir. Por último, se apartará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por dos kilómetros y medio de ancho, para que tengan ciudades donde vivir.

Por último, se apartará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por dos kilómetros y medio de ancho. Este terreno será para la ciudad de todo el pueblo de Israel, y quedará junto al terreno sagrado del templo.

También se apartará un terreno para el gobernador. Este terreno quedará a ambos lados del terreno del templo y del terreno para la ciudad. Por el oeste se extenderá hacia el mar Mediterráneo; por el este se extenderá hacia el río Jordán. De este a oeste, el terreno medirá de largo lo mismo que cualquier terreno de las tribus de Israel. El gobernador de Israel tendrá su propio terreno, así que no deberá quitarle terreno a nadie. Cada tribu de Israel tendrá su propio terreno.

Yo, el Dios de Israel, declaro: Gobernantes de Israel, ¡ya basta de tanta violencia y explotación! ¡Dejen ya de robarle a mi pueblo! ¡Mejor háganle justicia, y pórtense honradamente! Usen pesas y medidas exactas. Y usen la misma medida para los granos y los líquidos. La medida básica debe ser de doscientos veinte litros, y dividirse en diez y hasta cien unidades. Para las medidas de peso usen la medida básica de cinco kilos, que podrán dividir cincuenta y hasta mil unidades.

Para las ofrendas de trigo y de cebada, deberán dividir sus cosechas en sesenta partes iguales, y me presentarán como ofrenda una de ellas. También deben presentarme como ofrenda uno de cada cien litros de aceite que produzcan. De sus ovejas, me darán una de cada doscientas, pero de las mejor alimentadas. Estas ovejas acompañarán a las ofrendas de cereales, a las ofrendas que se queman por completo, y a las que se presentan para pedirme salud y bienestar. De este modo yo les perdonaré sus pecados. Esta es una orden.

Es obligación de todos en este país entregar esta ofrenda al gobernador de Israel. A su vez, el gobernador tendrá que dar los animales para las ofrendas que se queman por completo, y también lo que se usa en las ofrendas por el pecado, de cereales y de vino, y para pedirme salud y bienestar. Esto lo hará en las fiestas que Israel celebra cada semana, cada mes y cada año. De este modo yo perdonaré sus pecados a los israelitas.

Yo, el Dios de Israel, ordeno: El día primero del mes de Abib, ustedes me presentarán como ofrenda un ternero sin ningún defecto. Esta ofrenda será para limpiar el templo de cualquier pecado. La purificación se hará de la siguiente manera: El sacerdote untará la sangre del animal en los postes de las puertas del templo, en las cuatro esquinas del altar y en los postes de las puertas del patio interior. Esto mismo volverá a hacerlo el día siete del mes, a favor de quienes hayan cometido un pecado sin quererlo, o sin darse cuenta de lo que hacían.

La fiesta de la Pascua deberá celebrarse el día catorce de ese mes. Durante siete días comerán pan sin levadura. Ese día el gobernador me presentará como ofrenda un ternero, para perdón de sus propios pecados, y de los de todo el pueblo. Además, en cada uno de los siete días de la fiesta el gobernador me presentará como ofrenda siete terneros y siete carneros sin ningún defecto. Cada día me ofrecerá también un chivo, para que yo le perdone sus pecados. Con cada ternero y con cada carnero me presentará como ofrenda veinte kilos de cereal y tres litros y medio de aceite.

El día quince del mes de Etanim se celebrará la fiesta de las enramadas. Durante los siete días de la fiesta, el gobernador deberá presentarme las mismas ofrendas por el pecado, las mismas ofrendas que se queman en mi honor, y las mismas ofrendas de cereales y de aceite.

Aquí puedes darte cuenta que es necesario que el hombre cambie para que su corazón y su mente sean renovados pues es necesario que el hombre se purifique, que se aparte de lo malo, que tome conciencia y tenga discernimiento y decida seguir el camino correcto, haga justicia y se porte honestamente.

Asimismo, es necesario que ahora el hombre se fije en lo que hace, que tome conciencia de sus actos, se arrepienta si ha hecho algo incorrecto sin darse cuenta y Dios le perdonará sus pecados y, entonces el hombre honrará a Dios con su buen comportamiento.

Por lo tanto, el hombre debe estar agradecido por haber sido redimido por la sangre preciosa de Jesús pues el hombre fue rescatado de la muerte por el pecado pero sabes,  el hombre no puede comprender el sacrificio del amor de Dios al enviar a su único hijo Jesús a dar su vida para restaurar a la humanidad, por lo cual en la Cena del Señor, en la comunión íntima con El, se mira retrospectivamente, recordando, tanto la venida de Cristo como  su muerte en la cruz para que el hombre no olvide como fue redimido.


Con Alta Estima,

sábado, 28 de junio de 2014

Deben enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo divino y lo humano…


Más tarde, aquel hombre me llevó a la puerta exterior del templo, la cual daba al este y estaba cerrada. Entonces Dios me dijo: Esta puerta debe estar siempre cerrada. Nadie podrá abrirla ni entrar por ella, porque por ella he pasado yo, el Dios de Israel. El único que podrá sentarse junto a ella será el gobernador, pero lo hará sólo cuando coma en mi presencia parte de las ofrendas. Aún en ese caso, entrará y saldrá únicamente por el pórtico.

Después aquel hombre me llevó por la entrada del norte, que está frente al templo. Cuando vi que el gran poder de Dios había llenado el templo, me arrodillé hasta tocar el suelo con la frente. Entonces Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, presta mucha atención a todas las instrucciones que te voy a dar acerca del templo. Es tu obligación saber quiénes pueden entrar en el templo, y quiénes no. Al pueblo de Israel le dirás de mi parte: Ustedes son muy rebeldes, y yo estoy cansado ya de sus acciones repugnantes. No le dan ninguna importancia a mi templo; al contrario, dejan entrar en él a extranjeros, que ni en su cuerpo ni en su mente llevan la señal de mi pacto. Dejan en manos de esa gente el culto en el templo, que es algo muy especial y que a ustedes les corresponde hacer. Además, ustedes me faltan al respeto, pues me presentan grasa y sangre como ofrenda. Con esos actos repugnantes, ustedes faltan a mi pacto.

Por eso, yo les aseguro que no entrará en mi templo nadie que no sea israelita. No entrará nadie que no lleve en su cuerpo y en su mente la señal de mi pacto, ¡ni siquiera los extranjeros refugiados en el país! Los ayudantes de los sacerdotes podrán servir en mi templo como vigilantes de las entradas, o sirvientes al pueblo, o matando los animales que el pueblo me presente como ofrenda para quemarlos en mi honor. Sin embargo, tendrán que pagar por su pecado, porque me traicionaron. Cuando los israelitas se alejaron de mí para adorar a esos ídolos malolientes, ellos les sirvieron como sacerdotes. Les juro que así fue.

Los ayudantes de los sacerdotes tendrán que sufrir las consecuencias de haber cometido acciones repugnantes. Estarán a cargo del cuidado del templo y de todo lo que se necesita para los servicios que se hacen en él, pero no podrán servirme como sacerdotes, ni podrán acercarse a ninguno de los utensilios que se usan en el culto.

A pesar de que los israelitas dejaron de obedecerme, los sacerdotes descendientes de Sadoc siguieron sirviéndome en el templo con fidelidad. Por eso, ellos si podrán acercarse a mí y presentar ofrendas en mi honor. Les juro que así será. Sólo ellos podrán entrar en mí templo, y acercarse a mi altar y servirme. Pero cuando entren en el templo, o por la puerta del patio interior, no podrán vestir ropa de lana. Toda la ropa que se pongan será de lino, ya sea el gorro  o los calzoncillos. En la cintura no deberán ponerse nada que los haga sudar.

Cuando salgan al patio exterior, para encontrarse con el pueblo, se quitarán esa ropa de lino y la dejarán en las salas del templo. Esto es  para que esa ropa especial no tenga contacto con la gente común. Los sacerdotes deben recortarse el pelo, pero no raparse. Ningún sacerdote deberá tomar vino cuando vaya a entrar al patio interior. Ningún sacerdote debe casarse con una mujer viuda o divorciada; sólo podrá casarse con una israelita que nunca antes haya tenido relaciones sexuales, o bien con la viuda de un sacerdote.

Los sacerdotes deben enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo divino y lo humano, y entre lo que es puro y lo que es impuro. Cuando haya pleitos, deberán actuar como jueces, y las sentencias que dicten deben estar de acuerdo con mies enseñanzas. Además, deben obedecer todos los mandamientos que he dado acerca del sábado y las fiestas religiosas. No deben tocar un cadáver, para no contaminarse, a menos que se trate de su padre, madre, hijo, hija, hermano o hermana soltera. En caso de que se contaminen, deberán purificarse y esperar siete días. Y cuando regresen a hacer sus servicios al patio interior del templo, deben presentar una ofrenda por el pecado. Esta es una orden.

Los sacerdotes no tendrán propiedades en Israel; yo será su única posesión y herencia. Ellos podrán comer de las ofrendas de cereales y de los animales que los israelitas me presentan. Todo lo que los israelitas aparten para mí, será para ellos. Y también serán para ellos los mejores frutos de las cosechas y lo mejor de todas las ofrendas. El pueblo deberá darles también la mejor masa para su pan. Si lo hacen así, yo bendeciré sus hogares. Ningún sacerdote debe comer la carne de algún animal que sea encontrado muerto, o que hay sido despedazado por las fieras.

Aquí puedes darte cuenta que a Dios no le gusta la gente que no es sincera con los demás ni con ella misma pues trata siempre de aparentar , actúa de manera que no lo siente en su corazón, pero a Dios le gusta que todo aquel que le busque lo haga con un corazón humilde y dispuesto a amarle.

No obstante, al Señor le agrada la gente que le busca y que desea conocerle a través de su Palabra, que obedece sus mandamientos, por lo tanto, está cumpliendo con el Pacto que Dios ha establecido con el hombre para redimirlo.

Pero sabes, para Dios es prioridad que el hombre distinga entre lo divino y lo humano,  por lo que pida a Dios tener la capacidad auditiva necesaria para percibir su mensaje para poder expresar a otros palabras de amor, de vida eterna, de lo que el hombre tiene en su espíritu y en su corazón, que perciba la realidad trascendente, lo que es puro.


Con Alta Estima,

viernes, 27 de junio de 2014

Yo los aceptaré a ustedes con mucho gusto…


Aquel hombre me llevó a la entrada del este, y vi que venía el poderoso Dios de Israel. A su paso se oía un fuerte ruido, como cuando el río lleva mucha agua, y la tierra se cubrió de luz. Al ver esto, me acordé de lo que Dios me había mostrado cuando vino a destruir a Jerusalén. Todo esto era muy parecido a lo que él me dejó ver junto al río Quebar.

Yo me incliné hasta el suelo, mientras Dios entraba con gran poder, en el templo, por la puerta del este. Entonces su espíritu me puso de pie, y me llevó al patio. Allí me di cuenta de que la grandeza
de Dios había llenado el templo. El hombre se paró a mi lado. En ese momento oí que alguien me hablaba desde el templo. Me decía: Ezequiel, hombre mortal,  en este lugar he puesto mi trono. Aquí es donde yo reino, y donde viviré para siempre con los israelitas. No hay otro Dios como yo. No voy a permitir que ni ellos ni sus reyes vuelvan a serme infieles, ni que me falten al respeto adorando a su reyes muertos. Tampoco volverán a construir sus palacios junto a mi templo, separados sólo por una pared. Sus infidelidades me ofenden, pues yo soy un Dios diferente. Tanto me hicieron enojar, que por eso los destruí. Sin embargo, si me son fieles, y no vuelven a adorar a sus reyes, yo viviré siempre con ellos.

Anda y di a los israelitas cómo debe ser el templo, y sus salidas y entradas. Muéstrales la forma exacta y las medidas que deben tener, descríbeles todo esto, para que lo hagan tal como te lo he ordenado. Enséñales también todos los mandamientos que te he dado, para que los obedezcan y se avergüencen de sus malas acciones. Esta es la ley del templo: Todo el terreno en la parte alta de la colina que rodea el templo, será declarado un lugar santo.

Las medidas oficiales del altar eran las siguientes: Alrededor del altar había un canal de medio metro de hondo y medio metro de ancho. Por toda la orilla tenía un borde de veinticinco centímetros. El altar era cuadrado y estaba hecho de tres partes. La parte inferior medía medio metro de ancho y un metro de alto, aunque por causa del canal sólo se veía medio metro. La parte central era cuadrada y medía siete metros por lado, tenía un metro de ancho y dos metros de alto. La parte superior, donde se quemaban las ofrendas, era cuadrada; medía seis metros por lado, y tenía dos metros de altura. Por la parte de arriba sobresalían cuatro ganchos en forma de cuernos. Los escalones para subir al altar daban hacia el este.

Luego, aquel hombre me dijo: El Dios de Israel ordena hacer lo siguiente: Cuando el altar ya esté listo para rociarlo con sangre y presentar en él ofrendas, sólo podrán acercarse al altar y servirme los sacerdotes descendientes de Sadoc. Tú les darás un ternero para que me lo presenten como ofrenda por el pecado. Yo, el Dios de Israel, lo ordeno.

Después de eso, purificarás el altar con un poco de la sangre del ternero. La rociarás en los cuatro ganchos del altar, en las cuatro esquinas de la parte superior, y alrededor de todo el borde. Luego tomarás el ternero que se ofrendó por el pecado, y lo quemarás afuera del templo, en el lugar señalado.

El segundo día presentarás, como ofrenda por el pecado, un cabrito sin defectos, y los sacerdotes harán lo mismo que hicieron con el ternero, para purificar el altar. Una vez que hayan presentado estas ofrendas, tomarás un ternero y un carnero que no tengan ningún defecto, y me los presentarás como ofrenda. Los sacerdotes les echarán sal y los quemarán por completo en mi honor.

Durante siete días me presentarán diariamente, como ofrenda por el pecado, un cabrito, un ternero y un carnero que no tengan ningún defecto. Cada día los sacerdotes purificarán por completo el altar, y así quedará consagrado a mi servicio. A partir del octavo día, los sacerdotes podrán presentarme las ofrendas que ustedes lleven para quemarlas en mi honor, y las ofrendas para pedirme salud y bienestar. Entonces yo los aceptaré a ustedes con mucho gusto. Yo, el Dios de Israel, lo afirmo.

Sabes, es importante que el hombre se mantenga fiel a los mandamientos de Dios; que no adore a dioses falsos, que se aparte del pecado, que se arrepienta verdaderamente de los hechos con los cuales ofendió al Señor para que sea purificado y entonces Dios lo aceptará con mucho gusto.


Con Alta Estima,

jueves, 26 de junio de 2014

Deben dejar allí sus vestiduras de sacerdotes…


 Después aquel hombre me llevó al patio, y me hizo entrar en el edificio de cuartos que estaba hacia el norte, en la parte posterior del templo, frente al patio. Por el lado norte, el edificio medía cincuenta metros de largo y veinticinco metros de ancho. Tenía tres pisos. Por un lado daba al espacio abierto que medía diez metros de ancho, y por el otro daba al piso empedrado del patio exterior. Frente a los cuartos había un pasillo de cinco metros de ancho y cincuenta de largo. Las puertas de los cuartos daban al norte.

Los cuartos del piso superior eran más pequeños que los del piso intermedio, y estos eran menores que los de la planta baja, porque el piso de arriba no tenía columnas como el piso de abajo. Por eso se iban haciendo más angostos. Los cuartos que daban al patio medían todos juntos, veinticinco metros de largo, lo mismo que el muro que tenían enfrente. Los cuartos que daban hacia el templo medían, todos juntos, cincuenta metros de largo. A la planta baja de esos cuartos se podía entrar sólo por el lado este del patio.

Por el lado sur había otro edificio de cuartos. Esos cuartos estaban detrás del templo, y también a lo largo del muro del patio. En todo eran iguales a los del lado norte. A estos cuartos del lado sur se podía entrar sólo por el lado este, por donde comenzaba el pasillo frente al muro.

Aquel hombre me explicó lo siguiente: Los cuartos del lado norte están destinados a un uso especial, lo mismo que los del lado sur, que están frente al patio. Los sacerdotes comen allí las ofrendas que se presentan a Dios. Como son lugares muy especiales, allí también se llevan todas las ofrendas que se presentan a Dios. Cuando los sacerdotes salen de esos cuartos, después de haber cumplido con sus servicios, deben dejar allí sus vestiduras especiales de sacerdotes. No se les permite salir con esas vestiduras al patio donde está el pueblo, sino que tienen que cambiarse de ropa.

En cuanto el hombre terminó de medir el templo, me sacó por la puerta que da al este, y empezó a medir la muralla, y cada lado medía doscientos cincuenta  metros de largo. Esta muralla servía para separar el templo del resto de la ciudad.

Aquí puedes darte cuenta que el Profeta Ezequiel sigue comentando del templo de Dios, lo que debe ser verdadero para el hombre, que profundice en la Palabra de Dios para que le conozca cada día más y comprenda el infinito amor que El tiene para cada creyente.

Por lo tanto, el hombre debe honrar a Dios, debe darse cuenta de su condición egoísta que aún vive y hacer un cambio, volverse a Dios para que el hombre sea renovado y sea vestido con nuevos atavíos pues ha nacido de nuevo espiritualmente, que purifique sus pensamientos, con un corazón humilde y dispuesto a cumplir con los mandatos establecidos por Dios.

Sabes, ahora, es el tiempo de que el hombre se arrepienta para que  su vida sea restaurada, que se aparte del pecado y tenga temor del Señor para que con su vestidura nueva reciba a Jesucristo y reine en su corazón.


Con Alta Estima,

miércoles, 25 de junio de 2014

Esta es la mesa que está delante de Dios…



Aquel hombre me hizo entrar en el templo y midió las columnas, y resultó que tenían tres metros de grueso. La entrada misma tenía cinco metros de ancho, y las paredes  en ambos lados medían dos metros y medio de ancho. El hombre midió la sala principal del templo, y resultó tener veinte metros de largo por diez de ancho.

Después aquel hombre entró en la sala del fondo para medirla. Midió las columnas de la entrada, y tenían un metro de grueso. La entrada tenía tres metros de ancho, y el espesor de las columnas que estaban a cada lado era de tres metros y medio. Luego midió la sala y resultó de diez metros por lado. Entonces aquel hombre me dijo: Este es el lugar Santísimo.

Luego el hombre midió la pared del templo, y resultó que tenía tres metros de espesor. Alrededor del templo había cuartos, los cuales medían dos metros de largo. El edificio tenía tres pisos, y en cada piso había treinta cuartos. Alrededor del templo, por la parte de afuera, había unos soportes que sostenían los cuartos, para que no se apoyaran en la pared del templo. En el costado del templo había una escalera, para subir de un piso al otro. A medida que uno pasaba a un piso superior, las salas iban siendo cada vez más anchas.

Alrededor del templo había una base de tres metros de alto. Esta base estaba elevada y sería de cimiento a los cuartos que estaban junto al templo. La pared de esos cuartos era de dos metros y medio de espesor, y había un espacio de diez metros entre estos cuartos y los cuartos de los sacerdotes, los cuales también estaban alrededor  del templo. Dos puertas daban salida a ese espacio, una hacia el norte, y otra hacia el sur. El espacio libre alrededor de los cuartos tenía un ancho de dos metros y medio.

Frente al patio, hacia el oeste, había un edificio que medía treinta y cinco metros de ancho por cuarenta y cinco de largo; su muro tenía dos metros y medios de espesor.

Aquel hombre midió el templo, y medía de largo lo mismo que el patio, el edificio y sus muros cincuenta metros. El frente del templo, junto con la parte del patio que daba al oeste, también medía cincuenta metros. La parte posterior del templo que daba al patio, junto con los cuartos que tenía a cada lado, medía cincuenta metros de largo.

El pórtico y las salas que había dentro del templo estaban recubiertos de madera, lo mismo que las entradas, las ventanas con sus rejas, y los tres pisos de cuartos que rodeaban el templo de arriba abajo. Las paredes del templo estaban decoradas con figuras de querubines y palmera. Las figuras estaban una junto a la otra, y podían verse por dentro y por fuera, de arriba abajo, y desde la entrada hasta el Lugar Santísimo.

Cada querubín tenía dos rostros, un rostro de hombre y un rostro de león. Cada rostro miraba a la palmera que tenía a su lado. Estaban colocados en ese orden, alrededor de todo el templo. Los postes del marco de la entrada del templo eran cuadrados. Frente a la entrada del Lugar Santísimo había una especie de altar, hecho totalmente de madera, que medía un metro y medio de alto, un metro de largo y un metro de ancho. El hombre que me mostraba todo esto me dijo: Esta es la mesa que está delante de Dios.

Tanto la entrada al Lugar Santo como la entrada al Lugar Santísimo tenían puertas dobles, y cada puerta se abría hacia la pared. Las puertas del templo estaban decoradas igual que las paredes, con querubines y palmeras. Un techo de madera cubría la parte exterior del templo, el pórtico y los cuartos que estaban junto al templo, había ventanas enrejadas y decoraciones de palmeras.

Como puedes darte cuenta se describe el templo de Dios, pero sabes, actualmente el hombre debe buscar a Dios y volverse a El, obedecer y cumplir sus mandamientos para que su vida sea edificada y Dios pueda morar en su ser interior, siendo necesario que el hombre se arrepienta y limpie de pecados, desarrolle una buena conciencia para que construya en su ser interior ese templo del Dios vivo, renovando su mente y su corazón sobre el fundamento que es Jesucristo y su Palabra.

Por lo tanto, es tiempo de que el hombre construya el templo de Dios en su vida similar al templo que vio Ezequiel, construirlo bajo el orden de Dios.


Con Alta Estima,

martes, 24 de junio de 2014

Dios me llenó de su poder…


 Habían pasado veinticinco años desde que llegamos presos a Babilonia, y catorce años desde la destrucción de Jerusalén. El día diez del mes de Abid, al comenzar el año, Dios me llenó de su poder y me llevó al territorio de Israel. Allí me colocó sobre una montaña muy alta, y al mirar hacia el sur pude ver muchas construcciones, como las de una ciudad. Dios me llevó a esa ciudad, y allí vi a un hombre que parecía estar hecho de bronce. Estaba de pie, junto a la entrada, y en la mano tenía una cinta de lino y una regla para medir.

Aquel hombre me dijo: Ezequiel, hombre mortal, Dios te trajo aquí para mostrarte la ciudad santa y su templo. Así que presta mucha atención, para que comprendas muy bien lo que te voy a enseñar. Luego tú deberás decir a los israelitas todo lo que veas.
Lo primero que vi fue una muralla que rodeaba el templo. La regla que aquel hombre tenía en la mano medía tres metros, y con ella midió la muralla. Y la muralla tenía tres metros de espesor y tres de alto.
Luego se fue a la entrada del lado este, que atraviesa la muralla; subió los siete escalones y entró en un largo pasillo. En ambos lados de ese pasillo había tres cuartos de vigilancia; cada uno medía tres metros de ancho por tres metros de largo. Entre un cuarto y otro había dos metros y medio de distancia. Los cuartos eran todos iguales, y cada uno tenía una baranda de medio metro de ancho por medio metro de alto. También midió la distancia que había desde la pared del fondo del cuarto de enfrente, y fue de doce metros y medio. Todos los cuartos tenían ventanas con rejas por dentro. Aquel hombre midió la distancia que había entre la entrada del pasillo y la entrada del primer cuarto de vigilancia, y fue de tres metros, que es el espesor de la muralla.

Al final del pasillo vi un salón que miraba hacia el patio interno del templo. La distancia desde la entrada de este salón a la entrada del último cuarto de vigilancia también era de tres metros. El hombre midió el salón, y resultó que tenía cuatro metros de largo por diez de ancho. La puerta de entrada al salón resultó tener cinco metros de ancho. Las paredes de este salón tenían ventanas. Luego el hombre midió el pasillo, y tenía seis metros y medio de ancho por veinticinco metros de largo. La puerta de entrada al pasillo resultó tener cinco metros de ancho, y sus paredes estaban decoradas con palmeras.

Más tarde aquel hombre me llevó al patio exterior, que estaba entre la muralla y la entrada al patio del templo. Tanto al norte como al este, el patio medía cincuenta metros. Alrededor del patio había treinta cuartos, que a la entrada estaban pavimentados con piedra. Este pavimento se extendía también alrededor del patio, un poco más debajo de los portones.

Aquel hombre me llevó también a otra entrada, que estaba al norte del patio exterior. Esta entrada se parecía en todo a la entrada del este, pues medía también veinticinco metros de largo y doce metros y medio de ancho. Tenía además siete escalones y un portón de entrada, un pasillo con cuartos, columnas decoradas y ventanas a los lados; al final del pasillo, por la parte de adentro, había una sala; frente a la entrada exterior había otra entrada, la cual conducía al patio interior del templo, a la misma distancia que la entrada del este.

Luego el hombre me llevó a otra entrada, que estaba al sur del patio exterior del templo. Sus medidas, escalones, portones, cuartos, columnas decoradas y pasillo, eran iguales en todo a las de las otras entradas. Tenía además un portón que conducía al patio interior del templo.

Aquel hombre y yo subimos ocho escalones, y entramos por la entrada del sur, que llevaba hacia el patio interior del templo. Sus medidas, portones, cuartos, columnas decoradas, ventanas y pasillo eran iguales en todo a las de las otras entradas. La única diferencia era que la sala daba hacia el patio exterior del templo, y que a esta entrada se subía por una escalera de ocho escalones.

Entramos luego al patio interior del templo, por la entrada que estaba al este. Sus medidas, portones, cuartos, columnas decoradas, ventanas y pasillo eran iguales en todo a las de las otras entradas.

Después aquel hombre me llevó a la entrada que estaba al lado norte. Esta entrada era en todo igual a las anteriores, pues también tenía cuartos, columnas decoradas, ventanas y pasillo, y sus medidas eran iguales en todo a las de las otras entradas.

Al lado de la sala de la entrada del norte había también un cuarto, donde los ayudantes de los sacerdotes lavaban los animales que se presentaban para quemarlos como ofrendas. En la sala de esa entrada había cuatro mesas, dos a cada lado; sobre esas mesas mataban a los animales para los diferentes tipos de ofrendas.

Afuera de esa sala también había cuatro mesas, dos de cada lado de las escaleras. En total había ocho mesas para sacrificar a los animales, cuatro dentro de la sala y cuatro afuera. Además, había otras cuatro mesas cuadradas, labradas en piedra, que medían setenta y cinco centímetros por lado, y cincuenta centímetros de alto. Estas mesas se usaban para las ofrendas quemadas. Sobre ellas se colocaban los instrumentos para matar a los animales, y también la carne de las ofrendas. Alrededor de la parte interior de la sala había unos ganchos dobles, de veinticinco centímetros de largo.

En el patio interior había dos cuartos para los cantores. Uno de ellos estaba junto a la entrada del norte, y daba al sur; el otro estaba junto a la entrada del sur, y daba al norte. Aquel hombre me dijo: El cuarto que da hacia el sur es para los sacerdotes que prestan su servicio en el templo; el cuarto que da hacia el norte es para los sacerdotes que prestan su servicio en el altar. Ellos son los únicos que pueden acercarse a Dios para servirle, pues son descendientes de Sadoc.

Luego, aquel hombre midió el patio interior de templo, que era cuadrado y medía cincuenta metros por lado. El altar estaba delante del templo. Luego subimos diez escalones para llegar al pórtico que medía diez metros de ancho por seis de largo. Aquel hombre midió las columnas del pórtico y cada una medía dos metros y medio de grueso. Junto a cada marco de pórtico había una columna. El portón era de siete metros de ancho, y las paredes que estaban al lado del portón medían un metro y medio de ancho.

Aquí puedes darte cuenta que Dios llenó de su poder al profeta Ezequiel, Dios lo llevó a Israel para para mostrarle la Ciudad Santa y su templo, y que a pesar de la iniquidad del hombre Dios volvería a morar con el hombre pues todos son parte de su pueblo; le reveló que Dios no había abandonado a su pueblo, aunque espera que el hombre muestre su fidelidad cumpliendo con sus estatutos y ordenanzas.

Con Alta Estima,


lunes, 23 de junio de 2014

Ustedes volverán a ser felices…


 Ezequiel, hombre mortal, dale a Gog este mensaje de mi parte: ¡Gog, jefe principal de Mésec y Tubal, yo me pondré en contra tuya! ¡A rastras te haré venir de las lejanas tierras del norte, para que ataques a las montañas de Israel! Haré pedazos el arco que traes en la mano izquierda, y tiraré a la basura las flechas que llevas en la mano derecha. Tú y tus grandes ejércitos caerán muertos en las montañas de Israel, y con los cadáveres alimentaré a los buitres y a las fieras. ¡Todos ustedes quedarán tendidos en el campo! Te juro que así lo haré.

Ezequiel, yo enviaré fuego sobre Magog y sobre la gente que vive tranquila en los países más lejanos. Y haré que mi pueblo reconozca que soy diferente, y no dejaré que vuelva a burlarse de mí. Entonces todas las naciones y mi pueblo reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Todo esto sucederá pronto. Ya se acerca el día anunciado. Juro que así será. Ese día, los que viven en las ciudades de Israel saldrán y quemarán las armas de sus enemigos; serán tantas, que no tendrán que ir por leña al bosque, pues esas armas les servirán de leña durante siete años. Así, mi pueblo se quedará con las riquezas de quienes le robaron las suyas. Juro que así será.

En aquel día permitiré que Gog sea enterrado en Israel. Podrán enterrarlo en el Valle de los Viajeros, al este del mar, junto con todos sus ejércitos. Ese lugar impedirá el paso a los que crucen por allí, y llegará a conocerse como “Valle del ejército de Gog”. Los israelitas pasarán siete meses enterrando al ejército de Gog. Después de eso, el país quedará limpio. Para los israelitas será un honor enterrar a todo ese ejército, y yo habré mostrado ese día mi gran poder. Juro que así será.

Después de esos siete meses, varios grupos de exploradores recorrerán el país. Cuando encuentren restos humanos del ejército de Gog, pondrán una señal junto a ellos. Así los enterradores podrán llevarlos al Valle del ejército de Gog, para enterrarlos allí. Así el país volverá a quedar limpio.

Dios también me dio esta orden: Tú, hombre mortal, llama a todas las aves y las bestias. Hazlas venir de todas partes, pues voy a ofrecerles un banquete en las montañas de Israel. Allí podrán comerse la carne de los soldados más valientes, y beberse la sangre de los jefes de esta región, como si comieran carneros, corderos, chivos o toros engordados con pastos de Basán. En ese banquete podrán comer toda la carne de caballos y de jinetes que quieran, y toda clase de carne de soldados. También podrán beber toda la sangre que quieran, hasta desmayarse. Juro que así será.

Yo mostraré mi gran poder a todas las naciones. Todas ellas verán que yo soy un juez que dicta sentencia y castigo. Y a partir de ese día, los israelitas reconocerán que yo soy su Dios. También las naciones reconocerán que los israelitas tuvieron la culpa de haber ido presos a otros países. Si yo los abandoné, fue porque resultaron infieles. Si dejé que cayeran bajo el poder de sus enemigos, y que los mataran en batalla, fue porque se lo merecían.

Pero les aseguro que tendré compasión de todo el pueblo de Israel, y ustedes volverán a ser felices; así haré que todos me guarden el debido respeto. Es verdad que permití que se los llevaran presos y que los dispersaran entre las naciones, pero cuando yo libere a todos ellos, y vuelva a reunirlos en su tierra, reconocerán que yo soy su Dios. Entonces vivirán tranquilos, sin que nadie los asuste, y se olvidarán de su vergüenza y de su desobediencia. Todo esto lo haré a favor de mi pueblo, en presencia de muchas naciones. Así les mostraré que yo soy diferente. Derramaré mi espíritu en el pueblo de Israel, y no volveré a darle la espalda. Juro que así lo haré.

Aquí puedes darte cuenta que es importante que el hombre reconozca que Dios es único y verdadero, por lo que el tiempo apremia, por lo tanto, el hombre debe cambiar y vivir apegado a la Palabra de Dios, poner sus temores en las manos de Dios y El le ayudará a vencerlos pues sólo Dios con su gran poder puede mostrar al hombre como vencer la adversidad.

No obstante, es esencial  que el hombre sea fiel a Dios y cumpla los mandatos establecidos por El y entonces el hombre al obedecer a Dios  le guardará el debido respeto pues  El envió a su único hijo Jesucristo quien dio su vida para salvar a la humanidad, y  liberar al hombre de su pecado; de su transgresión y se vuelva a Dios pues El derramará su espíritu y el hombre vivirá feliz y en paz.


Con Alta Estima,

sábado, 21 de junio de 2014

Les demostraré que soy poderoso y diferente…


Dios también me dijo: Ezequiel, hombre mortal, vuelve la mirada hacia la región de Magog, y dale a su rey el siguiente mensaje de mi parte: Gob, jefe principal de Mésec y de Tubal, quiero que sepas que estoy en contra tuya. Te pondré ganchos en la boca, y te obligaré a entrar en batalla, junto con todo tu gran ejército. Tú vendrás con caballos y con jinetes bien vestidos y armados hasta los dientes. Te acompañarán soldados de Persia, Etiopía y Libia, todos ellos igualmente bien armados; de las lejanas regiones del norte vendrán todas las tropas de Gómer y de Bet-togarmá. ¡Son muchos los ejércitos que te apoyan! ¡Prepárate, pues, para la batalla! ¡Tan listos a todos los ejércitos bajo tus órdenes, pues te voy a dar una misión! Dentro de algunos años te daré la orden de invadir a Israel. Este pueblo fue destruido, y durante mucho tiempo quedó en ruinas. Su gente estuvo presa, y fue dispersada por muchas naciones. Pero yo lo he rescatado, y ahora ha vuelto a reunirse en las montañas de Israel. Allí vive tranquilo y se va recuperando de la guerra, pero tú llegarás con todos tus numerosos ejércitos, y lo atacarás con violencia. ¡Llegarás como oscura nube, y cubrirás toda la tierra!

Yo te advierto que en ese tiempo harás toda clase de planes malvado. Y dirás: Esta gente acaba de regresar a su tierra, después de haber andado dispersa entre las naciones. Ya han reconstruido las ciudades que estaban en ruinas, y ahora tienen mucho ganado y muchos terrenos. ¡Viven en la mejor región del país! Y no sólo eso. Esta gente es pacífica y vive tan confiada que sus ciudades no tienen murallas ni portones ni cerrojos. Por eso, ¡voy a invadir a este país indefenso! ¡Atacaré sus ciudades, y me llevaré todo lo que haya de valor!

La gente de Sabá y Dedán, y los comerciantes y gente rica de Tarsis, te preguntarán: ¿Así que vienes a robarnos?¿Así que has reunido a tus ejércitos para quitarnos todas nuestras riquezas? Por eso, dile a Gog de mi parte lo siguiente: El día en que en mi pueblo Israel viva confiado en su tierra, tú, Gog, vendrás desde las lejanas tierras del norte y atacarás a mi pueblo Israel. Con tus ejércitos grandes y poderosos, parecerás una gran nube gris que cubrirá toda la tierra. Cuando lleguen los últimos días, te usaré para que ataques a mi pueblo; Así les demostraré a todas las naciones que soy diferente, y ellas lo reconocerán.

En el pasado hablé acerca de ti por medio de los profetas de Israel, que están a mi servicio. Durante mucho tiempo anunciaron que yo te haría atacar a mi pueblo, y te juro que así lo haré. Pero cuando tú invadas a Israel, será tanto mi enojo que ese día habrá allí un fuerte terremoto. Te juro que así será. En mi presencia temblarán de miedo la gente y todos los seres vivos que he creado. Se derrumbarán las montañas y los barrancos, y se vendrán abajo todas las murallas.

Escucha, Gob: cuando llegue ese día, te castigaré a ti y a tus numerosos ejércitos. Te enviaré toda clase de males. En todas las montañas te harán la guerra, y tus soldados lucharán entre ellos mismos; yo les mandaré enfermedades, y sufrirán una muerte violenta; ¡sobre ellos caerán fuertes lluvias, y granizo, fuego y azufre! Te juro que así lo haré. Así me daré a conocer ante muchas naciones. Les demostraré que soy poderoso y diferente, y ellas reconocerán que yo soy Dios.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre cuando vive alejado de Dios, su manera de pensar es pobre espiritualmente, hace planes malvados pues no conoce a Dios, pero en cambio si el hombre camina obedeciendo los mandamientos y los aplica a su vida, entonces el hombre se aleja del pecado y se vuelve a Dios pues en Dios el hombre siente seguridad y fortaleza porque la vida del hombre entonces tiene un propósito, además que Dios habita en cada persona que le acepta y cree en El.


Ahora bien, es imprescindible que el hombre reflexione en las ruinas de su propia vida, que se prepare para vencer la adversidad, ahora es el tiempo de cambiar, es el tiempo justo para hacerlo, que enderece su camino que se ha desviado, pues, apremia que el hombre se arrepienta y confiese a Dios sus pecados para que pueda ser restaurado,  reconstruya su vida y la edifique a través de su  Palabra, limpie su mente y su corazón y pueda serle  útil a Dios y sobretodo, que el hombre reconozca el amor y poder de Dios .

Con Alta Estima,

viernes, 20 de junio de 2014

No dejaré que vuelvan a serme infieles…


El poder de Dios vino sobre mí, y su espíritu me llevó a un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo recorrer el valle de un lado a otro, y pude ver que allí había muchísimos huesos, y que todos estaban completamente secos. Entonces Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, ¿crees que estos huesos puedan volver a la vida? Yo le respondí: Dios mío, sólo tú lo sabes.

Dios me dio entonces esta orden: Diles de mi parte a estos huesos que presten atención a este mensaje: ¡Huesos secos, yo voy a soplar en ustedes, para que reciban el aliento de vida y revivan! Voy a ponerles tendones, y a recubrirlos de carne y piel. Voy a darles aliento de vida, para que revivan. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Yo les dije a los huesos lo que Dios me había ordenado decir.  Y mientras hablaba de parte de Dios, escuché un ruido muy fuerte. Eran los huesos, que se estaban juntando los unos con los otros. Pude ver cómo les salían tendones, y les crecía carne y se recubrían de piel. Sin embargo, seguían sin vida. Entonces Dios me dijo: Llama al aliento de vida. Dile que yo le ordeno que venga de los cuatro puntos cardinales, y que les dé vida a estos huesos muertos. Yo le repetí al aliento de vida lo que Dios me ordenó decirle, y el aliento de vida entró en los huesos. Entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Eran tantos que parecían un ejército!

Dios me dijo entonces: Ezequiel, estos huesos representan a los israelitas. Ellos se andan quejando, y dicen: No hay remedio; estamos perdidos. ¡Somos unos huesos secos! Pero tú vas hablar con ellos, y vas a darles de mi parte este mensaje. Israelitas, ustedes creen que están muertos, pero yo soy su Dios. Yo abriré las tumbas donde creen estar enterrados, y los sacaré de allí. Soplaré sobre ustedes para darles mi aliento de vida, y los haré volver a la tierra de Israel. Cuando yo haga esto, ustedes volverán a vivir y reconocerán que yo soy su Dios.  Yo, el Dios de Israel, lo he dicho y lo cumpliré.

Dios también me dijo: Toma un trozo de madera y escribe en él: Del reino de Judá. Toma luego otro pedazo de madera y escribe en él: Del reino de Israel. Junta en tus manos los dos trozos de madera, y cuando la gente de tu pueblo pregunte qué quieres decir con eso, tú le dirás: Dios ha declarado que juntará a Judá y a Israel, y que hará de los dos un solo reino.

Después de eso, levanta los dos trozos de madera, para que todos los vean, y diles: Dios ha prometido reunir y sacar a los israelitas de las naciones donde ahora se encuentran, para llevarlos de nuevo a su tierra. Porque en esta tierra, y en estas montañas de Israel, los convertiré en una sola nación. Tendrán un solo rey, y no volverán a dividirse en dos reinos.

Nunca más volverán los israelitas a contaminarse con sus ídolos malolientes, ni con sus pecados y acciones repugnantes. Yo los limpiaré de sus pecados y no dejaré que vuelvan a serme infieles. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Entonces los israelitas obedecerán mis mandamientos, como deben hacerlo. Vivirán para siempre, junto con sus hijos y sus nietos, en la tierra que les di a Jacob y a sus antepasados. David será su único rey y jefe.

Haré con ellos un pacto eterno de paz, y llegarán a ser un pueblo numeroso. Y cuando ponga mi templo en medio de ellos, y viva allí para siempre,  yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Entonces las naciones reconocerán que yo habré convertido a Israel en un pueblo muy especial. Yo soy el Dios de Israel.

Aquí puedes darte cuenta del poder de Dios, lo que El dice El hará  y por lo tanto,  El hace un pacto eterno con el hombre, siendo lo más importante  que el hombre sea obediente y cumpla los mandamientos como debe hacerlo para que Dios more en el interior de cada persona para siempre y entonces el hombre obediente formará  parte de su pueblo fiel, muy especial para Dios.


Con Alta Estima,

jueves, 19 de junio de 2014

Haré que cambien su manera de pensar…


Pero tú, Ezequiel, dales de mi parte este mensaje a los israelitas. Diles que lo escuchen con atención: Ustedes, israelitas, ¡presten atención a mis palabras! ¡Y escúchenme también ustedes, los que viven alrededor! Sus enemigos se burlan de ustedes, y los ofenden. Dicen que ahora el país les pertenece, aunque este siempre ha sido de Israel. Además, las naciones vecinas lo atacan, destruyen sus ciudades, y les roban todo lo que tienen. Además, toda la gente se burla de ustedes. Pero yo soy el Dios de Israel, y me declaro en contra de Edom y de las otras naciones. Estoy muy enojado con ellas porque, entre burlas y desprecios se han adueñado de mi tierra y la han destruido.

Tú dales de mi parte este mensaje a los israelitas, y a las naciones de alrededor: Yo estoy muy enojado contra las naciones vecinas porque se han burlado de ustedes. Por eso juro que los pondré en vergüenza. Pero ustedes, los israelitas, verán su país llenarse de altos árboles que darán mucho fruto. Les aseguro que muy pronto regresarán. Yo mismo voy a cuidar de ustedes, y volverán a sembrar y cultivar sus terrenos. El pueblo crecerá mucho, y podrá entonces reconstruir sus ciudades y vivir en ellas. También haré que sus animales se reproduzcan y aumenten en número.

Ustedes israelitas, volverán a llenar el país. Llegarán a estar mejor que antes, y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Volverán a caminar por las montañas del país sin temor alguno. Nunca más abriré las montañas para que se traguen a los desobedientes. No volverán a oír las burlas y los insultos de las naciones. Les juro que así lo haré.

Dios también me dijo: Quiero que sepas que cuando los israelitas vivían en su país, mataron a tanta gente que dejaron la tierra manchada de sangre. ¡Quedó manchada como una mujer en su período de menstruación! Para colmo, llenaron el país de ídolos malolientes. Por eso me enojé con ellos y los dispersé entre las naciones. Por culpa de ellos la gente se burló de mí, pues a dondequiera que llegaban, la gente decía: Si estos son el pueblo de Dios, ¿por qué han tenido que abandonar su tierra? Entonces decidí defenderme.

Por lo tanto, diles de mi parte a los israelitas: Ustedes no merecen ser libres, pues por culpa de ustedes las naciones se burlan de mí. Sin embargo, para poner fin a sus burlas les daré libertad. Así las naciones verán que soy un Dios grande y poderoso, y reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Lo he dicho, y lo cumpliré. Yo los libraré de todas esas naciones; los reuniré y los llevaré a su tierra.

Ustedes adoraron ídolos malolientes, pero yo me olvidaré de sus maldades; las limpiaré como quien limpia un trapo sucio. Yo les daré nueva vida. Haré que cambien su manera de pensar. Entonces dejarán de ser tercos y testarudos, pues yo haré que sean leales y obedientes. Pondré mi espíritu en ustedes, y así haré  que obedezcan todos mis mandamientos. Entonces vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Ya no dejaré que sigan pecando así. Les daré tanta comida que no volverán a sufrir de hambre ni a pasar vergüenzas delante de las naciones. Entonces se acordarán de su mala conducta y de sus acciones tan repugnantes, y se avergonzarán. Entiéndanme bien: todo esto lo haré para que ustedes se avergüencen de su mala conducta, y no porque se lo merezcan. Les juro que así lo haré.

Y cuando ya los haya limpiado de todas sus maldades, los dejaré reconstruir sus ciudades, que ahora están en ruinas. Vivirán en ellas, y cultivarán la tierra que se quedó abandonada. Todo el mundo lo verá, y dirá: Esta tierra parecía un desierto, pero ahora parece un jardín; ¡es un paraíso! Las ciudades habían quedado destruidas y desiertas, pero ahora las han convertido en fortalezas, y ya vive gente en ellas.

Entonces los pueblos vecinos que hayan quedado con vida reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Reconocerán que puedo reconstruir lo que está destruido, y que puedo volver a sembrar en terrenos desiertos. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Además, los israelitas llegarán a ser un pueblo muy numeroso, pues así me lo han pedido. Juro que así lo haré. Ahora sus ciudades están desiertas, pero yo haré que vuelvan a llenarse de gente. Así como la ciudad se llenaba de ovejas en los días de fiestas, así se llenará de gente. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Aquí puedes darte cuenta que cuando el hombre obedece los mandatos de Dios, está cerca de El y es cuando el hombre endereza su vida y empieza a caminar sin temor alguno, vuelve a estar mejor que antes, ya que lo esencial es que el hombre crea en Dios, que lo reconozca como su Salvador y con buena actitud ante toda circunstancia honre y respete a Dios, que es lo realmente valioso para El.

No obstante, el hombre debe arrepentirse verdaderamente y evitar volver a caer en los mismos errores, por lo que es fundamental que el hombre cambie su manera de pensar y, por ende lleve un nuevo estilo de vida y, entonces el hombre será leal y obediente a los mandatos de Dios, pues el Espíritu de Dios estará en cada persona y hará que el hombre no actúe con maldad, aunque sabes, sólo a través del Señor Jesucristo de su sacrificio en la cruz, el hombre es limpiado de su transgresión y su vida puede ser reconstruida y se parezca a un jardín  ¡ el paraíso!.


Con Alta Estima,

miércoles, 18 de junio de 2014

Los oí provocarme con sus insultos y desafíos...


Dios también me dijo: Ezequiel, dirige la mirada hacia la región montañosa de Edom, y dales este mensaje a sus habitantes: Así dice el Dios de Israel: ¡Yo estoy contra ustedes, habitantes de Edom! ¡Voy a castigarlos como se merecen! ¡Dejaré su país hecho un desierto! Sus ciudades quedarán abandonadas, y su país quedará en ruinas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Ustedes siempre han sido enemigos de los israelitas. Cuando yo los castigué, ustedes lucharon contra ellos. Ustedes dicen que odian la violencia, pero yo les juro que sufrirán una muerte violenta. Sus montañas quedarán abandonadas y desiertas, porque yo destruiré a todo el que pase por allí. Sus cerros y sus colinas, sus valles y sus ríos, quedarán cubiertos de soldados muertos en batalla. Su país quedará hecho un desierto, y nadie volverá a vivir en sus ciudades. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Ustedes sabían que yo vivo en Israel. Sin embargo, creyeron poder adueñarse de mis dos naciones, y de mis dos territorios. Tanta envidia sentían de Israel que lo trataron muy mal: lo atacaron con mucho odio y rencor. Por eso, les juro que voy a tratarlos de la misma manera. Y cuando los castigue, reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Juro que así será.

Yo los oí cuando se burlaban de los israelitas. Los oí decir que dejarían el país convertido en un desierto, y que ustedes acabarán con ellos. Los oí provocarme con sus insultos y desafíos. Pero les juro que seré yo quien acabe con ustedes. Y  cuando lo haya hecho, toda la tierra se alegrará. Cuando la tierra de Israel quedó convertida en desierto, ustedes se alegraron. Pero será mayor mi alegría cuando sus montañas y todo su país queden como un desierto. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

No obstante, es esencial que el hombre crea en Dios como su único Dios verdadero, sólo el hombre que vive apegado a su Palabra y obedece sus enseñanzas podrá vencer la adversidad, podrá luchar contra el odio, la violencia, la envidia, la burla entre unos y otros  que  está conduciendo al hombre a la autodestrucción del hombre mismo  pues pone su confianza excesiva en sí mismo, en su fuerza.

Sabes, lo importante es que el hombre honre a Dios y le de toda la gloria a El con una buena actitud en su diario vivir, que sea sincero , que no provoque a Dios y así evitará sufrir una muerte violenta, pero necesita estar preparado para vencer los desiertos, las pruebas.

Así pues, es tiempo de que el hombre despierte y se vuelva a Dios pues sólo asido bajo su protección podrá vencer tanto ataque del enemigo.


Con Alta Estima,

martes, 17 de junio de 2014

Ustedes vivirán tranquilos en su propia tierra…


Dios también me dijo: Ezequiel, dales a los gobernantes de los israelitas el siguiente mensaje de mi parte: Ay de ustedes, malos gobernantes! Ustedes debieran cuidar a los israelitas, como cuidan los pastores a sus ovejas, ¡pero sólo se cuidan a sí mismos! En vez de cuidar a las ovejas, se beben la leche, se hacen vestidos con la lana, y hasta matan a las ovejas más gordas. No apoyan a las ovejas débiles ni curan a las ovejas enfermas, ni les ponen vendas a las ovejas heridas. Tampoco van tras las ovejas que se pierden ni tras las que se apartan del camino. Al contrario, las golpean y las maltratan.

Mi pueblo es como un rebaño de ovejas. Andan por los cerros como ovejas sin pastor. Corren grave peligro, pero a nadie le importa. ¡Escúchenme ahora, gobernantes! ¡Préstenme atención! Ustedes debían cuidar de mi pueblo, como los pastores cuidan de sus ovejas, ¡pero sólo se cuidan a sí mismos! Por eso mi pueblo ha sufrido a manos de ladrones y de gente cruel. Les juro que así es.
Por lo tanto, gobernantes de Israel, escuchen lo que voy a decirles: Yo me declaro en contra de ustedes, y voy a pedirles cuentas por lo que han hecho con mi pueblo. Van a dejar de gobernarlo, y no volverán a aprovecharse de él. Le quitaré a mi pueblo, para que no lo sigan maltratando. Yo mismo lo cuidaré. Les juro que así lo haré.

Así como un buen pastor va en busca de las ovejas perdidas, también yo iré en busca de mi pueblo. Lo traeré de los lugares por donde se perdió un día oscuro y lleno de nubes. Lo sacaré de los países donde ahora está preso; lo reuniré y lo llevaré de vuelta a su tierra. Luego lo llevaré a las montañas de Israel, y a los arroyos, y a todas las poblaciones del país, para que se alimente con la mejor comida. Vivirá en las montañas más altas de Israel. Yo mismo le daré de comer y lo haré descansar. Juro que así lo haré.

Yo cuidaré de mi pueblo como cuida un buen pastor a sus ovejas. Mi pueblo anda perdido, pero yo lo haré volver. Anda herido, pero yo vendaré sus heridas. Está débil, pero yo le daré fuerzas. Y aun cuando esté gordo y fuerte, cuidaré de él. Y a ustedes, pueblo mío, quiero decirles que seré justo, tanto con los débiles como con los fuertes. Algunos de ustedes son como las ovejas, otros son como los carneros y otros son como los chivos. Algunos de ustedes  no se conforman con comerse el mejor pasto, sino que pisotean el pasto que no se comieron. A otros les gustaba beber el agua clara, pero con las patas revuelven toda el agua. Y así, los más débiles tienen que comerse el pasto pisoteado y beberse el agua revuelta.

Yo juzgaré a los fuertes y a los débiles. Les doy mi palabra. Ustedes los fuertes empujan a los débiles, y los hacen a un lado; además, los atacan y los hacen huir. Pero yo soy su juez, y voy a protegerlos. No dejaré que vuelvan a aprovecharse de ellos, pues les enviaré de nuevo a David, mi fiel servidor, para que los cuide. Yo soy el Dios de Israel, y David será su gobernante. Les doy mi palabra.

Este es el pacto de paz que haré con ustedes. Alejaré  a los pueblos violentos. Así podrán vivir tranquilos en el desierto, y podrán dormir en los bosques. Yo los dejaré vivir alrededor de mi monte, y les enviaré abundante lluvias en el momento oportuno. Los árboles del campo darán sus frutos, la tierra dará su cosecha, y ustedes vivirán tranquilos en su propia tierra. Y cuando yo los libre de quienes los hicieron esclavos, reconocerán que soy el Dios de Israel.

Ninguna nación volverá a esclavizarlos ni los animales salvajes volverán a devorarlos. Por el contrario, vivirán  tranquilos y sin miedo de nada ni de nadie. Yo haré que su tierra sea famosa por sus cosechas, y no volverán a sufrir hambre ni tendrán que aguantar las burlas de las naciones. Entonces reconocerán que estoy con ustedes, y que yo soy su Dios y ustedes son mi pueblo. Les juro que así será, y les aseguro que seré como un pastor para ustedes, mis ovejas.

Aquí puedes darte cuenta que es esencial que el hombre entienda que al creer en Dios forma parte de su pueblo y entonces El mostrará su poder, lo liberará al hombre de su esclavitud del pecado  y el hombre le reconocerá como su único Dios verdadero.

No obstante, es importante que el ser humano se apegue a la Palabra de Dios y obedezca sus enseñanzas que son el mejor alimento para  su crecimiento espiritual y  no camine en la oscuridad.

Ahora bien, es prioritario que el hombre se arrepienta y se esfuerce en no caer en las tinieblas sino más bien se vuelva a Dios pues sólo el Señor sana sus heridas,   El renueva sus fuerzas, pues Dios es justo y  El juzgará tanto a los fuertes como a los débiles pero  El cuida y protege a los débiles, y con su pacto de paz, Dios  hará que puedan vivir tranquilos en su propia tierra.


Con Alta Estima,

lunes, 16 de junio de 2014

¡Cambien su mala conducta!...


Dios también me dijo: Ezequiel, dales de mi parte este mensaje a los israelitas: Cuando yo permito que haya guerra en algún país, la gente de ese lugar elige a alguien y lo pone como vigilante. Ese vigilante tiene la obligación de tocar la trompeta si ve que el ejército enemigo se acerca. Si alguien escucha la trompeta, pero no le hace caso, y los enemigos lo matan, esa persona es culpable de su propia muerte. Si hubiera hecho caso de la advertencia, se habría salvado.

También puede suceder que el vigilante vea que se acerca el enemigo, y no toque la trompeta. En tal caso, si el enemigo llega y mata a alguien, esa persona morirá por causa de su pecado, pero yo le pediré cuentas de esa muerte al vigilante. Yo te he elegido como mi vigilante oficial ante los israelitas. Si me  oyes sentenciar a muerte a algún malvado, y tú no le adviertes que debe cambiar su mala conducta, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas de su muerte. Por el contrario, si le adviertes que debe cambiar su mala conducta, y no te hace caso, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero tú salvarás tu vida.

Los israelitas creen que ya no tienen remedio. Creen que se están pudriendo en vida porque han pecado mucho. Pero tú debes decirles de mi parte que yo no quiero que muera la gente malvada. Lo que quiero es que dejen su mala conducta y vivan. Israelitas, ¡cambien su mala conducta! ¡Dejen de hacer lo malo, y no morirán!

Pon atención, Ezequiel. Los israelitas me critican y dicen que soy injusto, pero en realidad los injustos son ellos. Por eso quiero que les aclares esto: Si una persona buena hace lo malo, todo lo bueno que haya hecho no la salvará de morir, pero si una persona malvada deja de hacer lo malo, todo lo malo que haya hecho le será perdonado, y vivirá para hacer lo que es recto y justo. Si roba algo, o recibe algo en prenda, pero lo devuelve, no volveré a acordarme de sus pecados, pues habrá obedecido mis mandamientos, que dan vida.
Si a una persona buena le prometo que vivirá muchos años, y confiada en eso empieza a pecar, yo no tomaré en cuenta todo lo bueno que haya hecho, sino que morirá por los pecados que haya cometido. Sin embargo, los israelitas me  critican y siguen diciendo que soy injusto. Pero yo voy a juzgar a cada quien de acuerdo con su conducta.

Habían pasado doce años desde que llegamos presos a Babilonia. El día cinco del mes de Tébet me enteré de que Jerusalén había sido destruida. Uno de los que habían logrado escapar con vida me dio la noticia. La noche anterior, Dios me había hecho sentir su poder y me dejó mudo. Pero al día siguiente, cuando llegó el sobreviviente, Dios me permitió volver a hablar y me dijo: Israel es un país en ruinas. Sin embargo, hay israelitas que se consuelan diciendo: Si Abraham por sí solo pudo adueñarse de este país, ¡con mayor razón nosotros, que somos muchos, podremos permanecer en él! Por lo tanto, ve y diles de mi parte: Ustedes hacen cosas repugnantes, comen alimentos prohibidos, adoran a dioses falsos, matan gente, confían en sus armas, y tienen relaciones sexuales con la mujer de su prójimo. ¿Y aun así esperan adueñarse de esta tierra?

Diles también de mi parte: Yo les juro que los israelitas que aún viven en estas ruinas morirán atravesados por la espada. Los animales salvajes se comerán a los que vivan en el campo, y la enfermedad acabará con los que se escondan en cuevas y fortalezas. Ustedes han cometido pecados que yo no soporto. Pero yo les quitaré su poder y su orgullo. Dejaré este país hecho un desierto. Quedará totalmente abandonado, y nadie pasará por sus montañas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Ezequiel, los israelitas también hablan de ti. Hasta en las murallas de la ciudad, y en las puertas de sus casas, se les oye decir: Vengan, vamos a oír el mensaje que Dios nos ha enviado por medio de Ezequiel. Y así lo hacen: llegan, se sientan delante de ti, y te prestan atención. Para ellos, tú eres como un cantante de dulce voz, que sabe tocar bien sus instrumentos musicales, y que le canta al amor. Les gusta mucho cómo hablas, pero les gusta más el dinero. Te oyen, pero no hacen lo que les dices. Muy pronto se cumplirá todo lo que he dicho. Cuando se cumpla, van a darse cuenta de que hubo entre ellos alguien que les hablaba de mi parte.

Aquí puedes darte cuenta que lo que Dios quiere es que cada persona cambie su mala conducta, que se aparte de la maldad que los conduce al pecado, lo que es esencial es que el hombre viva apegado a la Palabra y sea obediente haciendo lo bueno en su diario vivir.

Aunque sabes, ahora es el momento de que el hombre cambie su proceder pues Dios juzgará a cada quien de acuerdo a su comportamiento, por lo que es prioritario que el hombre no haga cosas repugnantes, como  adorar falsos dioses (materialismo excesivo), matar gente (con críticas), tener relaciones sexuales prohibidas, ser corrupto,  pues Dios no soporta estos pecados que el hombre comete y  le quitará al hombre poder y orgullo y lo abandonará porque Dios es justo y recto y el hombre debe arrepentirse y corregir su actitud y aprender a vivir para lo que es justo y recto.

Con Alta Estima,

sábado, 14 de junio de 2014

Los que no confiaron en Dios…


Habían pasado doce años desde que llegamos presos a Babilonia. El día primero del mes de Adar, Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, entona este lamento por el rey de Egipto: Tú eres el rey de Egipto, y te crees un león entre las naciones; pero no eres más que un lagarto que chapotea en el río Nilo. Ensucias el agua con las patas, y dejas turbios los arroyos. Pero yo soy el Dios de Israel. Aunque vivas entre mucha gente, te atraparé con mi red. Te arrastraré por el suelo, y te dejaré tirado en el campo. Haré que las aves del cielo se detengan sobre tu cuerpo; ¡haré que los animales salvajes te devoren hasta quedar asqueados! Luego echaré tu carne podrida por los montes y los valles. ¡Con tu sangre regaré la tierra, empaparé las montañas y llenaré los ríos!  Cuando dejes de existir, haré que el cielo se oscurezca. Las estrellas más brillantes se apagarán; cubriré el sol con una nube, y la luna perderá su brillo. ¡Todo tu país quedará en tinieblas! Te juro que así lo haré.

Yo te castigaré delante de muchos pueblos lejanos, que ni siquiera conoces. Y cuando sepan que has sido destruido, tanto ellos como sus reyes temblarán por miedo a perder la vida. Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepas que el rey de Babilonia te matará con su espada. Sus soldados son muy crueles y violentos, y derrotarán por completo a tus grandes ejércitos. ¡Así acabarán la grandeza y el orgullo de Egipto!

Yo destruiré todos los ganados que se alimentan junto a tus ríos. El agua no volverá a ensuciarse con las pisadas de personas o animales, sino que estará siempre clara y correrá tranquila como el aceite. Te juro que así será. Y cuando yo haya convertido a Egipto en un desierto, y haya acabado con los que allí viven, reconocerán que yo soy Dios. Cuando las mujeres de otras naciones lloren por Egipto y sus riquezas, lo harán entonando este lamento. Te juro que así será.

Habían pasado doce años desde que llegamos presos a Babilonia. El día quince del mes de Adar. Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, entierra a Egipto y sus riquezas; arrójalo a su tumba, junto con las naciones más poderosas. Y cuando vayan cayendo a lo más profundo de la tierra, donde se encuentran los muertos, entona este lamento: Entre todas las naciones ustedes fueron muy privilegiadas, pero ahora les toca morir como mueren los pecadores.

¡Ya la espada está lista! ¡Los ejércitos de Egipto perderán la vida en la batalla. En la tumba, los valientes soldados que ya murieron recibirán a los egipcios y a sus ejércitos aliados. Y dirán: ¡Ya llegaron! ¡Miren, los que no confiaron en Dios ahora están tendidos entre los que murieron en batalla! Aquí está Asiria, rodeada de sus soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos ellos murieron en batalla, y ahora están aquí, ¡en lo más profundo de la tierra!

Aquí también está Elam, rodeada de sus soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos ellos murieron en batalla, y ahora están aquí, enterrados sin honor, como se lo merecen los que no confían en Dios, ¡en lo más profundo de la tierra! Aquí también están Méses y Turbal, rodeados de sus soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos estos murieron en batalla, pero no los sepultaron con honores. Sus héroes bajaron a la tumba vestidos con su armadura de guerra.

Aquí también está Edom, con todos sus reyes y jefes principales. Eran muy poderosos, pero ahora están aquí, ¡enterrados sin honor entre los que murieron en batalla por no confiar en Dios! Aquí están todos los jefes importantes del norte, y todos los jefes de Sidón. Eran muy poderosos y asustaban a la gente, pero finalmente bajaron a la tumba, pues no confiaron en Dios. Ahora están aquí, ¡humillados y tendidos en el suelo, entre los que murieron en batalla! ¡Y aquí estás tú, Egipto, todo destrozado y sepultado entre los malvados que murieron en batalla! Cuando el rey de Egipto vea en la tumba a todas esas naciones, se consolará de la muerte de todos sus soldados. Y aunque yo le permití llenar de miedo a todo el mundo, tanto él como su ejército serán enterrados entre los malvados que murieron en batalla. Juro que así será.

Como puedes darte cuenta, el hombre no puede esconderse de Dios, aunque viva entre mucha gente Dios lo sabe todo, El es todopoderoso y El puede permitir que el hombre viva en tinieblas predominando la maldad, pues sabes, es una decisión voluntaria de cada personas y al vivir el hombre fuera del orden de Dios pierde su armadura, la protección de Dios y  lo lleva a ser sepultado en la oscuridad.

Por lo tanto, si el hombre no confía en Dios, vivirá en un mundo lleno de maldad, la gente temblará y estarán temerosos  unos de otros, llenos de violencia y crueldad, … y esto lo lleva a la autodestrucción, generando la muerte en el ser humano.

No obstante, es esencial que el hombre sea humilde, que muera a su “yo” para que cambie de estilo de vida, sea renovado y  pueda trascender de manera que esta liberación  alcance a sus generaciones para que sean obedientes a los mandatos de Dios y lleven una vida apegada a su Palabra y serán bendecidas.


Con Alta Estima,

viernes, 13 de junio de 2014

Ningún árbol crecerá tan alto…


Habían pasado once años desde que llegamos presos a Babilonia. El día primero del mes de Siván, Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, diles de mi parte al rey de Egipto y a toda su gente: ¡Tu grandeza es incomparable! Pareces un cedro del Líbano, cubierto de abundantes ramas. ¡Con ellas tocas el cielo! La lluvia y el agua del suelo te han hecho crecer; los ríos que te rodean te riegan con sus corrientes, como a los árboles del bosque.

Eres el árbol más alto; con ramas altas y abundantes, pues tienen agua en abundancia. A ti vienen todas las naciones en busca de protección; se parecen a los pájaros: hacen nidos en tus ramas; son como los animales salvajes: buscan la protección de tu sombra.

¡Tu grandeza es impresionante!  Eres como un árbol de grandes ramas y profundas raíces, regado con agua abundante. No hay en todo el paraíso un solo cedro igual a ti. Tampoco hay un solo pino con ramas como las tuyas, ni un castaño con tantas hojas. ¡No hay en todo el paraíso un solo árbol tan hermoso como tú! Todos los árboles de mi jardín te ven y sienten envidia, porque yo te hice muy hermoso y te di abundantes ramas.

Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepas una cosa: Has llegado a ser como un árbol muy alto. Con la punta de tus ramas puedes tocar el cielo. Por eso te has llenado de orgullo. Por eso también te he rechazado. Voy a dejarte caer bajo el poder de otro rey, que te castigará como merece tu maldad. Gente de naciones violentas te echará abajo y te dejará abandonado. Tus ramas caerán por los valles, las montañas y los ríos del país. Todos los pueblos que buscaban la protección de tu sombra huirán y te dejarán abandonado. Tus ramas caerán por los valles, las montañas y los ríos del país. Todos los pueblos que buscaban la protección de tu sombra huirán y te dejarán abandonado. Cuando caigas, las aves del cielo harán su nido en tu tronco, y los animales salvajes pisotearán tus ramas.

De ahora en adelante, ningún árbol crecerá tan alto ni volverá a tocar el cielo con sus ramas. Aunque esté bien regado y crezca junto a muchos ríos, al final caerá a lo más profundo de la tierra. ¡Morirá como mueren todos! Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepas una cosa:  El día que mueras y caigas hasta el fondo de la tumba, haré que el mar profundo se quede seco, y que los ríos y los arroyos dejen de correr. ¡Todos los árboles del campo, y hasta las montañas del Líbano se marchitarán de tristeza!

Cuando llegue ese día, será tan fuerte tu caída que, al oír el ruido, las naciones temblarán de miedo. Allí, en lo más profundo de la tierra, los árboles de mi jardín  lanzarán un suspiro de alivio, lo mismo que los árboles más bellos de los bosques del Líbano. Y todos sus aliados, los que buscaron su protección, morirán y bajarán contigo a la tumba, como los que mueren en batalla.

No había en todo el paraíso un solo árbol, que pudiera compararse contigo. No había nadie que tuviera tu grandeza y hermosura. Sin embargo, caerás a lo más profundo de la tierra, junto con los demás árboles de mi jardín. Allí quedarás tendido. ¡Morirás como mueren en batalla los que no creen en mí! En este ejemplo, tú, rey de Egipto, eres el árbol, junto con todo tu pueblo. Te juro que así es.

Aquí puedes darte cuenta, que Dios lo sabe todo, posee una grandeza incomparable, sólo El puede dejar que el hombre crezca hasta el nivel de conocimiento que El sabe que es necesario para su crecimiento espiritual y  alcance  un grado de belleza que los que están a su alrededor les causa envidia. No obstante,  es tan grande  el nivel de hermosura que el hombre se vuelve orgulloso, soberbio, pero sabes, Dios no permite que el hombre infle su ego y entonces El lo rechaza y lo abandona, lo que significa que el hombre queda expuesto y ya no estará bajo su cobertura.

Por lo tanto, es esencial que el hombre tome control de sus emociones,  que muera a su “yo” desarrolle el dominio propio, se apegue a  la Palabra y obedezca a sus mandatos para que el hombre le muestre a Dios su amor y su fe en El.

 Con Alta Estima,

jueves, 12 de junio de 2014

Presumían de ser poderosos…


Dios también me dijo: Ezequiel, hombre mortal, dile de mi parte a Egipto: ¡El día de tu castigo ya está cerca! ¡Grita de dolor! ¡Ese día será nublado! ¡Día terrible para todas las naciones! Habrá guerra contra Egipto, y hasta Etiopía temblará de miedo. Muchos egipcios perderán la vida, y perderán también sus riquezas; ¡Sus ciudades serán destruidas! En esa guerra morirán los países vecinos de Egipto: Libia, Lidia y Etiopía, Arabia y los países aliados.

Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: Los que se unan a Egipto morirán en la batalla. Presumían de ser poderosos, pero serán humillados. Desde Migdol hasta Asuán, sus cadáveres quedarán tirados por todo el territorio egipcio. Les juro que cumpliré mi palabra. No habrá en ninguna parte ciudades más destruidas que las ciudades egipcias. Yo le prenderé fuego a Egipto, y acabaré con todos los pueblos que le prestaron ayuda. De ese modo reconocerán  que yo soy el Dios de Israel. Etiopía está muy confiada, pero yo enviaré mensajeros por mar para que la espanten cuando yo castigue a Egipto. ¡Ese día ya está cerca!

Por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia, acabaré con las riquezas de Egipto. No hay en el mundo soldados más violentos que los de Nabucodonosor. Cuando ellos destruyan a Egipto, dejarán el país lleno de muertos. Dejaré sin agua al río Nilo, y a Egipto entero lo pondré bajo el poder de gente malvada que lo llevará a la ruina. Les juro que cumpliré mi palabra.

En Menfis destruiré a los dioses falsos, ¡esos ídolos malolientes! Egipto se quedará sin rey, y todos los que allí viven se llenarán de miedo. Destruiré la ciudad de Patros; a Soan le prenderé fuego, y a Tebas le daré su merecido. Sobre la ciudad de Sin descargaré mi enojo, y nunca más volverá a ser la fortaleza de Egipto. Acabaré con las riquezas de Tebas, y dejaré que en sus murallas se abran grandes huecos.

A todo Egipto le prenderé fuego, y todos en el puerto de Sin se retorcerán de dolor. Menfis, On  y Bubastis serán conquistadas en pleno día. Los jóvenes morirán en la batalla, y las mujeres serán hechas prisioneras. Les juro que cumpliré mi palabra. Egipto es un país poderoso, y eso lo llena de orgullo; pero, cuando yo lo destruya, todo el país quedará a oscuras; se nublará la ciudad de Tafnes, y sus mujeres serán capturadas. Cuando yo le dé a Egipto el castigo  que se merece, reconocerán que yo soy Dios

Así pues, lo esencial es que el hombre confíe en Dios y esté apegado a su Palabra, que ponga su vida y todo lo que haga  en las manos de Dios, pues a Dios le agrada que el hombre sea obediente a sus mandatos, que cuide sus pensamientos y limpie su corazón, que posea una actitud humilde en todo momento y que reconozca a Dios como el Dios todopoderoso quien cumple su Palabra.


Con Alta Estima,

miércoles, 11 de junio de 2014

No volverán a ser fuertes…


Habían pasado diez años desde que llegamos presos a Babilonia. El día doce del mes de Tébet, Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, enfréntate al rey de Egipto y a su pueblo, y dales de mi parte este mensaje: ¡Escúchame, rey de Egipto, yo me pondré en contra tuya! Tú eres como un monstruo enorme que descansa junto al río Nilo. Piensas que ese río te pertenece, y que tú mismo lo hiciste. Pero yo te sacaré del río, enganchado por el hocico. Los peces que allí nadan se te pegarán  a las escamas. Luego te arrojaré al desierto junto con todos los peces del Nilo. ¡Allí te quedarás tirado, sin que nadie te recoja, y les servirás de alimento a los animales salvajes y a las aves de rapiña!

Todos los que viven en Egipto reconocerán que yo soy Dios. Los israelitas buscaron tu apoyo, pero ni para bastón sirves: Buscaron tu ayuda, y les fallaste; en vez de apoyarlos, los heriste. Pero yo soy el Dios de Israel, y te juro que te quitaré la vida; tú, y tu gente y tus animales morirán atravesados por la espada, y Egipto se volverá un desierto. Sólo entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Tú, rey de Egipto, piensas que el río Nilo te pertenece, y que tú mismo lo hiciste. Por eso yo me pondré en contra tuya y de tu río. Convertiré en desierto toda la tierra de Egipto, desde Migdol hasta Asuán, y hasta la frontera con Etiopía. No quedará allí nadie con vida, pues Egipto será el país más desolado de todos. Nadie lo habitará durante cuarenta años, y ni siquiera pasarán por allí personas ni animales. No habrá ciudades más destruidas que las ciudades de Egipto, pues yo haré que los egipcios sean llevados prisioneros a otros países, y que sean dispersados entre las naciones.

Al cabo de esos cuarenta años, haré que los egipcios vuelvan de los países por donde los dispersé. Haré que vuelvan a Patros, su tierra natal en el su r de Egipto, y allí establecerán un reino pequeño y sin poder. No volverán a ser fuertes, ni podrán dominar a las demás naciones. Les juro que así será. Los israelitas, por su parte, no volverán a poner su confianza en Egipto; al contrario, se darán cuenta de que me ofendieron al buscar la ayuda de los egipcios, y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Habían pasado veintisiete años desde que llegamos presos a Babilonia. El primer día del mes de Abib, Dios me dijo: Tú sabes que Nabucodonosor, el rey de Babilonia, hizo todo lo posible por conquistar la ciudad de Tiro. Llegó con su ejército para rodearla, y sus soldados llevaban tan pesada carga que hasta la cabeza y las espaldas se les pelaron. A pesar de todo, no pudieron conquistarla. Por eso, voy a dejar que Nabucodonosor conquiste a Egipto. Le permitiré adueñarse de sus riquezas y de todas sus pertenencias, para que pueda pagarles a sus soldados. Así premiaré a Nabucodonosor por haber atacado a Egipto en mi lugar. Les juro que así lo haré.

Ese día le devolveré a Israel el poder que antes tuvo, y tú podrás hablarles con toda libertad. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Aquí puedes darte cuenta que es esencial que el hombre ponga su confianza en Dios y El le dará la sabiduría para que el hombre enderece su camino, pero es necesario que cambie, renovando su mente, sus pensamientos y  su manera de vivir, que   a través de su Palabra que da vida sea fortalecido y vuelva a ser fuerte y se apropie de todas sus pertenencias, sobretodo de recuperar su identidad como hijo de Dios.

Por lo tanto,  es tiempo de que el hombre esté alerta y preparado en el conocimiento de Dios, pues los tiempos actuales son difíciles, la maldad predomina, la envidia se presenta en cualquier situación, la soberbia crece pues el hombre ha cambiado su escala de valores, y vive afanado por exceso de materialismo, hasta ha llegado a pensar que  no vale por lo que es sino por lo que tiene, parámetro que  es invalidado ante la mirada de Dios.

No obstante, es apremiante que el hombre deposite su pesada carga en las manos de Dios, que se arrepienta y con humildad pida perdón y Dios en su infinita misericordia le liberará de esa opresión  para que pueda conquistar la tierra prometida.


Con Alta Estima,

martes, 10 de junio de 2014

Te verás como un simple hombre…


Dios también me dijo: Tú, Ezequiel, dile de mi parte al rey de Tiro: Eres demasiado orgulloso. Hasta crees que eres un dios porque reinas en medio del mar. Pero no te creas tan sabio, porque no eres más que un hombre. No eres más sabio que el profeta Daniel, ni conoces todos los secretos, pero ciertamente eres muy listo: has logrado amontonar oro y plata, y te has hecho muy rico. Sabes cómo hacer negocios. Por eso te has hecho rico y te has llenado de orgullo.

Cómo te sientes muy sabio, y hasta te crees un dios, voy a lanzar contra ti gente cruel de otros países. Esa gente te atacará y te hará la guerra. Acabará con tu belleza, con tu sabiduría y tu grandeza. Con violencia te quitará la vida, y morirás en el fondo del mar. Te juro que así lo haré. Cuando te enfrentes a ellos, dejarás de creerte un dios. Cuando te quiten la vida, te verás como un simple hombre.  Gente extraña te quitará la vida, y morirás como mueren los que no me conocen. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Dios también me dijo: Ezequiel, entona un canto fúnebre por el rey de Tiro. Dile de mi parte lo siguiente: Tú, rey de Tiro, eras perfecto en todo; tu sabiduría y tu belleza no tenían comparación. Vivías en el jardín de Edén, y te adornabas con piedras preciosas. Tus joyas y tus aretes estaban hechos de oro, y desde el día de tu nacimiento estuvieron a tu disposición. Un ángel te protegía, mientras pisabas piedras de fuego en el monte elegido por Dios.

Desde el día en que naciste te habías portado bien, pero un día mostraste tu maldad. En los muchos negocios que hacías, llegaste a ser muy violento. Por eso te arrojé de mi montaña. ¡El ángel que te protegía te alejó de las piedras de fuego! Era tan singular tu belleza que te volviste muy orgulloso. ¡Tu orgullo y tu hermosura te hicieron perder la cabeza! Por eso te arrojé al suelo y en presencia de los reyes te hice quedar en ridículo. ¡Fueron tantos tus pecados, y tan sucios tus negocios que ni tus templos respetaste!

Por eso hice que de tu interior brotara un fuego que te quemara. Las naciones que te conocían, y que antes te admiraban, hoy se quedan impresionadas al verte por el suelo, convertido ya en cenizas. ¡Eres motivo de espanto porque has dejado de existir! Dios también me dijo: Ezequiel, enfréntate a la ciudad de Sidón y dile de mi parte lo siguiente: Yo me pondré en contra tuya. Cuando te dé tu merecido, la gente reconocerá mi grandeza. Sabrá que soy el Dios de Israel, y que soy diferente a otros dioses.

Voy a enviar plagas contra ti;  haré que tus enemigos te ataquen por todos lados. Correrá la sangre por tus calles, y la gente morirá por la espada. Así reconocerán que yo soy Dios. No volverán los israelitas a sufrir el desprecio de sus vecinos, que tanto les hiere y hace daño. Así reconocerán que yo soy Dios.

Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: Ahora los israelitas viven prisioneros entre las naciones, pero yo volveré a reunirlos y los llevaré de nuevo a su tierra. Yo prometí dársela a Jacob, su antepasado, pues él siempre estuvo a mi servicio. Allí podrán vivir seguros. Volverán a construir casas y a plantar viñedos. Ahora sus vecinos los desprecian, pero yo les daré el castigo que se merecen. Entonces los israelitas y las demás naciones se darán cuenta de que yo soy diferente, y me reconocerán como el Dios de Israel.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre no debe creerse mucho en ningún momento de su vida pues a veces hace negocios que redundan en grandes riquezas pero el hombre debe reflexionar si estos negocios no son sucios y amontonen riquezas mal habidas y que le haga perder la cabeza ocasionando que el hombre deje ver su maldad, su violencia . No obstante, el hombre deberá recordar que la venganza sólo es de Dios.

Pero sabes, Dios es tan diferente a otros dioses, que es fundamental  que el hombre vea su simpleza como hombre y reconozca la grandeza de Dios, que deposite su confianza en El y espere en sus promesas pues sólo Dios puede restaurar la esencia del ser humano y puede plantar nuevos viñedos para que de fruto,  pues sólo El da esa seguridad.


Con Alta Estima,

lunes, 9 de junio de 2014

Te creías bella y perfecta…


Dios también  me dijo: Dedica este lamento a la ciudad de Tiro por su destrucción. Dale este mensaje de parte del Dios de Israel: Tú, ciudad de Tiro, te creías bella y perfecta; te aprovechaste de estar junto al mar para comerciar con muchos países. Ciertamente, dominabas los mares. Tenías la belleza de un barco bien construido. Tu casco lo hicieron con pinos del monte Senir; tu palo mayor fue labrado en cedro del monte Líbano. Tus remos están de roble, fina madera del monte de Basán. Las tablas de tu cubierta eran de ciprés traído de Chipre. Todas ellas estaban adornadas con incrustaciones de marfil. Tus velas te servían de bandera, y eran de fino bordado egipcio. Tus toldos, de tela roja y morada, los trajeron de las costas de Elisá.

Contabas con una tripulación experta. Tenías los mejores capitanes y marinos; gente  de Tiro, Arvad y Sidón. Tus daños los reparaban expertos carpinteros de Guebal. Marineros de todas partes hacían negocios en tus puertos. Tu ejército estaba formado por gente de Persia, Lidia y Libia; cuando te adornaban con sus armas, hacían que te vieras muy hermosa. Soldados de Arvad y de Gamad defendían tus murallas con la ayuda de tu ejército. Todo el tiempo vigilaban tus torres, y cuando colgaban sus escudos a lo largo de tus murallas, hacían que te vieras más hermosa.

Tú, ciudad de Tiro, eras tan rica que la gente de Tarsis venía para hacer negocios contigo. Tu mercancía la pagaban con plata, plomo, hierro y estaño. También los comerciantes de Grecia, Tubal y Mésec compraban tus mercancías, y te pagaban con esclavos y con utensilios de bronce. La gente de Bet-togarmá te pagaba con finos caballos para montar, y con caballos y mulas para el trabajo. También hacías negocios con los comerciantes de Dedán y de otros puertos lejanos, los cuales te pagaban con marfil y con madera de ébano.
Tus mercancías eran tan variadas, y tu riqueza tan grande, que hasta los sirios comerciaban contigo, y te pagaban con piedras preciosas y telas muy finas. También Israel y Judá te compraban mercancía, y te pagaban con su mejor trigo, y con pasteles, miel, aceite de oliva y especias aromáticas. Damasco te pagaba con vino de Helbón y con lana de Sahar. Los comerciantes de Dan y los griegos te traían de Uzal hierro forjado y especias aromáticas.

La gente de Dedán te pagaba con sillas de montar. Los de Arabia y todos los príncipes de Quedar te pagaban con corderos, chivos y carneros. Tus clientes de Sabá y Raamá te pagaban con finos perfumes, y con oro y piedras preciosas. Entre tus clientes estaban también los comerciantes de Harán, Cané, Edén. Sabá, Asiria y Media; ellos te vendían telas finas, mantos bordados de color púrpura, tapices de muchos colores y fuertes cuerdas trenzadas. ¡Las naves de Tarsis transportaban tus mercancías!

Tú, ciudad de Tiro, parecías un barco en alta mar cuando va cargado de riquezas. Pero tus marinos te llevaron por los mares más profundos, y allí te hizo pedazos el fuerte viento del este. ¡Al fondo del mar se fueron tus mercancías y tus productos! El día que te hundiste, se fueron tus mercancías y tus productos! El día que te hundiste, se fueron al fondo del mar todas tus riquezas, tus marineros y tus capitanes, tus carpinteros y tus comerciantes, tus soldados y tus pasajeros.

Tus capitanes pedían ayuda, y temblaba la gente de las costas; los marineros se lanzaron al agua, y bajaron a tierra junto con los capitanes. Sus gritos eran desesperados; amargamente lloraban por ti, se pusieron ropa de luto, y de muchas otras maneras mostraron su dolor. Entonaron por ti un lamento, y exclamaron con gran tristeza: ¡Ay, ciudad incomparable, ahora estás en el fondo del mar!

Cuando bajaban de los barcos las mercancías que vendías, las naciones quedaban satisfechas; con tus riquezas y abundantes productos se enriquecían los reyes del mundo. Pero te hundiste en el océano; ya descansas en el fondo del mar. ¡Y contigo se hundieron también tus mercancías y tus pasajeros! Esto que te ha sucedido hace que tiemble de miedo la gente que vive en  las costas. Sus reyes están espantados; en la cara se les nota el terror. Los comerciantes de otras naciones te lanzan silbidos de burla. ¡Eres motivo de espanto porque has dejado de existir.

Aquí puedes darte cuenta que las riquezas materiales conlleva la mayoría de las veces a lograr un  progreso económico pero no a que el hombre se sienta como un dios; lo realmente válido en este mundo adverso es que el hombre deje de pecar, ponga su vida en las manos de Dios  para que todo lo que emprenda lo haga bien porque Dios quiere que el hombre prospere.

Por lo tanto,  lo esencial, es que el hombre obedezca las enseñanzas de Dios, guarde prudencia y siga sus lineamientos establecidos por Dios mismo,  para que no caiga en el fondo del mar, sino que el hombre apegado a la Palabra, entone un lamento y tristeza por tanto pecado, muestre su arrepentimiento,  y  al hacerlo reconoce al gran  Dios de Israel.

Por lo tanto, es tiempo de que el hombre madure,  que crezca espiritualmente, pues la belleza y la perfección sólo la da Jesucristo  pero sabes es un proceso de toda su existencia en esta tierra.


Con Alta Estima.