Dios también me dijo: Tú, Ezequiel, dile de mi parte al rey
de Tiro: Eres demasiado orgulloso. Hasta crees que eres un dios porque reinas
en medio del mar. Pero no te creas tan sabio, porque no eres más que un hombre.
No eres más sabio que el profeta Daniel, ni conoces todos los secretos, pero
ciertamente eres muy listo: has logrado amontonar oro y plata, y te has hecho
muy rico. Sabes cómo hacer negocios. Por eso te has hecho rico y te has llenado
de orgullo.
Cómo te sientes muy sabio, y hasta te crees un dios, voy a
lanzar contra ti gente cruel de otros países. Esa gente te atacará y te hará la
guerra. Acabará con tu belleza, con tu sabiduría y tu grandeza. Con violencia
te quitará la vida, y morirás en el fondo del mar. Te juro que así lo haré.
Cuando te enfrentes a ellos, dejarás de creerte un dios. Cuando te quiten la
vida, te verás como un simple hombre.
Gente extraña te quitará la vida, y morirás como mueren los que no me
conocen. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.
Dios también me dijo: Ezequiel, entona un canto fúnebre por
el rey de Tiro. Dile de mi parte lo siguiente: Tú, rey de Tiro, eras perfecto
en todo; tu sabiduría y tu belleza no tenían comparación. Vivías en el jardín
de Edén, y te adornabas con piedras preciosas. Tus joyas y tus aretes estaban
hechos de oro, y desde el día de tu nacimiento estuvieron a tu disposición. Un
ángel te protegía, mientras pisabas piedras de fuego en el monte elegido por
Dios.
Desde el día en que naciste te habías portado bien, pero un
día mostraste tu maldad. En los muchos negocios que hacías, llegaste a ser muy
violento. Por eso te arrojé de mi montaña. ¡El ángel que te protegía te alejó
de las piedras de fuego! Era tan singular tu belleza que te volviste muy
orgulloso. ¡Tu orgullo y tu hermosura te hicieron perder la cabeza! Por eso te
arrojé al suelo y en presencia de los reyes te hice quedar en ridículo. ¡Fueron
tantos tus pecados, y tan sucios tus negocios que ni tus templos respetaste!
Por eso hice que de tu interior brotara un fuego que te
quemara. Las naciones que te conocían, y que antes te admiraban, hoy se quedan
impresionadas al verte por el suelo, convertido ya en cenizas. ¡Eres motivo de
espanto porque has dejado de existir! Dios también me dijo: Ezequiel,
enfréntate a la ciudad de Sidón y dile de mi parte lo siguiente: Yo me pondré
en contra tuya. Cuando te dé tu merecido, la gente reconocerá mi grandeza.
Sabrá que soy el Dios de Israel, y que soy diferente a otros dioses.
Voy a enviar plagas contra ti; haré que tus enemigos te ataquen por todos
lados. Correrá la sangre por tus calles, y la gente morirá por la espada. Así
reconocerán que yo soy Dios. No volverán los israelitas a sufrir el desprecio
de sus vecinos, que tanto les hiere y hace daño. Así reconocerán que yo soy
Dios.
Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: Ahora los israelitas
viven prisioneros entre las naciones, pero yo volveré a reunirlos y los llevaré
de nuevo a su tierra. Yo prometí dársela a Jacob, su antepasado, pues él siempre
estuvo a mi servicio. Allí podrán vivir seguros. Volverán a construir casas y a
plantar viñedos. Ahora sus vecinos los desprecian, pero yo les daré el castigo
que se merecen. Entonces los israelitas y las demás naciones se darán cuenta de
que yo soy diferente, y me reconocerán como el Dios de Israel.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre no debe creerse mucho
en ningún momento de su vida pues a veces hace negocios que redundan en grandes
riquezas pero el hombre debe reflexionar si estos negocios no son sucios y
amontonen riquezas mal habidas y que le haga perder la cabeza ocasionando que
el hombre deje ver su maldad, su violencia . No obstante, el hombre deberá
recordar que la venganza sólo es de Dios.
Pero sabes, Dios es tan diferente a otros dioses, que es
fundamental que el hombre vea su simpleza
como hombre y reconozca la grandeza de Dios, que deposite su confianza en El y
espere en sus promesas pues sólo Dios puede restaurar la esencia del ser humano
y puede plantar nuevos viñedos para que de fruto, pues sólo El da esa seguridad.
Con Alta Estima,
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