Más tarde, aquel hombre me llevó a la puerta exterior del
templo, la cual daba al este y estaba cerrada. Entonces Dios me dijo: Esta
puerta debe estar siempre cerrada. Nadie podrá abrirla ni entrar por ella,
porque por ella he pasado yo, el Dios de Israel. El único que podrá sentarse
junto a ella será el gobernador, pero lo hará sólo cuando coma en mi presencia
parte de las ofrendas. Aún en ese caso, entrará y saldrá únicamente por el pórtico.
Después aquel hombre me llevó por la entrada del norte,
que está frente al templo. Cuando vi que el gran poder de Dios había llenado el
templo, me arrodillé hasta tocar el suelo con la frente. Entonces Dios me dijo:
Ezequiel, hombre mortal, presta mucha atención a todas las instrucciones que te
voy a dar acerca del templo. Es tu obligación saber quiénes pueden entrar en el
templo, y quiénes no. Al pueblo de Israel le dirás de mi parte: Ustedes son muy
rebeldes, y yo estoy cansado ya de sus acciones repugnantes. No le dan ninguna
importancia a mi templo; al contrario, dejan entrar en él a extranjeros, que ni
en su cuerpo ni en su mente llevan la señal de mi pacto. Dejan en manos de esa
gente el culto en el templo, que es algo muy especial y que a ustedes les
corresponde hacer. Además, ustedes me faltan al respeto, pues me presentan
grasa y sangre como ofrenda. Con esos actos repugnantes, ustedes faltan a mi
pacto.
Por eso, yo les aseguro que no entrará en mi templo nadie
que no sea israelita. No entrará nadie que no lleve en su cuerpo y en su mente
la señal de mi pacto, ¡ni siquiera los extranjeros refugiados en el país! Los
ayudantes de los sacerdotes podrán servir en mi templo como vigilantes de las
entradas, o sirvientes al pueblo, o matando los animales que el pueblo me
presente como ofrenda para quemarlos en mi honor. Sin embargo, tendrán que
pagar por su pecado, porque me traicionaron. Cuando los israelitas se alejaron
de mí para adorar a esos ídolos malolientes, ellos les sirvieron como sacerdotes.
Les juro que así fue.
Los ayudantes de los sacerdotes tendrán que sufrir las
consecuencias de haber cometido acciones repugnantes. Estarán a cargo del
cuidado del templo y de todo lo que se necesita para los servicios que se hacen
en él, pero no podrán servirme como sacerdotes, ni podrán acercarse a ninguno
de los utensilios que se usan en el culto.
A pesar de que los israelitas dejaron de obedecerme, los
sacerdotes descendientes de Sadoc siguieron sirviéndome en el templo con
fidelidad. Por eso, ellos si podrán acercarse a mí y presentar ofrendas en mi
honor. Les juro que así será. Sólo ellos podrán entrar en mí templo, y
acercarse a mi altar y servirme. Pero cuando entren en el templo, o por la
puerta del patio interior, no podrán vestir ropa de lana. Toda la ropa que se
pongan será de lino, ya sea el gorro o
los calzoncillos. En la cintura no deberán ponerse nada que los haga sudar.
Cuando salgan al patio exterior, para encontrarse con el
pueblo, se quitarán esa ropa de lino y la dejarán en las salas del templo. Esto
es para que esa ropa especial no tenga
contacto con la gente común. Los sacerdotes deben recortarse el pelo, pero no
raparse. Ningún sacerdote deberá tomar vino cuando vaya a entrar al patio interior.
Ningún sacerdote debe casarse con una mujer viuda o divorciada; sólo podrá
casarse con una israelita que nunca antes haya tenido relaciones sexuales, o
bien con la viuda de un sacerdote.
Los sacerdotes deben enseñar a mi pueblo a distinguir
entre lo divino y lo humano, y entre lo que es puro y lo que es impuro. Cuando
haya pleitos, deberán actuar como jueces, y las sentencias que dicten deben
estar de acuerdo con mies enseñanzas. Además, deben obedecer todos los
mandamientos que he dado acerca del sábado y las fiestas religiosas. No deben tocar
un cadáver, para no contaminarse, a menos que se trate de su padre, madre,
hijo, hija, hermano o hermana soltera. En caso de que se contaminen, deberán
purificarse y esperar siete días. Y cuando regresen a hacer sus servicios al
patio interior del templo, deben presentar una ofrenda por el pecado. Esta es
una orden.
Los sacerdotes no tendrán propiedades en Israel; yo será
su única posesión y herencia. Ellos podrán comer de las ofrendas de cereales y
de los animales que los israelitas me presentan. Todo lo que los israelitas
aparten para mí, será para ellos. Y también serán para ellos los mejores frutos
de las cosechas y lo mejor de todas las ofrendas. El pueblo deberá darles
también la mejor masa para su pan. Si lo hacen así, yo bendeciré sus hogares. Ningún
sacerdote debe comer la carne de algún animal que sea encontrado muerto, o que
hay sido despedazado por las fieras.
Aquí puedes darte cuenta que a Dios no le gusta la gente
que no es sincera con los demás ni con ella misma pues trata siempre de
aparentar , actúa de manera que no lo siente en su corazón, pero a Dios le
gusta que todo aquel que le busque lo haga con un corazón humilde y dispuesto a
amarle.
No obstante, al Señor le agrada la gente que le busca y
que desea conocerle a través de su Palabra, que obedece sus mandamientos, por
lo tanto, está cumpliendo con el Pacto que Dios ha establecido con el hombre
para redimirlo.
Pero sabes, para Dios es prioridad que el hombre distinga
entre lo divino y lo humano, por lo que
pida a Dios tener la capacidad auditiva necesaria para percibir su mensaje para
poder expresar a otros palabras de amor, de vida eterna, de lo que el hombre
tiene en su espíritu y en su corazón, que perciba la realidad trascendente, lo
que es puro.
Con Alta Estima,
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