Dios me dijo: Jeremías , ve al palacio del rey de Judá, y anuncia allí
este mensaje: Rey de Judá, oficiales del palacio y habitantes de Jerusalén, les
pido que presten mucha atención a lo que Dios dice. Eles ordena hacer el bien:
proteger a los que son maltratados, cuidar al extranjero, al huérfano y a la
viuda, y no matar al inocente. Si de veras me obedecen, siempre habrá en Judá
un rey de la familia de David. Sus ejércitos entrarán y saldrán por los
portones de la ciudad, acompañados por el pueblo y sus gobernantes. De lo contrario,
les aseguro que este palacio será totalmente destruido.
Yo, el Dios de Israel, les digo a los que están en el palacio de Judá:
Ustedes son para mí tan especiales como el monte Galaad y como las altas
montañas del Líbano. Pero voy a convertirlos en un desierto, en una ciudad
deshabitada. Yo enviaré contra ustedes un ejército para que los destruya, y
para que les prenda fuego a sus bosques más hermosos.
Mucha gente de otras naciones pasará por aquí, y se preguntará por qué
hice esto con esta gran ciudad. Y la respuesta será que ustedes adoraron a
otros dioses y no cumplieron con mi pacto.
No lloren ni se pongan tristes por la muerte del rey Josías. Lloren
más bien por su hijo Salum que será llevado a otro país. Allí lo tratarán como
esclavo, y nunca más volverá a ver la tierra donde nació. Y yo declaro que
Salum nunca más volverá a ver este país, pues morirá en el lugar al que será
llevado. Y así sucedió. Tiempo después, tras la muerte de su padre Josías Salum
llegó a ser rey de Judá, pero se lo llevaron a Babilonia.
Dios continuó diciendo: En cuanto al rey Joacín, tengo algo que
decirle: ¡Qué mal te irá, Joacín! Edificas tu casa con mucho lujo; piensas
ponerle grandes ventanas, y recubrirá con finas maderas. Pero maltratas a los
trabajadores, y para colmo no les pagas. Te crees un gran rey porque vives en
lujosos palacios.
Tu padre Josías disfrutó de la vida y celebró grandes fiestas, pero
siempre actuó con justicia. Protegió al pobre y al necesitado, y por eso le fue
bien en todo. ¡A eso le llamo conocerme! A ti sólo te interesa el dinero y no
te importa cómo lo ganes. Con gran violencia robas y matas a gente inocente.
Por eso estoy enojado contigo. Cuando te mueras, nadie llorará por ti; ningún
israelita se pondrá triste de que ya no seas su rey. Morirás como los animales:
te arrastrarán por todo Jerusalén y te arrojarán fuera de la ciudad.
Dios también les dijo a los habitantes de Jerusalén: Vayan por todo el
país; suban a las montañas más altas, y lloren desconsolados! Los países que
iban a ayudarlos ya han sido destruidos. Cuando les iba bien, les advertí del
peligro, pero no me hicieron caso. ¡Siempre han sido rebeldes!
Los que ahora viven en el palacio, rodeados de finas maderas, ¡pronto
sabrán lo que sufrir! Cuando les llegue la desgracia, sabrán lo que es el
dolor. Serán llevados a otro país, y allí serán tratados como esclavos. Las
naciones en las que ellos confiaron sufrirán el mismo castigo.
Dios le dio este mensaje a Joaquín: Tú eres hijo de Joacín, y ahora
reinas en Judá. Aunque te quiero mucho, juro que te expulsaré de aquí. Te
entregaré en manos del rey de Babilonia y de su ejército, y temblarás de miedo.
A ti y a tu madre los enviaré a un país extranjero. Aunque quieran volver a
Israel, nunca más volverán, porque morirán en ese país.
Dios continuó diciendo: ¡Israelitas, escuchen mis palabras! Joaquín no
sirve para nada; es como una vasija rota. ¿Para qué lo quieren expulsar del
país, junto con todos sus familiares? Por gente como esa no vale la pena
preocuparse. Yo, el Dios de Israel, les digo: Bórrenlo de su memoria, es un
hombre fracasado. ¡Ninguno de sus hijos llegará a ser rey de Judá!
Aquí puedes darte cuenta que el ser humano es muy especial para Dios,
a tal grado que Dios envió a su único hijo para sacrificio y dar su vida para
redimir a la humanidad y sellar con su sangre el Pacto entre Dios y el hombre,
de manera que Dios le da la oportunidad al hombre de que reconozca y se
arrepienta y posteriormente, sea restaurado. Asimismo, cuando el hombre acepta
a Jesucristo en su vida, se apega a sus mandatos, y cambia su estilo de vida de
forma que honre a Dios, en su actitud, en sus pensamientos y con un corazón disponible al Señor.
No obstante, es esencial que el hombre cumpla el pacto con Dios y lo
más importante es la obediencia, apegado a su Palabra para que edifique su vida
y sea ejemplo en su cotidiano vivir; sobre todo el hombre debe actuar con
justicia para que le vaya bien.
Por lo tanto, conocer a Dios es preponderante pues es ¡urgente! Que el
hombre se vuelva a Dios, y confíe en El y sabes, sólo meditando en su Palabra le
ayudará a discernir el bien y el mal, confiar en Dios y obedecerle, que el
hombre se aleje de la rebelión, de la maldad pues sólo con Dios el hombre sentirá
fortaleza y paz.
Con Alta Estima,