jueves, 31 de octubre de 2013

Entender lo que es sabiduría...


Sabes, es necesario que el ser humano se  someta a las instrucciones de la sabiduría para disfrutar de paz, pues al ser obedientes estás dentro de los parámetros de Dios y  bajo su protección.

Estos son los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. Estos proverbios tienen como propósito que ustedes los jóvenes lleguen a ser sabios, corrijan su conducta y entiendan palabras bien dichas y bien pensadas. También sirven para enseñar a los que no tienen experiencia, a fin de que sean cuidadosos, honrados y justos en todo; que muestren astucia y conocimiento, y piensen bien lo que hacen. Ustedes, los sabios e inteligentes, escuchen lo que voy a decirles. Así se harán más sabios y ganarán experiencia. Así podrán entender lo que es un proverbio lo que es un ejemplo y lo que es una adivinanza. Todo el que quiera ser sabio debe empezar por obedecer a Dios. Pero la gente ignorante no quiere ser corregida ni llegar a ser sabia.

Querido jovencito: Atiende a tu padre cuando te llame la atención, y muestra respeto cuando tu madre te enseñe. Sus enseñanzas  te adornarán como una corona en la cabeza, como un collar en el cuello.

Querido jovencito, si los malvados quieren que te portes mal, no te dejes llevar por ellos. Tal vez te digan: Ven con nosotros, ataquemos al primero que pase y quitémosle lo que traiga. Si se muere, que se muera, y que se lo coman los gusanos. ¡Matemos, por el gusto de matar! Con lo que robemos, llenaremos nuestras casas y nos haremos ricos. ¡Júntate con nosotros, y juntos nos repartiremos todo lo que ganemos!
Pero no lo hagas, jovencito! ¡No sigas su mal ejemplo! ¡No dejes que te engañen! ¡Tal parece que tienen prisa de hacer lo malo y de matar gente! Ningún pájaro cae en la trampa si ve a quien lo quiere atrapar. Pero estos malvados juegan con su vida y acabarán por perderla. Acabarán muy mal los que quieren hacerse ricos sin importarles cómo lograrlo: ¡acabarán perdiendo la vida!

La sabiduría se deja oír por calles y avenidas. Por las esquinas más transitadas y en los lugares más concurridos  se le oye decir con insistencia. Ustedes jovencitas sin experiencia, enamoradas de su propia ignorancia; y ustedes, jovencitos malcriados, que parecen muy contentos con su mala educación, ¿seguirán siendo así? Y ustedes, los ignorantes, ¿seguirán odiando el conocimiento? Háganme caso cuando los instruya! Así compartiré con ustedes mis enseñanzas y pensamientos. Yo los llamo, pero ustedes no me responden, les hago señas, pero ustedes no me hacen caso. Rechazan todos mis consejos y desobedecen mis regaños. ¡Pues yo también me burlaré cuando estén llenos de miedo, y se queden en la ruina! Será como si los arrastrara el viento o les cayera una tormenta.

Me llamarán, y no les responderé; me buscarán, y no me encontrarán. Ustedes no quieren aprender ni obedecen a Dios; no siguen mis consejos ni aceptan mis enseñanzas. Por eso recibirán su merecido ¡tendrán problemas de sobra! ¡Sufrirán las consecuencias de sus malas decisiones y de su mala conducta! ¡Acabaran siendo destruidos por su necedad y por su poca atención! Pero los que me hagan caso vivirán tranquilos y en paz, y no tendrán miedo del mal.

Por lo te puedes dar cuenta que son de utilidad para todos, pero de forma particular a los que se dejan llevar por lo que otros dicen, que son indecisos, que no piensan bien antes de hacer algo, faltos de prudencia pero con este libro aumentarán su sabiduría y adquirirán madurez, destreza pues lo importante es aprender a tomar sabias decisiones en cualquier situación que se te presente en la vida para no sufrir las consecuencias por sus malas decisiones.

Con Alta Estima,

miércoles, 30 de octubre de 2013

Sólo él merece alabanzas…


Es importante alabar al Creador, que los seres humanos que viven en la tierra aprendan a exaltar a Dios que está en los cielos, por todas sus obras que ha hecho y que tengas comunión con El para que no te apartes de su camino.

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Que lo alabe el alto cielo! ¡Que lo alaben sus angeles! ¡Que lo alaben sol y luna! ¡Que lo alaben las estrellas! ¡Que lo alaben las lluvias! ¡Que lo alabe el universo! Alabemos a nuestro Dios, porque con una orden suya fue creado todo lo que existe. Dios lo dejó todo firme para siempre; estableció un orden que no puede ser cambiado. ¡Que lo alabe la tierra! ¡Que lo alaben los monstruos marinos! ¡Que lo alabe el mar profundo! ¡Que lo alaben el rayo y el granizo! ¡Que lo alaben la nieve y la neblina! ¡Que lo alabe el viento tempestuoso que obedece sus órdenes! ¡Que lo alaben cerros y colinas, cedros y árboles frutales! ¡Que lo alaben aves y reptiles, animales domésticos y salvajes!

¡Que lo alaben los reyes de este mundo! ¡Que lo alaben los jefes y gobernantes de todas las naciones! ¡Que lo alaben niños y ancianos, muchachos y muchachas! ¡Alabemos a Dios porque sólo él es nuestro Dios! ¡Sólo él merece alabanzas! ¡Su grandeza está por encima de la tierra y de los cielos! ¡Dios da fuerza a su pueblo! ¡Por eso nosotros lo alabamos pues somos su pueblo favorito! ¡Alabemos a nuestro Dios!

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Alabémoslo todos juntos, pues somos su pueblo fiel! ¡Cantémosle un cántico nuevo! Nosotros, los israelitas que vivimos en Jerusalén, cantemos alegres a Dios nuestro creador y rey; pues él se agrada de su pueblo y de la victoria a los humildes. ¡Alabémoslo con danzas! ¡Cantémosle himnos con música de arpas y panderos! Pueblo fiel de Dios, ¡alégrate por la victoria obtenida! Aunque estés dormido, ¡grita de alegría! Lanza a voz en cuello alabanzas a tu Dios, y toma entre tus manos una espada de dos filos, para que tomes venganza de pueblos y naciones; para que pongas cadenas de hierro sobre reyes y gobernantes; para que se cumpla la sentencia que Dios dictó contra ellos. Pueblo fiel de Dios, ¡esto será para ti, un motivo de orgullo! ¡Alabemos a nuestro Dios!

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Alabemos a Dios en su santuario! ¡Alabemos su poder en el cielo! ¡Alabemos sus grandes acciones! ¡Alabemos su incomparable grandeza! ¡Alabémoslo con sonido de trompeta! ¡Alabémoslo con panderos y danzas! ¡Alabémoslo con cuerdas y flautas! ¡Alabémoslo con sonoros platillos! ¡Alabémoslo con platillos vibrantes! ¡Que alaben a Dios todos los seres vivos! ¡Alabemos a nuestro Dios!

No obstante, el Salmista dice, por qué Dios ha de ser alabado, cómo ha de ser alabado y quién ha de alabarle. Por lo tanto, anímate a alabarlo, que cada persona tenga entusiasmo para alabar a Dios no sólo con la boca sino con todo tu ser, con sus talentos y habilidades como muestra de respeto y exaltación hacia El.


Con Alta Estima,

martes, 29 de octubre de 2013

Cantarle himnos...


Sabes, sería importante imitar al Salmista que expresa que no debe pasar un día sin que el ser humano alabe y glorifique a Dios, pues cada día hay infinidad de motivos para hacerlo, por todo lo que hizo, por su bondad infinita. Lo esencial, es un buen ánimo, alegría para alabar a Dios pues su reino es para siempre.

Mi Dios y rey, ¡siempre te bendeciré y alabaré tu grandeza! ¡Grande eres, nuestro Dios, y mereces nuestras alabanzas! ¡Tanta es tu grandeza que no podemos comprenderla! Nosotros hablaremos del poder, belleza y majestad de tus hechos maravillosos; yo pensaré mucho en ellos y los daré a conocer a mis propios hijos. Hablaremos de tu inmensa bondad, y entre gritos de alegría diremos que eres un Dios justo. Dios mío, tú eres tierno y bondadoso; no te enojas fácilmente, y es muy grande tu amor. Eres bueno con tu creación, y te compadeces de ella.  ¡Que te alabe tu creación! ¡Que te bendiga tu pueblo fiel! ¡Que hablen de tu glorioso reino y reconozcan tu belleza y tu poder! ¡Que anuncien tus grandes hechos para que todo el mundo los conozca! Tu reino siempre permanecerá, pues siempre cumples tus promesas y todo lo haces con amor.

Dios mío, tú levantas a los caídos y das fuerza a los cansados. Los ojos de todos están fijos en ti; esperando que los alimentes. De buena gana abres la mano y das de comer en abundancia a todos los seres vivos. Dios mío, tú siempre cumples tus promesas y todo lo haces con amor. Siempre estás cerca de los que te llaman con sinceridad. Tú atiendes los ruegos de los que te honran; les das lo que necesitan y los pones a salvo. Siempre estás pendiente de todos los que te aman, pero destruyes a los malvados. Mis labios siempre te alabarán! ¡La humanidad entera te bendecirá ahora y siempre!

¡Alabemos a Dios! Yo quiero alabarlo, y mientras tenga vida le cantaré himnos a mi Dios. No confíen en nadie, que ni el hombre más poderoso es capaz de salvarlos. Cuando ese hombre muere, se vuelve polvo; y ese día mueren con él todos los planes que hizo. ¡El Dios de Israel bendice a los que en él confían! Dios hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en él. Dios siempre cumple sus promesas: hace justicia a los que son maltratados por los poderosos, da de comer a los hambrientos, y pone en libertad a los presos. Dios da vida a los ciegos, levanta a los caídos y ama a los justos. Dios cuida de la gente sin patria, y sostiene a huérfanos y viudas. Dios hace que fracasen los planes de los malvados. Ciudad de Jerusalén, ¡que tu Dios reine por siempre, por todos los siglos! ¡Alabemos a nuestro Dios!

¡Alabemos a nuestro Dios! Muy agradable en verdad es cantarle himnos a nuestro Dios; muy grato y justo es cantarle alabanzas. Dios ha reconstruido la ciudad de Jerusalén. Dios hizo volver a los israelitas que los babilonios se llevaron prisioneros. Dios sanó las heridas de los que habían perdido toda esperanza. Dios es quien decide cuántas estrellas debe haber, y a todas las conoce. Grande es nuestro Dios, y grande es su poder; ¡su entendimiento no tiene fin! Dios levanta a los humildes, pero humilla a los malvados.

Cantemos al son del arpa himnos de gratitud a nuestro Dios. Dios cubre de nubes el cielo. Dios hace llover sobre la tierra. Dios hace que la hierba crezca sobre los cerros. Dios alimenta a los animales salvajes y a los polluelos de los cuervos, cuando le piden de comer. Para Dios, lo que cuenta no es la fuerza del caballo, ni la fuerza del hombre; para él, lo que cuenta es que la gente lo obedezca y confíe en su amor.
Jerusalén ¡alaba a tu Dios! Dios es quien refuerza los cerrojos de tus portones. Dios es quien bendice a todos los habitantes. Dios te hace vivir en paz y te da comida en abundancia. Dios da órdenes a la tierra, y sus órdenes se cumplen enseguida. Dios deja caer sobre la tierra la nieve y la llovizna. Dios deja caer granizo como si fueran pedazos de piedra. ¡El frío que envía nadie lo resiste! Pero Dios da una orden y el hielo se derrite;! hace que el viento sople y el agua vuelva a correr! Dios dio a conocer a Israel sus mandamientos y enseñanzas. A ninguna otra nación le dio a conocer su palabra. ¡Alabemos a nuestro Dios!

Con lo que el ser humano se puede dar cuenta de que es necesario confiar y obedecer las enseñanzas de Dios, tener temor de Dios y aprender a esperar en El, que tenga presencia en tu vida y en tu casa para que él la edifique, pues sólo El da paz en su interior.


Con Alta Estima,

lunes, 28 de octubre de 2013

De ti dependo…


Es esencial que el ser humano confíe en Dios, que deposite su esperanza en él esperando con seguridad el triunfo sobre los enemigos, sólo así el hombre puede permanecer en el camino correcto porque Dios es el que le guía, pues sólo los rectos morarán en su presencia.

Dios mío, ¡líbrame de la gente malvada! ¡Protégeme de la gente violenta, que sólo piensa hacer lo malo y todo el tiempo busca pleito! Más que gente, parecen víboras; hablan, y sus palabras son venenosas e hirientes. Dios mío, protégeme de esos malvados; protégeme de esos violentos, que sólo quieren verme fracasar. Son gente muy orgullosa. A mi paso pusieron trampas para hacerme caer en ellas. Pero yo te reconozco como mi único Dios; ¡por favor, escucha mis ruegos! Tú eres mi Dios; eres mi poderoso Salvador; tú me salvas la vida en el día de la batalla. Dios mío, no permitas que los malvados se salgan con la suya; no permitas que triunfen sus planes. ¡Haz caer sobre mis enemigos todo el mal que me desean! ¡Que caigan sobre ellos carbones encendidos! ¡Que caigan en pozos profundos y nunca más salgan de allí! ¡Que la gente mentirosa no vuelva a vivir en la tierra! ¡Que acabe la calamidad con toda la gente violenta! Dios mío, de una cosa estoy seguro: ¡tú defiendes y haces justicia a los pobres y necesitados! Por eso la gente honrada te alaba y vive contigo.

Dios mío, te estoy llamando: ¡Préstame atención y ven pronto en mi ayuda! ¡Recibe mi oración como una ofrenda de incienso! ¡A ti elevo mis manos como una ofrenda en la tarde! Dios mío, ¡no me dejes decir ni una sola tontería! ¡No me dejes tener malos pensamientos, ni cometer maldad alguna! ¡No me dejes tomar parte en fiestas de gente malvada! Considero una muestra de amor que una persona honrada me regañe o me golpee; para mí, sus reprensiones son como fino perfume. Dios mío, yo siempre te pido que castigues a los malvados. Cuando los gobernantes malvados acaben en la ruina, se acordarán de mis palabras y sabrán que les hablé con dulzura. Entonces la gente dirá: Sus huesos han quedado esparcidos por el suelo.
Por mi parte, Dios mío, de ti dependo y en ti busco refugio. ¡No dejes que me maten! ¡Líbrame de las trampas que esos malvados me tienden! ¡Haz que sean ellos mismos los que caigan en sus redes! Pero a mí, ¡ponme a salvo!

Mi Dios, a ti elevo mi voz para pedirte ayuda; a ti elevo mi voz para pedirte compasión. Cuando me siento deprimido, a ti te hago saber lo que me angustia. Tú sabes cómo me comporto. Hay algunos que a mi paso me tienden una trampa. Mira bien a mi derecha: ¡nadie me presta atención! ¡No hay nadie que me proteja! ¡A nadie le importo! Dios mío, a ti te ruego y te digo: ¡Tú eres mi refugio! ¡En este mundo tú eres todo lo que tengo! ¡Atiende mis ruegos, pues me encuentro muy débil! ¡Líbrame de mis enemigos, pues son más fuertes que yo! ¡Sácame de esta angustia, para que pueda alabarte! Al ver que me tratas bien, los justos harán fiesta.

Dios mío, ¡escucha mi oración! ¡Atiende mis ruegos! Tú eres fiel y justo: ¡respóndeme! No me llames a cuentas, que ante, nadie en el mundo puede considerarse inocente. Mis enemigos quieren matarme; me tiene acorralado y en constante peligro de muerte. Ya no siento latir mi corazón; ¡ya he perdido el ánimo! Me vienen a la mente los tiempos pasados y me pongo a pensar en todas tus acciones; ¡tengo muy presente todo lo que has hecho! ¡Hacia ti extiendo mis manos, pues me haces falta, como el agua a la tierra seca!
Dios mío, ¡respóndeme pronto, pues la vida se me escapa! ¡No me des la espalda, ya puedo darme por muerto! En ti confío; ¡a ti dirijo mi oración! Cada nuevo día hazme saber que me amas; ¡dime qué debo hacer! Dios mío, líbrame de mis enemigos, pues en ti busco refugio. Tú eres mi Dios ¡Enséñame a hacer lo que quieres que yo haga! ¡Permite que tu buen espíritu me lleve a hacer el bien! Dios mío, tú eres un Dios justo; ¡acaba con mis enemigos! ¡Destruye a los que me persiguen! Tú eres un Dios de amor y yo estoy a tu servicio; ¡demuestra tu poder y dame vida!

¡Bendito seas, mi Dios y protector! ¡Tú me enseñas a luchar y a defenderme! ¡Tú me amas y me cuidas! Eres mi escondite más alto, el escudo que me protege, ¡el Dios que me permite reinar sobre mi propio pueblo! Dios mío, ¿qué somos nosotros para que nos tomes en cuenta? ¿Qué somos los humanos para que nos prestes atención? Somos como las ilusiones; ¡desaparecemos como las sombras! Dios mío, baja del cielo, toca los cerros con tu dedo y hazlos echar humo. Lanza tus relámpagos, y pon al enemigo en retirada. ¡Tiéndeme la mano desde lo alto y sálvame de las muchas aguas! ¡No me dejes caer en manos de gente malvada de otros pueblo! Esa gente abre la boca y dice mentiras; levanta la mano derecha y hace juramentos falsos.

Dios mío, voy a cantarte un nuevo canto, voy a cantarte himnos al son de música de arpas. A los reyes les das la victoria, y al rey David lo libras de morir a filo de espada. ¡Sálvame también! ¡Líbrame de caer en manos de gente malvada de otros pueblos! Esa gente abre la boca y dice mentiras; levanta la mano derecha y hace juramentos falsos. Permite que nuestros hijos crezcan en su juventud fuertes y llenos de vida, como plantas en un jardín. Permite que nuestras hijas sean hermosas como las columnas de un palacio. Haz que en nuestros graneros haya abundancia de alimentos. Haz que nuestros rebaños aumenten en nuestros campos hasta que sea imposible contarlos. Permite que nuestros bueyes lleven carretas bien cargadas. No dejes que nuestras murallas vuelvan a ser derribadas, ni que volvamos a ser llevados fuera de nuestro país, ni que en nuestras calles vuelvan a oírse gritos de angustia. ¡Tú bendices al pueblo donde todo esto se cumple!¡Tú bendice al pueblo que te reconoce como su Dios!

Así pues, sería bueno que el ser humano imite al Salmista, que pide a Dios corrección de sus defectos para ser una persona buena, por lo que es esencial que tus ojos estén fijos en Dios, con tu confianza puesta en él , sólo en El espera. Que en tus momentos difíciles clames a Dios ante El manifiesta su ayuda pues El tiene cuidado de cada persona.


Con Alta Estima,

sábado, 26 de octubre de 2013

Tú me conoces bien...


Es importante que el ser humano aprenda a dar gracias a Dios por todas las cosas que hizo, por su poder y amor, al dar a su único hijo Jesucristo para salvar a la humanidad pues es grande su misericordia. Agradecer a Dios por haber redimido a la humanidad, alabarlos pues El da fortaleza para que cada día sea mayor la confianza en Dios.

¡Alabemos a Dios, porque él es bueno! ¡Dios nunca deja de amarnos! Alabemos al Dios de dioses. ¡Dios nunca deja de amarnos! Alabemos al Dios de dioses. ¡Dios nunca deja de amarnos! Alabemos al Señor de señores. ¡Dios nunca deja de amarnos! Sólo Dios hace grandes maravillas. ¡Dios nunca deja de amarnos! Dios hizo los cielos con sabiduría. ¡Dios nunca deja de amarnos! Extendió la tierra sobre el agua. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hizo el sol, para alumbrar el día. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hizo la luna y las estrellas, para alumbrar la noche. ¡Dios nunca deja de amarnos! En Egipto hirió de muerte al hijo mayor de cada familia. ¡Dios nunca deja de amarnos! Sacó de Egipto a Israel. ¡Dios nunca deja de amarnos! Allí mostró su gran poder. ¡Dios nunca deja de amarnos! Partió en dos el Mar de los Juncos. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hizo que Israel cruzara el mar. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hundió en el mar al faraón y a su ejército. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hundió en el mar al faraón y a su ejército. ¡Dios nunca deja de amarnos!  Guió a Israel por el desierto. ¡Dios nunca deja de amarnos! Derrotó a reyes poderosos. ¡Dios nunca deja de amarnos! Quitó la vida a reyes famosos. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hirió a Sihón, el rey amorreo. ¡Dios nunca deja de amarnos! Hirió a Og, el rey de Basán ¡Dios nunca deja de amarnos! Entregó a su pueblo las tierras de esos reyes. ¡Dios nunca deja de amarnos! Esa fue la herencia de Israel. ¡Dios nunca deja de amarnos! Dios no se olvidó de nosotros cuando nos vio derrotados. ¡Dios nunca deja de amarnos! Nos libró de nuestros enemigos. ¡Dios nunca deja de amarnos! Alimenta a toda su creación. ¡Dios nunca deja de amarnos! ¡Alabemos al Dios del cielo! ¡Dios nunca deja de amarnos!

Cuando estábamos en Babilonia, lejos de nuestro país acostumbrábamos sentarnos a la orilla de sus ríos. ¡No podríamos contener el llanto al acordarnos de Jerusalén! En las ramas de los árboles que crecen  junto a esos ríos colgamos nuestras arpas. Los mismos soldados que nos sacaron de Israel y nos hacían trabajar, nos pedían estar alegres; querían oírnos cantar! ¡Querían que les cantáramos canciones de nuestra tierra! ¡Jamás cantaríamos en tierra de extranjeros alabanzas a nuestro Dios! ¡Jerusalén, Jerusalén! Si llegara yo a olvidarte, ¡que la mano derecha se me seque! ¡Que me corten la lengua si por estar alegre dejo de pensar en ti! El día que Jerusalén cayó, los edomitas gritaban: ¡Acaben con la ciudad! ¡Que no quede rastro de ella! Dios mío, ¡no te olvides de esos gritos! Un día, ciudad de Babilonia, ¡también tú serás destruida! ¡Dios habrá de bendecir a los que te paguen con la misma moneda! ¡Dios habrá de bendecir a los que agarren a tus hijos y los estrellen contra los muros!

Dios mío, ¡quiero alabarte de todo corazón! ¡Quiero cantarte himnos delante de los dioses! Quiero ponerme de rodillas y orar mirando hacia tu templo; quiero alabarte por tu constante amor. Por sobre todas las cosas, has mostrado tu grandeza, has hecho honor a tu palabra. Te llamé y me respondiste; me diste nuevas fuerzas. Dios mío, ¡grande es tu poder! Te alabarán los reyes de este mundo cuando escuchen tu palabra y sepan todo lo que has hecho. Dios mío, tú estás en el cielo, pero cuidas a la gente humilde; en cambio, a los orgullosos los mantienes alejados de ti. Cuando me encuentro en problemas, tú me darás fuerzas. Muestras tu gran poder y me salvas de mis enemigos. Dios mío, tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia, pues tú mismo me hiciste ¡No me abandones!
Dios mío, tú me conoces muy bien; ¡sabes todo acerca de mí! Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; ¡aunque esté lejos de ti, me lees los pensamientos! Sabes lo que hago y lo que no hago; ¡no hay nada que no sepas! Todavía no he dicho nada, y tú ya sabes que diré. Me tienes rodeado por completo, ¡estoy bajo tu control! ¡Yo no alcanzo a comprender tu admirable conocimiento! ¡Queda fuera de mi alcance! ¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti! Si pudiera yo subir al cielo, allí te encontraría; si bajara a lo profundo de la tierra, también allí te encontraría. Si volara yo hacia el este, tu mano derecha me guiaría; si me quedara a vivir en el oeste, también allí me darías tu ayuda. Si yo quisiera que fuera ya de noche para esconderme en la oscuridad de nada serviría! ¡Para ti no hay diferencia entre la oscuridad y la luz! ¡Para ti, hasta la noche brilla como la luz del sol!

Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo. Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso, ¡de eso estoy bien seguro! Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no había vivido un solo día, cuando tú ya habías decidido cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu libro! Dios mío, ¡qué difícil me resulta entender tus pensamientos! ¡Pero más difícil todavía me sería tratar de contarlos! ¡Serían más que la arena del mar! ¡Y aun si pudiera contarlos, me dormiría, y al despertar, todavía estarías conmigo!

Dios mío ¡cómo quisiera que a los asesinos los apartaras de mí! ¡Como quisiera que les quitaras la vida! Sin motivo alguno, esa gente habla mal de ti y se pone en contra tuya. Dios mío, yo odio a los que te odian; aborrezco a los que te rechazan. ¡Los odio profundamente! ¡Tus enemigos son mis enemigos! Dios mío, mira en el fondo de mi corazón, pon a prueba mis pensamientos. Dime si mi conducta no te agrada, y enséñame a vivir como quieres que yo viva.

Asimismo, el ser humano debe conducirse con integridad pues Dios  conoce bien sus actos, por lo que es conveniente seguir el camino correcto, nadie puede escaparse de su control, su mano poderosa te alcanzaría, pero sabes, sería grandioso que cada persona reflexione  como está viviendo hoy,  reconozca a Dios todopoderoso y muestre gratitud a él por su interés en cada ser humano porque los planes de Dios son llenos de amor y con un propósito de crecimiento para su vida.


Con Alta Estima, 

viernes, 25 de octubre de 2013

Tú vives para siempre…

Sabes, es necesario que el ser humano sea transformado y que su vida interior sea revestida por el espíritu de Dios y que éste sea manifiesto a los demás con una nueva actitud, con una muestra de amor fraternal  a los demás de manera que demuestre las enseñanzas de Jesucristo.

¡Dios poderoso de Israel acuérdate de David y de sus sufrimientos; recuerda lo que él te prometió. Dios poderoso de Israel, No pondré un pie en mi casa, ni me daré un momento de descanso; no dormiré un solo instante, y ni siquiera cerraré los ojos, mientras no encuentre un lugar donde construir tu templo. Cuando estábamos en Efratas oímos hablar del cofre del pacto, y finalmente lo hallamos en la ciudad de Quiriart-jearim. Entonces dijimos: ¡vayamos al templo de Dios! ¡Arrodillémonos ante su presencia! Dios mío, ¡ven con el cofre de tu pacto, que es símbolo de tu poder, al templo donde vivirás para siempre! Tus sacerdotes se vestirán con propiedad y tu pueblo cantará con alegría. Dios mío, tú elegiste a David para que fuera nuestro rey; ¡no le niegues tu apoyo! También le hiciste este juramento, y no dejarás de cumplirlo: Tus descendiente serán reyes; ¡yo los haré reinar! Si ellos cumplen con mi pacto y con mis leyes, también serán reyes sus hijos y reinarán en tu lugar para siempre.

Tú elegiste a Jerusalén para vivir siempre allí. Dijiste: Aquí pondré mi templo. Aquí reinaré siempre, porque así lo he decidido. Bendeciré ricamente los alimentos de esta ciudad, y con abundante pan calmaré el hambre de sus pobres. Vestiré a sus sacerdotes con ropas de triunfo, y el pueblo cantará con alegría. Aquí haré que renazca el poder de David, el rey que yo elegí; aquí reinarán para siempre sus descendientes. Sobre la cabeza de David brillará siempre la corona; sobre la cabeza de sus enemigos brillará la vergüenza.

¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía! Es tan agradable ver esto como oler el buen perfume de los sacerdotes, perfume que corre de la cabeza a los pies. Es tan agradable como la lluvia del norte que cae en el monte Hermón y corre a Jerusalén, en el sur. A quienes viven así, Dios los bendice con una larga vida.

¡Alaben a Dios todos ustedes, que están a su servicio! ¡Alábenlo también ustedes los que en su templo le cantan himnos por las noches! ¡Levanten las manos para orar! ¡Dirijan la mirada hacia el altar, y alaben a Dios! ¡Que Dios, creador del cielo y de la tierra, te bendiga desde su templo!

¡Alabemos a Dios! ¡Alábenlo ustedes los que lo obedecen! ¡Alábenlo ustedes, que siempre están en los patios del templo de nuestro Dios! ¡Alabemos a Dios porque él es bueno! ¡Cantémosle himnos, porque él es bondadoso! ¡Nuestro Dios eligió a Israel para que siempre fuera su pueblo!

Yo sé que nuestro Dios, es más poderoso que todos los dioses. Dios hace lo que quiere en el cielo y en la tierra, en el mar y en sus profundidades. Dios, nos trae las nubes desde lo más lejano de la tierra. Dios nos manda los relámpagos que anuncian la lluvia. Dios saca el viento del lugar donde lo tiene guardado. En Egipto hirió de muerte al hijo mayor de cada familia; también les quitó la vida a las primeras crías de los animales. Hizo señales y milagros contra el faraón y sus oficiales, hirió de muerte a muchos pueblos, y acabó con reyes poderosos: acabó con Sihón, el rey amorreo; acabó con Org, el rey de Basán; ¡acabó con todos los reyes cananeos! A su pueblo Israel le entregó las tierras de esos reyes para que fueran suyas para siempre.

Dios mío, ¡tú vives para siempre! Tú defiendes a tu pueblo y le tienes compasión. Los dioses de otros pueblos son hechura humana; ¡son ídolos de oro y plata! De nada les sirve tener boca, porque no pueden hablar; tienen ojos, pero no pueden hablar, tienen orejas, pero no pueden oír; ¡ni siquiera pueden respirar! ¡Pues iguales a esos ídolos son quienes los hacen y quienes creen en ellos! Israelitas, ¡bendigan a Dios! Sacerdotes, ¡Bendigan al Dios de Israel! Levitas, ¡Bendigan a Dios! Ustedes, los que lo obedecen, ¡Bendigan al Dios de Israel! Levitas, ¡Bendigan a Dios! Ustedes los que lo obedecen, ¡bendigan al Dios de Israel! ¡Alabemos a nuestro Dios, el Dios que vive en Jerusalén! ¡Alabémoslo!

Así pues,  cada persona debe pedir a Dios su bendición para ser dichoso además de alabar a Dios  con respeto porque es bueno, grande su misericordia, por su dominio soberano, su poder  absoluto… pues  es el Dios Verdadero. 

Con Alta Estima,

jueves, 24 de octubre de 2013

Confío en sus promesas…


En estos salmos, Dios habla de sus promesas hechas a su pueblo, pues entre mayor sea la confianza del ser humano a Dios mayor será la esperanza cuando clamé a Dios por su ayuda, en cualquier circunstancia que se encuentre de que él vendrá a ayudarlo y sólo él le dará paz en su vida.

Cuando Dios nos hizo volver de Babilonia a Jerusalén creíamos estar soñando. De los labios nos brotaban risas y cánticos alegres. Hasta decían las demás naciones: Realmente es maravilloso lo que Dios ha hecho por ellos. ¡Lo que Dios hizo por nosotros fue realmente maravilloso, y nos llenó de alegría. Dios, devuélvenos el bienestar, como le devuelves al desierto sus arroyos. Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo.

Si Dios no construye la casa, de nada sirve que se esfuercen los constructores . Si Dios no vigila la ciudad de nada sirve que se desvelen los vigilantes. De nada sirve que ustedes se levanten muy temprano, ni que se acuesten muy tarde, ni que trabajen muy duro para ganarse el pan; cuando Dios quiere a alguien, le da un sueño tranquilo. Los hijos que tenemos son un regalo de Dios. Los hijos que nos nacen son nuestra recompensa. Los hijos que nos nacen cuando aún somos jóvenes, hacen que nos sintamos seguros, como guerreros bien armados. Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido. No tendrá de qué avergonzarse cuando se defienda en público delante de sus enemigos.

¡Dios bendice a todos los que lo obedecen y siguen sus enseñanzas! Si tú eres uno de ellos, Dios te bendecirá mucho. En el seno de tu hogar comerás y disfrutarás de lo que ganes con tu trabajo. Tu esposa tendrá muchos hijos. ¡Parecerá un racimo de uvas! Nunca en tu mesa faltará comida, y tus hijos crecerán fuertes como los olivos. ¡Así es como Dios bendice a todos los que lo obedecen! ¡Que Dios te bendiga desde su templo en el monte Sión! ¡Que veas prosperar a Jerusalén todos los días de tu vida! ¡Que Dios te deje ver crecer a tus hijos y a tus nietos! ¡Que haya paz en Israel!

Dejemos que nuestra gente nos hable de las angustias que ha pasado desde su juventud: Hemos pasado muchas angustias desde nuestra juventud, pero no han podido vencernos. El enemigo nos hirió la espalda; ¡nos hizo profundas heridas, como quien abre surcos con un arado! Pero Dios es justo y nos libró de los malvados. Que sean derrotados y puestos en vergüenza todos los que odian a Jerusalén! ¡Que se marchiten como la hierba que crece en el techo de la casa! Esa gente es como la hierba, de la que no se ocupan ni los que la cortan  ni los que la recogen. Cuando pasan, nadie los saluda; y si saludan, nadie les contesta.

Dios mío, yo te llamo pues estoy muy angustiado. ¡Escúchame, Dios mío! ¡Presta oído a mis gritos que te piden compasión! Si tomaras en cuenta todos nuestros pecados, nadie podría presentarse anti. Pero tú nos perdonas. ¡por eso mereces nuestra adoración! En Dios he puesto mi esperanza; con toda el alma confío en él, pues confío en sus promesas. Con ansias espero a Dios; ¡con más ansias lo espero que los vigilantes a la mañana! Los vigilantes esperan que llegue la mañana. Y tú, Israel, esperas la llegada de Dios porque él nos ama y nos da plena libertad. ¡Dios salvará a Israel de todos sus pecados!

Dios mío, yo no me creo más que nadie, ni miro a nadie con desprecio; no hago alardes de grandeza, ni pretendo hacer grandes maravillas, pues no podría llevarlas a cabo. Más bien, me he calmado; me he tranquilizado como se tranquiliza un niño cuando su madre le da el pecho. ¡Estoy tranquilo como un niño después de haber tomado el pecho! Israel, ¡pon tu esperanza en dios ahora y siempre!

¡Animo! Es esencial confiar en Dios. Que el ser humano sea humilde y se arrepienta de su mal comportamiento para que goce del perdón de Dios y le de paz a su vida. Por eso el hombre sólo debe confiar y depender de Dios no de la fuerza humana. Sabes, es de sabio tener temor de Dios, pues así El te bendecirá grandemente y prosperará en todo lo que emprendas.


Con Alta Estima,

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿De dónde vendrá mi ayuda?...


Sabes es importante que el ser humano confié en el Creador y descanse en él, que haga oración para que su alma sea sincero, se llene de gozo y viva en paz, pues la soberbia no debe poseerla  ya que no debe engrandecerse, por el contrario fortalecer la humildad para cumplir la voluntad de Dios  que sólo  él te da la ayuda  y la sabiduría y la fuerza necesaria para obedecerle.

Dios mío, cuando me siento angustiado, te llamo y tú me respondes. Dios mío, sálvame de la gente mentirosa; sálvame de la gente embustera. ¡Muy mal les va a ir a ustedes, mentirosos! ¡Dios los va a castigar! ¡Les disparará flechas puntiagudas y encendidas, como las que lanzan los guerreros! ¡Pobre de mí! ¡Soy un hombre sin patria que vive entre gente salvaje! ¡Ya he vivido mucho tiempo entre los que aborrecen la paz! Yo soy un hombre tranquilo ¡pero ellos hablan de guerra mientras yo hablo de paz!

Dirijo la mirada a las montañas; ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene de Dios, creador del cielo y de la tierra. Dios jamás permitirá que sufras daño alguno. Dios te cuida y nunca duerme! Dios te cuida y te protege; Dios está siempre a tu lado. Durante el día, el sol no te quemará; durante la noche, no te dañará la luna. Dios te protegerá y te pondrá a salvo de todos los peligros. Dios te cuidará ahora y siempre por dondequiera que vayas.

Me da gusto que me digan: ¡Vamos al templo de Dios! Ciudad de Jerusalén, ¡aquí  nos tienes!¡Ya llegamos a tus portones! ¡Ciudad de Jerusalén, ¡construida como punto de reunión de la comunidad de Israel! ¡Hasta ti llegan las tribus, todas las tribus de Israel! ¡Hasta ti llega el pueblo para adorar a Dios, tal como él lo ordenó! En ti se encuentran los tribunales de justicia; en ti se encuentra el palacio de David. Por ti le pedimos a Dios: ¡Que tengas paz, Jerusalén! ¡Que vivan en paz los que te aman! ¡Que dentro de tus murallas y dentro de tus palacios haya paz y seguridad! A mis hermanos y amigos les deseo que tengan paz. Y a ti, Jerusalén, te deseo mucho bienestar porque en ti se encuentra el templo de nuestro Dios.

Dios, rey de los cielos, de ti dependemos, como dependen los esclavos de la compasión de sus amos. Dios nuestro, de ti dependemos y esperamos que nos tengas compasión. ¡Compadécete de nosotros! ¡Ya estamos cansados de que esos ricos orgullosos nos ofendan y nos desprecien!

Dios no nos hubiera ayudado, ¿Qué habría sido de nosotros? ¡Todos en Israel lo sabemos! Si Dios no nos hubiera ayudado cuando nos atacaba todo el mundo, nos habrían matado a todos, pues nuestros enemigos estaban  muy enojados con nosotros. Habrían acabado con nosotros como aguas desbordadas que arrasan con todo a su paso, como aguas turbulentas que todo lo destruyen. ¡Alabemos a Dios que no dejó que esos malvados nos despedazaran con sus dientes!¡La trampa está hecha pedazos! ¡Hemos logrado escapar, como los pájaros! ¡El creador de cielo y tierra nos ayudó a escapar!

Los que confían en Dios son como el monte Sión, que nadie puede moverlo. ¡Permanecerán para siempre! Las montañas protegen a Jerusalén, y Dios protege a Israel ahora y siempre. No siempre los malvados reinarán sobre el pueblo de Dios, para que la gente buena no practique la maldad. Dios mío, trata bien a la gente de buen corazón pero deja que sean destruidos, junto con los malhechores, los que prefieren hacer lo malo. ¡Que haya paz en Israel!

Así pues, es conveniente que el ser humano esté apegado a la palabra de Dios para que las enseñanzas de Dios transforme la vida de cada persona y Que Dios les de un nuevo corazón que ame a Dios, pues sólo Dios protege pero es necesario que le busque y pida su ayuda .


Con Alta Estima,

martes, 22 de octubre de 2013

Confío en su Palabra…


Así pues, es esencial que el ser humano guarde la Palabra de Dios para que se mantenga limpio su corazón y cumpla su ley en la que Dios muestra su amor, bondad y misericordia y obedeciendo  sus enseñanzas estará sometido a Dios.

¡Dios mío, tú eres eterno y siempre fiel!. Mientras el cielo y la tierra existan, tu palabra permanecerá; ¡todo lo creado está a tu servicio! Si tu palabra no me hiciera tan feliz, ¡ya me hubiera muerto de tristeza! Jamás me olvido de tu palabra, pues ella me da vida. ¡Sálvame, pues soy tuyo y busco cumplir tus mandamientos! Hay malvados que quieren matarme, pero yo quiero entender tus enseñanzas. Todo en este mundo acabará; ¡sólo tú palabra no tiene fin! ¡Tanto amo tus enseñanzas que a todas horas medito en ellas! Siempre están conmigo, y me hacen aún más sabio que mis enemigos y mis maestros. Hasta entiendo mejor que los ancianos, porque las pongo en práctica. Me he apartado de todo mal camino porque quiero obedecer tu palabra. No me he apartado de tu enseñanza porque tú eres mi maestro. Me das tanta sabiduría que no soporto la mentira. ¡Tu palabra es para mí más dulce que la miel!

Tu palabra es una lámpara que alumbra mi camino. Cumpliré la promesa que te hice: obedeceré tus justos mandamientos. Dios mío ¡ya es mucho lo que he sufrido! Mi vida está siempre en peligro, pero olvido tus enseñanzas. Los malvados me ponen trampas, pero yo obedezco tus mandamientos. Recibe con agrado esta alabanza que te ofrezco, y enséñame tu palabra. Cumple tu promesa y dame ánimo. Tus enseñanzas son mías; ¡son la alegría de mi corazón! He decidido cumplirlas para siempre y hasta el fin. ¡Déjenme solo, gente malvada! ¡Los odio porque no son sinceros! Pero a ti, Dios mío, te amo y quiero seguir tus enseñanzas. Tú me das refugio y protección; tus promesas me llenan de esperanza. Dame fuerza y seguiré con vida, tal como lo has prometido; ¡no defraudes mi confianza! ¡Ayúdame y ponme a salvo para que obedezca tu palabra! A los malvados de este mundo que desprecian tus enseñanzas no los quieres tener cerca; los tratas como a basura. De nada les sirve hacer planes malvados; yo, en cambio, obedezco tu palabra. Tiemblo de miedo en tu presencia; ¡tu palabra me hace temblar!

Dios mío, ¡no me dejes caer en manos de mis enemigos! Yo hago lo que es bueno y justo, haz que siempre me vaya bien, y que no me molesten los orgullosos. La vista se me nubla esperando que cumplas tu promesa de venir a ayudarme. ¡Trátame con mucho amor, y enséñame tus mandamientos! Permíteme llegar a entenderlos, pues los quiero comprender. Dios mío, ya es hora de que actúes, pues nadie cumple tus mandatos. Prefiero tus mandamientos que tener muchas riquezas. Por eso los sigo y no soporto la mentira. ¡Tus enseñanzas son maravillosas! ¡Por eso las sigo fielmente! Cuando un maestro las explica, hasta la gente sencilla las entiende. Deseo conocer tus mandamientos; ¡me muero por entenderlos! Dios mío, ¡atiéndeme y tenme compasión como acostumbras hacerlo con todos los que te aman! Guíame, como lo has prometido; ¡yo quiero cumplir tus mandamientos! No dejes que me maltraten, ni me dejes caer en la maldad. Dame muestras de tu bondad y enséñame tus mandamientos. Me dan ganas de llorar cuando veo que nadie los cumple.

Dios mío, tú eres justo y juzgas con rectitud. Los mandamientos que nos diste son justos y dignos de confianza. Mis enemigos me humillan pero yo no olvido tus enseñanzas. Me muero de enojo porque ellos no las cumplen. En cambio, yo las amo, pues son puras como oro refinado. Tú siempre actúas con justicia, y tus enseñanzas son verdaderas. Cuando estoy afligido en problemas, tus mandamientos son mi alegría. Tus leyes son siempre justas; ¡dame entendimiento y vida! Dios mío, te llamo con todas mis fuerzas; ¡respóndeme , sálvame! ¡Quiero cumplir tus mandamientos! Muy temprano me levanto para pedirte que me ayudes, pues confío en tu palabra. Me paso la noche en vela meditando en ella. Dios mío, tú eres todo amor, ¡escúchame! Eres toda justicia, ¡dame vida! Cada vez siento más cerca a los que se han alejado de tus enseñanzas y procuran mi mal. Pero a ti, Dios mío, te siento cerca, y confío en tus mandamientos. Desde hace mucho tiempo conozco tu palabra; tú la estableciste para siempre.

¡Mira mi sufrimiento, y sálvame! ¡Yo no me olvido de tus enseñanzas! ¡Ponte de mi parte, y rescátame! ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! Dios mío, tú eres muy bueno; eres todo justicia. ¡Dame vida! Mis enemigos y perseguidores se cuentan por militares; ¡a esos malvados no los salvarás porque no siguen tus enseñanzas! No los soporto, porque no creen en tus promesas, pues yo siempre obedezco tu palabra. Dios mío, mira cuánto amo tus mandamientos; ¡por tu gran amor, ¡dame vida! Todas tus palabras se basan en la verdad; todas ellas son justas y permanecen para siempre.

Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen; sólo tiemblo ante tu palabra. ¡Ella me . hace más feliz que si encontrara un tesoro . Aborrezco la mentira, ¡no la soporto! Pero amo tus enseñanzas. Ellas son tan justas que no me canso de alabarte. Los que aman tu palabra disfrutan de mucha paz y no sufren ningún tropiezo. Dios mío, espero que me salves, pues amo tus mandamientos. Tú sabes que los cumplo de todo corazón. Dios mío, ¡acepta mi oración y mis ruegos! ¡Dame entendimiento, y sálvame, tal como lo has prometido! Yo te cantaré alabanzas porque me enseñas tu palabra. Alabaré tus promesas, pues todos tus mandamientos son justos. Ven y tiéndame la mano, pues he decidido obedecerte. Dios mío, ansioso espero que me salves; tus enseñanzas son mi alegría. Dame vida y te alabaré; ¡que tu palabra me sostenga! Ando como oveja perdida; ven a buscarme, pues te pertenezco y tengo presentes tus mandamientos.

Así puedes darte cuenta que no debes olvidar la Palabra de Dios y buscar su presencia para llevar en la mente sus enseñanzas y cumplir sus mandamientos. Pedirle a Dios que guíe tu camino y obedecer su voluntad, para lo que es necesario pedirle a Dios sabiduría para entender y obedecer sus estatutos.


Con Alta Estima

lunes, 21 de octubre de 2013

Estoy de paso en este mundo…


Sabes, es importante que a través de este Salmo pueda el ser humano medir su espiritualidad, por lo que es necesario obedecer y cumplir los mandamientos, y si este salmo te conmueve es porque el ser humano está buscando a Dios, vivir cada día bajo sus estatutos, mostrar una fe firme y convincente ante los demás por sus hechos.

Dios, tú bendices a los que van por buen camino, a los que de todo corazón siguen tus enseñanzas. Ellos no hacen nada malo; sólo a ti te obedecen. Tú has ordenado que tus mandamientos se cumplan al pie de la letra. Quiero corregir mi conducta y cumplir tus mandamientos. Si los cumplo, no tendré de qué avergonzarme. Si me enseñas tu palabra, te alabaré de todo corazón y seré obediente a tus mandatos. ¡No me abandones! Sólo obedeciendo tu palabra pueden los jóvenes corregir su vida. Yo te busco de todo corazón y llevo tu palabra en mí pensamiento. Manténme fiel  a tus enseñanzas para no pecar contra ti. ¡Bendito seas, mi Dios! ¡Enséñame a obedecer tus mandatos! Siempre estoy repitiendo las enseñanzas que nos diste. En ellas pongo toda mi atención, pues me hacen más feliz que todo el oro del mundo. Mi mayor placer son tus mandatos; jamás me olvido de ellos.

Yo estoy a tu servicio; trátame bien, y cumpliré sus órdenes. Estoy de paso en este mundo; dame a conocer tus mandamientos. ¡Ayúdame a entender tus enseñanzas maravillosas! Todo el día siento grandes deseos para conocerlas. ¡Qué lástima me dan los que no cumplen tus mandamientos! ¡Tú reprendes a esos orgullosos! No permitas que me desprecien pues siempre obedezco tus mandatos. Los poderosos hacen planes contra mí, pero yo sólo pienso en tus enseñanzas. Ellas me hacen feliz y me dan buenos consejos. Cumple tu promesa y dame ánimo, pues estoy muy decaído y el dolor me está matando. Yo te conté mi vida y tú me respondiste. ¡Enséñame a cumplir tus mandatos y a pensar sólo en tus maravillas! No me dejes decir mentiras; ¡por favor, enséñame tu palabra! Dios mío, no me hagas quedar mal, pues confío en tus mandamientos y he decidido obedecerlos. No me tardo en cumplirlos porque me ayudaste a entenderlos.

Dios mío, enséñame a cumplir tus mandamientos, pues obedecerlos me hace feliz; ¡los cumpliré toda mi vida! Aclara mi entendimiento, y los seguiré de todo corazón. Hazme pensar sólo en tu palabra, y no en las ganancias egoístas. No me dejes seguir a dioses falsos, pues quiero adorarte sólo a ti. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! Lo que más deseo es tu palabra. Me asusta pensar que mis enemigos me desprecien. Pónme a salvo y dame ánimo, pues tú eres un juez justo. Dios mío, muéstrame tu amor y sálvame, tal como lo has prometido. Así podré responder a mis enemigos. Permíteme hablar con la verdad, pues confío en tu palabra.
Puedo andar con toda libertad porque sigo tus enseñanzas, y siempre las cumpliré. En la presencia de reyes podré hablar de tus mandamientos y no sentirme avergonzado. Yo amo y deseo tu palabra pues me llena de alegría. Tus promesas me dan esperanza; ¡No te olvides de ellas! Tus promesas me dan vida; me consuelan en mi dolor. Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna, pues ella me da consuelo. Los orgullosos me ofenden; me molesta saber que esos malvados no siguen tus enseñanzas. Pero yo las cumplo sin falta. Poco tiempo estaré en este mundo, pero siempre diré que es buena tu enseñanza. Dios mío, por las noches pronuncio tu nombre; quiero seguir tus enseñanzas, pues es lo que me corresponde.

Dios mío, tú eres todo lo que tengo; de todo corazón quiero obedecerte y agradarte. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! No dejaré pasar más tiempo: me he puesto a pensar en mi conducta, y he decidido seguir tus mandamientos. Los malvados quieren atraparme, pero yo no descuido tus enseñanzas. A medianoche me levanto y te alabo porque tus sentencias son justas. Soy amigo de los que te adoran y de los que te obedecen. Dios mío, tu amor llena toda la tierra; ¡enséñame tus mandamientos! Dios mío ¡trátame bien, tal como lo has prometido! Yo creo en tu palabra. ¡Dame más sabiduría e inteligencia! Antes de que me castigaras, estuve alejado de ti, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame a obedecer tus mandamientos. Los orgullosos hablan mal de mí; son gente que no tiene sentimientos. Pero yo sigo tus enseñanzas. Para mí, ellas son de más valor que el oro y la plata. Tú me hiciste con tus propias manos; ¡hazme obedecer tus mandamientos! Los que te adoran se alegran al verme, pues confío en tu palabra. Dios mío, yo sé que tus mandatos son justos, y merezco que me castigues. Ven con tu amor a darme ánimo, pues soy feliz con tus enseñanzas. Yo medito en ellas, así que cumple tu promesa. Avergüenza a esos orgullosos que sin motivo me hacen daño. Haz que se junten conmigo todos los que te adoran, para que conozcan tus mandamientos. Hazme entender tus enseñanzas, para que yo no pase vergüenza.

La vida se me escapa, la vista se me nubla, esperando que cumplas tu promesa de venir a salvarme, pues yo confío en tu palabra. Aunque yo estoy viejo y arrugado, no me olvido de tu palabra. Esos orgullosos y embusteros que no siguen tus enseñanzas, me ponen trampas ¡Cuándo vas a castigarlos? Casi han acabado conmigo, pero yo obedezco tus mandamientos porque son la verdad. ¡Dame tu ayuda! ¡Dame ánimo y te obedeceré, pues tú eres un Dios de amor!
Salmo 119 (I Parte)

¡Animo! Que el ser humano no olvide la Palabra de Dios, que siempre la tenga en su pensamiento pues Dios siempre le ayudará pero es esencial la obediencia al Dios Altísimo por su gran amor a la humanidad pero el hombre esté alineado a sus estatutos, que son la única verdad.


Con Alta Estima,

sábado, 19 de octubre de 2013

Nadie pueda hacerme daño…


Sabes, es importante que el ser humano tenga devoción al Dios Altísimo siendo esencial la obediencia a su ley y que su vida sea gobernada por Dios para que su presencia  esté en la vida de cada persona, pero para ello debe darse una transformación interior, un corazón nuevo para que cambie su actuar pues sólo el poder de Dios puede lograr esa diferencia  en su manera de vivir.

Desde que los israelitas salieron de Egipto, de ese país extranjero, Judá llegó a ser el lugar donde Dios puso su templo. La tierra de Israel llegó a ser su dominio. Al ver a los israelitas, el mar les abrió paso y el río Jordán dejó de correr; las montañas y las colinas saltaron como corderos. ¡Qué te pasó, mar? ¿Por qué les abriste paso’ ¿Qué te paso, río Jordán? ¿Por qué dejaste de correr? Y ustedes, montañas y colinas, ¿Por qué saltaron como corderos? Tierra, ¡ponte a temblar en presencia de nuestro Dios! El convirtió la roca en manantial. ¡El es el Dios de Israel!

Tú mereces alabanzas, Dios nuestro, y no nosotros; tú mereces alabanzas por tu amor y tu fidelidad. Las otras naciones preguntan en son de burla; ¿Qué pasó con su Dios? ¡Pero tú estás en el cielo, y haces todo lo que quieres! Los ídolos de esas naciones son objetos de oro y plata; ¡son hechura humana! ¿Y qué es lo que  tienen? Una boca que no habla, y ojos que no ven; orejas que no oyen, y narices que no huelen; manos que no tocan, y pies que no andan; garganta tienen, ¡pero no emiten, ningún sonido! Iguales a esos ídolos son quienes los hacen y quienes confían en ellos. Israelitas, pongan su confianza en Dios; ¡él nos ayuda y nos protege! Y ustedes, que adoran a Dios, pongan en él su confianza; ¡él nos ayuda y nos protege!

Dios se acuerda de nosotros y nos llena de bendiciones; Bendice a los israelitas, bendice a los sacerdotes, y bendice a quienes lo adoran, sean o no gente importante. ¡Que Dios añada bendiciones sobre ustedes y sobre sus hijos! ¡Que los bendiga Dios, creador del cielo y de la tierra! Los cielos son de Dios, y a nosotros nos confió la tierra. Los muertos ya han bajado al mundo del silencio y no pueden alabar a Dios; ¡nos toca a nosotros alabarlo desde ahora y para siempre!¡Alabemos a nuestro Dios!

Yo amo a mi Dios porque él escucha mis ruegos. Toda mi vida oraré a él porque me escucha. La muerte me tenía atrapado; me dominaba el miedo de morir. ¡Sentí una angustia terrible! Entonces le rogué a Dios que me salvara la vida. Mi Dios es justo y compasivo; es un Dios tierno y cariñoso que protege a los indefensos. Yo no tenía quien me defendiera, y él vino en mi ayuda. Dios mío, tú has sido bueno conmigo; ya puedo dormir tranquilo. Me libraste de la muerte, me secaste las lágrimas, y no me dejaste caer. Mientras tenga yo vida, siempre te obedeceré. Confío en ti, mi Dios, aunque reconozco que estoy muy afligido. Demasiado pronto he dicho que no hay nadie en quien confiar.

¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades? Mostrándome agradecido y orando en tu nombre, y cumpliéndote mis promesas en presencia de tu pueblo. Dios nuestro, a ti te duele ver morir a la gente que te ama. ¡Líbrame de la muerte, pues estoy a tu servicio! Llevaré hasta tu altar una ofrenda de gratitud, y oraré en tu nombre. En los patios de tu templo, en el centro de Jerusalén, y en presencia de todo tu pueblo, te cumpliré mis promesas. ¡Alabemos a nuestro Dios!

Naciones todas, pueblos todos, ¡alaben a Dios! ¡Porque él es un Dios fiel, y nunca deja de amarnos! ¡Alabemos siempre a nuestro Dios!

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡El nunca deja de amarnos! Que lo repitan los israelitas: ¡Dios nunca deja de amarnos! Que lo repitan los sacerdotes: ¡Dios nunca deja de amarnos! Perdida ya toda esperanza, llamé a mi Dios, y él me respondió; ¡me liberó de la angustia! Dios está conmigo: no tengo miedo. Nadie puede hacerme daño, Dios está conmigo y me brinda su ayuda. ¡Estoy seguro de ver la derrota de los que me odian!

Vale más confiar en Dios que confiar en gente importante. Todas las naciones me rodearon; me rodearon por completo, pero Dios me ayudó a derrotarlas. Me rodearon como avispas, pero ardieron en el fuego como espinas; ¡Dios me ayudó a derrotarlas! Me empujaron con violencia para hacerme tropezar, pero Dios vino en mi ayuda. Dios me da fuerzas, Dios inspira mi canto; ¡Dios es mi salvador! Los justos, en sus casas, repiten este grito de alegría: ¡Dios con su poder ha alcanzado la victoria! ¡Alabemos su poder! Aún no quiero morir. Quiero vivir y seguir hablando de lo que Dios ha hecho. El me castigó con dureza, pero no me entregó a la muerte.

¡Abránme paso, puertas del templo de Dios! Por ustedes sólo pasan los que Dios considera justos. ¡Abránme paso, que quiero darle gracias a Dios! ¡Gracias, Dios mío, porque me respondiste y me salvaste! La piedra que rechazaron los constructores del templo es ahora la piedra principal. Esto nos deja maravillados, pues Dios es quien lo hizo. Hagamos fiesta en este día, porque en un día como éste Dios actuó en nuestro favor. Dios, Dios mío, ¡danos tu salvación! ¡concédenos tu victoria!¡Bendito el rey que viene en el nombre de Dios! Desde su templo los bendecimos a todos ustedes. Dios es nuestra luz. ¡Llevemos flores al altar y acompañemos al pueblo de Dios! Tú eres mi Dios; por eso te doy gracias y alabo tu grandeza. ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡El nunca deja de amarnos!

Así pues, el hombre debe confiar en Dios, invocar su nombre y estar apegado a su Palabra para que sea bendecido y todo le vaya bien pues el  amor de Dios es grande y misericordioso.


Con Alta Estima,

viernes, 18 de octubre de 2013

Podemos confiar en sus mandatos…


El principio de la sabiduría es el temor de Dios, por eso es importante que el ser humano obedezca y cumpla sus mandamientos demostrándole al Señor ese buen entendimiento para que El esté contento y de esa forma le alabamos  a El.

Mi Dios le dijo a mi señor el rey: Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos. ¡Que Dios te permita derrotar a tus enemigos, y extienda desde Jerusalén el poder de tu reinado! ¡Que tus soldados te juren lealtad sobre los cerros de Dios en el día de la batalla! Cuando salga el sol, se renovarán tus fuerzas. Dios ha hecho un juramento, y lo cumplirá: Tú eres sacerdote para siempre, como lo fue Melquisedec. Mi Dios está a tu derecha, y siempre te ayudará. Cuando manifieste su enojo, aplastará a reyes y gobernantes, juzgará naciones, y por toda la tierra amontonará cadáveres. Junto al camino, el rey apagará su sed con el agua de un arroyo, y así recobrará las fuerzas.

¡Alabemos a nuestro Dios! Ustedes, la gente honrada, únanse a mí para alabar a Dios de todo corazón. ¡Grandes son las maravillas que Dios ha realizado! Grande es la alegría de los que se admiran al verlas. En todo lo que hace puede verse el esplendor y la grandeza que merece nuestro Dios y rey; su justicia es siempre la misma. Dios es muy tierno y bondadoso, y hace que sus maravillas sean siempre recordadas. Dios da de comer al pueblo que lo adora, y jamás se olvida de su pacto. Da a conocer a su pueblo sus actos poderosos, y le da en posesión los territorios de otras naciones. La ley de nuestro Dios es verdadera; podemos confiar en sus mandatos, pues tienen valor permanente; nacen de la verdad y de la rectitud. Dios dio libertad a su pueblo; así afirmó su pacto eterno, ¡Imponente es el Dios de Israel; el único Dios! Si alguien quiere se sabio, que empiece por obedecer a Dios. Quienes lo hacen así, demuestran inteligencia. ¡Dios merece ser siempre alabado!

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Dios bendice a quienes lo adoran y gozan cumpliendo sus mandamientos! Los hijos de la gente honrada dominarán el país y serán siempre bendecidos. Tendrán en su casa muchas riquezas, y siempre triunfarán en todo. Como son bondadosos, justos y compasivos, guiarán a la gente honrada como una luz en la oscuridad. La gente buena es generosa; presta a quienes le piden, y maneja bien sus negocios. La gente buena jamás fracasa; siempre se le recuerda con cariño. Nunca le asalta el temor de recibir malas noticias pues confía en Dios de todo corazón. No tiene por qué preocuparse, ni por qué sentir miedo; hasta mira con aire de triunfo a todos sus enemigos. Siempre que ayuda  a los pobres, lo hace con generosidad; en todo sale triunfante, y levanta la cabeza con orgullo. Cuando los malvados ven esto se enojan y rechinan los dientes, pero acaban por perderse. ¡Los planes de los malvados siempre fracasan!

¡Alabemos a nuestro Dios! Ustedes, los que obedecen a Dios, ¡alábenlo! ¡Sea siempre bendito nuestro Dios! ¡Alábenlo a todas horas! ¡Alábenlo ahora y siempre! Dios reina en las alturas, y desde allí contempla los cielos y la tierra. Dios gobierna  con poder sobre todas las naciones. ¡No hay nada que se compare con nuestro Dios! A la gente pobre y humilde la saca de la miseria, y le da un sitio de honor entre la gente importante. A la mujer que no tiene hijos, le concede dos alegrías:¡llegar a ser madre, y tener un hogar!

Sabes,  el ser humano debe confiar en Dios y en su ley pues es vigente hoy y siempre, su valor es permanente y al obedecerla sus descendencias será poderosa en la tierra pues Dios bendice las generaciones que se conducen con rectitud.


Con Alta Estima,

jueves, 17 de octubre de 2013

Danos tu ayuda contra el adversario…


Es necesario que el corazón del hombre esté dispuesto a dar gracias a Dios por lo que El provee y orar por tu país donde vives, por sus gobernantes, por su gente, y, que al orar lo haga con devoción y fervor pues de esa manera honras a Dios, y así podrás ver su misericordia que es infinita.

Dios mío, mi corazón está dispuesto a cantarte himnos. ¡Voy a despertarme! ¡Despertaré al arpa y a la lira! ¡Despertaré al nuevo día! Dios mío, yo te alabaré entre los pueblos; te cantaré himnos entre las naciones. Tan grande y constante es tu amor que llega hasta los cielos. Tú, mi Dios, sobrepasas los cielos; ¡eres tan grande que cubres toda la tierra! ¡Nosotros te somos fieles: ¡respóndenos! ¡Sálvanos con tu poder! Así este pueblo que amas quedará a salvo. Desde tu templo has declarado: Cuando yo triunfe, repartiré entre mi pueblo las tierras de Siquem y las del valle de Sucot. Las tierras de Galaad son mías; al norte están las tribus de José para proteger a mi pueblo, y en Judá he puesto al rey. Los de Moab son mis esclavos, Edom es mi propiedad y en territorio filisteo lanzo gritos de victoria.

¿Quién quiere llevarme hasta la ciudad con muros? ¿Quién quiere enseñarme el camino que lleva a Edom? ¡Tú, Dios mío, te has alejado de nosotros y ya no sales a pelear al frente de nuestros ejércitos! La ayuda humana resulta inútil; ¡ayúdanos a vencer al enemigo! Dios nuestro, tú los vencerás; ¡con tu ayuda saldremos victoriosos!

Dios mío, yo te alabo; ¡no te quedes callado! Hay un mentiroso y un malvado que miente acerca de mí. Tanto odio me tiene que me ataca sin razón; ¡me tiene acorralado! Habla mal de mí, a pesar de que lo amo y hago oración por él. Me odia, me trata mal, a pesar de que lo amo y lo trato bien. Dios mío, ¡págale con la misma moneda! ¡Haz que lo acuse su propio abogado! ¡Haz que lo declare culpable el juez que le dicte sentencia! ¡Haz que lo condenen sus propias mentiras! ¡Quítale la vida antes de tiempo, y que otro haga su trabajo! ¡Que se queden huérfanos sus hijos! ¡Que deje viuda a su esposa! Convierte a sus hijos en vagos y limosneros; ¡haz que los echen de esas ruinas donde viven! ¡Que les quiten  todo lo que tienen los que antes les prestaban dinero! ¡Que a esos huérfanos nadie los trate con cariño ni les tenga compasión! ¡Haz que sus descendientes  pronto desaparezcan! ¡Haz que en el futuro nadie recuerde que existieron! Dios mío, no te olvides nunca de la maldad de su padre ni del pecado de su madre, y que nadie recuerde que existieron.
No pierdas de vista a mi enemigo, pues jamás se le ocurrió ser bondadoso con nadie; persiguió a los pobres, a los humildes y necesitados, hasta quitarles la vida. Ya que le encantaba maldecir, ¡que le caiga una maldición! Ya que no le gustaba bendecir, ¡que nadie lo bendiga! ¡Castígalo donde más le duela! ¡Que esa maldición lo cubre como un manto! ¡Que lo apriete hasta ahogarlo! Dios mío, ¡trata así al que me acuse, y al que mienta contra mí! Pero a mí, trátame bien; tú eres un Dios bondadoso ¡Sálvame, por tu gran bondad! Yo soy pobre y humilde, y es muy grande mi dolor. Poco a poco me voy debilitando como las sombras de la noche; ¡hasta parezco una mariposa sacudida por el viento! Ya casi no como; tan flaco estoy que me tiemblan las rodillas. Cuando la gente me ve, se ríe y se burla de mí.

Dios mío, ¡ayúdame! Por tu gran amor, ¡sálvame! Que sepan que esto me sucede porque tú así lo has querido. Pero si tú me bendices, no me importa que me maldigan. Mis enemigos están listos para atacarme, pero tú los pondrás en vergüenza y a mí me llenarás de alegría. Dios mío, cubre a mis acusadores de vergüenza y deshonra. Yo te daré gracias con el gran pueblo que te alaba, porque tú defiendes a los pobres y los salvas de los malvados que los condenan a muerte.

Sabes, buscar a Dios en oración y pedirle por los que hacen mal pues es esencial para  que el ser humano sea ayudado pues sólo Dios conoce sus necesidades y al depender de él mantiene una relación estrecha con él y Dios le bendecirá siempre y prosperará en su vida.


Con Alta Estima,

miércoles, 16 de octubre de 2013

Cuando Dios da una orden…


Así pues Dios sabe quién le obedece, por lo que el hombre se puede dar cuenta de cuán importante es no trasgredir su ley, aunque El es un Dios de amor, grande en misericordia El desea que lo aceptes en tu corazón y te arrepientas pues muestra su bondad al ser humano liberándolo de sus pecados. El provee todas las necesidades del ser humano tanto materiales como espirituales pues da esperanza y consuelo al afligido, pero es necesario tener una relación estrecha, una comunión íntima con el Dios Altísimo y así poder recobrar el bienestar que sólo Dios con su poder te puede otorgar, pues sólo El cambia la situación de unos y otros ya que conoce y maneja al hombre así como el alfarero moldea sus vasijas de barro.

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡démosle gracias, porque él es bueno! ¡Dios nunca deja de amarnos! ¡Digámoslo nosotros, pues él nos liberó del poder de los egipcios! Digámoslo nosotros, que somos su pueblo, pueblo que él reunió de países del norte y del sur, del este y del oeste. Nuestros abuelos andaban sin rumbo y por lugares desiertos; no encontraban el camino que los llevara a un lugar habitado. Tenían hambre y sed, y habían perdido la esperanza de quedar con vida. Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los libró de su aflicción. Los puso en el camino correcto que los llevaría a un lugar habitado.

¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho a favor nuestro! ¡Dios calma la sed del sediento, y el hambre del hambriento! Nuestros abuelos estaban afligidos, vivían en la esclavitud y no sabían qué hacer ni a dónde ir, pues no tomaron en cuenta los consejos del Dios altísimo y se rebelaron contra él. Por eso Dios los castigó con los trabajos más pesados; tropezaban, y nadie los levantaba. Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los salvó de su aflicción, les mostró el camino a seguir y los libró de su esclavitud. ¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho a favor nuestro! ¡Hizo pedazos las puertas de bronce y las barras de hierro que nos tenía prisioneros!

Nuestros abuelos fueron tan rebeldes que se portaron como unos tontos; sufrieron mucho por su maldad. ¡Tan enfermos se pusieron que al ver la comida vomitaban! Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los salvó de su aflicción; con sólo una orden los sanó. ¡Así los salvó de la muerte! ¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho a favor nuestro! ¡Démosle muestras de gratitud, y presentémosle ofrendas! ¡Anunciemos entre gritos de alegría las maravillas que ha hecho! Nuestros abuelos compraron barcos y se ganaron la vida comerciando en otros países. En alta mar presenciaron la acción maravillosa de nuestro Dios: Dios dio una orden, y vino un fuerte viento que levantaba grandes olas. Cuando se vieron en peligro, los marineros perdieron el valor, eran lanzados de arriba abajo, y de nada les servía ser marineros expertos, pues se tropezaban y caían como estuvieran borrachos. Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los sacó de su aflicción; calmó la furia de la tormenta, y aplacó las olas del mar. Cuando se calmó la tormenta, ellos se pusieron muy contentos y Dios los llevó a su destino.

¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho a favor nuestro! ¡Que lo alaben todo el pueblo y sus gobernantes! Dios convirtió en desiertos los ríos y los manantiales, pero a la tierra fértil la convirtió en tierra inútil, porque los que allí vivían eran gente muy malvada; en cambio, al desierto lo convirtió en tierra fértil, rodeada de lagunas y manantiales. Al pueblo que había pasado hambre, lo dejó vivir allí, y ellos construyeron grandes ciudades, sembraron campos, plantaron viñedos, y tuvieron muy buenas cosechas. Dios les dio su bendición, y ellos tuvieron muchos hijos y sus ganados se multiplicaron.
Tiempo después, los malvados los humillaron y los hicieron sufrir; hasta que sólo unos pocos quedaron con vida. Pero Dios castigó a esos malvados y los hizo perderse por desiertos sin caminos. A la gente pobre Dios la saca de su aflicción y hace que sus familias aumenten como sus rebaños. Cuando la gente honrada ve esto, se llena de alegría; pero los malvados se quedan callados. Tomen esto en cuenta los sabios, y pónganse a meditar en lo mucho que Dios nos ama.

Por lo que sería conveniente reflexionar como obra el poder de Dios, dar gracias por todo lo que hace por los seres humanos y pedirle su  bendición.


Con Alta Estima,

martes, 15 de octubre de 2013

Acuérdate de mí...


Sabes, si quieres ser parte del pueblo de Dios, tienes que mantener buenos principios, alejarte del mal. El ser humano debe confiar en él y pedirle que muestre su bondad pues él cumple sus promesas, ya que nunca deja de amarte.

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡Dios nunca deja de amarnos! ¡Nadie es capaz de describir los milagros que Dios ha hecho! ¡Nadie puede alabarlo como él se lo merece! ¡Dios bendice a los que son justos y aman la justicia! Dios, acuérdate de mí cuando muestres tu bondad a tu pueblo; tómame en cuenta cuando vengas a salvarnos. Permíteme cantarte alabanzas en compañía de tu pueblo elegido¸ ¡permíteme disfrutar de su bienestar y alegría! Nosotros hemos pecado, hemos hecho lo malo; hemos sido muy malvados, como nuestros padres y abuelos. Cuando ellos estaban en Egipto, no tomaron en cuenta tus grandes hechos; no tuvieron presente tu gran amor, y a la orilla del Mar de los Juncos se rebelaron contra ti. Pero tú los salvaste para que vieran tu gran poder y te alabaran. El Mar de los Juncos quedó en seco cuando oyó tu reprensión; tú hiciste que nuestros abuelos cruzaran el fondo del mar como si cruzaran el desierto. Sus enemigos los odiaban, pero murieron ahogados en el mar. Tú los libraste de ellos; ¡ningún egipcio quedó con vida! Entonces nuestros padres creyeron en tus promesas y te cantaron alabanzas, pero al poco tiempo se olvidaron de tus hechos y no esperaron a conocer los planes que tenías. Eran tantas sus ganas de comer que allí, en pleno desierto, te pusieron a prueba y te exigieron comida. Y tú los complaciste, pero también les enviaste una enfermedad mortal.

Cuando estaban en el desierto, los que seguían a Datán y a Abiram sintieron envidia de Moisés, y también sintieron celos de Aarón, a quien tú habías elegido; pero se abrió la tierra y se tragó a todos los rebeldes; ¡llamas de fuego cayeron sobre esa pandilla de malvados! Nuestros abuelos llegaron al monte Horeb, y allí hicieron un ídolo; ¡adoraron un toro de metal! Dejaron de adorar a Dios, que era su motivo de orgullo, para adorar  la imagen de un toro. Dios hizo grandes maravillas frente al Mar de los Juncos: ¡los salvó de los egipcios! Pero ellos se olvidaron de él, y tan enojado se puso Dios que quiso destruirlos. Moisés su elegido, intervino a favor de ellos y calmó el enojo de Dios para que nos destruyera.

Pero ellos rechazaron la tierra que Dios les dio y no confiaron en sus promesas. Dentro de sus casas hablaron mal de su Dios y no quisieron obedecerlo. Dios les advirtió que los dejaría morir en el desierto, y que a sus descendientes  también los haría morir, o que los dispersaría por todos los pueblos y países. Pero ellos prefirieron adorar al Dios Baal de la ciudad de Pegor, y comieron de las ofrendas que se hacen a dioses muertos. Con esas malas acciones hicieron enojar a Dios, y él les mandó un terrible castigo. Pero un hombre llamado Finees intervino a favor de ellos y logró que Dios no los castigara. Por eso Finees será siempre recordado por este acto de justicia.

Junto a las aguas de Meribá los israelitas hicieron enojar a Dios, y por culpa de ellos le fue muy mal a Moisés; tanto le amargaron el ánimo que Moisés no midió sus palabras. Dios le había ordenado destruir a los otros pueblos, pero ellos no lo obedecieron. ¡Todo lo contrario! Se mezclaron con ellos y siguieron sus costumbres; adoraron a sus ídolos  y se volvieron sus seguidores. ¡Mancharon la tierra  al derramar sangre inocente!¡Entregaron a sus hijos y a sus hijas como ofrenda a esos demonios! Al cometer tales acciones, se corrompieron a sí mismos y resultaron culpables.

Dios se enojó mucho con ellos y acabó por aborrecerlos. Por eso los dejó caer en poder de sus enemigos para que los humillaran y los maltrataran. Muchas veces Dios los liberó; pero ellos, siempre rebeldes, insistieron en seguir pecando. Dios los vio tan angustiados y los escuchó quejarse tanto, que cambió de parecer. Su amor lo hizo acordarse de su pacto con los israelitas, e hizo que sus enemigos les tuvieran compasión.

Dios nuestro, ¡sálvanos! ¡Permítenos volver a nuestra tierra, para que te demos gracias y te alabemos como nuestro Dios! ¡Bendito sea ahora y siempre el Dios de Israel! ¡Que diga el pueblo de Dios: Así sea! ¡Alabemos a nuestro Dios!

Como puedes darte cuenta el poder de Dios es inmenso, sólo El puede convertir el corazón de piedra en corazón de carne, pero algo importante es que el ser humano no se aleje de El, que no lo condiciones, sino que lo alabes como tu único Dios.


Con Alta Estima,

lunes, 14 de octubre de 2013

Respetar y practicar sus mandamientos…


Como puedes darte cuenta este salmo se compuso después de la cautividad pues se observa el cuidado que Dios tuvo con su pueblo. Por lo que el ser humano debe alegrarse de todo corazón porque es grande y poderoso, y siempre deberá glorificarlo, dar gracias pues de él dependemos, hablar de sus maravillas, de todos los milagros que ha realizado. Que cada persona se acerque a Dios y procure agradarle siempre.

¡Demos gracias a nuestro Dios! ¡Demos a conocer entre las naciones todo lo que él ha hecho! ¡Cantémosle himnos! ¡Demos a conocer  sus grandes milagros! ¡Digamos con orgullo que no hay otro Dios aparte del nuestro! ¡Alegrémonos de corazón todos los que adoramos a Dios! Acerquémonos a nuestro poderoso Dios y procuremos agradarle siempre. Hagamos memoria de las maravillas que nuestro Dios  ha realizado; recordemos  sus milagros y los mandamientos que nos dio. Somos los descendientes de Abraham y de Jacob; somos el pueblo elegido de Dios y estamos a su servicio; por lo tanto, ¡escúchenme! Pertenecemos a nuestro Dios; su palabra llena la tierra. El no ha olvidado su pacto ni las promesas que nos hizo. Hizo el pacto con Abraham, y se lo confirmó a Isaac. Con Israel lo estableció como un pacto para toda la vida, y le dijo: Yo te daré Canaán. Es la tierra que te ha tocado.

Nosotros no éramos muchos, ¡éramos gente si patria! ¡Todo el tiempo andábamos de país en país y de reino en reino! Pero Dios jamás permitió que nadie nos molestara, y les advirtió a los reyes: No se metan con mi pueblo elegido; no les hagan daño a mis profetas. En Canaán hubo mucha hambre, pues Dios destruyó todos los trigales. Pero él ya había dispuesto que nos salvara José, a quien antes sus hermanos habían vendido como esclavo. Los egipcios humillaron a José y lo tuvieron encarcelado, hasta el día en que se cumplió lo que él ya había anunciado: ¡ese día Dios dejó en claro que José había dicho la verdad! Entonces el rey de Egipto, que gobernaba a muchos pueblos, ordenó que liberaran a José, y fue puesto en libertad. El rey le dio autoridad sobre todo su pueblo y sobre todas sus posesiones. José se dedicó a enseñar a los consejeros y ayudantes del rey, y a compartir con ellos su sabiduría.

Nuestros abuelos fueron a Egipto, y allí les permitieron vivir. Dios hizo que aumentara nuestro pueblo, y lo hizo más fuerte que sus enemigos. Por eso los egipcios  nos odiaron y maltrataron. Dios envió entonces a Moisés y a Aarón, sus ayudantes favoritos, y allí en Egipto ellos hicieron grandes milagros. Dios envió sobre el país una gran oscuridad, pero los egipcios no hicieron caso de esta señal maravillosa. Dios convirtió en sangre los ríos de Egipto, y así mató a sus peces. Todo Egipto se llenó de ranas; ¡había ranas hasta en el palacio! Dios dio una orden, y todo el país se llenó de moscas y de mosquitos. En vez de lluvia, Dios mandó granizó, y con sus relámpagos le prendió fuego al país. Por todo Egipto Dios derribó viñas e higueras; ¡hizo astillas los árboles! A una orden suya, vino una plaga de saltamontes que acabó con los frutos del campo, y todo lo verde quedó en seco.

Dios hirió de muerte a los mejores jóvenes egipcios; ¡en todo el país murió el hijo mayor de cada familia! En cambio, a nuestros abuelos los hizo salir de Egipto cargados de plata y de oro, sin que nada se los impidiera. Cuando ellos salieron de Egipto los egipcios se alegraron, pues les tenían mucho miedo. A nuestros abuelos Dios los protegió con una nube, y de noche los alumbró con fuego. Ellos pidieron comida, y Dios envió codornices; ¡calmó su hambre con pan del cielo! Partió una piedra en dos, y brotó agua como un río que corrió por el desierto. Dios nunca se olvidó de la promesa que él mismo le hizo a Abraham, su servidor.

Entre cantos y gritos de alegría nuestro Dios sacó de Egipto a su pueblo elegido, para darle como propiedad las tierras de otros pueblos. ¡Nuestros abuelos se adueñaron de las tierras cultivadas por otros! Pero Dios les puso como condición que respetaran y practicaran sus mandamientos y sus leyes. ¡Alabemos a nuestro Dios!

Sería grandioso, que la fuerza del espíritu Santo obre en cada ser humano para que su corazón sea
Limpio y no se aparte del camino recto pues al buscar a Dios sabe que ha ido por el buen camino.


Con Alta Estima,

sábado, 12 de octubre de 2013

Tú eres nuestra mayor alegría…


Como puedes darte cuenta, el salmista fija su mirada en la gloria de Dios, que a través de la fe de cada persona evidencia de las cosas invisibles que no puedes ver pero que por obedecer a Dios vives una vida diferente y sobrenatural y puedas brillar ante los demás. Sabes, es importante  no rebasar sus límites permitidos, para que él reine  en la vida de cada ser humano, que establezca tu Reino, pues tú Dios mío eres extraordinariamente grande.  

Alabemos a nuestro Dios, con todas nuestras fuerzas! Dios mío tú eres un Dios grandioso cubierto de esplendor y majestad y envuelto en un manto de luz. Extendiste los cielos como una cortina y sobre las aguas del cielo pusiste tu habitación. Las nueves son tus carros de combate; ¡viajas sobre las alas del viento! Los vientos son tus mensajeros; los relámpagos están a tu servicio. Afirmaste la tierra sobre sus bases, y de allí jamás se moverá. Cubriste la tierra con el agua del mar; ¡cubriste por completo la cumbre de los cerros! Pero lo reprendiste, y el mar se retiró; al oír tu voz de trueno, el mar se dio a la fuga. Las aguas subieron a los cerros, y bajaron a los valles, hasta llegar al lugar que les habías señalado. Tú les pusiste límites que jamás deben rebasar, para que nunca más vuelvan a inundar la tierra.

Dios mío, tú dejas que los arroyos corran entre los cerros, y que llenen los ríos; en sus aguas apagan su sed las bestias del campo y los burros salvajes; en las ramas cercanas las  aves del cielo ponen su nido y dejan oír su canto. Dios mío, tú, con tu lluvia, riegas desde el cielo las montañas; tu bondad  satisface a la tierra. Tú haces crecer la hierba para que coma el ganado; también haces crecer las plantas para el bien de toda la gente: el pan, que da fuerzas, el vino, que da alegría, y el perfume, que da belleza. Los cedros del Líbano, árboles que tú mismo plantaste, tienen agua en abundancia. En ellos anidan las aves; en sus ramas habitan las cigüeñas. En las montañas más altas viven las cabras monteses, y entre las rocas se refugian los conejos.
Tú hiciste la luna para medir los meses y le enseñaste al sol a qué hora  debe ocultarse. En cuanto el sol se pone, llega la oscuridad. En la hora en que rondan todos los animales del bosque. A esta hora rugen los leones, y te reclaman su comida. Pero en cuanto sale el sol corren de nuevo a sus cuevas, y allí se quedan dormidos. Entonces nos levantamos para hacer nuestro trabajo, hasta que llega la noche. Dios nuestro, tú has hecho muchas cosas, y todas las hiciste con sabiduría. ¡La tierra entera está llena con todo lo que hiciste! 

Allí está el ancho mar, con sus grandes olas; en él hay muchos animales, grandes y pequeños; ¡es imposible contarlos! Allí navegan los barcos y vive el monstruo del mar, con el que te diviertes. Todos estos animales dependen de ti, y esperan que llegue la hora en que tú lo alimentes. Tú les das, y ellos reciben; abres la mano, y comen de lo mejor. Si les das la espalda, se llenan de miedo; si les quitas el aliento, mueren y se vuelven polvo; pero envías tu espíritu y todo en la tierra cobra nueva vida.

Dios nuestro, ¡que tu poder dure para siempre! ¡qué todo lo que creaste sea para ti fuente de alegría! Cuando miras la tierra, ella se pone a temblar; cuando tocas los cerros, ellos echan humo. Que los pecadores desaparezcan de la tierra, y que los malvados dejen de existir. Dios nuestro, ¡mientras tengamos vida te alabamos y te cantaremos himnos! Recibe con agrado nuestros pensamientos; ¡tú eres nuestra mayor alegría! ¡Alabemos a nuestro Dios, con todas nuestras fuerzas! ¡Sí, alabemos a nuestro Dios!

Que los pensamientos de cada persona sean limpios y que tu presencia esté en cada corazón para alabarte y cantarte himnos.


Con Alta Estima,

viernes, 11 de octubre de 2013

Se compadece de los que le temen...


Sabes, para que el ser humano reciba bendiciones de Dios, es necesario que se aparte del mal siendo importante como lo dice el Salmista exaltar a Dios y pedir su misericordia, para que cada persona sea renovada y cambie su manera de vivir, que haga oración diaria para mantener una estrecha relación con Dios y él responda a tu petición, para que seas restaurado y que recuperes la esencia de tu ser interior, y que puedas ser luz para otros.

Dios mío, tú eres justo y fiel; por eso quiero cantarte himnos. ¿Cuándo vendrás a visitarme? Quiero vivir una vida correcta y demostrar en mi propio palacio que no guardo malos pensamientos. No quiero poner los ojos en la maldad que me rodea. No quiero nada con los desobedientes. ¡Odio todo lo que hacen! Me alejaré de los malos pensamientos y no participaré en nada malo. Destruiré por completo al que hable mal de su amigo; no soportaré a mi lado al que se crea más importante y más inteligente que los demás. Pero si me juntaré con la gente obediente de este país; sólo estará a mi servicio quien lleve una vida correcta. ¡Ningún mentiroso podrá vivir bajo mi techo!¡Ningún hipócrita podrá estar en mi presencia! ¡Arrojaré de la ciudad de Dios a todos los malhechores! ¡No pasará un solo día sin que yo destruya a todos los malvados del país!

Dios mío, escucha mi oración; atiende a mis ruegos. No tardes en responderme cuando te llame; no me des la espalda cuando me encuentre angustiado. La vida es como el humo y se me escapa. Los huesos me arden de dolor, parecen carbones encendidos. Me siento muy afligido; hasta parezco hierba marchita. ¡Ni ganas de comer tengo, y hasta los huesos se me ven! ¡Es muy grande mi angustia! Estoy tan triste y solitario como un buitre en el desierto, como un búho entre las ruinas, como un gorrión sobre el tejado. ¡Hasta he perdido el sueño! No pasa un solo día sin que mis enemigos me ofendan; ¡hasta me echan maldiciones! Mi comida y mi bebida son mi propio llanto. ¡Te enojaste, te llenaste de furia! ¡Me levantaste, para derribarme después! Mi vida va pasando como las sombras en la noche; ¡me estoy marchitando como la hierba!
Pero tú, mi Dios, eres el rey eterno y vives para siempre. Un día te levantarás y tendrás compasión de tu pueblo. ¡Ese día ha llegado! ¡Ya es tiempo de que lo perdones! Nosotros estamos a tu servicio y amamos a la ciudad de Jerusalén; ¡verla en ruinas y entre escombros nos causa mucho dolor! Dios mío, todas las naciones te adorarán; todos los reyes de la tierra reconocerán tu grandeza. Tú reconstruirás a Jerusalén y así demostrarás tu poder. Prestarás toda tu atención a los ruegos de los desamparados, y no dejarás de atenderlos. Que esto quede por escrito para los que aún no han nacido; para que alabe a Dios el pueblo que está por nacer.

Mientras Dios miraba desde su palacio celestial, se fijó en la tierra; al escuchar los lamentos de los presos condenados a muerte, los puso en libertad. Por eso en Jerusalén se alaba su nombre; por eso en Jerusalén se le cantan alabanzas. Todos los pueblos y reinos se juntan para adorarlo. En el transcurso de mi vida, Dios usó su poder para humillarme y para acortar mi existencia. Entonces le rogué: Para ti, Dios mío, los años no tienen fin; ¡no me lleves en plena juventud! En el principio tú afirmaste la tierra; tú mismo hiciste los cielos, pero se irán gastando como la ropa, y un día, los destruirás. Pero tú te mantendrás firme; siempre serás el mismo, y tus años no tendrán fin. Nuestros hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como estamos nosotros, y vivirán contigo para siempre.

¡Con todas las fuerzas de mi ser alabaré a mi Dios! ¡Con todas las fuerzas de mi ser lo alabaré y recordaré todas sus bondades! Mi Dios me perdonó todo el mal que he hecho; me devolvió la salud, me libró de la muerte, ¡me llenó de amor y de ternura! Mi Dios me da siempre todo lo mejor; ¡me hace fuerte como las águilas! Mi Dios es un juez justo que reconoce los derechos de la gente que sufre. A Moisés y a los israelitas le dio a conocer sus planes y lo que esperaba de ellos. Mi Dios es muy tierno y bondadoso; no se enoja fácilmente, y es muy grande su amor. No nos reprende todo el tiempo ni nos guarda rencor para siempre. No nos castigó como merecían nuestros pecados y maldades. Su amor por quienes lo honran es tan grande e inmenso como grande es el universo. Apartó de nosotros los pecados que cometimos del mismo modo que apartó los extremos de la tierra. Con quienes lo honran.

Dios es tan tierno como un padre con sus hijos. Bien sabe nuestro Dios cómo somos; ¡Bien sabes que somos polvo! Nuestra vida es como la hierba, que pronto se marchita; somos como las flores del campo: crecemos y florecemos, pero tan pronto sopla el viento, dejamos de existir y nadie vuelve a vernos. En cambio, el amor de Dios siempre será el mismo; Dios ama a quienes lo honran y siempre les hace justicia a sus descendientes, a los que cumplen fielmente su pacto y sus mandamientos.

Mi Dios es el rey del cielo; es el dueño de todo lo que existe. Ustedes, sus ángeles poderosos, que cumplen sus mandatos y llevan a cabo sus órdenes, ¡alaben a mi Dios! Ustedes, sus ángeles poderosos, que cumplen sus mandatos y llevan a cabo sus órdenes, ¡alaben a mi Dios! Y, ustedes, sus ejércitos, que están a su servicio y cumplen su voluntad ¡alaben a mi Dios! Y ustedes, sus criaturas, que llenan todos los rincones de todo lo que existe, ¡alaben a mi Dios! Yo, por mi parte, ¡alabaré a mi Dios, con todas las fuerzas de mi ser!

No obstante, como también comenta el Salmista, si tienes que delegar autoridad en otras personas escoge personas buenas y honradas pues cumplirán fielmente  su Pacto y sus mandamientos para disfrutar de paz y que tus días por venir sean renovados y llenos de gozo.


Con Alta Estima,

jueves, 10 de octubre de 2013

Habitantes de toda la tierra…


Como sabes el pecado produce muerte y genera un desorden, un caos en su vida, por lo que el ser humano  debe ser obediente  y apegarse a los mandatos de Dios pues Dios ha restablecido esas condiciones, las ha renovado haciendo que todo aquel que lo acepte y tenga una relación con él tendrá paz  en su reino.

¡Vamos, habitantes de este mundo! ¡Cantemos a Dios un nuevo himno! ¡Cantemos  alabanzas a nuestro Dios! ¡Celebremos día tras día sus victorias! ¡Anunciemos su grandeza y maravillas entre todas las naciones! ¡Grande y digno de alabanza es nuestro Dios, y más temible que todos los dioses! Los dioses de otras naciones son dioses falsos, pero Dios hizo los cielos. Lleno está su santuario de majestad y esplendor, de poder y belleza. Pueblos todos, ¡reconozcan el poder de nuestro Dios y ríndanle homenaje; ¡Vengan a los patios de su templo y traigan sus ofrendas!¡Adórenlo como él se merece! ¡ïnclinense ante él en su santuario majestuoso!¡Que toda la tierra le rinda homenaje! Que digan las naciones:¡Dios es nuestro rey!

El estableció el mundo con firmeza, y el mundo jamás se moverá ¡El gobierna las naciones con justicia! ¡Que se alegren los cielos! ¡Que grite la tierra de alegría! ¿Qué ruja el mar, con todo lo que contiene! ¡Que canten alegres los campos, con todo lo que hay en ellos! ¡Que griten de alegría todos los árboles de bosque! Que canten en presencia de Dios, que viene ya para gobernar al mundo! ¡Dios gobernará con verdadera justicia a todos los pueblos de la tierra!

¡Dios es nuestro rey! ¡Que lo celebre; tú derramas luz y alegría la tierra! ¡Que lo festejen las islas lejanas! Dios es un rey justo, que hace valer el derecho. Su trono está rodeado de oscuros nubarrones. De su presencia sale fuego que consume a sus enemigos. Sus relámpagos iluminan el mundo- Al verlos, la tierra se estremece. En presencia de nuestro Dios, que domina el mundo entero, las montañas se derriten como cera; los cielos reconocen  su justicia, los pueblos contemplan su poder, y los dioses se inclinan ante él. Así quedan en vergüenza todos los que adoran dioses falsos.

Cuando lo sepan en Jerusalén y en las ciudades de Judá todos se llenarán de alegría porque tú eres un Dios justo. ¡Tú eres el Dios Altísimo! ¡Eres más grande que toda la tierra! ¡Eres más grande que toda la tierra! ¡Eres más grande que todos los dioses! Tú amas y proteges a quienes odian el mal y te obedecen; tú los libras de los malvados; tú derramas luz y alegría sobre la gente honrada. Usted los justos, ¡alégrense en Dios! ¡Alábenlo porque es nuestro Dios!

¡Cantemos a Dios en nuestro himno! ¡El hace grandes maravillas! Con su brazo santo y poderoso, venció a sus enemigos. Todo el mundo ha presenciado el triunfo de nuestro Dios. Nuestro Dios se acordó de Israel, su pueblo amado. ¡Los más lejanos lugares de la tierra han visto el triunfo de nuestro Dios! Habitante de toda la tierra griten con todas sus fuerzas: ¡Viva nuestro Dios! ¡Alábenlo con himnos y cánticos alegres! ¡Cántenle himnos al son de instrumentos de cuerda y con voces  melodiosas! ¡Canten alegres a nuestro Rey, al son de clarines y trompetas! ¡Que se unan en alabanza el mar y todo lo que contiene, el mundo y todos los habitantes! ¡Que aplaudan los ríos, y canten alegres todos los cerros! ¡Que canten delante de Dios, que viene para gobernar el mundo! ¡El  es un Dios justo, y gobernará con justicia a todos los pueblos de la tierra!

Pueblos de toda la tierra: ¡pónganse a temblar! ¡Dios es nuestro rey, y reina entre los querubines! La grandeza de nuestro Dios está por encima de Jerusalén y de todos los pueblos. ¡Dios es grande y poderoso! ¡No hay otro Dios! Dios nuestro, tú eres un rey poderoso que ama la justicia; has establecido la igualdad; has actuado en Israel con rectitud y justicia. ¡Alaben a nuestro Dios! ¡Inclínense a adorarlo! ¡No hay otro Dios! Moisés y Aaron fueron sus sacerdotes; Samuel estuvo a su servicio. Todos ellos llamaron a Dios, y él los escuchó; les habló desde una nube, y ellos cumplieron fielmente las órdenes que les dio. Dios nuestro, tú atendiste  a su llamado, y aunque castigaste su maldad también los perdonaste. ¡Alaben a nuestro Dios! ¡Adórenlo en su propio templo!¡No hay otro Dios!

Habitantes de toda la tierra, griten con todas sus fuerzas: ¡Viva Dios! ¡Adórenlo con alegría! ¡Vengan a su templo lanzando gritos de felicidad! Reconozcan que él es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Nosotros somos su pueblo: ¡él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño! Vengan a las puertas de su templo;¡ dénle gracias y alábenlo! El es un Dios bueno; su amor es siempre el mismo, y su fidelidad jamás cambia.

Así pues, el hombre que ama a Dios se aparta del mal y Dios es un Dios de infinita misericordia y así puede darse cuenta que Dios está gobernando su vida por su obediencia.


Con Alta Estima,