sábado, 5 de octubre de 2013

Sólo tú eres imponente...


Así pues,  el Salmista con afecto motiva a que el hombre dependa de Dios pues tiene la convicción que cuando el ser humano obedece las enseñanzas de Dios disfruta de gozo en su vida y así debe transitar en este mundo, pues este es un proceso continuo, del diario vivir  para llegar a la meta que es Jesucristo. No obstante, el Salmista hace alusión que es preferible que el hombre tenga un puesto bajo a vivir como magnate pero habitar en la maldad. Así también  el hombre debe reconocer con gratitud todo lo que Dios ha hecho, pedirle misericordia por la condición actual de su diario vivir pues sólo él puede restaurarlo para que la presencia de Dios vuelva a reinar en cada persona, ya que sólo a través de Jesucristo el hombre permanecerá en el camino correcto.

Dios del universo, ¡qué bello es tu templo, la casa donde vives! Deseo con toda el alma estar en los patios de tu templo; ¡me muerto por llegar a ellos! Tú eres el Dios de la vida, por eso te canto alegre con todas las fuerzas de mi corazón. Mi Dios y rey, Dios del universo, cerca de tu altar gorriones y golondrinas hallan lugar para sus nidos y allí ponen a sus polluelos. ¡Qué felices son los que viven en tu templo! ¡Nunca dejan de alabarte!¡Qué felices son los que de ti reciben fuerzas, y de todo corazón desean venir hasta tu templo! Cuando cruzan el valle del Llanto, lo convierten en manantial; hasta las lluvias tempranas cubren el valle con sus bendiciones. Mientras más avanzan, más fuerzas tienen, y cuando llegan a tu templo te contemplan a ti, el Dios verdadero.

Dios mío, ¡atiéndeme! Dios de Israel, Dios del universo, ¡escucha mi oración! Dios y protector nuestro, muéstranos tu bondad, pues somos tu pueblo elegido. Prefiero pasar un día en tu templo que estar mil días lejos de él; prefiero dedicarme a barrer tu templo que convivir con los malvados. Señor y Dios nuestro, tú nos das calor y protección; nos das honor y gloria. Tu bondad no tiene medida para los que siempre hacen lo bueno. Dios del universo, ¡bendice a los que en ti confían!

Dios mío, tú has sido bondadoso con esta tierra tuya: le devolviste a Israel su antigua felicidad, le perdonaste a tu pueblo su maldad y sus pecados, ¡tu enojo con ellos se calmó! Dios y Salvador nuestro, deja ya de enojarte con nosotros, y devuélvenos la felicidad. ¿Acaso para siempre vas a estar enojado con nosotros? Estamos como muertos; ¡devuélvenos la vida! Nosotros somos tu pueblo; de ti esperamos alegría. Dios mío, danos muestras de tu amor y bríndanos tu ayuda. Dejemos de hacer locuras y obedezcamos a Dios. Recordemos que somos suyos, y que él nos ha prometido paz. Dios está siempre cerca para salvar a quienes lo honran, y para que su poder nunca nos abandone. El amor y la lealtad, la paz y la justicia, sellarán su encuentro con un beso. La lealtad brotará de la tierra, y la justicia se asomará desde el cielo; Dios nos dará bienestar, nuestra tierra dará buenas cosechas, y la justicia, como mensajera, anunciará la llegada de Dios.

Dios mío, yo soy muy pobre y humilde, pero te ruego que me atiendas. ¡Respóndeme! Sálvame la vida, pues te he sido fiel. Tú eres mi Dios; sálvame, pues tuyo soy  y en ti he puesto mi confianza. Dios mío ten compasión de mí, pues a todas horas te llamo. Yo estoy a tu servicio; alégrame la vida, pues a ti dirijo mis ruegos. Dios mío, tú eres bueno y sabes perdonar; ¡qué grande es tu amor por los que te buscan! Dios mío, ¡atiende mi oración! ¡presta atención a mis ruegos! Cuando estoy angustiado, te llamo y tú me respondes. Dios mío, no hay entre todos los dioses un Dios como tú, que haga lo que tú haces. Todas las naciones que tú hiciste vendrán a adorarte y alabarte. ¡Sólo tú eres imponente! ¡Sólo tú haces grandes maravillas!

Dios mío, yo quiero hacer siempre lo que tú ordenes; ¡enséñame a hacerlo! Pon en mí este único deseo: ¡adorarte sólo a ti! Mi Señor y Dios yo quiero alabarte siempre con todo el corazón. Tanto me amas que no me dejas morir. Dios mío, una banda de asesinos que presume de tu maldad me ataca y quiere matarme. No quieren nada contigo. Pero tú, mi Dios, eres bondadoso y compasivo; no te enojas fácilmente, y tu amor es siempre el mismo. Dirige a mí tu mirada y tenme compasión. Soy tu servidor más humilde, ¡concédeme tu fuerza y ven a salvarme! Haz que mi vida refleje lo bueno que eres tú. Quedarán en ridículo mis enemigos cuando vean que tú me das ayuda y consuelo.

Dios mismo fundó la ciudad de Jerusalén sobre su montaña. No hay en todo Israel otra ciudad más amada por Dios que la ciudad de Jerusalén. Ciudad de Dios de ti se dicen cosas muy bellas. Dios ha dicho: Entre los pueblos que me adoran se encuentran Egipto y Babilonia, Tiro, Etiopía y Filistea. La gente de esas naciones dirá: ¡Conocí a Dios en Jerusalén! Y lo mismo dirán los del monte Sión. Yo, el Dios altísimo, fundé Jerusalén con mis propias manos. En mi lista de naciones, yo mismo escribí: Toda esta gente me conoció en Jerusalén. Y entre cantos y danzas, esas naciones dirán: Conocimos a Dios en Jerusalén.

Sabes, sólo Dios responde a la oración y  acerca al ser humano a una relación estrecha con el salvador de la humanidad, ningún dios es como El. Sólo Dios es grande, Sólo Dios es admirable, magnífico e imponente, pues sólo tú eres Dios, El Dios verdadero.


Con Alta Estima.

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