Así pues, el Salmista
con afecto motiva a que el hombre dependa de Dios pues tiene la convicción que
cuando el ser humano obedece las enseñanzas de Dios disfruta de gozo en su vida
y así debe transitar en este mundo, pues este es un proceso continuo, del
diario vivir para llegar a la meta que
es Jesucristo. No obstante, el Salmista hace alusión que es preferible que el
hombre tenga un puesto bajo a vivir como magnate pero habitar en la maldad. Así
también el hombre debe reconocer con
gratitud todo lo que Dios ha hecho, pedirle misericordia por la condición
actual de su diario vivir pues sólo él puede restaurarlo para que la presencia
de Dios vuelva a reinar en cada persona, ya que sólo a través de Jesucristo el
hombre permanecerá en el camino correcto.
Dios del universo, ¡qué bello es tu templo, la casa donde
vives! Deseo con toda el alma estar en los patios de tu templo; ¡me muerto por
llegar a ellos! Tú eres el Dios de la vida, por eso te canto alegre con todas
las fuerzas de mi corazón. Mi Dios y rey, Dios del universo, cerca de tu altar
gorriones y golondrinas hallan lugar para sus nidos y allí ponen a sus
polluelos. ¡Qué felices son los que viven en tu templo! ¡Nunca dejan de
alabarte!¡Qué felices son los que de ti reciben fuerzas, y de todo corazón
desean venir hasta tu templo! Cuando cruzan el valle del Llanto, lo convierten
en manantial; hasta las lluvias tempranas cubren el valle con sus bendiciones.
Mientras más avanzan, más fuerzas tienen, y cuando llegan a tu templo te
contemplan a ti, el Dios verdadero.
Dios mío, ¡atiéndeme! Dios de Israel, Dios del universo,
¡escucha mi oración! Dios y protector nuestro, muéstranos tu bondad, pues somos
tu pueblo elegido. Prefiero pasar un día en tu templo que estar mil días lejos
de él; prefiero dedicarme a barrer tu templo que convivir con los malvados.
Señor y Dios nuestro, tú nos das calor y protección; nos das honor y gloria. Tu
bondad no tiene medida para los que siempre hacen lo bueno. Dios del universo,
¡bendice a los que en ti confían!
Dios mío, tú has
sido bondadoso con esta tierra tuya: le devolviste a Israel su antigua
felicidad, le perdonaste a tu pueblo su maldad y sus pecados, ¡tu enojo con
ellos se calmó! Dios y Salvador nuestro, deja ya de enojarte con nosotros, y
devuélvenos la felicidad. ¿Acaso para siempre vas a estar enojado con nosotros?
Estamos como muertos; ¡devuélvenos la vida! Nosotros somos tu pueblo; de ti
esperamos alegría. Dios mío, danos muestras de tu amor y bríndanos tu ayuda.
Dejemos de hacer locuras y obedezcamos a Dios. Recordemos que somos suyos, y
que él nos ha prometido paz. Dios está siempre cerca para salvar a quienes lo
honran, y para que su poder nunca nos abandone. El amor y la lealtad, la paz y
la justicia, sellarán su encuentro con un beso. La lealtad brotará de la
tierra, y la justicia se asomará desde el cielo; Dios nos dará bienestar,
nuestra tierra dará buenas cosechas, y la justicia, como mensajera, anunciará
la llegada de Dios.
Dios mío, yo soy
muy pobre y humilde, pero te ruego que me atiendas. ¡Respóndeme! Sálvame la
vida, pues te he sido fiel. Tú eres mi Dios; sálvame, pues tuyo soy y en ti he puesto mi confianza. Dios mío ten
compasión de mí, pues a todas horas te llamo. Yo estoy a tu servicio; alégrame
la vida, pues a ti dirijo mis ruegos. Dios mío, tú eres bueno y sabes perdonar;
¡qué grande es tu amor por los que te buscan! Dios mío, ¡atiende mi oración!
¡presta atención a mis ruegos! Cuando estoy angustiado, te llamo y tú me
respondes. Dios mío, no hay entre todos los dioses un Dios como tú, que haga lo
que tú haces. Todas las naciones que tú hiciste vendrán a adorarte y alabarte.
¡Sólo tú eres imponente! ¡Sólo tú haces grandes maravillas!
Dios mío, yo quiero hacer siempre lo que tú ordenes;
¡enséñame a hacerlo! Pon en mí este único deseo: ¡adorarte sólo a ti! Mi Señor
y Dios yo quiero alabarte siempre con todo el corazón. Tanto me amas que no me
dejas morir. Dios mío, una banda de asesinos que presume de tu maldad me ataca
y quiere matarme. No quieren nada contigo. Pero tú, mi Dios, eres bondadoso y
compasivo; no te enojas fácilmente, y tu amor es siempre el mismo. Dirige a mí
tu mirada y tenme compasión. Soy tu servidor más humilde, ¡concédeme tu fuerza
y ven a salvarme! Haz que mi vida refleje lo bueno que eres tú. Quedarán en
ridículo mis enemigos cuando vean que tú me das ayuda y consuelo.
Dios mismo fundó
la ciudad de Jerusalén sobre su montaña. No hay en todo Israel otra ciudad más
amada por Dios que la ciudad de Jerusalén. Ciudad de Dios de ti se dicen cosas
muy bellas. Dios ha dicho: Entre los pueblos que me adoran se encuentran Egipto
y Babilonia, Tiro, Etiopía y Filistea. La gente de esas naciones dirá: ¡Conocí
a Dios en Jerusalén! Y lo mismo dirán los del monte Sión. Yo, el Dios altísimo,
fundé Jerusalén con mis propias manos. En mi lista de naciones, yo mismo
escribí: Toda esta gente me conoció en Jerusalén. Y entre cantos y danzas, esas
naciones dirán: Conocimos a Dios en Jerusalén.
Sabes, sólo Dios responde a la oración y acerca al ser humano a una relación estrecha
con el salvador de la humanidad, ningún dios es como El. Sólo Dios es grande,
Sólo Dios es admirable, magnífico e imponente, pues sólo tú eres Dios, El Dios verdadero.
Con Alta Estima.
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