Como puedes darte cuenta, el salmista fija su mirada en la
gloria de Dios, que a través de la fe de cada persona evidencia de las cosas
invisibles que no puedes ver pero que por obedecer a Dios vives una vida
diferente y sobrenatural y puedas brillar ante los demás. Sabes, es importante no rebasar sus límites permitidos, para que él
reine en la vida de cada ser humano, que
establezca tu Reino, pues tú Dios mío eres extraordinariamente grande.
Alabemos
a nuestro Dios, con todas nuestras fuerzas! Dios mío tú eres un Dios grandioso
cubierto de esplendor y majestad y envuelto en un manto de luz. Extendiste los
cielos como una cortina y sobre las aguas del cielo pusiste tu habitación. Las nueves
son tus carros de combate; ¡viajas sobre las alas del viento! Los vientos son
tus mensajeros; los relámpagos están a tu servicio. Afirmaste la tierra sobre
sus bases, y de allí jamás se moverá. Cubriste la tierra con el agua del mar;
¡cubriste por completo la cumbre de los cerros! Pero lo reprendiste, y el mar
se retiró; al oír tu voz de trueno, el mar se dio a la fuga. Las aguas subieron
a los cerros, y bajaron a los valles, hasta llegar al lugar que les habías
señalado. Tú les pusiste límites que jamás deben rebasar, para que nunca más
vuelvan a inundar la tierra.
Dios mío, tú dejas que los arroyos corran entre los cerros,
y que llenen los ríos; en sus aguas apagan su sed las bestias del campo y los
burros salvajes; en las ramas cercanas las
aves del cielo ponen su nido y dejan oír su canto. Dios mío, tú, con tu
lluvia, riegas desde el cielo las montañas; tu bondad satisface a la tierra. Tú haces crecer la
hierba para que coma el ganado; también haces crecer las plantas para el bien
de toda la gente: el pan, que da fuerzas, el vino, que da alegría, y el
perfume, que da belleza. Los cedros del Líbano, árboles que tú mismo plantaste,
tienen agua en abundancia. En ellos anidan las aves; en sus ramas habitan las
cigüeñas. En las montañas más altas viven las cabras monteses, y entre las
rocas se refugian los conejos.
Tú hiciste la luna para medir los meses y le enseñaste al
sol a qué hora debe ocultarse. En cuanto
el sol se pone, llega la oscuridad. En la hora en que rondan todos los animales
del bosque. A esta hora rugen los leones, y te reclaman su comida. Pero en
cuanto sale el sol corren de nuevo a sus cuevas, y allí se quedan dormidos.
Entonces nos levantamos para hacer nuestro trabajo, hasta que llega la noche.
Dios nuestro, tú has hecho muchas cosas, y todas las hiciste con sabiduría. ¡La
tierra entera está llena con todo lo que hiciste!
Allí está el ancho mar, con
sus grandes olas; en él hay muchos animales, grandes y pequeños; ¡es imposible
contarlos! Allí navegan los barcos y vive el monstruo del mar, con el que te diviertes.
Todos estos animales dependen de ti, y esperan que llegue la hora en que tú lo
alimentes. Tú les das, y ellos reciben; abres la mano, y comen de lo mejor. Si
les das la espalda, se llenan de miedo; si les quitas el aliento, mueren y se
vuelven polvo; pero envías tu espíritu y todo en la tierra cobra nueva vida.
Dios nuestro, ¡que tu poder dure para siempre! ¡qué todo lo
que creaste sea para ti fuente de alegría! Cuando miras la tierra, ella se pone
a temblar; cuando tocas los cerros, ellos echan humo. Que los pecadores desaparezcan
de la tierra, y que los malvados dejen de existir. Dios nuestro, ¡mientras
tengamos vida te alabamos y te cantaremos himnos! Recibe con agrado nuestros
pensamientos; ¡tú eres nuestra mayor alegría! ¡Alabemos a nuestro Dios, con
todas nuestras fuerzas! ¡Sí, alabemos a nuestro Dios!
Que los pensamientos de cada persona sean limpios y que tu
presencia esté en cada corazón para alabarte y cantarte himnos.
Con Alta Estima,
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