En este Salmo, el Salmista expresa tristeza, pues ha hecho
oración a dios y a pesar de sus
peticiones sigue afligido. Asimismo, el Salmista habla de gozo y termina en
quejas. Pero sabes, hay que guardar alabanza al Dios altísimo , pase lo que
pase, aunque atravieses pruebas difíciles pues Dios es eterno y amoroso, al
igual que su fidelidad, por eso hay que alabarlo, ¡No hay nadie como él!
Dios mío, tú eres mi
salvador; día y noche pido tu ayuda. Permite que mi oración llegue a tu
presencia; ¡presta atención a mis ruegos! Sufro tantas calamidades que estoy al
borde de la muerte. ¡Parece que ya no tengo remedio! ¡Hasta hoy quienes me dan
por muerto! Parezco un cadáver ya enterrado, al que nadie toma en cuenta porque
la muerte se lo llevó. Es como si estuviera en el barranco más oscuro. El golpe
de tu furia ha caído sobre mí; es como una inmensa ola que me ha hecho
naufragar. Por ti he perdido a mis amigos: me consideran repugnante. Es como si
estuviera preso y no encontrara la salida. Es tan grande mi tristeza que se
llenan de lágrimas mis ojos. Hacia ti, Dios mío, tiendo los brazos, y te llamo
a todas horas. Si realizas un milagro, ¿te darán gracias los muertos? ¡Claro
que no! Allá en el sepulcro, donde termina la vida, no hay quien hable de tu
amor ni de tu fidelidad. Allá en las tinieblas, donde todo se olvida, nadie
sabe de tus milagros ni de tus actos de justicia.
Dios mío, todas las mañanas te busco en oración; ¡yo te
ruego que me ayudes! ¿Por qué me rechazas? ¿Por qué me das la espalda? Desde
que era joven he sufrido mucho; ¡he estado a punto de morir! Soy víctima de tus
castigos, ¡y ya no puedo más! Sobre mí recayó tu enojo; me tienes derrotado;
tus ataques me rodean a todas horas y me tienen cercado por completo, como las
olas del mar. Por ti ya no tengo amigos; me he quedado sin familia. ¡Ya sólo me
queda está terrible oscuridad!
Dios mío, siempre
alabaré tu gran amor, que nunca cambia; siempre hablaré de tu fidelidad,
¡tan firme como el cielo! Tú hiciste un pacto con David, el rey que tú
elegiste; lo prometiste bajo juramento: Cuando hayas muerto, uno de tus
descendientes reinará siempre en tu lugar. Dios mío, los cielos te alaban por
tus grandes hechos; todos los ángeles del cielo hablan de tu fidelidad y sólo a
ti te honran. Eres un Dios incomparable; ¡eres grande y maravilloso entre los
dioses! Señor y Dios del universo, ¡no hay Dios como tú, tan fiel y poderoso!
Tú dominas el mar embravecido, y calmas sus olas agitadas. Aplastaste al
monstruo del mar, y con tu brazo poderoso derrotaste a tus enemigos. Tuyo es el
cielo, tuya es también la tierra; tú creaste el mundo y todo lo que hay en él.
Tú creaste el norte y el sur; los montes Tabor y Hermón te alaban con alegría.
Muy grande es tu poder para realizar grandes hazañas; ¡levantas la mano derecha en señal de victoria! Tú
gobiernas con justicia y rectitud, pero sobre todas las cosas, nos demuestras
tu constante amor.
Dios mío, tú bendices y das honra al pueblo que te alaba,
que acepta tu dirección y se alegra en tu justicia. De ti recibimos grandeza y
poder; por tu bondad aumentas nuestra fuerza. Dios de Israel, tú eres nuestro
rey y nos das tu protección. Una vez hablaste con nosotros, que somos tu pueblo
fiel, y nos dijiste: En mi pueblo hay un valiente; es el mejor de todos los
jóvenes. Es David, mi servidor. Yo le he brindado mi ayuda y le he dado el más
alto honor. ¡Lo he declarado rey de Israel! Con mi brazo poderoso lo sostendré
y le daré fuerzas. Sus enemigos no podrán vencerlo, ni lo dominarán los
malvados. Yo destruiré a sus enemigos y acabaré con quienes lo odian; ¡los
borraré de su vista! Mi amor por él siempre será el mismo, y yo aumentaré su
poder. Su dominio se extenderá del Mar Mediterráneo a la Mesopotamia.
El me dirá: Tú eres mi Padre y me proteges; eres mi Dios y
salvador”. Yo le concederé los derechos que merece todo hijo mayor: lo pondré por encima de
todos los reyes del mundo. Mi amor por él nunca cambiará, ni faltaré a la
promesa que le hice. Mientras el cielo exista, siempre lo mantendré en el
trono; lo mismo haré con sus descendientes que reinarán en su lugar. Pero si
ellos no cumplen con mis leyes y enseñanzas, sino que se burlan de ellas,
castigaré su maldad y les daré su merecido. Sin embargo, mi amor por David
siempre será el mismo. Jamás faltaré a mi pacto; siempre le cumpliré mis
promesas.
A David hice una promesa, y juro por mí mismo que la
cumpliré. Siempre reinará en su lugar uno de sus descendientes. Mientras el sol
y la luna existan, su reinado permanecerá. Pero te has enojado con David, el
rey que tú mismo elegiste; has arrojado al suelo su corona, has roto tu pacto
con él y lo has abandonado. Has derribado y dejado en ruinas las maravillas que
protegen a Jerusalén. Todos los que pasan, algo se llevan; ¡somos la burla de
nuestros vecinos! Los enemigos de David están felices porque ahora tienen más
poder, pues dejaste sin filo su espalda y no lo apoyaste en la batalla; pusiste
fin a su esplendor, y arrojaste al suelo su corona; le quitaste años de vida y
lo cubriste de vergüenza.
Dios mío, ¿vas a estar siempre escondido? ¿Vas a estar
siempre enojado? ¿En qué estabas pensando cuando creaste al ser humano? Nos ha
dado una vida muy corta, y de la muerte nadie se libra. ¿Qué pasó con ese amor
que al principio le juraste a David? ¡Tú dijiste que nunca cambiarías! Dios
mío, ¡todos se burlan de nosotros! ¡Tenemos que aguantar las ofensas de mucha
gente! Tus enemigos nos ofenden; a cada paso insultan a tu pueblo! Dios mío,
¡bendito seas por siempre! Así sea.
Asimismo, el ser humano no debe olvidar que Dios es un Dios
de Pacto y siempre cumple sus promesas, por eso el ser humano debe ser guiado
por la dirección de Dios para recibir bendición y honra pues sólo Dios es amoroso y fiel, un
Dios que nunca cambia.
Con Alta Estima,
No hay comentarios:
Publicar un comentario