martes, 1 de octubre de 2013

Sólo tú inspiras temor…


Aquí puedes ver que el Salmista se encuentra desalentado y piensa que todo lo que le pasa a él y a su pueblo es porque Dios los rechaza y esto le causa amargura, pero sabes, Dios nunca cambia, así el ser humano debe apegarse a las enseñanzas de Jesucristo, para que sea El quien dirija el camino y siga dando visión a los seres humanos que se apegan a él, que dependen de El. Su poder es tan grande que sólo él puede liberar a su pueblo, así como también es un Dios de Pacto y cumplirá las promesas hechas a su pueblo.

Dios y Pastor nuestro, ¿por qué nos rechazas? ¿Vas a estar siempre enojado con este pueblo que es tu rebaño? ¡No te olvides de nosotros! Hace mucho tiempo nos compraste; somos el pueblo que rescataste para que fuéramos tuyos. ¡No te olvides de Jerusalén, la montaña donde habitas! Ven a ver tu templo para siempre ha quedado en ruinas; ¡todo lo destruyó el enemigo! En el centro de tu ciudad, tus enemigos rugieron como leones y agitaron victoriosos sus banderas. Como si fueran leñadores, hacha en mano lo derribaron todo; con hachas y martillos destrozaron las paredes talladas de madera. No respetaron tu templo sino que le prendieron fuego. Le redujeron a cenizas, como a todas las sinagogas del país. Ya no vemos ondear nuestras banderas; ya no hay praderas entre nosotros,  ni hay tampoco quien sepa cuánto más debemos aguantar.

Dios nuestro, ¿hasta cuándo el enemigo va a seguir ofendiéndote y burlándose de ti? Demuéstrales tu poder! ¡No te quedes allí cruzado de brazos! Desde tiempos antiguos tú has sido nuestro Dios y rey; en repetidas ocasiones nos has dado la victoria. Tú, con tu poder, dividiste el mar en dos; ¡a los monstruos del mar les partiste la cabeza! Tú aplastaste contra el suelo la cabeza del monstruo Leviatán, y con su cuerpo sin vida alimentaste a las fieras. Tú hiciste que brotaran  ríos y manantiales, pero también secaste por completo ríos que parecían inagotables. Tuyos son el día y la noche, pues hiciste el sol y la luna; tú fijaste los límites dela tierra, y estableciste las estaciones del año. Dios nuestro el enemigo se burla de ti; gente malvada te ofende. ¡No se lo perdones! Este pueblo tuyo es frágil como una mariposa; ¡no te olvides de nosotros, ni dejes que nos devoren nuestros feroces enemigos! Acuérdate de tu pacto, porque en todas partes hay violencia. No dejes que avergüencen al pobre y al humilde; haz que tus enemigos te alaben. ¡Vamos, Dios nuestro, defiéndete! Esos malvados no dejan de ofenderte; ¡no se lo perdones! ¡No les perdones a tus enemigos tanto griterío y alboroto!

¡Gracias, nuestro Dios! Hablamos de tus maravillas, pues estás cerca de nosotros. Tú has dicho: ya he puesto la fecha cuando voy a hacer justicia. Podrá temblar la tierra con todos sus habitantes, pero yo mantendré firmes sus bases. A los orgullosos les mando que no se crean tan importantes; a los malvados les ordeno que no sean orgullosos, que no presuman de su poder ni se sientan superiores. Los elogios no vienen del este, ni del oeste ni del sur; vienen de Dios, que es el juez. A unos les quita el poder, y a otros de los da. Dios está muy enojado y está listo para castigar. Cuando pierda la paciencia dará rienda suelta a su enojo y todos los malvados de la tierra tendrán su merecido. Yo siempre hablaré del Dios de Israel, y le cantaré himnos. Dios acabará con el poder de todos los malvados, pero aumentará el poder de los justos.

En Judá se conoce a Dios; en Israel se reconoce su fama. En Jerusalén se halla su templo; allí estableció su residencia. Allí Dios hace pedazos todas las armas de guerra. Dios de Israel, tú eres un Dios maravilloso; eres más grande que las montañas eternas. Todos los hombres de guerra se quedaron sin sus armas; cayeron en el campo de batalla. Ninguno de esos valientes pudo siquiera  defenderse. Cuando tú lo reprendiste, su poder militar se derrumbó. Sólo tú inspiras temor. Cuando tu furia se desata, no hay quien pueda hacerte frente. Cuando tú, Dios mío, decidiste hacerles justicia a todos los pobres de la tierra, dictaste tu sentencia desde el cielo, y por la tierra, temerosa, prefirió guardar silencio. Cuando te enojas, hasta el hombre más furioso; se rinde ante ti y te alaba. Cumplámosle a nuestro Dios todas nuestras promesas; y ustedes, naciones vecinas, tráiganle ofrendas al Dios admirable; él humilla a los gobernante y hace que tiemblen de miedo todos los reyes de la tierra.

A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche. En los momentos difíciles, siempre busco a Dios. Con las manos levantadas me paso la noche orando, aunque ni esto me consuela. Cuando pienso en Dios me siento desalentado y me dan ganas de llorar. ¡Dios me hace perder el sueño! ¡Estoy tan confundido que no sé qué decir! Por las noches me pongo a pensar; recuerdo los tiempos pasados, los años que se han ido y entonces me pregunto: ¿Estarás rechazándonos Dios de una vez y para siempre? ¿Habrá dejado de amarnos? ¿Tan enojado está con nosotros que ya no nos tiene compasión? ¿Dejará de tratarnos con bondad? ¿Se habrán agotado las promesas que se comprometió a cumplir? ¿Se habrá olvidado de que es un Dios bueno?
Yo mismo me contesto: ¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes! ¡Vale más que me acuerde de sus grandes hechos y de sus maravillas pasadas! ¡Vale más que me acuerde de sus obras maravillosas! Dios mío, ¡No hay Dios tan grande como tú! ¡Todo lo que haces es perfecto! Tú eres el Dios que hace milagros, que muestra su poder entre los pueblos. Con tu brazo poderoso diste libertad a tu pueblo Israel. Dios mío, el agua se agitó al verte; ¡el mismo mar profundo se estremeció con violencia! Por todo el espacio del cielo retumbaron los relámpagos, y las nubes soltaron su lluvia. En medio del torbellino retumbó tu voz de trueno, y la luz de tus relámpagos iluminó el mundo; entonces tembló la tierra. Hiciste un camino en el mar; te abriste paso entre las aguas, pero nadie vio jamás tus huellas. Por medio de Moisés y de Aarón fuiste guiando a tu pueblo, como guía el pastor a sus ovejas.

Todas las maravillas hechas por Dios, todo es digno de alabanza y de gratitud hacia Dios. Dios tiene su tiempo y obra a su debido momento por lo que hace que la justicia triunfe.  Y, es importante que cuando el ser humano se encuentra triste dependa de Dios, se someta a El pues Dios  es un Dios firme.


Con Alta Estima

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