viernes, 11 de octubre de 2013

Se compadece de los que le temen...


Sabes, para que el ser humano reciba bendiciones de Dios, es necesario que se aparte del mal siendo importante como lo dice el Salmista exaltar a Dios y pedir su misericordia, para que cada persona sea renovada y cambie su manera de vivir, que haga oración diaria para mantener una estrecha relación con Dios y él responda a tu petición, para que seas restaurado y que recuperes la esencia de tu ser interior, y que puedas ser luz para otros.

Dios mío, tú eres justo y fiel; por eso quiero cantarte himnos. ¿Cuándo vendrás a visitarme? Quiero vivir una vida correcta y demostrar en mi propio palacio que no guardo malos pensamientos. No quiero poner los ojos en la maldad que me rodea. No quiero nada con los desobedientes. ¡Odio todo lo que hacen! Me alejaré de los malos pensamientos y no participaré en nada malo. Destruiré por completo al que hable mal de su amigo; no soportaré a mi lado al que se crea más importante y más inteligente que los demás. Pero si me juntaré con la gente obediente de este país; sólo estará a mi servicio quien lleve una vida correcta. ¡Ningún mentiroso podrá vivir bajo mi techo!¡Ningún hipócrita podrá estar en mi presencia! ¡Arrojaré de la ciudad de Dios a todos los malhechores! ¡No pasará un solo día sin que yo destruya a todos los malvados del país!

Dios mío, escucha mi oración; atiende a mis ruegos. No tardes en responderme cuando te llame; no me des la espalda cuando me encuentre angustiado. La vida es como el humo y se me escapa. Los huesos me arden de dolor, parecen carbones encendidos. Me siento muy afligido; hasta parezco hierba marchita. ¡Ni ganas de comer tengo, y hasta los huesos se me ven! ¡Es muy grande mi angustia! Estoy tan triste y solitario como un buitre en el desierto, como un búho entre las ruinas, como un gorrión sobre el tejado. ¡Hasta he perdido el sueño! No pasa un solo día sin que mis enemigos me ofendan; ¡hasta me echan maldiciones! Mi comida y mi bebida son mi propio llanto. ¡Te enojaste, te llenaste de furia! ¡Me levantaste, para derribarme después! Mi vida va pasando como las sombras en la noche; ¡me estoy marchitando como la hierba!
Pero tú, mi Dios, eres el rey eterno y vives para siempre. Un día te levantarás y tendrás compasión de tu pueblo. ¡Ese día ha llegado! ¡Ya es tiempo de que lo perdones! Nosotros estamos a tu servicio y amamos a la ciudad de Jerusalén; ¡verla en ruinas y entre escombros nos causa mucho dolor! Dios mío, todas las naciones te adorarán; todos los reyes de la tierra reconocerán tu grandeza. Tú reconstruirás a Jerusalén y así demostrarás tu poder. Prestarás toda tu atención a los ruegos de los desamparados, y no dejarás de atenderlos. Que esto quede por escrito para los que aún no han nacido; para que alabe a Dios el pueblo que está por nacer.

Mientras Dios miraba desde su palacio celestial, se fijó en la tierra; al escuchar los lamentos de los presos condenados a muerte, los puso en libertad. Por eso en Jerusalén se alaba su nombre; por eso en Jerusalén se le cantan alabanzas. Todos los pueblos y reinos se juntan para adorarlo. En el transcurso de mi vida, Dios usó su poder para humillarme y para acortar mi existencia. Entonces le rogué: Para ti, Dios mío, los años no tienen fin; ¡no me lleves en plena juventud! En el principio tú afirmaste la tierra; tú mismo hiciste los cielos, pero se irán gastando como la ropa, y un día, los destruirás. Pero tú te mantendrás firme; siempre serás el mismo, y tus años no tendrán fin. Nuestros hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como estamos nosotros, y vivirán contigo para siempre.

¡Con todas las fuerzas de mi ser alabaré a mi Dios! ¡Con todas las fuerzas de mi ser lo alabaré y recordaré todas sus bondades! Mi Dios me perdonó todo el mal que he hecho; me devolvió la salud, me libró de la muerte, ¡me llenó de amor y de ternura! Mi Dios me da siempre todo lo mejor; ¡me hace fuerte como las águilas! Mi Dios es un juez justo que reconoce los derechos de la gente que sufre. A Moisés y a los israelitas le dio a conocer sus planes y lo que esperaba de ellos. Mi Dios es muy tierno y bondadoso; no se enoja fácilmente, y es muy grande su amor. No nos reprende todo el tiempo ni nos guarda rencor para siempre. No nos castigó como merecían nuestros pecados y maldades. Su amor por quienes lo honran es tan grande e inmenso como grande es el universo. Apartó de nosotros los pecados que cometimos del mismo modo que apartó los extremos de la tierra. Con quienes lo honran.

Dios es tan tierno como un padre con sus hijos. Bien sabe nuestro Dios cómo somos; ¡Bien sabes que somos polvo! Nuestra vida es como la hierba, que pronto se marchita; somos como las flores del campo: crecemos y florecemos, pero tan pronto sopla el viento, dejamos de existir y nadie vuelve a vernos. En cambio, el amor de Dios siempre será el mismo; Dios ama a quienes lo honran y siempre les hace justicia a sus descendientes, a los que cumplen fielmente su pacto y sus mandamientos.

Mi Dios es el rey del cielo; es el dueño de todo lo que existe. Ustedes, sus ángeles poderosos, que cumplen sus mandatos y llevan a cabo sus órdenes, ¡alaben a mi Dios! Ustedes, sus ángeles poderosos, que cumplen sus mandatos y llevan a cabo sus órdenes, ¡alaben a mi Dios! Y, ustedes, sus ejércitos, que están a su servicio y cumplen su voluntad ¡alaben a mi Dios! Y ustedes, sus criaturas, que llenan todos los rincones de todo lo que existe, ¡alaben a mi Dios! Yo, por mi parte, ¡alabaré a mi Dios, con todas las fuerzas de mi ser!

No obstante, como también comenta el Salmista, si tienes que delegar autoridad en otras personas escoge personas buenas y honradas pues cumplirán fielmente  su Pacto y sus mandamientos para disfrutar de paz y que tus días por venir sean renovados y llenos de gozo.


Con Alta Estima,

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