viernes, 30 de mayo de 2014

Era la más alta de las vides…


Pero tú, dedica a los jefes de Israel este lamento: Israel era como una leona: vivía entre los leones y cuidaba de sus cachorros. Uno de ellos fue Joacaz, y ella lo vio crecer hasta convertirse en un león; y el que antes fue cachorro aprendió a devorar gente. Las naciones oyeron hablar de él, le pusieron una trampa y le atraparon; le pusieron un gancho en la nariz, y se lo llevaron a Egipto. Israel perdió toda esperanza de volver a ver a su cachorro; crió entonces a Joaquín, otro de sus cachorros, hasta convertirlo en león. Y este león andaba entre leones, muy seguro de sí mismo, y aprendió a devorar gente. Hacía destrozos en los palacios y dejaba en ruinas las ciudades; con sus feroces rugidos hacía temblar a todo el mundo.

Las naciones vecinas se juntaron con la intención de apresarlo; le tendieron una trampa, y Joaquín cayó en ella. Le pusieron un gancho en la nariz, y se lo llevaron al rey de Babilonia. Lo encerraron en una jaula, y no volvieron a oírse sus rugidos en las montañas de Israel.

Israelitas, nuestra nación parecía una vid en medio de un viñedo; estaba plantada junto al agua, y era tanta el agua que tenía que estaba llena de uvas y ramas. Era la más alta de las vides; podía verse por encima de otros árboles. Sus ramas eran tan fuertes que con ellas se hacían los cetros para los reyes. ¡Tanto se extendían sus ramas que todo mundo podía verla! Pero el viento del este la marchitó y todas sus uvas se cayeron. Ella misma fue arrancada con furia y arrojada por el suelo. Sus fuertes ramas se secaron, y el fuego acabó con ellas. Ahora está sembrada en el desierto, y no recibe gota de agua. De sus ramas brota fuego, y ese fuego consume sus frutos. ¡Ya no tiene ramas fuertes para hacer cetros de reyes! Este es un lamento y se usará como un canto de luto.

Aquí puedes darte cuenta que como la vid, aunque sean adversas y difíciles las condiciones de vencer, si el hombre tiene su confianza en Dios, todo lo puede lograr ya que para Dios no hay nada  imposible, pero ¡claro! El hombre debe hacer la parte que le corresponde para poder avanzar.

Asimismo, para que el hombre alcance el éxito, en muchos casos depende de la constancia, de la perseverancia y de la creatividad humana, además del ahínco para desarrollar técnicas de cómo utilizar  un terreno inhóspito y favorecer el suelo, esforzándose por sobrevivir en lo seco del desierto, pero sabes, así el hombre obediente no se marchita, sino más bien  puede compararse con la más alta de las vides, puede verse por encima de otros árboles, porque vive apegado a la Palabra de Dios, que le da fortaleza, seguridad y la capacidad  de perseverar aun con los obstáculos y sembrar en otros  la Palabra y que sea su alimento diario, que le quitará la sed y se conviertan en valientes guerreros de Dios.

No obstante, es importante  mantener la esperanza de que otros se vuelvan a Dios.


Con Alta Estima,

jueves, 29 de mayo de 2014

Vivirá por causa de su rectitud…


Dios también me dijo: Los israelitas repiten a todas horas ese refrán que dice: Los padres la hacen, y los hijos la pagan. Pero yo me pregunto por qué lo repiten. Porque yo les aseguro que ese refrán no volverá a repetirse en Israel. La vida de todo ser humano me pertenece, tanto la de los padres como la de los hijos. Sólo morirá aquel que peque.

La persona que es justa sabe lo que es justo, y lo hace. No se junta con los que van a los pequeños templos de las montañas, ni adora a dioses falsos, ni pone en ellos su confianza. No sostiene relaciones sexuales con la mujer de otro hombre. No tiene relaciones sexuales con su esposa cuando ella tiene su período de menstruación. No es injusta con nadie, sino que devuelve a su deudor lo que recibió en garantía de pago. No le roba a nadie, sino que comparte su pan con el que tiene hambre, y su ropa con el que está desnudo. No cobra intereses cuando presta su dinero. No le hace daño a nadie. No tiene favoritos cuando tiene que juzgar en un pleito entre dos personas. Esa persona vivirá porque es justa y porque obedece fielmente todos mis mandamientos. Les juro que así será.

Pero puede suceder que esa persona justa tenga un hijo violento y asesino que, en vez de seguir el ejemplo de su padre, se junta con los que van a los pequeños templos y adoran a los dioses falsos; sostiene relaciones sexuales con la mujer de otro hombre; maltrata a los pobres y les roba a los demás; no le devuelve a su deudor lo que recibió en garantía de pago; adora a dioses falsos y comete pecados repugnantes, y cobra intereses muy altos cuando presta dinero. Pues bien, esa persona no puede seguir viviendo, pues ha cometido acciones repugnantes. Yo les aseguro que esta persona morirá, y que sólo ella será culpable de su muerte.

Supongamos ahora que ese malvado tiene un hijo que no sigue el mal ejemplo de su padre. Aunque sabe que su padre es un pecador, él, por su parte, no se junta con los que van a los pequeños templos en los cerros, ni adora a dioses falsos, ni pone en ellos su confianza. No sostiene relaciones sexuales con la mujer de otro hombre. No maltrata a nadie, sino que le devuelve a su deudor lo que recibió en garantía de pago. No le roba a nadie, sino que comparte su pan con el que tiene hambre, y su ropa con el que está desnudo. Se aparta de la maldad, y no cobra intereses cuando presta su dinero.

Esa persona no merece morir por culpa de los pecados de su padre. Al contrario, merece vivir, pues vive obedeciendo fielmente todos mis mandamientos. En cambio, su padre morirá por culpa de sus propios pecados, pues es un malvado, un ladrón y un malhechor. Tal vez ustedes me pregunten: ¿y por qué no es castigado el hijo por los pecados del padre? Y yo contesto: Porque el hijo llevó una vida recta y justa, y obedeció todos mis mandamientos. Ese hijo merece vivir. Ni el hijo tiene que ser castigado por los pecados del padre, ni el padre tiene que ser castigado por los pecados del hijo. Sólo morirá la persona que peque. Quien haga lo bueno recibirá lo que merecen sus buenas acciones, quien haga lo mal recibirá lo que merece su maldad.

Sin embargo, puede ser que el malvado se arrepienta de todos los pecados que cometía, y se aparte de la maldad. Pues yo les aseguro que si realmente obedece todos mis mandamientos y vive una vida recta y justa, no morirá. Al contrario, vivirá por causa de su rectitud, y yo no volveré a acordarme de todos los pecados que cometió. Les doy mi palabra: yo no quiero que la gente malvada muera; más bien, quiero que se aparte de la maldad y viva. Pero si la persona justa de hacer lo bueno y comienza a comportarse como un malvado, y hace cosas malas y repugnantes, no esperen que yo la deje seguir viviendo. Al contrario, no tomaré en cuenta sus buenas acciones, y morirá por culpa de sus pecados y por desobedecernme.

Ustedes me critican y piensan que soy injusto. Pero escúchenme bien, israelitas, y respóndanme: ¿De veras soy injusto ¿No será, más bien, que son ustedes los injustos? Israelitas, yo juzgo a cada uno de ustedes de acuerdo con su conducta. Yo soy el Dios de Israel, y les aseguro que si dejan de portarse mal y se apartan de sus maldades, no sufrirán las consecuencias de sus pecados. Arrojen a la basura todas las maldades que cometieron contra mí. Vuelvan a amarme de todo corazón, y busquen recibir nueva vida. ¡Ustedes, israelitas, no tienen por qué morir! ¡Yo no quiero que mueran! ¡Apártense de la maldad, y vivirán! Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Ahora bien, el hombre puede meditar y preguntarse ¿crees que los pecados de los padres lo pagan los hijos? Como puedes darte cuenta en la sociedad actual hay refranes burdos sin sentido que la gente  los repite, interpreta y critica  que vienen de Dios que es injusto, pero sabes, el hombre que confía en Dios, El le da al hombre discernimiento para identificar  que estas palabras no son verdad, pues el justo vivirá por causa de su rectitud, de sus buenas acciones, por obedecer a sus mandatos; aunque si bien es cierto las decisiones equivocadas tomadas por los padres pueden afectar a los hijos, a su entorno familiar; lo que el hombre debe saber, es que la vida de todo ser humano le pertenece a Dios y por lo tanto, el hombre debe apegarse a  sus mandatos.

No obstante, para Dios lo esencial es que el hombre sea recto y justo, que no sea subjetivo, de manera que en cualquier circunstancia actúe con justicia; asimismo, Dios sólo juzgará al que peque, por lo tanto, quien haga lo bueno recibirá lo que merecen sus acciones, quien haga lo malo recibirá lo que merece su maldad, pero hay un punto fundamental, Dios es amoroso y su misericordia es tan grande que él perdona a todo aquél que se arrepiente y se aleja de la maldad  que le obstaculiza para seguir avanzando espiritualmente.

Ahora bien, lo fundamental es que el hombre  aprenda a confiar en Dios, a depender de El y  que no olvide que cada quien pagará por su propio pecado;  pero ¿entonces?, Es hora de que el hombre se dé tiempo y reflexione, que  tome conciencia de sus acciones si son las correctas, pues sabes, el tiempo se acaba, es necesario que el hombre se vuelva a Dios, y, por ende, cambie su estilo de vida porque Dios juzgará a cada uno por su conducta.


Con Alta Estima,

miércoles, 28 de mayo de 2014

Hago que reverdezca el árbol seco…


Dios también me dijo: Habla con los israelitas y ponlos a pensar en esta comparación, a ver si la entienden: Había un águila muy grande, de anchas alas y coloridas plumas. Esa águila fue al monte Líbano y de la punta de un árbol cortó la rama más alta. Luego fue a un país de comerciantes, y allí plantó la rama. De ese país tomó una semilla, y fue a sembrarla en buena tierra. La plantó junto a un río, como se plantan los sauces. Y la semilla creció, y se convirtió en una vid. Esa vid no era muy alta, pero tenía muchas ramas. Y cuando la vid maduró, extendió sus ramas hacia el águila y hundió sus raíces en el suelo.

La vid estaba sembrada en buena tierra, y junto a un río caudaloso; pudo haber sido una vid hermosa, cargada de ramas y de uvas, pero llegó otra águila más grande, de anchas alas y coloridas plumas, y la vid extendió sus ramas hacia ella, para que le diera más agua todavía. Diles, por tanto, de mi parte: ¿Creen que tendrá éxito la vid? ¡Claro que no! El águila la arrancará del suelo, le quitará todas las uvas, y dejará que se marchite. ¡Para hacerlo no hace falta mucha gente ni mucho esfuerzo! Si la plantan en otro lugar, no volverá a retoñar; al golpearla el viento del este, se marchitará por completo y morirá donde fue plantada.

Dios también me dijo: Pregúntale a esta gente rebelde si sabe lo que significa la comparación. Si no lo sabe, explícale que, cuando el rey de Babilonia vino a Jerusalén, hizo prisioneros al rey de Judá y a sus principales jefes, y se los llevó a su país. Sin embargo, hizo un trato con uno de ellos, que era de la familia del rey, y lo hizo jurar que no lo traicionaría. Mediante ese trato, el rey de Babilonia esperaba que los de Judá no se rebelaran, sino que cumplieran fielmente el pacto.

Pero aquel jefe de Judá se rebeló contra el rey de Babilonia, y le pidió ayuda a los egipcios, y ellos le enviaron caballos y un gran ejército. Ahora bien, ¿ustedes creen que quien hace un trato y no lo cumple puede escapar con vida? ¡Claro que no! Yo soy el Dios de Israel, y les juro que ese jefe de Judá morirá en Babilonia. Y morirá porque no supo cumplir su palabra, ¡porque no respetó el trato que hizo con el rey que lo dejó seguir reinando! Cuando los babilonios ataquen a Jerusalén, y construyan rampas y escaleras para conquistar la ciudad, y maten a mucha gente, de nada le servirá el gran ejército que le mandó el rey de Egipto, ¡Ni siquiera ese jefe saldrá con vida!

Yo soy el Dios de Israel, y les juro que castigaré a ese jefe de Judá. Lo castigaré por no haber respetado el trato que hizo, faltando así a su palabra. Lo atraparé con mis redes por haberse burlado de mí; lo llevaré preso a Babilonia, y allí le haré un juicio. Aun sus mejores soldados morirán en la guerra, y los que logren salvarse serán dispersados por toda la tierra. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que cumplo mi palabra.

Yo, el Dios de Israel, afirmo: Yo, también cortaré una rama de la punta del árbol más alto, y la plantaré sobre un alto monte, ¡sobre el monte más alto de Israel! Y le crecerán muchas ramas, y se llenará de frutos, y llegará a ser un gran árbol. Bajo la sombra de sus ramas pondrán su nido las aves, y todos los árboles del bosque reconocerán que yo soy Dios. Yo echo abajo a los árboles altos, y hago que se sequen; pero hago crecer a los árboles pequeños, y hago que reverdezca el árbol seco. Yo, el de Israel, lo afirmo.

Aquí puedes darte cuenta que Dios es todopoderoso y El puede hacer lo que desee,  por lo tanto, es conveniente que el hombre obedezca las enseñanzas de Dios para que no sea zarandeado sino al contrario, con su buen comportamiento,  Dios mostrará contentamiento. Asimismo, Dios apreciará, que  el hombre tenga convicciones firmes y desarrolle una buena conciencia, a base de disciplina y venza  la adversidad, pero lo fundamental es  que el hombre tenga un corazón dispuesto y enseñable para conocerle a través de su Palabra.

Asimismo, El Señor tiene un plan o propósito para cada persona, por lo que es necesario que el hombre se llene del conocimiento de Dios,  y logre ser transformado pues sabes,  el tiempo es de Dios, El hará que el hombre de buenos frutos, así como El hará que un árbol reseco florezca, entonces dará gracias a Dios y lo glorificará.


Con Alta Estima,

martes, 27 de mayo de 2014

Tienes que sufrir las consecuencias de tus repugnantes maldades…


Dios también me dijo: Ezequiel, hombre mortal, habla con los habitantes de Jerusalén y hazles entender que me repugna su conducta. Dales de mi parte el siguiente mensaje: La ciudad de Jerusalén fue fundada en Canaán. Antes fue habitada por los amorreos y los hititas. ¡Desde sus inicios es una ciudad malvada! Cuando la fundaron, fue como una niña abandonada al nacer. Nadie se interesó por ella, ni la cuidó ni le cortó el ombligo. Nadie la bañó, ni la frotó con sal, ni la envolvió en pañales. Al contrario, la abandonaron como si fuera basura.

Yo pasaba por ahí y la ví en el suelo, revolcándose en su propia sangre. Parecía una niña abandonada. Pensé que merecía una oportunidad, y la ayudé a crecer. La ciudad creció; fue como ver a la niña convertirse en una joven muy hermosa. Le crecieron los pechos, y le salió el vello de mujer. Aun así, estaba totalmente desnuda. Tiempo después volví a pasar, y vi que la ciudad ya había crecido bastante. Era como una jovencita convertida en mujer lista para casarse. La puse entonces bajo mi cuidado, y me comprometí a amarla para siempre, como si ella fuera mi mujer y yo su marido. La bañé, la limpié y la perfumé. Les juro que así fue. Luego le puse un vestido de pura seda y finos bordados, y le puse calzado en sus pies. Así de amoroso fui con Jerusalén. Y no sólo la alimenté bien, sino que la llené de grandes riquezas, como quien le regala a su novia brazaletes, collares, anillos, aretes, y una lujosa corona. Era la ciudad más hermosa de todas; ¡parecía una reina! De tal manera traté a Jerusalén, que la hice famosa. Todo el mundo la consideraba una belleza perfecta. Les juro que así fue.

Pero esta ciudad se sintió orgullosa de sí misma. Llegó a confiar sólo en su belleza y en su fama, y acabó como cualquier otra ciudad despreciable, pues adoró a cuanto ídolo quiso. Con las mismas riquezas que le di se fue a los cerros, y allí adoró a esos ídolos. ¡Nunca antes se había visto algo semejante! Con las joyas de oro y de plata que le regalé, hizo figuras de hombres, y las adoró; las vistió con finos vestidos y les rindió culto. Los ricos ungüentos y perfumes, y hasta los mejores alimentos que le di, los usó para adorar falsos dioses. Les juro que así fue. Pero no le bastó con portarse como una ciudad cualquiera. Sus habitantes tomaron a sus hijos y a sus hijas, y los quemaron como ofrenda en honor de esos ídolos. Esta ciudad cayó tan bajo en sus prácticas repugnantes que parecía una prostituta. Me traicionó con cualquiera, y se olvidó que fui yo quien la aceptó cuando todos la despreciaron. En aquel tiempo parecía un bebé abandonado en el suelo, revolcándose en su propia sangre.

¡Jerusalén, qué lástima me das! ¡Yo doy quien te lo dice! Para colmo de todos tus males, en las plazas y en las esquinas de las calles los israelitas construyeron altares para adorar cuanto ídolo quisieron. Se hicieron amigos de los egipcios, y juntos adoraron a sus ídolos, creyendo que podían más que yo. Realmente me hicieron enojar. ¡Jerusalén, has perdido toda tu belleza! Por eso te castigué. Por eso permití que perdieras parte de tu territorio. Por eso te dejé caer en manos de los filisteos, tus enemigos de siempre, ¡y hasta ellos se avergonzaron de tu mal comportamiento! Siempre buscaste la amistad de los asirios, y tus habitantes adoraron a sus dioses, pero no quedaron satisfechos y siguieron buscando amigos con quienes adorar a otros dioses. Luego adoraron a los dioses de Babilonia, ¡Y ni así quedaron satisfechos! Tusas habitantes no tienen cara! ¡eres más desvergonzada que una prostituta. Te juro que así es.

¡Jerusalén, te comportas como una mujer que engaña a su esposo! ¡Me engañaste! En realidad, te has portado peor que una prostituta. Porque la prostituta cobra por tener relaciones sexuales con alguien; tú, en cambio, cuando adoras a otros ídolos, lo haces a cambio de nada, más bien eres tú quien lo da todo. Obligas a la gente a venir de todas partes, para adorar juntos a los ídolos en los altares que construiste en las plazas y las esquinas. Y como ya nadie quiere venir, ni te da nada a cambio, eres tú quien les paga para que vengan. ¡Sólo en eso eres diferente a una prostituta! Por lo tanto, ciudad infiel, presta atención a lo que voy a decirte: Como no te dio vergüenza adorar descaradamente a los ídolos de otras naciones, y como les ofreciste la sangre de tus hijos, voy a reunir todas esas naciones, y delante de todas ellas te humillaré.

Te voy a juzgar como a una prostituta y asesina. Es tanto mi enojo que te condenaré a morir, y serán esas naciones amigas tuyas las que cumplan la sentencia. Ellas derribarán todos los altares que hiciste para adorar a sus ídolos. Te quitarán tus joyas, te arrancarán tus riquezas y te dejarán en la pobreza. Luego, esas naciones le dirán a la gente que te acuchille y te mate a pedradas, y que les prenda fuego a tus casas. Así cumplirán tus amigas la sentencia contra ti, delante de muchas otras naciones. Sólo así dejarás de portarte como una prostituta, y ya no les darás tus riquezas a los ídolos de esas naciones. Una vez que se me pase el enojo, y que se hayan calmado mis celos por ti, volveré a estar tranquilo. Pero yo te castigaré, porque has sido una ingrata. Tú, Jerusalén, te olvidaste de todo lo que hice por ti cuando no eras una ciudad importante. Me hiciste enojar con tus acciones tan repugnantes. Te juro que así es.

La gente dirá que en ti se cumple el dicho: De tal madre, tal hija, pues eres igual que tus fundadores, los hititas y los amorreos. Ellos tampoco fueron fieles a sus fundadores, y nunca se preocuparon por sus descendientes.  Tampoco a tus ciudades hermanas les importaban muchos sus fundadores y sus descendientes. Tu hermana mayor es la ciudad de Samaria, que está al norte, y sus descendientes son los pueblos que la rodean. Tu  hermana menor es la ciudad de Sodoma, que está al sur, y sus descendientes son también los pueblos que la rodean. Pero ni ella ni sus pueblos, porque tú empezaste por seguir su mal ejemplo y cometer sus mismas maldades, pero acabaste siendo peor que ella. Te juro que así es.

Sodoma y sus pueblos pecaron por creer que tenían demasiado, pues les sobraba comida y vivían sin preocupaciones; también pecaron porque nunca ayudaron a los pobres y necesitados. Era tanto su orgullo que delante de mí cometían maldades repugnantes. Por eso las destruí, y tú lo sabes. Pero ni Samaria ni sus pueblos llegar a pecar como tú. Comparadas contigo, tus dos hermanas resultan dos blancas palomitas. ¡Así de graves son tus repugnantes acciones! Por todo eso, ahora tú tendrás que sufrir la vergüenza, y tu castigo será la humillación. Sin embargo, tu castigo les servirá de consuelo a Sodoma y a Samaria, y a sus pueblos, pero yo haré que ellas vuelvan a ser lo que antes fueron, ¡y lo mismo haré contigo y con tus pueblos! Hubo un tiempo en que te burlabas de tu hermana Sodoma; ¡tan orgullosa eras! Pero ahora son los pueblos edomitas los que se burlan de ti, junto con los filisteos y todos los pueblos vecinos, pues ya todo el mundo conoce tu maldad. Ahora tienes que sufrir las consecuencias de tus repugnantes maldades. Te juro que así será.

Y también quiero decirte que te voy a castigar por no cumplir con tu parte de nuestro compromiso. Sin embargo, yo sí cumpliré mi compromiso contigo, lo mismo que las promesas que te hice cuando aún no eras una ciudad importante. ¡Jerusalén, mi amor por ti será siempre el mismo! Así reconocerás que yo soy tu Dios. Yo haré también que Samaria y Sodoma lleguen a ser tuyas, aun cuando esto no formaba parte de mi compromiso contigo. Cuando yo te haya perdonado por completo, te acordarás de todos los pecados que cometiste. Y te sentirás tan avergonzada y humillada, que no volverás a abrir la boca. Te juro que así lo haré.

Aquí puedes darte cuenta que Dios es un Dios de pacto, por lo que el hombre debe cumplir la parte que le corresponde hacer y Dios cumplirá su compromiso pues el amor de Dios hacia la humanidad será siempre el mismo; pero el hombre muchas veces  es desobediente y se aparta de Dios, adora cosas superfluas pues es una sociedad consumista, orgullosa, soberbia, todo lo que hace es bajo sus fuerzas, pero lo trascendental es que a pesar de tanta maldad Dios siempre da una oportunidad para que el hombre corrija sus malas actitudes pues estas prácticas repugnantes hacen al hombre despreciable ante los ojos de Dios.

Ahora bien, el hombre debe valorar lo que es efímero y lo que es eterno y Dios le da ese discernimiento para que escoja cambiar su manera de vivir, siendo conveniente que el hombre esté apegado a la Palabra, que medite en ella  y se aparte de tanta idolatría, y  más bien busque a Dios pues toda mala decisión trae consecuencias.

Asimismo, con la seguridad  de que Dios es fiel, el hombre debe amarle y obedecer sus enseñanzas, apegarse a su Palabra  para quitar todo desenfreno  pues el hombre no debe rebasar los límites establecidos por Dios y entonces, el hombre vivirá bajo su protección.


Con Alta Estima,

lunes, 26 de mayo de 2014

Sirven sólo para avivar el fuego…


Dios también me dijo: Hombre mortal, si fueras a sacar madera, no la sacarías de una vid. Su tronco no sirve para hacer muebles, ni para colgar nada. Sólo sirve como leña; en cuanto se queman sus puntas, y el centro se hace carbón, ¡ya no sirve para nada! Y si no es buena como leña, ¡mucho menos como carbón!

¡Por eso yo les digo: Los habitantes de Jerusalén son como esa leña; ¡sirven sólo para avivar el fuego! Yo pelearé contra ellos, y aunque se escapen de un fuego, otro fuego los consumirá. Cuando yo me enfrente a ellos, reconocerán que yo soy su Dios. Puesto que fueron infieles, yo convertiré su país en desierto. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre tiene diferentes actitudes que lo motivan a lograr un comportamiento bueno, agradable a Dios, así como la leña debe estar en ciertas condiciones para que garantice más calor, estar seca y entonces será de buena calidad.  Asimismo, cuando el hombre  tiene la certeza de que lo que cree es la verdad, la garantía es avanzar en el camino correcto, por lo que es necesario que el hombre  cuide sus actitudes,  que sean positivas, sinceras, no de venganza ni del pasado para que  logre crecer espiritualmente.

Por lo tanto, lo conveniente es que el hombre esté apegado a la Palabra de Dios para que no se contamine; siga sujeto a las enseñanzas de Jesucristo para que le reconozca como su único Dios verdadero, y al estar preparado en el conocimiento de Dios sea previsor y adquiera discernimiento de lo correcto para que sea útil como siervo de Dios.


Con Alta Estima,

sábado, 24 de mayo de 2014

Sólo ellos se salvarían…


Algunos de los jefes de Israel vinieron a verme. Cuando llegaron se sentaron frente a mí. Entonces Dios me dijo: Dime, Ezequiel, ¿cómo voy a darle un mensaje a estos hombres, si no piensan más que en hacer lo malo y en adorar a esos ídolos malolientes? Más bien, ve a decirles de mi parte lo siguiente: El Dios de Israel dice que ustedes no piensan más que en hacer lo malo y en adorar a esos ídolos malolientes, ¡y también van a ver al profeta para consultarme por medio de él! Pero como respuesta recibirán el castigo que se merecen, por adorar a tantos ídolos. Quizás así se arrepientan de haberme abandonado por adorar a esos ídolos.

A los israelitas les dirás de mi parte: Dejen ya de hacer lo malo, abandonen a sus ídolos y vuelvan a obedecerme. Mi respuesta a todos los israelitas, y a los extranjeros que viven en Israel, es la siguiente: Ustedes les preguntan a los profetas por mis mensajes, pero se han alejado de mí para adorar a esos ídolos  malolientes, y no piensan más que en hacer lo malo. Por eso, quiero que sepan que yo mismo me enfrentaré a ustedes. Yo los eliminaré de mi pueblo, y ese castigo será una lección para todos. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Pero si algún profeta les da un mensaje falso, será porque así lo quise. Sin embargo, castigaré a ese profeta y lo eliminaré del pueblo. Castigaré al profeta y a quien lo haya consultado. Así los israelitas no volverán a darme la espalda ni seguirán pecando. Entonces serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Dios también me dijo: Al país que peque contra mí, y que una y otra vez me sea infiel, yo lo castigaré duramente. Echaré a perder sus cosechas de trigo, y sufrirá hambre; así acabaré con los habitantes de ese país y con sus animales. Si en ese país vivieran Noé, Daniel y Job, sólo ellos se salvarán, pues eran hombres justos. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

También podría yo castigar a ese país enviando bestias salvajes, para que acabaran con sus habitantes. La tierra quedaría sin vida alguna, como un desierto, y nadie se atrevería a pasar por él, por miedo a las bestias salvajes. Pero aun si Noé, Daniel y Job vivieran en ese país , no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Sólo ellos se salvarían, pero el país quedaría totalmente destruido. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

También podría yo castigar a ese país enviando un ejército que lo ataque y acabe con sus habitantes. Pero aun si Noé, Daniel y Job vivieran en ese país, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Sólo ellos se salvarían. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra. También podría yo, en mi enojo, castigar a ese país con graves enfermedades, para acabar con sus habitantes y con todos sus animales. Pero aun si Noé, Daniel y Job vivieran en ese país, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Sólo ellos se salvarían, pues eran hombres justos. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Dios también me dijo: Mi castigo contra Jerusalén será peor cuando envíe contra ella mis cuatro castigos mortales: la guerra, el hambre, las bestias salvajes y las enfermedades. Con estos cuatro castigos destruiré a todos sus habitantes y a sus animales. Sin embargo, haré que algunos de ellos queden con vida. Lograrán escapar con sus hijos y sus hijas, y se irán a Babilonia, donde están ustedes. Cuando lleguen allá, ustedes se darán cuenta del comportamiento de ellos, y me darán la razón por haber castigado así a Jerusalén. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Aquí puedes darte cuenta, que el hombre no debe pensar en hacer lo malo, sino al contrario buscar a Dios y todo aquel que le obedece le irá bien pues Dios desea que el hombre se arrepienta y El le perdona, le restaura y, entonces su vida se alineará a los propósitos de Dios.

Asimismo, es esencial que el hombre deposite su confianza en Dios, que crea en El y muestre su fidelidad con un corazón dispuesto a hacer su voluntad, a apegarse a su Palabra, para que viva de acuerdo al orden establecido por El y alcance la estatura del varón perfecto, entonces Dios estará contento por su buen comportamiento, pues todo aquel que obedece y está sujeto a Dios, El lo protege pues a pesar de las circunstancias adversas confía en El.

Por lo tanto, sería bueno que el hombre reflexionara,  ¿Tengo una actitud correcta en todo momento? ¿Lo que hago agrado a Dios para merecer su salvación? Sabes, queda poco tiempo, es urgente un cambio, un nuevo estilo de vida,  y sólo Dios puede ayudar al hombre en esa transformación.


Con Alta Estima,

viernes, 23 de mayo de 2014

Quedarán aplastados bajo el peso de sus mentiras…


Dios me dijo: Hay profetas que anuncian a Israel mensajes que ellos mismos inventaron. Por eso, ve y diles de mi parte lo siguiente: ¡Pobres profetas, qué tontos son ustedes! Yo no les he dado ningún mensaje. Ustedes inventan sus mensajes; son como los chacales cuando buscan alimento entre las ruinas. No han preparado a los israelitas para que puedan evitar el castigo que voy a darles. Todo lo que ustedes anuncian es mentira; es sólo producto de su imaginación. Aseguran que hablan de mi parte, pero eso es mentira: yo nunca les he pedido que hablen por mí. ¿y todavía esperan que se cumplan sus palabras?

 Yo soy el Dios de Israel, y les aseguro que me pondré en contra de ustedes, pues sólo dicen mentiras y falsedades. Borraré sus nombres de la lista de los israelitas, y no tendrán entre ellos arte ni parte. ¡Ni siquiera podrán volver a poner un pie en su tierra! Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Todo esto les sucederá por haber engañado a mi pueblo; por haberle asegurado que todo estaba bien, cuando en realidad todo estaba mal. Sus mentiras son como una pared de piedras pegadas con yeso. ¡Y esa pared se vendrá abajo! Pues sepan, señores albañiles, que voy a lanzar una fuerte tempestad contra esa pared, y que la derribaré con lluvia, granizo y un viento muy fuerte. Entonces la gente dirá: ¡Y a quién se le ocurre confiar en mentiras!

Yo soy el Dios de Israel, y estoy tan enojado que enviaré contra ustedes un viento huracanado, y abundante lluvia y granizo, y lo destruiré todo. Estoy tan enojado que derribaré esa pared de mentiras que ustedes construyeron. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Cuando esto suceda, ustedes quedarán aplastados bajo el peso de sus mentiras. Entonces yo les preguntaré ¿Qué pasó con sus profecías? ¿Qué pasó con esos tontos profetas? ¿Dónde están esos profetas de Israel que le daban falsos mensajes a Jerusalén? ¿Dónde están los que le aseguraban que todo estaba bien, cuando en realidad todo estaba mal? Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Pero tú, hombre mortal, ¡enfréntate también a esas mujeres de tu pueblo que dicen hablar de parte mía! ¡Reprende a las que anuncian puras mentiras! Diles de mi parte: ¡Pobres de ustedes, mujercitas que engañan a mi pueblo con pulseras, velos y hechicerías! ¿Acaso creen que podrán salvarse, y que mantendrán atrapado a mi pueblo? Por un puñado de cebada, y por unas cuantas migajas de pan, ustedes han insultado mi nombre delante de mi pueblo. Prometen larga vida a los que van a morir, y anuncian muerte a los que deben vivir; ¡y hacen que mi pueblo crea en esas mentiras!

Por eso estoy en contra de ustedes y de sus hechicerías, pues atrapan a la gente como si atraparan pájaros. Pero yo les quitaré de las manos a la gente que atraparon con sus brujerías, y no volverán a atraparla. Entonces ustedes reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Ustedes han actuado en contra de mi voluntad. 
Con sus mentiras, han afligido a la gente buena; en cambio, han animado a la gente mala para que siga portándose mal, y no se salven de mi castigo. Por eso no volverán ustedes a dar mensajes falsos, ni a practicar la hechicería. Yo libraré a mi pueblo del control que ustedes tienen sobre él. Y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Aquí puedes darte cuenta que es importante que el hombre esté cerca de Dios, para que pueda vencer los falsos mensajes, reconocer a Dios y desarrollar una relación personal con El, que lo conozca y ame a través de su Palabra para que el hombre sea fortalecido y se mantenga firme en sus convicciones,  que no se deje engañar por enseñanzas falsas, sino más bien es tiempo que el hombre tome conciencia de realizar cambios en su vida, pues el juicio de Dios está cerca, y esto es una realidad aunque la gente mala sigan portándose mal.

Por lo tanto, el hombre debe buscar a Dios y llenarse de su conocimiento, para que deje a un lado la ceguera espiritual, y se vuelva más perceptivo, sensible a su mensaje, dispuesto  con un corazón humilde y que esté alerta a hacer la voluntad de Dios, siendo imprescindible que el hombre se sujete a Dios, para que desarrolle una identidad como hijo de Dios.

No obstante, es fundamental que el hombre obediente cambie de actitud que enmiende los errores del pasado para ser mejor persona cada día y, por ende, la sociedad mejorará tratando de establecer la paz en este inhóspito mundo.


Con Alta Estima,

jueves, 22 de mayo de 2014

No tardaré en cumplir mi palabra…


Dios me habló y me dio esta orden:  Tú, Ezequiel, vives entre gente tan rebelde, que hasta cierra los ojos y se tapa los oídos para no verte ni oírte. ¨Por eso quiero que salgas de tu casa a plena luz  del día, cuando todos puedan verte, y finjas caminar como si te llevaran preso a otro país. No lleves contigo más de lo que puedas cargar; llévate solamente lo que se llevaría un prisionero. Esta gente es muy rebelde, pero espero que entienda el mensaje.

Por la tarde, haz un hueco en la muralla y pasa por ahí con tu equipaje, como para iniciar tu viaje al país donde quedarás prisionero. Y por la noche, échate al hombro lo que lleves en la mano y ponte en marcha. Tápate la cara para no ver el país. De este modo le darás una lección al pueblo de Israel. Yo hice todo lo que Dios me mandó hacer, y al día siguiente Dios me dijo: Dime, Ezequiel, ¿qué piensan los israelitas de lo que has estado haciendo? Si te lo preguntan, diles que es un mensaje de mi parte para el rey y para la gente de Jerusalén. Diles que todo lo que has hecho es anunciarles lo que les va a suceder. Porque así será. Todos ellos serán llevados prisioneros a otro país. El rey se echará al hombro su equipaje, y por la noche hará un hueco en la muralla y saldrá por ahí. Y será tal su vergüenza que se tapará la cara para no ver el país.

Yo lanzaré mi red sobre el rey, y lo llevaré preso a Babilonia. Pero no llegará a ver ese país, pues morirá antes de llegar. A los guardias que lo protegen los dispersaré por toda la tierra, y a su ejército lo perseguiré hasta destruirlo. Y cuando se encuentren dispersos entre las naciones, reconocerán que yo soy Dios. Dejaré que algunos de ellos queden con vida. Sobrevivirán a la guerra, al hambre y a las enfermedades, para que les cuenten a las naciones todas las maldades repugnantes que cometieron. Entonces reconocerán que yo soy Dios.

Después, Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, tiembla de miedo cuando comas tu pan, y bebe tu agua con ansiedad y angustia. Luego busca a los que viven en Jerusalén y en la tierra de Israel, y dales de mi parte este mensaje: Por causa de tanta violencia que ustedes han cometido, viene el día en que también ustedes comerán su pan llenos de miedo, y beberán su agua llenos de angustia. Todo su país y todas sus ciudades serán destruidas.  Sus terrenos quedarán vacíos como un desierto, y no producirán nada. Sólo entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Dios también me dijo: ¿Qué se han creído los israelitas? Andan repitiendo este dicho: Pasan y pasan los días, y lo que anunció el profeta no se cumple. Pues ahora, ve y diles de mi parte que ese dicho no volverá a repetirse en Israel. Más bien, diles este otro dicho: Viene el día en que se cumplirá lo que el profeta anunció. Nunca más ustedes los israelitas volverán a escuchar mensajes falsos ni predicciones engañosas. Ustedes son un pueblo rebelde, pero vivirán para ver que cumplo lo que digo. Yo soy el Dios de Israel, y no tardaré en cumplir mi palabra. También andan diciendo que tú anuncias algo que tardará mucho en suceder. Por eso, ve y diles de mi parte que ya no tardan en cumplirse mis palabras. Lo que digo, lo cumplo. Yo soy el Dios de Israel, y no tardaré en cumplir mi palabra.

Aquí puedes darte cuenta que en la actualidad, en las sociedades modernas,  la vida del hombre está reflejada en el materialismo excesivo, vive alejado de Dios, no quiere saber nada de El hasta cierran los ojos y se tapan los oídos para no oír de otros el mensaje que Dios transmite a través de su Palabra pues existe tanta rebelión,  no considera que la violencia engendra más violencia,  su corazón está vacío al no experimentar la presencia de Dios en su vida; así como tampoco le preocupa que va a suceder pues los atenuantes son más llamativos y se deja llevar por las circunstancias que  le arrastran a la autodestrucción del hombre mismo.

No obstante, lo imprescindible es que el hombre busque a Dios, que le reconozca como su Dios viviente y crea en El, se apegue a sus enseñanzas para que se llene de su conocimiento pues sabes, la Palabra debe ser el alimento diario que nutre su espíritu y evita que su ser interior se sienta vacío, carente de frutos.
Por lo tanto a pesar de que el hombre transgrede las leyes establecidas por Dios en esta vida terrenal, es necesario que el hombre corrija su actitud en base a la verdad que le lleva a Jesucristo, pues El no tardará en cumplir su Palabra.


Con Alta Estima,

miércoles, 21 de mayo de 2014

Yo les pediré cuentas de su conducta…


Una fuerza dentro de mí me levantó y me llevó hasta la entrada del templo de Dios, que está en el lado este.  Allí había veinticinco hombres, entre los que se encontraban dos jefes del pueblo, que eran Jaazanías hijo de Azur y Pelatías hijo de Benaías. Entonces Dios me dijo: Estos son los que hacen planes malvados y dan malos consejos a la gente de Jerusalén. Les aseguran: No es urgente reconstruir las casas. Aquí en la ciudad estamos a salvo. Por eso tú, Ezequiel, tienes que darles un mensaje de mi parte. Entonces el espíritu de Dios vino sobre mí, y me ordenó decirles: El Dios de Israel afirma: Israelitas, yo sé lo que ustedes dicen y piensan. Ya han matado a mucha gente en esta ciudad. Por eso las calles están llenas de cadáveres.

Pero yo, el Dios de Israel, les aseguro que voy a sacarlos de Jerusalén, a pesar de que ustedes creen estar a salvo dentro de ella. Sólo dejaré dentro de la ciudad los cadáveres de la gente que ustedes mataron. ¿No es verdad que tienen miedo de morir en la guerra? ¡Pues les juro que morirán en plena batalla! Los sacaré de Jerusalén, y dejaré que los extranjeros hagan con ustedes lo que quieran. Ese será el castigo que merecen.
Si creían estar seguros dentro de la ciudad, verán que ni siquiera el país les dará protección. En las fronteras mismas de Israel morirán traspasados por las espadas. Yo los castigaré, porque no obedecieron mis mandamientos, sino que prefirieron vivir como los pueblos vecinos que no me obedecen. Así ustedes  reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Todavía estaba yo hablando, cuando cayó muerto. Pelatías hijo de Benaías. Entonces me arrodillé, y tocando el suelo con mi frente, grité con todas mis fuerzas: ¡Ay, Dios mío! ¿Vas a matar a los pocos israelitas que aún quedan con vida?  

Y Dios me contestó: Los que aún viven en Jerusalén piensan que los israelitas que fueron llevados prisioneros a Babilonia son los que se apartaron de mí. Ellos creen que ahora el país les pertenece sólo a ellos. Pero tú diles a los israelitas en Babilonia que, aunque es verdad que yo los expulsé de esta tierra y los dispersé por todas las naciones, no será por mucho tiempo. Además, también allí pueden adorarme.

Yo les prometo que los haré volver de las naciones por donde los dispersé. Y cuando ya los haya reunido, le devolveré la tierra de Israel. Cuando ellos regresen, deberán destruir todos esos ídolos odiosos con que me ofenden los que han quedado en Jerusalén. También pondrán fin a todas sus maldades repugnantes.
Yo haré que ellos cambien su manera de pensar y su manera de adorarme. Haré que dejen de ser tercos y testarudos, y los haré leales y obedientes. Entonces obedecerán mis mandamientos y vivirán como les he ordenado que vivan. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a los que sigan adorando a esos ídolos odiosos, y no se aparten de sus repugnantes maldades, yo les pediré cuentas de su conducta. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

Los cuatro seres con apariencia extraña extendieron sus alas y se llevaron sus ruedas. Entonces el gran resplandor de Dios, que estaba encima de ellos, comenzó a alejarse de Jerusalén, y se detuvo sobre el cerro que está al este de la ciudad. Mientras yo veía todo esto, una fuerza dentro de mí me levantó y me llevó a donde estaban los que habían sido llevados prisioneros a Babilonia. Cuando esta visión terminó, yo les narré a ellos todo lo que Dios me había permitido ver.

Aquí puedes darte cuenta que la visión de Dios es guiar al hombre a través de su Palabra de manera que tenga una transformación, un cambio interno, una renovación de su mente y de su corazón, donde el Señor sea el centro de su vida para que deposite su confianza en El, le obedezca  y le vaya bien.

Mientras tanto, el hombre debe reconocer a Dios como su único Dios verdadero, que sólo castiga a todo aquel que no le obedece, a todo aquel que vive fuera de los límites establecidos por El de manera que no está bajo su cobertura, por eso es esencial que el hombre cambie su manera de pensar y su estilo de vida, que se arrepienta de su maldad y realice un cambio interno para que avance en este mundo adverso.

Por lo que es de prioridad que el hombre se vuelva a Dios pero sabes esta decisión es voluntaria pues Dios dio al hombre “libre albedrío”; y, la realidad es que el hombre debe buscar a Dios, apegarse a sus preceptos y  entonces aprenderá a tomar sabias decisiones pues tiene temor de Dios; asimismo, la Palabra le fortalece y le anima a levantarse, a estar preparado en el conocimiento de Dios,  pues el tiempo está próximo y el hombre no sabe el día ni la hora en que Jesucristo volverá.

Sabes, es ¡urgente! Que el hombre cambie de actitud, que adore al Señor en espíritu  y verdad en dondequiera que se encuentre, que esté ¡alerta! pues el hombre entregará cuenta a Dios de su transitar por esta tierra.


Con Alta Estima

martes, 20 de mayo de 2014

Todo el patio se iluminó con el resplandor…


De pronto ví que arriba de la cúpula que estaba sobre los cuatro seres con apariencia extraña, había algo que parecía un trono. Era tan azul que parecía estar hecho de zafiro. En ese momento Dios le ordenó al escritor: Métete entre las ruedas que están debajo de los cuatro seres, toma un puñado de los carbones encendidos que hay allí, y espárcelos por toda la ciudad.

Aquel hombre obedeció y se metió entre las ruedas, pero se quedó junto a una de ellas.  Entonces, debajo de las alas de los cuatro seres apareció algo semejante a una mano. Uno de los seres extendió la mano hacia el fuego, tomó algunos carbones y se los dio al escritor.

Cuando esto sucedió, los cuatro seres todavía estaban en la parte sur del templo. Una nube cubría el patio interior, y el gran resplandor de Dios, que estaba por encima de los seres, se elevó y fue a detenerse a la entrada del templo. En ese momento la nube llenó el templo, y todo el patio se iluminó con el resplandor. Era tanto el ruido que los cuatro seres hacían con sus alas, que podía oírse hasta el patio de afuera. ¡Parecía como si Dios mismo estuviera hablando!

Al lado de los cuatro seres vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas eran todas iguales y brillaban como si fueran piedras preciosas. Estaban puestas en forma de estrella, y parecían estar encajadas  la una dentro de la otra. Podían girar en cualquier dirección, sin tener que darse vuelta. Eso permitía que los seres siempre pudieran avanzar de frente.

Los seres tenían ojos en todo el cuerpo, en la espalda, las manos, las alas, y hasta en las cuatro ruedas. Y pude oír que a las ruedas les pusieron por nombre carruaje. El espíritu que impulsaba a los seres también estaba en las ruedas. Por eso, cuando los seres se movían, o se paraban, o se elevaban de la tierra, las ruedas hacían lo mismo.

Cada uno de los seres tenía cuatro alas, y en sus costados, debajo de las alas, tenían manos humanas. También tenían cuatro caras. La primera de ellas era de un toro, la segunda era la de un hombre, la tercera era la de un león, y la cuarta era la de un águila. Todos ellos avanzaban de frente. Cuando vi sus caras, me di cuenta de que eran los mismos seres extraños que yo había visto junto al río Quebar, a los pies del Dios de Israel.

En ese momento el gran resplandor de Dios se elevó por encima de la entrada del templo, y se detuvo sobre los cuatro seres. Entonces ellos extendieron sus alas y, con sus ruedas a un lado, se elevaron del suelo. Luego se detuvieron en la entrada que está en el lado este del templo de Dios. Por encima de ellos podía verse el gran resplandor del Dios de Israel.

Así pues, es importante que el hombre se vuelva a Dios para que lo honre dondequiera que se encuentre mostrando una actitud de acuerdo a su voluntad,  que sea agradable y perfecta, aunque es urgente que el hombre se arrepienta verdaderamente y Dios le restaurará, mientras tanto, el hombre debe obedecer las enseñanzas de Dios, apegarse a los preceptos que El ha establecido, para que pueda brillar en las tinieblas.

Sabes, Dios es misericordioso y El merece que cada persona le ame y demuestre su fidelidad, pues El pedirá cuentas de su conducta a cada persona, por lo que es urgente un cambio, una renovación de la mente y el corazón para ser transformado y que el reino de Dios sea establecido en su ser interior, pues es el momento de sentir su presencia, de ver el gran resplandor de Dios.


Con Alta Estima,

lunes, 19 de mayo de 2014

A gritos me pedirán que los perdone…


El día cinco del mes de Etul, los jefes de Judá fueron a verme a mi casa. Para entonces ya teníamos seis años viviendo como prisioneros en Babilonia. De pronto, mientras ellos estaban sentados frente a mí, el Dios de Israel me hizo sentir su poder y me permitió ver la figura de algo que parecía un ser humano. De la cintura para abajo, parecía fuego; de la cintura para arriba, brillaba como bronce pulido.

Esa figura extendió lo que parecía ser una mano, y me agarró por el pelo. Entonces una fuerza dentro de mí me levantó por los aires y me llevó a Jerusalén; una vez allí, me dejó a la entrada del portón interior, que da al norte. Allí habían colocado un ídolo, pero allí también estaba el Dios de Israel en todo su esplendor, tal y como antes lo había visto en el valle. Al ver Dios aquel ídolo, se puso celoso y se enojó.

Luego Dios me dijo que mirara hacia el norte, y cuando lo hice, vi que en el portón del altar, junto a la entrada, estaba aquel ídolo. Entonces Dios me dijo: Fíjate en las acciones tan repugnantes que cometen los israelitas. Eso hace que yo me aleje de mi templo. Pero todavía vas a ver cosas peores.

Dios me llevó luego a la entrada del patio del templo, y en la pared vi un agujero. Dios me dijo: Haz más grande ese agujero. Así lo hice, y encontré una entrada. Entonces Dios me dijo: Entra y verás las acciones tan repugnantes ´que allí se cometen. En cuanto entré, pude ver toda clase de reptiles y de animales asquerosos, pintados sobre la pared. También estaban pintados todos los repugnantes ídolos de los israelitas. Pude ver también que los setenta jefes de los israelitas estaban adorando a esos ídolos. Entre los jefes estaba Jaazanías hijo de Safán. El olor a incienso era muy fuerte, pues cada uno de los jefes tenía un incensario en la mano. Entonces Dios me dijo:

Mira a los jefes de Israel. ¡Allí los tienes, cada uno adorando en secreto a su propio ídolo! Ellos creen que he abandonado el país, y por eso piensan que no los veo. Pero esto no es todo; todavía vas a ver cosas peores. De allí me llevó a la entrada norte de su templo. Allí vi sentadas a unas mujeres que lloraban por el dios Tamuz. Entonces Dios me dijo: ¿Ves esto? Pues todavía vas a ver cosas peores. Luego Dios me llevó al patio que está dentro del templo, y vi que entre el patio y el altar había unos veinticinco hombres. Estaban de espaldas al Lugar Santo y mirando hacia el este; arrodillados, tocaban el suelo con la cara, y adoraban al sol. Entonces Dios me dijo:

¿Ya viste, Ezequiel? Parece que el pueblo de Judá no se conforma con cometer tantos actos repugnantes aquí en el templo. También ha llenado de violencia a todo el país! ¡Todo el tiempo me están haciendo enojar! ¡Y para colmo, me obligan a oler los ramos malolientes con que adoran a su ídolo! Estoy tan enojado que voy a castigarlos sin ninguna compasión. A gritos me pedirán que los perdone, ¡pero no les haré caso!

Entonces escuché que Dios gritaba con fuerza: Ustedes, los que tienen que castigar a Jerusalén, ¡tomen sus armas destructoras y vengan a destruirla! Por la entrada del norte del templo llegaron seis hombres. Los vi llegar con sus armas y pararse junto al altar de bronce. Entre ellos había un hombre con ropa de lino. Por los utensilios que llevaba a la cintura, se veía que era un escritor. En ese momento el gran esplendor de Dios, que hasta entonces había estado sobre los seres de apariencia extraña, se elevó de allí y fue a detenerse a la entrada del templo. Dios llamó al escritor y le dio la siguiente orden: Ve a recorrer la ciudad de Jerusalén, y pon una marca en la frente de todos los que realmente estén tristes por las acciones tan repugnantes que se cometen en la ciudad. A los otros hombres les ordenó: Ustedes, sigan al escritor y maten sin ninguna compasión a cualquiera que no tenga la marca en la frente. No se fijen en la edad ni en el sexo: Comiencen aquí, en el templo, y llenen sus patios de cadáveres, ¡no importa que quede sucio y no sirva más para el culto.

Aquellos  hombres lo hicieron así, y comenzaron a matar gente por toda la ciudad. Primero mataron a los jefes de los israelitas, que estaban frente al templo. Mientras mataban a la gente yo me quedé solo. Entonces me arrodillé hasta tocar el suelo en mi frente, y grité: ¡Ay, Dios nuestro! ¿Tan enojado estás contra Jerusalén, que vas a acabar con los israelitas que aún quedan vivos?

Dios me respondió: La gente de Israel y de Judá ha pecado mucho. Ellos creen que yo los he abandonado, y que por eso no me fijo en lo que hacen. Han manchado todo el país con la sangre de sus crímenes; han llenado toda la ciudad con sus injusticias. Por eso voy a llamarlos a cuentas; voy a castigarlos sin ninguna compasión. Después de todo esto, el escritor volvió y le informó a Dios: Ya he cumplidos tus órdenes.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre se deja llevar por los afanes del mundo y muchas veces hace cosas abominables para Dios con lo que muestra tener un corazón entenebrecido, siendo necesario que el hombre se afiance en la verdad , y sólo lo puede hacer apegado a la Palabra para poder crecer tanto intelectual como espiritualmente y avanzar en el  camino recto pues su fe está puesta en un fundamento sólido, que es la Palabra de Dios, logrando a diario que el hombre fortalezca su espíritu y bajo la protección de Dios podrá vencer las asechanzas del enemigo.

No obstante, debido a que el tiempo apremia, es necesario que el hombre se llene del conocimiento de Dios, que estudie su Palabra para que su corazón sea lleno de gozo y de amor, de fidelidad y temor a Dios de manera que muestre un buen comportamiento, moldeando con disciplina el carácter, cuidando sus pensamientos, que no sólo estén llenos de materialismo sino que lo  logren transformar en un nuevo ser y, por ende recibirá el sello en la frente como hijo de Dios.

Ahora bien, es hora de que el hombre refleje en su actitud la presencia de Dios para avanzar en el camino hacia la santidad,  siendo necesario que reflexione y medite,  ¿Estoy  esforzándome para alcanzar la estatura del varón perfecto? ¿Me  perfecciono en mis actitudes, en mi carácter? Por lo pronto,  el hombre  debe buscar a Dios pues sólo El puede perfeccionar al hombre su carácter, pero sabes, es necesario que el hombre prosiga con actitud íntegra  pues Dios va a llamarlo a cuentas.


Con Alta Estima,

sábado, 17 de mayo de 2014

Los juzgaré tal y como ellos juzgaron a otros…


Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, dirige la mirada hacia las montañas de Israel, y dales de mi parte el siguiente mensaje a los que van a adorar allí: ¡Ustedes, que adoran dioses falsos en las montañas de Israel, presten atención a mi mensaje! Voy a destruirlos a todos, junto con los pequeños templos donde adoran a esos dioses. Haré pedazos los altares y los hornillos donde queman incienso; cualquiera que se acerque a uno de esos ídolos malolientes caerá muerto allí mismo, y alrededor de su altar dispersaré sus huesos. Destruiré por completo las ciudades; ¡destruiré todo lo que los israelitas han construido! Y cuando vean caer muerta a tanta gente, reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Sin embargo, yo dejaré con vida a algunos israelitas, los cuales serán llevados prisioneros a otras naciones de la tierra. Cuando estén allá, se acordarán de mí y del castigo que les di por engañarme y adorar a los ídolos. Entonces se darán cuenta de lo mal que se portaron, y se les revolverá el estómago al acordarse de sus actos repugnantes. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que siempre hablé en serio.
Después, el Dios de Israel me dio esta orden: ¡Búrlate de los israelitas, felicitándolos por su repugnante maldad! ¡Apláudeles con todas las fuerzas! ¡Recuérdales que gracias a ellos la guerra, el hambre y las enfermedades acabarán con todo el pueblo! Los que estén lejos morirán por causa de las enfermedades; los que estén cerca morirán en la guerra, y los que aún vivan se morirán de hambre, pues descargaré mi enojo contra ellos.

Los cuerpos de sus muertos quedarán tirados junto a sus ídolos malolientes. Habrá muertos por todas partes: alrededor de los altares, en las colinas y en las montañas, y aun debajo de cualquier árbol. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Mi castigo contra ellos será muy duro. De norte a sur, y desde Rival hasta el desierto, todo el país quedará en ruinas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
Dios me dijo lo siguiente: Ezequiel, diles a los israelitas que el Dios de Israel les envía esta advertencia: ¡El fin está cerca! ¡Les llegó la hora, a ustedes y a toda la tierra! Voy a llamarlos a cuentas. Descargaré mi enojo sobre ustedes, y no les tendré ninguna compasión. Voy a castigarlos. Voy a hacerlos sufrir las consecuencias de todos sus actos repugnantes. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Les aseguro que ya llegó su fin. Desgracia tras desgracia caerá sobre ustedes. Les ha llegado la hora a los que viven en este país. Ha llegado el día de espanto. ¡Se acabó la fiesta en las montañas! No quedaré satisfecho hasta haber calmado mi enojo contra ustedes. Voy a llamarlos a cuentas. Voy a castigarlos. Voy a hacerlos sufrir las consecuencias de todos sus actos repugnantes. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que también sé castigar. ¡Ha llegado el día! ¡Ha llegado la hora! ¡Por todas partes se ve orgullo y maldad! Crece la violencia y brota la maldad! ¡Pero de ustedes no quedará nada! ¡Ni grandes ciudades, ni grandes riquezas!

¡Ha llegado la Hora! ¡Ha llegado el día! ¡Se acabó la alegría de los que compran y los que venden! ¡Voy a castigar a estas multitudes! Aunque los comerciantes queden con vida, no podrán recuperar sus mercancías. Yo he anunciado lo que haré con esta  gran ciudad, y nada hará que cambie de opinión: ¡nadie quedará con vida!

Voy a castigar a esta gran ciudad. Y aunque sus habitantes toquen la trompeta nadie saldrá a la batalla. Los que se queden fuera de la ciudad morirán en el combate; los que se queden adentro morirán de hambre y de enfermedad; los que quieran escapar a las montañas, también morirán por causa de sus pecados, aunque traten de huir como palomas espantadas. A todo les temblarán las rodillas, y no tendrán fuerza en los brazos. Se vestirán de luto y se llenarán de temor, irán con la cara avergonzada y con la cabeza rapada. Tirarán a la calle su oro y su plata, como si fueran basura. Ese día descargaré mi ira, y nada podrá salvarlos, ni siquiera su oro y su plata, pues fueron la causa de sus pecados. Todas esas riquezas no podrán quitarles el hambre ni llenarles el estómago.

Tan orgullosos estaban de sus valiosas joyas, que con ellas hicieron imágenes de sus ídolos. ¡Pero yo haré que esas joyas les den asco! Cuando yo abandone este país, vendrán ladrones extranjeros y se robarán esas riquezas. Vendrán los peores criminales y entrarán en mi templo, llevándose mis tesoros y dejando el lugar inservible. Por toda la ciudad hay violencia; por todo el país se mata a la gente. Ezequiel, prepara las cadenas para arrastrar los cadáveres, pues voy a traer naciones malvadas para que los echen de sus casas. Esas naciones no respetarán los templos, así que ya no tendrán nada de qué sentirse orgullosos.

Entonces se llenarán de angustia. Y querrán tener paz, pero ya no habrá paz. ¡Vendrá desgracia tras desgracia! ¡Sólo habrá malas noticias! No habrá profetas que les hablen de mi parte, ni sacerdotes que puedan enseñarles, ni gente capaz de dirigirlos. El rey estará de luto, el gobernante estará deprimido, y todo el pueblo estará aterrado. Los trataré tal y como ellos trataron a los demás; los juzgaré tal y como ellos juzgaron a otros. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Así pues, es tiempo de que el hombre reconozca a Dios para que haya paz en la tierra, que el hombre se aparte de los excesos y vanalidades de este mundo, pues Dios merece respeto, por lo que es preponderante que el hombre reflexione y corrija su conducta para que enderece su camino y agrade a Dios.
No obstante, el fin está cerca y es necesario que el hombre preste atención a la voz de Dios, que construya su vida edificada conforme a su Palabra, que se aleje del  pecado para evitar el enojo de Dios a quien no puede engañar  siendo esencial que el hombre sienta temor de El.
Por otro lado, hay tanta violencia y maldad que el hombre corre a pasos agigantados hacia la destrucción entre unos y otros, carencia de valores, los principios se están perdiendo, la sociedad está cayendo en desgracia a consecuencia de sus actos repugnantes, prevaleciendo el orgullo, depresión, miedo, críticas, chismes.

Así pues, el tiempo apremia, el hombre debe volverse a Dios, hacer cambios en su estilo de vida, tirar a la basura los malos hábitos para enderezar el camino pues el Señor está por venir y pedirá cuentas a cada persona, por lo que es hora de que el hombre  reflexione y enmiende sus errores, pues ¿de qué le sirve hacer riquezas si se vuelve consumista ? o  ¿qué  actúe con violencia con sus semejantes ? o  ¿Qué realice actos que provocan injusticia entre unos y otros? Lo aterrador es que si sigue así, ¿Qué lo podrá salvar? Y todo a causa de sus pecados.

Con Alta Estima, 

viernes, 16 de mayo de 2014

Puedes estar seguro que cumpliré mi Palabra…


Ezequiel, toma un molde de barro fresco y dibuja en él la ciudad de Jerusalén. Dibuja también un ejército a su alrededor, dispuesto a conquistarla con escaleras y máquinas para derribar murallas. Dibuja además una rampa,  para que los soldados puedan subir a la muralla. Después de eso coloca una lámina de hierro entre la ciudad y tú, como si la lámina fuera una muralla, y haz como si estuvieras por atacarla. Esto será una señal para los israelitas.

Luego te acostarás sobre tu lado izquierdo, para representar el castigo que la gente de Israel va a recibir por sus pecados. Quédate así durante trescientos noventa días, que son los trescientos noventa años que pecaron. Pasado ese tiempo, te acostarás sobre tu lado derecho, para representar  el castigo que va a recibir la gente de Judá. Te quedarás así durante cuarenta días, que son los cuarenta años que ellos pecaron.

Yo te ataré con cuerdas, para que no puedas moverte ni a un lado ni a otro, hasta que se complete todo este tiempo de sufrimiento. Cuando cumplas con esto, te volverás hacia Jerusalén y extenderás la mano, como amenazando a la ciudad, y le advertirás a todos que ella será destruida. Durante los trescientos noventa días  que estarás acostado sobre tu lado izquierdo, comerás de la siguiente manera: En un recipiente mezclarás trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena para hacer una masa. Encenderás un fuego con estiércol humano en vez de leña, y delante de todos prepararás un pan con la masa. Todos los días, a la misma hora, comerás un cuarto de kilo de ese pan, y beberás medio litro de agua.

Para terminar, Dios me dijo: Cuando yo disperse a los israelitas por todo el mundo, esta es la clase de comida contaminada que tendrán que comer. Yo protesté y le dije: Dios mío, yo nunca he comido nada contaminado, pues tú me rechazarías. Nunca he comido la carne de los animales impuros que nos has prohibido comer. ¡Ni siquiera cuando era niño lo hice! Pero Dios me contestó: Está bien. En vez de encender el fuego con estiércol humano usa estiércol de vaca. Pronto verás que habrá muy poca comida en Jerusalén. Tú y los demás tendrán que conformarse con sólo un poco de pan y un poco de agua. Aun así, comerán y beberán esto con mucho miedo y angustia, pues les angustiará ver cómo se les acaban el pan y el agua; les llenará de espanto ver a sus hermanos morirse poco a poco. Y todo esto les pasará por causa de sus pecados.

Luego Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, toma una navaja afilada y córtate el pelo de la cabeza y de la barba. Toma luego una balanza y pesa el pelo en tres partes iguales. Cuando Jerusalén haya sido conquistada, irás al centro de la ciudad y quemarás allí una tercera parte del pelo. Otra tercera parte restante la arrojará al viento, para que el pelo se esparza por todos lados. Por mi parte, yo los perseguiré para destruirlos.

Un poco de ese pelo lo atarás al borde de tu capa, y otro poco lo quemarás en el fuego. Esta será la señal de que todo el pueblo de Israel será quemado. Puedes estar seguro de que cumpliré mi palabra. Yo hice que Jerusalén fuera el centro de todas las naciones, yo la hice el lugar más importante de la tierra. Pero Jerusalén fue más rebelde que las naciones y los pueblos vecinos; no se comportó como las otras naciones, sino que fue peor que ellas, pues desobedeció mis leyes y mis mandamientos. Puesto que Jerusalén se ha portado así, yo declaro que me pondré en contra suya. Yo soy el Dios de Israel. La castigaré por su horrible maldad; la castigaré delante de todas las naciones, como nunca antes lo hice ni lo volveré a hacer.

Cuando yo declare culpables a sus habitantes, tendrán tanta hambre que los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres. A los que logren escapar con vida, los dispersaré por todo el mundo. Juro que acabaré con todos los habitantes de Jerusalén. No les tendré compasión. Yo soy el Dios de Israel. Puesto que no respetaron mi templo, sino que adoraron a sus ídolos odiosos y siguieron con su maldad, la tercera parte de ellos morirá de hambre y de enfermedad. ¡Caerán muertos en las calles de la ciudad! En los alrededores, otra tercera parte morirá atravesada por la espada. Y a la tercera parte restante la dispersaré por todo el mundo, aunque no dejaré de perseguirlos para destruirlos.

Yo los castigaré con furia, y cuando mi enojo se haya calmado, reconocerán que yo, el Dios de Israel, soy un Dios muy celoso que cumple su palabra. Cuando haya descargado mi furia contra Jerusalén, la dejaré completamente destruida. Al verla, todos los pueblos vecinos se burlarán de ella. Y aunque la insultarán y la ofenderán, también se espantarán al ver el castigo tan duro que le mandé, y aprenderán la lección. Yo, el Dios de Israel, cumpliré mi palabra.

Aquí puedes ver que Dios es fuerte y no quiere que el hombre se contamine, pero El desea que el hombre enderece su camino pues vive alejado de El, su vida está abatida por la cotidianeidad del mundo dejándose llevar por el vaivén de lo superfluo, quiere aparentar que no cae en excesos pero la realidad es que si el hombre no cambia de estilo de vida está caminando hacia su propia autodestrucción.

Sabes, es tiempo de que el ser humano haga cambios, que se alinee a los preceptos de Dios, que medite en su Palabra, se arrepienta  y nazca de nuevo  para que deje atrás la inmundicia y siga avanzando, mostrando una actitud sincera apegada a sus enseñanzas.

Por lo tanto, es esencial la obediencia a su Palabra para no ver el castigo del Señor sino más bien que el hombre tenga temor de Dios y vea su compasión, que las pruebas aunque difíciles quebranten su ser interior,  aprenda la lección y sea mejor persona cada día.

Con alta Estima,

jueves, 15 de mayo de 2014

Obedece siempre lo que yo te ordene…


Era la voz de Dios, y oí que me decía: Ezequiel, hombre mortal, levántate, que quiero hablar contigo. En ese momento sentí que algo dentro de mí me hacía levantarme, y pude oír que Dios me daba este encargo: Tú, Ezequiel, llevarás de mi parte un mensaje a los israelitas. Son un pueblo muy desobediente, se parecen a las naciones que no confían en mí. Tanto sus antepasados como ellos y sus hijos son muy rebeldes, necios e incorregibles. Hasta el día de hoy son así.

Voy a enviarte a ellos, para que les digas lo que yo quiero que hagan. Es muy posible que no te hagan caso, pues son muy rebeldes; pero no te preocupes. Lo importante es que se den cuenta de que no les ha faltado quien les hable de mi parte. Y aunque te parezca que están rodeado de espinas o en medio de alacranes, tú no les tengas miedo ni te espantes por lo que te digan, ni por la cara que te pongan. Ellos son muy rebeldes, pero tú no seas como ellos. Al contrario, obedece siempre todo lo que yo te ordene.

Para empezar, abre la boca y come lo que te voy a dar. Entonces vi una mano que tenía un librito, esa mano se extendió hacia donde yo estaba, y comenzó a abrir ese librito delante de mis ojos. Y pude ver que el libro contenía mensajes de luto, de dolor y de tristeza. Entonces Dios me dijo: Ezequiel, cómete este libro, y llena tu estómago con él. Yo tomé el libro y me lo comí, y su sabor era tan dulce como la miel. Después Dios me dijo: Quiero que lleves un mensaje para el pueblo de Israel. No te estoy enviando a países donde se hablan idiomas desconocidos para ti. Pero si lo hiciera, la gente de esos países te haría caso. En cambio, los israelitas, a pesar de que hablan tu idioma, son tan necios y rebeldes que te van a ignorar, como me han ignorado a mí.

Sin embargo, yo haré que seas tan terco como ellos. Y mientras menos caso te hagan, más insistirás tú en que te escuchen. Te haré más duro que los diamantes y las piedras. Así que no te espantes ni  les tengas miedo, por más rebeldes que sean.

Dios también me dijo: Apréndete de memoria todo lo que voy a decirte, y repítelo al pie de la letra. Ve al lugar donde está prisionera la gente de tu pueblo, y dales este mensaje de mi parte. Si te hacen caso, bien; si no te hacen caso, también.

Cuando el esplendor de Dios comenzó a retirarse de donde estaba, escuché detrás de mí un ruido muy fuerte, parecido al de un terremoto. Ese ruido lo hacían aquellos seres extraños. Lo hacían sus alas al tocarse unas con otras, y también las ruedas que estaban a su lado. Y pude oír que alguien decía con fuerte voz: ¡Bendito sea en su templo nuestro gran Dios!

Entonces, algo dentro de mí me hizo levantarme y me sacó de allí; era como si Dios me hubiera tomado fuertemente de la mano. Yo estaba muy molesto y enojado. De pronto me vi en Tel Abib, que está a la orilla del río Quebar. En esa ciudad estaban los israelitas que habían sido sacados de su país, y allí me quedé entre ellos siete días, sin saber qué hacer ni qué decir.

Pasado los siete días, Dios me dijo: Ezequiel, tu tarea será mantenerte siempre vigilante y decirles a los israelitas que están en grave peligro. Tan pronto como yo te diga algo, tú deberás decírselo a ellos. Si yo te anuncio a alguien que va a morir por causa de su mala conducta, y tú no se lo adviertes, esa persona morirá por causa de su pecado, pero el culpable de su muerte serás tú. En cambio, si tú le adviertes que debe apartarse del mal, y no te hace caso, esa persona morirá por causa de su pecado, pero tú no serás culpable de nada. Puede ser que una persona buena deje de hacer el bien y haga lo malo. Si yo la pongo en peligro de muerte, y tú no se lo adviertes, morirá por causa de su pecado, y no tomaré en cuenta lo bueno que haya hecho antes. Pero el culpable de  su muerte serás tú. En cambio, si le adviertes y deja de pecar, seguirá con vida, y tú quedarás libre de culpa.

Mientras yo estaba allí, Dios me hizo sentir su poder y me dio esta orden: Levántate y ve al valle. Allí te diré lo que tienes que hacer. Así lo hice. Y cuando llegué al valle, vi de nuevo a Dios en todo su esplendor, como lo había contemplado a orillas del río Quebar. Yo me arrodillé para adorarlo, pero algo en mí me hizo levantarme. Entonces, Dios me dijo: Ve a tu casa, y quédate encerrado. Debes saber que te van a atar, y no podrás caminar libremente entre la gente. Como los israelitas son muy rebeldes, voy a hacer que te quedes mudo: La lengua se te pegará al paladar, y no podrás reprenderlos. Volverás a hablar cuando yo lo decida, y entonces les darás mi mensaje. Unos te harán caso, y otros no. Pues bien, el que quiera oír, que oiga, y el que no quiera oír que no lo haga.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe estar vigilante a oír la voz de Dios pues es tiempo de que el hombre despierte, que se levante pues Dios tiene un propósito para cada persona y le  dará encargos para que sean cumplidos, dar a otros  su mensaje siendo esencial que el hombre ponga su confianza en Dios.

Por lo tanto, el hombre que lee la Palabra de Dios sentirá que vive cada día bajo su protección, aunque a veces parezca que está en medio de alacranes o entre espinas, pues sabes, el hombre que tiene una relación personal con Dios, por ende tiene comunión íntima con El, Dios le da sabiduría  y lo hace ser luz en todo momento, y esa luz brillará en dondequiera que se encuentre.

Asimismo, lo fundamental es que el hombre que busca a Dios, le obedezca y se apegue a su Palabra, que es como miel que se adhiere en su mente y en su corazón y que lo hará tan fuerte y con tanta dureza como los diamantes y las piedras, por eso no debe tener miedo.

Ahora bien, es preponderante que el hombre tome conciencia de que Dios avisa al hombre a través de mensajes constantes en su Palabra, para que la gente deje de hacer lo malo así como advierte a la gente que era buena y vuelve a pecar; por lo que el hombre debe estar alerta y preparado con un corazón quebrantado para oír su voz, hacer caso y tome la decisión voluntaria de realizar cambios verdaderos en su conducta para que Dios habite en su ser interior, que establezca en su vida el reino de Dios.


Con Alta Estima,

miércoles, 14 de mayo de 2014

Me hizo sentir su poder…


Mi nombre es Ezequiel hijo de Buzí, y soy sacerdote. Fui llevado prisionero a Babilonia, junto con el rey Joaquín y muchos otros israelitas. Cinco años después, Dios me habló y me hizo sentir su poder y me permitió ver algunas cosas que iban a suceder. Estaba yo junto al río Quebar. Era el día cinco del  mes de Tamuz del año treinta. Ese día pude ver que el cielo se abría y que se aproximaba una gran tormenta. Un fuerte viento soplaba desde el norte y trajo una nube muy grande y brillante. De la nube salían relámpagos en todas direcciones, y de en medio de la nube salía un fuego que brillaba como metal pulido.

Luego salieron cuatro seres muy extraños. Sus piernas eran rectas; sus pies parecían pezuñas de toro y brillaban como el bronce pulido. Cada uno tenía cuatro alas, y en sus cuatro costados, debajo de las alas, tenían brazos y manos humanas. Extendías dos de sus alas para tocarse entre sí, y con las otras dos alas se cubrían el cuerpo.

Los seres tenían cuatro caras. Vistas de frente, tenían apariencia humana; vistas del lado derecho, parecían caras de león, por el lado izquierdo, parecían caras de toro, y por atrás parecían caras de águila. Como el espíritu de Dios los hacía avanzar, se movían de un lado a otro con la rapidez del relámpago, pero siempre hacia delante. Nunca se volvían para mirar hacia atrás. Estos seres brillaban como carbones encendidos; parecía, como si en medio de ellos hubiera antorchas moviéndose de un lado a otro, o como si de un fuego muy brillante salieran rayos de luz.

Mientras yo los miraba, vi que en el suelo había una rueda junto a cada uno de ellos. Las cuatro ruedas eran iguales, y brillaban como las piedras preciosas. Todas ellas estaban entrelazadas, como si formaran una estrella. Eso les permitía girar en cualquier dirección, sin tener que volver atrás.

Pude ver también que los aros de las cuatro ruedas tenían ojos alrededor. Eso me llenó de miedo. Y como el espíritu de Dios estaba en los seres y en las ruedas, los hacía avanzar en la dirección que quería: hacia adelante, hacia arriba o hacia atrás. Por encima de las cabezas de estos seres había algo muy brillante, parecido a una cúpula de cristal. Debajo de esa cúpula, los seres se movían y extendían totalmente dos de sus alas para tocarse entre sí, lo que causaba un ruido muy fuerte, semejante a un mar embravecido. Y cuando se detenían, cerraban sus alas. Mientras tanto, con sus otras dos alas se cubrían el cuerpo. Entonces podía oírse por encima de la cúpula un fuerte ruido, como si allí estuviera acampando un gran ejército. ¡Era como oír la voz del Dios todopoderoso!

Sobre la cúpula de cristal había una piedra preciosa, que tenía la forma de un trono. Sobre ese trono podía verse la figura de un ser humano. De la cintura para arriba brillaba como el metal derretido; de la cintura para abajo, brillaba como el fuego. ¡Era como ver el arco iris después  de un día lluvioso! Entonces me di cuenta que estaba contemplando a Dios en todo su esplendor, y me arrodillé hasta tocar el suelo con la frente, en actitud de adoración. Entonces escuché una voz que me hablaba.

Aquí puedes darte cuenta que Dios tiene propósitos para cada persona, y elige a todo aquel de actitud humilde que escuche su voz,  por lo tanto, el hombre debe tener la certeza que Dios está estableciendo su plan ya que El es la autoridad en el cielo y en la tierra y éste  se cumple en el tiempo que El ha determinado pues la magnitud de su poder es incomparable y El hace que cada persona  que lo busca  sienta su presencia, pero es esencial que el hombre a través de su Palabra  despierte y se avive su espíritu, y el espíritu de Dios habitará en su ser interior, El lo guiará y le hará avanzar.

No obstante, lo importante es que el hombre sepa que sólo Dios puede liberarlo de su prisión pero es necesario que se arrepienta, que muestre a Dios un corazón contrito y humillado para que Dios le perdone pues es grande su misericordia; entonces, ya no volteará a ver atrás, el pasado queda como un recuerdo que quizá marca una etapa de la vida de la persona pero sin hacer estragos, pues El sana las heridas, El quita el dolor, para que el hombre pueda brillar, pues Dios le da ese calor para que potencialmente sea restaurado, se convierta en una estrella y alcance la madurez  espiritual.

Asimismo, ver la gloria del Señor es sentir su presencia, tener una actitud de adoración y contemplar su rostro  en sus diferentes aspectos, su realeza, su servicio, su perfecta humanidad y su deidad,  palparla a través del Espíritu de Dios pero sabes, es conveniente que el hombre obedezca y  siga el camino recto que lo lleva a  Jesucristo pues El es la verdad y su Palabra da vida eterna.


Con Alta Estima

Tú eres nuestro rey…


Dios mío, fíjate en nuestra desgracia; date cuenta de que nos ofenden. Nuestras tierras y nuestra patria han caído en manos de extranjeros. Nos hemos quedado sin padre; nuestras madres han quedado viudas. ¡Hasta el agua y la leña tenemos que pagarlas! El enemigo nos persigue. Nos tiene acorralados. ¡A nuestros peores enemigos, tenemos que pedirles alimento! Pecaron nuestros antepasados, ¡Y Dios nos castigó a nosotros! Los esclavos se creen reyes, ¡y no podemos librarnos de ellos!

Para conseguir alimentos, arriesgamos la vida en el desierto. Tanta es el hambre que tenemos que hasta deliramos. En todas nuestras ciudades violaron a nuestras mujeres. No respetaron a nuestros jefes; ¡los colgaron de las manos! No respetaron a nuestros jefes; ¡los colgaron de las manos! Nuestros jóvenes y niños cargan leña como esclavos. Ya los jóvenes no cantan ni se reúnen los ancianos. No tenemos motivo de alegría; en vez de danzas, hay tristeza.

¡Pobres de nosotros! Por el pecado perdimos el reino. Vamos perdiendo las fuerzas; estamos a punto de morir. El monte Sión ha quedado desierto; sólo se ven animales salvajes. Pero tú, Dios nuestro, reinas para siempre. ¡Tú eres nuestro rey! ¿Por qué te olvidas de nosotros y nos abandonas tanto tiempo? ¡Déjanos volver a ti, y volveremos! ¡Devuélvenos el poder que tuvimos! En verdad nos diste la espalda; ¡se te fue la mano!

Aquí puedes darte cuenta que la oración es el ungüento para que el hombre se sienta animado en su fe y se aparte del pecado y entonces llene de gozo su corazón y esté preparado para tener una relación personal con Dios, y aunque pase pruebas difíciles, con arrepentimiento pida perdón a Dios con la esperanza de que El lo liberará porque grande es su misericordia.

Así pues, es tiempo de que el hombre se vuelva a Dios, que lo reconozca como su rey, con la certeza de creen en la verdad, logrando firmeza en  sus convicciones y puesta su confianza en Dios, tendrá la seguridad  de que al final del tiempo  todo será bueno, de acuerdo a sus promesas.


Con Alta Estima,

lunes, 12 de mayo de 2014

Se acerca nuestro fin…


¡Perdió el oro su brillo! ¡Quedó totalmente empañado! ¡Por las esquinas de las calles quedaron rasgadas las joyas del templo! ¡Oro puro! Así se valoraba a los habitantes de Jerusalén, ¡pero ahora no valen más que simples ollas de barro! Bondadosas se muestran las lobas cuando alimentan a sus cachorros, pero las crueles madres israelitas abandonan a sus hijos. Reclaman pan nuestros niños, pero nadie les da nada. La lengua se les pega al paladar, y casi se mueren de sed.

En las calles se mueren de hambre los que antes comían manjares; entre la basura se revuelcan los que antes vestían con elegancia. Cayó Jerusalén, pues ha pecado más de lo que pecó Sodoma. ¡De pronto se vino abajo y nadie pudo ayudarla! Increíblemente hermosos eran los líderes de Jerusalén; estaban fuertes y sanos, estaban llenos de vida. Tan feos y enfermos se ven ahora que nadie los reconoce. Tienen la piel reseca como leña, ¡hasta se les ven los huesos! A falta de alimentos, todos mueren poco a poco. ¡Más vale morir en la guerra que morirse de hambre!

¡Destruida ha quedado Jerusalén! ¡Hasta las madres más cariñosas cocinan a sus propios hijos para alimentarse con ellos! El enojo de Dios fue tan grande que ya no pudo contenerse; le prendió fuego a Jerusalén y la destruyó por completo. ¡Terminaron entrando a la ciudad los enemigos de Jerusalén! ¡Nadie en el mundo se imaginaba que esto pudiera ocurrir! Injustamente ha muerto gente a manos de profetas y sacerdotes. Dios castigó a Jerusalén por este grave pecado.

Juntos andan esos asesinos como ciegos por las calles. Tienen las manos llenas de sangre; ¡nadie se atreve a tocarlos! En todas partes les gritan: ¡Fuera de aquí, vagabundos! ¡No se atrevan a tocarnos! ¡No pueden quedarse a vivir aquí! Rechazados por Dios, los líderes y sacerdotes vagan por el mundo. ¡Dios se olvidó de ellos! Una falsa esperanza tenemos: que un pueblo venga a salvarnos; pero nuestros ojos están cansados. ¡Nadie vendrá en nuestra ayuda!

Se acerca nuestro fin. No podemos andar libremente, pues por todas partes nos vigilan; ¡nuestros días están contados! Aun más veloces que las águilas son nuestros enemigos. Por las montañas y por el desierto nos persiguen sin descanso. La sombra que nos protegía era nuestro rey; Dios mismo nos lo había dado. ¡Pero hasta él cayó prisionero! Esto mismo lo sufrirás tú, que te crees la reina del desierto. Puedes reírte ahora, ciudad de Edom, ¡pero un día te quedarás desnuda! No volverá Dios a castigarte, bella ciudad de Jerusalén, pues ya se ha cumplido tu castigo. Pero a ti, ciudad de Edom, Dios te castigará por tus pecados.

Aquí puedes darte cuenta que cuando el hombre lleva una vida ostentosa, que se deja arrebatar por la cotidianeidad del mundo, se separa de Dios y entonces el hombre puede ser empañado,  mostrar poco brillo en su ser interior debido a sus actitudes negativas de soberbia, orgullo, egoísmo, falta de compañerismo, entre otros que son impurezas que oscurecen su alma y, por ende su espíritu carece de la  madurez espiritual que es imprescindible para vencer al enemigo.

No obstante, el hombre debe buscar la tersura de su corazón, para que esté en comunión con el Creador, que su vida esté libre de arrugas, sin mancha, para que refleje  una luminosidad incomparable que sólo la Palabra de Dios da,  pues ella es el alimento diario de donde emana la vida.  

Así pues, no hay tiempo que perder, es hora de que el hombre se levante y despierte pues sus días están contados, que ponga su esperanza en Jesucristo, que su mirada esté puesta en El pues de Dios vendrá la ayuda, pero es necesario que el hombre se someta a la obediencia de sus preceptos para que camine bajo la sombra del rey, Dios mismo.


Con Alta Estima,

domingo, 11 de mayo de 2014

Todo lo bueno y lo malo pasa porque él así lo ordena…


Yo soy el que ha sufrido el duro castigo de Dios. El me forzó a caminar por los caminos más oscuros; no hay un solo momento en que no me castigue. Oscura tumba es mi vida; ¡es como si ya estuviera muerto! Dios me rodeó por completo de la miseria más terrible. Me dejó sin fuerzas; ¡no tengo un solo hueso sano! Se niega Dios a escucharme, aunque siempre le pido ayuda. A cada paso me pone tropiezos y me hace perder el camino. Me tiene preso y encadenado. ¡No puedo escaparme de él! Objeto soy de sus ataques; ¡soy el blanco de sus flechas! Como animal feroz me vigila, esperando el momento de atacarme. ¡Me obliga a apartarme del camino para que no pueda defenderme! Ya me partió el corazón con sus terribles flechas. Dios ha llenado mi vida de tristeza y amargura. Todo el día y a todas horas, la gente se burla de mí.

Estoy completamente derrotado, porque Dios me hizo caer. Ya no tengo tranquilidad; la felicidad es sólo un recuerdo. Me parece que de Dios ya no puedo esperar nada. Los más tristes recuerdos me llenan de amargura. Siempre los tengo presentes, y eso me quita el ánimo. Pero también me acuerdo de algo que me da esperanza: Sé que no hemos sido destruidos porque Dios nos tiene compasión. Sé que cada mañana se renuevan su gran amor y su fidelidad. Por eso digo que en él confio; ¡Dios es todo para mí!

Invito a todos a confiar en Dios porque él es bondadoso. Es bueno esperar con paciencia que Dios venga a salvarnos, y aprender desde nuestra juventud que debemos soportar el sufrimiento. Es conveniente callar cuando Dios así lo ordena. Y olvidar la venganza cuando alguien nos golpea. Debemos esperar con paciencia que Dios venga a ayudarnos. Realmente Dios nos ha rechazado, pero no lo hará para siempre.  Nos hace sufrir y nos aflige, pero no porque le guste hacerlo. Nos hiere, pero nos tiene compasión, porque su amor es muy grande.

Violar los derechos humanos es algo que Dios no soporta. Maltratar a los prisioneros o no darles un juicio justo, es algo que Dios no aprueba. ¡Oye bien esto: Nada puedes hacer sin que Dios te lo ordene! ¡Todo lo bueno y lo malo pasa porque él así lo ordena! ¡No tenemos razón para quejarnos si nos castiga por nuestros pecados! Si pecamos contra Dios, y él no quiere perdonarnos, pensemos en qué lo hemos ofendido. Dirijamos a Dios del cielo nuestras oraciones más sinceras, y corrijamos nuestra conducta.

Una nube envuelve a Dios; no le deja escuchar nuestra oración. Lleno de enojo, Dios nos persigue; nos destruye sin ninguna compasión. Nos ha expuesto ante las naciones como si fuéramos lo peor. Fuimos la burla del enemigo. Sufrimos en carne propia los horrores de la destrucción. Cuando vi destruida mi ciudad no pude contener las lágrimas. Realmente me duele ver sufrir a las mujeres de Jerusalén. Se me llenan de lágrimas los ojos, pero no hay quien me consuele. ¡Espero que desde el cielo Dios nos mire y nos tenga compasión!

¡Intentaron matarme, y no sé por qué razón! Mis enemigos me atraparon, me encontraron en un pozo. Estuve a punto de ahogarme; ¡creí que había llegado mi fin! En la profundidad de ese pozo te pedí ayuda, Dios mío, y tú atendiste mis ruegos; ¡escuchaste mi oración! Te llamé, y viniste a mí; me dijiste que no tuviera miedo. No me negaste tu ayuda, sino que me salvaste la vida. Dios mío, ¡ayúdame! Mira el mal que piensan hacerme, ¡quieren vengarse de mí!

Tú sabes cómo me ofenden; tú sabes que me hacen daño. Tú bien sabes que mis enemigos siempre hacen planes contra mí. ¡Míralos! No importa lo que hagan, siempre están burlándose de mí! ¡Espero que los castigues con toda tu furia! ¡Bórralos de este mundo! Mi Dios, ¡dales su merecido por todo lo que han hecho! ¡Maldícelos y hazlos sufrir!

Aquí puedes darte cuenta que para que el hombre corrija su conducta, es necesario que cambie de estilo de vida, y esto sólo puede lograrlo con disciplina, con una convicción firme de hacer lo correcto,  con obediencia, estando bajo la fuerza de Dios, y entonces el hombre podrá enderezar su camino.

Sabes, el hombre debe creer la verdad que Dios enseña a través de su Palabra, aunque en el nuevo principio a veces sienta tristeza  y vea todo oscuro,  por los errores cometidos, las consecuencias  a veces le pueden llevar al borde del abismo; lo conveniente, es que el hombre reconozca que toda transgresión o mal comportamiento  causa sufrimiento, temporal, de valor insignificante  si lo compararas con  lo verdadero, con lo que Jesús sufrió al morir en la cruz por salvar a la humanidad.

Por lo tanto, es el momento preciso de que el hombre se vuelva a Dios, que se apegue al orden establecido por El y que a pesar de las pruebas que le quitan el ánimo, debe tener la esperanza en Jesucristo, pues cada día El renueva su amor y fidelidad a todo aquel que cree en El y le ama con todo su corazón.

Asimismo, lo esencial es que el hombre busque los principios de Dios, que no viole los derechos humanos, que actúe siempre con justicia, que olvide la venganza, pues sólo la obediencia es la base fundamental para que el hombre siga sus leyes divinas. No obstante, el hombre debe confiar en Dios, sólo  y entender que todo lo que pasa es porque Dios lo ordena.


Con Alta Estima,