Ezequiel, toma un molde de barro fresco y dibuja en él la
ciudad de Jerusalén. Dibuja también un ejército a su alrededor, dispuesto a
conquistarla con escaleras y máquinas para derribar murallas. Dibuja además una
rampa, para que los soldados puedan
subir a la muralla. Después de eso coloca una lámina de hierro entre la ciudad
y tú, como si la lámina fuera una muralla, y haz como si estuvieras por
atacarla. Esto será una señal para los israelitas.
Luego te acostarás sobre tu lado izquierdo, para representar
el castigo que la gente de Israel va a recibir por sus pecados. Quédate así
durante trescientos noventa días, que son los trescientos noventa años que
pecaron. Pasado ese tiempo, te acostarás sobre tu lado derecho, para
representar el castigo que va a recibir
la gente de Judá. Te quedarás así durante cuarenta días, que son los cuarenta
años que ellos pecaron.
Yo te ataré con cuerdas, para que no puedas moverte ni a un
lado ni a otro, hasta que se complete todo este tiempo de sufrimiento. Cuando
cumplas con esto, te volverás hacia Jerusalén y extenderás la mano, como
amenazando a la ciudad, y le advertirás a todos que ella será destruida.
Durante los trescientos noventa días que
estarás acostado sobre tu lado izquierdo, comerás de la siguiente manera: En un
recipiente mezclarás trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena para hacer
una masa. Encenderás un fuego con estiércol humano en vez de leña, y delante de
todos prepararás un pan con la masa. Todos los días, a la misma hora, comerás
un cuarto de kilo de ese pan, y beberás medio litro de agua.
Para terminar, Dios me dijo: Cuando yo disperse a los
israelitas por todo el mundo, esta es la clase de comida contaminada que
tendrán que comer. Yo protesté y le dije: Dios mío, yo nunca he comido nada
contaminado, pues tú me rechazarías. Nunca he comido la carne de los animales
impuros que nos has prohibido comer. ¡Ni siquiera cuando era niño lo hice! Pero
Dios me contestó: Está bien. En vez de encender el fuego con estiércol humano
usa estiércol de vaca. Pronto verás que habrá muy poca comida en Jerusalén. Tú
y los demás tendrán que conformarse con sólo un poco de pan y un poco de agua.
Aun así, comerán y beberán esto con mucho miedo y angustia, pues les angustiará
ver cómo se les acaban el pan y el agua; les llenará de espanto ver a sus
hermanos morirse poco a poco. Y todo esto les pasará por causa de sus pecados.
Luego Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, toma una navaja
afilada y córtate el pelo de la cabeza y de la barba. Toma luego una balanza y
pesa el pelo en tres partes iguales. Cuando Jerusalén haya sido conquistada,
irás al centro de la ciudad y quemarás allí una tercera parte del pelo. Otra
tercera parte restante la arrojará al viento, para que el pelo se esparza por
todos lados. Por mi parte, yo los perseguiré para destruirlos.
Un poco de ese pelo lo atarás al borde de tu capa, y otro
poco lo quemarás en el fuego. Esta será la señal de que todo el pueblo de
Israel será quemado. Puedes estar seguro de que cumpliré mi palabra. Yo hice
que Jerusalén fuera el centro de todas las naciones, yo la hice el lugar más
importante de la tierra. Pero Jerusalén fue más rebelde que las naciones y los
pueblos vecinos; no se comportó como las otras naciones, sino que fue peor que
ellas, pues desobedeció mis leyes y mis mandamientos. Puesto que Jerusalén se
ha portado así, yo declaro que me pondré en contra suya. Yo soy el Dios de
Israel. La castigaré por su horrible maldad; la castigaré delante de todas las
naciones, como nunca antes lo hice ni lo volveré a hacer.
Cuando yo declare culpables a sus habitantes, tendrán tanta
hambre que los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus
padres. A los que logren escapar con vida, los dispersaré por todo el mundo.
Juro que acabaré con todos los habitantes de Jerusalén. No les tendré
compasión. Yo soy el Dios de Israel. Puesto que no respetaron mi templo, sino
que adoraron a sus ídolos odiosos y siguieron con su maldad, la tercera parte
de ellos morirá de hambre y de enfermedad. ¡Caerán muertos en las calles de la
ciudad! En los alrededores, otra tercera parte morirá atravesada por la espada.
Y a la tercera parte restante la dispersaré por todo el mundo, aunque no dejaré
de perseguirlos para destruirlos.
Yo los castigaré con furia, y cuando mi enojo se haya
calmado, reconocerán que yo, el Dios de Israel, soy un Dios muy celoso que
cumple su palabra. Cuando haya descargado mi furia contra Jerusalén, la dejaré
completamente destruida. Al verla, todos los pueblos vecinos se burlarán de
ella. Y aunque la insultarán y la ofenderán, también se espantarán al ver el
castigo tan duro que le mandé, y aprenderán la lección. Yo, el Dios de Israel,
cumpliré mi palabra.
Aquí puedes ver que Dios es fuerte y no quiere que el hombre
se contamine, pero El desea que el hombre enderece su camino pues vive alejado
de El, su vida está abatida por la cotidianeidad del mundo dejándose llevar por
el vaivén de lo superfluo, quiere aparentar que no cae en excesos pero la
realidad es que si el hombre no cambia de estilo de vida está caminando hacia
su propia autodestrucción.
Sabes, es tiempo de que el ser humano haga cambios, que se
alinee a los preceptos de Dios, que medite en su Palabra, se arrepienta y nazca de nuevo para que deje atrás la inmundicia y siga
avanzando, mostrando una actitud sincera apegada a sus enseñanzas.
Por lo tanto, es esencial la obediencia a su Palabra para no
ver el castigo del Señor sino más bien que el hombre tenga temor de Dios y vea
su compasión, que las pruebas aunque difíciles quebranten su ser interior, aprenda la lección y sea mejor persona cada
día.
Con alta Estima,
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