Una fuerza dentro de mí me levantó y me llevó hasta la
entrada del templo de Dios, que está en el lado este. Allí había veinticinco hombres, entre los que
se encontraban dos jefes del pueblo, que eran Jaazanías hijo de Azur y Pelatías
hijo de Benaías. Entonces Dios me dijo: Estos son los que hacen planes malvados
y dan malos consejos a la gente de Jerusalén. Les aseguran: No es urgente
reconstruir las casas. Aquí en la ciudad estamos a salvo. Por eso tú, Ezequiel,
tienes que darles un mensaje de mi parte. Entonces el espíritu de Dios vino
sobre mí, y me ordenó decirles: El Dios de Israel afirma: Israelitas, yo sé lo
que ustedes dicen y piensan. Ya han matado a mucha gente en esta ciudad. Por
eso las calles están llenas de cadáveres.
Pero yo, el Dios de Israel, les aseguro que voy a sacarlos
de Jerusalén, a pesar de que ustedes creen estar a salvo dentro de ella. Sólo
dejaré dentro de la ciudad los cadáveres de la gente que ustedes mataron. ¿No
es verdad que tienen miedo de morir en la guerra? ¡Pues les juro que morirán en
plena batalla! Los sacaré de Jerusalén, y dejaré que los extranjeros hagan con
ustedes lo que quieran. Ese será el castigo que merecen.
Si creían estar seguros dentro de la ciudad, verán que ni
siquiera el país les dará protección. En las fronteras mismas de Israel morirán
traspasados por las espadas. Yo los castigaré, porque no obedecieron mis
mandamientos, sino que prefirieron vivir como los pueblos vecinos que no me
obedecen. Así ustedes reconocerán que yo
soy el Dios de Israel. Todavía estaba yo hablando, cuando cayó muerto. Pelatías
hijo de Benaías. Entonces me arrodillé, y tocando el suelo con mi frente, grité
con todas mis fuerzas: ¡Ay, Dios mío! ¿Vas a matar a los pocos israelitas que
aún quedan con vida?
Y Dios me contestó: Los que aún viven en Jerusalén piensan
que los israelitas que fueron llevados prisioneros a Babilonia son los que se
apartaron de mí. Ellos creen que ahora el país les pertenece sólo a ellos. Pero
tú diles a los israelitas en Babilonia que, aunque es verdad que yo los expulsé
de esta tierra y los dispersé por todas las naciones, no será por mucho tiempo.
Además, también allí pueden adorarme.
Yo les prometo que los haré volver de las naciones por donde
los dispersé. Y cuando ya los haya reunido, le devolveré la tierra de Israel.
Cuando ellos regresen, deberán destruir todos esos ídolos odiosos con que me
ofenden los que han quedado en Jerusalén. También pondrán fin a todas sus
maldades repugnantes.
Yo haré que ellos cambien su manera de pensar y su manera de
adorarme. Haré que dejen de ser tercos y testarudos, y los haré leales y
obedientes. Entonces obedecerán mis mandamientos y vivirán como les he ordenado
que vivan. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a los que sigan
adorando a esos ídolos odiosos, y no se aparten de sus repugnantes maldades, yo
les pediré cuentas de su conducta. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi
palabra.
Los cuatro seres con apariencia extraña extendieron sus alas
y se llevaron sus ruedas. Entonces el gran resplandor de Dios, que estaba
encima de ellos, comenzó a alejarse de Jerusalén, y se detuvo sobre el cerro
que está al este de la ciudad. Mientras yo veía todo esto, una fuerza dentro de
mí me levantó y me llevó a donde estaban los que habían sido llevados prisioneros
a Babilonia. Cuando esta visión terminó, yo les narré a ellos todo lo que Dios
me había permitido ver.
Aquí puedes darte cuenta que la visión de Dios es guiar al
hombre a través de su Palabra de manera que tenga una transformación, un cambio
interno, una renovación de su mente y de su corazón, donde el Señor sea el
centro de su vida para que deposite su confianza en El, le obedezca y le vaya bien.
Mientras tanto, el hombre debe reconocer a Dios como su
único Dios verdadero, que sólo castiga a todo aquel que no le obedece, a todo
aquel que vive fuera de los límites establecidos por El de manera que no está
bajo su cobertura, por eso es esencial que el hombre cambie su manera de pensar
y su estilo de vida, que se arrepienta de su maldad y realice un cambio interno
para que avance en este mundo adverso.
Por lo que es de prioridad que el hombre se vuelva a Dios
pero sabes esta decisión es voluntaria pues Dios dio al hombre “libre albedrío”;
y, la realidad es que el hombre debe buscar a Dios, apegarse a sus preceptos y entonces aprenderá a tomar sabias decisiones
pues tiene temor de Dios; asimismo, la Palabra le fortalece y le anima a
levantarse, a estar preparado en el conocimiento de Dios, pues el tiempo está próximo y el hombre no
sabe el día ni la hora en que Jesucristo volverá.
Sabes, es ¡urgente! Que el hombre cambie de actitud, que
adore al Señor en espíritu y verdad en
dondequiera que se encuentre, que esté ¡alerta! pues el hombre entregará cuenta
a Dios de su transitar por esta tierra.
Con Alta Estima
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