martes, 31 de marzo de 2015

ayudémonos a crecer más en la nueva vida que Cristo nos ha dado

Reciban bien a los cristianos débiles, es decir, a los que todavía no entienden bien qué es lo que Dios ordena. Si en algo no están de acuerdo con ellos, no discutan. Por ejemplo, hay quienes se sienten fuertes y creen que está bien comer de todos, mientras que los débiles sólo comen verduras. Pero los que comen de todo no deben despreciar a los otros. De igual manera, los que sólo comen verduras no deben criticar a los que comen de todo, pues Dios los ha aceptado por igual.

Ustedes no tienen derecho de criticar al esclavo de otro. Es el dueño del esclavo quien decide si su esclavo trabaja bien o no. Así también, Dios es el único que tiene poder para ayudar a cada uno a cumplir bien su trabajo.

Permítanme darles otro ejemplo. Hay algunos que piensan que ciertos días son especiales, mientras que para otras personas todos los días son iguales. Cada uno debe estar seguro de que piensa lo correcto. Los que piensan que cierto día es especial, lo hacen para honrar a Dios. Y los que comen de todo lo hacen también para honrar a Dios, y también le dan las gracias.
Nuestra vida y nuestra muerte ya no son nuestras, sino que son de Dios. Si vivimos o morimos, es para honrar al Señor Jesucristo. Ya sea que estemos vivos, o que estemos muertos, somos de él.

En realidad, Jesucristo murió y resucitó para tener autoridad sobre los vivos y los muertos. Por eso no deben ustedes criticar a los otros hermanos de la iglesia, ni despreciarlos, porque todos seremos juzgados por Dios, para que él nos juzgue.

Ya no debemos criticarnos unos a otros. Al contrario, no hagamos que, por culpa nuestra, un seguidor de Cristo peque o pierda su confianza en Dios. A mí, nuestro Señor Jesús me ha enseñado que ningún alimento es malo en sí mismo. Pero si alguien piensa que alguna comida no se debe comer, entonces no debe comerla. Si algún hermano  se ofende por lo que ustedes comen, es porque no le están mostrando amor. No permitan que, por insistir en comer ciertos alimentos, acabe en el infierno alguien por quien Cristo murió. No permitan que se hable mal de la libertad que Cristo les ha dado. En el reino de Dios no importa lo que se come ni lo que se bebe. Más bien, lo que importa es hacer el bien; y vivir en paz y con alegría. Y todo esto puede hacerse por medio del Espíritu Santo. Si servimos a Jesucristo de esta manera, agradaremos a Dios y la gente nos respetará.

Por lo tanto, vivamos en paz unos con otros, y ayudémonos a crecer más en la nueva vida que Cristo nos ha dado. No permitan que, por insistir en lo que se debe o no se debe comer, se arruine todo lo bueno que Dios ha hecho en la vida del hombre débil. La verdad es que toda comida es buena; lo malo es que por comer algo, se haga que otro hermano deje de creer en Dios. Más vale no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada que pueda causarle problemas a otros hermanos. Los que ustedes decidan sobre estas cosas es algo entre Dios y ustedes. 
¡Dichosos los que se sienten libres para hacer algo, y no se sienten mal de haberlo hecho! Pero si alguien no está seguro si debe o no comer algo, y lo come, hace mal, porque no está actuando de acuerdo con lo que cree. Y ustedes bien saben que eso es malo, pues todo lo que se hace en contra de lo que uno cree, es pecado.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre que obedece la Palabra vive con sabiduría pues viene de Dios y edifica su vida.

Así pues, lo importante es que el hombre que cree en Jesús muestre humildad y sencillez en su manera de vivir pues  no debe creerse superior a los demás,  ni debe criticar a otros,  sino aceptar a los demás con sus debilidades y fortalezas y más bien ayudarlos a crecer espiritualmente.

No obstante, lo esencial es que el hombre sea sabio, que cuando tome una decisión esté seguro de que lo que cree  es lo correcto, que honre a Dios con su actitud pues El envió a su Hijo Jesús al mundo, a dar su vida y resucitar para que el hombre  tenga una nueva vida.

Así pues, lo fundamental es que el hombre haga el bien y viva en paz y con alegría, pues el Espíritu de Dios vive en el ser interior de todo aquel que cree en Nuestro Señor Jesucristo.


Con Alta Estima,

domingo, 29 de marzo de 2015

¡Ya es hora de que despierten!


Sólo Dios puede darle autoridad a una persona, y es él quien les ha dado poder a los gobernantes que tenemos. Por lo tanto, debemos obedecer a las autoridades del gobierno. Quien no obedece a los gobernantes, se está oponiendo a los que Dios ordena. Y quien se oponga será castigado, porque los que gobiernan no están para meterles miedo a los que se portan bien, sino a los que se portan mal. Si ustedes no quieren tenerles miedo a los gobernantes, hagan lo qué es bueno, y los gobernantes, hablarán bien de ustedes. Porque ellos están para servir a Dios y para beneficiarlos a ustedes. Pero si ustedes se portan mal, ¡Pónganse a temblar!, porque la espada que ellos llevan no es de adorno. Ellos están para servir a Dios, pero también para castigar a los que hacen lo malo. Así que ustedes deben obedecer a los gobernantes, no sólo para que no los castiguen, sino porque eso es lo correcto.

Los gobernantes están al servicio de Dios, y están cumpliendo un deber. Por eso pagan ustedes sus impuestos. Así que páguenle a cada uno lo que deban pagarle, ya sea que se trate de impuestos, contribuciones, respeto o estimación.

No le deban nada a nadie. La única deuda que deben tener es la de amarse unos a otros. El que ama a los demás ya ha cumplido con todo lo que la ley exige. En la ley hay mandatos como estos: No sean infieles en su matrimonio. No maten. No roben. No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen. Estos mandamientos, y todos los demás, pueden resumirse en uno solo. Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo. El amor no causa daño a nadie. Cuando amamos a los demás, estamos cumpliendo toda la ley.

Estamos viviendo tiempos muy importantes, y  ustedes han vivido como si estuvieran dormidos. ¡Ya es hora de que despierten! Ya está muy cerca el día en que Dios nos salvará;  mucho más cerca que cuando empezamos a creer en Jesús. ¡Ya casi llega el momento! Así que dejemos de pecar, porque pecar es como vivir en la oscuridad. Hagamos el bien, que es como vivir en la luz. Controlemos nuestros deseos de hacer lo malo, y comportémonos correctamente, como si todo el tiempo anduviéramos a plena luz del día. No vayamos a fiestas donde haya desórdenes, ni nos emborrachemos, ni seamos vulgares, ni tengamos ninguna clase de vicios. No busquemos pelea ni seamos celosos. Más bien, dejemos que Jesucristo nos proteja.

Aquí puedes darte cuenta que lo importante es que el hombre obedezca las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.

Así pues, lo fundamental es que el hombre se conduzca con respeto y obediencia a las autoridades porque son puestas por Dios, y entonces,  además de cumplir un deber como buen ciudadano pues hace lo correcto y a su vez demuestra  que pertenece al reino de Dios.

Asimismo, es prioridad que el hombre ame a sus semejantes, como se ama a sí mismo y con ello obedece los mandatos de Dios.

Ahora bien, es tiempo de que el hombre despierte, que deje de vivir en la oscuridad y haga lo que es bueno, que su actitud sea la correcta, mostrando un comportamiento  sincero y con transparencia,   un nuevo estilo de vida,  de acuerdo al orden que Dios ha establecido, y por ende bajo la protección de nuestro Señor Jesucristo.

Con Alta Estima,

viernes, 27 de marzo de 2015

…triunfen sobre el mal haciendo el bien.


Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que dediquen toda su vida, a servirle y a hacer todo lo que a él  le agrada. Así es como se le debe adorar. Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.

Dios en su bondad me nombró apóstol, y por eso les pido que no se crean mejores de lo que realmente son. Más bien, véanse ustedes mismos según la capacidad que Dios les ha dado como seguidores de Cristo. El cuerpo humano está compuesto de muchas partes, pero no todas ellas tienen la misma función.

Algo parecido pasa con nosotros como iglesia: aunque somos muchos, todos juntos formamos el cuerpo de Cristo. Dios nos ha dado a todos diferentes capacidades, según lo que él quiso darle a cada uno. Por eso, si Dios nos autoriza para hablar en su nombre, hagámoslo como corresponde a un seguidor de Cristo. Si nos pone a servir a otros, sirvámosles bien. Si nos da la capacidad de enseñar, dediquémonos a enseñar. Si nos pide animar a los demás, debemos animarlos. Si de compartir nuestros bienes se trata, no seamos tacaños. Si debemos dirigir a los demás, pongamos en ello todo nuestro empeño. Y si nos toca ayudar a los necesitados, hagámoslo con alegría.

Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. Aménse unos a otros como hermanos, y respétense siempre. Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con mucho entusiasmo.

Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes, cuando oren al Señor, muéstrense constantes. Compartan lo que tengan con los pobres de la iglesia. Reciban en sus hogares a los que vengan de otras ciudades y países.

No maldigan a sus perseguidores; más bien, pídanle a Dios que los bendiga. Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza. Vivan siempre en armonía, y no sean orgullosos, sino traten como iguales a la gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás.

Si alguien los trata mal, no le pagues con la misma moneda. Al contrario, busquen siempre hacer el bien a todos. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo. Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice: A mí me toca vengarme. Yo le daré  a cada cual su merecido. Y también dice: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Así harás que le arda la cara de vergüenza. No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el bien.
Aquí puedes  darte cuenta que lo esencial es que el hombre cambie su manera de vivir, que sea diferente a como vive todo el mundo y sobre todo, que no se crea mejor delo que aparenta ser, sino más bien que el hombre haga lo bueno, lo que agrada a Dios.

No obstante, Dios da a cada quien capacidades diferente para que se ayuden y complementen unos a otros, pero todo lo que el hombre propone que lo haga con alegría y empeño.

Asimismo, es importante que el hombre  ame con sinceridad a los demás, que trabaje con ahínco y aún en la adversidad que el hombre espere con paciencia, y la prioridad es que el hombre busque siempre hacer el bien a todos, pues la venganza es de Dios.


Con Alta Estima, 

miércoles, 25 de marzo de 2015

…Dios los eligió porque él es bueno, y no porque ellos hayan hecho algo para merecerlo.


Entonces me pregunto: ¿Será que Dios ha rechazado al pueblo que él mismo eligió? ¡Claro que no! Dios no ha rechazado a los judíos, a quienes eligió desde el principio de la creación. Yo mismo soy israelita; soy descendiente de Abraham y pertenezco a la tribu de Benjamín. Como ustedes bien saben, hay en la Biblia un relato, en donde Elías se queja con Dios acerca del pueblo de Israel. Allí Elías le dice a Dios: Señor, han matado a tus profetas y han destruido tus altares. Yo soy el único profeta que queda con vida y también a mí me quieren matar. Pero Dios le contesta: Todavía tengo siete mil israelitas que no han adorado al falso dios Baal.

Lo mismo pasa ahora. Dios es bueno, y ha elegido a un pequeño grupo de judíos que aún confían en él. Pero Dios los eligió porque él es bueno, y no porque ellos hayan hecho algo para merecerlo. Esto sólo puede suceder así porque Dios es bueno de verdad.

Realmente, sólo el pequeño grupo elegido por Dios logró encontrar lo que todos los demás buscaban. 
Y es que los demás eran muy tercos. Como dice la Biblia: Dios les cerró la mente, los ojos y los oídos, hasta el día de hoy. También leemos que David dijo: ¡Que sus fiestas se conviertan en trampas y redes, para que desagraden a Dios y sean castigados! ¡Que se nublen sus ojos para que no puedan ver! ¡Que para siempre sus espaldas se doblen de tanto sufrir!

Sin embargo, aunque los judíos no pudieron agradar a Dios, tampoco fallaron del todo. Más bien, por la desobediencia de los judíos, los que no son judíos pueden ser salvados por Dios. Y esto hará que los judíos se pongan celosos. Ahora bien, si por la desobediencia de los judíos el resto del mundo recibió ayuda, ¡con más razón la recibirá cuando todos los judíos sean aceptados por Dios!

Lo que voy a decir ahora es para ustedes, los que no son judíos. Dios me ha enviado para trabajar entre ustedes, y para mí esa tarea es muy importante. Espero que con esto algunos de mi país  se pongan celosos de ustedes, y así Dios pueda salvarlos también a ellos. Pues si Dios, al rechazar a los judíos, aceptó al resto de la humanidad, ¡imagínense cómo será cuando los judíos sean aceptados! ¡Los que ahora viven como muertos tendrán vida eterna!

Si alguien le ofrece a Dios el primer pan que hornea, en realidad le está ofreciendo toda la masa con que hizo el pan. Si a Dios se le ofrecen las raíces de un árbol, entonces también las ramas del árbol le pertenecen. Cuando Dios rechazó a algunos judíos, y a ustedes los aceptó en su lugar, ustedes llegaron a formar parte del pueblo de Dios, y así recibieron la vida eterna. Pero no vayan a creerse mejores que los judíos que fueron rechazados. Recuerden que ustedes han recibido esa vida gracias a ellos, y no ellos gracias a ustedes.

Tal vez piensen que ellos fueron rechazados para que ustedes fueran aceptados en el pueblo de Dios. Y es verdad. Pero ellos fueron rechazados por no confiar en Dios, y ustedes fueron aceptados solamente por confiar en él. Así que no se pongan orgullosos, más bien, tengan cuidado. Si Dios rechazó a los judíos en general, también podría hacer lo mismo con ustedes.

Fíjense en lo bueno que es Dios, pero también tomen en cuenta que Dios es muy estricto. Es estricto con los que han pecado, pero ha sido bueno con ustedes. Y seguirá siéndolo, si ustedes le son agradecidos y se portan bien. De lo contrario, también a ustedes los rechazará.

Si los judíos cambian y confían en Dios, volverán a formar parte de su pueblo, pues Dios tiene poder para hacerlo. Después de todo, no es lógico tomar algo de buena calidad y mezclarlo con algo de mala calidad. Si Dios los aceptó a ustedes, que no eran parte de su pueblo, con más razón volverá a aceptar a los judíos que sí lo son.

Hermanos en Cristo, hay mucho que ustedes todavía no saben. Por eso voy a explicarles el plan que Dios tenía en secreto. Algunos de los judíos se han vuelto muy tercos y no quieren creer en Jesucristo; pero sólo se portarán así hasta que los no judíos pasen a formar parte de su pueblo. Después de eso, Dios salvará a todo el pueblo de Israel. Como lo dice en la Biblia: El Salvador vendrá de Jerusalén, y limpiará toda la maldad del pueblo de Israel. Yo he prometido hacer esto cuando les perdone sus pecados.

Por ahora, Dios actúa con los judíos como si fueran sus enemigos. Pero lo hace sólo para darles a ustedes la oportunidad de creer en la buena noticia. Dios sigue amando a los judíos, pues eligió a sus antepasados para formar su pueblo. Dios no da regalos para luego quitarlos, ni se olvida de las personas que ha elegido.

En el pasado, ustedes desobedecieron a Dios. Pero ahora que los judíos no han querido obedecerlo, Dios se ha compadecido de ustedes. Y así como Dios les ha mostrado a ustedes su compasión, también lo harán con ellos. Pues Dios hizo que todos fueran desobedientes, para así tenerles compasión a todos.

¡Dios es inmensamente rico! ¡Su inteligencia y su conocimiento son tan grandes que no se pueden medir! Nadie es capaz de entender sus decisiones, ni de explicar sus hechos. Como dice la Biblia: ¿Sabe alguien cómo piensa Dios? ¿Puede alguien darle consejos? ¿Puede acaso alguien regalarle algo a Dios, para que él esté obligado a darle algo a cambio? En realidad todo fue creado por Dios; todo existe por él y para él. Así que, ¡alabemos a Dios por siempre! Amén.

Aquí puedes darte cuenta que lo más importante es que el hombre confíe en Dios y que recuerde que Dios elige a quien El quiere, porque Dios es bueno, y sabes El mira el  corazón de cada persona, si realmente esa persona le ama con sinceridad.

No obstante, es de prioridad que el hombre sea obediente pues Dios aceptó al hombre, al gentil aunque no pertenecía a su pueblo elegido porque mostró su confianza en El.

Lo esencial es que el hombre sea humilde, apartado del pecado y sea agradecido con Dios ya que vive en la gracia de Dios, por lo que el hombre debe creer en nuestro Señor Jesucristo, que fue enviado por Dios al mundo para dar su vida y salvar a la humanidad, a redimir los pecados.

Así pues, el hombre debe honrar a Dios aunque no entienda sus decisiones ni sus acciones pues Dios es bueno, y, además  el hombre  debe considerar que todo lo que existe fue creado por Dios y es para que el hombre lo disfrute.


Alta Estima,

lunes, 23 de marzo de 2015

¿Y cómo van a confiar en él, si nada saben de él?


Hermanos en Cristo, con todo mi corazón deseo y pido a Dios que él salve del castigo a los israelitas. Estoy seguro de que ellos tienen muchos deseos de servir a Dios, pero no saben cómo hacerlo. No comprenden que sólo Dios nos puede declarar inocentes. Por eso han tratado de hacer algo para que Dios los acepte. En realidad, han rechazado la manera en que Dios quiere aceptarlos. Dios ya no nos acepta, por obedecer la ley; ahora sólo acepta a los que confían en Cristo. Con Cristo, la ley llegó a su cumplimiento.

Al referirse a los que obedecen la ley para que Dios los acepte, Moisés escribió lo siguiente: La persona que obedezca la ley se salvará si la cumple. Al contrario, esto es lo que dice de los que confían en Dios para que él los acepte: Nunca te preguntes: ¿Quién subirá al cielo?, es decir, subir al cielo para pedirle a Cristo que baje. Tampoco te preguntes: ¿Quién bajará al mundo de los muertos, es decir, bajar allá para pedirle a Cristo que resucite.

Más bien, la Biblia dice: El mensaje de Dios está cerca de ti; está en tu boca y en tu corazón. Y ese mismo mensaje es el que les traemos: que debemos confiar en Dios. Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará.

La Biblia dice: Dios no deja en vergüenza a los que confían en él. No importa si son judíos o no lo son, porque todos tienen el mismo Dios, y él es muy bueno con todos los que le piden ayuda. Pues la Biblia también dice: Dios salvará a los que lo reconozcan como su Dios. Pero, ¿cómo van a reconocerlo si no confían en él? ¿Y cómo van a confiar en él, si nada saben de él? ¿Y cómo van a saberlo, si nadie les habla acerca del Señor Jesucristo? ¿Y cómo hablarán de Jesucristo, si Dios no los envía? Como dice la Biblia: ¡Qué hermoso es ver llegar a los que traen buenas noticias!

Sin embargo, no todos han aceptado estas buenas noticias. Como dijo el profeta Isaías: Señor, ¡nadie ha creído a nuestro mensaje! Así que las personas llegan a confiar en Dios cuando oyen el mensaje acerca de Jesucristo. Pero yo pregunto: ¿Será que no han tenido oportunidad de oír el mensaje? ¡Claro que lo han oído! Porque la Biblia dice: Sus palabras recorren toda la tierra y llegan hasta el fin del mundo.

Vuelvo entonces a preguntar: ¿Será que los israelitas no se han dado cuenta? ¡Claro que sí se han dado cuenta! Pues, en primer lugar, Dios dijo por medio de Moisés: Haré que los israelitas se pongan celosos de un pueblo sin importancia. Haré que se enojen con gente de poco entendimiento.

Después, Isaías se atrevió a recordar algo que Dios había dicho: Me encontraron aquellos que no me buscaban. Me presenté ante gente que no preguntaba por mí. Pero el pueblo de Israel, Dios dijo por medio de Isaías: {Todo el día le ofrecí ayuda a un pueblo terco y desobediente.

Aquí puedes darte cuenta que es fundamental que el hombre confíe en Dios y que reconozca al Señor Jesús como el Señor y que crea que Dios lo resucitó para salvar al hombre y que sea aceptado por Dios.

Así pues, lo importante es que el hombre sepa que Dios es único y verdadero, y el hombre que busca a Dios,  le conozca cada día más, pues El ayuda al hombre que se arrepiente y toma la decisión de cambiar, de hacer lo bueno.

No obstante, es prioridad que el hombre regenerado estreche su relación con Dios pues Dios elige a todo aquel que El quiere que lleve las buenas noticias a las personas que no le conocen y a todo aquel de poco entendimiento, pero sabes, es necesario que el hombre esté atento y oiga el mensaje de Dios y lo obedezca.


Con Alta Estima,

…Dios no defraudará a los que confíen en él.


Yo creo en Jesucristo, y por eso digo la verdad. El Espíritu Santo me guía, y en lo más profundo de mi ser me asegura que no miento. Es verdad que estoy muy triste, y que en mi corazón siento un dolor que no me deja. Sufro por los judíos, que son mi pueblo, y quisiera ayudarlos. Yo estaría dispuesto a caer bajo la maldición de Dios, y a quedar separado de Cristo, si eso los ayudara a estar cerca de Dios. Ellos son el pueblo que Dios ha elegido. A ellos Dios les dio el derecho de ser sus hijos. Dios ha estado con ellos, y les ha mostrado su gran poder. Hizo pactos con ellos, y les dio su ley. Les enseñó a adorarlo de verdad, y también les hizo promesas. Ellos pertenecen al pueblo de Dios. Y el Mesías, como hombre, pertenece a ese mismo pueblo. El gobierna sobre todas las cosas, y es Dios. ¡Alabado sea Dios por siempre! Amén.

No estoy diciendo que Dios no haya cumplido sus promesas con el pueblo de Israel. Pero no todos los judíos son realmente parte del pueblo de Israel., ni todos los descendientes de Abraham son verdaderos hijos de Abraham. Pues Dios le había dicho: Tu descendencia vendrá por medio de Isaac. Esto significa que nadie es hijo de Dios sólo por pertenecer a cierta familia o raza. Al contrario, la verdadera familia de Abraham la forman todos los descendientes de Isaac. Porque Isaac fue quien nació para cumplir la promesa que Dios le hizo a Abraham: Dentro de un año volveré, y para entonces Sara ya tendrá un hijo.

Pero eso no es todo. Aun cuando los dos hijos de Rebeca eran de nuestro antepasado Isaac. Dios eligió sólo a uno de ellos para formar su pueblo. Antes de nacer, ninguno de los niños había hecho nada, ni bueno ni malo. Sin embargo, Dios le dijo a Rebeca que el mayor serviría al menor.  Con esto Dios demostró que él elige a quien él quiere, de acuerdo con su plan. Así que la elección de Dios no depende de lo que hagamos. Como dice la Biblia: Preferí a Jacob, y no a Esaú.

¿Y por eso vamos a decir que Dios es injusto? ¡Claro que no! Porque Dios le dijo a Moisés: Yo tendré compasión de quien yo quiera tenerla. Así que la elección de Dios no depende de que alguien quiera ser elegido, o se esfuerce por serlo. Más bien, depende de que Dios le tenga compasión.
En la Biblia leemos que Dios le dijo al rey de Egipto: Te hice rey, precisamente para mostrar mi poder por medio de todo lo que haré contigo, y para que todo el mundo me conozca. Así que todo depende de lo que Dios decida hacer: él se compadece de quien quiere, y a quien quiere lo vuelve terco.

Si alguien me dijera: ¿De qué nos va a culpar Dios, si nadie puede oponerse a sus deseos?, Yo le contestaría: Amigo mío tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de Dios. La olla de barro no puede quejarse con el que la hizo, de haberle dado esa forma. El alfarero puede hacer con el barro lo que quiera. Con el mismo barro puede hacer una vasija para usarla en ocasiones especiales, y también una vasija de uso diario.

Algo parecido ha hecho Dios. Ha querido dar un ejemplo de castigo, para que todo el mundo conozca su poder. Por eso tuvo mucha paciencia con los que merecían ser castigados y destruidos. Al mismo tiempo, demostró su gran amor y poder para salvarnos. Desde un principio nos tuvo compasión, y nos eligió para vivir con él. Y no le importó que fuéramos judíos o no lo fuéramos. Como dice Dios en el libro del profeta Oseas: A un pueblo que no me pertenece, lo llamaré mi pueblo. A un pueblo que no amo, le mostraré mi amor. Y allí donde les dije: Ustedes no son mi pueblo, les diré: Ustedes son mi pueblo, porque yo soy el Dios de la vida.

Además, el profeta Isaías dijo acerca de los israelitas: Aunque los israelitas sean tantos como los granos de arena en la playa, sólo unos cuantos serán salvados.

Muy pronto el Señor juzgará a todos los habitantes de la tierra. Y, como el mismo Isaías dijo: Si el Dios todopoderoso no hubiera salvado a unos pocos, ahora mismo estaríamos como las ciudades de Sodoma y Gomorra.

¿Qué más les puedo decir? Que aunque la gente de otros pueblos no estaba haciendo nada para que Dios los aceptara, él los aceptó porque confiaron en él. En cambio, los israelitas fueron rechazados, porque trataban de cumplir la ley para que Dios los aceptara. ¿Y por qué no fueron aceptados? Porque querían que Dios los aceptara por lo que hacían, y no por confiar sólo en él. Por eso Cristo fue para ellos como una piedra en la que tropezaron. En la Biblia Dios dijo: Yo pongo en Jerusalén una roca con la cual muchos tropezarán y caerán. Pero Dios no defraudará a los que confíen en él.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe amar a Jesús, confiar en ÉL y pedirle a Dios que su Espíritu le guíe para hacer lo bueno,

Asimismo, el hombre debe entender que Dios elige a quien él quiere, pues Dios conoce a cada persona y mira su corazón y valora si puede ser un instrumento útil, no importa la edad, no importa si no ha hecho nada malo, pues Dios elige con compasión y de acuerdo al plan que El tiene.
Por lo que es conveniente que el hombre entienda que Dios es todopoderoso y El decide lo que hará, y entonces, el hombre no debe cuestionar sus decisiones.

Ahora bien, lo esencial es que el hombre crea en Dios, el Dios de la vida, quien mostró su amor y, envió a su Hijo Jesús, quien dio su vida y resucitó para salvar al mundo y que el hombre establezca una relación personal con El y por ende, pertenezca al pueblo de Dios.

Por lo tanto, lo prioritario es que el hombre confíe en Dios pues sólo Dios no defrauda sino más bien el hombre recibe el poder de Dios y la fuerza para no tropezar y  vencer los obstáculos.


Con Alta estima, 

sábado, 21 de marzo de 2015

…sí el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen que seguir sus malos deseos

Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados. Ahora, por estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos da vida, y nos ha librado del pecado, y de la muerte. Dios ha hecho lo que la ley de Moisés no era capaz de hacer, ni podría haber hecho, porque nadie puede controlar sus deseos de hacer lo malo. Dios envió a su propio Hijo, y lo envió tan débil como nosotros, los pecadores. Lo envió para que muriera por nuestros pecados. Así, por medio de él, Dios destruyó al pecado. Así, por medio de él, Dios destruyó al pecado. Lo hizo para que ya no vivamos de acuerdo con nuestros malos deseos, sino conforme a todos los justos mandamientos de la ley, con la ayuda del Espíritu Santo.

Los que viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo al Espíritu Santo sólo piensan en hacer lo que desea el Espíritu. Si vivimos pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si pensamos sólo en  lo que desea el Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz. Los que no controlan sus malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no quieren ni pueden obedecer la ley de Dios. Por eso, los que viven obedeciendo sus malos deseos no pueden agradarlo.

Pero, sí el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen que seguir sus malos deseos, sino obedecer al Espíritu de Dios. El que no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Por culpa del pecado, sus cuerpos tienen que morir. Pero si Cristo vive en ustedes, también el espíritu de ustedes vivirá, porque Dios los habrá declarado inocentes. Dios resucitó a Jesús, y él también hará que los cuerpos muertos de ustedes vuelvan a vivir, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Esto Dios lo hará por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.

Por eso, hermanos, ya no estamos obligados a vivir de acuerdo con nuestros propios deseos. Si ustedes viven de acuerdo a esos deseos, morirán para siempre; pero si por medio del Espíritu Santo ponen fin a esos malos deseos, tendrán vida eterna. Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu los convierte en Hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: ¡Papá! El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá.

Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada, si lo comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él. El mundo entero espera impaciente que Dios muestre a todos que nosotros somos sus hijos. Pues todo el mundo está confundido, y no por su culpa, sino porque Dos así lo decidió. Pero al mundo le queda todavía la esperanza de ser liberado de su destrucción. Tiene la esperanza de compartir la maravillosa libertad de los hijos de Dios. Nosotros sabemos que este mundo se queja y sufre de dolor, como cuando una mujer embarazada está a punto de dar a luz.

Y no sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras esperamos que Dios adopte definitivamente como sus hijos, y nos libere del todo, sufrimos en silencio. Dios nos salvó porque tenemos la confianza de que así sucederá. Pero esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que ya tiene? Sin embargo, si esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras para expresarlo. Y Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu ruega  a Dios por su pueblo especial, y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.

Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. Desde el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para que este sea el Hijo mayor. A los que él ya había elegido, los llamó; y a los que llamó también los aceptó; y a los que aceptó les dio un lugar de honor.
Sólo nos queda decir que, si Dios está de nuestra parte, nadie podrá estar en contra de nosotros. Dios no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así que tan bien nos dará junto con él todas las cosas. ¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha elegido? ¡Si Dios mismo los ha declarado inocentes! ¿Puede alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hombre ni el frío, ni los peligros ni la muerte. Como dice la Biblia: Por causa suya nos matan; ¡por ti nos tratan siempre como a ovejas para el matadero!

En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quién nos amó, nos dará la victoria total. Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios, ni la vida ni la muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre arrepentido verdaderamente ,  camina  hacia adelante y su vida se regenera  y el Espíritu de Dios vive en El y guía su vida por el camino correcto, cumple sus mandamientos de día y de noche, de manera que agrada a Dios y gracias a la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el hombrees es librado de la autodestrucción y es llamado Hijo de Dios.

No obstante, lo importante es que el hombre confíe en Dios y sepa esperar pacientemente pues  lo que Dios ha prometido,  El lo cumplirá, El elige a las personas y la obra que Dios empieza en cada persona  el Señor la  termina y así el hombre fiel  todavía no ve pero cree y espera de acuerdo a su Palabra .Además, con el Espíritu de Dios, el hombre  vence el sufrimiento, los malos deseos y en toda circunstancia adversa saldrá victorioso.

Así pues, es tiempo de que el hombre sepa que nadie puede separarnos del amor de Dios, por lo que esencial que el hombre  esté preparado, obedeciendo los mandamientos, y sabes,  es de prioridad  que el hombre desarrolle una conciencia y voluntad firme para que renueve su mente y establezca un estilo nuevo de vida y así con su conducta honre a Dios.


Con Alta Estima,

jueves, 19 de marzo de 2015

…yo no soy más que un simple hombre, y no puedo controlar mis malos deseos.


Hermanos en Cristo, ustedes conocen la ley de Moisés, y saben que debemos obedecerla sólo mientras vivamos. Por ejemplo, la ley dice que la mujer casada será esposa de su marido sólo mientras él viva. Pero si su esposo muere, ella quedará  libre de la ley que unía a su esposo. Si ella se va a vivir con otro hombre mientras su esposo vive todavía, se podría culparla de ser infiel a su esposo. Pero si su esposo muere, ella quedará libre de esa ley, y podrá volverá casarse sin que se le acuse de haber sido infiel.

Algo parecido sucede con ustedes, mis hermanos. Por medio de la muerte de Cristo, ustedes ya están bajo el control de la ley. Ahora ustedes son de Cristo, a quien Dios resucitó. De modo que podemos servir a Dios haciendo el bien. Cuando vivíamos sin poder dominar nuestros malos deseos, la ley sólo servía para que deseáramos hacer más lo malo. Y así, todo lo que hacíamos nos separaba más de Dios. Pero ahora la ley ya no puede controlarnos. Es como si estuviéramos muertos. Somos libres, y podemos servir a Dios de manera distinta. Ya no lo hacemos como antes, cuando obedecíamos la antigua ley, sino que ahora obedecemos al Espíritu Santo.

¿Quiere decir esto que la ley es pecado? ¡Claro que no! Pero si no hubiera sido por la ley, ya no habría entendido lo que es el pecado. Por ejemplo, si la ley no dijera: No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen, yo no sabría que eso es malo. Cuando no hay ley, el pecado no tiene ningún poder. Pero el pecado usó ese mandamiento de la ley, y me hizo desear toda clase de mal.

Cuando yo todavía no conocía la ley, vivía tranquilo; pero cuando conocí la ley, me di cuenta de que era un gran pecador y de que vivía alejado de Dios. Fue así como la ley, que debió haberme dado la vida eterna, más bien me dio la muerte eterna. Porque el pecado usó la ley para engañarme, y con esa misma ley me alejó de Dios.

Podemos decir, entonces, que la ley viene de Dios, y que cada uno de sus mandatos es bueno y justo. Con esto no estoy diciendo que la ley, que es buena, me llevó a la muerte. ¡De ninguna manera! El que hizo esto fue el pecado, que usó un mandato bueno. Así, por medio de un mandato bueno todos podemos saber lo realmente malo y terrible que es el pecado. Nosotros sabemos que la ley viene de Dios; pero yo no soy más que un simple hombre, y no puedo controlar mis malos deseos. Soy un esclavo del pecado. La verdad es que no entiendo nada de lo que hago, pues en vez de hacer lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer. Pero, aunque hago lo que no quiero hacer, reconozco que la ley es buena. Así que no soy quien  hace lo malo, sino el pecado que está dentro de mí. Yo sé que mis deseos egoístas no me permiten hacer  lo bueno, pues aunque quiero hacerlo, no puedo hacerlo. En vez de lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer: Pero si hago lo que no quiero hacer, en realidad no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está dentro de mí.
Me doy cuenta entonces de que, aunque quiero hacer lo bueno, sólo puedo hacer lo malo. En lo más profundo de mi corazón amo la ley de Dios. Pero también me sucede otra cosa: hay algo dentro de mí, que lucha contra lo que creo que es bueno. Trato de obedecer la ley de Dios, pero me siento como en una cárcel, donde lo único que puedo hacer es pecar. Sinceramente, deseo obedecer la ley de Dios, pero no puedo dejar de pecar porque mi cuerpo es débil para obedecerla. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que me hace pecar y me separa de Dios? ¡Le doy gracias a Dios, porque sé que Jesucristo me ha librado!

Aquí puedes darte cuenta que lo más importante es que el hombre dependa de Dios y que le pida sabiduría para poder vencer los malos deseos, pues lo más importante es que el hombre busque a Dios y pueda hacer el bien.

No obstante, si el hombre se arrepiente verdaderamente y vive apegado a su Palabra cambie su manera de vivir y, entonces el hombre al recibir el Espíritu de Dios puede dominar sus malos deseos.

Por tanto, el hombre debe entender que las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, su ley es buena y ayuda al hombre a abrir sus ojos  para que pueda discernir el bien y el mal, y así el hombre decide si hace lo bueno, lo que agrada a Dios.

Asimismo, es de prioridad  que el hombre reconozca a Jesús como su salvador, quien dio su vida y se entregó a sí mismo y resucitó para salvar al hombre y que tenga una vida nueva.

Ahora bien, es tiempo de que el hombre regenerado, que ahora obedece la ley de Dios, con gratitud honre a Jesús por su sacrificio en la cruz, que ganó esa libertad.


Con Alta Estima,

miércoles, 18 de marzo de 2015

Así que no dejen que el pecado los use para hacer lo malo.


¿Qué más podemos decir? ¿Seguiremos pecando para que Dios nos ame más todavía? ¡Por supuesto que no! Nosotros ya no tenemos nada que ver con el pecado, así que ya no podemos seguir pecando. Ustedes bien saben que por medio del bautismo, nos hemos unido a Cristo en su muerte. Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con él; pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran poder.

Si al bautizarnos participamos en la muerte de Cristo, también participaremos de su nueva vida. Una cosa es clara: antes éramos pecadores, pero cuando Cristo murió en la cruz, nosotros morimos con él. Así que el pecado ya no nos gobierna. Al morir, el pecado perdió su poder sobre nosotros.

Si por medio del bautismo morimos con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él. Sabemos que Jesucristo resucitó, y que nunca más volverá a morir, pues la muerte ya no tiene poder sobre él. Cuando Jesucristo murió, el pecado perdió para siempre su poder sobre él. La vida que ahora vive, es para agradar a Dios.

De igual manera, el pecado ya no tiene poder sobre ustedes, sino que Cristo les ha dado vida, y ahora viven para agradar a Dios. Así que no dejen que el pecado los gobierne, ni que los obligue a obedecer los malos deseos de su cuerpo. Ustedes ya han muerto al pecado, pero ahora han vuelto a vivir. Así que no dejen que el pecado los use para hacer lo malo. Más bien, entréguense a Dios, y hagan lo que a él le agrada. Así el pecado ya no tendrá poder sobre ustedes, porque ya no son esclavos de la ley. Ahora están al servicio del amor de Dios.

Alguien podría decir que, como ya no somos esclavos de la ley, sino que estamos al servicio del amor de Dios, podemos seguir pecando. Pero eso no es posible. Ustedes saben de quien siempre obedece a una persona, llega a ser su esclavo. Nosotros podemos servir al pecado y morir, o bien obedecer a Dios y recibir su perdón.  Antes, ustedes eran esclavos del pecado. Pero gracias a Dios que obedecieron de todo corazón la enseñanza que se les dio. Ahora ustedes se han librado del pecado, y están al servicio de Dios para hacer el bien.

Como a ustedes todavía les cuesta entender esto, se lo explico con palabras sencillas y bien conocidas. Antes ustedes eran esclavos del mal, y cometían pecados sexuales y toda clase de maldades. Pero ahora tienen que dedicarse completamente al servicio de Dios.

Cuando ustedes eran esclavos del pecado, no tenían que vivir como a Dios le agrada. ¿Pero qué provecho sacaron? Tan sólo la vergüenza de vivir separados de Dios para siempre. Sin embargo, ustedes ya no son esclavos del pecado. Ahora son servidores de Dios. Y esto sí que es bueno, pues el vivir sólo para Dios les asegura que tendrán la vida eterna. Quien sólo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos regala la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe morir a su”yo”, dejar el egoísmo, pues  el hombre al nacer de nuevo y por el bautismo, el hombre es purificado,entonces,  el hombre es regenerado pues nace a una vida diferente.

Así pues, el hombre que nace de nuevo, con su conducta agrada a Dios y puede  estar a su servicio, es decir, haciendo el bien.

Por tanto, es tiempo que el hombre se vuelva a Dios, que se aparte del pecado tomando conciencia de que este lo lleva a conducirse de manera negativa pero al arrepentirse, el hombre ya no es gobernado por el pecado y Dios le perdona , siendo específico que el hombre viva sólo para Dios.


Con Alta Estima,

martes, 17 de marzo de 2015

…el amor de Dios reinó sobre la vida


Dios nos ha aceptado porque confiamos en él. Esto lo hizo posible nuestro Señor Jesucristo. Por eso ahora vivimos en paz con Dios. Nos alegra saber que, por confiar en Jesucristo, ahora podemos disfrutar del amor de Dios, y que un día compartiremos con él toda su grandeza. Pero también nos alegra tener que sufrir, porque sabemos que así aprendemos a soportar el sufrimiento. Y si aprendemos a soportarlo, seremos aprobados por Dios. Y si él nos aprueba, podremos estar seguros de nuestra salvación.  De eso estamos seguros: Dios cumplirá su promesa, porque él nos ha llenado el corazón con su amor, por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.

Cuando nosotros los pecadores no podíamos salvarnos, Cristo murió por nosotros. Murió en el momento elegido por Dios. En realidad, no es fácil que alguien esté dispuesto a dar su vida por otra persona, aunque sea buena y honrada. Tal vez podríamos encontrar a alguien que diera su vida por alguna persona realmente buena.  Pero Dios nos demostró su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por nosotros, a pesar de que nosotros todavía éramos pecadores.

Si Dios nos declaró inocentes por medio de la muerte de Cristo, con mayor razón, gracias a Cristo, nos librará del castigo final. Si cuando todavía éramos sus enemigos, Dios hizo las paces con nosotros por medio de la muerte de su Hijo, con mayor razón nos salvará  ahora que su Hijo vive, y que nosotros estamos en paz con Dios. Además, Dios nos ha hecho muy felices, pues ahora  vivimos en paz con él por medio de nuestro Señor Jesucristo.

El primer pecado en el mundo fue la desobediencia de Adán. Así, en castigo por el pecado, apareció la muerte en el mundo. Y como todos hemos pecado, todos tenemos que morir. Antes de que Dios diera la ley, todo el mundo pecaba. Pero cuando no hay ley, no se puede acusar a nadie de desobedecerla.  Sin embargo, los que vivieron desde Adán hasta Moisés tuvieron que morir, porque pecaron, aun cuando su pecado no fue la desobediencia a un mandato específico de Dios, como en el caso de Adán.

En algunas cosas, Adán se parece a Cristo. Sin embargo, no hay comparación entre el pecado de Adán y el regalo que Dios nos ha dado. Por culpa de Adán, muchos murieron pero por medio de Jesucristo Dios nos ha dado un regalo mucho más importante, y para el bien de todos.  El pecado de Adán no puede compararse con el regalo de Dios. El pecado de Adán hizo que Dios lo declarara culpable. Pero gracias al regalo de Dios, ahora él declara inocentes a los pecadores, aunque no lo merezcan. Si por el pecado de Adán, la muerte reina en el mundo, con mayor razón, por medio de Jesucristo, nosotros reinaremos en la nueva vida, pues Dios nos ama y nos ha aceptado sin pedirnos nada a cambio.

Por el pecado de Adán, Dios declaró que todos merecemos morir; pero gracias a Jesucristo, que murió por nosotros, Dios nos declara inocentes y nos da vida eterna. O sea, que la desobediencia de uno solo hizo que muchos desobedecieran, pero por obediencia de Jesús, Dios declaró inocentes a muchos.

La ley apareció para que el pecado se hiciera fuerte, pero si bien el pecado se hizo fuerte, el amor de Dios lo superó. Y si el pecado reinó sobre la muerte, el amor de Dios reinó sobre la vida. Por eso Dios nos ha declarado inocentes, y nos ha dado vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Aquí puedes darte cuenta que para Dios todo es posible y a El le agrada que el hombre confíe en El y viva una nueva vida en rectitud de acuerdo a sus mandatos, pues Dios en su infinito amor envió a su Hijo Jesús para dar su vida y redimir al hombre pecador y que halle paz.

Asimismo, el hombre debe recordar que en su nueva manera de vivir, Dios le da su Espíritu para que le de fuerza para aguantar las pruebas y, además  que el hombre guarde su corazón para que sea aprobado por Dios.

No obstante, sólo Dios es bueno y por eso envió a su Hijo Jesús a dar su vida para salvar el hombre y que haga las paces con Dios y tome la decisión de establecer una relación personal con Dios.

Así pues, es tiempo de que el  hombre muestre gratitud a Dios, ya que por el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo, el hombre ha sido purificado y Dios le da una nueva vida, la vida eterna.


Con Alta Estima

…nunca dudó de que Dios cumpliría su promesa


Pensemos en lo que le pasó a Abraham, nuestro antepasado. Si Dios lo hubiera aceptado por todo lo que hizo, entonces podría sentirse orgulloso ante nosotros. Pero ante Dios no podía sentirse orgulloso de nada. La Biblia dice: Dios aceptó a Abraham porque Abraham confió en Dios.

Ahora bien, el dinero que se le paga a alguien por un trabajo no es ningún regalo, sino algo que se le debe. En cambio, Dios declara inocente al pecador, aunque el pecador no haya hecho nada para merecerlo, porque Dios le toma en cuenta su confianza en él. David nos habla de la felicidad de aquellos a los que, sin hacer nada para merecerlo, Dios declara inocentes por confiar en él. Así lo dice en la Biblia: ¡Qué felices son aquellos a los que Dios perdona! ¡Dios ya se ha olvidado de los pecados que cometieron! ¡Qué felices son aquellos a los que Dios perdona de todo lo malo que han hecho!

Pero esta felicidad, ¿es sólo de los que están circuncidados, o también de los que no lo están? Ya dijimos que Dios aceptó a Abraham, porque él confió en Dios. Y no hay duda de que Dios aceptó a Abraham antes de que fuera circuncidado para demostrar que Dios ya lo había aceptado por confiar en él. Fue así como Abraham se convirtió en padre de todos los que confían en Dios, aunque no estén circuncidados. Pero Abraham es también el padre de los que están circuncidados, y que a la vez confían en Dios, pues con esto siguen el ejemplo de Abraham antes de que fuera circuncidado.

Dios le prometió a Abraham que a él y a sus descendientes les dará el mundo. Se lo prometió, no porque Abraham hubiera  obedecido la ley, sino porque confió en Dios; esto hizo que Dios lo aceptara. Si la promesa de Dios fuera para los que obedecen la ley, entonces de nada serviría confiar en Dios, y su promesa no valdría de nada.

Dios castiga a los que desobedecen la ley, pero cuando no hay ley, nadie es culpable de desobedecerla. Por eso, para que la promesa de Dios tuviera valor para los descendientes de Abraham, Dios no pidió nada a cambio. Hizo la promesa para todos los que confiaran en él. No sólo para los que obedecen la ley, sino también para los que confían como Abraham. Por eso Abraham es el padre de todos nosotros. En la Biblia, Dios le dijo a Abraham que llegaría a ser el antepasado de gente de muchos países. Esta promesa se la hizo Dios a Abraham porque Abraham creyó en él, que es el único Dios con poder para resucitar a los muertos y para crear cosas nuevas.

Cuando Dios le prometió a Abraham que tendría muchísimos descendientes, esto parecía imposible. Sin embargo, por su esperanza y confianza en Dios, Abraham llegó a ser el antepasado de gente de muchos países que también confían en Dios. Aunque Abraham tenía casi cien años, y sabía que pronto moriría, nunca dejó de confiar en Dios. Y aunque sabía que su esposa Sara no podía tener hijos, nunca dudó de que Dios cumpliría su promesa. Al contrario, su confianza era cada vez más firme y daba gracias a Dios.

Abraham estaba completamente seguro de que Dios tenía poder para cumplir su promesa. Por eso Dios lo aceptó a Abraham, no se refiere sólo a él, sino también a nosotros. Dios es el mismo que resucitó a Jesús nuestro Señor, y nos acepta si confiamos en él. Dios entregó a Jesús para que muriera por nuestros pecados, y lo resucitó para que fuéramos declarados inocentes.

Aquí puedes darte cuenta que lo más importante para Dios es que el hombre tenga su confianza en Dios, en nuestro Creador, que es Dios todopoderoso pues sólo El perdona los pecados que el hombre comete, pero que se arrepiente y es fiel a Dios.

Asimismo, lo esencial es que el hombre se apegue a la Palabra de Dios y espere en sus promesas.

Así pues, lo fundamental es que el hombre crea en Dios, pues El envió a su Hijo Jesús al mundo, quien dio su vida y resucitó, para redimir al hombre de sus pecados.

Por lo que es prioridad que el hombre cambie, que se arrepienta verdaderamente y sea consciente de su fe en Dios, el único Dios verdadero, todopoderoso que para El todo es posible y que todo aquel que en El crea , se vuelva firme en sus convicciones pues El es un Dios que cumple sus promesas.


Con Alta Estima,

sábado, 14 de marzo de 2015

Nadie entiende nada, ni quiere buscar a Dios.


Vamos a ver: ¿Vale la pena ser judío? ¿Conviene circuncidarse? ¡Claro que sí! Porque el mensaje de Dios se les  dio a los judíos antes que a nadie.  Y aunque es verdad que algunos de ellos no hicieron caso del mensaje, eso no significa que Dios dejará de cumplirles todo lo que les prometió.  ¡De ninguna manera! Aunque todo el mundo miente, Dios siempre dice la verdad. Así lo dice la Biblia: Todos reconocerán que siempre dices la verdad. Por eso ganarás el pleito cuando te acusen ante los jueces.

Todo lo malo que hacemos demuestra que Dios es justo cuando se enoja y nos castiga. No por eso vamos  a decir que Dios es injusto. ¡De ninguna manera! Si Dios no fuera justo, ¿cómo podría decidir quiénes son malos y quiénes son buenos? Alguien podría pensar que no merece ser castigado, ya que sus mentiras hacen que la verdad de Dios se vea con mayor claridad.  En tal caso, podría alegarse que es mejor hacer lo malo, ya que Dios convierte lo malo en bueno. Pero no se equivoquen. Pensar así es un error. Además, no es eso lo que quiero enseñar, aunque algunos me acusan de hacerlo. En todo caso,  Dios es justo, y castigará a esos mentirosos.

¿Quiere decir todo esto que nosotros, los judíos, somos mejores que los demás? ¡Claro que no! Como ya les dije, seamos judíos o no lo seamos, todos somos pecadores. La Biblia nos lo dice: Nadie es justo. Nadie entiende nada, ni quiere buscar a Dios. Todos se han alejado de él; todos se han vuelto malos. Nadie, absolutamente nadie, quiere hacer lo bueno. Sólo dicen cosas malas; sólo saben decir mentiras. Hacen tanto daño con sus palabras, como una serpiente con su veneno. Hablan con amargura y maldicen a la gente. Fácilmente se enojan y matan a cualquiera. A dondequiera que van, todo lo destruyen y lo dejan destrozado. No saben vivir en paz, ni respetan a Dios.

Sabemos que la ley de Moisés tiene valor para los que se someten a ella.  Y lo que la ley dice, es para que nadie pueda declararse inocente; es para que todo el mundo se reconozca culpable ante Dios. El cumplimiento de la ley no nos hace inocentes ante Dios; la ley sólo sirve para que reconozcamos que somos pecadores.

La Biblia misma nos enseña claramente que ahora Dios nos acepta sin necesidad de cumplir la ley. Dios acepta a todos los que creen y confían en Jesucristo, sin importar si son judíos o no lo son. Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios. Pero él nos ama mucho, y nos declara inocentes sin pedirnos nada a cambio. Por medio de Jesús, nos ha librado del castigo que merecían nuestros pecados. Dios envió a Jesucristo para morir por nosotros. Si confiamos en que Jesús murió por nosotros, Dios nos perdonará. Con esto Dios demuestra que es justo y que, gracias a su paciencia, ahora nos perdona todo lo malo que antes hicimos. El es justo, y sólo acepta a los que confían en Jesús.

Ante Dios, no tenemos nada de qué estar orgullosos. Pues Dios nos acepta porque confiamos en Jesucristo, y no por obedecer la ley de Moisés. Dios no es solamente Dios de los judíos; en realidad, él es Dios de todos sean o no judíos. Hay un solo Dios, y es el Dios que acepta a todos los que confían en Jesucristo, sean judíos o no lo sean. Pero si confiamos en Jesús, eso no quiere decir que la ley ya no sirva. Al contrario, si confiamos en él, la ley cobra más valor.

Aquí puedes darte cuenta que Dios dice la verdad, a través de su Palabra y que el hombre debe creer en Dios, para que tenga vida y sea restaurado, que se aleje del pecado, pues sabes, Dios es justo y paciente y El muestra misericordia a cada persona que se arrepiente . El se da cuenta quien es bueno y quién es malo. Lo importante, es que el hombre corrija su conducta y muestre su gratitud a Dios, quien envió a su Hijo Jesús al mundo y dio su vida y resucitó para que el hombre vuelva a acercarse a Dios.

No obstante, es esencial que el hombre esté dispuesto a cambiar su manera de vivir, renovar su mente y sus pensamientos, pues Dios conoce a cada persona, El desea que tengan un corazón contrito y humillado, que se arrepiente de su vano proceder, y entender que Dios es amoroso y su  misericordia es nueva cada mañana y El acepta a esa persona que se vuelve a El, a pesar de sus faltas cometidas.

Por tanto, es imprescindible que el hombre confíe en Jesús, para que el hombre sea reconciliado con Dios, quien es justo y sabe quién es bueno pero el hombre debe tomar la decisión de establecer una relación personal con El.

Ahora bien, es tiempo de que el hombre haga cambios y busque a Dios, que con su conducta honre a Dios y, entonces el Espíritu de Dios mora en cada persona regenerada pues se ha reconciliado con Dios al aceptar a Jesús en su ser interior, tiene gozo y por ende, vive en paz.


Con Alta Estima,

viernes, 13 de marzo de 2015

¡Dios no tiene favoritos!


Cuando alguno de ustedes acusa a otro de hacer algo malo, se acusa  a sí mismo, porque también hace lo mismo. Así que no tiene ninguna razón de acusar y juzgar, cuando Dios juzga a quienes hacen lo malo, los juzga correctamente.

Si ustedes acusan y juzgan a los demás, pero hacen lo mismo que ellos, están muy equivocados si creen que Dios no los va a castigar. Dios es muy bueno, y tiene mucha paciencia, y soporta todo lo malo que ustedes  hacen. Pero no vayan a pensar que lo que hacen no tiene importancia. Dios los trata con bondad, para que se arrepientan de su maldad. Pero si insisten en desobedecerlo, y no se arrepienten, harán que Dios les aumente el castigo. Llegará el día del juicio final, cuando Dios juzgará a todos, y muy enojado, los castigará a ustedes. Porque Dios le dará a cada uno lo que se merece: a los que hicieron lo bueno, con la esperanza de recibir de parte de Dios reconocimiento, honor y vida eterna, Dios los dejará vivir para siempre con él. Pero a los egoístas y malvados, y que no quieren hacer lo bueno, los castigará con todo su enojo. Todos los malvados serán castigados con dolor y sufrimiento; en primer lugar, los judíos. A los que hayan hecho el bien, Dios les dará un lugar muy especial, y también honor y paz, en primer lugar, a los judíos, pero también a los que no son judíos.¡Dios no tiene favoritos!

Dios acepta a los que obedecen la ley de Moisés, pero rechaza a quienes solamente la escuchan y no la obedecen. Los que conocen la ley serán juzgados de acuerdo con esa misma ley. Los que no la conocen, y pecan, serán castigados aunque no conozcan esa ley. Porque los que no son judíos obedecen los mandatos de la ley de Dios, aunque no la conozcan, pues ellos mismos saben qué es lo bueno y qué es lo malo. Es como si tuvieran la ley escrita en su mente. Su conducta así lo demuestra, pues cuando piensan en algo, ya saben si eso está bien o mal. La buena noticia que yo anuncio enseña que Dios juzgará a toda la humanidad por medio de Cristo Jesús. En ese día, Dios juzgará hasta los pensamientos más secretos.

Algunos de ustedes dicen con orgullo que son judíos. Se sienten muy seguros porque tienen la ley de Moisés y están orgullosos de su Dios. Creen saber lo que Dios quiere y, cuando estudian la Biblia, aprenden a conocer qué es lo mejor. Se sienten muy seguros al decirles a los pecadores lo que deben hacer para ser salvos. Y como tienen la Biblia en la mano, se creen maestros de los ignorantes y de los inexpertos, dueños de la verdad y del conocimiento.

Pero, ¿cómo pueden enseñar a otros, si ustedes mismos no aprenden primero? ¿Cómo pueden enseñar que no se debe robar, si ustedes mismos roban? Dicen que todos deben ser fieles en el matrimonio, pero ustedes mismos son infieles. Odian a los ídolos, pero roban en los templos de esos ídolos. Están orgullosos de tener la Biblia, pero no la obedecen, y son una vergüenza para Dios.

Tiene razón la Biblia cuando dice: La gente de otros países habla mal de Dios, por culpa de ustedes mismos. De nada sirve que alguien se circuncide, si no obedece la ley. Si la obedece es como si nunca se hubiera circuncidado. En cambio , los que no están circuncidados, pero obedecen la ley, son aceptados por Dios, aunque no estén circuncidados. Así que los que obedecen la ley los juzgarán a ustedes, aun cuando ellos nunca hayan sido circuncidados. Porque ustedes, aunque se circuncidaron y tuvieron la ley, nunca la obedecieron.

No crean que ustedes son judíos sólo porque vive como judíos y porque están circuncidados. Los verdaderos judíos son los que obedecen a Dios, y no a las leyes humanas. A judíos así, Dios los acepta, aunque la gente los rechace.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe ser sincero consigo mismo para que pueda hacer lo bueno, pues a Dios le agrada que el hombre sea auténtico, que de verdad cambie , que su corazón sea purificado para que el Espíritu de Dios habite en El.

No obstante, Dios trata con bondad al hombre obediente ,  que no acusa y  juzga a la ligera a otros, pues  es inteligente  y prudente, se arrepiente y  Dios le perdona los pecados, pero lo esencial es que el hombre sea transformado y cambie su manera de vivir, pues Dios juzgará al hombre y El no tiene favoritos.

Así pues, es tiempo que el hombre  busque a Dios, que viva apegado a  su Palabra, que se esfuerce en ser  cada día más consciente y estar atento en cuanto a su conducta pues ha adquirido discernimiento del bien y del mal, y por tanto, el hombre sabio escoge el bien.

Con Alta Estima,

…adoran las cosas que Dios ha creado, en vez de adorar al Dios que las creó

Queridos hermanos de la iglesia en Roma: Yo soy servidor y apóstol de Jesucristo porque Dios me eligió para anunciar las buenas noticias que él tiene para nosotros. Dios había prometido enviarnos a su Hijo. Así lo habían anunciado sus profetas en la Biblia. Esas buenas noticias nos dicen que su Hijo Jesucristo vino al mundo como descendiente del rey David. Jesucristo murió, pero Dios  lo resucitó por el poder de su Espíritu, y con eso demostró que Jesucristo es el poderoso Hijo de Dios.

Jesús me demostró su amor y me eligió para que le sirva como apóstol, pues quiere que todo el mundo lo obedezca y crea en él. Ustedes, que viven en Roma, son algunos de los que han creído en Jesucristo. Dios los ama y los ha apartado para que sean parte de su pueblo. Le pido a Dios, nuestro Padre, y al Señor Jesucristo, que también ellos les demuestren su amor y les den su paz.

En primer lugar, doy gracias a mi Dios por cada uno de ustedes, en nombre de Jesucristo. En todas partes se habla bien de ustedes, y se sabe que confían en Dios y lo obedecen. Yo sirvo a Dios anunciando las buenas noticias acerca de su Hijo, y lo hago de todo corazón. Dios es testigo de que siempre le pido que me permita ir por fin a visitarlo, si él así lo quiere. Tengo muchos deseos de ir a verlos y darles ayuda espiritual. Así su confianza en Dios será permanente, y poderosos ayudarnos unos a otros, gracias a la fuerza de esa confianza que tenemos en Dios.

Hermanos en Cristo, quiero que sepan que muchas veces he tratado de ir a Roma para verlos, pero nunca ha faltado algo que me lo impida. Me gustaría ir allá para anunciar esta buena noticia, como ya lo he hecho en otros lugares, para que muchos crean en Jesús.  Tengo que anunciar esta buena noticia a todo el mundo, no importa que sepan mucho o no sepan nada, ni que sean humildes o importantes. Por eso tengo tantos deseos de ir a Roma.

No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvados; no importa si son judíos o no lo son. La buena noticia nos enseña que Dios acepta a los que creen en Jesús. Como dice la Biblia: Aquellos a quienes Dios ha aceptado, y confían en él, vivirán para siempre.

Pero hay gente malvada, la cual no deja que otros conozcan la verdad acerca de Dios. Y Dios, que vive en el cielo, está muy enojado con ellos. Esa gente sabe todo lo que se puede saber acerca de Dios, pues Dios mismo se lo ha mostrado. Por medio de lo que Dios ha creado, todos podemos conocerlo, y también podemos ver su poder. Así que esa gente no tiene excusa, pues saben de Dios, pero no lo respetan ni le dan gracias. No piensan más que en hacer lo malo y en puras tonterías. 

Creen que lo saben todo, pero en realidad no saben nada. En vez de adorar al único y poderoso Dios, que vive para siempre, adoran a ídolos que ellos mismos se han hecho; todos con forma de seres humanos, mortales al fin y al cabo, o con forma de pájaros, de animales de cuatro patas y de serpientes.

Por eso Dios los ha dejado hacer lo que quieran, y sus malos pensamientos los han llevado a hacer con sus cuerpos cosas vergonzosas. En vez de adorar al Dios verdadero, adoran a dioses falsos, adoran las cosas que Dios ha creado, en vez de adorar al Dios que las creó y que merece ser adorado por siempre. Amén.

Por esa razón, Dios ha dejado que esa gente haga todo lo malo que quiera. Por ejemplo, entre ellos hay mujeres que no quieren tener relaciones sexuales con los hombres, sino con otras mujeres. Y también hay hombres que se comportan de la misma manera, pues no volvieron a tener relaciones sexuales con sus mujeres, sino que se dejaron dominar por sus deseos de tener relaciones con otros hombres. De este modo, hicieron cosas vergonzosas los unos con los otros, y ahora sufren en carne propia el castigo que se buscaron.

Como no han querido tener en cuenta a Dios, Dios los ha dejado hacer todo lo malo que su mente inútil los lleva a hacer. Son gente injusta, malvada y codiciosa. Son envidiosos, asesinos, peleadores, tramposos y chismosos. Hablan mal de los demás, odian a Dios, son insolentes y orgullosos, y se creen muy importantes. Siempre están inventando nuevas maneras de hacer el mal, y no obedecen a sus padres. No quieren entender la verdad, ni se puede confiar en ellos. No aman a nadie ni se compadecen de nadie. Dios ya lo ha dicho, y ellos lo saben, que quienes hacen esto merecen la muerte. Y a pesar de eso, no sólo siguen haciéndolo, sino que felicitan a quienes también lo hacen.

Aquí puedes darte cuenta que es prioridad que el hombre crea en el Señor Jesús quien vino al mundo a dar su vida y resucitó para  salvar a la humanidad y que el hombre sea parte de su pueblo.

Por tanto, es importante que el hombre ponga su confianza en Dios y obedezca sus mandatos, de manera que se ayuden unos a otros y El derramará su paz.

No obstante, Dios elige a cada persona para que anuncie las buenas noticias, sin importar estatus de cada quien, humilde o importante, pues lo esencial es que el hombre cambie y sea consciente de su conducta.

Así pues, es tiempo de que el hombre tenga en cuenta a Dios, que deje de hacer lo malo, y aunque Dios le ha dado libre albedrío, el hombre consciente de sus actos, debe evitar hacer lo que quiere, sino más bien, demostrar dominio propio y cuidar su cuerpo que es templo del Espíritu de Dios para poder adorarle verdaderamente.


Con Alta Estima,

miércoles, 11 de marzo de 2015

Tienen el corazón endurecido, tapados están sus oídos y cubiertos sus ojos.


Cuanto todos estuvimos a salvo, nos dimos cuenta de que nos encontrábamos en una isla llamada Malta. Los habitantes de la isla nos trataron muy bien, y encendieron un fuego para que nos calentáramos, porque estaba lloviendo y hacía mucho frío. Pablo había recogido leña y la estaba echando al fuego. De repente, una serpiente salió huyendo del fuego y le mordió la mano a Pablo. Cuando los que vivían en la isla vieron a la serpiente colgada de la mano de Pablo, dijeron: Este hombre debe ser un asesino porque se salvó de morir ahogado en el mar, la diosa de la justicia no lo deja vivir.

Pero Pablo arrojó la serpiente al fuego. Todos esperaban que Pablo se hinchara, o que cayera muerto en cualquier momento, pero se cansaron de esperar, porque a Pablo no le pasó nada. Entonces cambiaron de idea y pensaron que Pablo era un dios.

Cerca de donde estábamos había unos terrenos. Permanecían a un hombre llamado Publio, que era la persona más importante de la isla. Publio nos recibió y nos atendió muy bien durante tres días. El padre de Publio estaba muy enfermo de diarrea, y con mucha fiebre. Entonces Pablo fue a verlo, y oró por él; luego puso las manos sobre él, y lo sanó. Cuando los otros enfermos de la isla se enteraron de eso, fueron a buscar a Pablo para que también los sanara, y Pablo los sanó.

En esa isla pasamos tres meses. La gente de allí nos atendió muy bien y nos dio de todo. Luego, cuando subimos a otro barco para irnos, nos dieron todo lo necesario para el viaje. El barco en que íbamos a viajar era de Alejandría, y había pasado el invierno en la isla. Estaba cargado de trigo, y por la parte delantera tenía la figura de los dioses Cástor y Pólux.

Salimos con el barco y llegamos al puerto de Siracusa, donde pasamos tres días. Luego, salimos de allí y fuimos a la ciudad de regio. Al día siguiente el viento soplaba desde el sur, y en un día de viaje llegamos a Puerto Puzzuoli. Allí encontramos a algunos miembros de la iglesia, que nos invitaron a quedarnos una semana. Finalmente, llegamos a Roma. Los de la iglesia ya sabían que nosotros íbamos a llegar, y por eso fueron a recibirnos al Foro de Apio y a un lugar llamado Tres Tabernas. 
Cuando los vimos, Pablo dio gracias a Dios y se sintió contento. Al llegar a la ciudad, las autoridades permitieron que Pablo viviera aparte y no en la cárcel. Sólo dejaron a un soldado para que lo vigilara.

Tres días después, Pablo invitó a los líderes judíos que vivían en Roma, para que lo visitaran en la casa donde él estaba. Cuando ya todos estaban juntos, Pablo les dijo: Amigos israelitas, yo no he hecho nada contra nuestro pueblo, ni contra nuestras costumbres. Sin embargo, algunos judíos de Jerusalén me entregaron a las autoridades romanas. Los romanos me hicieron muchas preguntas y, como vieron que yo era inocente, quisieron dejarme libre. Pero como los judíos que me acusaban querían matarme, tuve que pedir que el emperador de Roma se hiciera cargo de mi situación. En realidad, no quiero causarle ningún problema, a mi pueblo. Yo los he invitado a ustedes porque quería decirles esto: Me encuentro preso por tener la misma esperanza que tienen todos los judíos.

Los líderes contestaron: Nosotros no hemos recibido ninguna carta de Judea que hable acerca de ti. Ninguno de los que han llegado de allá te ha acusado de nada malo. Sin embargo, una cosa queremos, y es que nos digas lo que piensas, porque hemos sabido que en todas partes se habla en contra de este nuevo grupo, al que tú perteneces. Entonces los líderes pusieron una lucha para reunirse de nuevo. Cuando llegó el día acordado, muchos judíos llegaron a la casa de Pablo. Y desde la mañana hasta la tarde, Pablo estuvo hablándoles acerca del reino de Dios. Usó la Biblia, porque quería que ellos aceptaran a Jesús como su salvador.

Algunos aceptaron lo que Pablo decía, pero otros no. Y como no pudieron ponerse de acuerdo, decidieron retirarse. Pero antes de hacerlo, Pablo les dijo: El Espíritu Santo dijo lo correcto cuando, por medio del profeta Isaías, les habló a los antepasados de ustedes: Ve y dile a los israelitas: Por más que ustedes escuchen, nada entenderán; por más que miren, nada verán. Tienen el corazón endurecido, tapados están sus oídos y cubiertos sus ojos. Por eso no pueden entender, ni ver ni escuchar. No quieren volverse a mí, ni quieren que yo los sane.

Finalmente, Pablo les dijo: ¡Les aseguro que Dios quiere salvar a los que no son judíos! ¡Ellos sí escucharán! Pablo se quedó a vivir dos años  en la casa que había alquilado, y allí recibió a todas las personas que querían visitarlo. Nunca tuvo miedo de hablar del reino de Dios, ni de enseñar acerca del Señor Jesús, el Mesías, ni nadie se atrevió a impedírselo.

Aquí puedes darte cuenta, que es de prioridad que el hombre se vuelva a Dios, con un corazón contrito y humillado, que reconozca que lo ha ofendido y que se aparte de tanta maldad y desobediencia.

No obstante, es necesario que el hombre le pida al Señor Jesús dirección en su camino y sabiduría para que cada persona que viva apegado a su Palabra entienda el mensaje expuesto en la Biblia.

Ahora bien, el hombre debe mostrar una actitud buena y agradable como ofrenda a Dios pues el Espíritu de Dios habita en su ser interior,  y le ayuda a quitar  las escamas de los ojos,  y queden sanados para que el hombre  con un corazón verdadero y agradecido siga hablando del reino de Dios en este mundo.

Con Alta Estima,

martes, 10 de marzo de 2015

Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el barco.


Cuando por fin decidieron mandarnos a Italia, Pablo y los demás prisioneros fueron entregados a un capitán romano llamado Julio, que estaba a cargo de un grupo especial de soldados al servicio del emperador. Fuimos llevados al puerto de Adramitio.  Allí, un barco estaba a punto de salir para hacer un recorrido por los puertos de la provincia de Asia. Con nosotros estaba también Aristarco, que era de la ciudad de Tesalónica, en la provincia de Macedonia.

Subimos al barco y salimos. Al día siguiente llegamos al puerto de Sidón. El capitán Julio trató bien a Pablo, pues lo dejó visitar a sus amigos en Sidón, y también permitió que ellos lo atendieran. Cuando salimos de Sidón, navegamos con el viento en contra. Entonces nos acercamos a la costa de la isla de Chipre para protegernos del viento. Luego pasamos por la costa de las provincias de Cilicia y de Panfilia, y así llegamos a una ciudad llamada Mira, en la provincia de Licia.

El capitán Julio encontró allí un barco de Alejandría, que iba hacia Italia, y nos ordenó subir a ese barco para continuar nuestro viaje. Viajamos despacio durante varios días, y nos costó trabajo llegar frente al puerto de Cnido. El viento seguía soplando en contra nuestra, por lo que pasamos frente a la isla de Salmona y, con mucha dificultad, navegamos por la costa sur de la isla de Creta. Por fin llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, que está cerca de la ciudad de Lasea, en la misma isla de Creta.

Era peligroso seguir navegando, pues habíamos perdido mucho tiempo y ya casi llegaba el invierno. Entonces Pablo les dijo a todos en el barco: Señores, este viaje va a ser peligroso. No sólo puede destruirse la carga y el barco, sino que hasta podemos morir. Pero el capitán de los soldados no le hizo caso a Pablo, sino que decidió seguir el viaje, como insistían el dueño y el capitán del barco. Buenos Puertos no era un buen lugar para pasar el invierno; por eso, todos creían que lo mejor era seguir y tratar de llegar al puerto de Fenicia, para pasar allí el invierno. Fenice estaba en la misma isla de Creta, y desde allí se podía salir hacia el noroeste y el suroeste.

De pronto, comenzó a soplar un viento suave, que venía del sur. Por eso el capitán y los demás pensaron que podían seguir el viaje, y salimos navegando junto a la costa de la isla de Creta. Al poco tiempo, un huracán vino desde el noroeste, y el fuerte viento comenzó a pegar contra el barco. No podíamos navegar contra el viento, así que tuvimos que dejarnos llevar por él. Pasamos frente a la costa sur de una isla pequeña, llamada Cauda, la cual nos protegió del viento. Allí pudimos subir el bote salvavidas, aunque con mucha dificultad. Después los marineros usaron cuerdas, y con ellos trataron de sujetar el casco del barco, para que no se rompiera. Todos tenían miedo de que el barco quedara atrapado en los depósitos de arena llamado Sirte. Bajaron las velas y dejaron que el viento nos llevara a donde quisiera. Al día siguiente la tempestad empeoró, por lo que todos comenzaron a echar al mar la carga del barco. Tres días después, también echaron al mar todas las cuerdas que usaban para manejar el barco.

Durante muchos días no vimos ni el sol ni las estrellas. La tempestad era tan fuerte que habíamos perdido la esperanza de salvarnos. Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó y les dijo a todos: Señores, habrá sido mejor que me hubieran hecho caso, y que no hubiéramos salido de la isla de Creta. Así no le habría pasado nada al barco, ni a nosotros. Pero no se pongan tristes, porque ninguno de ustedes va a morir. Sólo se perderá el barco. Anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien sirvo y pertenezco. El ángel me dijo:  Pablo no tengas miedo, porque tienes  que presentarte ante el emperador de Roma. Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el barco. Así que, aunque el barco se quedará atascado en una isla, alégrense, pues yo confío en Dios y estoy seguro de que todo pasará como el ángel me dijo.

El viento nos llevaba de un lugar a otro. Una noche, como a las doce, después de viajar dos semanas por el mar Adriático, los marineros vieron que estábamos cerca de tierra firme. Midieron, y se dieron cuenta de que el agua tenía treinta y seis metros de profundidad. Más adelante volvieron a medir, y estaba a veintisiete metros. Esto asustó a los marineros, pues quería decir que el barco podría chocar contra la roca. Echaron cuatro anclas al mar, por la parte trasera del barco, y le pidieron a Dios que pronto amaneciera. Pero aun así, los marineros querían escapar del barco. Comenzaron a bajar el bote salvavidas, haciendo como que iban a echar más anclas en la parte delantera del barco. Pablo se dio cuenta de sus planes, y les dijo al capitán y a los soldados: Si esos marineros se van, ustedes no podrán salvarse.

Entonces los soldados cortaron las cuerdas que sostenían el bote, y lo dejaron caer al mar. A la madrugada, Pablo pensó que todos debían comer algo y les dijo: Hace dos semanas que sólo se preocupan por lo que pueda pasar, y no comen nada. Por favor, coman algo. Es necesario que tengan fuerzas, pues nadie va a morir por causa de este problema. Luego Pabló tomó un pan y oró delante de todos. Dando gracias a Dios, partió el pan y empezó a comer. Todos se animaron y también comieron. En el barco había doscientas setenta y seis personas, y todos comimos lo que quisimos. Luego los marineros tiraron el trigo al mar, para que el barco quedara más liviano.

Al amanecer, los marineros no sabían dónde estábamos, pero vieron una bahía con playa, y trataron de arrimar el barco hasta allá. Cortaron las cuerdas de las anclas y las dejaron en el mar. También aflojaron los remos que guiaban el barco, y levantaron la vela delantera. El viento empujó el barco, y este comenzó a moverse hacia la playa, pero poco después quedó atrapado en un montón de arena. La parte delantera no se podía mover, pues quedó enterrada en la arena, y las olas comenzaron a golpear con tanta fuerza la parte trasera que la despedazaron toda.

Los soldados querían matar a los prisioneros, para que no se escaparan nadando. Pero el capitán no los dejó, porque quería salvar a Pablo. Ordenó que todos los que supieran nada se tiraran al agua y llegaran a la playa, y que los que no supieran se agarraran de tablas o pedazos del barco. Todos llegamos a la playa sanos y salvos.

Aquí puedes darte cuenta que lo fundamental es que el hombre tenga la confianza puesta en Dios, pues El ya tiene previsto todo y el  propósito  que El tiene para cada persona se cumplirá de acuerdo a su voluntad.

Por tanto, el hombre que es obediente a la Palabra, Dios le capacita para  desarrollar una buena conciencia y se mantenga firme en sus convicciones, aunque el hombre padezca tribulaciones, y sufrimiento, debe tener la certeza de que Dios cumplirá lo que El dice.

No obstante, lo grandioso es que el hombre tenga fe y crea verdaderamente en nuestro Señor Jesucristo, que sea fiel servidor apegado a sus enseñanzas pues sabes,  Dios lo salvará y a todos los que estén a su alrededor.


Con Alta Estima,

lunes, 9 de marzo de 2015

Sólo los tontos pelean contra mí!


El rey Agripa le dijo a Pablo: Puedes hablar para defenderte. Pabló levantó su mano en alto y dijo: Me alegra poder hablar hoy delante de su Majestad, el rey Agripa. Estoy contento porque podré defenderme de todas las acusaciones que hacen contra mí esos judíos. Yo sé que Su Majestad conoce bien las costumbres judías, y sabe también acerca de las cosas que discutimos. Por eso le pido ahora que me escuche con paciencia.

Todos los judíos me conocen desde que yo era niño. Saben cómo he vivido en mi país y en Jerusalén. Siempre he sido un fariseo. Si ellos quisieran, podrían asegurarlo, pues lo saben. Los fariseos somos el grupo más exigente de nuestra religión. Ahora me están juzgando aquí, sólo porque creo en la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados. Nuestras doce tribus de Israel esperan que Dios cumpla esa promesa. Por eso aman y adoran a Dios día y noche. Gran rey Agripa, lo judíos que me acusan no creen  en esa promesa. ¿Por qué ninguno de ustedes cree que Dios puede hacer que los muertos vuelvan a vivir?

Antes, yo pensaba que debía hacer todo lo posible por destruir a los que creían en Jesús de Nazaret. Eso hice en la ciudad de Jerusalén. Con el permiso de los sacerdotes principales, metí en la cárcel a muchos de los que creían en él. Cuando los mataban, yo estaba de acuerdo. Muchas veces los castigué en las sinagogas, para que dejaran de creer en Jesús. Tanto los odiaba que hasta los perseguí en otras ciudades.

Para eso mismo fui a la ciudad de Damasco, con el permiso y la autorización de los sacerdotes principales. Pero en el camino, gran rey Agripa, cuando eran las doce del día, vi una luz muy fuerte, que brilló alrededor de todos los que íbamos. Todos caímos al suelo. Luego oí una voz que venía del cielo, y que me dijo en arameo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¡Sólo los tontos pelean contra mí!

Entonces respondí: ¿Quién eres Señor? El me contestó: Yo soy Jesús. Es a mí a quien estás persiguiendo. Levántate, porque me he aparecido ante ti para nombrarte como uno de mis servidores. Quiero que anuncies lo que ahora sabes de mí, y también lo que sabrás después. Te enviaré a hablar con los judíos y con los que no son judíos, y no dejaré que ninguno de ellos te haga daño. Quiero que hables con ellos, para que se den cuenta de todo lo malo que hacen, y para que comiencen a obedecer a Dios. Ellos ahora caminan como si estuvieran ciegos, pero tú les abrirás los ojos. Así dejarán de obedecer a Satanás, y obedecerán a Dios. Podrán creer en mí, y Dios les perdonará sus pecados. Así serán parte del santo pueblo de Dios.

Gran rey Agripa, yo no desobedecí esa visión que Dios puso ante mí. Por eso, primero anuncié el mensaje a la gente de Damasco, y luego a la de Jerusalén, y a la de toda la región de Judea. También hablé con los que no eran judíos, y les dije que debían pedirle perdón a Dios y obedecerlo, y hacer lo bueno para demostrar que en verdad se habían arrepentido.

¡Por eso algunos judíos me tomaron prisionero en el templo, y quisieron matarme! Pero todavía sigo hablando de Jesús a todo el mundo, a ricos y a pobres, pues Dios me ayuda y me da fuerzas para seguir adelante. Siempre les hablo de lo que la Biblia ha dicho de todo esto: que el Mesías tenía que morir, pero que después de tres días resucitaría, y que sería como una luz en la oscuridad, para salvar a los judíos y a los no judíos.

Cuando Pablo terminó de defenderse, Festo le gritó: ¡Pablo, estás loco! De tanto estudiar te has vuelto loco. Pablo contestó: Excelentísimo Festo, yo no estoy loco. Lo que he dicho es la verdad, y no una locura. El rey Agripa sabe mucho acerca de todo esto, y por eso hablo con tanta confianza delante de él. Estoy seguro de que él sabe todo esto, porque no se trata de cosas que hayan pasado en secreto.

Luego, Pablo se dirigió al rey Agripa y le dijo: Majestad, ¿acepta usted lo que dijeron, los profetas en la Biblia? Yo sé que si lo acepta. Agripa le contestó: ¿En tan poco tiempo piensas que puedes convencerme de ser cristiano? Pablo le dijo: Me gustaría que en poco tiempo o en mucho tiempo, Su Majestad y todos los que están aquí fueran como yo. Pero claro, sin estas cadenas. Entonces el rey Agripa, Festo y Berenice, y todos los que estaban allí se levantaron, y salieron para conversar a solas. Decían: Este hombre no ha hecho nada malo como para merecer la muerte. Tampoco debería estar en la cárcel. Agripa le dijo a Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera pedido que el emperador lo juzgue.

Aquí puedes darte cuenta que lo esencial es que el hombre crea en Jesús, en su Palabra, en las promesas de Dios, pues el hombre regenerado, redimido por la sangre de nuestro Señor Jesucristo quien murió y resucitó, le otorga la salvación y vida eterna.

Por tanto, el hombre que vive apegado a la Palabra de Dios, que la estudia y se empapa de su conocimiento adquiere riqueza espiritual y entiende el poder de Dios en la vida de cada persona que cree en su Hijo Jesús, pues Dios a través de su Espíritu le da al hombre la fortaleza, una fuerza arrolladora capaz de vencer cualquier obstáculo.

Así pues, es el momento de que el hombre abra los ojos y comience a obedecer a Dios, pero es necesario que el hombre se arrepienta verdaderamente y pida perdón a Dios y con una nueva actitud, haga lo bueno y entonces será parte del pueblo santo de Dios.


Con Alta Estima,