Pablo miró a todos los de la Junta Suprema, y les dijo:
Amigos israelitas, yo tengo la conciencia tranquila, porque hasta ahora he
obedecido a Dios en todo. Entonces Ananías, el jefe de los sacerdotes, ordenó
que golpearan a Pablo en la boca. Pero Pablo le dijo: Es Dios quien lo va a
golpear a usted, ¡hipócrita! Usted tiene que juzgarme de acuerdo con la Ley;
entonces, ¿por qué la desobedece ordenando que me golpeen? Los demás judíos de
la Junta le dijeron: ¿Por qué insultas al jefe de los sacerdotes de Dios? Pablo
contestó: Amigos, yo no sabía que él era el jefe de los sacerdotes. La Biblia
dice que no debemos hablar mal del jefe de nuestro pueblo.
Cuando Pablo vio que algunos de los judíos de la Junta eran
saduceos, y que otros eran fariseos, dijo en voz alta: Amigos, israelitas, yo
soy fariseo, y muchos en mi familia también lo han sido, ¿por qué se me juzga?
¿Por creer que los muertos pueden volver a vivir? Apenas Pablo dijo eso, los
fariseos y los saduceos comenzaron a discutir. La reunión no pudo continuar en
paz, pues unos pensaban una cosa y otros otra. Los saduceos dicen que los
muertos no pueden volver a vivir, y qué no existen los ángeles ni los
espíritus. Pero los fariseos sí creen en todo eso. Se armó entonces un gran
alboroto, en el que todos gritaban. Algunos maestros de la Ley, que eran
fariseos, dijeron: No creemos que este hombre sea culpable de nada. Tal vez un
ángel o un espíritu le ha hablado.
El alboroto era cada vez mayor. Entonces el jefe de los
soldados romanos tuvo miedo de que mataran a Pablo, y ordenó que vinieran los
soldados y se lo llevaran de nuevo al cuartel. A la noche siguiente, el Señor
Jesús se le apareció a Pablo y le dijo: Anímate, porque así como has hablado de
mí en Jerusalén, también lo harás en Roma.
Al día siguiente, unos cuarenta judíos se pusieron de
acuerdo para matar a Pablo. Fueron entonces a ver a los sacerdotes principales
y a los líderes del país, y les dijeron: Hemos jurado no comer ni beber nada,
hasta que hayamos matado a Pablo. Que una maldición caiga sobre nosotros, si no
cumplimos nuestro juramento. Ahora bien, este es nuestro plan: ustedes, y los
demás judíos de la Junta Suprema, le pedirán al jefe de los soldados romanos
que traiga mañana a Pablo. Díganle que desean saber más acerca de él. Nosotros,
por nuestra parte, estaremos listos para matarlo antes de que llegue aquí.
Pero un sobrino de Pablo se dio cuenta de lo que planeaban,
y fue al cuartel a avisarle. Pablo llamó entonces a uno de los capitanes
romanos, y le dijo: Este muchacho tiene algo importante que decirle al jefe de
usted; llévelo con él. El capitán lo
llevó y le dijo a su jefe: El prisionero Pablo me pidió que trajera a este
muchacho, pues tiene algo que decirle a usted. El jefe tomó de la mano al
muchacho y lo llevó a un lugar aparte. Allí le preguntó: ¿Qué vienes a decirme?
El muchacho le dijo: Unos judíos han hecho un plan para pedirle a usted que
lleve mañana a Pablo ante la Junta Suprema. Van a decirle que es para
investigarlo con más cuidado. Pero usted no les haga caso, porque más de
cuarenta hombres estarán escondidos esperando a Pablo, y han jurado que no
comerán ni beberán nada hasta matarlo, y que si no lo hacen les caerá una
maldición. Ellos están ahora esperando su respuesta.
El jefe despidió al muchacho y le ordenó: No le digas a
nadie lo que me has dicho.
El jefe de los guardias llamó a dos de sus capitanes y les
dio esta orden: Preparen a doscientos soldados que vayan a caballo, y
doscientos soldados con lanzas. Preparen también un caballo para Pablo. Quiero
que a las nueve de la noche vayan a la ciudad de Cesarea, y que lleven a Pablo
ante el gobernador Félix. Asegúrense de que a Pablo no le pase nada malo.
Además, el jefe envió una carta con los soldados, la cual
decía: De Claudio Lisias, para el excelentísimo gobernador Félix. Saludos.
Los líderes judíos arrestaron a este hombre, y querían
matarlo. Cuando supe que él es ciudadano romano, fui con mis soldados y lo
rescaté. Luego lo llevé ante la Junta Suprema de los judíos, para saber de qué
lo acusaban. Así supe que lo acusaban de cuestiones que tienen que ver con la
ley de ellos. Pero yo no creo que haya razón para matarlo o tenerlo en la cárcel.
Me he enterado también de que unos judíos planean matarlo, y por eso lo he
enviado ante usted. A los judíos que lo acusan les he dicho que vayan y traten
con usted el asunto que tienen contra él.
Los soldados cumplieron las órdenes de su jefe, y por la
noche llevaron a Pablo al cuartel de Antipatris. Al día siguiente, los soldados
que iban a pie regresaron al cuartel de Jerusalén, y los que iban a caballo
continuaron el viaje con Pablo. Cuando
llegaron a Cesarea, se presentaron ante el gobernador Félix, y le entregaron a
Pablo junto con la carta.
El gobernador leyó la carta, y luego preguntó de dónde era
Pablo. Cuando supo que era de la región de Cilicia, le dijo a Pablo: Escucharé
lo que tengas que decir cuando vengan los que te acusan. Después, el gobernador
ordenó a unos soldados que se llevaran a Pablo, y que lo vigilaran bien. Los
soldados lo llevaron al palacio que había construido el rey Herodes el Grande.
Aquí puedes darte cuenta que es fundamental obedecer a Dios
y mostrar una buena actitud ante toda circunstancia, que el hombre tenga fe y
crea en el Señor Jesucristo, quien murió y resucitó para salvar a la humanidad.
Asimismo, es tiempo de que el hombre se anime y se levante,
pues el hombre que sigue el llamado de Jesús, tiene que ser consciente de tomar
una decisión firme y estar atento a oir la voz audible del Señor Jesús, tener un
corazón humilde dispuesto a enfrentar diversas situaciones, pues el camino de
anunciar el mensaje de Dios es a veces un camino escabroso, de sufrimiento pero
lo importante es que el hombre se deje guiar por Dios, y con la confianza en
El, el hombre avanzará la obra, establecer el reino de Dios en este mundo .
Con Alta Estima,
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