domingo, 29 de marzo de 2015

¡Ya es hora de que despierten!


Sólo Dios puede darle autoridad a una persona, y es él quien les ha dado poder a los gobernantes que tenemos. Por lo tanto, debemos obedecer a las autoridades del gobierno. Quien no obedece a los gobernantes, se está oponiendo a los que Dios ordena. Y quien se oponga será castigado, porque los que gobiernan no están para meterles miedo a los que se portan bien, sino a los que se portan mal. Si ustedes no quieren tenerles miedo a los gobernantes, hagan lo qué es bueno, y los gobernantes, hablarán bien de ustedes. Porque ellos están para servir a Dios y para beneficiarlos a ustedes. Pero si ustedes se portan mal, ¡Pónganse a temblar!, porque la espada que ellos llevan no es de adorno. Ellos están para servir a Dios, pero también para castigar a los que hacen lo malo. Así que ustedes deben obedecer a los gobernantes, no sólo para que no los castiguen, sino porque eso es lo correcto.

Los gobernantes están al servicio de Dios, y están cumpliendo un deber. Por eso pagan ustedes sus impuestos. Así que páguenle a cada uno lo que deban pagarle, ya sea que se trate de impuestos, contribuciones, respeto o estimación.

No le deban nada a nadie. La única deuda que deben tener es la de amarse unos a otros. El que ama a los demás ya ha cumplido con todo lo que la ley exige. En la ley hay mandatos como estos: No sean infieles en su matrimonio. No maten. No roben. No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen. Estos mandamientos, y todos los demás, pueden resumirse en uno solo. Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo. El amor no causa daño a nadie. Cuando amamos a los demás, estamos cumpliendo toda la ley.

Estamos viviendo tiempos muy importantes, y  ustedes han vivido como si estuvieran dormidos. ¡Ya es hora de que despierten! Ya está muy cerca el día en que Dios nos salvará;  mucho más cerca que cuando empezamos a creer en Jesús. ¡Ya casi llega el momento! Así que dejemos de pecar, porque pecar es como vivir en la oscuridad. Hagamos el bien, que es como vivir en la luz. Controlemos nuestros deseos de hacer lo malo, y comportémonos correctamente, como si todo el tiempo anduviéramos a plena luz del día. No vayamos a fiestas donde haya desórdenes, ni nos emborrachemos, ni seamos vulgares, ni tengamos ninguna clase de vicios. No busquemos pelea ni seamos celosos. Más bien, dejemos que Jesucristo nos proteja.

Aquí puedes darte cuenta que lo importante es que el hombre obedezca las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.

Así pues, lo fundamental es que el hombre se conduzca con respeto y obediencia a las autoridades porque son puestas por Dios, y entonces,  además de cumplir un deber como buen ciudadano pues hace lo correcto y a su vez demuestra  que pertenece al reino de Dios.

Asimismo, es prioridad que el hombre ame a sus semejantes, como se ama a sí mismo y con ello obedece los mandatos de Dios.

Ahora bien, es tiempo de que el hombre despierte, que deje de vivir en la oscuridad y haga lo que es bueno, que su actitud sea la correcta, mostrando un comportamiento  sincero y con transparencia,   un nuevo estilo de vida,  de acuerdo al orden que Dios ha establecido, y por ende bajo la protección de nuestro Señor Jesucristo.

Con Alta Estima,

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