Pensemos en lo que le pasó a Abraham, nuestro antepasado. Si
Dios lo hubiera aceptado por todo lo que hizo, entonces podría sentirse
orgulloso ante nosotros. Pero ante Dios no podía sentirse orgulloso de nada. La
Biblia dice: Dios aceptó a Abraham porque Abraham confió en Dios.
Ahora bien, el dinero que se le paga a alguien por un
trabajo no es ningún regalo, sino algo que se le debe. En cambio, Dios declara
inocente al pecador, aunque el pecador no haya hecho nada para merecerlo,
porque Dios le toma en cuenta su confianza en él. David nos habla de la
felicidad de aquellos a los que, sin hacer nada para merecerlo, Dios declara
inocentes por confiar en él. Así lo dice en la Biblia: ¡Qué felices son
aquellos a los que Dios perdona! ¡Dios ya se ha olvidado de los pecados que
cometieron! ¡Qué felices son aquellos a los que Dios perdona de todo lo malo
que han hecho!
Pero esta felicidad,
¿es sólo de los que están circuncidados, o también de los que no lo están? Ya
dijimos que Dios aceptó a Abraham, porque él confió en Dios. Y no hay duda de
que Dios aceptó a Abraham antes de que fuera circuncidado para demostrar que
Dios ya lo había aceptado por confiar en él. Fue así como Abraham se convirtió
en padre de todos los que confían en Dios, aunque no estén circuncidados. Pero
Abraham es también el padre de los que están circuncidados, y que a la vez
confían en Dios, pues con esto siguen el ejemplo de Abraham antes de que fuera
circuncidado.
Dios le prometió a Abraham que a él y a sus descendientes
les dará el mundo. Se lo prometió, no porque Abraham hubiera obedecido la ley, sino porque confió en Dios;
esto hizo que Dios lo aceptara. Si la promesa de Dios fuera para los que obedecen
la ley, entonces de nada serviría confiar en Dios, y su promesa no valdría de
nada.
Dios castiga a los que desobedecen la ley, pero cuando no
hay ley, nadie es culpable de desobedecerla. Por eso, para que la promesa de
Dios tuviera valor para los descendientes de Abraham, Dios no pidió nada a
cambio. Hizo la promesa para todos los que confiaran en él. No sólo para los
que obedecen la ley, sino también para los que confían como Abraham. Por eso
Abraham es el padre de todos nosotros. En la Biblia, Dios le dijo a Abraham que
llegaría a ser el antepasado de gente de muchos países. Esta promesa se la hizo
Dios a Abraham porque Abraham creyó en él, que es el único Dios con poder para
resucitar a los muertos y para crear cosas nuevas.
Cuando Dios le prometió a Abraham que tendría muchísimos
descendientes, esto parecía imposible. Sin embargo, por su esperanza y
confianza en Dios, Abraham llegó a ser el antepasado de gente de muchos países
que también confían en Dios. Aunque Abraham tenía casi cien años, y sabía que
pronto moriría, nunca dejó de confiar en Dios. Y aunque sabía que su esposa
Sara no podía tener hijos, nunca dudó de que Dios cumpliría su promesa. Al
contrario, su confianza era cada vez más firme y daba gracias a Dios.
Abraham estaba completamente seguro de que Dios tenía poder
para cumplir su promesa. Por eso Dios lo aceptó a Abraham, no se refiere sólo a
él, sino también a nosotros. Dios es el mismo que resucitó a Jesús nuestro
Señor, y nos acepta si confiamos en él. Dios entregó a Jesús para que muriera
por nuestros pecados, y lo resucitó para que fuéramos declarados inocentes.
Aquí puedes darte cuenta que lo más importante para Dios es
que el hombre tenga su confianza en Dios, en nuestro Creador, que es Dios
todopoderoso pues sólo El perdona los pecados que el hombre comete, pero que se
arrepiente y es fiel a Dios.
Asimismo, lo esencial es que el hombre se apegue a la
Palabra de Dios y espere en sus promesas.
Así pues, lo fundamental es que el hombre crea en Dios, pues
El envió a su Hijo Jesús al mundo, quien dio su vida y resucitó, para redimir
al hombre de sus pecados.
Por lo que es prioridad que el hombre cambie, que se
arrepienta verdaderamente y sea consciente de su fe en Dios, el único Dios
verdadero, todopoderoso que para El todo es posible y que todo aquel que en El
crea , se vuelva firme en sus convicciones pues El es un Dios que cumple sus
promesas.
Con Alta Estima,
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