Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos
castigados. Ahora, por estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos
da vida, y nos ha librado del pecado, y de la muerte. Dios ha hecho lo que la
ley de Moisés no era capaz de hacer, ni podría haber hecho, porque nadie puede
controlar sus deseos de hacer lo malo. Dios envió a su propio Hijo, y lo envió
tan débil como nosotros, los pecadores. Lo envió para que muriera por nuestros
pecados. Así, por medio de él, Dios destruyó al pecado. Así, por medio de él,
Dios destruyó al pecado. Lo hizo para que ya no vivamos de acuerdo con nuestros
malos deseos, sino conforme a todos los justos mandamientos de la ley, con la
ayuda del Espíritu Santo.
Los que viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan
en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo al Espíritu Santo sólo piensan
en hacer lo que desea el Espíritu. Si vivimos pensando en todo lo malo que
nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si
pensamos sólo en lo que desea el
Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz. Los que no controlan sus
malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no
quieren ni pueden obedecer la ley de Dios. Por eso, los que viven obedeciendo
sus malos deseos no pueden agradarlo.
Pero, sí el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen
que seguir sus malos deseos, sino obedecer al Espíritu de Dios. El que no tiene
al Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Por culpa del pecado, sus cuerpos
tienen que morir. Pero si Cristo vive en ustedes, también el espíritu de
ustedes vivirá, porque Dios los habrá declarado inocentes. Dios resucitó a
Jesús, y él también hará que los cuerpos muertos de ustedes vuelvan a vivir, si
es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Esto Dios lo hará por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes.
Por eso, hermanos, ya no estamos obligados a vivir de
acuerdo con nuestros propios deseos. Si ustedes viven de acuerdo a esos deseos,
morirán para siempre; pero si por medio del Espíritu Santo ponen fin a esos
malos deseos, tendrán vida eterna. Todos los que viven en obediencia al
Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque el Espíritu que Dios les ha dado no
los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu los
convierte en Hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: ¡Papá! El Espíritu de
Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos sus hijos, tenemos
derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo
compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió,
seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá.
Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora
pasamos no son nada, si lo comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará
junto a él. El mundo entero espera impaciente que Dios muestre a todos que
nosotros somos sus hijos. Pues todo el mundo está confundido, y no por su culpa,
sino porque Dos así lo decidió. Pero al mundo le queda todavía la esperanza de
ser liberado de su destrucción. Tiene la esperanza de compartir la maravillosa
libertad de los hijos de Dios. Nosotros sabemos que este mundo se queja y sufre
de dolor, como cuando una mujer embarazada está a punto de dar a luz.
Y no sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos
nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que
Dios nos dará después. Mientras esperamos que Dios adopte definitivamente como
sus hijos, y nos libere del todo, sufrimos en silencio. Dios nos salvó porque
tenemos la confianza de que así sucederá. Pero esperar lo que ya se está viendo
no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que ya tiene? Sin embargo, si
esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con
paciencia.
Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es
débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios,
pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que
no hay palabras para expresarlo. Y Dios, que conoce todos nuestros
pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu
ruega a Dios por su pueblo especial, y
sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.
Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que
lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. Desde el
principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran
semejantes a su Hijo, para que este sea el Hijo mayor. A los que él ya había
elegido, los llamó; y a los que llamó también los aceptó; y a los que aceptó
les dio un lugar de honor.
Sólo nos queda decir que, si Dios está de nuestra parte,
nadie podrá estar en contra de nosotros. Dios no nos negó ni siquiera a su
propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así que tan bien nos dará junto
con él todas las cosas. ¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha
elegido? ¡Si Dios mismo los ha declarado inocentes! ¿Puede alguien castigarlos?
¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo
resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién podrá
separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los
sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hombre ni el frío,
ni los peligros ni la muerte. Como dice la Biblia: Por causa suya nos matan;
¡por ti nos tratan siempre como a ovejas para el matadero!
En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que
Jesucristo, quién nos amó, nos dará la victoria total. Yo estoy seguro de que
nada podrá separarnos del amor de Dios, ni la vida ni la muerte, ni los ángeles
ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes del cielo ni los
del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá
separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor
Jesucristo.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre arrepentido
verdaderamente , camina hacia adelante y su vida se regenera y el Espíritu de Dios vive en El y guía su
vida por el camino correcto, cumple sus mandamientos de día y de noche, de
manera que agrada a Dios y gracias a la muerte y resurrección de nuestro Señor
Jesucristo, el hombrees es librado de la autodestrucción y es llamado Hijo de
Dios.
No obstante, lo importante es que el hombre confíe en Dios y
sepa esperar pacientemente pues lo que
Dios ha prometido, El lo cumplirá, El
elige a las personas y la obra que Dios empieza en cada persona el Señor la termina y así el hombre fiel todavía no ve pero cree y espera de acuerdo a
su Palabra .Además, con el Espíritu de Dios, el hombre vence el sufrimiento, los malos deseos y en
toda circunstancia adversa saldrá victorioso.
Así pues, es tiempo de que el hombre sepa que nadie puede
separarnos del amor de Dios, por lo que esencial que el hombre esté preparado, obedeciendo los mandamientos,
y sabes, es de prioridad que el hombre desarrolle una conciencia y
voluntad firme para que renueve su mente y establezca un estilo nuevo de vida y
así con su conducta honre a Dios.
Con Alta Estima,
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