Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, dirige la mirada
hacia las montañas de Israel, y dales de mi parte el siguiente mensaje a los
que van a adorar allí: ¡Ustedes, que adoran dioses falsos en las montañas de
Israel, presten atención a mi mensaje! Voy a destruirlos a todos, junto con los
pequeños templos donde adoran a esos dioses. Haré pedazos los altares y los
hornillos donde queman incienso; cualquiera que se acerque a uno de esos ídolos
malolientes caerá muerto allí mismo, y alrededor de su altar dispersaré sus
huesos. Destruiré por completo las ciudades; ¡destruiré todo lo que los
israelitas han construido! Y cuando vean caer muerta a tanta gente, reconocerán
que yo soy el Dios de Israel.
Sin embargo, yo dejaré con vida a algunos israelitas, los
cuales serán llevados prisioneros a otras naciones de la tierra. Cuando estén
allá, se acordarán de mí y del castigo que les di por engañarme y adorar a los
ídolos. Entonces se darán cuenta de lo mal que se portaron, y se les revolverá
el estómago al acordarse de sus actos repugnantes. Entonces reconocerán que yo
soy el Dios de Israel, y que siempre hablé en serio.
Después, el Dios de Israel me dio esta orden: ¡Búrlate de
los israelitas, felicitándolos por su repugnante maldad! ¡Apláudeles con todas
las fuerzas! ¡Recuérdales que gracias a ellos la guerra, el hambre y las
enfermedades acabarán con todo el pueblo! Los que estén lejos morirán por causa
de las enfermedades; los que estén cerca morirán en la guerra, y los que aún
vivan se morirán de hambre, pues descargaré mi enojo contra ellos.
Los cuerpos de sus muertos quedarán tirados junto a sus
ídolos malolientes. Habrá muertos por todas partes: alrededor de los altares,
en las colinas y en las montañas, y aun debajo de cualquier árbol. Entonces
reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Mi castigo contra ellos será muy
duro. De norte a sur, y desde Rival hasta el desierto, todo el país quedará en
ruinas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
Dios me dijo lo siguiente: Ezequiel, diles a los israelitas
que el Dios de Israel les envía esta advertencia: ¡El fin está cerca! ¡Les
llegó la hora, a ustedes y a toda la tierra! Voy a llamarlos a cuentas.
Descargaré mi enojo sobre ustedes, y no les tendré ninguna compasión. Voy a castigarlos.
Voy a hacerlos sufrir las consecuencias de todos sus actos repugnantes. Así
reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
Les aseguro que ya llegó su fin. Desgracia tras desgracia
caerá sobre ustedes. Les ha llegado la hora a los que viven en este país. Ha
llegado el día de espanto. ¡Se acabó la fiesta en las montañas! No quedaré
satisfecho hasta haber calmado mi enojo contra ustedes. Voy a llamarlos a
cuentas. Voy a castigarlos. Voy a hacerlos sufrir las consecuencias de todos
sus actos repugnantes. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que
también sé castigar. ¡Ha llegado el día! ¡Ha llegado la hora! ¡Por todas partes
se ve orgullo y maldad! Crece la violencia y brota la maldad! ¡Pero de ustedes
no quedará nada! ¡Ni grandes ciudades, ni grandes riquezas!
¡Ha llegado la Hora! ¡Ha llegado el día! ¡Se acabó la
alegría de los que compran y los que venden! ¡Voy a castigar a estas
multitudes! Aunque los comerciantes queden con vida, no podrán recuperar sus
mercancías. Yo he anunciado lo que haré con esta gran ciudad, y nada hará que cambie de
opinión: ¡nadie quedará con vida!
Voy a castigar a esta gran ciudad. Y aunque sus habitantes
toquen la trompeta nadie saldrá a la batalla. Los que se queden fuera de la
ciudad morirán en el combate; los que se queden adentro morirán de hambre y de
enfermedad; los que quieran escapar a las montañas, también morirán por causa
de sus pecados, aunque traten de huir como palomas espantadas. A todo les
temblarán las rodillas, y no tendrán fuerza en los brazos. Se vestirán de luto
y se llenarán de temor, irán con la cara avergonzada y con la cabeza rapada.
Tirarán a la calle su oro y su plata, como si fueran basura. Ese día descargaré
mi ira, y nada podrá salvarlos, ni siquiera su oro y su plata, pues fueron la
causa de sus pecados. Todas esas riquezas no podrán quitarles el hambre ni
llenarles el estómago.
Tan orgullosos estaban de sus valiosas joyas, que con ellas
hicieron imágenes de sus ídolos. ¡Pero yo haré que esas joyas les den asco!
Cuando yo abandone este país, vendrán ladrones extranjeros y se robarán esas
riquezas. Vendrán los peores criminales y entrarán en mi templo, llevándose mis
tesoros y dejando el lugar inservible. Por toda la ciudad hay violencia; por
todo el país se mata a la gente. Ezequiel, prepara las cadenas para arrastrar
los cadáveres, pues voy a traer naciones malvadas para que los echen de sus
casas. Esas naciones no respetarán los templos, así que ya no tendrán nada de
qué sentirse orgullosos.
Entonces se llenarán de angustia. Y querrán tener paz, pero
ya no habrá paz. ¡Vendrá desgracia tras desgracia! ¡Sólo habrá malas noticias!
No habrá profetas que les hablen de mi parte, ni sacerdotes que puedan
enseñarles, ni gente capaz de dirigirlos. El rey estará de luto, el gobernante
estará deprimido, y todo el pueblo estará aterrado. Los trataré tal y como
ellos trataron a los demás; los juzgaré tal y como ellos juzgaron a otros.
Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
Así pues, es tiempo de que el hombre reconozca a Dios para
que haya paz en la tierra, que el hombre se aparte de los excesos y vanalidades de este mundo, pues Dios merece respeto, por lo que es preponderante que el
hombre reflexione y corrija su conducta para que enderece su camino y agrade a
Dios.
No obstante, el fin está cerca y es necesario que el hombre
preste atención a la voz de Dios, que construya su vida edificada conforme a
su Palabra, que se aleje del pecado para
evitar el enojo de Dios a quien no puede engañar siendo esencial que el hombre sienta temor de
El.
Por otro lado, hay tanta violencia y maldad que el hombre
corre a pasos agigantados hacia la destrucción entre unos y otros, carencia de
valores, los principios se están perdiendo, la sociedad está cayendo en desgracia a consecuencia de sus actos repugnantes, prevaleciendo el orgullo, depresión,
miedo, críticas, chismes.
Así pues, el tiempo apremia, el hombre debe volverse a Dios,
hacer cambios en su estilo de vida, tirar a la basura los malos hábitos para
enderezar el camino pues el Señor está por venir y pedirá cuentas a cada
persona, por lo que es hora de que el hombre reflexione y enmiende sus errores, pues ¿de qué
le sirve hacer riquezas si se vuelve consumista ? o ¿qué actúe
con violencia con sus semejantes ? o ¿Qué
realice actos que provocan injusticia entre unos y otros? Lo aterrador es que si
sigue así, ¿Qué lo podrá salvar? Y todo a causa de sus pecados.
Con Alta Estima,
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