Sabes, es importante que a través de este Salmo pueda el ser
humano medir su espiritualidad, por lo que es necesario obedecer y cumplir los
mandamientos, y si este salmo te conmueve es porque el ser humano está buscando
a Dios, vivir cada día bajo sus estatutos, mostrar una fe firme y convincente
ante los demás por sus hechos.
Dios, tú bendices a
los que van por buen camino, a los que de todo corazón siguen tus
enseñanzas. Ellos no hacen nada malo; sólo a ti te obedecen. Tú has ordenado
que tus mandamientos se cumplan al pie de la letra. Quiero corregir mi conducta
y cumplir tus mandamientos. Si los cumplo, no tendré de qué avergonzarme. Si me
enseñas tu palabra, te alabaré de todo corazón y seré obediente a tus mandatos.
¡No me abandones! Sólo obedeciendo tu palabra pueden los jóvenes corregir su
vida. Yo te busco de todo corazón y llevo tu palabra en mí pensamiento.
Manténme fiel a tus enseñanzas para no
pecar contra ti. ¡Bendito seas, mi Dios! ¡Enséñame a obedecer tus mandatos!
Siempre estoy repitiendo las enseñanzas que nos diste. En ellas pongo toda mi
atención, pues me hacen más feliz que todo el oro del mundo. Mi mayor placer
son tus mandatos; jamás me olvido de ellos.
Yo estoy a tu servicio; trátame bien, y cumpliré sus
órdenes. Estoy de paso en este mundo; dame a conocer tus mandamientos. ¡Ayúdame
a entender tus enseñanzas maravillosas! Todo el día siento grandes deseos para
conocerlas. ¡Qué lástima me dan los que no cumplen tus mandamientos! ¡Tú
reprendes a esos orgullosos! No permitas que me desprecien pues siempre
obedezco tus mandatos. Los poderosos hacen planes contra mí, pero yo sólo
pienso en tus enseñanzas. Ellas me hacen feliz y me dan buenos consejos. Cumple
tu promesa y dame ánimo, pues estoy muy decaído y el dolor me está matando. Yo
te conté mi vida y tú me respondiste. ¡Enséñame a cumplir tus mandatos y a
pensar sólo en tus maravillas! No me dejes decir mentiras; ¡por favor, enséñame
tu palabra! Dios mío, no me hagas quedar mal, pues confío en tus mandamientos y
he decidido obedecerlos. No me tardo en cumplirlos porque me ayudaste a
entenderlos.
Dios mío, enséñame a cumplir tus mandamientos, pues
obedecerlos me hace feliz; ¡los cumpliré toda mi vida! Aclara mi entendimiento,
y los seguiré de todo corazón. Hazme pensar sólo en tu palabra, y no en las
ganancias egoístas. No me dejes seguir a dioses falsos, pues quiero adorarte
sólo a ti. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! Lo que más deseo es tu palabra. Me
asusta pensar que mis enemigos me desprecien. Pónme a salvo y dame ánimo, pues
tú eres un juez justo. Dios mío, muéstrame tu amor y sálvame, tal como lo has
prometido. Así podré responder a mis enemigos. Permíteme hablar con la verdad,
pues confío en tu palabra.
Puedo andar con toda libertad porque sigo tus enseñanzas, y
siempre las cumpliré. En la presencia de reyes podré hablar de tus mandamientos
y no sentirme avergonzado. Yo amo y deseo tu palabra pues me llena de alegría.
Tus promesas me dan esperanza; ¡No te olvides de ellas! Tus promesas me dan
vida; me consuelan en mi dolor. Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna,
pues ella me da consuelo. Los orgullosos me ofenden; me molesta saber que esos
malvados no siguen tus enseñanzas. Pero yo las cumplo sin falta. Poco tiempo estaré
en este mundo, pero siempre diré que es buena tu enseñanza. Dios mío, por las
noches pronuncio tu nombre; quiero seguir tus enseñanzas, pues es lo que me
corresponde.
Dios mío, tú eres todo lo que tengo; de todo corazón quiero
obedecerte y agradarte. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! No dejaré pasar más
tiempo: me he puesto a pensar en mi conducta, y he decidido seguir tus
mandamientos. Los malvados quieren atraparme, pero yo no descuido tus
enseñanzas. A medianoche me levanto y te alabo porque tus sentencias son
justas. Soy amigo de los que te adoran y de los que te obedecen. Dios mío, tu
amor llena toda la tierra; ¡enséñame tus mandamientos! Dios mío ¡trátame bien,
tal como lo has prometido! Yo creo en tu palabra. ¡Dame más sabiduría e
inteligencia! Antes de que me castigaras, estuve alejado de ti, pero ahora
obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame a obedecer tus
mandamientos. Los orgullosos hablan mal de mí; son gente que no tiene
sentimientos. Pero yo sigo tus enseñanzas. Para mí, ellas son de más valor que
el oro y la plata. Tú me hiciste con tus propias manos; ¡hazme obedecer tus
mandamientos! Los que te adoran se alegran al verme, pues confío en tu palabra.
Dios mío, yo sé que tus mandatos son justos, y merezco que me castigues. Ven
con tu amor a darme ánimo, pues soy feliz con tus enseñanzas. Yo medito en
ellas, así que cumple tu promesa. Avergüenza a esos orgullosos que sin motivo
me hacen daño. Haz que se junten conmigo todos los que te adoran, para que
conozcan tus mandamientos. Hazme entender tus enseñanzas, para que yo no pase vergüenza.
La vida se me escapa, la vista se me nubla, esperando que
cumplas tu promesa de venir a salvarme, pues yo confío en tu palabra. Aunque yo
estoy viejo y arrugado, no me olvido de tu palabra. Esos orgullosos y
embusteros que no siguen tus enseñanzas, me ponen trampas ¡Cuándo vas a
castigarlos? Casi han acabado conmigo, pero yo obedezco tus mandamientos porque
son la verdad. ¡Dame tu ayuda! ¡Dame ánimo y te obedeceré, pues tú eres un Dios
de amor!
Salmo 119 (I Parte)
¡Animo! Que el ser humano no olvide la Palabra de Dios, que
siempre la tenga en su pensamiento pues Dios siempre le ayudará pero es
esencial la obediencia al Dios Altísimo por su gran amor a la humanidad pero el
hombre esté alineado a sus estatutos, que son la única verdad.
Con Alta Estima,
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