martes, 15 de octubre de 2013

Acuérdate de mí...


Sabes, si quieres ser parte del pueblo de Dios, tienes que mantener buenos principios, alejarte del mal. El ser humano debe confiar en él y pedirle que muestre su bondad pues él cumple sus promesas, ya que nunca deja de amarte.

¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡Dios nunca deja de amarnos! ¡Nadie es capaz de describir los milagros que Dios ha hecho! ¡Nadie puede alabarlo como él se lo merece! ¡Dios bendice a los que son justos y aman la justicia! Dios, acuérdate de mí cuando muestres tu bondad a tu pueblo; tómame en cuenta cuando vengas a salvarnos. Permíteme cantarte alabanzas en compañía de tu pueblo elegido¸ ¡permíteme disfrutar de su bienestar y alegría! Nosotros hemos pecado, hemos hecho lo malo; hemos sido muy malvados, como nuestros padres y abuelos. Cuando ellos estaban en Egipto, no tomaron en cuenta tus grandes hechos; no tuvieron presente tu gran amor, y a la orilla del Mar de los Juncos se rebelaron contra ti. Pero tú los salvaste para que vieran tu gran poder y te alabaran. El Mar de los Juncos quedó en seco cuando oyó tu reprensión; tú hiciste que nuestros abuelos cruzaran el fondo del mar como si cruzaran el desierto. Sus enemigos los odiaban, pero murieron ahogados en el mar. Tú los libraste de ellos; ¡ningún egipcio quedó con vida! Entonces nuestros padres creyeron en tus promesas y te cantaron alabanzas, pero al poco tiempo se olvidaron de tus hechos y no esperaron a conocer los planes que tenías. Eran tantas sus ganas de comer que allí, en pleno desierto, te pusieron a prueba y te exigieron comida. Y tú los complaciste, pero también les enviaste una enfermedad mortal.

Cuando estaban en el desierto, los que seguían a Datán y a Abiram sintieron envidia de Moisés, y también sintieron celos de Aarón, a quien tú habías elegido; pero se abrió la tierra y se tragó a todos los rebeldes; ¡llamas de fuego cayeron sobre esa pandilla de malvados! Nuestros abuelos llegaron al monte Horeb, y allí hicieron un ídolo; ¡adoraron un toro de metal! Dejaron de adorar a Dios, que era su motivo de orgullo, para adorar  la imagen de un toro. Dios hizo grandes maravillas frente al Mar de los Juncos: ¡los salvó de los egipcios! Pero ellos se olvidaron de él, y tan enojado se puso Dios que quiso destruirlos. Moisés su elegido, intervino a favor de ellos y calmó el enojo de Dios para que nos destruyera.

Pero ellos rechazaron la tierra que Dios les dio y no confiaron en sus promesas. Dentro de sus casas hablaron mal de su Dios y no quisieron obedecerlo. Dios les advirtió que los dejaría morir en el desierto, y que a sus descendientes  también los haría morir, o que los dispersaría por todos los pueblos y países. Pero ellos prefirieron adorar al Dios Baal de la ciudad de Pegor, y comieron de las ofrendas que se hacen a dioses muertos. Con esas malas acciones hicieron enojar a Dios, y él les mandó un terrible castigo. Pero un hombre llamado Finees intervino a favor de ellos y logró que Dios no los castigara. Por eso Finees será siempre recordado por este acto de justicia.

Junto a las aguas de Meribá los israelitas hicieron enojar a Dios, y por culpa de ellos le fue muy mal a Moisés; tanto le amargaron el ánimo que Moisés no midió sus palabras. Dios le había ordenado destruir a los otros pueblos, pero ellos no lo obedecieron. ¡Todo lo contrario! Se mezclaron con ellos y siguieron sus costumbres; adoraron a sus ídolos  y se volvieron sus seguidores. ¡Mancharon la tierra  al derramar sangre inocente!¡Entregaron a sus hijos y a sus hijas como ofrenda a esos demonios! Al cometer tales acciones, se corrompieron a sí mismos y resultaron culpables.

Dios se enojó mucho con ellos y acabó por aborrecerlos. Por eso los dejó caer en poder de sus enemigos para que los humillaran y los maltrataran. Muchas veces Dios los liberó; pero ellos, siempre rebeldes, insistieron en seguir pecando. Dios los vio tan angustiados y los escuchó quejarse tanto, que cambió de parecer. Su amor lo hizo acordarse de su pacto con los israelitas, e hizo que sus enemigos les tuvieran compasión.

Dios nuestro, ¡sálvanos! ¡Permítenos volver a nuestra tierra, para que te demos gracias y te alabemos como nuestro Dios! ¡Bendito sea ahora y siempre el Dios de Israel! ¡Que diga el pueblo de Dios: Así sea! ¡Alabemos a nuestro Dios!

Como puedes darte cuenta el poder de Dios es inmenso, sólo El puede convertir el corazón de piedra en corazón de carne, pero algo importante es que el ser humano no se aleje de El, que no lo condiciones, sino que lo alabes como tu único Dios.


Con Alta Estima,

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