Sabes, es importante que el ser humano tenga devoción al
Dios Altísimo siendo esencial la obediencia a su ley y que su vida sea
gobernada por Dios para que su presencia esté en la vida de cada persona, pero para
ello debe darse una transformación interior, un corazón nuevo para que cambie su
actuar pues sólo el poder de Dios puede lograr esa diferencia en su manera de vivir.
Desde que los
israelitas salieron de Egipto, de ese país extranjero, Judá llegó a ser el
lugar donde Dios puso su templo. La tierra de Israel llegó a ser su dominio. Al
ver a los israelitas, el mar les abrió paso y el río Jordán dejó de correr; las
montañas y las colinas saltaron como corderos. ¡Qué te pasó, mar? ¿Por qué les
abriste paso’ ¿Qué te paso, río Jordán? ¿Por qué dejaste de correr? Y ustedes,
montañas y colinas, ¿Por qué saltaron como corderos? Tierra, ¡ponte a temblar
en presencia de nuestro Dios! El convirtió la roca en manantial. ¡El es el Dios
de Israel!
Tú mereces alabanzas,
Dios nuestro, y no nosotros; tú mereces alabanzas por tu amor y tu
fidelidad. Las otras naciones preguntan en son de burla; ¿Qué pasó con su Dios?
¡Pero tú estás en el cielo, y haces todo lo que quieres! Los ídolos de esas
naciones son objetos de oro y plata; ¡son hechura humana! ¿Y qué es lo que tienen? Una boca que no habla, y ojos que no
ven; orejas que no oyen, y narices que no huelen; manos que no tocan, y pies
que no andan; garganta tienen, ¡pero no emiten, ningún sonido! Iguales a esos
ídolos son quienes los hacen y quienes confían en ellos. Israelitas, pongan su
confianza en Dios; ¡él nos ayuda y nos protege! Y ustedes, que adoran a Dios,
pongan en él su confianza; ¡él nos ayuda y nos protege!
Dios se acuerda de nosotros y nos llena de bendiciones;
Bendice a los israelitas, bendice a los sacerdotes, y bendice a quienes lo
adoran, sean o no gente importante. ¡Que Dios añada bendiciones sobre ustedes y
sobre sus hijos! ¡Que los bendiga Dios, creador del cielo y de la tierra! Los
cielos son de Dios, y a nosotros nos confió la tierra. Los muertos ya han
bajado al mundo del silencio y no pueden alabar a Dios; ¡nos toca a nosotros
alabarlo desde ahora y para siempre!¡Alabemos a nuestro Dios!
Yo amo a mi Dios
porque él escucha mis ruegos. Toda mi vida oraré a él porque me escucha. La
muerte me tenía atrapado; me dominaba el miedo de morir. ¡Sentí una angustia
terrible! Entonces le rogué a Dios que me salvara la vida. Mi Dios es justo y
compasivo; es un Dios tierno y cariñoso que protege a los indefensos. Yo no
tenía quien me defendiera, y él vino en mi ayuda. Dios mío, tú has sido bueno
conmigo; ya puedo dormir tranquilo. Me libraste de la muerte, me secaste las
lágrimas, y no me dejaste caer. Mientras tenga yo vida, siempre te obedeceré.
Confío en ti, mi Dios, aunque reconozco que estoy muy afligido. Demasiado
pronto he dicho que no hay nadie en quien confiar.
¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades?
Mostrándome agradecido y orando en tu nombre, y cumpliéndote mis promesas en
presencia de tu pueblo. Dios nuestro, a ti te duele ver morir a la gente que te
ama. ¡Líbrame de la muerte, pues estoy a tu servicio! Llevaré hasta tu altar
una ofrenda de gratitud, y oraré en tu nombre. En los patios de tu templo, en
el centro de Jerusalén, y en presencia de todo tu pueblo, te cumpliré mis
promesas. ¡Alabemos a nuestro Dios!
Naciones todas,
pueblos todos, ¡alaben a Dios! ¡Porque él es un Dios fiel, y nunca deja de
amarnos! ¡Alabemos siempre a nuestro Dios!
¡Alabemos a nuestro
Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡El nunca deja de amarnos! Que
lo repitan los israelitas: ¡Dios nunca deja de amarnos! Que lo repitan los sacerdotes:
¡Dios nunca deja de amarnos! Perdida ya toda esperanza, llamé a mi Dios, y él
me respondió; ¡me liberó de la angustia! Dios está conmigo: no tengo miedo.
Nadie puede hacerme daño, Dios está conmigo y me brinda su ayuda. ¡Estoy seguro
de ver la derrota de los que me odian!
Vale más confiar en Dios que confiar en gente importante.
Todas las naciones me rodearon; me rodearon por completo, pero Dios me ayudó a
derrotarlas. Me rodearon como avispas, pero ardieron en el fuego como espinas;
¡Dios me ayudó a derrotarlas! Me empujaron con violencia para hacerme tropezar,
pero Dios vino en mi ayuda. Dios me da fuerzas, Dios inspira mi canto; ¡Dios es
mi salvador! Los justos, en sus casas, repiten este grito de alegría: ¡Dios con
su poder ha alcanzado la victoria! ¡Alabemos su poder! Aún no quiero morir.
Quiero vivir y seguir hablando de lo que Dios ha hecho. El me castigó con
dureza, pero no me entregó a la muerte.
¡Abránme paso, puertas del templo de Dios! Por ustedes sólo
pasan los que Dios considera justos. ¡Abránme paso, que quiero darle gracias a
Dios! ¡Gracias, Dios mío, porque me respondiste y me salvaste! La piedra que
rechazaron los constructores del templo es ahora la piedra principal. Esto nos
deja maravillados, pues Dios es quien lo hizo. Hagamos fiesta en este día,
porque en un día como éste Dios actuó en nuestro favor. Dios, Dios mío, ¡danos
tu salvación! ¡concédenos tu victoria!¡Bendito el rey que viene en el nombre de
Dios! Desde su templo los bendecimos a todos ustedes. Dios es nuestra luz.
¡Llevemos flores al altar y acompañemos al pueblo de Dios! Tú eres mi Dios; por
eso te doy gracias y alabo tu grandeza. ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle
gracias porque él es bueno! ¡El nunca deja de amarnos!
Así pues, el hombre debe confiar en Dios, invocar su nombre
y estar apegado a su Palabra para que sea bendecido y todo le vaya bien pues el
amor de Dios es grande y misericordioso.
Con Alta Estima,
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