En este Salmo, el Salmista motiva al pueblo de Dios a cantar
alabanzas al Dios Altísimo, a que se exhorten unos contra otros para tener
obediencia y que el ser humano se aparte del camino del mal, Dios da
advertencias de que no adoren dioses extranjeros pero no lo escuchan, ni
entienden lo que dice, que les ha quitado la carga, que los ha perdonado, que
él les daría lo mejor pero se les olvida el poder de Dios que él puede
aplastarlos con su fuerza. Asimismo, pide que cuando el hombre tenga un puesto
de autoridad, juzgue con justicia, defendiendo a los desvalidos y necesitados.
¡Lancen gritos de
alabanza para Dios! ¡El es nuestra fortaleza! ¡Canten llenos de alegría al
Dios de Israel! ¡Canten himnos! ¡Toquen la pandereta, el arpa y la lira! Toquen
las trompetas en las fiestas de luna nueva, y en la fiesta de luna llena, que
es nuestra fiesta principal. Así lo ordenó el Dios de Israel cuando salió para
atacar a Egipto. Escucho la voz de Dios y no entiendo lo que dice: Te he
quitado de los hombros la carga que llevabas; ya no tienes que cargar esos
ladrillos tan pesados. Cuando estabas angustiado, me llamaste y te libré; te
respondí desde la oscura nube donde estaba yo escondido; junto al manantial del
Meribá puse a prueba tu fe.
Israel, pueblo mío, escucha mis advertencias; ¡cómo quisiera
que me escucharas! No tengas dioses extranjeros ni los adores. Yo soy tu Dios;
yo te saqué de Egipto. Dime qué quieres comer, y te lo daré de sobra. Pero mi
pueblo Israel no quiso prestarme atención. Por los dejé que hicieran lo que les
diera la gana. ¡Cómo me gustaría que mi pueblo me escuchara! ¡Como quisiera que
Israel hiciera lo que yo quiero! ¡En muy poco tiempo derrotaría yo a sus
enemigos y los aplastaría con mi poder! Los que ahora me odian se rendirían
ante mí, y yo los castigaría para siempre. En cambio, a mi pueblo le daría el
mejor trigo y de los panales que están en la roca sacaría miel y lo dejaría
satisfecho.
Dios preside el
tribunal del cielo, y dicta su sentencia contra los dioses allí reunidos: ¿Hasta
cuándo seguirán ustedes siendo injustos en sus juicios, y defendiendo a los
malvados? ¡Defiendan a los huérfanos y a los indefensos! ¡Háganles justicia a
los pobres y a los necesitados! ¡Libren del poder de los malvados a los pobres
e indefensos! Los malvados no saben nada ni entienden nada; ¡vagan perdidos en
la oscuridad! Eso hace que se estremezcan todas las bases de este mundo. Ya les
he dicho que ustedes son dioses, que son hijos del Dios Altísimo; pero acabarán
como todos los hombres: ¡morirán como todos los gobernantes! Dios nuestro, ¡ven
a gobernar el mundo!
Dios mío, Dios mío, no guardes silencio; no te quedes callado y sin
hacer nada. ¡Fíjate en tus enemigos: mira cómo se alborotan! ¡Fíjate en los que
no te quieren: mira cómo te desafían! Hacen planes contra tu pueblo amado, con
intenciones de hacerle daño, y hasta se atreven a decir: ¡Vamos a destruirlos
por completo! ¡Jamás volverá a mencionarse el nombre de Israel! Los ejércitos
de muchos pueblos se han puesto de acuerdo para hacerte la guerra: se han
juntado Edom, Moab, Asiria y las tribus del desierto; a ellos se han unido los
ejércitos de Guebal, Amón, Amalec, Tiro y Filistea. ¡Acaba con ellos como acabaste con Madián!
¡Acaba con ellos, como acabaste con Sísara y Jabín a orillas del río Quisón!
Ellos fueron derrotados en Endor, y quedaron tendidos en el suelo, tirados como
el estiércol. ¡Acaba con su gente de importancia, como acabaste con Oreb y con
Zeeb! ¡Acaba con todos sus jefes como acabaste con Zalmuná y Zébah, que
pensaban adueñarse de nuestras valiosas tierras!
Dios mío, haz que el viento se los lleve como se lleva a la
paja. ¡Persíguelos con tus tormentas! ¡Espántalos con tus tempestades! ¡Sé cómo
las llamas de fuego que acaban con cerros y bosques! Dios mío, ¡llénalos de
vergüenza, para que te reconozcan como
Dios! ¡Derrótalos para siempre! ¡Derrótalos y acaba con ellos! ¡Así conocerán
tu poder, y sabrán que sólo tú gobiernas sobre toda la tierra!.
Sabes, el poder de Dios es inmenso sólo El puede llevarse lo
que al ser humano le obstaculiza, sólo tiene que decidirlo y aceptar a
Jesucristo en su vida, pedirle que se lleve la paja, lo que no le sirve de
crecimiento, que quite la dureza de corazón, pero es necesario que el hombre
confíe en El para ganar la victoria contra tanta adversidad, superfluo y
mundano. Sería grandioso, que el ser humano esté atento a la voz del Señor,
como un padre a su hijo y le obedezca pues quiere llevarte por el camino del
bien.
Con Alta Estima,
No hay comentarios:
Publicar un comentario