viernes, 4 de octubre de 2013

Perdidos en la oscuridad…


En este Salmo, el Salmista motiva al pueblo de Dios a cantar alabanzas al Dios Altísimo, a que se exhorten unos contra otros para tener obediencia y que el ser humano se aparte del camino del mal, Dios da advertencias de que no adoren dioses extranjeros pero no lo escuchan, ni entienden lo que dice, que les ha quitado la carga, que los ha perdonado, que él les daría lo mejor pero se les olvida el poder de Dios que él puede aplastarlos con su fuerza. Asimismo, pide que cuando el hombre tenga un puesto de autoridad, juzgue con justicia, defendiendo a los desvalidos y necesitados.

¡Lancen gritos de alabanza para Dios! ¡El es nuestra fortaleza! ¡Canten llenos de alegría al Dios de Israel! ¡Canten himnos! ¡Toquen la pandereta, el arpa y la lira! Toquen las trompetas en las fiestas de luna nueva, y en la fiesta de luna llena, que es nuestra fiesta principal. Así lo ordenó el Dios de Israel cuando salió para atacar a Egipto. Escucho la voz de Dios y no entiendo lo que dice: Te he quitado de los hombros la carga que llevabas; ya no tienes que cargar esos ladrillos tan pesados. Cuando estabas angustiado, me llamaste y te libré; te respondí desde la oscura nube donde estaba yo escondido; junto al manantial del Meribá puse a prueba tu fe.

Israel, pueblo mío, escucha mis advertencias; ¡cómo quisiera que me escucharas! No tengas dioses extranjeros ni los adores. Yo soy tu Dios; yo te saqué de Egipto. Dime qué quieres comer, y te lo daré de sobra. Pero mi pueblo Israel no quiso prestarme atención. Por los dejé que hicieran lo que les diera la gana. ¡Cómo me gustaría que mi pueblo me escuchara! ¡Como quisiera que Israel hiciera lo que yo quiero! ¡En muy poco tiempo derrotaría yo a sus enemigos y los aplastaría con mi poder! Los que ahora me odian se rendirían ante mí, y yo los castigaría para siempre. En cambio, a mi pueblo le daría el mejor trigo y de los panales que están en la roca sacaría miel y lo dejaría satisfecho.

Dios preside el tribunal del cielo, y dicta su sentencia contra los dioses allí reunidos: ¿Hasta cuándo seguirán ustedes siendo injustos en sus juicios, y defendiendo a los malvados? ¡Defiendan a los huérfanos y a los indefensos! ¡Háganles justicia a los pobres y a los necesitados! ¡Libren del poder de los malvados a los pobres e indefensos! Los malvados no saben nada ni entienden nada; ¡vagan perdidos en la oscuridad! Eso hace que se estremezcan todas las bases de este mundo. Ya les he dicho que ustedes son dioses, que son hijos del Dios Altísimo; pero acabarán como todos los hombres: ¡morirán como todos los gobernantes! Dios nuestro, ¡ven a gobernar el mundo!

Dios mío, Dios mío, no guardes silencio; no te quedes callado y sin hacer nada. ¡Fíjate en tus enemigos: mira cómo se alborotan! ¡Fíjate en los que no te quieren: mira cómo te desafían! Hacen planes contra tu pueblo amado, con intenciones de hacerle daño, y hasta se atreven a decir: ¡Vamos a destruirlos por completo! ¡Jamás volverá a mencionarse el nombre de Israel! Los ejércitos de muchos pueblos se han puesto de acuerdo para hacerte la guerra: se han juntado Edom, Moab, Asiria y las tribus del desierto; a ellos se han unido los ejércitos de Guebal, Amón, Amalec, Tiro y Filistea.  ¡Acaba con ellos como acabaste con Madián! ¡Acaba con ellos, como acabaste con Sísara y Jabín a orillas del río Quisón! Ellos fueron derrotados en Endor, y quedaron tendidos en el suelo, tirados como el estiércol. ¡Acaba con su gente de importancia, como acabaste con Oreb y con Zeeb! ¡Acaba con todos sus jefes como acabaste con Zalmuná y Zébah, que pensaban adueñarse de nuestras valiosas tierras!

Dios mío, haz que el viento se los lleve como se lleva a la paja. ¡Persíguelos con tus tormentas! ¡Espántalos con tus tempestades! ¡Sé cómo las llamas de fuego que acaban con cerros y bosques! Dios mío, ¡llénalos de vergüenza, para que te reconozcan  como Dios! ¡Derrótalos para siempre! ¡Derrótalos y acaba con ellos! ¡Así conocerán tu poder, y sabrán que sólo tú gobiernas sobre toda la tierra!.

Sabes, el poder de Dios es inmenso sólo El puede llevarse lo que al ser humano le obstaculiza, sólo tiene que decidirlo y aceptar a Jesucristo en su vida, pedirle que se lleve la paja, lo que no le sirve de crecimiento, que quite la dureza de corazón, pero es necesario que el hombre confíe en El para ganar la victoria contra tanta adversidad, superfluo y mundano. Sería grandioso, que el ser humano esté atento a la voz del Señor, como un padre a su hijo y le obedezca pues quiere llevarte por el camino del bien.


Con Alta Estima,

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