Dios me dijo: Jeremías, no te cases en este país, ni tengas hijos ni
hijas, porque de todos los que viven en este país, algunos morirán de
enfermedades horribles, otros morirán de hambre y otros en la guerra. Nadie
llorará por ellos, ni los sepultará. Sus cadáveres quedarán tendidos sobre el
suelo, como si fueran basura, y con ellos se alimentarán las aves del cielo y
los animales salvajes.
He decidido retirar de este pueblo mi paz, mi amor y mi compasión. Así
que no vayas a ningún entierro, ni llores por ningún muerto. En este país todos
morirán, sean ricos o pobres, y nadie llorará por ellos ni los sepultará, ni
guardará luto. Nadie ofrecerá una comida para consolar a los que hayan perdido
a un ser querido. A nadie se le ofrecerá consuelo, aunque haya muerto su padre
o su madre.
Tampoco vayas a ninguna boca, ni comas ni bebas nada allí. Yo, el
todopoderoso Dios de Israel, te digo que pondré fin a los gritos de alegría y
de entusiasmo, y a las canciones de los novios y de las novias. Eso lo verán
con sus propios ojos.
Cuando comuniques todo esto al pueblo, te van a preguntar por qué
decidí enviarles esta desgracia. También preguntarán si se han portado mal, y
si acaso han pecado contra mí. Respóndeles que eso les pasa porque sus
antepasados me rechazaron, no obedecieron mis enseñanzas y creyeron en otros
dioses, a los cuales sirvieron y adoraron. Te juro que así fue. Pero diles que
ellos son peores que sus antepasados, porque no me obedecen. Ellos insisten en
llevar a cabo sus planes malvados. Por eso no les voy a tener compasión. Más
bien, los echaré fuera de esta tierra, los llevaré a un país que ni ellos ni
sus antepasados conocieron. Allá tendrás que adorar a otros dioses, día y
noche.
Llegará el día en que ya no dirán: Viva Dios, que sacó de Egipto a los
israelitas, sino que dirán: Viva Dios, que sacó a los israelitas del país de
los asirios y de los babilonios, y de todos los países adonde los obligó a ir.
Pero yo te aseguro que, en el futuro, haré que vuelvan a la tierra que les
regalé a sus antepasados.
Por lo pronto, voy a hacer que vengan muchos enemigos, y que los
pesquen como si fueran peces. Después de eso, haré que vengan muchos enemigos y
los persigan por todas las montañas y colinas, y hasta en las grietas de las
rocas, como si fueran cazadores tras su presa. Yo estoy, enterado de todo lo
que ellos hacen, pues no hay nada que yo no sepa. Ellos no me pueden ocultar
ninguno de sus pecados. Antes que nada,
les daré un castigo doble por los terribles pecados que han cometido. Le han
quitado al país su buena fama; ¡lo han llenado de ídolos malolientes que no
tienen vida.
Yo, Jeremías, le rogué a Dios: Dios mío, tú me das nuevas fuerzas;
cuando me encuentro en peligro, tú eres mi refugio. Desde los lugares más
lejanos del mundo vendrán a ti las naciones, y dirán: Nuestros antepasados
fabricaron dioses falsos que no sirven para nada.
Dios me respondió: Voy a mostrarle mi gran poder; ahora sabrán quién
soy yo: ¡Yo soy el único Dios de Israel.
Con esta aseveración, es prioridad que hombre haga cambios en su vida,
que imite a Jesucristo en su vida de santidad, siendo fundamental que el ser
humano busque a Dios, que le obedezca y cumpla sus enseñanzas y alcance un nuevo estilo de vida para que Dios sea exaltado a través de su actitud con
los demás.
Ahora bien, es tiempo de que el hombre muestre ¡Entusiasmo! y se
vuelva a Dios, que obedezca sus enseñanzas, que le adore sólo a El , pues es el
único Dios verdadero, siendo esencial que cada persona nazca de nuevo, que renueve
en su interior un fervor que sólo el amor de Dios puede motivar al hombre a que
exteriorice ese gozo que es producido por su presencia, pero sabes el hombre no debe preocuparse excesivamente
de lo intrascendente, sino al contrario el hombre debe poner su confianza en
Dios, hacer su parte que le corresponde y Dios cumplirá sus promesas, será su
refugio en tiempo de peligro y le dará nuevas fuerzas cada día para seguir
adelante.
Con Alta Estima,
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