Todos hacen lo que les da la gana, ¡parecen caballos fuera
de control! Hasta la cigüeña y la grulla conocen las estaciones del año;
también la tórtola y la golondrina saben cuándo ir a un lugar más cálido. En
cambio, este pueblo no me conoce ni quiere obedecer mis leyes.
¿Cómo se atreven ustedes a decir que son un pueblo
inteligente y que me obedecen? ¡Hasta los maestros enseñan mentiras, y luego
andan diciendo que así dice la Biblia! Esos sabios quedarán avergonzados, pues
su derrota será completa. De sabios no tienen nada, pues han rechazado mis
enseñanzas. Castigaré a todos los de Judá; sus casas, campos y mujeres pasarán
a manos de otros. Les juro que así será.
Todos desean lo que no es suyo, desde el más chico hasta el
más grande. Ya no se puede confiar ni en el profeta ni en el sacerdote. Con
pañitos de agua tibia pretenden curar las heridas del pueblo. Insisten en que
todo está bien, cuando en realidad todo está mal. Han cometido los pecados más
asquerosos, pero ni vergüenza les da, pues ya ni saben lo que es tener
vergüenza. Por eso, voy a castigarlos, y todos serán destruidos. Les juro que
así será.
Una viña me daría uvas, una higuera me daría higos, pero
ustedes no me dan nada. ¡Por eso voy a quitarles todo lo que les había dado!
El pueblo respondió: ¿Qué hacemos aquí sentados? ¡Vayamos a
las ciudades fortificadas, y murámonos de una vez! Nuestro Dios nos está
matando; nos ha dado agua envenenada porque hemos pecado contra él. Esperábamos
que nos fuera bien, pero nada bueno hemos recibido; esperábamos ser sanados,
pero estamos llenos de miedo.
Desde la ciudad de Dan se escucha cómo relinchan y resoplan
los caballos, y cómo hacen temblar toda la tierra. ¡Viene el ejército enemigo a
destruir a Jerusalén y a todos sus habitantes! ¡Se acerca el enemigo para
destruir el país y todo lo que hay en él.
Dios volvió a decirles a los israelitas: ¡Voy a enviarles
serpientes venenosas! Cuando los muerdan, ni la magia podrá salvarlos. Entonces
yo, Jeremías, dije: Estoy tan triste que no me quedan ganas de vivir. Por todos
los rincones del país mi pueblo llora y exclama: Nuestro Dios nos ha abandonado;
ya no está en Jerusalén.
Dios respondió: ¿Por qué me hacen enojar los israelitas con
sus dioses inútiles y extraños.
El pueblo dijo: Ya el verano terminó, y la cosecha llegó a
su fin, pero nosotros seguimos sufriendo.
Y yo respondí: Veo sufrir a mi pueblo, y eso me duele, me
entristece y me asusta. ¿Cómo es posible que no hallemos consuelo para nuestro
sufrimiento? ¿Cómo es posible que mi pueblo siga estando enfermo?
No obstante, es importante que el ser humano desarrolle una
buena conciencia, una conciencia recta, y que el hombre viva apegado a la
Palabra de Dios, de manera que renueve su mente y purifique su corazón y entonces
será derramado el Espíritu Santo en la vida de cada persona que verdaderamente
busca a Dios, y El se hará presente en su ser interior y le dará sabiduría al hombre para que gobierne su
conciencia sobre sus propias emociones, pero sabes, es prioridad que el hombre
inteligente muestre obediencia a los mandatos de Dios, y esto sólo lo logrará a
través de la disciplina y obediencia.
Con Alta Estima,
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