Dios me dijo: Jeremías, aleja de mí a los israelitas. Diles que se
vayan. ¡Yo no voy a perdonarlos! No lo haría, ni aunque sus antepasados, Moisés
y Samuel, me lo pidieran. Y si acaso te preguntan a dónde ir, respóndeles: Los
que merecen la muerte, irán a la muerte;
los que merecen la guerra, morirán en la guerra; los que merecen el
hambre, morirán de hambre; los que merecen el desierto, irán al destierro.
Les voy a mandar cuatro castigos diferentes: primero, morirán en la
guerra; luego los arrastrarán los perros; además, los devorarán las aves del
cielo; y finalmente los destrozarán las fiestas del campo. Esto lo haré por
culpa de Manasés hijo de Ezequías. No me he olvidado de lo que este rey de Judá
hizo en Jerusalén. ¡Yo haré que todos los reinos de la tierra se asusten al
verlos! Te juro que así será.
Dios dijo a su pueblo: Jerusalén, Jerusalén, me rechazaste, me
traicionaste. ¿Quién va a llorar por ti? ¿Quién va a tenerte compasión? ¿Quién
va a desear que te vaya bien? Yo estoy cansado ya de tenerte compasión, así que
te atacaré y te destruiré; te arrojaré fuera de la ciudad, como si fueras paja
en el viento. ¡Voy a dejarte sin habitantes porque no quisiste volverte a mí!
Habrá tantas viudas en el pueblo, como arena hay en el mar; ¡a plena luz del
día destruiré a las madres de hijos jóvenes! De repente enviaré contra ellas la
angustia y el terror. Las que hayan tenido muchos hijos se desmayarán y
perderán la vida. Quedarán humilladas y en vergüenza, pues la brillante luz del
día se les volverá densa oscuridad. ¡Yo dejaré que sus enemigos maten a los que
queden con vida! Les juro que así será.
Jeremías dijo: ¡Sufro mucho, madre mía! ¡Mejor no hubiera yo nacido! A
nadie le hice daño, pero todos me maldicen y me acusan de rebelde. Dios
prometió protegerme en momentos difíciles, y hacer que mis enemigos me pidieran
compasión.
Dios le dijo a su pueblo: No hay quien pueda vencer a los ejércitos de
Asiria y Babilonia. Ustedes han pecado tanto que yo les entregaré a sus
enemigos todas sus riquezas y tesoros. Estoy tan enojado con ustedes que los
quemaré como el fuego. Los haré esclavos de sus enemigos en un país que no
conocen.
Jeremías dijo: Dios mío, tú lo sabes todo; tú bien sabes que, por ti,
me insultan a todas horas. ¡Acuérdate de mí, y ven a ayudarme! ¡No te quedes
cruzado de brazos y castiga a los que me persiguen, antes de que me maten!
Todopoderoso Dios de Israel, cuando tú me hablaste, tomé en serio tu mensaje.
Mi corazón se llenó de alegría al escuchar tus palabras, porque yo soy tuyo.Yo no ando de fiesta en fiesta, ni me interesa divertirme. Prefiero
estar solo, porque estoy contigo y comparto tu odio por el pecado. ¿Por qué
tengo, entonces, que sufrir este dolor constante?¿Por qué no sanan mis heridas?
Realmente, me decepcionas; eres, para mí, como un arroyo seco; ¡como una fuente
sin agua!
Dios me contestó: Yo soy el Dios de Israel. Si te vuelves a mí, yo
calmaré tu dolor y podrás de nuevo servirme. Si dejas de hablar tonterías, y
comienzas a anunciar lo que realmente vale la pena, entonces tú serás mi
profeta. No le hagas caso al pueblo; son ellos quienes deben escucharte.
Yo haré que seas para este pueblo como un fuerte muro de bronce. Los
malvados pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estaré contigo
para librarte de su poder. ¡Yo te salvaré de esos tiranos! Te juro que así lo
haré!
Aquí puedes darte cuenta que Dios es todopoderoso y El tiene compasión
del ser humano pues El desea que cada persona se vuelva a El, y no que esté
distanciado al buscar sus propios intereses en vez de agradar a Dios, ya que el
Señor desea que se aleje del pecado, de la rebeldía para que no haya oscuridad
en su corazón.
Asimismo, el hombre al poner su confianza en Dios cree en sus promesas
y con fe tiene la certeza de que cuenta con su protección en los momentos difíciles. Por otro lado, es
necesario que el hombre esté atento a la voz audible de Dios, que lea su
Palabra para que aprenda a discernir lo bueno y que su mente sea renovada para
que su corazón esté dispuesto a albergar a Dios para que habite en su vida y
sea llena de gozo.
Y, entonces con la presencia de Dios, el hombre se compromete y podrá
realmente emprender lo que Dios desea que haga cada persona, cumplir su gran
encomienda anunciar su Palabra y con su poder El le dará al hombre la victoria
contra la maldad.
Con Alta Estima,
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