sábado, 1 de marzo de 2014

Te cubriste de gloria…


¿Quién es ese que llega desde Bosrá, la capital del reino de Edom, con las ropas teñidas de rojo? ¿Quién es ese que está tan bien vestido y avanza con una fuerza terrible?

Dios: Soy yo, el Dios de Israel, el que anuncia la victoria y tiene poder para salvar.

Isaías: ¿Y por qué están rojas tus ropas, como si hubieras pisado uvas?

Dios: Yo he destruido a mis enemigos; los he aplastado como a las uvas cuando se hace el vino: Con furia los he pisoteado, y su sangre me manchó la ropa. Consideré que ya era tiempo de hacer justicia y de salvar a mi pueblo. Miré, y vi con sorpresa que nadie estaba dispuesto a ayudarme. Fue mi poder el que me dio la victoria; lleno de furia aplasté a las naciones, y su sangre corrió por el suelo.

Isaías dijo: Quiero hablar del amor de Dios, y cantar sus alabanzas por todos sus favores. Dios ha sido muy bondadoso con el pueblo de Israel, le ha mostrado su bondad y su gran amor.

Dios había dicho: Ellos son mi pueblo, son mis hijos fieles. Por eso Dios los salvó de todos sus males. No fue un enviado suyo el que los salvó, sino Dios en persona. El los libró por su amor y su misericordia; los levantó en sus brazos, como siempre lo había hecho. Pero los israelitas desobedecieron y ofendieron al Dios santo; por eso, él los trató como si fueran enemigos y les declaró la guerra.

Entonces ellos se acordaron de lo que Dios había hecho en los tiempos pasados; se acordaron de cómo Moisés había liberado a su pueblo, y por eso se preguntaban: ¿Dónde está ahora el Dios que puso en Moisés su santo espíritu? ¿Dónde está ahora el Dios que con su gran poder acompañó a Moisés; el Dios que se hizo famoso cuando dividió el mar para que su pueblo cruzara librándolo de todo peligro? ¿Dónde está el Dios que le dio descanso a su pueblo, como cuando el ganado baja a pastar a la llanura?
Isaías terminó diciendo:
¡Dios nuestro, así guiaste a tu pueblo, y te cubriste de gloria!

Israel oró a Dios y le dijo: Dios nuestro, tú tienes en el cielo tu santo y grandioso trono. Muéstranos tu amor y tu poder; déjanos ver tu ternura y compasión. No seas indiferente a nuestro dolor.
¡Tu eres nuestro padre! Aunque Abraham no nos reconozca, ni Jacob se acuerde de nosotros, tú eres nuestro Dios y nuestro padre; ¡siempre has sido nuestro salvador! No permitas que nos alejemos de ti ni que seamos desobedientes. ¡Por amor a nosotros, tus fieles servidores, y a las tribus que te pertenecen, vuelve a mostrarnos tu bondad! No permitas que los malvados sigan pisoteando tu santo templo. Desde hace mucho tiempo nos hemos alejado de tus mandamientos; ¡vuelve a mostrarnos tu bondad!

No obstante, es necesario que el hombre deje afuera el orgullo y maldad, pues al volverse a Dios y estar apegado a su Palabra el hombre edifica su vida, aprende a obedecer los mandamientos como fidelidad a Dios de forma que su vida fructifique, pero sabes, sería bueno que el hombre esté agradecido con Dios por su gran amor y bondad para la humanidad.

Asimismo , el hombre en su camino, al aceptar a Jesucristo como su salvador iniciará una nueva vida con la presencia de Dios en su corazón y su vida será llena de Paz, aunque pasará adversidades que son pruebas que tiene que vencer pues Dios lo acompaña y lo ayudará a triunfar sobre ellas,  pero es esencial que el hombre sea consciente y firme en sus convicciones pues debe reconocer que sólo Dios es verdadero  y lo más grande es su inmenso poder y su rectitud.


Con Alta Estima,

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