Habían pasado doce años desde que llegamos presos a
Babilonia. El día primero del mes de Adar, Dios me dijo: Ezequiel, hombre
mortal, entona este lamento por el rey de Egipto: Tú eres el rey de Egipto, y
te crees un león entre las naciones; pero no eres más que un lagarto que
chapotea en el río Nilo. Ensucias el agua con las patas, y dejas turbios los
arroyos. Pero yo soy el Dios de Israel. Aunque vivas entre mucha gente, te
atraparé con mi red. Te arrastraré por el suelo, y te dejaré tirado en el
campo. Haré que las aves del cielo se detengan sobre tu cuerpo; ¡haré que los
animales salvajes te devoren hasta quedar asqueados! Luego echaré tu carne
podrida por los montes y los valles. ¡Con tu sangre regaré la tierra, empaparé
las montañas y llenaré los ríos! Cuando
dejes de existir, haré que el cielo se oscurezca. Las estrellas más brillantes
se apagarán; cubriré el sol con una nube, y la luna perderá su brillo. ¡Todo tu
país quedará en tinieblas! Te juro que así lo haré.
Yo te castigaré delante de muchos pueblos lejanos, que ni
siquiera conoces. Y cuando sepan que has sido destruido, tanto ellos como sus
reyes temblarán por miedo a perder la vida. Yo soy el Dios de Israel, y quiero
que sepas que el rey de Babilonia te matará con su espada. Sus soldados son muy
crueles y violentos, y derrotarán por completo a tus grandes ejércitos. ¡Así
acabarán la grandeza y el orgullo de Egipto!
Yo destruiré todos los ganados que se alimentan junto a tus
ríos. El agua no volverá a ensuciarse con las pisadas de personas o animales,
sino que estará siempre clara y correrá tranquila como el aceite. Te juro que
así será. Y cuando yo haya convertido a Egipto en un desierto, y haya acabado
con los que allí viven, reconocerán que yo soy Dios. Cuando las mujeres de
otras naciones lloren por Egipto y sus riquezas, lo harán entonando este
lamento. Te juro que así será.
Habían pasado doce años desde que llegamos presos a
Babilonia. El día quince del mes de Adar. Dios me dijo: Ezequiel, hombre
mortal, entierra a Egipto y sus riquezas; arrójalo a su tumba, junto con las
naciones más poderosas. Y cuando vayan cayendo a lo más profundo de la tierra,
donde se encuentran los muertos, entona este lamento: Entre todas las naciones
ustedes fueron muy privilegiadas, pero ahora les toca morir como mueren los
pecadores.
¡Ya la espada está lista! ¡Los ejércitos de Egipto perderán
la vida en la batalla. En la tumba, los valientes soldados que ya murieron
recibirán a los egipcios y a sus ejércitos aliados. Y dirán: ¡Ya llegaron!
¡Miren, los que no confiaron en Dios ahora están tendidos entre los que murieron
en batalla! Aquí está Asiria, rodeada de sus soldados, que tanto asustaban a la
gente. Todos ellos murieron en batalla, y ahora están aquí, ¡en lo más profundo
de la tierra!
Aquí también está Elam, rodeada de sus soldados, que tanto
asustaban a la gente. Todos ellos murieron en batalla, y ahora están aquí,
enterrados sin honor, como se lo merecen los que no confían en Dios, ¡en lo más
profundo de la tierra! Aquí también están Méses y Turbal, rodeados de sus
soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos estos murieron en batalla, pero
no los sepultaron con honores. Sus héroes bajaron a la tumba vestidos con su
armadura de guerra.
Aquí también está Edom, con todos sus reyes y jefes
principales. Eran muy poderosos, pero ahora están aquí, ¡enterrados sin honor
entre los que murieron en batalla por no confiar en Dios! Aquí están todos los
jefes importantes del norte, y todos los jefes de Sidón. Eran muy poderosos y
asustaban a la gente, pero finalmente bajaron a la tumba, pues no confiaron en
Dios. Ahora están aquí, ¡humillados y tendidos en el suelo, entre los que
murieron en batalla! ¡Y aquí estás tú, Egipto, todo destrozado y sepultado
entre los malvados que murieron en batalla! Cuando el rey de Egipto vea en la
tumba a todas esas naciones, se consolará de la muerte de todos sus soldados. Y
aunque yo le permití llenar de miedo a todo el mundo, tanto él como su ejército
serán enterrados entre los malvados que murieron en batalla. Juro que así será.
Como puedes darte cuenta, el hombre no puede esconderse de
Dios, aunque viva entre mucha gente Dios lo sabe todo, El es todopoderoso y El
puede permitir que el hombre viva en tinieblas predominando la maldad, pues
sabes, es una decisión voluntaria de cada personas y al vivir el hombre fuera
del orden de Dios pierde su armadura, la protección de Dios y lo lleva a ser sepultado en la oscuridad.
Por lo tanto, si el hombre no confía en Dios, vivirá en un
mundo lleno de maldad, la gente temblará y estarán temerosos unos de otros, llenos de violencia y crueldad,
… y esto lo lleva a la autodestrucción, generando la muerte en el ser humano.
No obstante, es esencial que el hombre sea humilde, que muera
a su “yo” para que cambie de estilo de vida, sea renovado y pueda trascender de manera que esta liberación
alcance a sus generaciones para que sean
obedientes a los mandatos de Dios y lleven una vida apegada a su Palabra y
serán bendecidas.
Con Alta Estima,
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