Habían pasado diez años desde que llegamos presos a
Babilonia. El día doce del mes de Tébet, Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal,
enfréntate al rey de Egipto y a su pueblo, y dales de mi parte este mensaje:
¡Escúchame, rey de Egipto, yo me pondré en contra tuya! Tú eres como un
monstruo enorme que descansa junto al río Nilo. Piensas que ese río te
pertenece, y que tú mismo lo hiciste. Pero yo te sacaré del río, enganchado por
el hocico. Los peces que allí nadan se te pegarán a las escamas. Luego te arrojaré al desierto
junto con todos los peces del Nilo. ¡Allí te quedarás tirado, sin que nadie te
recoja, y les servirás de alimento a los animales salvajes y a las aves de
rapiña!
Todos los que viven en Egipto reconocerán que yo soy Dios.
Los israelitas buscaron tu apoyo, pero ni para bastón sirves: Buscaron tu ayuda,
y les fallaste; en vez de apoyarlos, los heriste. Pero yo soy el Dios de
Israel, y te juro que te quitaré la vida; tú, y tu gente y tus animales morirán
atravesados por la espada, y Egipto se volverá un desierto. Sólo entonces
reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
Tú, rey de Egipto, piensas que el río Nilo te pertenece, y
que tú mismo lo hiciste. Por eso yo me pondré en contra tuya y de tu río.
Convertiré en desierto toda la tierra de Egipto, desde Migdol hasta Asuán, y
hasta la frontera con Etiopía. No quedará allí nadie con vida, pues Egipto será
el país más desolado de todos. Nadie lo habitará durante cuarenta años, y ni
siquiera pasarán por allí personas ni animales. No habrá ciudades más
destruidas que las ciudades de Egipto, pues yo haré que los egipcios sean
llevados prisioneros a otros países, y que sean dispersados entre las naciones.
Al cabo de esos cuarenta años, haré que los egipcios vuelvan
de los países por donde los dispersé. Haré que vuelvan a Patros, su tierra
natal en el su r de Egipto, y allí establecerán un reino pequeño y sin poder.
No volverán a ser fuertes, ni podrán dominar a las demás naciones. Les juro que
así será. Los israelitas, por su parte, no volverán a poner su confianza en
Egipto; al contrario, se darán cuenta de que me ofendieron al buscar la ayuda
de los egipcios, y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.
Habían pasado veintisiete años desde que llegamos presos a
Babilonia. El primer día del mes de Abib, Dios me dijo: Tú sabes que
Nabucodonosor, el rey de Babilonia, hizo todo lo posible por conquistar la
ciudad de Tiro. Llegó con su ejército para rodearla, y sus soldados llevaban
tan pesada carga que hasta la cabeza y las espaldas se les pelaron. A pesar de
todo, no pudieron conquistarla. Por eso, voy a dejar que Nabucodonosor
conquiste a Egipto. Le permitiré adueñarse de sus riquezas y de todas sus
pertenencias, para que pueda pagarles a sus soldados. Así premiaré a
Nabucodonosor por haber atacado a Egipto en mi lugar. Les juro que así lo haré.
Ese día le devolveré a Israel el poder que antes tuvo, y tú
podrás hablarles con toda libertad. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de
Israel.
Aquí puedes darte cuenta que es esencial que el hombre ponga
su confianza en Dios y El le dará la sabiduría para que el hombre enderece su
camino, pero es necesario que cambie, renovando su mente, sus pensamientos y su manera de vivir, que a
través de su Palabra que da vida sea fortalecido y vuelva a ser fuerte y se
apropie de todas sus pertenencias, sobretodo de recuperar su identidad como
hijo de Dios.
Por lo tanto, es tiempo
de que el hombre esté alerta y preparado en el conocimiento de Dios, pues los
tiempos actuales son difíciles, la maldad predomina, la envidia se presenta en
cualquier situación, la soberbia crece pues el hombre ha cambiado su escala de
valores, y vive afanado por exceso de materialismo, hasta ha llegado a pensar
que no vale por lo que es sino por lo
que tiene, parámetro que es invalidado
ante la mirada de Dios.
No obstante, es apremiante que el hombre deposite su pesada
carga en las manos de Dios, que se arrepienta y con humildad pida perdón y Dios
en su infinita misericordia le liberará de esa opresión para que pueda conquistar la tierra
prometida.
Con Alta Estima,
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