Los cuartos del piso superior eran más pequeños que los
del piso intermedio, y estos eran menores que los de la planta baja, porque el
piso de arriba no tenía columnas como el piso de abajo. Por eso se iban
haciendo más angostos. Los cuartos que daban al patio medían todos juntos,
veinticinco metros de largo, lo mismo que el muro que tenían enfrente. Los
cuartos que daban hacia el templo medían, todos juntos, cincuenta metros de
largo. A la planta baja de esos cuartos se podía entrar sólo por el lado este
del patio.
Por el lado sur había otro edificio de cuartos. Esos
cuartos estaban detrás del templo, y también a lo largo del muro del patio. En
todo eran iguales a los del lado norte. A estos cuartos del lado sur se podía
entrar sólo por el lado este, por donde comenzaba el pasillo frente al muro.
Aquel hombre me explicó lo siguiente: Los cuartos del
lado norte están destinados a un uso especial, lo mismo que los del lado sur,
que están frente al patio. Los sacerdotes comen allí las ofrendas que se
presentan a Dios. Como son lugares muy especiales, allí también se llevan todas
las ofrendas que se presentan a Dios. Cuando los sacerdotes salen de esos
cuartos, después de haber cumplido con sus servicios, deben dejar allí sus
vestiduras especiales de sacerdotes. No se les permite salir con esas
vestiduras al patio donde está el pueblo, sino que tienen que cambiarse de
ropa.
En cuanto el hombre terminó de medir el templo, me sacó
por la puerta que da al este, y empezó a medir la muralla, y cada lado medía
doscientos cincuenta metros de largo.
Esta muralla servía para separar el templo del resto de la ciudad.
Aquí puedes darte cuenta que el Profeta Ezequiel sigue
comentando del templo de Dios, lo que debe ser verdadero para el hombre, que
profundice en la Palabra de Dios para que le conozca cada día más y comprenda
el infinito amor que El tiene para cada creyente.
Por lo tanto, el hombre debe honrar a Dios, debe darse
cuenta de su condición egoísta que aún vive y hacer un cambio, volverse a Dios
para que el hombre sea renovado y sea vestido con nuevos atavíos pues ha nacido
de nuevo espiritualmente, que purifique sus pensamientos, con un corazón
humilde y dispuesto a cumplir con los mandatos establecidos por Dios.
Sabes, ahora, es el tiempo de que el hombre se arrepienta
para que su vida sea restaurada, que se
aparte del pecado y tenga temor del Señor para que con su vestidura nueva
reciba a Jesucristo y reine en su corazón.
Con Alta Estima,
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