Sabes, los viñedos es un campo pequeño de vides, que muestra
la bendición de Dios en tu vida, pues la cosecha de las uvas era una posesión
muy preciada y como Nabot entendía que a través de su fruto, le enseñaba
seguridad y prosperidad en Dios, y así en cada persona, el viñedo es su
crecimiento espiritual y apegado a la palabra de Dios desarrollará el carácter construyéndolo
en base a peldaños, entre otros, la fe, la virtud, el dominio propio, el amor
para avanzar y lograr madurez espiritual, una vida guiada por el espíritu santo
y así cultivar una vida de confianza en Dios.
Así pues, el rey de Siria se llamaba Ben-hadad, él reunió a
todo su ejército, y a treinta y dos reyes que eran sus amigos, los cuales
trajeron sus caballos y carros de combate, fueron hasta la ciudad de Samaria,
la rodearon y la atacaron. Ben-hadad también envió mensajeros a la ciudad para que
le llevaran este mensaje a Ahab, rey de Israel, dame tu oro y tu plata, y las
mujeres e hijos que más quieras, porque son míos. Además, mañana como a esta
misma hora, enviaré a mis oficiales para que registren tu palacio y las casas
de tus funcionarios, y les daré permiso de que tomen todo lo que quieran
llevarse. El rey de Israel contestó, su Majestad, yo y todo lo que tengo es
suyo. Entonces el rey de Israel llamó a los líderes del país y ellos y todo el
pueblo de Israel le dijeron, no escuche ni acepte lo que Ben-hadad le dice.
Entonces Ahab dijo a los mensajeros de Ben-hadad, díganle a su Majestad que le
daré lo que me pidió primero, pero que no voy a darle lo que ahora pide y
Ben-hadad mandó a decirle, voy a destruir la ciudad de Samaria, entonces Ahab
le respondió, no cantes victoria antes de tiempo, entonces Ben-hadad le dijo a
su gente, al ataque.
Mientras tanto, un profeta fue a ver a Ahab y le dijo, Dios
quiere que sepas, que, aunque este gran ejército te ataque, él te dará la
victoria, así sabrás que él es el único Dios, Ahab le preguntó, ¿quién atacará
primero? El profeta contestó, Tú. Entonces Ahab organizó a los ayudantes de los
gobernadores de las provincias, que eran doscientos treinta y dos, y a todo el
ejército de Israel, que estaba formado por siete mil soldados. Ben-hadad mandó
exploradores para que observaran lo que estaba pasando, y estos informaron que
algunos hombres habían salido de Samaria para encontrarse con ellos. Cada uno
de ellos mató a un enemigo del ejército de Siria. Los sirios se escaparon y los
israelitas los persiguieron, pero Ben-hadad pudo escaparse. El rey de Israel
avanzó, y mató a muchos sirios. Después el profeta fue a ver al rey de Israel y
le dijo, refuerza el ejército y piensa bien lo que tienes que hacer, porque el
rey de Siria vendrá el año que viene para atacarte.
Un año después, Ben-hadad reunió al ejército sirio y fue a
Afec a luchar contra Israel, también los israelitas inspeccionaron su ejército,
luego tomaron los alimentos y equipo necesario y salieron a atacar al ejército
de Siria. El ejército de Israel era tan pequeño que, comparado con el ejército
de Siria, parecía como dos rebaños de cabras en el campo. Un profeta de Dios
fue a ver al rey de Israel y le dijo, Dios quiere que sepas lo que ha dicho el
rey de Siria, que el rey de Israel sólo reina en las montañas y no en el campo,
por eso te dará la victoria sobre este gran ejército sirio, así sabrás que él
es el único Dios. El ejército de Siria y de Israel estuvieron acampando frente
a frente durante siete días, el séptimo día se desató la batalla, ese día los
israelitas mataron a mil soldados sirios que iban a pie, el resto del ejército
sirio se escapó a la ciudad de Afec, pero la muralla de la ciudad cayó encima
de los veintisiete mil hombres que habían escapado, Ben-hadad también escapó y
se escondió, y sus oficiales se pusieron ropas ásperas y una soga al cuello
para mostrar su tristeza y fueron a ver al rey de Israel y le dijeron, su
servidor Ben-hadad le ruega que le perdone la vida, entonces el rey de Israel
agregó, ¡vayan y tráiganlo!, Ben-hadad le dijo, te voy a devolver las ciudades
que mi padre le quitó al tuyo, Ahab le contestó, entonces te dejaré ir, así que
Ahab hizo este pacto con Bed-hadad y lo dejó ir.
Después un hombre que pertenecía al grupo de los profetas de
Dios le dijo al rey, Dios me ordenó que te dijera que debiste haber matado al
rey de Siria, pero tú lo dejaste escapar, por eso vas a morir en su lugar, y
también tu pueblo morirá en lugar de su pueblo. Entonces el rey de Israel se
fue a su palacio en Samaria, estaba enojado y triste.
No obstante, en la ciudad de Jezreel, vivía un hombre
llamado Nabot, allí tenía una plantación de uvas al lado del palacio de Ahab,
rey de Samaria, el rey le dijo a Nabot, quiero comprarte tu viñedo, quiero
sembrar allí verduras, yo te daré un mejor lugar para cosechas uvas, o si lo
prefieres, te pagaré con dinero, pero Nabot le contestó, ¡Ni quiera Dios! No le
daré a usted lo que mis padres me dejaron al morir, entonces Ahab se fue a su
palacio enojado y triste, su esposa Jezabel fue a verlo y le preguntó, ¿por qué
estás tan triste y no quieres comer? Ahab le respondió, porque le pedí a Nabot
que me vendiera su plantación de uvas, pero él me respondió que no me la dará,
su esposa Jezabel le dijo, ¿acaso no eres tú el que manda en Israel? Levántate,
come y alégrate, yo te voy a conseguir la plantación de Nabot. Así que Jezabel
escribió cartas de parte de Ahab y les puso el sello del rey. En las cartas les
decía, ordenénle al pueblo que se ponga a ayunar, luego llamen a reunión y
hagan sentar a Nabot delante de todos y sienten delante de él a dos testigos
falsos que mientan diciendo que Nabot maldijo a Dios y al rey, entonces saquen
afuera a Nabot y mátenlo a pedradas. Los líderes y los jefes hicieron lo que
Jezabel les dijo. Luego le mandaron a decir a Jezabel, Nabot está muerto.
Enseguida Jezabel llamó a Ahab y le dijo, ve y toma el viñedo de Nabot. Tan
pronto como Ahab escuchó que Nabot había muerto, se levantó y fue al viñedo
para adueñarse de él.
Entonces Dios le dijo al profeta Elías, ve a Samaria y busca
a Ahab, el rey de Israel, debes decirle que va a morir pues mató a Nabot y se
adueñó de su viñedo, los perros van a lamer su sangre en el mismo lugar en que
lamieron la de Nabot. Cuando Elías encontró a Ahab, este le dijo a Elías, ¡vaya
mi enemigo Elías anda por aquí!, Elías le contestó, si así es, siempre haces lo
que a Dios no le agrada, y por eso él ahora te enviará una desgracia, destruirá
a tu familia, todos tus descendientes de Israel morirán, los perros se comerán
a Jezabel en los campos de Jezreel, cualquier familiar tuyo que muera en la
ciudad será comido por los perros, y los buitres se comerán a los que mueran en
el campo. Cuando Ahab escuchó eso, se puso triste, se puso ropas ásperas y
ayunó, entonces Dios le dijo a Elías, ves cómo se arrepintió Ahab por lo malo
que hizo, por eso no castigaré a su familia, mientras él viva, esperaré a que
su hijo sea rey.
Durante tres años no hubo guerra entre Siria e Israel, pero
al tercer año, Josafat, hijo de Asá, tenía treinta y cinco años cuando fue
nombrado rey, y reinó en Jerusalén veinticinco años, Josafat se comportó
siempre bien, obedeció a Dios en todo, sin embargo, Josafat no destruyó los
pequeños templos que había en las colina, donde se adoraba a otros dioses y el
pueblo continuó haciéndolo. Josafat firmó la paz con el rey de Israel, también
echó del país a los que practicaban la prostitución para adorar a los dioses,
entonces, Josafat que era el rey de Judá, vino a visitar a Ahab, rey de Israel, Ahab le
dijo a sus oficiales que la ciudad de Ramot de Galaad les pertenecía, pero
ahora estaba en poder del rey de Siria y le dijo a Josafat, ¿me ayudarías a
quitarle la ciudad?, Josafat le contestó, tú y yo somos del mismo pueblo, mi ejército
y mis caballos están a tu disposición, pero antes de ir a luchar, averigua si
Dios está de acuerdo.
Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, que eran
alrededor de cuatrocientos, y les preguntó, ¿debo atacar a Ramot de Galaad para
recuperarla?, los profetas contestaron, atácala, porque Dios te la va a
entregar, pero Josafat dijo, ¿no hay por acá otro profeta de Dios al que le
podamos consultar?, el rey de Israel le respondió, hay un profeta, se llama
Micaías y es hijo de Imlá, pero yo lo odio porque nunca me anuncia cosas
buenas, sino siempre malas. Josafat le dijo, no digas eso, entonces el rey de
Israel llamó a un oficial y le dijo, trae pronto a Micaías hijo de Imlá, Ahab y
Josafat tenían puestos sus trajes reales y estaban sentados sobre sus tronos,
delante de ellos estaban todos los profetas dando mensajes. Sedequías, se había
hecho unos cuernos de hierro y gritaba, Dios ha dicho que con estos cuernos
Ahab atacará a los sirios hasta destruirlos. Todos los profetas anunciaban lo
mismo.
Mientras tanto, el oficial que había ido a buscar a Micaías,
le dijo a este, todos los profetas han anunciado que el rey Ahab vencerá, habla
tú como ellos y anuncia algo bueno para el rey, pero Micaías le contestó, juro
por Dios que sólo diré lo que Dios me diga. Cuando Micaías se presentó delante
del rey, este le preguntó, Micaías ¿debo atacar a Ramot de Galaad? Micaías le
respondió, Veo a todo el pueblo desparramado por las montañas, andan como las
ovejas que no tienen pastor, Dios dijo que no tiene quién los dirija, que cada
uno vuelva a su hogar tranquilo. Entonces Ahab le dijo a Josafat, ¿no te dije
que Micaías no me iba a anunciar nada bueno?, Micaías dijo, no debiste decir
eso, ahora escucha el mensaje que Dios te envía, Dios permitió que los profetas
dijeran mentiras, Dios ha decidido que en esta batalla te irá mal, entonces
Sedequías se acercó y le pegó una bofetada en la cara y le dijo, ¿cómo te
atreves a decir que el espíritu de Dios me ha abandonado, y te ha hablado a ti?
Y Micaías le contestó, cuando se cumpla lo que te dije, te darás cuenta de que
he dicho la verdad, el rey de Israel ordenó, ¡llévense preso a Micaías!, que no
le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla,
después Micaías, dirigiéndose a todos, agregó, ¡tengan en cuenta lo que he
dicho!
Ese día, Ahab le dijo a Josafat, yo me voy a disfrazar para
ir a la batalla, pero tú puedes usar tu propia ropa, el rey de Siria había dado
esta orden, sólo ataquen al rey de Israel, cuando los capitanes vieron a
Josafat dijeron, seguramente él es el rey de Israel, así que lo rodearon para
atacarlo y él gritó pidiendo ayuda, pero los capitanes se dieron cuenta que no
era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo, pero luego un soldado tiró con
su arco una flecha al azar e hirió a Ahab, la flecha entró por uno de los
huecos de su armadura, los soldados mantuvieron en pie al rey en su carro de
combate, pero la sangre de su herida corría por el piso del carro y en la tarde
el rey murió. Después llevaron el cuerpo del rey a Samaria y lo enterraron
allí, lavaron el carro en un pozo que había en Samaria, en el que se bañaban
las prostitutas y los perros lamieron la sangre del rey Ahab, así se cumplió lo
que Dios había dicho. Su hijo Ocozías fue rey en su lugar, él no obedeció a
Dios sino que se comportó mal, haciendo con esto que el Dios de Israel se
enojara.
Por lo que, sería bueno que el ser humano acepte la
obediencia a Dios y así construya con fruto su vida cristiana, pues Dios quiere
que te quites toda ceguera espiritual y cultives el amor incondicional a Dios,
pues El demanda de cada persona integridad total para ser ejemplo de vida, en
tu comportamiento diario ya que el espíritu santo que mora en ti, transforma tu
vida y tus actitudes y acciones reflejan
que Jesucristo vive en tu corazón.
Con Alta Estima,
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