martes, 20 de agosto de 2013

El pecado...

Sabes, el pecado es infringir la ley espiritual de Dios, quebrantar sus mandamientos, por lo que el pecado la paga es muerte, pero lo triste es que te separa de Dios y El ya no oye tus oraciones, a través de su palabra ya no te habla, pues rompes tu relación personal con él. Lo necesario sería que cada persona reconozca su pecado,  se arrepienta y cambie su manera de vivir, renueve su mente, sus pensamientos, su corazón y se aparte del camino del pecado, por esta razón Jesucristo murió para quitar el pecado de los seres humanos. Por lo que es importante, que evites hacer lo malo, ya que el pecado enoja a Dios, y para agradarle y volver a establecer comunión con él cada persona debe conocer toda la ley enseñada por Dios y cumplir sus mandamientos.

Entonces, vinieron los jefes y me dijeron, Esdras, queremos informarte  que nuestro pueblo, no se ha mantenido apartado de la gente que vive aquí, todos ellos imitan las horribles costumbres de los pueblos que habitan en Canaán y Egipto. Los judíos se han casado con mujeres de esos pueblos, así que el pueblo de Dios se ha mezclado con esa gente. Los primeros en pecar de esta manera han sido los jefes, los gobernantes, los sacerdotes y sus ayudantes. Al saber esto, rompí mis ropas, me arranqué los cabellos y la barba para demostrar mi dolor, y lleno de tristeza me senté en el suelo, así permanecí hasta el atardecer, a mi lado permanecieron los que habían regresado conmigo, pues tuvieron miedo del castigo que Dios enviaría por causa del pecado de estos israelitas. Sin quitarme mis ropas rotas me puse de rodillas delante de mi Dios, y extendiendo mis brazos le dije: Dios mío qué vergüenza, ¡Estoy tan confundido que no sé cómo hablarte! Nuestros pecados son tantos que si los pusiéramos uno sobre otro llegarían hasta el cielo. Hemos estado pecando gravemente desde hace mucho tiempo, por causa de nuestra maldad todos nosotros, incluyendo a nuestros reyes y sacerdotes, hemos sido entregados al poder de los reyes de otros países. Hasta hoy nuestros enemigos nos han herido, robado, humillado y sacado de nuestro país.

Pero ahora, Dios nuestro, tú has sido bueno con nosotros y has permitido que algunos quedemos en libertad y vengamos a vivir seguros en este territorio que tú apartaste para nosotros. Nos has dado nueva esperanza y has hecho renacer la alegría en nosotros, aunque somos esclavos no nos has abandonado. Tu amor por nosotros es tan grande que hiciste que los reyes de Persia, nos permitieran volver para reconstruir tu templo, el cual estaba en ruinas. ¡Aquí en Judá y en Jerusalén tú nos proteges! Nos advertiste que el territorio  que íbamos a ocupar estaba lleno de maldad, pues los que vivían allí habían llenado todo el territorio con sus horribles costumbres. Tampoco debíamos ayudar a esa gente a tener paz y bienestar. De esa manera seríamos fuertes, disfrutaríamos de todo lo bueno de este territorio y después se lo dejaríamo a nuestros hijos y nietos como herencia para siempre. ¡Dios de Israel, tú eres justo! Tú permitiste que un grupo de nosotros pueda salvarse, como ahora vemos. Reconocemos que somos culpables y que no tenemos derecho de acercarnos a ti.

Mientras Esdras estaba de rodillas frente al templo, reconociendo el pecado del pueblo, una gran cantidad de hombres, mujeres y niños se juntó alrededor de él, llorando amargamente. Entonces Secanías hijo de Jehiel, que eran descendiente de Elam, le dijo a Esdras; Vamos a prometerle a nuestro Dios que nos separaremos de todas esas mujeres y sus respectivos hijos, haremos todo lo que tú y los que respetan el mandamiento de Dios nos indiquen. Obedeceremos la ley de Dios: Levántate, porque es tu deber hacer esto; nosotros te apoyaremos ¡Vamos, anímate!.

Entonces Esdras se puso de pie, llamó a todos los israelitas, incluyendo a los principales sacerdotes y a sus ayudantes, y les hizo prometer que cumplirían lo que Secanías había propuesto. Y ellos prometieron hacerlo. Después, Esdras salió del templo de Dios y se fue a la habitación de Johanán hijo de Eliasib, y se quedó allí esa noche. Estaba tan triste por la desobediencia de los que habían vuelto de Babilonia que no quiso ni comer ni beber. Más tarde se le ordenó a los habitantes de todo Judá y Jerusalén que los que habían regresado de Babilonia debían reunirse en Jerusalén. Los jefes y los consejeros ordenaron que el que no se presentara dentro de tres días sería echado del grupo de los que regresaron, y se le quitarían todas sus propiedades. Todos temblaban preocupados por lo que Secanías había propuesto y por la fuerte lluvia que caía sobre ellos.

El sacerdote Esdras se puso de pie y les dijo, Reconozcan ahora su maldad delante de nuestro Dios y obedézcanlo a él, apártense de todos aquellos extranjeros que adoran a otros dioses, y de las mujeres extranjeras con las que ustedes se han casado. Toda la gente allí reunida respondió en voz alta, está bien, haremos lo que tú nos ordenas, somos muchos los que hemos pecado, será mejor que nuestros jefes se queden en Jerusalén y traten este asunto en lugar de nosotros. Entonces el sacerdote Esdras escogió a algunos jefes de los grupos familiares y los nombró para investigar cada caso. Ellos prometieron firmemente separarse de sus mujeres, y presentaron un carnero como ofrenda por el perdón de su pecado.

¡Animo, que tu Fe sea firme! Sólo Dios puede limpiar la maldad en el ser humano, por lo que es importante que cada persona cuide su mente pues lo que piensa lo guarda en su corazón y luego sale de su boca, genera malas acciones y lo contamina, pero apegado a su Palabra, hará todo lo bueno, agradable y perfecto para Dios.


Con Alta Estima,

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