lunes, 26 de agosto de 2013

Las pruebas...

A través de las vicisitudes de la vida de Job, nos enseña a confiar en Dios bajo todas las circunstancias aún cuando no entiendes por qué suceden algunas cosas dolorosas, pues Job era prosperado, parecía tenerlo todo en la vida, riqueza, prestigio, salud, una familia feliz, pero a veces el ser humano debe aceptar que en la vida siempre habrá problemas o situaciones adversas que sobrellevar, que superar pues el sufrimiento existe de una u otra forma, o el  enfrentar problemas familiares, dificultades económicas o padecer de mala salud, y muchas veces son consecuencia de los  propios errores humanos, pero lo grandioso es hacer frente a estas situaciones viéndolas como oportunidades para demostrar que amas a Dios y entender que debes serle fiel.

Así pues, había una vez, en cierto país llamado Uz, un hombre muy bueno y honrado, siempre obedecía a Dios en todo y evitaba hacer lo malo, se llamaba Job, y era el hombre más rico en la región del este. Tenía siete hijos y tres hijas, y muchos esclavos a su servicio. Además, era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, mil bueyes y quinientas burras. Los hijos de Job hacían grandes fiestas, y siempre invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Eran tantas las fiestas que hacían, que se iban turnando entre ellos. Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba ceremonias para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos, Job hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él, para Job esto era una costumbre de todos los días.

El día en que los ángeles tenían por costumbre presentarse ante Dios, llegó también el ángel acusador, y Dios le dijo: ¡Hola! ¿de dónde vienes? Y este le contestó: Vengo de recorrer toda la tierra, entonces Dios le preguntó: ¿qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él, siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo. El ángel acusador respondió: ¡Por supuesto! ¡Pero si Job te obedece, es por puro interés!¡Tú siempre lo proteges a él y a su familia, cuidas todo lo que tiene, y bendices lo que hace. Pero yo te aseguro que si lo maltratas y le quitas todo lo que tiene, ¡te maldecirá en tu propia cara! Entonces Dios le dijo al acusador: Muy bien, haz lo que quieras con todo lo que tiene, pero a él ni lo toques. Dicho esto, el ángel se marchó.

Un día, mientras los hijos y las hijas de Job celebraban una fiesta en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a decirle a Job: unos bandidos de la región de Sabá nos atacaron y se robaron los animales. Nosotros estábamos arando con los bueyes, mientras los burros se alimentaban por allí cerca. De repente, esos bandido comenzaron a matar gente, y sólo yo pude escapar para darle la noticia. Todavía estaba hablando ese hombre cuando otro mensajero llegó y le dijo a Job, ¡un rayo acaba de matar a las ovejas y a los pastores!¡Sólo yo pude escapar para darle la noticia! Todavía estaba hablando ese hombre cuando un cuarto mensajero llegó y le dijo a Job: Todos sus hijos estaban celebrando una fiesta en casa de su hijo mayor, de repente, vino un fuerte viento del desierto y derribó la casa. Todos sus hijos murieron aplastados. Sólo yo pude escapar para darle la noticia.

En cuanto Job oyó esto, se puso de pie y rompió su ropa en señal de dolor, luego se rasuró la cabeza y se inclinó hasta el suelo para adorar a Dios, y dijo: Nada he traído a este mundo, y nada me voy a llevar, ¡Bendigo a Dios cuando da!¡Bendigo a Dios cuando quita! Y a pesar de todo lo que le había sucedido, Job no ofendió a Dios ni le echó la culpa.

El día en que los ángeles se reunían con Dios, también el ángel acusador se presentó, y Dios le dijo: ¡Hola!¿de dónde vienes? Y el acusador contestó: Vengo de recorrer todas la tierra. Entonces Dios le preguntó:¿Qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo, y me sigue obedeciendo, a pesar de que me convenciste de hacerle mal sin ningún motivo. El ángel acusador le contestó: ¡Mientras a uno no lo hieren donde más le duele, todo va bien! Pero si de salvar la vida se trata, el hombre es capaz de todo. Te aseguro que si lo maltratas, ¡te maldecirá en tu propia cara! Dios le dijo: Muy bien, te dejaré que lo maltrates, pero no le quites la vida.

En cuanto el acusador se marchó, llenó a Job con llagas en todo el cuerpo, por eso Job fue a sentarse sobre un montón de ceniza, y todo el día se lo pasaba rascándose con un piedra. Su esposa fue a decirle: ¿por qué insistes en demostrar que eres bueno? Mejor  maldice a Dios, y muérete! Pero Job le respondió: No digas tonterías, si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo. Y a pesar de todo lo que había sucedido, Job no pecó contra Dios diciendo algo malo.

Sabes, Dios te conoce y mira lo que guardas en tu corazón, se da cuenta realmente cómo eres en tu manera de vivir y tu obediencia a sus enseñanzas para cumplir su voluntad agradable y perfecta.


Con Alta Estima, 

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