A través de las vicisitudes de la vida de Job, nos enseña a
confiar en Dios bajo todas las circunstancias aún cuando no entiendes por qué
suceden algunas cosas dolorosas, pues Job era prosperado, parecía tenerlo todo
en la vida, riqueza, prestigio, salud, una familia feliz, pero a veces el ser
humano debe aceptar que en la vida siempre habrá problemas o situaciones
adversas que sobrellevar, que superar pues el sufrimiento existe de una u otra
forma, o el enfrentar problemas
familiares, dificultades económicas o padecer de mala salud, y muchas veces son
consecuencia de los propios errores
humanos, pero lo grandioso es hacer frente a estas situaciones viéndolas como
oportunidades para demostrar que amas a Dios y entender que debes serle fiel.
Así pues, había una vez, en cierto país llamado Uz, un
hombre muy bueno y honrado, siempre obedecía a Dios en todo y evitaba hacer lo
malo, se llamaba Job, y era el hombre más rico en la región del este. Tenía
siete hijos y tres hijas, y muchos esclavos a su servicio. Además, era dueño de
siete mil ovejas, tres mil camellos, mil bueyes y quinientas burras. Los hijos
de Job hacían grandes fiestas, y siempre invitaban a sus tres hermanas para que
comieran y bebieran con ellos. Eran tantas las fiestas que hacían, que se iban
turnando entre ellos. Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y
celebraba ceremonias para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que
pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una
ofrenda por cada uno de sus hijos, Job hacía esto pensando que tal vez sus
hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él, para Job esto era una
costumbre de todos los días.
El día en que los ángeles tenían por costumbre presentarse
ante Dios, llegó también el ángel acusador, y Dios le dijo: ¡Hola! ¿de dónde
vienes? Y este le contestó: Vengo de recorrer toda la tierra, entonces Dios le
preguntó: ¿qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie
tan bueno como él, siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo. El ángel
acusador respondió: ¡Por supuesto! ¡Pero si Job te obedece, es por puro
interés!¡Tú siempre lo proteges a él y a su familia, cuidas todo lo que tiene,
y bendices lo que hace. Pero yo te aseguro que si lo maltratas y le quitas todo
lo que tiene, ¡te maldecirá en tu propia cara! Entonces Dios le dijo al
acusador: Muy bien, haz lo que quieras con todo lo que tiene, pero a él ni lo
toques. Dicho esto, el ángel se marchó.
Un día, mientras los hijos y las hijas de Job celebraban una
fiesta en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a decirle a Job: unos
bandidos de la región de Sabá nos atacaron y se robaron los animales. Nosotros
estábamos arando con los bueyes, mientras los burros se alimentaban por allí
cerca. De repente, esos bandido comenzaron a matar gente, y sólo yo pude
escapar para darle la noticia. Todavía estaba hablando ese hombre cuando otro
mensajero llegó y le dijo a Job, ¡un rayo acaba de matar a las ovejas y a los
pastores!¡Sólo yo pude escapar para darle la noticia! Todavía estaba hablando
ese hombre cuando un cuarto mensajero llegó y le dijo a Job: Todos sus hijos
estaban celebrando una fiesta en casa de su hijo mayor, de repente, vino un
fuerte viento del desierto y derribó la casa. Todos sus hijos murieron aplastados.
Sólo yo pude escapar para darle la noticia.
En cuanto Job oyó esto, se puso de pie y rompió su ropa en
señal de dolor, luego se rasuró la cabeza y se inclinó hasta el suelo para
adorar a Dios, y dijo: Nada he traído a este mundo, y nada me voy a llevar,
¡Bendigo a Dios cuando da!¡Bendigo a Dios cuando quita! Y a pesar de todo lo
que le había sucedido, Job no ofendió a Dios ni le echó la culpa.
El día en que los ángeles se reunían con Dios, también el
ángel acusador se presentó, y Dios le dijo: ¡Hola!¿de dónde vienes? Y el
acusador contestó: Vengo de recorrer todas la tierra. Entonces Dios le
preguntó:¿Qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie
tan bueno como él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo, y me sigue
obedeciendo, a pesar de que me convenciste de hacerle mal sin ningún motivo. El
ángel acusador le contestó: ¡Mientras a uno no lo hieren donde más le duele,
todo va bien! Pero si de salvar la vida se trata, el hombre es capaz de todo.
Te aseguro que si lo maltratas, ¡te maldecirá en tu propia cara! Dios le dijo:
Muy bien, te dejaré que lo maltrates, pero no le quites la vida.
En cuanto el acusador se marchó, llenó a Job con llagas en
todo el cuerpo, por eso Job fue a sentarse sobre un montón de ceniza, y todo el
día se lo pasaba rascándose con un piedra. Su esposa fue a decirle: ¿por qué
insistes en demostrar que eres bueno? Mejor
maldice a Dios, y muérete! Pero Job le respondió: No digas tonterías, si
aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo. Y a
pesar de todo lo que había sucedido, Job no pecó contra Dios diciendo algo
malo.
Sabes, Dios te conoce y mira lo que guardas en tu corazón,
se da cuenta realmente cómo eres en tu manera de vivir y tu obediencia a sus enseñanzas para cumplir su voluntad agradable y perfecta.
Con Alta Estima,
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