miércoles, 28 de agosto de 2013

Las quejas (Parte II)...

Bildad era otro amigo de Job y creía que Job no sufriría tanto si no fuera malvado a menos que Dios lo ayudara, él proclamaba la justicia de Dios y quería convencer a Job que lo que decía sólo era  pasión, pensaba que lo que le pasaba a él y lo que le pasó a sus hijos,  se lo merecía, que debía arrepentirse para que Dios lo ayudara, de lo contrario  pensaría que Job era hipócrita, además que  Job seguía afligido.

Entonces Bildad le dijo a Job: ¡Hablas con la violencia de un fuerte huracán! ¿Cuándo te vas a callar? El Dios todopoderoso nunca hace nada injusto. Si tus hijos pecaron contra Dios, él les ha dado su merecido. Pero si tú eres inocente, habla con él y pídele perdón; él te protegerá y te recompensará devolviéndote todo lo que tenías. Tus primeras riquezas no serán nada, comparadas con las que tendrás después… Los juncos crecen en el agua, pero si el agua les llega a faltar se secan más pronto que cualquier otra planta. Lo mismo les pasa a los malvados, a los que se olvidan de Dios: al morir nada bueno les espera. Su confianza es tan frágil como una telaraña: no les brinda ningún apoyo. Los malvados son como esas hierbas que cuando les pega el sol se extienden por todo el jardín, y hunden sus raíces en las piedras. Pero si alguien las arranca, nadie podrá saber dónde estaban. ¡Así termina su alegría de vivir, y en su lugar nacen otras hierbas!
Dios acepta al honrado, y rechaza al malvado. Dios hará que vuelvas a reír y a lanzar gritos de alegría. Tus enemigos quedarán avergonzados, y sus casas serán destruidas.

Al oir esto, Job respondió: ¡Ese cuento ya lo conozco! Yo sé bien que ante Dios nadie puede alegar inocencia, ni puede tampoco discutir con él. Dios puede hacer mil preguntas y nadie puede responderle. ¿quién puede desafiar a Dios y esperar salir victorioso? Su sabiduría es muy profunda, y su poder es muy grande. Cuando Dios se enoja cambia de lugar las montañas sin que nadie se dé cuenta, también cambia de lugar la tierra, y la hace temblar hasta sus bases. Reprende al sol, y el sol no sale; también apaga la luz de las estrellas. Con su poder extiende el cielo y calma las olas del mar. Dios creó todas las estrellas, y las agrupó en constelaciones: la Osa Mayor, la Cruz del Sur, Orión y las Siete Cabritas.

Dios hace cosas tan maravillosas que es muy difícil comprenderlas, y más aún, hablar de ellas. Si Dios pasara junto a mí, me sería imposible verlo; si se alejara de mí, no me daría cuenta. Si quisiera tomar algo, ¿quién podría ordenarle no hacerlo? Cuando Dios se enoja, hasta el mar y sus olas se rinden ante él.  Si esto es así, ¿cómo voy a poder responderle? A pesar de que soy inocente, ante Dios no me puedo defender, sólo puedo suplicarle que me tenga compasión. Si lo llamara, y él me respondiera, no creo que me prestaría atención…Aunque no he hecho nada malo, mi boca me condena y resulto culpable!...

La vida se me escapa con la rapidez del rayo. Mis días pasan como el águila cuando se lanza sobre su presa. El tiempo es como un barco que se pierde en la distancia, y yo aquí estoy, sin saber lo que es la felicidad. A veces pienso en olvidarlo todo, en cambiar de actitud y sonreír pero me asusto de tanto sufrimiento, pues sé bien que ante Dios, no resulto inocente. Y si él me considera culpable, ¿qué caso tiene seguir luchando? Aunque me lave con jabón las manos y todo el cuerpo, Dios me arrojará al basurero, ¡y no habrá ropa que me cubra!...Por eso le he dicho a Dios: Dios mío, no seas injusto conmigo; ¡dime que mal he cometido! Tú eres mi Creador, y no está bien que me maltrates ni que permitas que los malvados hagan planes contra mí. Tú no ves las cosas como nosotros las vemos, ni vives los pocos años que nos toca vivir; ¿por qué, entonces, quieres saber qué pecados he cometido? ¡Tú sabes que no soy culpable, y yo bien sé que no es posible que me libre de tu poder!

Tú, con tus propias manos, me fuiste dando forma, como quien hace una olla de barro, como quien derrama crema para hacer queso; ¿por qué quieres quitarme la vida y hacerme volver al polvo? Tú recubriste mis huesos con carne y con piel; tú me diste vida y me trataste con bondad; ¡siempre cuidaste de mí! Pero ahora me doy cuenta de algo que no me dijiste: ¡que me estarías vigilando para ver si yo pecaba, pues no perdonarías mi pecado! Pero, inocente o culpable, estoy en un gran problema y no puedo mirarte a los ojos. ¡Estoy muy avergonzado y me muero de tristeza! Siempre me estás vigilando, como si fueras un león al acecho; apenas hago el menor movimiento, me haces sentir tu poder. ..

¿Por qué me dejaste nacer? ¡Ojalá me hubiera muerto, sin que nadie llegara a conocerme! ¡Más me valdría no haber nacido, y pasar directamente a la tumba! Mis días están contados; ya están llegando a su fin. ¡Por favor, déjame en paz! ¡Quiero tener un momento de alegría, antes de emprender el viaje sin regreso al país de las tinieblas y el desorden!

Así pues, sería bueno reconocer que hay una gran diferencia entre el trabajo de una abeja y el de una telaraña, así como la persona que es diligente, obediente y se alimenta de la Palabra de Dios, pero en cambio el voluble e hipócrita es como la araña teje sus esperanzas en su propia fantasía, en su autosuficiencia, como si Dios fuera igual que él, se basa en su prosperidad y seguridad “humana” que en cualquier momento puede desaparecer, lo importante es poner tu vida en las manos de Dios para que El habite en tu corazón y te guarde bajo su protección.


Con Alta Estima

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