martes, 27 de agosto de 2013

Las quejas...

Como podrás ver el problema de Job es precisamente comprender como una situación de angustia puede ser vivida por la fe. El grito de Job y su oración de lamentación mueve el interior             , su alma pues su sufrimiento  que le asechaba lo hacen quejarse y desea comunicarselo a Dios, ya que hacerlo es lo único que desahoga a toda persona para poder experimentar la paz.

Así pues, Job tenía tres amigos: Elifaz, que era de la región de Temán; Bildad, de un lugar llamado Súah; y Zofar, de un lugar llamado Naamat. Cuando supieron todo lo malo que le había sucedido a Job, se pusieron de acuerdo para ir a consolarlo y decirle cuán tristes estaban por la muerte de sus hijos.

Al llegar a donde vivía Job, lo vieron de lejos, y no lo reconocieron; pero cuando ya estuvieron frente a él, comenzaron a llorar y a gritar. Enseguida rompieron su ropa y se echaron ceniza sobre la cabeza para mostrar su tristeza. Durante siete días y siete noches estuvieron sentados en el suelo, haciéndole compañía. Era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada.

Llegó el momento en que Job ya no pudo más y comenzó a maldecir el día en que nació. Entonces dijo: ¡Maldito sea el día en que nací! Maldita la noche en que anunciaron: ¡Fue niño!¡Que borren del calendario ese día! ¡Que nadie se acuerde de él, ni siquiera el Dios del cielo! ¡Que sea arrojado en las tinieblas y todos se olviden de él!

¡Que en esa noche nadie vuelva a nacer!¡Que nadie grite de alegría! ¡Que maldigan ese día los que tienen poder sobre el monstruo del mar!¡Que ese día no salga el sol ni se vea la estrella dela mañana, porque me dejó nacer en un mundo de miserias!

Mejor hubiera nacido muerto, ¡Así nadie me habría abrazado ni me habría amamantado, y ahora estaría descansando en paz!¡Estaría en la compañía de esos reyes, gobernantes y consejeros que construyeron grandes monumentos y llenaron de oro y plata sus palacios!

Mejor me hubieran enterrado como se entierra a los niños que nacen ante de tiempo y nunca llegan a ver el sol. Para los cansados y prisioneros, la muerte es un descanso, pues ya no oyen gritar al capataz. Con la muerte, los malvados dejan de hacer destrozos. En la muerte se encuentran los débiles y los poderosos, y los esclavos se libran de sus amos.

¿Por qué nos deja nacer Dios si en la vida sólo vamos a sufrir?¿Por qué deja seguir viviendo a los que viven amargados? Buscan con ansias la muerte, como si buscaran un tesoro escondido. Quisieran morirse, pero la muerte no llega. ¡Muy grande sería su alegría si pudieran bajar a la tumba!

Dios nos cierra el paso y nos hace caminar a ciegas. Lágrimas y quejas son todo mi alimento. Ya he perdido la paz. Mis peores temores se han hecho realidad.

Elifaz le dijo a Job: puede ser que no te guste lo que tengo que decirte, pero no puedo quedarme callado. Si bien recuerdo, tú fuiste maestro de muchos y animabas a los desanimados; palabras no te faltaban para alentar a los tristes y apoyar a los débiles. Pero ahora que sufres no lo soportas y te das por vencido. Según tú, no haces nada malo, ¿por qué entonces desconfías de Dios? ¡No me vayas a decir que quien hace lo bueno sufre y acaba mal! He podido comprobar que quien mal anda mal acaba…

En esta vida estamos de paso, un día nacemos y otro día morimos. ¡Desparecemos para siempre, sin que a nadie le importe! ¡Morimos sin llegar a ser sabios!¡Grita Job!¡Grita todo lo que quieras, a ver si algún ángel te responde!... ¡Siempre hay una razón para el mal y la desgracia! Así como el fuego es la causa de que salten chispas, nosotros somos responsables de nuestra propia desgracia.

Si yo estuviera en tu lugar, pondría mi caso en manos de Dios. Sus milagros y maravillas no los podemos entender. Dios hace que la lluvia caiga sobre los campos; Dios da poder a los humildes y ayuda a los afligidos; Dios hace que los astutos caigan en sus propias trampas; les desbarata sus planes malvados y les arruina sus malas acciones. Dios hace que se tropiecen de día como si anduvieran de noche, pero salva a la gente pobre del poder de sus enemigos; a los pobres les devuelve la esperanza, pero a los malvados los deja callados.

Cuando el Dios todopoderoso te corrija, puedes considerarte bendecido, no desprecies su corrección. Dios hiere, pero cura la herida; Dios golpea, pero alivia el dolor. Una y otra vez vendrá a ayudarte, y aunque estés en grave peligros no dejará que nada te dañe…

Job le respondió a Elifaz de la siguiente manera: ¡Me gustaría que todas mis desgracias pudieran pesarse en una balanza!¡Son tantas, que pesarían más que toda la arena del mar! ¡No debiera sorprenderles oírme hablar así! El Dios todopoderoso me ha herido, y eso me llena de miedo; ¡ya siento correr por mi cuerpo el veneno de sus flechas!...¡Jamás he desobedecido a Dios! Este es el consuelo que me queda en medio de mi dolor…Si en verdad fueran mis amigos, no me abandonarían, aunque yo no obedeciera a Dios. Pero ustedes, mis amigos, cambian tanto como los ríos: unas veces están secos, y otras veces se desbordan. Cuando la nieve se derrite, corren turbios y revueltos, pero en tiempo de calor y sequías se quedan secos y dejan de correr.

Yo no les pedía que vinieran, ni tampoco les pedí dinero para que me salvaran de mis malvados enemigos. Demuéstrenme en qué he fallado, y me callaré la boca. Si tuvieran razón, no me ofendería; pero ustedes me acusan y no tienen pruebas. No me juzguen por mis palabras, hablo así pues estoy desesperado, y las palabras se las lleva el viento. ¡Ustedes son capaces de todo, hasta de vender a un huérfano y abandonar a un amigo!... He pasado noches miserables, he pasado meses enteros esperando en vano que terminen mis sufrimientos. Mi vida ha sido como la de un soldado que ansioso espera el fin de la guerra… Ya no quiero seguir viviendo. ¡Preferiría morir ahorcado que seguir viviendo en este mundo! Mi vida ha perdido valor; ¡ya déjame en paz!

Tú nos das mucha importancia; todos los días nos examinas. Yo me pregunto por qué a todas horas nos pones a prueba. Tú, que a todos nos vigilas, ¿por qué sólo a mí me castigas?¡Ya no me vigiles tanto!¡Déjame al menos tragar saliva!¿en qué te afecta que yo peque? ¿Acaso te soy una molestia?¿Por qué no me perdonas y te olvidas de mi maldad? Me queda muy poco de vida; cuando me busques, ya estaré muerto.

Por lo que puedes ver, que Job vivió una experiencia que le parece sin sentido, por lo que es necesario que el ser humano aprenda a ser humilde y sea capaz de aceptarse a sí mismo, reconocer si existen raíces de amargura, de frustración, y tratar de decírselo a Dios.


Con Alta Estima,

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