En esa misma ocasión, los discípulos le preguntaron a Jesús:
¿Quién es el más importante en el reino de Dios? Jesús llamó a un niño, lo puso
en medio de ellos, y les dijo: Les aseguro que para entrar en el reino de Dios,
ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños. Porque en el
reino de Dios, las personas más importantes son humildes como este niño. Si
alguien acepta a un niño como este, me acepta a mí.
Pero si alguien hace que uno de estos pequeños seguidores míos
deje de confiar en mí, merece que aten al cuello una piedra enorme y lo tiren
al fondo del mar. Muchas cosas en el mundo hacen que la gente desobedezca a
Dios, y no hay manera de evitarlo. Pero ¡qué mal le irá a quien haga que otro
desobedezca a Dios!
Si lo que haces con tu mano o con tu pie te hace desobedecer
a Dios, mejor córtatelos y tíralos bien lejos. Es mejor vivir para siempre sin
una mano o sin un pie, que ir al infierno con las dos manos y los dos pies. Si lo
que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácatelo y tíralo lejos.
Es mejor vivir para siempre con un solo ojo, que ser echado al infierno con los
dos.
Recuerden: No desprecien a ninguno de estos pequeños, porque
a ellos los cuidan los ángeles del cielo. ¿Qué opinan? Si uno de ustedes tiene
cien ovejas y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras
noventa y nueve en la montaña y se va a buscar la oveja perdida? Y si la
encuentra, de seguro se alegrará más por esa oveja que por las otras noventa y
nueve que no se habían perdido. De la misma manera, el Dios y Padre de ustedes
no quiere que ninguno de estos pequeños se pierda y quede separado de él para
siempre.
Si uno de mis seguidores te hace algo malo, habla con él a
solas para que reconozca su falta. Si te hace caso, lo habrás ganado de nuevo.
Si no te hace caso, llama a uno o dos seguidores míos, para que te sirvan de
testigos. La Biblia enseña que toda acusación debe hacerse frente a dos o más
testigos. Y si aquel no les hace caso, infórmalo a la iglesia. Y si tampoco quiere hacerle caso a la
iglesia, tendrás que tratarlo como a los que no creen en Dios, o como a uno de
los que cobran impuestos para el gobierno de Roma.
Les aseguro que cualquier cosa que ustedes prohíban aquí en
la tierra, desde el cielo Dios la prohibirá. Y cualquier cosa que ustedes
permitan, también Dios la permitirá. Les aseguro que si dos de ustedes se ponen
de acuerdo, aquí en la tierra para pedirle algo a Dios que está en el cielo, él
se lo dará. Porque allí donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi nombre,
allí estaré yo.
Entonces Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: Señor, si un
miembro de la iglesia me hace algo malo, ¿cuántas veces debo perdonarlo?¿Sólo
siete veces? Jesús le contestó: No basta con perdonar al hermano sólo siete
veces. Hay que perdonarlo una y otra vez; es decir, siempre.
En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que cierta vez
sucedió en un país. El rey mandó llamar a sus empleados para que le informaran
cómo andaban sus negocios y para que le pagaran todo lo que le debían.
Cuando comenzó a sacar cuentas, le llevaron un empleado que
le debía sesenta millones de monedas de plata. Como el empleado no tenía dinero
para pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa y
sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa
venta, la deuda quedaría pagada.
Pero el empleado se arrodilló delante del rey y le suplicó:
Señor, déme usted un poco más de tiempo y le pagaré todo lo que le debo. El rey
sintió compasión de su empleado y le dijo: Vete tranquilo, te perdono todo lo
que me debes. Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un
compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le
dijo: ¡Págame ahora mismo lo que me debes!
El compañero se arrodilló delante de él y le suplicó: Dame un poco más de
tiempo y te lo pagaré todo. Pero aquel empleado no quiso darle tiempo, y mandó
que metieran a su compañero en la cárcel, hasta que pagara el dinero que le
debía.
Los otros compañeros, al ver lo que había pasado, se
molestaron mucho y fueron a contárselo al rey. Entonces el rey mandó llamar a
aquel empleado y le dijo: ¡Qué malvado eres! Te perdoné todo lo que me debías,
porque me lo suplicaste. ¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero, así
como yo la tuve de ti?
El rey se puso furioso, y ordenó que castigaran a ese
empleado hasta que pagara todo lo que le debía. Jesús terminó diciendo: Lo
mismo hará Dios mi Padre con cada uno de ustedes, si no perdonan sinceramente a
su hermano.
Aquí puedes darte cuenta que para Dios lo más importante es
que el hombre sea humilde, que confíe en el Señor, que obedezca sus enseñanzas,
que muestre humildad como un niño, pues sabes, Dios mira el corazón de cada
persona y El desea que todo hombre sea purificado en su manera de vivir.
Por tanto, lo esencial es que el hombre enseñe al niño amar
a Dios, que El sea la prioridad en su corazón y obedezca sus mandamientos, y
por ende, cuando sea hombre amará a su prójimo, ayudándose unos a otros, siendo
compasivos y perdonándose mutuamente, un sin fin de veces y recordando, que
donde dos o tres estén reunidos para alabarlo, la presencia de Dios estará con
ellos.
Con Alta Estima,
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