En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que pasó en
una viña. El dueño salió muy de mañana a contratar hombres para que trabajaran
en ella. Se puso de acuerdo con los trabajadores para pagarles el salario de un
día completo, y los envió a trabajar. Como a las nueve de la mañana, el dueño
volvió a salir, y en la plaza encontró a varios hombres que estaban
desocupados. Les dijo: Vayan a trabajar a mi viña, y les pagaré un salario
justo. Los hombres aceptaron y fueron a trabajar. Como a las doce del día, el
dueño volvió a hacer lo mismo; y salió otra vez a las tres de la tarde. Ya eran
las cinco de la tarde cuando el dueño fue de nuevo a la plaza, y vio a otros
hombres desocupados. Entonces les preguntó: ¿Por qué han estado ahí todo el día
sin hacer nada?
Ellos le contestaron: ¡Porque nadie nos ha dado trabajo! El
dueño les dijo: Vayan a trabajar a mi terreno. Cuando se hizo de noche, el
dueño le dijo al jefe de los trabajadores: Llama a cada uno de los trabajadores
y págales, comenzando por los últimos que vinieron, y terminando por los que
vinieron primero.
Entonces se acercaron los trabajadores que llegaron a las
cinco de la tarde y recibieron el salario de un día completo. Después, cuando
pasaron los que habían llegado primero, muy de mañana, pensaron que a ellos les
pagarían mucho más. Pero cada uno de ellos recibió el mismo salario de un día
completo. Después de recibir el dinero, esos trabajadores comenzaron a hablar
mal del dueño de la viña y le dijeron: Los que llegaron a las cinco de la tarde
sólo trabajaron una hora, pero usted les pagó a ellos lo mismo que a nosotros,
que trabajamos todo el día aguantando el calor. Eso no es justo.
Pero el dueño le contestó a uno de ellos: ¡Mira, amigo! Yo
no he sido injusto contigo. Recuerda que los dos acordamos que tu trabajarías
por el salario de un día completo. Toma el dinero que te ganaste, y vete. No es
problema tuyo que yo les pague lo mismo a los que vinieron a las cinco. Yo
puedo hacer con mi dinero lo que me parezca, ¿Por qué te da envidia que yo sea
bueno con los demás? Jesús terminó diciendo: Así los que ahora son los
primeros, serán los últimos; y los que ahora son los últimos serán los
primeros.
Mientras Jesús iba hacia Jerusalén, en el camino reunió a
sus doce discípulos y les dijo: Como pueden ver, ahora vamos a Jerusalén. Y a
mí, el Hijo del hombre, me entregarán a los sacerdotes principales y a los
maestros de la Ley. Ellos dirán que debo morir, y me entregarán a mis enemigos
para que se burlen de mí, y para que me golpeen y me hagan morir en una cruz.
Pero después de tres días, resucitaré.
La madre de Santiago y Juan, que eran dos de los discípulos,
fue con ellos a hablar con Jesús. Cuando llegaron, ella se arrodilló delante de
Jesús para pedirle un favor. Jesús le preguntó: ¿Qué es lo que quieres? Ella le
dijo: Por favor, ordena que, cuando estés sentado en el trono de tu reino, mis
hijos se sienten siempre junto a ti, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús respondió: Ustedes no saben lo que piden. ¿Están
dispuestos a sufrir todo lo malo que va a pasarme? Ellos le dijeron: Si, lo
estamos. Jesús les dijo: Les aseguro que ustedes sufrirán mucho, igual que yo.
Pero sólo mi Padre decide quiénes serán los más importantes en mi reino. Eso no
lo decido yo.
Cuando los otros diez discípulos se dieron cuenta de todo
esto, se enojaron con Santiago y Juan. Entonces Jesús los llamó a todos y les
dijo: En este mundo, como ustedes bien saben, los jefes de los países gobiernan
sobre sus pueblos y no los dejan hacer absolutamente nada sin su permiso.
Además, los líderes más importantes del país imponen su autoridad sobre cada
uno de sus habitantes. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, si
alguno de ustedes quiere ser importante, tendrá que servir a los demás. Si
alguno quiere ser el primero, deberá ser el esclavo de todos. Yo, el Hijo del
hombre, lo hago así. No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir
a los demás., Vine para dar mi vida por la salvación de muchos.
Cuando Jesús salió de la ciudad de Jericó en compañía de sus
discípulos, mucha gente lo siguió. Junto al camino estaban sentados dos ciegos.
Cuando oyeron que Jesús iba pasando, comenzaron a gritar: ¡Señor, tú que eres
el Mesías, ten compasión de nosotros y ayúdanos!
La gente comenzó a reprender a los ciegos para que se
callaran, pero ellos gritaron con más fuerza todavía. ¡Señor, tú que eres el
Mesías, ten compasión de nosotros y ayúdanos! Entonces Jesús se detuvo, llamó a
los ciegos y les preguntó: ¿Qué quieren que haga por ustedes? Ellos le
respondieron: Señor, haz que podamos ver de nuevo. Jesús tuvo compasión de
ellos, y les tocó los ojos. En ese mismo instante, los ciegos pudieron ver de
nuevo y siguieron a Jesús.
Aquí puedes darte cuenta que Dios es un Dios justo y es
bueno con todos; Dios quiere que el hombre se aparte de la maldad, del odio, de
la envidia entre unos y otros, pues lo fundamental es que el hombre se
comprometa con Dios, que lleve una vida de acuerdo a sus enseñanzas, que
aprenda a ser agradecido con el Dios Altísimo por su infinito amor, por haber
enviado a su Hijo Jesús para dar su vida en sacrificio en la cruz y redimir al
mundo.
Ahora bien, Jesús vino a salvar a la humanidad y servir a
los demás. Por lo tanto, si alguna persona quiere ser el primero o el más
importante deberá servir a los demás.
Con Alta Estima,
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