Tiempo después, Jesús les dijo a la gente y a sus
discípulos: Los fariseos y los maestros de la Ley son los que más conocen la
ley de Moisés. Ustedes deben hacer todo lo que ellos digan, pero no hagan lo
que ellos hacen, porque enseñan una cosa y hacen otra. Imponen mandamientos muy
difíciles de cumplir, pero no hacen ni el más mínimo esfuerzo por cumplirlos.
Todo eso lo hacen para que la gente los vea y los admire. Por eso escriben frases
de la Biblia en papelitos que guardan en cajitas de cuero, y se las ponen en la
frente y en los brazos. Cada vez hacen más grandes esas cajitas y los flecos
que le ponen a la ropa, para que la gente piense que son muy obedientes a Dios.
Cuando van a la sinagoga o asisten a fiestas, les encanta que los traten como
si fueran los más importantes. Les gusta que la gente los salude en el mercado
con gran respeto, y que los llame maestros.
Pero ustedes no esperen que la gente los llame maestros,
porque ustedes son como hermanos, y tienen solamente un maestro. No le digan
padre a nadie, porque el único padre que ustedes tienen es Dios, que está en el
cielo. Tampoco esperen que la gente los trate como líderes, porque yo, el
Mesías, soy su único líder. El más importante de ustedes deberá ser el
sirviente de todos. Porque los que se creen más importantes que los demás serán
tratados como los menos importantes. Y los que se comportan como los menos
importantes serán tratados como los más importantes.
Jesús les dijo a los fariseos y a los maestros de la Ley:
¡Qué mal les va a ir, hipócritas! Ustedes les cierran la puerta del reino de
Dios a los demás. Y ni entran ustedes ni dejan que otros entren. ¡Qué mal les va a ir, hipócritas! Ustedes van por
todas partes tratando de ganar un seguidor y, cuando lo consiguen, lo hacen dos
veces más merecedor del infierno que ustedes mismos.
¿Qué mal les va a ir! Se
supone que ustedes deben enseñar al pueblo a obedecer a Dios, pero ni
ustedes mismos lo hacen. Enseñan que se puede no cumplir una promesa, si se
jura sólo por el templo; pero que se debe cumplir esa promesa, si se jura sólo
por el oro del templo; ¡Ustedes no saben nada, son unos tontos! No se dan
cuenta de que el templo es más importante que el oro, y que el templo hace que
el oro sea valioso ante Dios.
También enseñan que se puede no cumplir una promesa, si se
jura sólo por el altar del templo, pero que se debe cumplir esa promesa si se
jura, por la ofrenda que está sobre el altar. ¡Ignorantes! El altar de Dios es
más importante que la ofrenda, y hace que la ofrenda sea valiosa ante Dios.
Cuando una persona hace una promesa, y jura por el altar del templo que la
cumplirá, está jurando no sólo por el altar, sino también por todo lo que hay
sobre el altar. Y si alguien jura por el templo, no sólo está jurando por el
templo, sino también por Dios que vive allí. Si jura por el cielo, también jura
por Dios, porque el trono de Dios está en el cielo.
¡Qué mal les va a ir a ustedes, maestros de la Ley y
fariseos! ¡Hipócritas! Se preocupan por dar como ofrenda la décima parte de la
menta, del anís y del comino que cosechan en sus terrenos. Pero no obedecen las
enseñanzas más importantes de la ley ser justos con los demás, tratarlos con
amor, y obedecer a Dios en todo. Hay que hacer esas tres cosas, sin dejar de
obedecer los demás mandamientos. ¡Ustedes, como líderes no saben nada! Cumplen
los detalles más insignificantes de la ley, pero no cumplen lo más importante
de ella. Ustedes son como los que, al beber vino, sacan el mosquito pero se
tragan el camello que hay en el vino.
¡Qué mal les va a ir, hipócritas! Parecen buena gente, pero
en realidad son malos, no ayudan a nadie, y roban a los demás ¡Tontos! Sean
buenos de verdad, porque si no lo hacen, serán como un vaso o un plato limpio
por fuera, pero lleno de suciedad por dentro. Pero si el vaso o el plato se
limpian por dentro, todo estará limpio de verdad.
¡Qué mal les va a ir! Aparentan ser gente buena y honrada,
pero en realidad son hipócritas y malvados. Son como una tumba pintada de
blanco, que por fuera se ve limpia, pero que por dentro está llena de huesos y
de suciedad. ¡Pobrecitos de ustedes, qué mal les va a ir, hipócritas! Construyen
monumentos para recordar a los profetas muertos, y ponen adornos en las tumbas
de las personas buenas. Dicen que, si hubieran vivido en aquel tiempo, no
habrían estado de acuerdo con los que mataron a los profetas. Pero, en
realidad, demuestran ser iguales a ellos. ¡Terminen, pues, de hacer lo que
ellos comenzaron! Ustedes son unos mentirosos y unos malvados! Son tan malos
como el veneno de una serpiente. ¡Por eso no se escaparán de ir al infierno! Yo
les enviaré profetas, sabios y maestros, pero a algunos de ellos ustedes los
matarán o los clavarán en una cruz, a otros los golpearán en las sinagogas, y a
otros los perseguirán por todas las ciudades. Por eso, serán culpables de la
muerte de toda persona buena en el mundo, comenzando por la muerte de Abel
hasta terminar con la muerte del profeta Zacarías, que hijo de Berequías. A
este profeta lo mataron entre el templo y el altar de los sacrificios. Les
aseguro que todos ustedes serán castigados por esto.
Gente de Jerusalén, gente de Jerusalén! Ustedes matan a los
profetas y a los mensajeros que Dios les envía. Muchas veces quise protegerlos,
como protege la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero ustedes no me
dejaron. Su templo quedará abandonado. Les aseguro que a partir de este momento
no volverán a verme, hasta que digan: Bendito el Mesías que viene en el nombre de
Dios.
Aquí puedes darte cuenta el hombre debe cuidar su comportamiento, que exista congruencia
en lo que dice y en lo que hace, por lo tanto, es importante que el hombre
obedezca a Dios, se apegue a su Palabra y cumpla sus mandamientos.
Ahora bien, lo esencial, para agradar a Dios es que el
hombre con su actitud muestre humildad, sinceridad , que si quiere ser más
importante que los demás debe aprender primero a servir a los demás.
Asimismo, si el hombre ofrece una promesa a Dios debe
cumplirla pues es un compromiso que ha hecho al Señor, es como dar su palabra
de honor y esta debe cumplirse a cabalidad pues así con su conducta demuestra
que el hombre es bueno de verdad, que es obediente y cumple sus compromisos.
No obstante, a Dios le agrada que el hombre muestre
sinceridad en todo lo que haga y que esté preparado en el conocimiento de Dios
hasta que Jesús vuelva.
Con Alta Estima,
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